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lunes, 30 de mayo de 2011

SOBRE EL DECAMERON

BOCCACCIO VISTO POR PASOLINI. DOS GENIOS TALIANOS CON UNA VISIÓN AMABLE Y CATÓLICA DE LA VIDA




Boccacio, metamos el pájaro en el infierno, demos gracias al fraile que nos enseñó tan bien el camino, un gallo tiene suficiente con diez gallinas pero una mujer ni con cien maridos se da por vencida, son insaciables. El Decamerón en algunos de sus pasajes nos muestra en qué consiste eso del furor uterino. En nuestra ciudad más llena de engaños que de amor y fe vivía una hermosa dama de buenos modales, muy astuta e inteligente a la vez. Boca besada no pierde frescura sino que se renueva como la luna… Y Barato con el santo talismán que dios le dio la consoló de tal modo que muy pronto ella se olvidó de Pericón, etc., etc... volví esta madrugada en que mi humor andaba pachucho y desalquilado con esto de las elecciones (Rubalcaba, ZP, las primarias, el blabla de los tertulieros que chupan cámara y aburren hasta las piedras, las sotas de Telecinco que no cubre su gallo de la quintana por ser un rufián hermafrodita y al que las mujeres deben de gustar tanto como a un perro un estacazo, los bustos parlantes de la marranería, nunca debió de haber en Europa tanto canalla en traje de eurodiputado cobrando dietas a tutiplé mientras nuestros chicos están en el paro) a las páginas del Decamerón que es un libro padre y alma mater de todos los escritores, san Giovanni Boccaccio nos de su bendición y el que no valga que lo deje porque ocupa mucho cacho, resulta que una Maripava quiere escribir novela histórica, aquí mucho y mucha novelista de pico que no podría andar un paso sin andaderas laico judaicas y los que se niegan a lamerle el culo al Bigbruder, esos, los genuinos, los autóctonos, prosa con verve que bebieron en los hontanares de los grandes maestros (Quevedo, Góngora, Rabelais, los grandes escritores rusos y un poco Shakespeare, el único católico que nos queda de los ingleses) esos no podrán publicar ni trillar ninguna parva. Anatema sint a ojos de los inquisidores del Santo Oficio laico judaico. Fortuna os de Dios, hijo que el saber no te hace y te libre del totalitarismo democrático que esto es un baile de máscaras. Pues carecen del sentido del humor, en la biblia nadie ríe, no se cuenta un solo chiste, Jehová debe de ser un dios terrible pero muy aburrido, que se calza el coturno, atruena en el Sinaí y nos habla desde la zarza incandescente, un poco como Obama con una patata en el paladar, Aquilón sopla desde Alaska y de allí y un poco más abajo nos llegan las hordas del anticristo, nunca podrán entender la chispa, el donaire, ese optimismo tolerante y picarón del catolicismo bajo medieval del que los humanistas italianos que introdujeron el soneto y la novela bizantina en las grandes literaturas europeas representan el máximo exponente.

Volviendo a Petrarca, al Dante, a Chaucer que en los Cuentos de Cantorbery imita al Decamerón uno entiende por qué estos zafios epígonos de la democracia totalitaria que padecemos entre bolchevique y socialista controlada por los banqueros de Wall Street y el capitalismo financiero que nada tiene que ver con el del trabajo que se expresan en un inglés aburrido y sansirolé, uno recupera la alegría de vivir. Todos se lo toman muy a pecho pero la vida no es más que un comentario leve más allá de las planchas y embolados del constitucionalismo.

Los textos del florentino fueron traducidos a imágenes por otro genio, Paolo Passolini, en un auténtico tour de force en el cual cinematografía y literatura se complementan. La razón de este éxito es que la novela bizantina se apoya en el relato corto y goza del dinamismo de la literatura oral en que ocurren muchas cosas en poco tiempo y a la primera sin profundidades de analisis de caracteres o complejas tramas psicológicas. Son un producto directo del genio trajinante de los siglos XIII y XIV coincidiendo con las grandes peregrinaciones a Compostela, a Cantorbery, a Roma. Los que van a esos lugares por una promesa se entretienen contando historias. Es la esfoyaza o el filandón y de las consejas al lado del fuego en las que aparece la doncella que es desfoliada por algún libidinoso clérigo, la mujer en el balcón que pasa por allí un soldado y le invita a subir un ratito y en tanto llega el marido que estaba supuestamente de caza en los montes de León y se arma la de Dios según reflejan los cancioneros. Pero mientras el Romancero castellano contempla el sexo desde su lado trágico (Eros y Tanatos vienen a ser el Castor y Pólux de la mitología cabalgando en un mismo caballo) el Decamerón lo ve como un juego, a partir de la idea de que las relaciones carnales son la vida mismo. Así que a retozar. Esto es lo mejor de la vida. Dos dará pan pues nos dio una boca y si lo puso ahí en eso es para que lo usemos… la mujer que ardía en amorosos deseos se echó en sus brazos y trasladándose a la alcoba lo hicieron muchas veces durante toda la noche.

En el cuento de Reinaldo de Asti atacado por unos bandoleros y encomendándose a san Julián gracias al santo que le guía a la casa de una viuda rica y fogosa bien acabó lo que empezó mal. El pícaro Bocacho le guiña un ojo al lector mientras denuncia las mohatras de la gazmoñería hipócrita que habría que venir con el protestantismo puritano y sin sentido del humor. Estamos en la Florencia de 1348. Acababa de pasar la guadaña de la peste sobre Europa. Al cabo de tanta mortandad había en las ciudades un intenso deseo de vivir, de reproducirse olvidándose de las bubas que cariaban las ingles y las axilas preludio de la mortaja. Unos florentinos salen al campo – Fiammetta, Pampinea, Filomena, elisa, Emilia, Laureta, Nelfila, Fanfilo, Filostrato e Idóneo- un martes por la mañana después de misa y se lían a contar chascarrillos que les hacen olvidarse de la epidemia que acababa de asolar la ciudad y en la que todos habían perdido a sus seres queridos. “Vayamos al campo donde respiraremos aire puro y gozaremos de los placeres que procuran la inocncia y la virtud”.

Yo recuerdo a Passolini que aparece al principio de la película que vi en aquel cine de Londres de Fulham Road en habito franciscano sentado en un pupitre cálamo en ristre hilvanando las crónicas del Decamerón. Creo que en esta película consiguió el italiano una de las obras maestras del séptimo arte. El del mudo y el hortelanillo de las monjas que recoge un tema de la tradición oral es uno de los más impresionantes. Masetto de Lamporequio no tenía curro. Y para inspirar lástima y compasión se hizo pasar por tonto y por mudo y fue a pedir trabajo a unas monjas. La abadesa que lo vio-era apuesto y de gallarda figura pero retrasado mental- lo encontró apto para labrarles el huerto a las monjas de aquel monasterio de Peruggia. Un dia que cogía cerezas subido a una escalera dos hermanas que pasaban por allí cantando el “dirrupisti” y la “Intemerata” vieron que debajo del jubón no llevaba prenda alguna para tapar sus vergüenzas. Quedaron ambas maravilladas ante lo bien dotado que estaba el garzón.

-Vieni… vieni anchio

Tomaron de la mano al menestral y se lo llevaron al huerto nunca mejor dicho. Y lo metieron en una cabaña donde podrían satisfacerse porque las monjas no somos de piedra. Mientras una retozaba con el mudo la otra vigilaba. Nadie se enteraría porque era mudo, nadie vería. Es lo que ellas pensaban porque les vigilaba la abadesa con ojos de Argos y detrás de cada una de las celosías del monasterio ojos encendidos de mujer contemplaban lo que adentro de la choza estaba sucediendo. Total que Massetto de Lamporoquio se pasó por la piedra a toda la comunidad siendo la más persistente de todas la madre abadesa la cual cuando acababa con las legas el hortelano, empezaba con las novicias y al final el rato más largo era para la madre superiora quien se lo llevaba a su celda para tenerlo toda la noche a su servicio:

-Vieni, vieni.

La madre abadesa, insaciable útero furente, quería más y el gallo ya no estaba para más quiquirís.

-Otra vez ni hablar, que ya no puedo con los calzones, reverenda- exclamó el hortelano dando un grito porque se resistía a obedecer a la priora.

Las religiosas que espiaban la escena desde lo alto de sus celdas, al oír hablar a un mudo, gritaron conmovidas:

-Milagro… milagro.

Con tan incesante trajín sexual había hecho recuperar el habla aquel barbián florentino consumado embaucador y experto en las artes del disimulo. El autor de una forma amable y venial critica la impostura, la simonía y la corrupción eclesiástica. Boccaccio nos cuenta que en Roma no se podía dar un paso sin un buen contacto y los mejores eran los de las meretrices y los de los efebos que entretenían los ocios cardenalicios y calentaban la cama a los prelados de su Santidad. El vicio nefando y la pasión por el dinero eran una plaga. Yo vi en Roma allá do es la santidad que todos al dinero hacían humildad, refiere el arcipreste de Hita pero estas criticas nada tienen que ver contra el deposito de la fe ni atentan al dogma y tal respecto ahí está la historia del judío Abraham que se hace bautizar en Paris por el arcediano Giannotto Civigni a la vuelta de un viaje a roma donde contempla la corrupción reinante en la Ciudad Eterna. Bujarros, bardajes, putas, bulas para comprar la vida eterna. Hay que ir con la bolsa bien preparada a San juan de Letrán pero ella demuestra que si el catolicismo no se ha acabado es porque detrás apunta el dedo de Jesucristo al que los mercachifles tratan de vender por treinta monedas.

-Esta debe de ser la religión verdadera pues tan maltratada por los eclesiásticos permanece intacta al cabo de los siglos. Yo abjuro de la fe mosaica ahora mismo- contesta el israelita ante la pila de agua bendita de Notre Dame.

Un tratante de ganados de Perusa se dirige a Nápoles a la feria buen zapato buena media buena bolsa con dinero ingenio y más inocente que un cubo se va de putas, le burlan la bolsa entre el rufián y unas comadres del barrio de Malpertugio y acaba bañándose en una privada. Olía a mierda que tiraba para atrás pero en el camino se encuentra con unos ladrones que robaban sepulturas. Aquella misma tarde acababan de llegar a Nápoles. Iban en busca de su anillo pastoral engastado de rubíes que debía de valer un dineral.

-Entra tú y pilla todo lo que encuentres dentro.

Le auparon los colegas y con un barrote abrieron la tapa de la tumba recién inaugurada. El de Perusa les fue arrimando a sus compinches, el báculo, la mitra, los guantes y las cáligas de seda bordadas en oro macizo pero se quedó el muy pícaro con el sello arzobispal de piedra de rubí.

-¿No hay más, Peruchio?

-No.

-Pues, como no nos lo das, ahí te quedas

Y en esto cerraron la tapa del sarcófago. Quedó el pobre hombre enterrado en vida junto a un difunto que empezaba a oler y peor que él. En esto quiso su ventura que entraran en la iglesia otros ladrones. La misma ceremonia, levantar y apuntalar la piedra y los mismos discutinios de quien entraba primero y ninguno se ponían de acuerdo. Pero al que entró a robar, que era un cura por cierto, le mordió el emparedado en una pierna. Ambos manilargos pies pa que os quiero, salieron del recinto de estampida y muertos de miedo. Peruchio con su joya en el bolsillo pudo regresar rico a su país olvidándose de la bolsa que le arrebataron, de las putas y de los facinerosos de la ciudad más peligrosa de Europa en el medioevo. También estuvo de su parte aquel san Julián misericordioso el hospedero celestial que socorría a los que vagaban por el mundo sin rumbo fijo. El ritmo de este relato es intensísimo y no decae un momento.

En boca de Teobaldo peregrino al Santo sepulcro pone la crítica más circunstanciada y cabal contra el abuso de poder de los clérigos. Sugiere que el confesonario no es el tribunal de la penitencia divina sino un instrumento de control como Internet en la actualidad, poco más o menos, y que la obsesión con el sexto mandamiento es una afiladísima herramienta para conseguir el derecho de pernada.

Hay algo morboso y diabólico en esa obsesión sexual de la que adolece la iglesia latina: “Esos frailes claman contra la lujuria porque de ese modo pueden holgadamente quedarse con las mujeres que otros dejan. Condenan la avaricia para que se les ofrezca a ellos lo mal ganado en diezmos y primicias y eso que llaman caridad. Los frailes quieren que os desprendáis del dinero para que vaya a parar al cepillo de la iglesia, necesitan dinero para holgazanear y acostarse con todas las mujeres y los efebos que encuentran en el camino”. A lo que parece, la pederastia y los abusos deshonestos por parte de la clase sacerdotal afligían al creyente del siglo XIII igual que al de hoy. Desde entonces han pasado un cisma en Occidente y tres concilios y la jerarquía encampanada en su soberbia vaticana no ha puesto remedio. “En resumen- concluye el peregrino su diatriba- si quieren santidad ¿por qué no siguen el evangelio? Que demuestren lo que predican. Basta ya de frailes galanteadores, mujeriegos, visitadores de mujeres e incluso de conventos”.

