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jueves, 18 de noviembre de 2010

EL CABALLO DE TROYA

Comentarios a la Eneida




Me veo labentisibus annis uncido al Raimundo de Miguel que era un libro gordo y que había comprado yo a un tal Rincón, de Revenga, cuya familia era tan pobre que no tenía para comer y tuvieron que vender el diccionario, mal impreso pero un tremendo lexicon. A través de sus gastadas páginas mal impresas pero de contenido inigualable me inicié en la latinidad.

El estudio era un salón corrido enorme en tiempo de silencio. Sentado en la mesa de la gran aula estaba vigilando el presidente don Eloy acodado ojos de Argos en la mesa rostral. En la cátedra de pino, donde se sentaba el presidente, lucían los signos episcopales: una mitra con ínfulas y un báculo y una cruz aspados como un quiasmo retórico. El báculo y la cruz se cruzaban en sotuer.

A diestra tras las almenas de la muralla se dibujaba la escenografía fantástica guadarrameña de la Mujer Muerta cubierta de un manto de nieve. De frente sobre el tejado de la torre románica de San Sebastián crotoraban y machacaban el ajo las cigüeñas.

Don Eloy escudriñaba nuestro quehacer como si del mismo Gran Hermano se tratara. Si alguno quebrantaba el silencio reglamentario decía Chist.

Y si persistían en su renuente verborrea de cuchicheos, si seguían dándole a la sinhueso, bajaba del estrado y arreaba a los culpables sendos solemnes sopapos o les colocaba delante coram pópulo de rodillas o con los brazos en cruz o les echaba del estudio que era lo peor porque en ese caso los infractores se quedaban sin merendar. Se sentía el vuelo de una mosca.

En un cuaderno iba yo con aplicación apuntando las palabras latinas y su traducción al romance. Lo más duro era bregar con el hipérbaton porque Virgilio sabía manejar mejor que nadie todos los tropos y recursos que posee al alcance de un escritor la retórica (zeugmas, tmesis, silepsis, sinécdoques, quiasmo, polisíndeton, asíndeton, pleonasmo, perífrasis, paranomasias, metonimias, onomatopeyas, lítotes, hipálages, hendiadis, hapax, epanadiplosis, enálages, anástrofes, anáforas, etc) y utilizaba los tropos como dardos que oscurecían la idea y enmarañaban el hipérbaton para conseguir un efecto literario brillante.

Gracias a nuestro profesor Valeriano Pastor supe lo que era un oximoron: figura que consiste en poner en relación una palabra con otra de significado contrario, Vg.: meliflua voz la del sapo, una contradicción porque el corar de una rana jamás pudiera ser calificada como agradable. Como la vida misma. Sensata locura de los santos borrachos y de las pecadoras virtuosas o la dulce amargura del vino. Me lanzaba a la lucha por la existencia en medio de un mar de contrastes. ¿Me ahogaría? Amaba la literatura y ésta me daría calabazas. Luego supe que el doctor melifluo sería un poco maricón. Velábamos en aquel estudio las armas de un gran idealismo.

-No te rompas la crisma, Accipiter, con tus idealismos: Las mujeres son todo cañerías.

-Pero, hombre, Mig, yo quiero ser caballero andante. Salgo al campo a la búsqueda de mi Dulcinea.

¿Quién no se enamoró de Helena de Troya traduciendo a Homero? Sin embargo, fue ella la causante de todo aquel pitote y mis sueños misioneros se derrumbaron en parte cuando me dijeron que la Virgen era Rea, que Júpiter el padre eterno, y que los santos intercesores dioses menores del Olimpo cristiano. Sin embargo, la iniciación a la mitología nos volvió fervorosos y buenos cristianos. Me enseñó a amar a la patria, a la familia y que la religión ha de ser pública y una parte del mismo estado. Ahora todos nos hemos vuelto descreídos, irreligiosos, laicos y aquí todos van a los suyo, incluso los curas por más que los obispos católico no se hayan cortado las ínfulas de sus mitras, tampoco la coleta. El humanismo de los clásicos nos enseñó a discernir entre religión y poder. Una iglesia sin estado carece de sentido de la misma forma que al revés. Sin embargo, los católicos siguen sin hacernos caso. Peor para ellos.

