PORTIANKI. LXX ANIVERSARIO DE
STALINGRADO
Lo primero que enseñan los
cabos a los reclutas antes que manejar el fusil es ponerse los portianki peales
de lienzo y algodón impenetrables al barro y a la nieve, que evitan la
congelación en las bajas temperaturas y refrescan el sudor en la canicular. Se
enrollan al tobillo y los huesos del pie, son cómodos y previenen contra las
rozaduras. Es una costumbre eslava asimilada del mundo romano, las famosas
“cáligas” de las legiones. En la armada rusa se instituyeron al reinado de
Pedro el Grande.
En Castilla también se utilizaban debajo de
las abarcas y de ahí viene el dicho que cuando uno está mayor no puedes no con
los piales. Los zapateros y los sastres del zar eran unos auténticos artistas
muy prácticos en la obra prima.
Los rusos les ganaron la
guerra a los alemanes porque utilizaban chupas acolchadas y calzaban los
portianki debajo de las portentosas walenki o los famosos botos rusos. Me contó
uno que estuvo en la división azul que la Wehrmacht no solía en el frente ruso
cometer ningún acto de pillaje pero cuando encontraban a un cadáver en las
lineas enemigas le quitaban los walenki
porque eran mucho más cómodos para andar por la nieve y el próximo 23 de enero
se cumplen el septuagésimo aniversario de la capitulación de Stalingrado por el
general Von Paulus.
Hitler perdió la guerra
cuando sonaron los tambores de Stalingrado. Nada puedo decir que no se haya
dicho sobre una de las mayores batallas de la historia de la guerra. Los
tanques de Gueridan que habían avanzado victoriosos hasta Moscú allí no
sirvieron de nada y los soviéticos contaban con una aviación poderosa y
munición prevenida por Roosevelt, además de combatir en su propio territorio.
El ejército ruso embolsó a
las divisiones de la Wehrmacht a orillas del Volga. Una auténtica carnicería
fue el escenario de aquella batalla que no volverá a repetirse nunca porque
ahora los estados mayores no optarían por una lista de bajas (60000 muertos)
tan descomunal. Los rusos demostraron su valor, su arrojo y los Hans, los
Dieter, los pobres soldaditos que defendían cada edificio casa por casa dieron
al mundo una lección de poliorcética, espíritu de sacrificio y de pundonor
militar pese al error y megalomanía de Hitler que allí excavó su tumba y la de
millones de alemanes.
Sólo se me ocurre rezar un
responso, al recordar tan tristes episodios que son verdaderas páginas copiadas
del Libro del apocalipsis en aquel invierno del 43 del pasado siglo, que fue un
infierno, el más crudo en dos siglos, por los caídos de ambos ejércitos. Un
dato a tener en cuenta: la caballerosidad de los vencedores que respetaron la
vida de los vencidos después del huracán de fuego. Los alemanes supervivientes
fueron tratados como prisioneros de guerra con arreglo a las convenciones de
Ginebra. Y tras diez años de cautiverio pudieron regresar a la patria germana.
En Volgogrado se enfrentaron dos ejércitos formidables que conocían las leyes
de guerra y los códigos militares. Fue una más que una confrontación una
verdadera epopeya por ambos contendientes. Slaba
y pokoinitsa. Descansen en paz. Otra lección más que nos ha dado la
historia. Putin al sustituir la portianka por los calcetines de lana también ha
tenido un gesto. Misterios del alma rusa. Y mucho ojo: Rusia se está armando
con los mejores aviones y la mayor tecnología. El Kremlin trata de pertrecharse
a repeler cualquier ataque de la OTAN por ejemplo. El estado hebreo no lo iba a
pasar bien y las ciudades de la costa oeste americana tampoco. Dios no lo permita.
Si hay otro fregao habría de ser nuclear. Pocos conocen la capacidad de
resistencia del pueblo ruso. No son warmongers. Un aviso a navegantes. Los reclutas
de las divisiones acorazadas de sus fuerzas armadas van a estrenar calcetines. Hasta la presente sólo gastaban polainas. Algo
es algo
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