Un abad de Toscana con fama de santo y milagrero sólo tiene un defecto que se pirria por las mujeres en especial le gusta la mujer de un campesino Ferondo. Con ella urde una estratagema para simular su muerte y su entierro con una estancia de nueve meses en el purgatorio. Al final de este tiempo el inicuo monje que había estado refocilándose con la esposa del “difunto” lo resucita. Otra vez cunde el grito de milagro… milagro por toda la Campania. La querida del mitrado-total- se ha quedado encinta y tendrá un chico al que pondrán por nombre Benedicto. La crítica a la vida eremítica no puede ser más feroz. Ni más real porque tan truculentos sucesos eran de rubrica en aquel entonces, hoy lo siguen siendo habida cuenta del afán de la jerarquía de barrer debajo de la alfombra. El Decamerón va a influir en toda la novela moderna sobre todo en la literatura picaresca, concretamente en el Lazarillo que es un decamerón a la inversa. Lázaro de Tormes podría pasar por personaje de estas novelas Acuciado por el hambre más que por el sexo y es que debe de ser harto difícil amar cuando no se tiene la barriga llena. La idea maestra que late bajo las entrañas de este gran libro es la tolerancia, la alegría de vivir, la libertad que significa para Europa la cultura católica frente al pensamiento único y la tiranía del pensamiento único del afán trilateralista del protestantismo anglosajón. Subámonos a la torre del gran belvedere florentino para otear el horizonte. Ahora los árboles no nos dejan ver el bosque.

domingo, 29 de mayo de 2011

lunes, 9 de mayo de 2011

OBAMA NO CREE EN LOS DERECHOS DEL HOMBRE

PUERTO RICO PERSEGUIDO. ¿USA LA CÁRCEL DE LOS PUEBLOS? OBAMA EN EL TEMA DE USAMA MIENTE POR TODA LA BARBA.




Anoche en un talking show de esos tan al día hoy y de los que no se sacan conclusiones y uno sale con la cabeza caliente y los pies fríos porque los ponentes o son tontos o son fatuos y se repiten más que la cebolla García Serrano don Eduardo defendió la tortura sistemática que se practica en Guantamano. La salida extemporánea de este fascista un chulo verbenero de las ondas que se derrite al paso de la Estrella y las Barras de la misma manera que su padre se declaraba amigo de Mussolini me llenó de furor.

La mejor cura que podría tener un torturador sería que le aplicasen a él el tercer grado, el tormento del sueño, el de la bombilla y el de la bañera. O unas cuantas horas en una comisaría del Bronx que ellos laman el Precinto.

Quedó bien claro que los nazis que quedan en el mundo son todos de patuela estadounidense y que USA es la cárcel de los pueblos. Allí pegas un empujón a una vieja y acabas en la silla eléctrica o te caen treinta años. Los presidios se encuentran saturados porque es país muy patriota sí pero a cargo de tipos tan repugnantes como Barcak un enemigo de Europa y de la Cruz y que en todo en este negocio del rastreo de la pista y muerte por fusilamiento de su archienemigo el terrorista Bin Laden, terrorista sí, a ser verdad que fue él quien estrellara los aviones contra las Gemelas, y en caso de que el personaje existiera y no fuera un invento de los sabuesos “usacos” que para afirmarse a sí mismos, justificar la violencia que parió a aquel país (Jerónimo, remember the Main, etc) y defenestrar su complejo de inferioridad han de tener un enemigo dentro o fuera, ha observado un comportamiento cínico.

Ni en vida ni en muerte el interfecto enseñó la patita. Sabíamos de su existencia por ciertos videos de ínfima calidad. El presidente Obama no enseñó las fotos del ejecutado. En conclusión, este hombre miente por toda la barba. Es un trabajador de la muerte, un señor de la guerra. Ahora el conflicto afgano puede extenderse a Pakistán.

¿Quiere poner en llamas todo el Oriente? En cuanto al chulo verbenero de la Inter, yo le aconsejaría que leyese este despacho que mandé yo a mi agencia en otoño de 1979 para que el amigo García Serrano sepa lo que vale un peine:



CUATRO NACIONALISTAS PUERTORRIQUEÑOS INDULTADOS POR CARTER SALEN DE LA CÁRCEL DESPUÉS DE 25 AÑOS



NUEVA YORK 25 DE OCTUBRE 1979, del corresponsal de Pyresa, Antonio Parra



Las bóvedas de la iglesia de San Pablo en la calle 59 West de Harlem casi se vinieron abajo como consecuencia de los aplausos de los casi cinco mil neoyorquinos de origen boricua allí congregados para dar la bienvenida a cuatro presos políticos y luchadores por la libertad de Borinquen amnistiados por el presidente Jimmy Carter: Rafael Cancel de Miranda, Irwin Flores Rodríguez, Lolita Lebrón y Oscar Collazo.

El primero había disparado al techo en el Congreso mientras leía un discurso el presidente Truman. Sólo disparó al aire pero aprehendido fue juzgado y condenado a la pena capital. El indulto llegó cuando estaba Rafael en capilla firmado por Eissenhower al que había servido como ordenanza en la segunda guerra mundial.

Irwin, Lola y Oscar fueron detenidos por el FBI y acusados del delito de sedición. Cadena perpetua. Tres de ellos se movían con dificultad porque no estaban acostumbrados a andar con los pies libres. Una pihuela de gruesas cadenas tuvieron atada a los tobillos durante un cuarto de siglo.

El Tedeum de acción de gracias desembocó en un acto de afirmación patriótica a los gritos de “Puerto Rico libre” y “Yankee go home”. Se airearon por todo el templo enseñas portorriqueñas que son muy parecidas a la cubana, se bailaba salsa y se cantó “qué bonita bandera, qué bonita bandera es la bandera portorriqueña… la bandera rojiblanca etc”.

Lolita Lebrón, Rafael Cancel de Miranda, Irwin Flores y Oscar Collazo (éste de padres gallegos) acababan de ser excarcelados por un perdón presidencial. En su primer día de libertad hubieron de acostumbrarse al olor de las multitudes.

La atmósfera cargada y las emociones lógicas del momento hicieron temer por la salud de los homenajeados. Collazo el veterano del grupo sufrió una lipotimia. Lolita Lebrón habló desde un podium adornado con rosas rojas con una voz vibrante de emoción: “Soy hija de la Era Atómica y ferviente partidaria de la revolución pero no puedo condenar a aquellos que tiran bombas. Odio las bombas pero espero que no tengamos que volver a usarlas en alguna ocasión. Derramaré hasta la última gota de mi sangre por la libertad de Puerto Rico, mi patria, mi país”.

Los cuatro militantes acababan de llegar desde Chicago donde cumplieron cadena en un centro penitenciario de alta seguridad. La iglesia de los pasionistas de San Pablo estaba hasta los topes y todos hablaban en español.

Habían sufrido la cárcel por delitos que en cualquier otro país se considerarían menores porque eran simples delitos de opinión o de atentados simulados para atraer la atención pública.

Uno de los presentadores se refirió a que la política de Derechos Humanos del Presidente Carter no sólo tendría que ser aplicada para Irán o Nicaragua. “Vemos la paja en el ojo ajeno sin descubrir la viga en el nuestro. Hipócritas. Aquí los Diez de Wilmington están prisioneros por pensar por su cuenta al igual que un grupo de los Panteras Negras que defienden los derechos de la población de color. Nuestras cárceles están repletas de negros y de hispanos” (el mal sigue al día de la fecha).

Pero la idea motriz y la que puso en la calle a aquellos cuatro viejos con sus vidas a punto de extinguirse y que evidenciaban en sus rostros las marcas de la tortura y del cautiverio, todos ellos nacidos en la segunda isla que descubrió Colón en su primer viaje convertida en una colonia estadounidense en las Antillas bajo el eufemismo de Estado Libre Asociado era convertir a Carter en un campeón de los derechos humanos. El FLNP fue declarado fuera de la ley.

Después hubo una conferencia de prensa en la ONU y un reportero de UPI hizo una pregunta capciosa:

-Volvería usted ¿a tomar un arma y atentar contra el presidente Carter como acostumbró frente a Truman, mister Collazo?

- La represión norteamericana trajo de su mano la violencia a Puerto Rico. Ni es nuestra la agresión que está sobre el tapete sino la de los Estados Unidos. Además cuando yo abrí fuego en el Congreso no intentaba matar al presidente Truman. Sólo reivindicar nuestros derechos ciudadanos. Queríamos elecciones libres”.

En la actualidad la isla de Borinquen sigue siendo una colonia norteamericana aunque bien pagada y con beneficios sociales. Los militares utilizan allí sus bellas playas para probar sus más mortíferas armas. En la bella San Juan a lo largo de estos últimos años muchas personas murieron de cáncer a consecuencia de las aguas contaminadas y del aire que viene del campo de tiro de las instalaciones del Pentágono en aquel lugar



9 de mayo 2011

la eñe y la arroba

martes 27 de mayo de 2008


LA @ COMO LA Ñ SON HISPANAS. UN REGALO QUE HIZO ESPAÑA A LA HUMANIDAD

LA @ TRIUNFAL

Crecí de niño escuchando la palabreja cuando mi abuelo colgaba de las vigas de la portada el marrano morato le sacábamos el alma y el tocino las criadillas el alma el mondongo el calducho y la vejiga para zambomba.

-Ha pesado 20 arrobas, chiquitos. Estaba de buen año.

Una arroba eran 11 kilos y 502 gramos. Eso me lo sé yo desde pequeñito. En las clases de aritmética don Felipe nos decía que la @ no servía para nada. Era como la distancia de pi que está ahí pero de la que nadie se preocupa. Ahora gracias a Internet ha salido del armario y cunde en el lenguaje universal del HTML. La red lo magnifica. ¿Quién lo iba a decir a mí? Un guarismo matemático con poca fortuna hasta que lo rescató del desván de los recuerdos Billy Gates que para los ingleses era una desinencia de la preposición “ad” latina y en castellano venía a ser un sinónimo del signo de multiplicación. La arroba aunque pesara lo suyo era como estar en el limbo. Ya digo la distancia de pi por 3.1416. Es una palabra castellana castellanísima aunque arrebatada a los sarracenos en lexicográfica algarada. Castilla vino a ser un crisol de culturas y el alcaloide que fundió pareceres y les dio talante único. Viene de los árabes de Mallorca donde como ya dijimos el elemento muslímico abundaba y había muchos exaricos libertos. El catedrático Oliver Asin siguiendo la trocha por la maraña impenetrable de la historia de España que abriera el llorado don Claudio Sánchez Albornoz asegura que es étimo de “al-ribat” (servicio de defensa), lo mismo que rápita y de ahí viene la Rábida que no quiere decir otra cosa sino fortín. El “arrobt” (plural) era un servicio de descubierta o escucha llevado a cabo en la frontera por un escuadrón de jinetes. La palabra “arrabda” aparece en Mío Cid escrito por un juglar de Medinaceli muzárabe hacia 1140. las villas y ciudades tenían que pechar tributo por este servicio de protección que comprendía la rafala (vigilancia a caballo) proveniente de rahal y rafallo una voz que todavía puede escucharse en mallorquín. Para los moros el rahal o tahal es el lugar donde se vive. Bien lo saben los moriscos de Baleares. Otro servició era el de sculca (escucha a pie). Y por último la anuteba incluía otra prestación la de caballería que consistía en vigilar a los rebaños de la mesta. Porque en el Libro del Buen Amor caballería tiene otra carga semántica diferente a la que ahora se le da; es el acto de conducir y domar reses bravas. Una suerte de rodeo. Tiempo adelante se convirtió en un tributo y de ahí se transmuta en una unidad de pesos y medidas castellanas antes de que se inventase el sistema métrico decimal. Arroba tenían que pagar el yuguero Vg.: los que tenían una yunta de estos animales. Se incorpora después al léxico pastoril. La tasa de @ procede sin embargo de otra pecha que estuvo muy en boga en la alta edad media: la anúteba (anutba, anutwa) también de origen morisco (anubda). En principio era un servicio de vigilancia a los que trabajaban en fortificaciones. Los de a caballo patrullaban el perímetro. Cuando sonaba el toque de anúteba villanos pecheros infanzones ricos-hombres y clérigos había de acudir bajo las armas. Pero anúteba era un tributo lo mismo que fue la arroba por redimirse de este servicio de guerra al rey. La anúteba se documenta a partir del siglo XI en León. Está registrada en el Fuero de Brañosera. Las fronteras eran elásticas y cuando llegaba la primavera indefectiblemente venía la aceifa de la caballería árabe. Sin la vigía de la anúteba o la alerta –otra voz árabe que observaba el horizonte venían los moros y podían cortarte la cabeza. No había otra alternativa. La Fe se suponía como el valor en el soldado.

