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jueves, 17 de enero de 2013

DULCE CLARIN


CLARIN UN ESCRITOR CRISTIANO DESDE LA CONTESTA

 

Releo a Clarín estos días de heladas lunas de enero cuando se está bien al fuego y crepitan los recuerdos. El cristianismo-dice-es bello porque es triste y poético, hecho que  se refleja en el paso de las estaciones a través de la epacta y el antifonario para las cuatro partes del misal y del breviario.

 Los trabajos y los días de Hesiodo lo trasladan los escritoristas al martirologio y  cada día tiene su afán y 24 horas más cerca de la eternidad. Tristeza e impasividad del santoral. Echo un vistazo al calendario zaragozano que tanto me gusta.

 Belleza de las iglesias melancólicas, soledad y el son de las campanas, luces del lampadario y ese olor característico que tenían los antiguos templos en España, pátina de los siglos, nos dice el autor cristiano que el cristianismo al exaltar a los débiles es una protesta contra las leyes de la naturaleza donde predomina y se impone el más fuerte.

 Clarín posee el don de lo inefable que permite acercarnos a la estética sublime del cristianismo aunque él criticase al Vaticano y no fuese santo de devoción de los rapavelas y meapilas de Vetusta.

 Aunque fustigara al clero las páginas de sus libros están trufadas de melancólicas descripciones de curas de aldea ignorantes pobrecitos de misa y olla que no poseían la malicia y la soberbia de los curiales campanudos y ambiciosos. Leáse don Fermín de Pas, el magistral de la regenta. Sus cuentos son como melodías que vibran con las pulsiones de la naturaleza asturiana y nos traen pulsiones de un ayer desaparecido en medio de un estilo mordaz y a la vez tierno.

 Sus párrafos parecen tener música. Es esa cadencia, ese son melodioso del acento astur que le corona como uno de los grandes escritores de nuestra lengua. En ADIOS CORDERA el mejor cuento del idioma el mal (la política, la guerra, el Rey, el tren de quintos que contaminará aquellos valles con bocanadas de humo del progreso y se llevará a Tinín para siempre ) se conjugan con el bien (la vaca abuela que salen a llindar los dos hermanos Tinín y Rosa, la sebe, la casería, el sonido de los cables del teléfono, la infancia maravillosa, la aldea perdida en Guimarán, la dulce inocencia)
Sin embargo la vida es un ejercicio en la cuerda floja del destino un constante equilibrio entre fuerzas opuestas. De esta conjugación de tesis y de antítesis nace la armonía. Un solo sonido no puede ser armónico, alegan los músicos. Nos transformaría en una melopea monocorde. El arte de Clarín recuerda un poco al del violinista, uno está leyendo los CUENTOS MORALES y es como si sollozase un violín por ahí en eso debajo del hórreo y como si Doña Berta estuviera cogiendo manzanas en un cesto abajo en la huerta. Leer a esta autor es para mí como volver a una visión de la aldea perdida

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