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miércoles, 21 de noviembre de 2018

AMOR DE LOS AMORES. RICARDO LEÓN


Amor divino, amor humano mal de amores. Llama de amor vida. El alma busca ete4rnizarse en el otro, dicen que el amor es indestructible pero en realidad nadie sabe el amor qué es. Según Ricardo León amor de hombre acaba entre gusanos. Ricardo León juega a los dos niveles y a los dos contrasentidos sin sentido en esta novela mística. El alma del protagonista se fragua en el dolro. Nadie ha tratado con tanto calado el escabroso asunto del adulterio con tanto recurso psicológico en la literatura de la cual este malagueño es una de sus cumbres al menos dentro de la generación de postguerra y anteguerra y es preterido odiado y olvidado porque alza el velo de la verdad, descubre que el sistema parlamentario siempre trajo a España los odios, malquerencia, crispación y ernm definitiva la guerra civil. Las cosas no son tales y conforme nosotros soñamos. El escritor está en la obligación de buscar las claves del enigma. Esta es la piedra de tequie de su tensión creativa. En la naturaleza existe la estética pero el mundo carece de ética. No hay lógica en los amores. Fernando Villalaz es un hidalgo de rancio abolengo que es traicionado por su esposa Juana que tiene un romance con uno de los criados de la casa ducal. Fruto de tales amores nacer Fermín. Cuando descubre que no era suyo el mayorazgo que se había quedado ciego recupera milagrosamente la vista. La voz de la sangre le aconseja tomar venganza para lavar la culpa de la honra mancillada. En vez de eso toma la decisión Fernando Villalaz de dar todo cuanto tiene a los pobres (fincas, palacio, muebles, servidumbre) a los pobres y hacerse vagabundo en contra de los consejos delñ cura del pueblo y de sus amigos. Viene el desprendimiento y el desasimiento o despojo de todas las pompas y vanidades terrenales. Pocos literatos han conseguido con tanta pericia y golpes de efecto cuadrar este proceso que entre los ascetas de nuestro siglo de oro se denominan “dexamiento”. Los dejados o abandonados, los desprendidos, los que colgaban su ego en el perchero antes de entrar al templo y se adentraban cantando el himno de los gnósticos "Gnosce te ipse” sólo aspiraban a un objetivo: sufrir y padecer por Cristo para mejor imitarle. En la disciplina del camino de abrojos sólo se alcanza la puerta del paraíso por la vía estrecha. Dejando a un lado  fama, riquezas, nombradía, influencias, hedonismo fetichista. Hay en esta novela capítulos que chacen pensar en textos de San Juan de Dios, de san Juan de Ávila- preciosamente en Almodóvar del Campo lugar de las predicaciones de este santo al que llamaron apóstol de Andalucía sufre presidios y humillaciones y es asaltado por  ladrones- o santa Teresa de Jesús. El estilo es elevado y sublime. Ricardo León escribe muy bien aunque vaya a trasmano de lo que se lleva ahora. Toda una exquisitez literaria. Resucita palabras de la lengua castellana que estaban arrinconadas en el baúl de los recuerdos como: belezo (vajilla), runfla, espetera, tuera, amarga como la tuera, (coloquíntida, una planta que se cría en los campos de Albacete) vahear, zumbo, constrictor, vargueño, rusientes pupilas, alferecía, amaurosis por obsesión, urente, dulces ayeres, vete con tu pecado que yo me voy con mi afrenta, zumba, gorjeo, avizorar, zumbel. Báratro. Zahareño La palabra clave sobre la cual gira el argumento es el verbo desasirse renunciar porque toda en la vida es cárcel y hay que destrabarse de las celadas y esclavitudes del destino de nuestras pasiones. De bellas mentiras vivimos, hermano penitente. No oses robarle a la esfinge su secreto ni apagar le fuego sagrado de los dioses. Con todo y eso entonemos aquel himno de las procesiones del Corpus de nuestra infancia “Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor. Venid adoradores adoremos a Cristo Redentor” la melodía pertenece a los tiros órficos de nuestra religión eucarística

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