Maria Estela González documenta esta palabra el año 969 cuando el conde Fernán González otorga donación de tierras al monasterio de Santa María de Rexmondo (hoy Remondo) pueblo lindero de Valladolid que perteneció a la diócesis de Segovia y donde vive un amigo mío. Castilla estaba despoblada y la vida era muy difícil. Poco a poco fue repoblado por vascos, asturianos, gallegos y gascones allende el Pirineo. La suerte de las armas es muy mudable y alternativa. A las razzias muslímicas responden los reyes de León y los condes castellanos con algunas cabalgadas. Se arruinaban campos, se destruían iglesias, se talaban vegas, se desviaban ríos para estrechar el cerco y rendir por sed y por hambre al enemigo. No solía haber compasión con el vencido. Esto quería decir @ de arroba que hoy es un logotipo tan pacífico como la anúteba un procedimiento para salvar el pellejo a los que vivían peligrosamente “prevenidos en frontera”. La descomposición del califato de Córdoba y la toma de Toledo por Alfonso VI da un respiro a las huestes de la cruz pero así y todo no las tenían todas consigo. Los monarcas exigían a sus pecheros no sólo el vasallaje. También tributos y rentas. Castellera era un pago para retranqueo de muros y tarea de fortificaciones de castillos y fonsaderas dinero para la guerra. Reliquia de este impuesto es en Asturias la sextaferia que los castellanos llamamos obreriza por la mi tierra Aquellos cotarros de Osma y Medinaceli, Clunia o Peñafiel eran arrebatados a Alá con muchos dolores y trabajos. La vida valía poco. Se vivía menos. La reconquista fue un derroche de hombres y de caudales. No es extraño que a veces hubiera desfallecimientos.

Las tierras conquistadas se hacían por el derecho de presura simplemente tomando posesión en nombre del rey, el conde o el clavijero en las zonas de abadengo o mediante cartas pueblas y fueros que otorgan a sus súbditos en virtud del juramento de vasallaje. Así los que convierten en enfiteutas o usuarios de los territorios arrebatados a la morisma. Arrobas. Anútebas. Servicios de escucha. Labor de descubierta. Monasterios: Corias, Brañosera, Oña, Cardeña, Villadiego, Pampliega, Villalvilla. Los frailes iban igual a la guerra y fueron la reserva espiritual que permitió aquella labor titánica. Picaban espuela los obispos. Un Gelmirez. Un Ximenez de Rada. La iglesia era el gran poder. Uno expurga los tumbos, los cartularios, fueros o cartas pueblas y no encuentra otra cosa que pleitos, cartas de pago, y contiendas de diócesis contra diócesis de monasterio contra monasterio, rieptos, caloñas, hurtos y “coemptio” y tributos tan vergonzosos como el de las cien Doncellas de Otón el Gordo que viajó a Córdoba para que los galenos del Califa le curaran del mal de piedra[1].

Era un poco la fe del carbonero y no quedaba espacio para muchas teologías ni tiempo que perder. El Arcipreste proyecta su filosofía en un par de versos: “haber mantenencia y haber ayuntamiento con hembra placentera”. El leitmotiv de la existencia.

Eso sí; pecadores. Se arrepentían. Y todos creían en la vida eterna. Esta fe en el más allá hizo fuerte a la Iglesia y al Islam. Uno y otro creían en el cielo y en el Paraíso de Alá. Vivían combatiendo cada uno por su lema. Y moros y cristianos eran recios. Morían por su fe. Su ideal y por sus garbanzos.

Tenaz lucha a vida o muerte. Caballeros que llevaban en el arzón como Rodrigo Díaz que buen caballero era aquel mozárabe un icono de Santa María. Fe. Tesón. No rendirse jamás. Aquellos hombres pesaban seis arrobas pero valían un quintal de oro. La fe mueve montañas. Así que la @ es un legado de España a la humanidad, el óbolo y la ofrenda de un tiempo difícil. Veo a los mozos más granados de Castilla la gentil cabalgando hacia la muerte por aquellas parameras y tierras de pan llevar. A pagar el tributo de la arroba y la anúteba. Entonces las fronteras eran muy fluctuantes como el hambre y la sed frecuentes y si no andabas ojo avizor venía Almanzor te cortaba los árboles de tus montes te robaba las mujeres y te quemaba las cosechas[2]. Muerte y desolación. Es curioso que este signo que fue moneda de cambio en los tiempos de la Reconquista sea hoy contraseña de comunicación entre las gentes. Millones de personas en todo el mundo lo teclean miles de horas al día. Arroba. Anúteba. Hoy sigue habiendo moros en la costa. Aún no acabó la reconquista. Pero el peor enemigo no es el moro ya. Es el moro interior que todos los españoles llevamos dentro. Y ahora en este reino de tejas abajo ya se cree poco en eso de la vida eterna.



miércoles, 28 de mayo de 2008

[1] La compra en matrimonio de una mujer

[2] Hay que insistir: convendría releer la obra de Claudio Sánchez Albornoz. Es actual y gigantesca. Supera a los dos Menéndez, Pidal y Pelayo, y a Américo Castro, por supuesto.

domingo, 8 de mayo de 2011

EL DESTINO DE ESPAÑA ES LA MARRANERIA ME DIJO EL MAESTRO







ALCÁZAR DE VELASCO EL ESPÍA DE FRANCO




Cuando vino a verme al sótano en que teníamos la oficina de Pyresa en Roland Gardens Ángel Alcázar de Velasco me recordó que en aquella casa en la que habitaba un servidor había vivido Jules Rolland y tenía su historia porque en ella vivió poco antes que el escritor francés un espía alemán al que pillaron y luego ahorcaron en la Torre de Londres.

-Pero no te preocupes, Parra, que a ti no te pasará.

-Se me ponen de corbata, Ángel.

Luego se arrellanó en el sofá rehusó el güisqui y entre muchas tazas de té me contó la apasionante historia este hombre que en calidad de jefe de prensa de la embajada de prensa franquista ante la corte de San Jaime estuvo en el ojo de mira de los M01 y logró escapar. Esta vez había entrado en Inglaterra con pasaporte falso. “Si se enteran de mi verdadera identidad estos hijos de puta me follan, Parrita”. Era un buen compañero de Pyresa y buen amigo mío.

Sólo había venido de compras a los grandes almacenes de Regent Street como un turista español más.

Por sus manos y por su cabeza habían desfilado muchos de los secretos de la historia de España y del mundo a mitad del siglo pasado. Fue uno de los fundadores de Falange y por su amistad con Hedilla participó en el compló de Salamanca, condenado a treinta años y posteriormente indultado. Se pasó la guerra en chirona. En 1940 a este periodista de raza- los buenos periodistas y escritores se dejan querer por los servicios secretos- lo enviaron a Londres. Era germanófilo.

En pleno “blitzkrieg” con bombardeos cada noche dijo vivir lances memorables, historias de amor en una ciudad donde todo extranjero era sospechoso. Había sido mozo de taberna y novillero. Sabía lo que representaba ponerse delante de los cuernos de un astado. La vida le había dado bastante cornadas. “Gracias a mí se libró a Luis Calvo el corresponsal de ABC de ser fusilado por los ingleses”.

Parecía uno de esos majos galantes del siglo XIX o tal vez a un cantante de ópera en retiro. Hombre valiente y generoso pero ardido. Un verdadero mozo de Monleón aquellos que fueron a arar temprano para ir luego a la capea. Había nacido en Mondejar en 1909 y fue autor de libros tan importantes como testimonio de su militancia al lado de las potencias del Eje: “Serrano Suñer y la Falange”, “Martín Bormann no murió en Berlin, yo le llevé A Sudamérica”, “Los siete días de Salamanca”, “La Gran Fuga del fuerte de Pamplona” y toda una serie de textos en los que desplegó sus conocimientos de tauromaquia. Un torero, vaya.

Después de la entrada de los rusos en Berlín su estrella se eclipsa y es muy perseguido por los elementos afectos a la Iglesia y al clan de Carrero Blanco. Participó en una conjura para asesinar al Caudillo. Es condenado a muerte y tras varios años en presidio sale suelto merced a los buenos oficios de algunos falangistas de la vieja guardia.

Odiaba a Franco, decía que era un ser pernicioso, un sefardita típico: bajito, narigudo y barrigudo, de aspecto feminoide y que hablaba con una voz atiplada. Paca la culona, como le llamaba Queipo de Llano. No resolvió el problema vasco ni el catalán antes bien les dio alas a los descuartizadores de la unidad patria. Los curas con los que se llevaba bien luego lo dejaron al final en la estacada porque en el Vaticano vive gente muy peligrosa para la paz del mundo.

“La guerra española fue una olla podrida que se coció en los fogones diplomáticos londinenses” me confesó.

-Samuel O´Hara. ¿No has oído hablar de Samuel O´Hara?

-Fue el embajador inglés en Madrid.

-Era un tapado de los Rotschild. Él le dijo a Franco lo que tenía que hacer. Éste siempre estuvo a las ordenes de los banqueros. Hizo bien las tareas porque era aplicado, obediente, cachazudo y nada impulsivo, se pensaba bien las cosas como buen gallego. Por eso murió en la cama, una muerte que no suele ser frecuente entre los dictadores.

Por aquellos días de 1973 confieso que el punto de vista de Ángel Alcázar de Velasco me causó cierta sorpresa si no hilaridad pero al cabo de los muchos años se han confirmado tales supuestos como la más inexorable de las profecías. Franco era un anglófilo. “Gibraltar no vale una guerra”. Su estratagema antiestalinista le valió el favor de los norteamericanos que nos mandaban leche en polvo y aquel queso de Iowa que sabía a rayos, les cedió las bases. Do you speak English? Pero nunca logró hablar en inglés y ese es un nefasto complejo que heredaron muchos gilipollas en nuestro país.

Como político supo jugar siempre con las cartas que le ponían sobre la mesa.

-Pero salvó a los judíos perseguidos a miles, Ángel?

-¡Como no los iba a echar una mano. Eran los de su raza!

Cierto: por apellido, por genes, por forma de ser y de actuar Franco era el semita típico que se granjeó la amistad y el favor de los grupos hebreos del Marruecos español en sus primeros tiempos de soldado. Ellos consiguieron promocionarlo al generalato y acabaría siendo el más joven de todos los mandos. El vuelo del Dragón Rapide lo pagó el judío mallorquín don Juan March.

Otro rasgo de su carácter era la dureza y falta de generosidad. No había en su persona una sombra de agradecimiento. Era un hombre impávido carente de esa vehemencia tan típicamente hispana. Sangre de horchata le decían los mandos cuando peleaba contra Abdelkrim en los blocaos, pero aquella sangre de horchata había sido trasfundida con muchos redaños. Al médico que le salvó la vida cuando le pegaron el tiro en la barriga en el Rif lo fusilaron los nacionales sin que su antiguo paciente al que le debía la vida moviera un dedo por salvar a este cirujano de ideas republicanas.

El libro que escribí sobre las relaciones del Caudillo con Sefarad se centra sobre este aspecto de ayuda a los hebreos en peligro que habían sido abandonados por sus propios mentores británicos y norteamericanos, los de las juderías del Este. Pero siguiendo la pauta y el rasgo de carácter ya apuntado: que el pueblo de Israel no suele ser generoso, tal vez debido a una altanería atávica, ni Ben Gurion ni sus sucesores reconocieron a su antiguo benefactor en tiempos difíciles. Le acusaron de ser amigo de Hitler.

Franco jugó el papel que le asignaron de “semita antisemita”. Es una fórmula más, conforme a las estipulaciones talmúdicas, de portar la llama del fuego sagrado que les conducirá no sólo a la Tierra Prometida sino al Dominio Universal.

Antes de que ZP lanzara su tesis sobre su alianza de las civilizaciones, Franco se mostró como un globalita consumado. Según Alcázar de Velasco, la monarquía es un corolario al régimen franquista de la misma forma que el cristianismo es un judaísmo de segunda mano. Leía por aquellos días “Los Protocolos de los Sabios de Sión”

-España volverá a la marranería. Es lo que quiso Franco- y mi amigo dio una chupada indolente a su cigarro negro.

-¿Y?

-Pues que nosotros querido Parrita tendremos que hacer mutis por el foro. Desaparecer. Para el Kahal no existimos. Borrarán nuestros nombres del libro de la vida. Ellos traerán a sus propios oradores, a sus escritores, a sus cronistas a sus historiadores que contarán la historia a su modo y nosotros no tendremos chance. Sólo se fiarán de sus propios amanuenses. Todo su afán es borrar la memoria. Cumpliendo el precepto bíblico arrasan las casas y siembran los campos de sal de sus antiguos enemigos. Menudo panorama.

-Pero ¿la verdad?

-La verdad ellos se la pasan por los cojones.

-Al menos nos quedará el derecho al pataleo.

-También ese derecho se lo pasarán por el forro los cojones- insistió Ángel.

-Vámonos a comer.

