Holocausto serbio. Los pecados mortales de la iglesia. Una
mancha en los pontificados de pio doce y de j. pablo segundo
El reciente indulto por la corte de la Haya a dos generales
croatas genocidas en la guerra de kosovo en 1991 y del carnicero de Tirana el
albanés Rumush Haradnaj vuelve a poner contra las cuerdas la justicia. Dura lex
sed lex pero sólo para los vencidos. Yo estaba pegado a la radio la noche en
que los americanos, ingleses y aviones de la coalición otanista bombardearon
Belgrado. Sentí horror y vergüenza casi de ser español porque en mi país la
prensa y la opinión se decantó por el lado de los turcos kosovares y los
enviados especiales como Pérez Reverte hacían lírica con los nombres de
Sarajevo. No se nos contó que en la gran desbandada y huida hacia Belgrado de
los habitantes de Kosovo y Metopia la soldadesca muslímica entró a saco en las
aldeas abandonadas. Las pocas ancianas que quedaron por no poder huir hacia el
norte fueron violados en nombre del Profeta. Es la misma táctica que utilizó
Almanzor cuando encauzaba sus razzias de primavera Castilla arriba en tiempos
de la reconquista, tierra quemada. Pegar fuego a lo que encontraran a su paso,
violar hembras, y si capturaban a una moza la llevaban a los harenes de
Córdoba. En el caso de Serbia, Bulgaria y Rumania las cristianas poblaban las
habitaciones privadas del gran bajá. Poco dijeron nuestros cronistas de esta
infamia. Llovía sobre mojado porque el holocausto yugoslavo ha sido barrido
debajo de la alfombra. En los años 40 el gobierno títere de Tuchman el croata
ante la estupefacción de sus patrocinadores italianos y alemanes realizaron una
limpieza étnica. Más de un millón de serbios fueron liquidados por las famosas
escuadras ustashes de los croatas pro hitlerianos, unos 200000 fueron obligados
a la fuerza a abrazar la fe católica, 70000 judíos y 20000 gitanos fueron
remesa de los trenes de la muerte con destino a los KZ. En fin un horror. El cardenal
de Dubrojnik monseñor Stepinac que fue apresado por los hombres de Tito y
después liberado no movió un dedo ante el cainismo de aquellos creyentes a los
que obispaba; es más: fue beatificado por el papa Juan Pablo II el cual – un
pecado imperdonable en un pontífice- secundó el plan norteamericano de la
balcanización de Yugoslavia tras la muerte de Tito. Y el propio Pío XII egregia
figura y eximio gigante del pontificado pareció condonar aquellos crímenes.
Convendría sanitar la historia. Billy tomó su fúsil y Caín mató a Abel. No en
vano yo me atreví a escribir seminario
vacío los pecados mortales de la iglesia. El dulce Jesús ha sido
tergiversado y distorsionado por no pocos eclesiásticos que utilizan el evangelio
como escudo para dar cobertura a su ansia de poder. Es el pecado de soberbia,
la lujuria, la avaricia llegan después. Roma debería pedir perdón pero se
encastilla en su derecho de primogenitura y esta obcecación no es sólo piedra
de escándalo para los creyentes que aún recuerdan los desmanes de las cruzadas
y el saqueo de Constantinopla en 1294 sino que ha cerrado el camino al
ecumenismo. Para mí es un consuelo que después de las masacres hayan surgido
voces tan maravillosas como la de Dvina Ljubobich. EL Señor escribe al derecho
con tuertos renglones, como dijo santa Teresa
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