Ramón J. Sender
Era recio como aragonés y vivió a
rastras entre California y Méjico; un león de Grau un vencido el viejo comunista
reconvertido al capitalismo profiriendo pestes contra hitlerianos y
estalinistas, su prosa tiene aires de jota y se corona con el atávico pañuelo
de hierbas (el cachirulo) de los buenos baturros. Para libre, Aragón. Se sintió
un vencido pero nunca se manifestó como un resentido. Ramón J. Sender Chalamera
1901- San Diego 1982)
A lo que no renunció fue a su repulsa instintiva
hacia los libros de los escritores americanos que viajaron a España en el 36
creyendo que era un safari. Su critica a Ernesto Hemingway no pudo ser más
exacta y puntual. En el autor del Viejo y el Mar veía a la violencia de la
sociedad yanqui, su fetichismo, el aparatoso grandiosismo. El arte de escribir
se hizo marketing y habitó entre nosotros pero no os creáis demasiado los bulos
y después vendría Vargas Llosa, las listas de Schindler y de los consejeros
delegados.
Si las maquinas electrónicas escribieran libros lo harían a la manera
de Hemingway. La profecía de Jota Sender se ha cumplido en esa literatura
pacotilla de usar y tirar que rinde culto al best seller. Impuso en la novela el león de la Metro. Que ruge y viene
rugiendo desde hace muchos años, con su ferocidad de cartón piedra
De lo que se trataba era de “cocacolonizar”
el planeta. Y detrás del amigo Vargas vino Pérez Reverte matachín matachán todos
ellos imitando el lado infantil en la vida y en la obra de don Ernesto. Los críticos maltrataron a Hemingway y la
culpa fue suya pues cubrió sus debilidades con una máscara antipática, era un
tipo sin gracia que en su vejez seguía teniendo el carácter de un niño de once
años con pistolas de juguete, botellas de limonada y fotos pornográficas. Fue a
las letras lo que la MGM
en el cine.
Me alegro que Ramón J. Sender
cuya obra desconocía (se trata de un aragonés inmenso de una profundidad que
raya en las simas psicológicas de un Gracián) coincida con el modesto criterio
del abajofirmante vertido a lo largo de mis libros especialmente en Remember Brunete donde pongo de
manifiesto el enojo que causó en las filas republicanas la actitud del
americano que abandonaba el frente para regresar a Madrid a jalearse con el güisquis
y las chicas de Chicote. Alacridad imperdonable cuando se moría en las
trincheras.
El aventurismo de los
internacionales y la inconsciencia de la Brigada Lincoln determinó
la derrota del Ejercito de Maniobra a las puertas de Madrid y acaso también en
el Ebro.
Albarda sobre albarda, el escritor
oscense tacha a sui colega americano de infantil: “El viejo y el mar” es un Moby Dick de vía estrecha y “For whom the bells toll” es un libro
cursi en el cual hasta el título es prestado… en los tipos de Ernesto hay mucho
alcohol, mucho rifle y estos revólveres no son armas defensivas sino las
muestras de un turismo armado nacido del deseo de hacer ruido y de coleccionar
trofeos para ponerlos encima de la chimenea… era simple y un poco tonto
Hemingway, le gustaban las putas que se iban a la cama con un pijama de seda
cruda… hay en sus libros mucha palabrería vana y su hipersexualismo verbal
denotaba –dime de qué presumes y te diré tus carencias- el complejo de la
impotencia que debió de padecer durante parte de su vida, escribe como un toro
castrado y ciertamente sus novelas van a paso de buey”
Ignoro si tal acrimonia obedece a
celos profesionales pero cuando yo cursaba filosofía inglesa el año 67 tuve un catedrático
que dedicó un trimestre a estudiar la obra hemingweyana. Too much. El viejo del
mar era un tomo de referencia por aquellos dichosos años jipis, dejamos de ir
con flores a María para fumar hierba en las sentadas de San Francisco y Adiós a
las Armas fue uno de los primeros libros que leí yo en inglés tirando, eso sí,
mucho de diccionario. Recuerdo que me impactó por el altruismo de la enfermera
inglesa en su amor desesperado hacia el protagonista. Luego una amiga mía me
convenció del error machista cometido por Hemingway al trazar al personaje. Era
una señora bastante estúpida a decir de mi interlocutora.