Le invité a comer en un restaurante de South Kensigton. Nos bebimos dos botellas de “chanti”. Aquel vino pasaba bien pero no era el vino valenciano que se acostumbra a beber en Guadalajara. Vino de las capeas que recordaba Ángel el cual en las tabernas y en los figones de Londres recuperando una de las prevenciones en seguridad de sus tiempos en el espionaje cuando fue perseguido por los sabuesos del M15 que eran más correosos y fieros que la GESTAPO según me intimó, nunca se colocaba de espaldas a la puerta sino siempre con miras a una salida por donde escapar en cualquier caso.

Creo que Ángel Alcázar de Velasco también era judío y jugó la carta de la luz, no la de las tinieblas talmúdicas, un poco como Franco al que no podía ver ni en pintura y al que culpaba de todos los males presentes y futuros de nuestro país al que tanto amamos porque el verdadero Israel estuvo ubicado en Sefarad. Y guarda los secretos, misterios y maldiciones de toda tierra prometida.

Mas “de gustibus non disputandum est”, decía el clásico.

Ángel Alcázar de Velasco ¡Presente! No te olvides de mí dondequiera que estés.



8 de mayo 2011

sábado, 7 de mayo de 2011

FRANCO EN SU ASPECTO Y CARACTER ERA UN SEFARDITA CIEN POR CIEN

ALCAZAR DE VELASCO ME DIJO: FRANCO ERA JUDÍO CIEN POR DIENTO




(De la gente que yo conocí)

patilludo con cara de pícaro, alcarreño de Mondejar, estuvo condenado a muerte por intentar matar a Franco. Falangista de Hedilla de la vieja guardia pero acabó conmigo escribiendo en Pyresa, buen escritor que bebió en las fuentes de vida, fue banderillero y su rostro risueño era agudo como un rehilete, había viajado por el mundo y un día le hice una entrevista. Estos son algunos de las confidencias que me hizo:

-la guerra mundial se gestó en Londres desde donde el sefardita Lord Beconsfield controlaba los asuntos del mundo y fue la marranería la que promovió sus ascensos vertiginosos (de la misma forma que hoy conspiró para canonizar a Juan Pablo II)

Por la vía rápida y saltándose el escalafón.

-Franco participaba de las ideas mesiánicas para conseguir un gobierno universal una m misma espada un mismo trono un único altar esa era la idea de Carlos V.

-El apellido de los Franco es genovés judío por los cuatro costados y una parte de la familia Ramón, Nicolás, era de afinidades socialistas. Francisco Franco cuyas ideas políticas no llegaron a revelarse nunca era monárquico sub conditione.

-Carrero Blanco también pertenecía a la misma raza y al cabo de quince generaciones el general y el almirante conservaban rasgos semitas.

-No amaba a España con la intensidad que se dice porque durante todo su régimen se favoreció a los vascos y a los catalanes y este problema por él creado sigue coleando en la España de las autonomías.

-No parecía español, era frío como un témpano.

Esta entrevista que he descubierto entre mis viejos papeles después de la publicación de mi libro sobre Franco y Sefarad refuerza mi tesis aunque yo no esté de acuerdo con Ángel Alcázar que también debía de ser judío porque portaba en su mirada la llama del fuego sagrado y ese antisemitismo de los grandes judíos de raza que beneficia al Kahal. Había sido corresponsal en Berlín y en sus confesiones me aseguró que Madrid dio instrucciones para salvar a todos los sefarditas de los campos de la muerte. Lo del Holocausto también le parecía idea exagerada. Había sido espía en Tánger y visitaba la kasba donde conocía a un cambista hebreo que tenía una punta en la mesa donde realizaba sus transacciones en oro, cada pieza que compraba la arrastraba hasta rozar con la punta invisible con lo que se conseguía una raspadura del preciado metal. Al cabo de muchas de estas operaciones ya se había embolsado el mercader sus buenos duros. Me parecieron proféticas las advertencias de este gran aventurero hoy España pertenece al viejo pueblo de Israel. El rey es el heredero del régimen franquista y de aquellos polvos estos lodos. Alcázar de Velasco todo lo fascista que se quiera pero era un tío muy lúcido

SAN ANTONIO ABAD

SAN ANTON














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lunes 19 de enero de 2009SAN ANTON






viernes, 6 de mayo de 2011

SEMANA SANTA CONTINUACION





La catedral de Segovia es uno de los mayores templos de la cristiandad y después del de Sevilla acaso el más grande de Segovia con sus bóvedas de tracería que alcanzan los sesenta metros de alturas y unos responsiones o columnas sostén de la nave central de hasta ocho metros de grosor. La torre, una atalaya impresionante que se divisa a cincuenta kilómetros a la redonda en la alta paramera, alcanza los cien metros y a decir de algún viajero los ritos de semana Santa de acuerdo con las rúbricas de la liturgia isidoriana o hispano visigótica nada tenían que envidiar a los del Vaticano. Incluso los superan. La basílica de San Pedro, lóbrega y sucia, servía de albergue a los peregrinos que iban a ganar el jubileo y su estructura renacentista no inspiró nunca gran devoción. Bruneleschi, Bernini con su arte dieron a entender que Roma está llena de poder pero vacía de Jesucristo. Allí a diferencia de Compostela no había botafumeiro. La multitud del gentío de desarrapados que pernoctaban y hacían sus necesidades en el recinto hacía que las misas papales no fueran todo lo edificantes que cupiera esperar. En la sede segoviana había un retén de vigilantes que expulsaba a los alborotadores, a los mercachifles y a las ninfas de cantón incluso que hacían la carrera en los soportales de San Juan de Letrán velando por la seguridad y compostura de los asistentes a los oficios. La ciudad eterna agrupaba a una tropa variopinta de romeras y de rameras.

En la semana mayor por el contrario Segovia se transformaba en un verdadero zoco de devoción donde se daba cita toda la ciudad para asistir al drama de la pasión del Señor. El templo tiene una capacidad para 20.000 personas y esos días el aforo se llenaba. Todo comenzaba el domingo de ramos con la pontifical oficiada por el obispo quien hacía su entrada solemne por la puerta de San Frutos al son de clarines y timbales y de repiques de campanas. Las torres de sus cerca de doscientas iglesias y conventos empezaban a girar con su volteo molinero. El más sonoro era el de la campana gorda de la iglesia mayor. Un lacayo con librea le abría la puerta de su coche un Mercedes y los añafileros del Ayuntamiento de levitas de botones de plata u un tricornio en la cabeza se inclinaban profundamente. Ya en el mismo umbral de la basílica salía a recibir al prelado el cabildo en pleno; lo presidía el deán Revuelta con el arcediano Bernardino y el archivero Hilario Sanz con sotana de seda y muceta morada bajo el balandrán (los mejores meneos eran los de Fernando Resines el fámulo episcopal que no se separó de su obispo ni en la v ida ni en la muerte) y detrás la clerecía en sobrepelliz: beneficiados, acólitos, cruciferarios y turiferarios agitando el incensario y representantes de las órdenes militares en ropa talar con un bonete de cuatricornios con pompón sobre sus honradas testas. Dos pajes venían detrás del señor obispo portando la capa magna- tres metros de seda colorada enrollada al brazo- mientras la schola acometía las estrofas del “Iste Confessor”.

El maestro de ceremonias don Julián Canto cuidaba de que se hiciesen todos los movimientos, los gestos, las referencias y los pasos conforme a las rúbricas del rito isidoriano, con un puntero en la mano con el que iba señalando al preste las oraciones preceptuadas por el misal. El puntero era de plata y a decir de los especialistas en liturgia tenía un ascendiente muy antiguo: la sinagoga.

Un diacono con dalmática y un subdiácono con tunicela flanqueaban la cruz `procesional. El acólito portaba un acetre, vinieron dos sacristanes y revistieron al obispo de capa pluvial con la estola cruzada sobre el alba, en lugar de horizontal para indicar que el que la llevaba había alcanzado la plenitud del sacerdocio y éste tras mojar el hisopo dentro del caldero empezó a rociar las cabezas de los fieles de agua bendita. El coro entonaba el Asperges y, al acabar la antífona del Asperges, el precentor, maestro de capilla, Pepín del Morral, que era asturiano de Oviedo con tan buen oído como don Celso pero peor mala leche dio un golpe seco con un grueso cantoral sobre el facistol – en cuaresma y tiempo de pasión estaba prohibida la campanilla y sólo se permitía el uso de la carraca- alertando al organista que esperaba en su tronera a los mandos de su órgano de trescientos tubos la señal:

- Celso toca. Ya está ahí el obispo

De repente irrumpió dentro del templo como un tsunami de armonía y una ola de notas musicales bañó la catedral en crescendos, tremos, alegros que eran como el estallido de las olas de un océano de melodías bajo las bóvedas que habían sido diseñadas con arreglo a unos cánones de ortofonía y disposición tal que se esparcían las vibraciones por cada una de las naves. Las fusas y semifusas las corcheas y los calderones los melismas querían como colgarse de los empinos y voltear los contrafuertes y arbotantes acariciando con golpecitos las vidrieras para luego transformase en un chorro de voz metálica que descendía de lo alto al igual que una lluvia de fuego sobre nuestras cabezas. En aquel flotar de arpegios y de malabarismos sonoros, en aquel tour de force de virtuoso del piano con que nos regalaba don Celso el domingo de Ramos muchos creíamos ver no ya la entrada del obispo don Daniel Llorente de Federico en su cátedra sino más bien la llegada triunfal de la Iglesia militante a la Jerusalén celeste. Todo aquello era como una avalancha que anticipaba el Paraíso.

En ese momento los de la escolanía, que veíamos desde el coro bajo a don Celso manipular el teclado de su armonium, éste parecía transfigurarse. Bien podía ser un Beethoven resucitado o el maese Pérez el organista de las leyendas toledanas de Bécquer. Distaba mucho de ser aquel cura rural que nos enseñaba el compás de compasillo y el de tres por cuatro en las clases de solfeo. Había nacido en Hontoria el pueblo más pobre de toda la provincia de Segovia y había regentado curatos en pueblos de la sierra. Ahora por esa capacidad que tiene la música para la metamorfosis se nos había vuelto un superman. Estaba claro que era la luz bajo el celemín pero don Celso Díaz sabía música por un tubo. Él fue el que nos hizo la advertencia en alguna de sus clases que la catedral de Segovia conservaba en sus archivos piezas que eran auténticos tesoros de la musicología y cuya clave anterior al gregoriano se había perdido pero algún día a través de la tecnología darían con la piedra filosofal para volver a interpretar dichas partituras. El maestro organista tambien nos dijo que el que canta alaba a Dios dos veces y que la oración mental puede servir de mucho provecho a las almas pero cuando ésta se hace comunal y cantada Dios tiende a escucharla más propicio. La iglesia no es sólo una lista de prohibiciones y de pecados o de las pandectas del Derecho Canónico sino un código de valores entre los que se encuentra la belleza, la ceremonia, el culto solemne. Tales advertencias de nuestro maese en mí dejaron una profunda huella y a partir de ahí he pensado que el Señor no puede encontrarse a gusto entre la estridencia, la procacidad, lo feo. Porque el señor es lo bueno, lo útil, lo afable, lo risueño. Don Celso era tan habilidoso con los dedos que era capaz de improvisar conciertos a tres voces. Se sabía todas las canciones, todas las misas, del repertorio de Solesmes, conocía todas las versiones de los Kyrie, del agnus dei y los diversos tonos del prefacio pero se murió con un retintín: haber sido incapaz de poner en solfa algunas partituras de aquel prontuario del siglo VII letra de Alcuino de York y música de un monje de San Columbano que atesoraba el acervo catedralicio.



Terminado el Asperges, la misa se iniciaba con la bendición de las palmas. El color de la liturgia era el rojo. Gente sencilla del pueblo, sobre todo, niños, traían palmeras, ramos de olivo o de laurel para que se los bendijera el oficiante. Estos despojos vegetales después eran colocados en los balcones y allí colgaban hasta el año siguiente porque era creencia popular que protegían las casas contra el rayo, el fuego o eran un deterrente contra cualquier malquerencia o iniquidad. “Sed liberanos a Malo” (guárdanos del demonio). Último versículo del paternóster.

