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sábado, 20 de julio de 2019

SANTA COLUMBA VIRGEN MOZARABE




El día de Santa Columba una santa del menologio mozárabe me acerqué a Segovia y sentado en la grada del azoguejo escuchaba a un veterano de guerra nicaragüense contar batallitas y rezongar historias. Que había estado combatiendo a la guerrilla-debía de ser un esbirro de Somoza- que a dos doctoras cubanas que asistían a los sandinistas en un campamento tomado por los gubernamentales las apresaron y las violaron al de por junto. Toda una centuria de boinas verdes se las pasaba por la piedra. Ahora es uno de los muchos emigrantes que se acogen en la ciudad donde vi la luz yo por primera vez.

No me creía ni de la misa la media las burradas y batallitas que contaba este “militar glorioso” el cual parecía haber saltado desde las estrofas de un comedia de Plauto hasta la sombra de las arcadas del acueducto. La tarde era apacible y yo pensaba en muchas cosas: mi soledad, el cambio de rumbo que han cobrado los acontecimientos del mundo mientras España se descuartiza y Segovia bajo la vara de una alcalde socialista al que llaman Arahuetes- su padre era un cacique fascista- está irreconocible poblada de extranjeros y gente del bronce llegados desde los cuatro rincones del mundo. No hay trabajo. Los pensionistas miran para todos los lados o contratan a un matón cuando van al cajero.

Ya se han ido las golondrinas. En las torres no crotoran las cigüeñas pero los vencejos no paraban de hacer genuflexiones aéreas y estremecedores volantines rozando con sus alas la parte más alta del monumento romano que es el ara donde los sacerdotes habían entronizado una imagen de augusto y que ha sido sustituido por una estatua de la Virgen María en cuya hornacina clavan una bandera española tradicionalmente los cadetes todos los años por el mes de junio. Allí se estaba bien.

Un pensionista a mi vera escuchaba las parrafadas del sudaca como el que oye llover. Luego marchó como pensando cuidémonos de este tío que a lo mejor lleva una “uzi” israelí en la pernera del pantalón de su pierna mala, la saca y os fríe a tiros, había posado mucha gente no sólo los perailes y pícaros o los tratantes de trillos, los marraneros, los soldados de asiento y los de paso, los legionarios romanos y mucha gente culera del siglo XVI, algún señor obispo incluso.

 Allí estuvo un famoso café que fue el punto de encuentro de la vida comercial segoviana y mucho antes una de las iglesias románicas más hermosas del arrabal extramuros dedicada a una joven cordobesa martirizada en las persecuciones del gran califa su cuerpo tirado al río Guadalquivir y la historia de su martirio cantada por san Eulogio para la gloria de los que despreciando las riquezas y la gloria mundanal buscaron los tesoros del cielo. Santa Columba, cándida paloma de Cristo, había profesado en el monasterio Tabanense cerca de donde se alza hoy Medina Azahara fue apresada y forzada por los esbirros de Abderraman III que quiso llevarla con otras cincuenta religiosas al harén. Ella dijo que no. Corría el año 853 y aquellas benditas se negaron a adorar a Alá porque ya eran esposas de Jesucristo.

La suya es una historia que tiene todo el candor de los santos hispano-romanos, como santa Cromancia, santa Eulalia, santa Leocadia cuyas reliquias fueron traídas a Castilla (Oviedo, Segovia o Burgos) por los muzárabes desde Andalucía y que formaron una parte sustancial de la devoción popular en los siglos medios. Hoy es una santa destalonada por el nuevo ritual donde no figura más que como un bello nombre. Columba. Paloma. Dentro del columbario místico. Sólo un repaso una mirada a esta inmensa lista de mártires y confesores mozárabes nos infunde bríos para seguir faenando la nave en estos tiempos de zozobra y de tribulación. Su fiesta es el 17 de setiembre.

Me acerqué al rincón donde estuvo emplazado el ábside de una de las catorce viejas parroquias y hoy abre sus batientes un banco y besé uno de los sillares de la antigua iglesia mudéjar, hice una reverencia. La historia que contaba el Boina Verde centroamericano de la soldadesca gringa irrumpiendo en un hospital de sangre y violando a las enfermeras cubanas se parece a la de los alarbes de Abderraman entrando a saco en el convento de monjas de Tabara. Moloch sediento de sangre pide carne virgen y nunca se sacia. Hay santos y santas de los que apenas conocemos el nombre. Con este pensamiento regresé a casa reconfortado. Gloriosa Santa Columba que estabas al pie del acueducto

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