Claro que yo por entonces era
solo un adolescente saliéndome al paso un autor que escribía para adolescentes.
La vida luego me mostraría otros enfoques. América era un país violento como
los osos de Idaho con una actitud deportiva frente a la existencia: cine,
deporte, hembra, crochet de izquierda y tente tieso. No gran cosa. En estas
ácidas manifestaciones este baturro de Calanda descubre a través de una prosa
plagada de exabruptos y de ternuras, muy enamoradizo como buen aragonés, las
amarguras del exilio norteamericano inmerso en el confort del American Way of
life esperado siempre la visa de residencia y sintiéndose un californiano de
segunda aún siendo descendiente de los verdaderos colonizadores de aquella
tierra americana.
A través de su obra sigue preguntándose
con acritud y sin ella por qué perdimos la guerra. No quiso regresar a su
tierra desde el exilio creo más bien por razones personales que políticas
porque lo cierto es que con Franco y a pesar de Franco su obra se da a conocer
y goza de gran popularidad entre nosotros a partir de finales de los 50: “el bandido adolescente” “epitalamio del
prieto Trinidad” “Tres novelas teresianas” “las criaturas saturninas” “luna de
perros” “el rey y la reina” “ensayos de otro mundo” “nocturnos de los 14”
Son los que acabo de leer estos nocturnos, libro
muy madurado que versa sobre la problemática de los suicidas: José Díaz, el
secretario del PC que se lanza desde un balcón en Tiflis, Ernst Toller el ideólogo
alemán que se tira al tren o el propio Ernesto Hemingway metiéndose un disparo
por la boca en el trastero de su vivienda.
La autodestrucción le sirve de
marco para tratar un friso histórico sociológico de época donde se conjuga la filología
con la semántica o el racismo. Un aviso a navegantes: los judíos no olvidan la fecha de 1492 y odian a los españoles de
derechas e izquierdas con la misma mezquina, feroz y retrospectiva saña de los
tiempos del marranen Torquemada. Más
de una vez he pensado si eso no influyó en la conducta de León Blum que nos
metió a todos en un campo de concentración de Francia. Le daba lo mismo al
político francés que ganarán los unos y los otros y lo único que le gustaba es
que nos cociéramos a fuego lento en la salsa de la discordia. Eso del semitismo
y del antisemitismo no podemos entenderlo los españoles, somos una mezcla de
razas y de religiones conjugadas. No es una cuestión de cromosomas sino de
credos.
Hay infinidad palabras en inglés
que vienen de la conquista: “mustang” caballo salvaje o mesteño, caballo de la
mesta que se escapaba; “flirt” de floretear, “quarrell”, querella, “candy”
cande, “morris” de morisco, “barbeche” barbacoa”, armadillo, vigilante,
guerrilla etc.
Sender fue redactor del “Sol”.
Cuando todavía era un soldado de regulares y vino de la guerra de África fue
contratado por su propietario el vasco Nicolás
María Urgoiti. Fue su cedula de ingreso en uno de los periódicos que
hicieron escuela. Y él escribe con la agilidad y el garbo que caracteriza a un
reportero pero él más que por el sesudo diario de la mañana donde escribieron
las plumas galanas de la republica: Ortega, Azorín, Pío Baroja, Blasco Ibáñez,
él se decanta por “La Voz ”
que saltaba a los quioscos cuando se encendían las primeras farolas de gas. En “Nocturno de los 14”
efectúa un retrato psicológico de su director Fabián Vidal el cual acaba quitándose del medio porque no pudo
soportar el abandono, la pobreza y el hambre de su ostracismo mexicano. Vidal
era un granadino sin gracia que dirigía el periódico más gracioso de la
capital. Con él no valían cuchufletas, mojigangazas, ni ironías chulescas. Le
llamaban el hombre serio de Granada. ¿Por qué no sonríe Fabián Vidal? Nadie
tiene derecho a sonreír en España. Esto se lo lleva la trampa, solía decir
presintiendo el desastre en el que acabaría la republica. El polo opuesto a él
era su redactor jefe Javier Bueno
hombre de costumbres higiénicas que no bebía ni fumaba, un madrileño jovial que
salpimentaba el diario de la tarde con sus comentarios jocosos que voceaban por
las calles los vendedores. Murió el pobre en el garrote vil.
