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jueves, 13 de septiembre de 2012

ACOSO JUDÍO A LA CRUZ. SIGUIENDO CON LOS PLANES YA DENUNCIADOS EN ESTAS PAGINAS DE DESCRISTIANIZACIÓN DE JERUSALEN, EL ODIO Y LA LEY DEL TALIÓN CONTINUA PERVIVE EN TIERRA SANTA

DE ALERTA DIGITAL

La minoría cristiana de Israel, centro de los ataques de los colonos radicales judíos

BD.- La reciente profanación de la abadía de Latroun por unos extremistas judíos saca a la luz la situación de los cristianos en Israel.
Desde su fundación en 1887, nunca nadie había atacado el monasterio de Nuestra Señora de los Siete Dolores, que así se llama la abadía de Latroun. El martes de la semana pasada, la puerta de entrada de madera tallada, instalada en 1927, ha sido quemada y sobre los muros han aparecido unas pintadas en hebreo: “Jésus es un mono”, justo debajo de una placa redactada en varios idiomas y firmada por las autoridades israelíes en la que se pide a los visitantes respetar la santidad del lugar. Al otro lado, estaba escrito el nombre de Mignon, la colonía ilegal de Cisjordania desmantelada 48 horas antes por la Policía y el Ejército por orden de la corte suprema.
Teniendo en cuenta la proximidad de los dos acontecimientos y sobre todo de los métodos utilizados por los vándalos, la Policía no tiene ninguna duda. Lo ocurrido en Latroun lleva una firma: la de los jóvenes colonos extremistas que desde hace años practican la política del “precio a pagar” (Tag Mekhir en hebreo). En represalia a decisiones del gobierno consideradas como hostiles a la colonización judía, los colonas se vengan contra pueblos palestinos, sus habitantes, los olivares, y también los lugares de culto. Según un informe de la ONU, se ha pasado entre 2009 y 2011 de 200 ataques a más de 400. De enero a junio de este año, ha habido 167 ataques de este tipo. En el mes de agosto se han contabilizado 57.
En la lista de objetivos de estos jóvenes judíos se encuentran también las instituciones cristianas. Poco tiempo antes, le tocó el turno al Monasterio de la Cruz, que se encuentra cerca del parlamento israelí (Knesset), que fue objeto de actos vandálicos. En uno de los muros unos desconocidos escribieron “¡Muerte a los cristianos!” y “El precio a pagar”. En febrero pasado unas pintadas fueron hechas sobre los muros de una iglesia baptista de Jerusalén. Esto se añade a lo que ocurre a diario en la ciudad vieja donde sacerdotes y religiosas son escupidos por los alumnos de las escuelas talmúdicas.
En un comunicado publicado después del ataque contra la abadía de Latroun, los obispos católicos de Tierra Santa han hablado claro. Para ellos, este es el resultado de “la enseñanza del desprecio contra los cristianos que prevalece en la sociedad israelí”. Unos de los firmantes, el padre franciscano Pierbattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa, ha dado una entrevista dada al diario israelí Haaretz. Advierte sobre la manera en que los cristianos son tratados en el país. “Cuando se pronuncia el nombre de la cristiandad ante israelíes, estos piensan inmediatamente en el Holocausto y en la Inquisición española. La mayoría de ellos no saben gran cosa de la presencia cristiana en este país. Desconocen nuestras raíces en esta tierra”.
La animosidad anticristiana está muy extendida y las autoridades no hacen nada para combatirla. Como prueba de ese estado de cosas, El padre Pizzaballa menciona un acontecimiento particularmente chocante, debido al lugar donde ha tenido lugar: la Knesset. Hace varios meses, la Custodia (institución católica encargada de los intereses de la Iglesia Católica Romana en Tierra Santa) hizo llegar a los diputados del parlamento israelí unas Biblias. Eso no le gustó a uno de ellos, el kahanista miembro del partido Unión Nacional, Mikhael Ben Ari, que no tuvo empacho en destrozar el Nuevo Testamento ante las cámaras. “Fue muy chocante. Para miles de millones de personas este libro es sagrado”. Pero lo que ha acabado por escandalizar al custodio ha sido la debilidad de las reacciones en el mundo político y entre el público israelí en general. ¡Las declaraciones se han reducido a que Ben Ari no hubiera actuar así! “Se trata de una falta total de sensibilidad. En la práctica eso significa negar nuestra existencia aquí. Una cosa muy grave ha ocurrido y nadie ha hecho nada”.
En esta ocasión, después del ataque a la abadía de Latroun, la clase política ha reaccionado ampliamente. Benyamin Nethanyahou ha condenado “un acto repugnante cuyos autores debe ser severamente castigados”. El viceministro de Asuntos Extranjeros, Danny Ayalon, se ha personado en el monasterio trapense para expresar su indignación y afirmar claramente que el Estado de Israel condena estos actos. Por su parte, Ehud Barak, ministro de Defensa, ha llamado a movilizar el Shin Beth, la seguridad interna, en “la batalla contra el terrorismo judío”.
Precisamente esta es la pregunta que se hacen la mayoría de los editorialistas: ¿de dónde proviene la impotencia de las autoridades para neutralizar a estos grupos de jóvenes judíos extremistas y aquellos que los incitan o los apoyan? ¿Cómo es posible que ni la Policía, ni el Ejército, ni los diversos servicios de inteligencia logran ponerlos fuera de circulación? En el diario Haaretz, el editorialista Yoel Marcus opina que se trata de un peligro concreto e inmediato del cual hay que ocuparse antes de que sea demasiado tarde.
Una vez que haya pasado la ola de indignación, ¿esta advertencia será tomada en serio? Hasta ahora, y casi siempre por falta de pruebas, las condenas por los juzgados a los jóvenes colonos ultras son muy raras.

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