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miércoles, 4 de enero de 2017


ARIMATEA

Antonio Parra

Se acerca la pascua hoy es Miércoles Corvillo y ayer fue Martes Lardero con Lunes de Carnaval el día antes,  son viejos rastros de una fiesta medieval superviviente  que ya carece de sentido pues aquí ya no hace penitencia ni el tato y la única penitencia que tenemos es desayunarse cada mañana el sapo de los informativos y vivir como corresponde nuestro tiempo de silencio. Todos  los años  tenemos por costumbre algunos de mi curso reunirnos en Arévalo previa visita a la Virgen de las Angustias ante cuya imagen se prosternó otrora nuestra  Reina y genuflexión ante la tumba de María de Guevara la protectora de San Ignacio. Un padre nuestro a las Benditas Animas por los fallecidos del grupo que la muerte va clareando las filas del consorcio de los antiguos curillas y ya les hemos cantado el gorigori a muchos.

 Luego comida en la Pinilla tostón del bueno y regado con los mejores caldos de las Morañas. Para a media tarde largarnos a una iglesia de un pueblo cercano cuyo nombre no diré.  Allá  cantamos la Passio a tres voces con gran solemnidad en fa bordón y con esa majestuosidad del canto llano que deja a Mozart a la altura del zapato y lo siento por lo que piensen algunos melómanos pero aquí el espíritu está por encima de la letra. Y en música cuanto más sencillo mejor y no lo toquéis más que así es la rosa.

Creo que ningún texto salido de la pluma de hombre supera la divinidad de este pasaje de San Juan en el que se alcanzan cimas narrativas nunca superadas. Nosotros al recitar la monodia de los versículos nos sentimos como en una nube. Milenaria cantinela llena de penetración psicológica, de misericordia y de perdón en que se cuenta un hecho histórico que ahora la corrección política trata de negar o amañar a su propia conveniencia.

Es la fuerza en el maravilloso pathos calado de concisión y de agilidad diacrónica del latín elevada a la enésima potencia y no el latín clásico sino una lengua muy posterior el que fue lengua franca de la iglesia del medievo pero la melodía entra en simbiosis con el canon recitativo y luego están los tres tonos: el tenor del cronista, el contralto de la vox populi, de Pilatos, el Sanedrín, Pilatos, el Buen Ladrón, y el bajo del que personifica al Maestro. Durante toda la edad media solía cantarse a la cuaresma en los atrios de las iglesias. La pasión caló profundamente en el alma del pueblo, fue fuente de inspiración del arte popular y los diferentes pasos quedaron plasmados en las tallas de los imagineros. Se trata de un hecho central de la historia humana que no admite ni claudicaciones ni concesiones. Hay un pasaje al final de esta narración en que el evangelista cuenta cómo José de Arimatea el discípulo oculto de Jesús y que se había mantenido a distancia de los acontemientos  “propter metum Judeorum” (por miedo a los judíos) a pedirle le entregue el cuerpo del Señor para embalsamarlo. Ese miedo electriza a toda la historia y es muy de hoy. Cristo se sublevó contra él y llamaba gallinas a sus discípulos, hombres de poca fe. No tengáis miedo. Pero  a ver quien es el majo que se atreve a ponerle el cascabel al gato; claro él era el Hijo de Dios y nosotros pobres pecadores llenos de complejos y de respetos humanos y que para colmo tenemos todos los días que comer. Antes cuando los obispos gastaban mitra y nadie se atrevía a cortarles las ínfulas de por detrás o el báculo doctoral este miedo esa sensación de canguelo ante las fuerzas oscuras y el qué dirán pero ya quedan comos prelados de la talla de un Gelmirez y aquí lo que tenemos es al tal Blaquez por ejemplo que hace encaje de bolillos para contemporizar y adobarlo todo para que el arrebatado Bedoya desde las páginas de su órgano diario les dé su aprobación y no los excomulgue a los de la conferencia episcopal. Aquí está la esclava del Señor.