Irrumpía gran congregación de gente menuda (todas las escuelas, aspirantazgos, oblatos, academias, jardines de infancia, hospicios, casas cunas y escuelas primarias de la ciudad, dando cumplimiento al mandato de Jesús “dejad que los niños se acerquen a mí” cruzaron bajo el dintel de la puerta de San Frutos y se habían dado cita en el enlosado del atrio) cantando hosannas detrás de un moro con turbante palestino que cabalgaba a lomos de una asnilla blanca dando vueltas por el recinto. A su paso los viandantes se despojaban de sus abrigos y ropas de vestir colocándolos bajo los cascos de la cabalgadura. La gente tiraba flores desde las ventanas. Una matrona arrojó un repostero con la insignia nacional que colgaba en el balcón de su vivienda y gritó con voz recia en latín para que lo oyera toda la plaza;

- Beatus venter qui te portavit et ubera quae tu suxisti

- Viva la madre que te parió- dijo un paisano

La gente no se extrañaba que las fregonas hablasen en latín y los arrieros siendo de natural malhablados se despachasen en largos ditirambos al de la borrica porque aquello formaba parte de la magia y del milagro del Domingo de Ramos. El paso de la borriquilla entre vítores y aclamaciones marcaba el cenit de la portentosa vida del Salvador. Viernes Santo sería el nadir. Es el contraste y la dualidad, el misterio de la Primera venida. El hombre de la calle, los simples de corazón, los justos de Israel le aclamaban como rey y libertador. Unas horas más tardes, sus dirigentes, sus políticos, los que tenían la sartén por el mango, los mandamases pedirían su cabeza. ¡Qué gran sinrazón, qué tremendo contraste! El pueblo sencillo odiaría a los príncipes de los sacerdotes y a los pontífices, los anases y caifases promotores de aquel deicidio muñidores de contiendas y revoluciones a lo largo de la historia. Siempre amarrando pareceres y comprando votos y voluntades imponiendo su ley unas veces de grado y con la persuasión y otras a golpes de espada o de martillo. So color de sensatez, de prudencia y de guardar la ley, la democracia etc. no vacilarán en enviar a muchos a la silla eléctrica y sembrar odios y discordias entre las naciones. Les engorda la sangre como a Moloch. Son raza de víboras.



El domingo de ramos se tenía por costumbre estrenar zapatos. Yo uno de los primeros domingos de ramos que recuerdo de mi infancia estrené un traje de marinero y en abril de 1957 me regalaron una sotana que había pertenecido al magistral de la catedral que se murió y yo heredé aquella prenda después de arreglarla mi tía Dominica la de Fuentepiñel. Así que pude ir a la procesión de marinerito y de curilla que con mi beca roja parecía un capullo de clavel reventón mi palmera en la mano y en los labios unas canción_

“Gloria al Hijo de David

Dios excelso de bondad

Hosanna que viene en nombre

Del eterno Jehová”

Eso cantábamos.

Con la recitación salmodiada de la Passio en latín daba principio la gran liturgia de la Pascua. Dos diáconos, el uno tenor, era el narrador o cronista, y el otro hacía la voz de la sinagoga y del pueblo, y un presbítero (bajo) pronunciaba las palabras de Jesús desde el púlpito de la nave central que era de mármol de Carrara con incrustaciones de porfirio. El cronista y el representante de la sinagoga cantaban detrás del cancel desde sendos púlpitos de reja. La representación dramática de aquellas escenas de Getsemani, el Pretorio y el Gólgota van dentro de mí. Su eco resonará hasta el fin de los tiempos. Aquel canto austero y sublime melopea constituye una de las cumbres literarias jamás alcanzadas por la pluma de un mortal porque en todo el texto late un quid divinum. La narración de Mateo por su concisión y precisión no la superó novelista ni dramaturgo alguno en la tierra. O bona cruz salvum me fac. Cruz árbol sagrado cuyas ramas alcanzan el paraíso, lábaro de la resurrección… Vexila Regis prodeunt… que conjura a los espíritus malignos y destroza la cabeza del dragón. Cruz de los ángeles, cruz de la Victoria, cruz templaria, cruz de espadañas humilladeros y torres en toda Europa. Cruz de la resurrección.



Lo bueno de los papas de aquellas décadas es que no eran personajes mediáticos. No viajaban. Estaban reclusos en el Vaticano por lo que no podían ser manipulados. Pío XII comía como un pajarito, y comía solo únicamente acompañado por un canario amaestrado que de de vez en cuando daba vuelos por la celda, se le colocaba al buen pontífice Pacelli sobre el hombro mientras éste escribía discursos que habían de emitir por radio Vaticano. Eran unas homilías muy inspiradas que hablaban del carisma de la fe, del valor del sufrimiento, de la abnegación y la renuncia cristiana. Pronto llegaba sor Pascualina la religiosa alemana que cuidaba de las dependencias papales y se llevaba al canario a su jaula para darle el alpiste.

-No molestes a Su Santidad, Caracciolo, mientras prepara sus mensajes urbi et orbi- le decía sor Pascualina.

Pese a las admoniciones el pajarcillo seguía alegrando la estancia y las alocuciones del Papa Pacelli eran seguidos por millones de personas. Pero su presencia así como figura austera no debía de ser del agrado de los anases y caifases redivivos y omnipresentes de todas las épocas. Las lenguas de la calumnia siempre de doble filo y las serpientes sibilantes proferían insultos y descalificaciones contra aquel buen papa italiano, un aristócrata romano que conocía bien los entramados de la curia y sabía estar. Decían que era un nazi y el baldón de la ignominia bajó con él al sepulcro. Para que a uno lo crucifiquen no hay procedimiento más sumario que pregonar a los cuatro vientos la verdad y aquel pontífice promulgaba el perdón y el amor a los enemigos pero profesaba la verdad y eso no halaga los oídos de los tiranos. A Pío XII no lo inscribirán en el catalogo de los santos como tampoco podrá subir a los altares aun habiendo ganado para la fe católica todo un continente en el nuevo mundo. Cuando los bombardeos de Roma por los ingleses y por los norteamericanos el papa del pajarito no se movió de su sitio, salió de Castelgandolfo para consolar a los heridos y rezar por los muertos y las fotos nos lo muestran con los brazos en cruz mirando para el cielo su sotana blanca cubierta de sangre. No era un fascista pero defendió como obispo de Roma al pueblo romano con el tesón y la autoridad con que debe hacerlo un vicario de Cristo. Desde que desapareció Pacelli sus sucesores no son los agentes en la tierra de la herencia de Cristo sino obispos libeláticos que asumen el titulo de vicedioses para sostener su propio statu quo y mirar por los privilegios. Hoy la iglesia es un banco, una ONG, en conexión con redes ocultas. Por eso no se atreve a condenar la brutal ofensiva de la OTAN contra los libios ni hay reprimendas ni excomuniones por lo que puede estar cociéndose en el horno iraní y las revueltas en Siria o Egipto burdamente manipuladas por Occidente en beneficio del estado hebreo dispuesto a masacrar a sus vecinos de Oriente Medio. Aquel era un papa sí señor al que los creyentes amábamos y respetábamos aunque no le viéramos nunca. Sólo en fotografías porque desde su entronización los únicos viajes que hacía fueran de Roma eran a Castelgandolfo. Y aunque era un apasionado de la velocidad jamás montó en avión. Todo lo contrario que Wojtyla que dio no sé cuantas vueltas al mundo pero que dejó a la Iglesia como un patatar polaco sumida en el desconcierto y la desesperación, con los escándalos pederastas y los abusos a menores. Vacila la frágil llama de la fe. La gente ha dejado de ir a misa los domingos porque los curas están mal preparados y no saben vender su mercancía en este tiempo en que los círculos mediáticos luchan por las audiencias y miman sus ratings y sus shares de audiencia . En la liturgia no hay belleza ni espectáculo. Ni maestros de capillas como aquel don Pepín del Morral o don Celso el cura de Hontoria ni maestros de ceremonias con el puntero de plata en su mano derecha como don Julián Canto. Un poco de pompa nunca vendrá mal. En la actualidad estar presente en los servicios religiosos de cualquier parroquia es como asistir a los actos de una sinagoga donde cada cual berrea por su cuenta o una capilla luterana. El pietismo protestante es como la música de Mozart. Técnicamente perfecta pero que no conmueve. Los papas de aquel entonces nos advertían que la fe católica era la única verdadera y nada de contemporizaciones de la cruz con el candelabro y la media luna. Para contentar a musulmanes y judíos la ultima “burrada” teológica que acaba de soltar Benedicto XVI es que la cruz es símbolo del amor, no del triunfo sobre el mal. Es una bonita forma de pasarse por el forro a toda la iglesia constantiniana que tanto molesta a los judíos. In hoc signo vinces y el símbolo apotrocaico de las cruces de la Victoria y de los Ángeles del reino asturiano o la cruz de san Hermenegildo y de Chindasvinto que no servían para nada según estos revisionistas que tratan de relativizar la historia. El depósito de la fe es inalienable, prelativo pero nunca relativo porque en él no se puede aplicar una moral de conveniencia. Quedarán estas cruces para adornar los pechos desnudos de las mundanas y de las putas. Sólo del amor. Todo el mundo es bueno. Este papa dios me perdone mezcla las churras con las merinas y confunde el culo con las temporas. El discurso del pontífice reinante recuerda las panfilias de ZP con su majaderías sobre la alianza de civilizaciones. Juntos pero no revueltos, don José Luis.

El evangelio es tajante al respecto: “todo el que no está conmigo está contra mí”. Al bueno de Benito nos le presentaban como un profundo teólogo y un gran pensador de espesa condensación mental y no se libra del mal de la época que es la vulgaridad, lo “Light” y todo cuanto es imagen superficial. Esta vulgaridad rayana en la chabacanería por estar articulada sobre una gran mentira histórica y la manipulación de las mentes por el Gran Cofrade orwelliano determina el desprestigio de los jerarcas eclesiásticos. La canonización de Wojtyla tan precipitada y basada en milagros no probados- dicen que la han sufragado los banqueros de la City y de Wall Street- añadirá más leña al fuego de la confusión. Es cuanto menos materia de escándalo.

Para los griegos las grandes diosas del tiempo eran tres: Lakesis (pasado) Cloro (presente) y Ástato (tiempo futuro) sobre estos tres planos juega la historia es el palimsepto sobre cuya cera modulan los buriles de los anales el devenir. A Lakesis no hay que amarla. Pero conviene respetarla y el presente o la actualidad Cloro tiene que ser mirada con escepticismo para entusiasmarse con Ástato que marca las huellas futuras. La historia es un volver y revolver un pasar infatigable. Por eso la precariedad de la época que vivimos en relación con el esplendor de hace medio siglo puede resultar raquítica pero de lo que no cabe ninguna duda que el futuro acabará poniendo a todos en su sitio si es que en realidad el mundo tiene futuro y no está en el alero una gran conflagración universal que muchos de los que vivimos aquello nos hacen pensar en las profecías del final de los tiempos que insisten sobre la prevaricación de los falsos pastores y de los lobos disfrazados de corderos.





lunes, 25 de abril de 2011





LOS COLORES DE SEMANA SANTA. SAN PEDRO ERA CALVO. LOS RESPONSORIOS DE TOMÁS LUIS DE VITORIA. EL TENEBRARIO

De aquellos días de mi infancia hago memoria que como consecuencia de las veleidades del calendario gregoriano y al no caer la Pascua en fecha fija sino variable el tiempo era frío si la Resurrección era festejada a primeros de marzo y alegre y gozosa, verdadera pascua de flores, cuando la epacta de la semana grande con fechas de últimos de abril en fechas retardadas. Verdadera pascua de flores. Había que confesar y comulgar para ponerse a bien con Dios. Los campos estaban que daba gusto mirarlos porque no había domingos sin sol ni doncellas sin amor. La efervescencia de la naturaleza se mostraba rotunda en las mieses que encañaban, las ramas de los árboles que abrían sus pimpollos las noches que eran más cortas y las tardes más largas y que las muchachas en flor acusaban esa rotundidad de la naturaleza que pronunciaba las curvas de sus talles, el alabeo de sus senos y la sonrisa de sus rostros. Al regresar de los paseos y de las visitas a los monumentos los seminaristas conocían el cosquilleo del primer amor que había de ser platónico por supuesto y que dejaba en el corazón un poso de dicha y de tristeza. El torrente de la sangre estaba ahí pero la voz de la Teología mandaba callar a las células. Echa el freno, magdaleno, tú vas a ser cura, mantente en castidad. Una mirada, una sonrisa de aquellas muchachas que estudiaban Magisterio o estaban internas en las jesuitinas o en las concepcionistas a más de uno lo volvieron tarumba. La primavera había venido y algunos pensaban haberse vuelto modorros y no es que estuvieran modorros, es que habían conocido a una chica que les hacía tilín. Desconocían su nombre, no habían hablado con ellas. Sólo un encuentro casual en el cancel de una de las muchas iglesias donde se hacía el recorrido habitual de las siete estaciones y los siete padrenuestros. Como mucho el contacto había quedado reducido a ofrecerles el agua bendita al entrar o salir para santiguarse. En el talego de la muda con la ropa blanca venía aparte del condumio (el choricillo del pueblo, una morcilla, alguna que otra lata de sardinas y un poco de queso con un recado de la madre escrito con letra apresurada de la madre: Ten, hijo, para que no pases hambre, hinca los codos, no armes bulla, no te metas en ciscos, reza las tres Avemarías antes de acostarte, los calcetines cámbiatelos todos los días para que no huelan los pinrreles que en eso has salido a tu padre, ahorra y no gastes porque ya sabes como estamos, yo he tenido que coger huéspedes a pupilo para pagarte la carrera, procura no coger frío, etc… mamá no tengo un real, sólo me compro una bamba algunos días cuando viene con nosotros la señá Isabel con el cesto cuando salimos de paseo porque me da mucha pena la pobre, no hablo más que en los recreos, me aplico, soy bueno, etc…) venían las Rimas de Bécquer y algunos los más audaces se atrevieron a Encargar el Decamerón de Bocacho con la posibilidad de que libro tan amoroso y tan procaz pudiera ser confiscado por la autoridad competente.