Este exilado- lo recuerdo con la
mirada triste y sorprendida mitad de fraile y de morabito sarraceno cuando se
produjo el triunfo de su “Tesis de Nancy” libro de referencia para la
estudiantada del 68- nos ayuda a comprender el drama de los exilados de la
emigración, destruyendo los mitos habituales y las ruedas de molino con las que
siguen comulgando algunos acerca de la mayor tragedia que se ha registrado en
nuestros anales.
California no era el paraíso y
los intelectuales de la guerra fueron recibidos a patadas en los Estados Unidos.
Muchos de ellos se suicidaron o se tiraron al metro como fue el caso de aquel
madrileño celoso que no podía soportar el pensamiento de que su mujer en Madrid
le fuese infiel y acabó bajo las ruedas d un tren en el subway después de leer
la carta de son Francisco de Quevedo de un
cornudo jubilado a otro cornicantano. Alberti, Juan Ramón, Pérez de Ayala, Arturo
Barea el propio Marañón que fue de los primeros en regresar reflejan el trauma
que supuso en sus vidas el drama de haber perdido la guerra civil. Huelgan las
concepciones apriorísticas con que vienen al mundo muchos españolitos. Sender
descorre las cortinas de la tragedia con su prosa autoritaria, precisa y
preciosa que a retazos evoca a Gracián o a Joaquín Costa.
Él también tenía aspecto de león.
A veces aljamiado, y mudéjar, otras, visigótico, carpetovetónico siempre
entreverado de semita. Había un judío en Zaragoza por nombre Grescas, que dijo que la salvación se
consigue mediante la acción y esta acción es una verdadera cardinal del judaísmo
que la polarizan los conversos. Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, los
conquistadores que llevaron la fe a América fueron gente de acción. Y en el
alma de un misito de un Miguel de Molinos, pese a ser un alumbrado, late esa
fascinación por la actividad que se opone al fatalismo del sincretismo pagano.
Fue un redactor del “Sol” y
subteniente del Quinto Regimiento. Estaba su cuartel entre Lista y Serrano. Su
obra guarda un timbre trágico. No se adaptó a la vida de Manhattan y en sus
obras cuenta cómo aquellos intelectuales soldados del bando republicano se
ganaron la vida de una única forma: impartiendo clases de castellano.
Algunos sobrevivieron el exilio
pero otros no pudieron resistir la tentación del balcón abierto o el alféizar
de la ventana invitando al vacío. ¿Solidaridad entre los vencidos? Nunca hubo.
Prieto se enemista con Negrín. Pasionaria y Pepe Díaz anduvieron a la greña.
Juan Ramón Jiménez se encerró en una torre de marfil que le llevó a la locura.
Pedro Salinas el poeta del 27 aguantó y salió adelante. Gavilla de españoles en
el extranjero todos desunidos. Los perros, apunta Sender, cuando se saludan por
primera vez todos se huelen el culo. Todos tuvieron problemas ejerciendo la
docencia en los USA por doble motivo porque los yanquis se muestran siempre
refractarios a reconocer títulos impartidos por universidades de ultramar y
porque en el campus norteamericano al catedrático no se le sacraliza. Si en
España la ignorancia es humilde los estudiantes del Tío Sam fiscalizan a sus
profesores quienes han de acomodarse al
ritmo de trabajo de los más torpes. Allí no existe el régimen de oposiciones
sino el contrato. Si no estás a la altura en la disciplina que impartes te vas
a la calle porque los trabajos liberales no son de por vida ni se da el caso
del funcionario con manguitos que abre la taquilla a las 11 de la mañana después
del tercer o cuarto café. La novelística de Sender se centra en estos pequeños
dramas de los españoles inadaptados a una ciudad de hábitos cosmopolitas, tan
abierta y tan cerrada, tan retrograda y progresista al mismo, tan cerca y tan
separada de Europa. Moro deja mis
avellanas en paz que yo me las varearé, o no me las enseñes más que moriré.
Cada maestrillo tiene su librillo.
Maestro de zopencos, cuantos
irredentos por allí, pugnando por un master puñetero, tenía algo de asceta y su
rostro cetrino era el de un fraile místico que vivió y murió trasterrado en
California soñando en su Aragón. Muy crítico con el país que le acogió. Su obra
relevante creo que perdurará porque nadie ha abordado con tanta sagacidad la
epopeya de los escritores españoles en el exilio después de la guerra civil.
miércoles,
11 de diciembre de 2013
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