CLARIN UN ESCRITOR
CRISTIANO DESDE LA CONTESTA
Releo a Clarín estos días de heladas lunas de enero cuando
se está bien al fuego y crepitan los recuerdos. El cristianismo-dice-es bello
porque es triste y poético, hecho que se
refleja en el paso de las estaciones a través de la epacta y el antifonario
para las cuatro partes del misal y del breviario.
Los trabajos y los
días de Hesiodo lo trasladan los escritoristas al martirologio y cada día tiene su afán y 24 horas más cerca de
la eternidad. Tristeza e impasividad del santoral. Echo un vistazo al
calendario zaragozano que tanto me gusta.
Belleza de las
iglesias melancólicas, soledad y el son de las campanas, luces del lampadario y
ese olor característico que tenían los antiguos templos en España, pátina de
los siglos, nos dice el autor cristiano que el cristianismo al exaltar a los
débiles es una protesta contra las leyes de la naturaleza donde predomina y se
impone el más fuerte.
Clarín posee el don
de lo inefable que permite acercarnos a la estética sublime del cristianismo
aunque él criticase al Vaticano y no fuese santo de devoción de los rapavelas y
meapilas de Vetusta.
Aunque fustigara al
clero las páginas de sus libros están trufadas de melancólicas descripciones de
curas de aldea ignorantes pobrecitos de misa y olla que no poseían la malicia y
la soberbia de los curiales campanudos y ambiciosos. Leáse don Fermín de Pas,
el magistral de la regenta. Sus cuentos son como melodías que vibran con las
pulsiones de la naturaleza asturiana y nos traen pulsiones de un ayer
desaparecido en medio de un estilo mordaz y a la vez tierno.
Sus párrafos parecen
tener música. Es esa cadencia, ese son melodioso del acento astur que le corona
como uno de los grandes escritores de nuestra lengua. En ADIOS CORDERA el mejor
cuento del idioma el mal (la política, la guerra, el Rey, el tren de quintos
que contaminará aquellos valles con bocanadas de humo del progreso y se llevará
a Tinín para siempre ) se conjugan con el bien (la vaca abuela que salen a llindar los dos hermanos Tinín y Rosa,
la sebe, la casería, el sonido de los cables del teléfono, la infancia
maravillosa, la aldea perdida en Guimarán, la dulce inocencia)
Sin embargo la vida es un
ejercicio en la cuerda floja del destino un constante equilibrio entre fuerzas
opuestas. De esta conjugación de tesis y de antítesis nace la armonía. Un solo
sonido no puede ser armónico, alegan los músicos. Nos transformaría en una
melopea monocorde. El arte de Clarín recuerda un poco al del violinista, uno
está leyendo los CUENTOS MORALES y es como si sollozase un violín por ahí en
eso debajo del hórreo y como si Doña Berta estuviera cogiendo manzanas en un
cesto abajo en la huerta. Leer a esta autor es para mí como volver a una visión
de la aldea perdida
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