AMOR DE LOS AMORES. RICARDO LEÓN
Amor divino, amor humano mal de
amores. Llama de amor vida. El alma busca ete4rnizarse en el otro, dicen que el
amor es indestructible pero en realidad nadie sabe el amor qué es. Según Ricardo
León amor de hombre acaba entre gusanos. Ricardo León juega a los dos niveles y
a los dos contrasentidos sin sentido en esta novela mística. El alma del
protagonista se fragua en el dolro. Nadie ha tratado con tanto calado el
escabroso asunto del adulterio con tanto recurso psicológico en la literatura
de la cual este malagueño es una de sus cumbres al menos dentro de la generación
de postguerra y anteguerra y es preterido odiado y olvidado porque alza el velo
de la verdad, descubre que el sistema parlamentario siempre trajo a España los
odios, malquerencia, crispación y ernm definitiva la guerra civil. Las cosas no
son tales y conforme nosotros soñamos. El escritor está en la obligación de
buscar las claves del enigma. Esta es la piedra de tequie de su tensión
creativa. En la naturaleza existe la estética pero el mundo carece de ética. No
hay lógica en los amores. Fernando Villalaz es un hidalgo de rancio abolengo
que es traicionado por su esposa Juana que tiene un romance con uno de los
criados de la casa ducal. Fruto de tales amores nacer Fermín. Cuando descubre
que no era suyo el mayorazgo que se había quedado ciego recupera milagrosamente
la vista. La voz de la sangre le aconseja tomar venganza para lavar la culpa de
la honra mancillada. En vez de eso toma la decisión Fernando Villalaz de dar
todo cuanto tiene a los pobres (fincas, palacio, muebles, servidumbre) a los pobres
y hacerse vagabundo en contra de los consejos delñ cura del pueblo y de sus
amigos. Viene el desprendimiento y el desasimiento o despojo de todas las
pompas y vanidades terrenales. Pocos literatos han conseguido con tanta pericia
y golpes de efecto cuadrar este proceso que entre los ascetas de nuestro siglo
de oro se denominan “dexamiento”. Los
dejados o abandonados, los desprendidos, los que colgaban su ego en el perchero
antes de entrar al templo y se adentraban cantando el himno de los gnósticos
"Gnosce te ipse” sólo aspiraban
a un objetivo: sufrir y padecer por Cristo para mejor imitarle. En la
disciplina del camino de abrojos sólo se alcanza la puerta del paraíso por la
vía estrecha. Dejando a un lado fama,
riquezas, nombradía, influencias, hedonismo fetichista. Hay en esta novela capítulos
que chacen pensar en textos de San Juan de Dios, de san Juan de Ávila- preciosamente
en Almodóvar del Campo lugar de las predicaciones de este santo al que llamaron
apóstol de Andalucía sufre presidios y humillaciones y es asaltado por ladrones- o santa Teresa de Jesús. El estilo
es elevado y sublime. Ricardo León escribe muy bien aunque vaya a trasmano de
lo que se lleva ahora. Toda una exquisitez literaria. Resucita palabras de la
lengua castellana que estaban arrinconadas en el baúl de los recuerdos como:
belezo (vajilla), runfla, espetera, tuera, amarga como la tuera, (coloquíntida,
una planta que se cría en los campos de Albacete) vahear, zumbo, constrictor,
vargueño, rusientes pupilas, alferecía, amaurosis por obsesión, urente, dulces
ayeres, vete con tu pecado que yo me voy con mi afrenta, zumba, gorjeo, avizorar,
zumbel. Báratro. Zahareño La palabra clave sobre la cual gira el argumento es el
verbo desasirse renunciar porque toda en la vida es cárcel y hay que
destrabarse de las celadas y esclavitudes del destino de nuestras pasiones. De bellas
mentiras vivimos, hermano penitente. No oses robarle a la esfinge su secreto ni
apagar le fuego sagrado de los dioses. Con todo y eso entonemos aquel himno de
las procesiones del Corpus de nuestra infancia “Cantemos al amor de los amores,
cantemos al Señor. Venid adoradores adoremos a Cristo Redentor” la melodía
pertenece a los tiros órficos de nuestra religión eucarística
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