Yo entonces no comprendía el sentido de aquellas idas y venidas de Eneas a Troya al no estar entrañado con los misterios eleusinos pero aquel latín tenía algo de mágico. Su hechizo me unió al yugo de la literatura y del mundo de la belleza de por vida. Han pasado muchos años más de medio siglo y vuelvo a leer la Eneida con la unción de un texto sagrado.

Lo que entonces no comprendía se me muestra como algo patente y es ese oximoron de la existencia, de la religión, de la política, del amor, del matrimonio. Por ende, la figura del mantuano ante mis ojos se agiganta.

Entendí que sus descripciones maravillosas – es un escritor corográfico, Virgilio no crea mundos, los describe y los contrasta tienen todas ellas una clave braquigrafía, un mensaje críptico que nos hace comprender a los hombres en su afán por construir caballos de Troya. La mentira y el engaño son armas de futuro y sus virtuosos-los malos y este es otro oximoron- son los que medran.

Existía una profecía según la cual la ciudad de Troya cuya existencia fue evidente a resultas de las excavaciones que hizo el arqueólogo a Schliessing en Turquía- sólo podía ser destruida mediante engaño.

Así lo había pronosticado la sibila Casandra pero los troyanos no le hicieron caso, se dedicaron a comer a beber y a cuidar de sus negocios particulares en lugar de los de la republica. La trama es muy simple. Los aqueos construyen una máquina de guerra e introducen sus mejores hoplitas que se introducen dentro de la panza formidable del artilugio. Los arcontes debaten qué se hará y en la reunión surgen voces favorables a meter dentro de las murallas la inmensa mole. Mas Laoconte sacerdote de Apolo manda esperar y lanza su lanza contra la barriga del caballo de madera. La jabalina vibra en el aire y rebota contra la madera exhalando un sonido grave a hueco. Era de madera de arce o acebuche.

Llega un pelotón de soldados trayendo a un prisionero que acaban de hacer al enemigo. Se trata de Sinon, el pérfido Sinon, uno de los jefes aqueos que se dejó capturar para parlamentar con los súbditos de Príamo. Él les cuenta la patraña de que los griegos lo habían abandonado tras haber consultado los augurios que decían que era imposible tomar la ciudad y que aquel artilugio había descendido de los cielos.

Era un aviso celeste de que si lo introducían intramuros Troya sería el Olimpo de los dioses en adelante. Laoconte no se fía, se viste de pontifical con las celebres vittas o ínfulas de los sacerdotes de Júpiter, se cala la cidaria que era como una mitra y consulta los oráculos.

En ese momento surgen dos serpientes de la mar que estrangulan a Laoconte entre sus arillas. Muere entre convulsiones de dolor. Acto seguido se procede porque la resistencia que oponía el sacerdote de Júpiter al equino más famoso de la historia de la humanidad era un signo de que no contaba con la aquiescencia de los dioses y deciden incrustarlo adentro.

Para ello tendrán que derribar parte de las murallas y arrastrarlo calzándolo con rodillos. Por la noche cuando los troyanos dormían el vino de las celebraciones saltan los guerreros aqueos desde la panza de la maquina de guerra y matan a gran numero de sus habitantes incendiando sus casas y palacios violando a sus mujeres y matando a sus niños. La sibila Casandra había acertado en sus vaticinios pero para su mala suerte condenaron a esta divina a profetizar siempre la verdad para no ser creída porque, habiendo sida requerida de amores por el padre de los dioses ella se resistió a sus encantos.

