La olvidada historia del general Ben Mizzian, el marroquí que salvó la vida a Franco
Apadrinado cuando era un niño por Alfonso XIII, el rifeño combatió en la Guerra Civil y fue el único marroquí que alcanzó el generalato en el Ejército español del periodo franquista
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La crudeza de las guerras de carácter colonial que efectuó España en el Norte de África a principios de siglo XX dio lugar a una relación de amor odio entre el Ejército español y Marruecos. Fueron muchos los soldados marroquíes que lucharon en el bando español y que, como Mohamed Mizzian, avanzaron hasta lo más alto de la escala militar.
Hijo de Mohamed Ameziane (llamado por los españoles El Mizzian), un líder marroquí que apoyaba la colonización española, el rifeño se ganó de niño la simpatía del Rey Alfonso XIII en una visita de este a la Escuela Indígena en Melilla. Según recoge el periódico melillense «El Telegrama del Rif», el profesor Abd el-Krim (quien años más tarde lideraría la revuelta rifeña contra los españoles) llamó al encerado al alumno Mohamed ben Mizzian quien resolvió «un complicado problema de regla de interés y fue capaz de señalar en los mapas de Europa ríos, regiones y capitales». El Monarca, agradado, preguntó al pequeño qué quería ser y éste le contestó: «Capitán».
Con 17 años el rifeño ingresó bajo la tutela del Rey en la Academia de Infantería de Toledo, teniéndose para ello que modificar la ley, pues la academia no admitía alumnos no cristianos.
Tras su paso por esta academia, cuyo ingreso fue todo un acontecimiento social recogido en una portada del diario ABC, fue destinado al Ejército de África, donde dos años más tarde ascendió a Teniente. Durante la Guerra del Rif (1921-1926) Mizzian, al mando de tropas indígenas, luchó contra su otrora maestro y entonces líder de la revuelta rifeña, Abd el-Krim. En el conocido como desastre de Annual de 1921, alcanzó el grado de capitán por méritos de guerra y, poco después, se granjeó la amistad de Franco, entonces teniente coronel, al que salvó la vida durante la campaña.
Según escribe Emilio López, corresponsal de «El Telegrama de Melilla» en Tetuán, en una crónica fechada el 3 de octubre de 1924, tras una dura escaramuza en la zona del Mitral, con un saldo de 109 muertos en ambos bandos, entre un puñado de rifeños partidarios de Abdelkrim el Jatabi y los soldados españoles, «irrumpieron los rebeldes que dirigen un fuego violentísimo contra nuestras tropas. Un moro enemigo se alza de pronto a unos cuatro metros del grupo que forman ambos tenientes coroneles, y su máuser se alza apuntándoles. Pero en aquel instante, un segundo no más antes de que el enemigo apriete el disparador, se siente un disparo que atruena en los oídos de ambos jefes que ven llenos de estupor cómo el moro atacante da una voltereta y cae a tierra». Con un rápido movimiento de pistola, el capitán Mizzian había salvado al que sería en el futuro «Caudillo» de España. No en vano, muchos años después la Guerra Civil dio ocasión a que los dos viejos amigos volvieran a luchar juntos.
Del Alcázar de Toledo a la batalla del Ebro
Aunque desde el origen del conflicto colonial existían unidades españolas formadas por la población indígena, como la Compañía de Mogataces de Orán o la Milicia Voluntaria de Ceuta, no fue hasta la creación de los Regulares en 1911 cuando se dispuso de una fuerza establece de esta índole. Precisamente al frente de esta unidad acudió Ben Mizzian a romper el sitio del Alcázar de Toledo a principios de la Guerra Civil. «Con el aliento de la venganza de Dios sobre las puntas de sus machetes persiguen, destrozan, matan y embriagados con la sangre la columna avanza», relata el jesuita Alberto Risco, en su libro «La epopeya del Alcázar de Toledo», sobre la entrada en la ciudad de las tropas del coronel Mohamed Mizzian.
Si bien un informe de la Unión Militar Republicana Antifascista de Melilla le citaba entre los cinco únicos comandantes de la Circunscripción Oriental de Marruecos «sin un sentido específico antirrepublicano», lo cierto es que Ben Mizzian no dudó en unirse desde el principio a la sublevación militar. Además de en el Alcázar de Toledo, el oficial marroquí tomó parte de algunas de las más emblemáticas batallas del conflicto, desde el asedio de Madrid a la batalla del Ebro.
Con el final de la guerra, Mizzian fue nombrado comandante general de Ceuta y ascendido a teniente general en 1953 con mando en la Capitanía General de la VIII Región Militar gallega. Dos años después, el marroquí pasó a ser Capitán General de Canarias. Sin embargo, iba a ser aquel su último destino en el Ejército Español puesto que en 1956, al obtener Marruecos la independencia, el rey Mohammed V pidió al rifeño que se encargara de la organización del nuevo ejército marroquí, por lo que solicitó su baja en el Ejército español.
En Marruecos fue nombrado ministro de Defensa en 1958 y más tarde enviado de embajador de Marruecos a Madrid como, en palabras de Hassan II, «gesto de buena voluntad de acercamiento a España». En 1970 volvió a formar parte del gobierno marroquí como ministro de Estado, etapa donde fue ascendido a mariscal, convirtiéndose en el militar de más alta graduación del ejército marroquí.
Siempre a medio camino entre sus dos patrias, el 27 de marzo de 1975 el rifeño ingresó aquejado de una grave enfermedad en el Hospital General del Aire de Madrid, donde falleció el 1 de mayo, siendo sus restos trasladados a Marruecos.
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