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viernes, 18 de enero de 2013

LOS SOLDADOS RUSOS ESTRENARÁN CALCETINES. SETENTA AÑOS DE STALINGRADO


PORTIANKI. LXX ANIVERSARIO DE STALINGRADO

 

Lo primero que enseñan los cabos a los reclutas antes que manejar el fusil es ponerse los portianki peales de lienzo y algodón impenetrables al barro y a la nieve, que evitan la congelación en las bajas temperaturas y refrescan el sudor en la canicular. Se enrollan al tobillo y los huesos del pie, son cómodos y previenen contra las rozaduras. Es una costumbre eslava asimilada del mundo romano, las famosas “cáligas” de las legiones. En la armada rusa se instituyeron al reinado de Pedro el Grande.

 En Castilla también se utilizaban debajo de las abarcas y de ahí viene el dicho que cuando uno está mayor no puedes no con los piales. Los zapateros y los sastres del zar eran unos auténticos artistas muy prácticos en la obra prima.

Los rusos les ganaron la guerra a los alemanes porque utilizaban chupas acolchadas y calzaban los portianki debajo de las portentosas walenki o los famosos botos rusos. Me contó uno que estuvo en la división azul que la Wehrmacht no solía en el frente ruso cometer ningún acto de pillaje pero cuando encontraban a un cadáver en las lineas enemigas le quitaban los walenki porque eran mucho más cómodos para andar por la nieve y el próximo 23 de enero se cumplen el septuagésimo aniversario de la capitulación de Stalingrado por el general Von Paulus.

Hitler perdió la guerra cuando sonaron los tambores de Stalingrado. Nada puedo decir que no se haya dicho sobre una de las mayores batallas de la historia de la guerra. Los tanques de Gueridan que habían avanzado victoriosos hasta Moscú allí no sirvieron de nada y los soviéticos contaban con una aviación poderosa y munición prevenida por Roosevelt, además de combatir en su propio territorio.

El ejército ruso embolsó a las divisiones de la Wehrmacht a orillas del Volga. Una auténtica carnicería fue el escenario de aquella batalla que no volverá a repetirse nunca porque ahora los estados mayores no optarían por una lista de bajas (60000 muertos) tan descomunal. Los rusos demostraron su valor, su arrojo y los Hans, los Dieter, los pobres soldaditos que defendían cada edificio casa por casa dieron al mundo una lección de poliorcética, espíritu de sacrificio y de pundonor militar pese al error y megalomanía de Hitler que allí excavó su tumba y la de millones de alemanes.

Sólo se me ocurre rezar un responso, al recordar tan tristes episodios que son verdaderas páginas copiadas del Libro del apocalipsis en aquel invierno del 43 del pasado siglo, que fue un infierno, el más crudo en dos siglos, por los caídos de ambos ejércitos. Un dato a tener en cuenta: la caballerosidad de los vencedores que respetaron la vida de los vencidos después del huracán de fuego. Los alemanes supervivientes fueron tratados como prisioneros de guerra con arreglo a las convenciones de Ginebra. Y tras diez años de cautiverio pudieron regresar a la patria germana. En Volgogrado se enfrentaron dos ejércitos formidables que conocían las leyes de guerra y los códigos militares. Fue una más que una confrontación una verdadera epopeya por ambos contendientes. Slaba y pokoinitsa. Descansen en paz. Otra lección más que nos ha dado la historia. Putin al sustituir la portianka por los calcetines de lana también ha tenido un gesto. Misterios del alma rusa. Y mucho ojo: Rusia se está armando con los mejores aviones y la mayor tecnología. El Kremlin trata de pertrecharse a repeler cualquier ataque de la OTAN por ejemplo. El estado hebreo no lo iba a pasar bien y las ciudades de la costa oeste americana tampoco. Dios no lo permita. Si hay otro fregao habría de ser nuclear. Pocos conocen la capacidad de resistencia del pueblo ruso. No son warmongers. Un aviso a navegantes. Los reclutas de las divisiones acorazadas de sus fuerzas armadas van a estrenar calcetines. Hasta la presente sólo gastaban polainas. Algo es algo

 

 

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