-Aguado, pero ¿cómo se atreve usted a leer semejantes porquerías?

-Es que, don Eloy, nos lo ha mandado don Tirso el profesor de literatura para un trabajo.

-Es que… es que. Pero ¿tú no sabías, pedazo de majadero, lo que es el Índice de Libros Prohíbidos?

-No, señor.

-Pues leer a Bocacho es un pecado gordísimo. Es un libro prohibido. Está en la hoguera. Aguado, estás en pecado mortal. Ya estás subiendo inmediatamente al cuarto del padre Mañanas a confesar tu falta ante el confesor bendito.

Ah el padre Mañanas… cantamañanas… el que arrimaba la carita y te magreaba impunemente cuando tú incauto de ti te arrodillabas ante el tribunal de la penitencias. Aguado hizo un gesto de contrariedad porque la penitencia que le mandaba superaba con creces el cuerpo del delito y el director espiritual se hinchaba a hacer preguntas, era muy tocón y algunos habían tenido que salir de naja de la celda de aquel jesuita pegando un respingo. El niño empezó a llorar:

-Pero si yo no lo he leído, prefecto, ni siquiera lo hojeé. Mire, está sin abrir.

Y entre lágrimas le mostró el opúsculo intonso editado por Miñón una casa de Valladolid especialista en libros clásicos.

-Bueno, por una vez pase-dijo el maestrillo no del todo convencido.

Aguado se quedó sin libro. Don Eloy se metió la obra prohibida en el bolsillo de su sotana y mandó al muchacho que aquella noche no bajara al refectorio. A la cama sin cenar. Lo que no dicen las crónicas es si nuestro querido presidente no se murió de risa leyendo las salaces y chuscas historias que traía aquel libro del genial literato italiano.

Los que presenciamos la escena mientras girábamos por el cuadrado de los tránsitos viendo dar a Aguado explicaciones y excusas a don Eloy, nos reíamos para nuestros adentros pues intonso y todo Aguado había leído los cuentos que ocurren en la despreocupada y nada melindrosa Verona del siglo XIII contándonos de qué iban algunos de los chascarrillos sobre todo el del Hortelanillo de las monjas que era mudo. Todas y cada una de las religiosas desfilaron por su cabaña incluso la madre superiora y a todas se las pasaría por la piedra. Muchos años más tarde cuando en un cine de Londres vi la película magistralmente narrada por Passolini no pude menos de acordarme de Aguado y sus aflicciones con don Eloy que le había tomado ojeriza y me deleité con la secuencia de la madre superiora que se alza el hábito-uno de los preceptos de la regla clarisa era que las religiosas no llevasen ninguna ropa interior como penitencia debajo de la estameña- y apareció in puribus. El hortelano que supuestamente era mudo y harto de tanto laboreo sexual prorrumpe en un grito:

-No, madre, otra vez no.

Todas las monjas acudieron al escuchar tan formidable vozarrón. Y creyeron que era milagro. El mudo había recuperado el habla. Bromas aparte, los seminaristas también tenían su corazoncito y no eran inmunes a los dardos de Cupido en aquellas tardes de domingo sin amor. Muchos empezaron a escribir poemas y a llevar un diario. No sé lo que me pasa. Hoy la he visto. Ayer no me miró. Estoy modorro… En definitiva, es lo que hacen todos los adolescentes del mundo. Pero nosotros éramos diferentes. Teníamos que ser santos y disfrutar de otra clase de bellezas más espirituales. Creo que la Iglesia es sabia al formular tales reconvenciones sobre los peligros de la carne, las veleidades del sexo y del afecto. No escuchéis los cantos de sirena. Oídos sordos. Recordad a Ulises. Una simple falta puede ser una concesión a la fatalidad y el predicador del Sermón de las Siete Palabras era de los que ponían los paños al púlpito, no tenía pelos en la lengua, no paraba en barras. Hijitos míos… para siempre… para siempre. Y describía con tanta viveza y prosapia los terrores del infierno que en los bancos de atrás se escuchaban jipios de almas conmovidas que ante la meditación de las penas del infierno eran incapaces de contener las lágrimas. La pena del fuego era menor según él que el tormento de la sed… esa gota de agua que golpeará la cabeza de los condenados y nunca la podrán beber… para siempre… toda la eternidad… sitio, clamó Jesús en la cruz tengo sed y le pasaron por los labios una esponja empapada en vinagre y en hiel. Y todo por unos malos pasados por un pecado mortal que cometí aquel día y el pecado mortal para nosotros en aquellos días sólo tenía que ver con la infracción de un mandamiento el sexo. Obsesión fatal. Un pensamiento impuro y acababas en las calderas de Pedro Botero. Una idea fija que ahora me haría sonreír con melancolía. Nos querían capar sin duda. De eunucos es el reino de los cielos. Era muy duro desatender a la convocatoria de los sentidos cuando ante la llamada de las células en ebullición todo despierta en tu organismo adolescente y hay añoranza de belleza y de paraíso en aquellas tardes sin amor mientras veíamos pasar a nuestro lado a las muchachas en flor. Sus madres prorrumpían en aplausos:

-Ya estan ahí los curiñas. Pobres que majos.

Había uno muy guapo Montoro que parecía el vivo retrato de Santa Inés o de San Gonzaga y una abuela saltó en medio de la terna y se lo comía a besos. Montoro se puso colorado como una berenjena.

-Quite, quite, señora, que me va a hacer perder la compostura y me piso la sotana.

-Guapo.

Los piropos de la buena mujer no le depararon grandes simpatías en nuestros corros. Quizás le teníamos envidia porque era un efebo como el Hortelano de las monjas de los cuentos de Bocacho. Carrasco le llamó marica pero como era muy inocente preguntó:

-Y eso ¿qué es?

Asi andábamos de inocentes por entonces aquellos pipiolos. No nos había bataneado la vida. Las turbas nos decía el padre Mañanas en sus platicas son volubles de criterio y pronto mudan de parecer. Mirad lo que le ocurrió a Jesús en Jerusalén los hosannas y vitorees del domingo de ramos se transformaron en gritos de crucifícale. Los besos de la anciana llena de ternura que algunos dijeron que era Santa Isabel que había resucitado para ver pasar a los curillas hacia Baterías eran arrebatos maternales que nada tendrían que ver con lo que le ocurrió a Montoro el cual después de colgar la sotana se matriculó en derecho y se hizo de los de la cuadrilla de Felipe González. Seguía teniendo un buen fondo de armario y en una asamblea en la Facultad de aquellas del 68 mientras largaba un discurso se levantó una moza y de buenas a primeras le desencajó una proposición pecaminosa:

-Quiero un hijo tuyo

-¿Ahora?

-Sí ahora. Soy una mujer liberada.

Semejante caso no ocurría ni en las películas de Fellini cuando los locos se subían a los árboles y pedían a voces que les trajesen una señora. Voglio una donna. Montoro era mucho Montoro; se casó con una muy guapa una tal Carmen y tuvieron unos hijos preciosos, los dos eran del PSOE y los dos acabaron divorciándose. En parte llevaban razón nuestros padres maestros al recomendarnos tiento en nuestras relaciones sentimentales. Y uno de ellos don José Pedro Carrero que había leído a Nietzsche nos endilgaba el consejo de Zaratrusta: “Cuando vayas con una mujer no olvides la tralla”.

Aunque a nosotros crédulos e ignorantes y sin saber lo que era el mundo nos pareciese de otra manera la belleza y el amor son otra cosa. Nada tienen que ver con la fuerza del instinto ni la concupiscencia animal. La belleza carece de sexo pero Ulises sucumbió a los encantos de Ariadna y perdió el hilo. Nosotros ¿qué sabíamos? El corazón humano posee una inmensa sed de belleza un anhelo de eternidad, un deseo vehemente de divinidad y eso sólo podía encontrarse en los sueños, en los libros, en el trazado de las catedrales donde resonaban augustas las voces del diacono cantando la Passio o escuchando los motetes de Palestrina y del Padre Tomás Luis de Vitoria que escuchábamos entonces o recitando los improperios e himnos del oficio divino hispanovisgótico llenos de majestad latina y de sentimientos de amor y perdón. Cristo nos había redimido con sus dolores y devueltos a aquella vida y a aquel sol y a aquella luz de Segovia que parecía llenar de claridad el corazón. No podía ser posible que por mirar a una muchacha o tener una polución nocturna te mandasen a los infiernos para siempre… para siempre. Había una desproporción entre la pena y la culpa pero la sed de vivir se manifestaba en aquellos poemas que leíamos a hurtadillas de Juan Ramón o de García Lorca o de Alberti o Gerardo diego. Me metí entre pecho y espalda a todos los poetas del 27 a la luz de una linterna en mi camarilla. Nadie nos había dicho que Alberti o Lorca eran rojos. Asistíamos a los coloquios del cine club y nos convertimos en cinéfilos de las grandes cintas italianas y francesas de los 50 y 60 (Goddard, Aldo Fabrizzi, Totó, Vittorio de Sicca, Antonioni, Trufeau) y fatigábamos el cuerpo en las tardes de paseo pataleando un balón en campos de tierra. Luego bajamos al refectorio a merendar nuestro trozo de queso americano, amarilla corambre sabiendo a rayos, un vaso de leche en polvo y tres galletas. Algunos renqueaban en la fila por las agujetas y se le marcaba la marca del bonete sobre sus melondras rapadas al cero. Pero en Semana Santa no había paseos (deambulatio) pasábamos la mayor parte del día en la iglesia y el Viernes Santo día de ayuno nos daban limonada. Se había muerto Dios. En el cuartel los soldados del regimiento hacían guardia con el fusil a la funerala. Pasaba bien la limonada y la mojábamos con pan. Un jueves santo dominado por la sed me bebí cuatro vasos de aquella sopilla. Me entraron risas, me rilaban las piernas pero a pesar del día de luto yo me sentía muy alegre. Sin llegar a la borrachera me puse un poco piripi. A la hora de las preces ya estaba chispa.

-Parrita que la coges

-No pasa nada, Valdivieso. Sangre de Cristo.

-Laus tibi Deo- respondió entre carcajadas el hijo del cabo de Vegafría- Hoy vas a dormir bien.

El vino para mí ha guardado desde entonces el secreto de los gozo y las sombras de la vida. Es un anestésico contra los grandes dolores de la existencia pero es un tósigo. Peligro. Viva el vino y las mujeres pero el vino que viva mucho más que las mujeres. Era mi primer contacto con Erifos un dios misericordioso y eucarístico pero traicionero.

-¿Buscas la catarsis?

-Huyo de mí mismo

Judas se ahorcó y en los pasos de la procesión siempre lo pintaban pelirrojo y con barba de azafrán. A San Pedro Calvo y algo tosco a san Juan de verde y la Verónica Maria de Cleofás y a la Virgen María de azul al pie de la cruz. San Marcos el evangelista también escribía en hojas de papel verde, no sabemos por qué. Cristo nuestro salvador iba de colorado como aquel vino tinto de las refacciones de Miércoles Santo que infundía bríos melancólicos. Por Judas siempre sentí compasión. Amaba el dinero y era algo beodo. Su traición estaba escrita y determinada por un hado siniestro. Cumplía un destino inexorable, un papel que se le había asignado. Verdaderamente aquel apóstol que ha venido a encarnar la ira y la abyección que ha sentido la humanidad contra el pueblo judío no era libre. Podía bien haberse ahorcado de una rama del moral centenario que vigilaba nuestros juegos en la huerta cerca de la campana y del frontón a la trasera del cine Cervantes. Al lado de acá estaba un patio semiabandonado donde tenían el convento las monjas que nos cuidaban y llamábamos Carboneras y justo enfrente del refectorio estaba el torreón una de esas torres almenadas que son frecuentes en las ciudades de Castilla la Vieja. Había sido el lugar donde se instalaba el cuarto de guardia donde hacías el relevo los centinelas que vigilaban por la noche desde el tiempo de los romanos. Era un tétrico lugar. Abajo se situaban unos cuartos oscuros que antaño fueron calabozos y arriba había un secadero para poner la ropa a tender. Era la cárcel del seminario. Los alumnos díscolos e incorregibles los que habían cometido alguna falta grave eran castigados a pasar en una de sus celdas dos días a pan y agua por el rector pero esta serie de castigos no eran frecuentes en el tiempo que yo lo conocí y aunque te amenazasen ya no te enviaban jamás al cuarto oscuro de la torre Antonia. Sin embargo, siglos atrás los jesuitas lo habían utilizado como cárcel más que para punir a algún postulante con la intención de probar la verdadera vocación a los postulantes del noviciado. Lo llamábamos la Torre Antonia.

