Bocatorcida se ufana y rie de
nosotros. Hablan y garlan. Santifico la duda de Poncio Pilatos. Quid est
veritas? él no fue responsable de la muerte del Salvador. Fue el Sanedrín
responsable del deicidio. Cargan el muerto a Pilatos y he aquí que Mío Cid
carga con nuestros pecados. Asesinan la verdad. Son fanáticos pero Babieca
cabalga, prepara la Tizona, Villeguillo, y la adarga. Al malvado le cortaremos
las barbas. ¿Tambien las orejas? No que no vaya mi crónica desorejada. Nos
afrentan las hijas, nos dilapidan la esperanza, dan la vuelta al argumento. Tú
campeas, buen Cid. Escucho la música de los Nibelungos. Este tiempo no es épico.
No cree en las epopeyas pero tú adalid de la verdad te enfrentaste al papa.
quisieron cambiarnos la Fe. Pontífices corruptos dependiendo de las arcas
llenas de oro del judío. Viva los siete infantes de Lara. Sigamos el estandarte
del obispo don Jerónimo que trota la cruz alzada contra Roma por la calzada de Quinea la vieja estrada que unía Astorga
con Bibilis. Atienza peña muy fuerte. Que buen vasallo si hubiese buen señor
Ruy Díaz el de Vivar fue victima de la
envidia y del morbo visigótico que asuela a la catolicidad. Predicáis la
caridad pero ¿El amor donde está? Quiñoneros y mistureros. Difamadores y
delatores. Contra ellos se enfrentó el protagonista de nuestro primer cantar de
gesta libro en el cual se plasman nuestras primeras correrías. La lanza de
fresno el astil y el fierro tajador. Alza el pendón alférez mesnadero que trotaba
sobre una yegua embrazando el escudo en el que un dragón se pintaba con la
loriga de mallas el belmez de tela acolchada y el almófar o capucha moruno.
Buen Cid estas eran tus armas galopando por las parameras de Gormaz. Huesas y
calzas y el yelmo de Mambrino. Tocaban atambores y detrás de la mesnada venían
mulos de altos borrenes el brial de mi dama y sus bordados de ciclatón mantos
de armiños ordalía y juicios de dios. Todo por Castilla la gentil bajo el cielo
de la limpia cristiandad.
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