Laoconte es devorado a mordiscos de las hidras marinas. Los versos de la Eneida suenan como golpes de hacha. Se abre la barriga de Leviatán y los agresores desde fuera y desde dentro invadent urbem, somno vinoque sepultam. Es decir que los troyanos incautos dormían la mona y entran en la ciudad alegre confiada a viña vendimiada.

Va a morir una civilización y ese mensaje de la eneida a muchos españoles nos suena. De poco servirán las valientes proclamas audaz Eneas; ciñe las armas y se lanza a la pelea aun a sabiendas de que las posibilidades de victoria eran nulas.

Su mujer Creusia le disuade y entonces el héroe decide abandonar Troya llevando a su padre Anquises a cuestas y a su hijo Julo de la mano. Los dioses habían mostrado su disfavor con los protagonistas de este gran poema. A Anquises le había privado de la virilidad por un fútil motivo. Harto de vino el padre de Eneas se había jactado de haber tenido un lío con la propia diosa Venus y Júpiter que era tan misericordioso como vengativo condenó al pobre mortal a la impotencia.

Creusia se pierde entre las llamas. Eneas vuelve en su búsqueda pero solo encuentra su sombra que le aconseja- escena de gran patetismo- huir hacia las Hespérides donde va a tomar por mujer a Lavinia y esa es a grandes rasgos la trama de la Eneida que es la historia de un fracaso, de la destrucción de una ciudad, del desplome de una civilización.

Entremedias, he vuelto a familiarizarme con los conceptos y recursos retóricos de los versos virgilianos que parecen música. Con los subjuntivos yusivos, el infinito histórico, los ablativos absolutos, los dativos de dirección, los verbos de movimiento y otros intríngulis de la lengua del Lacio como es el manejo del gerundivo y enredado mis dedos entre las crines flagrantes del caballo de fuego del Apocalipsis y he comprendido cosas que entonces no entendía pues era un niño ni había paladeado el néctar margo (otro oximoron) de la existencia.

El poema es de otra parte una buena composición de lugar para entender la espiritualidad romana que era una religión doméstica un culto practico que se escondía en los penetrales de la casa donde había iconos o estuatillas de varias deidades clasificadas en lares, lemures y penates alineadas en el lectisternio en una mesa colmada de manjares. La casa, la familia era el sancta sanctorum y constaba de un atrio, un cavaedium o patio interior, un peristilo de columnas. Tambien constaba de otras estancias para almacenar el agua de lluvia, el impluvium y el compluvium. Las casas castellanas con su pozo y su patio en el centro son un remedo de este manor o lugar de los manes sagrados tan importantes para los romanos. Luego había una religión oficial oficiada por los pontífices y los sacerdotes de Apolo, Júpiter, Minerva en la que honraba a Cibeles o magna mater deorum, la madre de los dioses. Celebraban sus sacrificios cruentos con unos ornamentos especiales en los destacaban las ínfulas o viras.

Nuestros obispos se parecen un poco en esto (zeugis) a sus antepasados. Nadie podía tocar los ornamentos so pena de sacrilegio. Y en todas las casas solía plantarse un laurel o un ciprés símbolo de eternidad.

Virgilio nos da noticias de cómo era la guerra en aquel entonces. Se asaltaban las murallas con tropas de infanterías cubiertos con sus propios escudos (testudo) y era costumbre el degüello de los enemigos. Se solía perdonar la vida a las mujeres que eran violadas y luego arrastradas a los gineceos como esclavas y a los niños. Si eran fuertes podían ser elegidos para el circo o el anfiteatro como gladiadores. Un contraste de la civilización romana.

Los que predicaban la justicia, la Pietas, la humanitas y la paciencia cuando tomaban una ciudad enemiga eran acérrimos y no mostraban misericordia con el vencido. Se les aplicaba la dura lex sed lex del Derecho Romano. Nuestras costumbres, nuestra religión y nuestros códigos barrieron con ellos. Es no sólo conveniente sino aconsejable repasar la Eneida.



17/11/2010

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