Pues muy bien. Pero antes no era así. Pedro vacila al caminar sobre las aguas y se escucha el grito que sonó por primera vez en Tiberíades. Sálvanos Señor que perecemos y Él vuelve a castigar nuestro encogimiento de hombres de poca fe.

Nosotros no sabemos si pertenecemos al cupo de los de José de Arimatea más bien creo que sí pues en el grupo del discípulo que tiró de navaja y le cortó la oreja a Malco en el huerto de los olivos creo que no estamos. Hay mucho acurrucadillo en nuestras filas, otrora prietas y hogaño en merma, pues no están los tiempos para muchas alacridades. Los hay misacantanos otros que lo dejamos ya con la tonsura – no nos echaron fue una opción nuestra- sobre nuestros occipucios. Tuvo la culpa alguna que otra romería como aquella a la que nos largamos Pipe el sobrín del obispo de Oviedo y yo de San Vicente de la Barquera.

 Es una vida la que dejamos a nuestras espaldas pues la mayor parte de nosotros estamos a punto de alcanzar la jubilación y algún miembro del grupo vive ya de a hecho en la residencia sacerdotal, el asilo de los curas y por último los hay que son abuelos y van por el tercer o cuarto matrimonio. Nos une sin embargo frente a nuestra senectud y a la ceniza y el pelo blanco que unge nuestras cabezas la fe moza y vivificante “ad Deum qui laetificat juventutem meam” (al Dios que alegra nuestra juventud) de nuestro tiempo de ilusión alevín.

Claro que precisamente nuestra debilidad y nuestras carencias lo que nos da fortaleza para no contemporizar con alguna de las cosas que suceden a nuestro alrededor. Y fue precisamente un friolero y un acojonado – toda su vida tuvo miedo- como don Pío Baroja aquel al que no faltaron arrestos para proclamar las verdades del barquero al diagnosticar los males que nos aquejan pues aquí el separatismo siempre fue un cáncer con muchas metástasis.

 Por ejemplo, el gran escritor vasco siempre fue del pensamiento que el problema catalán como en su día lo fue el portugués es una cuestión judía que renace de vez en cuando pues en este país vamos sin solución de continuidad desde la mierda hasta la guerra civil. Es el genio de Avinareta  que vuelve triscando por sus fueros. Don Pío no era precisamente del bando de Arimatea. La piedra rechazada por los arquitectos es elegida como roca basal. ¡Qué grande Baroja, qué intuitivo, qué genial!  Cuya biografía recomiendo pues sus dichos mantienen una actualidad imperecedera y acaso expliquen esa corona de espinas que el judío Carod, buen discípulo de Companys otro del clan, responsable de nuestra guerra civil que trajo al pobre Azaña a mal traer,  nos ha pasado por el pico en mimo sacrílego, sin que se hayan producido aquí trifulcas tan graves como las de las viñetas del profeta, ni se haya procesado al irreverente pues los jueces se lavan las manos como Pilatos. “Et in hoc homine nullam invenio causam, etc” Tampoco el horno está para bollos pues controlan el call de Gerona donde don Narcís nos toca el órgano y por las noches nos ponen en antena a don  Cesar Vidal, un libro nuevo cada quince días oye ¿Cómo podrá? Pero aquí si no eres del Sanedrín y no estás en su horma no te bautizas y están haciendo maravillosamente la maniobra de la tenaza. Atacan por los dos flancos. Por la izquierda y por la derecha lo que les convierte en poco menos que invencibles aparte de temibles.

Al fin y al cabo Cristo es el abanderado de nuestra libertad. “eleuteros” le llamaban los griegos (libertador). Así que los de mi cuadrilla para desagraviar profanaciones como la del bueno de don Carod con su cara de morsa nos reunimos a entonar la passio, a leer a don Pío y a comer jalufo en la Pinilla. Que por cierto tal y como lo preparan en Arévalo está riquísimo. Nos pusimos como gochos pero de este animal  están bueno hasta los andares como se suele decir. Los de mi cuadrilla somos godos, viejos creyentes, o “staroi vierushi” como nos llaman los de la Ortodoxia. Empieza nuestra cuaresma, tiempo de perdón. Humillemos nuestras cabezas.

01/03/2006

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