Las procesiones eran interminables y acabamos rendidos acompañante a los cristos muertos y a las dolorosas de los siete cuchillos. La más popular era la de Santa Eulalia que competía con la de San Millán que era una talla de Aniceto Mariñas de María al pie de la cruz muy valiosa. Nos acotábamos tarde y nos levantábamos al amanecer porque teníamos que asistir al rosario de la Aurora. Veíamos salir el sol por la Mujer Muerta e íbamos en fila india acompañando a los cofrades y a algunas beatas descalzas y arrastrando cadenas otras con los brazos en cruz que cantaban el “Perdona tu pueblo, Señor”, el “Amante Jesús mío” y el “Sálvame, Virgen María”. Sin embargo la parte más impresionante de nuestra semana santa eran los oficios de Miércoles Santo en que se celebraban las tinieblas. Se cantaban catorce salmos a cada uno de los cuales correspondía una vela del candelabro o tenebrario con los improperios de Jeremías y las lecciones y la iglesia a rebosar vivía el momento con intensidad en medio de un silencio impresionante interrumpido por el golpeo de los bancos o el sonar de la carraca. Tambien se cantaban los motetes de Palestrina y de Tomás Luis de Vitoria, el “Popule meus”, el “Caligaverunt” con las estrofas de la pasión.



28 de abril 2011



SE RASGÓ EL VELO DEL TEMPLO Y TREMÓ LA TIERRA



Un ángel bajaba del cielo y se paseaba, galán, por los andenes del triforio-unos decían que era un querube, y otros un serafín pero los más avezados en la difícil ciencia de la angelología aseveraban que pertenecía al grupo de las potestades y de los tronos- cuando la schola cantorum daba respuesta a la narración dramatizada de la pasión según San Mateo:

- Vellum templi scissum est et omnis terra tremuit

El velo del templo se rasgó, el mundo se cubrió de tinieblas y toda la tierra tembló. Hubo un terremoto en Jerusalén aquel viernes que debió de ser del grado 8 en la escala de Ritzer de intensidad pareja al que acaba de ocurrir en Japón. Las sepulturas se abrieron y los huesos empezaron a caminar. Lo había profetizado Ezequiel. Muchos justos volvieron a la vida con los mismos cuerpos que tuvieron. Pero el pueblo judío no creía. El velo del sanctasantorum del templo que edificó Salomón quedaron patentes y derribadas las arcas de la alianza como un testimonio de que quedaba abolida la Vieja Ley y un pronóstico de su inminente destrucción por las legiones de Tito cuarenta años después. Los mandamases seguían empecinados en su aversión cristo-fóbica pero el eje de la tierra se hizo cristo-céntrico. “Cuando yo muera todo lo atraeré hacia mí”. Y esa saña, esa aversión típica del sanedrín fluye por la historia como un torrente de agua negra. “Crufige, crucifige eum”. Matarle vosotros, dijo el pretor.

-Nobis non licet interficere quemquam

-Regem vestrum crucifigam?

Y la respuesta del populacho fue rotunda:

-Nosotros no tenemos más rey que a Cesar

-Pero es un justo.

-Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

La naturaleza me ha dotado de ciertas percepciones ultra sensoriales y aquella hora de tarde mientras se celebraban los ritos exequiales por el Señor muerto vi en lo alto de las cúpulas a un grupo de ángeles de luto. Las santas mujeres se habían hecho a un rincón de la nave del transepto afligidas entre los penitentes que aguardaban la salida de la procesión cerca de los pasos. La Verónica ostentaba el pañuelo en el que se había estampado el rostro coronado de espinas y lleno de llagas del Rey de Israel. Pepin del Moral lo bordó con la batuta y el chantre Dionisio, un beneficiado muy corpulento, que poseía una hermosa voz y solía interpretar el papel de Jesús en la narración cantada de la pasión de san Juan rizaba el rizo cantando las palabras del divino redentor en la octava baja:

-Quem quaeritis? (¿A quien buscáis?

-Ego sum (soy yo)

-Amice, ad quid vinisti (a qué has venido, amigo)- le dice a Judas

Accipiter luego andando el tiempo sería consciente que el eco de aquel canto se había estampado en su pecho como el anagrama de una fe inconmovible y duradera. Le tatuaron el rostro de Cristo un viernes Santo. Había montones de piedras sobre las tumbas y era consciente de que todos los hombres han de morir pero el drama de aquel viernes santo había traspapelado los dictámenes de la naturaleza. Aquel sepulcro en el huerto de los olivos que pertenecía a Nicodemus en el girar de la gran piedra abriría la puerta de la esperanza y de la resurrección en la vida futura. Al que buscáis no está aquí. Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Y al decir estas palabras el ángel terrible que escribía la espada flamígera que hizo tumbar de miedo a la guardia romana que mandó de custodia Pilatos intentó calmar el pavor de las Santas Mujeres. Fue aquel ángel el que entonó la antífona del Vexilla Regis y desde entonces los estandartes de la cruz cruzarán todos los caminos de la historia:

Victimae Paschale laudes inmolent Christiani.

Agnus redemit oves. Christus innocens Patri reconciliavit peccatores.

Mors et vita duello conflixere mirando: Dux vitae mortuus regnat vivus.

Dic nobis Maria quid vidisti in via? Sepulcrum Xti viventis et gloriam vidi resurrentis, angelicos testes, sudarium et vestes.

Surrexit Xtus spes mea: praecedet suos in Galileam

Scimus Xtus Surrexit a mortuis vere: tu nobis victor Rex, miserere. Amen.



Claro que era muy difícil entender aquello. Cristo rey victorioso de la muerte. Accipiter había escuchado muchas veces aquella monserga:

-Ninguno volvió de allá para contárnoslo.

Revierte el polvo al polvo y la carne se pudre dentro de la tierra. Sólo a esta gran preguntas guarda la fe sus misteriosas respuestas.



CRISTO CALLABA

Cuando el diácono cerrando el misal casi con furia anunciaba la muerte del Señor (et emissit Spiritum), un silencio espeso se apoderaba de las tres naves de la iglesia mayor. El clérigo daba un carpetazo de desesperación histórica. Los fieles caían de rodillas a indicación del subdiácono que responseaba con voz tenue y dolorida:

-Flectamus genua.

-Lévate

el señor obispo oficiante musitaba al punto en voz baja y para su casulla de fimbria recamada de oro una oración puntual:

-Adoramus te Christe et benedicimus te quia per sanctam crucem et resurrectionem tuam redemisti mundum

Las gárgolas por sus fauces abiertas vertían agua hacia los canalones de la calle. Las harpías de piedra chorreaban lágrimas. Viernes Santo era el día del Perdón. Todos participaban, compungidos, de aquel silencio de Dios que ocultaba su rostro en medio del silencio impresionante de la adoración de la cruz. Jesús autem tacebat. Jesús callaba. Los ojos del profeta se nublaron.

-Caligaverunt oculi mei

Se llenaron de tierra mis ojos, esa era la letra de uno de los motetes de Palestrina que entonaba la liturgia del impetratorio, no queriendo ver la espantosa escena del Gólgota.

-Eli, Eli, lamma sabactani

Padre mío, padre mío ¿por qué me has desamparado

Y uno de los sayones comentó en tono jocoso.

-Che, a Elías llama éste. Veamos si baja Elías a salvarle… si fueras el hijo de Dios, baja de esa cruz.

Jesús callaba. No quería responder al reto y a la provocación ni en la hora suprema pero antes de expirar obró su último milagro y perdonó a san Dimas el buen ladrón:

-Antes de una hora estarás conmigo en el paraíso.

De allí a poco sonó el grito final (cum voce magna) del Crucificado:

-Consumatum est.

Y entregó su espiritu. Rindió viaje terrenal. Únicamente el centurión Cornelio, el capitán romano que mandaba al pelotón de la ejecución, un gentil, creyó en él. Fue la primera conversión:

-Verdaderamente, éste era el Hijo de Dios.

en los labios de aquel rudo mílite que había pertenecido a la Victrix que conquistara Judea se proclamó el primer acto de fe al pie de la cruz en aquella amarga hora de las tres de la tarde de un Viernes de Dolor. Y cuando se derramó el cáliz de su sangre quedando desangrado le dieron a beber hiel mezclada con vinagre. Lo había pedido a sus ejecutores:

-Sitio .

Sólo siete veces interrumpió el Mesías su silencio. Jesús autem tacebat. Callaba en el pretorio, sufrió en silencio las afrentas azotes y salivazos que siguieron a la pantomima del Lithostros, guardó silencio en la casa de Anás, se estuvo quieto en el gazofilacio y delante de Herodes no dijo ni mu. El tetrarca entonces lo vistió de la túnica blanca con que se envolvía a los locos y se lo devolvió al pretor. En el camino fue la irrisión de los jerusalemitanos. Los que le había aclamado triunfante sobre la borriquilla el domingo de ramos ahora lo abucheaban. No puede haber sido escrito en el mundo otra crónica más fascinante, tan trufada de contrastes, como la narración de la Passio en los cuatro sinópticos. En sus párrafos late la inspiración divina. Juan, Mateo, Marcos, Lucas se comportan como notarios de la actualidad o periodistas que dan testimonio de un suceso que iba a cambiar los anales del mundo de manera concisa. Este laconismo de los evangelistas hace más creíbles los hechos narrados. No escribían para el aquí y el ahora del siglo I sino para la plenitud de la Historia.



30 abril 2011





BLAGODORITSA SANTA MARÍA



Arriba del gran cancel de pino de la nave del transepto coronando el balcón de uno de los triforios laterales había un enorme cuadro de María Santísima de la tradición oriental gesto piadoso y dolorido inclinada la cabeza hacia abajo y mostrando en los brazos al Niño. Esta Teotokos suscitaba una gran devoción en el cabildo. El Día de la Purificación se cantaba allí el Akazistos en griego y en toda la ciudad se veneraba al clemente y milagroso ícono que decían que había venido de Rusia transportado en un vagón de militares cuando se produjo la última retirada de las tropas del general Muñoz Grandes del frente de Leningrado. Por lo visto había sido rescatado del incendio de una iglesia ortodoxa y al cabo de los años después de la debacle del 89 fue devuelta a sus antiguos propietarios en un acto de reconciliación solemne con los hermanos rusos. Al pasar por debajo del retrato el obispo que era piadoso muy devoto de la Virgen alzaba los ojos y otro tanto hacían los canónigos. Tenía la Madonna un gesto tan apacible y describía tan a lo vivo su misión de intercesión por el hombre en la tierra desde el misterio de la Encarnación que uno no podía por menos de conmoverse ante su largo y profundo mirar. Pero no se la podían llevar flores por estar a la altura de uno de los pináculos de la cimbria de bóveda. Accipiter la contempló aquella tarde de Viernes Santos y en los ojos de la Teotokos vio sellado su destino: de humillaciones, de persecuciones, oprobios, demasiado dolor, caídas y levantadas, anegado profundamente por sus pecados, mientras desfilaba la procesión y los seminaristas con la beca doblada sobre el hombro derecho en vez de cruzarla sobre el pecho en señal de duelo-dos largas filas de retóricos, latinos y filósofos acompañaban al Santo entierro que se veneraba en la parroquia de San Justo y al que llamaban el Cristo de los Gascones porque fue traído desde Francia en una de las guerras de Flandes. El cristo yacente era portado en una hornacina cubierto de llagas y el cuerpo tapado por un paño de blondas que le servía de mortaja. El sudario era milagroso y se veneraba en la citada parroquia bajo la advocación del Santo Síndone. Impresionaba contemplar aquella talla castellana de Gregorio Hernández. El buril del artista había sabido esculpir en aquel leño todas las vejaciones y crueldades de la divina pasión. El coro entonaba el Miserere. Accipiter vio llorar a la Virgen o al menos así le pareció y una voz oculta le anunciaba similares padecimientos a los del Maestro. Tienes que tomar la cruz. Serás humillado en todas las partes. Te llenarán el rostro de salivajos y por cantar la verdad serás combatido en todas las direcciones de la rosa de los vientos. Lloraba la Teotokos y lloraban las gárgolas del paramento que anuncian la subida a la cúpula de la gran torre. Y aquella no era más que un aviso. Aquello le marcó. Tuvo conciencia y presciencia de que su futuro no iba a ser un lecho de rosas. Las gárgolas abrían sus fauces de piedra para anunciar cosas terribles. Sintió el muchacho espanto y deseos de huida pero a medida que avanzaba aquella procesión que llamábamos en Segovia la del silencio y bajando por la calle san Juan en busca de los arcos del gran acueducto romano para hacer estación en la vieja iglesia de Santa Columba para subir calle adelante por la calle Real. Otro alto en la canaleja que era un balcón que mostraba el paisaje grandioso de la cordillera. Había dejado de llover poco antes de salir el cortejo y una blanca nubes iluminadas buscaban el amparo de una luna redonda blanca y pura como una hostia eucarística. Luna de Viernes Santo. Por la mar tenebrosa de los tiempos que se avecinaban aguardaban a los nautas incautos las sirtes que les engañarían y haría cambiar de rumbo. La nave se iría a pique y muchos perecerán. Sólo los que perseveren en la vieja fe serán salvos.

