EL Porochenko aparecía ayer como un Carlomagno o un Moisés recién recibidas las tablas de la ley. Genuflexo y pidiendo gracia estaba el patriarca de Constantinopla cabeza de las iglesias orientales a sus pies. El papa de la sede de san Andrés hubo de humillarse ante el trágala y firmar la separación de la iglesia ucrania
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