MARTÍN BORMANN
El mundo fue creado por dios pero es gobernado por el diablo. Así lo creía Lutero cuando compuso un himno que aun se canta en las iglesias protestantes “und wenn die Welt voll Teufel wär”. El ex fraile agustino nos previene en sus estrofas contra la venida del reino de la Bestia Das Reich. ¿Qué Reich? Lo cita Martín Bormann el gran secretario de Hitler en sus cartas a su esposa Gerda. Estas epístolas unas trescientas desde enero de 1943 hasta el 2 de mayo de 1945 son un referente para conocer el mundo de miedo y de intrigas que acompaña al hundimiento del régimen hitleriano. Fueron escritas en medio del estruendo de los bombardeos aliados contra la Cancillería. La metralla abría embudos en la Wilhemstrassse y sembraba de cristales rotos y de polvos las habitaciones y pasillos de la Cancillería. El mundo en manos del Maligno. Lutero lo había dicho: “Os podrán arrebatar vuestros campos y propiedades, violarán a vuestras mujeres, se llevarán a vuestros hijos pero el Reino, das Reich, siempre será vuestro. Es el ocaso de los dioses”. Estas cartas deberían ser orquestadas con música de fondo de Wagner. Las escribe el hombre que más cerca estuvo del Führer en sus últimos días: “una victoria de los bolcheviques y de los americanos no sólo significarían el exterminio de nuestra raza sino también todo aquello que creó nuestra cultura y nuestra civilización. En lugar de música regional y canto gregoriano las masas bailarán al ritmo del jazz y el rock se convertirá en el opio de las juventudes. El arte de la literatura y de los valores estéticos dará paso a la pornografía. Escritores y periodistas que se desvíen de las directrices de la verdad oficial proclamada por el Poder serán proscritos o asesinados. El triunfo de los judíos llenará la tierra de tiranos porque en el alma de todo judío criminal hay un déspota, y un inquisidor”.
Fluye la pluma del edecán de Hitler contando cándidamente lo que acontecía en su entorno mientras el régimen se derrumbaba. Los rusos habían cruzado el Oder y se encontraban a las puertas de Berlín. Venían destruyendo, incendiando, violando, asesinando. Se escuchaba la macabra música de los organillos de Stalin. Teufel. El diablo moraba en Cantillana. Confidencias a su legítima que le había dado nueve hijos. Gerda se sentía tan nacional socialista que no temía a los “cuernos”; incluso aplaude la decisión de su marido de tener una querida. Hay que hacer hijos para el Reich. Martín esperaba los paquetes que le enviaba Gerda desde Munich pero con frecuencia estos no llegaban. Las vías férreas estaban cortadas. El gauletier debía de tener problemas con la bebida y se jacta en bastantes de sus misivas de no haber probado una gota de alcohol cuando todos en las reuniones de la cancillería estaban borrachos. El estado mayor bebía para olvidar. Se vivía angustiosa y peligrosamente: “Tenemos un auto tanque que nos proporciona agua para cocinar y para lavarnos. Los carros e combate rusos rodaban hacia la Puerta de Brandenburgo después de haber entrado en Budapest a sangre y fuego. Dos divisiones perecieron en Hungría y de nueve mil hombres sólo sobrevivieron apenas un centenar… en Budapest el gauletier se ha suicidado… muchos en Berlín comienzan a estar nerviosos en vista de las atrocidades cometidas por los soviéticos. Esto no es de extrañar pero es de deplorar. Los de Stalin se comportan con nosotros como bestias infernales”.
En 1945 Acababa Bormann de cumplir 45 años. Le dice a su esposa que sueña con regresar a Meckleburgo cuando acabe todo esto y dedicarse a la agricultura, recorrer los caminos rurales, escalar montañas. Gerda acababa de parir mellizos. Moriría en Viena en 1946 arrepentida de las creencias anticristianas del nazismo. El hijo mayor de los Bormann se ordenaría sacerdote jesuita. El gauletier hombre sencillo aunque descrito como brutal por otros miembros del circulo mágico — Goebbels, Himmler, Speer, Eva Braun — se transfigura en sus profesiones de adhesión a Hitler. Era un hombre sencillo, perfecto burgués de costumbres turinarias, algo posesivo e inseguro, preocupado por adelgazar e inquieto a por su salud a causa de la vida sedentaria. Encabeza las cartas a Gerda con registros como “corazón mío” o “mamaíta”. Escribe con clarividencia, puntualidad y sin pretensiones librescas. “Me parece increíble que un puñado de judíos haya transformado el mundo sumiendo a Germania en una guerra de exterminio. Luchamos contra tres potencias que en realidad se engloban en una sola. Son las tres caras de la bestia sin rostro: Wall Street, la City de Londres y el Kremlin”. La primera guerra mundial fue el primer triunfo mundial del sionismo que hundió a Alemania. Le faltó saber que los judíos alemanes y suizos fueron los que auparon a Hitler al poder. Las misivas son cartas de amor y un dietario en el cual resplandecen las confesiones de un burócrata hastiado de las intrigas del círculo mágico del gran jefe (el odio y las prevenciones contra los militares de Bormann se exacerban a resultas del atentado fallido del 20 de julio de 1944 del general Stauffenberg que puso una bomba debajo de la mesa de la presidencia desde donde debía hablar el Führer) que añora la vuelta a un lugar de provincias en Sajonia para dedicarse a la vida del campo con su mujer. Lo que nunca pudo ser. Martín pereció en un enfrentamiento con los rusos cuando trataba de abrirse paso en una fuga hacia Berlín. Nadie encontró su cadáver lo que daría especulaciones de todo tipo sobre todo que se había refugiado en Argentina. Teufel. La hora de la bestia. Martín Bormann luchó contra el diablo. Perdió la pelea.
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