-¿Quién te insufla al oído esas palabras incomprensibles, Accipiter?-

-Es la voz del Santo que escuchan muy pocos hombres.

-Todos se equivocan y tú eres el único que llevas razón. No se puede remar contra corriente, pero admiro tu tesón y algún día serás recompensado.

Estaba seguro de que la barquilla de Pedro se iba partir en dos cerca de las peñas del acantilado porque el capitán de la nave perdió el rumbo. En aquel tiempo navegábamos hacia los peligrosos bajíos de Livia donde esperan las sirtes con sus cantos de sirena dulces como el oro y el vino pero portadores de la muerte y la destrucción. Los papas vienen y van, los obispos llegan y desaparecen, hay curas santos y curas depravados pero tú Señor permaneces clavado en la cruz. La noche quedó inundada de una luz cósmica y no era posible entender el sentido de aquellos mensajes pronunciados al oído porque Cristo callaba. Los que vinieron tras él hablaron mucho tal vez demasiado. Detentan su poder. No comprenden que ese silencio del Redentor vejado y humillado por sus enemigos transformará la vida misma. Por eso es y seguirá siendo el Rey del Mundo. Accipiter tomó la senda de los que hablan poco sin ser cartujo y de esta manera fue por los caminos dando testimonio. Un testimonio al que ponían las orejas de burro y el cartel de “Inocente”. No os pueden ver, dijo Mig16 y se lo espetó en la comida de autos, un ágape para el desastre. Vida de tormentos en el ecúleo, malas palabras de hembra deslenguada, procaces gestos soeces. Habían desaparecido las santas mujeres al pie de la cruz e irrumpió una patulea de daifas con el culo en pompa de maniquíes que creían que la vida era un constante desfile por la pasarela y lucir palmito. Sólo creían en una religión en la dieta que las hacía delgadas y de buen parecer. El mayor pecado de la nueva religión del Look era la crasitud. Eh tú gordinflas vete al infierno de una puta vez. Traían en una mano el látigo de las gobernantas masoquistas y en la otro el Código de Derechos Humanos y de Valores Democráticos que nadie sabe a punto fijo en qué consiste ni qué es pero que incluye largos parlamentos sobre la alianza de civilizaciones. Todo el Islam se alzaría contra Cristo. El gran Obama mascaba chicle y hacía pompas que estallaban en su boca con los cadáveres de sus enemigos. Este señor se expresaba en inglés y al hablar parecía que estaba zampando sopas. Era el emperador negro del imperio zumbón. Ya digo todo su afán era hacer pompas de jabón con el cuerpo de Ben Ladén – Que- le –den, un extraño moro al que dieron matarile en un lugar del Asia Central, un mito que lanzaron contra la cruz a expensas del Islam. Lo acribillaron en su guarida y luego tiraron su cuerpo a la mar para que fuese pasto de los peces. Twin Towers. Accipiter aquella tarde tuvo una visión en la que se le anticipaba con algo más de siglo de adelanto los hechos que habrían de ocurrir otra semana santa mucho tiempo después. Se escucharon risas del príncipe de la mentira en los proscenios insultando a los caballeros andantes. Chuperreteas tu goma de mascar. Di oh yea, majo. Larga amarras. El ojo nictálope de un fusil que no falla nunca te fusilará pero no queremos mártires ni Spandaus. Arrasaremos de tu casa y de tu nombre no quedará memoria. Ellos construyeron el mito y ellos lo derribaron como un juguete inservible a efecto de sus intereses propagandísticos. El Malo se frotaba las manos de satisfacción. El golpe había sido perfecto y el pueblo entero salió a la calle flameando banderas norteamericanas que tenían colocada en su asta magnífica la cabeza de Uxama. Los discursos en inglés como la música que venía de aquellos pagos se orientaban hacia la cacofonía y el dolor, lo estridente, la venganza, matar, arrasar y brindaba un triste contacto con la polifonía que aquella tarde del viernes santo de 1958 se escucharon en la catedral de Segovia. Música del divino Morales, de Palestrina, de Lobo, del padre Vitoria o del Palestrina y que ejecutaba con mano diestra dirigiendo los coros la batuta maestra de Pepín del Morral. Los dulces responsos por Cristo muerto exhibían una dulzura que saturaba los corazones de felicidad. Los espiches del Negro en cambio bañaban el mundo de inquietud pero todos a diestra y siniestra lo vitoreaban los bustos parlantes y hasta una chica judía que dirigía los informativos de Intereconomía brindó la muerte del asesino, del gran terrorista, con un olé. Pero los hechos eran oscuros, no probados- la matanza de las torres derribadas por el rayo en la mejana de Manjatan seguiría siendo un enigma unos datos opacos guardados con siete llaves en los archivos secretos del Gran Big Brother- donde la verdad es sustituida por la venganza y la justicia se hallará siempre en manos del más fuerte. Y caballero andante de Cristo quería ser aquel pipiolo de catorce años con el pelo rapado al celo que le hacía un cerquillo en la cabeza la marca del bonete que portaba en la mano y llevaba tendida la beca al hombro en señal de duelo. Accipiter saldría a los caminos a derribar molinos de viento, a desfacer entuertos a defender doncellas y quedaría con los huesos tundidos. Defender doncellas. ¿Dónde estaban las doncellas? Debieron de precedernos en el paraíso portando la candela, iban a recibir al Esposo pero esas bodas nunca se celebraron o fueron siniestras. Acabaron en el divorcio o a palos. En el hospital o en la cárcel. Se derrumbó el amor. Ya no quedaban vírgenes prudentes. Todas eran necias. A lo largo de su vida aquel seminarista de entonces cuando cambió de rumbo y ahorcó los hábitos. Le fascinaba la Torre Antonia. Aquel debía de ser el lugar. En sus mazmorras se ocultaban las once mil que cuentan las crónicas. Mulierem fortem quis inveniet? Era el tema de siempre. Cherchez la femme. Cuantas él conoció estaban demasiado dominadas por el barro de la tierra, consternadas por la tristeza del engaño, los cuernos, las palabras fuertes, los gritos, las maldiciones, los conjuros y los ensalmos. Circulaba por todas ellas la mancha de la culpa y el torrente de la sangre fluía con pulsos de pecado y de dolor. Las lágrimas de la Teotokos que inclinaba la cabeza desde lo alto del cancel guardaban la respuesta a aquel inquietante arcano del dolor en el mundo. Ella fue la que aplastó la cabeza del dragón y ollaría la cola de la sierpe. Cándido e iluso de él, Accipiter- ese sería su mayor pecado- esperaba del amor más de lo que éste podía ofrecerle. Sucumbió a los cantos de sirena. Lo embaucaron. Livia la única mujer que amó le abandonó por un capitán de lanceros. La Dulcinea de Sotohondo murió de cáncer de pecho y él fue a su entierro en un recóndito valle de las montañas de León. Sus hermanas chillaban cual plañideras y le inculpaban de la muerte de Dulcinea. Tuvo que abandonar el camposanto antes de que terminaran las exequias y largarse a toda la velocidad en su SIMCA 1000 porque le querían sacudir. encontró refugio en una taberna y dejó que la mucha ingesta de gotas de alcohol lloraran la muerte de aquella beldad leonesa. Después su vida con Angustias- en el pecado del nombre llevaba la penitencia- fue un infierno portátil donde crepitaba el fuego sagrado del absurdo con la gran pregunta de quien encontrará a la mujer fuerte. Habrás de beber hasta las heces el cáliz del desamor. Todo iba a empezar a cambiar en el mundo cuando entre las sufragistas se instaló la Gran Barragana como emperatriz y señora de las naciones ostentando sus tetas enormes y un ojo profundo y proceloso el cogujón que abría la cancela del averno. Traía en sus labios palabras de rebelión y maneras de Lucifer:

-Non serviam. No me someteré.

El ángel caído les escribía los discursos y todas a uno se pusieron a rebuznar sus consignas lanzadas por la boca de un ganso mortal. A su conjuro el ángel derribado por Miguel alzó su horrible testa marimacho. Salieron los reviragos de todas las conejeras y los vestiglos más horrendas iluminaban sus bocas con un candil. La subversión más sañuda y procaz merodeaba por la tierra y el justo no encontraba agujero donde esconderse porque a poco que se descuidase podía caer de patitas en la sima del cogujón hediondo de la Supermeretriz. Había proclamas que establecían el pensamiento único y la igualdad de derechos. Querían mandar a todo fiel cristiano a los leones. Muchos sacerdotes, altos jerarcas de la iglesia convoyaron deslumbrados por el brillo del poder y del oro, la buena reputación, el nombre y hasta se atrevieron a alterar los textos evangélicos. Renegaron cuando llegó la gran apostasía. Estallaría la guerra en los hogares. La sospecha y la delación dominaba los barrios y un silencio sospechoso se apoderó de las ciudades donde las gentes no se daban los buenos días y los vecinos se denunciaban mutuamente por cuestiones baladíes. Los hijos pegaban a los padres, las mujeres infieles tildaban de cornudos a sus parejas y les decían y tú qué me das. En los periódicos se estableció la gran censura y la Bicha dominaba las editoriales y las grandes cadenas mediáticas donde incubaba sus huevos la serpiente. Hasta la tierra desconsolada parecía negarse a sí misma a girar sobre sus ejes iniciándose en ciertas partes de los cinco continentes amagos de movimiento al revés, un hecho que originaba terremotos y tsunamis. La palabra para definir el nuevo terror del milenario democrático era desolación. Tristeza. El odio movía a las naciones unas contra otras. Sin embargo, cerca del icono de las Lágrimas se oyeron aquel Viernes Santo dulces cánticos del ritual de Juan Crisóstomo y un diácono cantó la angelica de resurrección adelantándose un día a las proclamas de Resurrección. Estos cantos eran un grito de esperanza. Las voces esparcían una dulce monodia en griego, en arameo y en ruso. Accipiter las volvería a escuchar por Internet muchísimos años más tarde pero aquella noche del año 58 sonaban extrañas y maravillosas a sus oídos cuando al cabo de tres horas de caminata por la ciudad acompañando a los pasos el piadoso cortejo regresaba a la catedral y cruzado el peristilo ingresaba por la puerta de San Frutos. Los penitentes caminaban cerca de los tronos del Cristo de los Gascones, de la Piedad de San Millán y la Dolorosa de Santa Eulalia portando pesadas cruces a cuestas o arrastrando cadenas kilométricas de gruesos eslabones los cuales en contacto con el pavimento producían una sonoridad especial y característica de aquellas semanas santas. Entonces uno de los capuchones, el que llevaba la cruz más grande y descalzo caminaba con las cadenas más gordas de toda la procesión se le acercó y le saludó. No reconocía la cara ni los ojos bajo el capuz pero la voz le era familiar.

-Hola, gordo.

Reconoció a su amigo Antojito el amigo de la infancia, el hijo de Juan de la Juana, el que siempre iba de hábito y no se perdía ni triduo ni novena y solía acompañar a todas las innumeras procesiones que desfilaban por Segovia entreaño.

-Hola, Antoñito. Tú por aquí.

-Ya ves. Ha sido grandioso. Nuestra Señora de los siete Cuchillos estaba guapa a más no poder.

Se quitó el capirote y me besó. Lo propio hice yo aun teniendo que salirme de la fila pero ya muchos penitentes empezaba a adosar sus cruces sobre las baldas del enlosado y se quitaban las cadenas. Antojito tenía los tobillos hechos una laceria pero me confesó muy serio:

-Es un sacrificio que hago para que el Señor envié sacerdotes santos y operarios a su mes.

Era una frase hecha. Antojito aunque pase por maricón y todos se rieran de él y su padre el guardia civil le arrease sus buenas tundas era un buen cristiano. Un sufridor. Le echaban de todos los conventos. No pasaba la prueba de los noviciados pero él seguía terne en tus convicciones.

-Gracias.

-No me des las gracias, Accipiter, lo que sí que te pido es que me invites a la gala de tu primera misa.

Quedé un tanto consternado porque el besamanos del cantamisa estaba demasiado lejos y yo era tan crédulo, tan inocente. Pero cuando se me ordenó de diacono ortodoxo en Londres me acordé de mi amigo Antojito que murió hace unos pocos años en un asilo abandonado de todos. Seguramente que Cristo no le abandonó y estará en la Gloria asistiendo a todos los triduos, a todas las procesiones y novenas que se celebren en el Cielo que ya serán unas cuantas. De regreso al seminario casi de madrugada vimos a su padre el señor Juan el portero del seminario, el padre de Antojito, sentado en su telonio, como si tal cosa. Hacía un crucigrama del YA y se había leído de cabo a rabo el Adelantado de Segovia. El rector, algo conmovido, le preguntó no se me olvida que porqué no había echado el cierre y se había ido a la cama ya.

-No se preocupe, señor rector, yo estoy muy acostumbrado a pelar guardias. No he hecho otra cosa en mi vida de servicio: pelar guardias y arrear por los caminos con el mosquetón. Esto es mucho más llevadero-

Así habló el cabo de la guardia civil jubilado el padre de mi amigo Antojito.