Iván de Jáuregui y el dogma de la inmaculada.
Sevilla la tierra de maría santísima
En 1616 la clerecía de la parroquia sevillana
de san pedro ad vincula organiza unos juegos florales para exaltar la
virginidad de la madre de dios que había
sido defendido por los españoles desde el siglo quinto a capa y espada pero que no es proclamado
hasta Pio IX el ocho de diciembre 1858. San Isidoro de Sevilla el santo
visigótico que ocupó la sede primada de Toledo en pago a sus escritos por
defender la concepción Purísima recibió la visita de la virgen quien le regaló
una casulla cuando iba a decir misa, la escena llena de candor y de demasía
merced a los pinceles de Goya en la sacristía del monasterio de Yuste.
El culto mariológico o de hiperdulía tiene
sin embargo su origen en el oriente. Los monjes irlandeses de san Columbano y
los escoceses no lo veneran pero esta devoción tan visceral y entrañable para
los cristianos (hiperdulía quiere decir parafraseando a san Alfonso maría de
Liborio de María nunquam satis, lo nunca bastante, lo excesivo, too
much) revierte a las creencias mitológicas de Astarthé y de Cibeles. Para
los católicos el dios se hizo hombre y se hizo mujer. Es el vientre femenino de
las religiones de la fecundidad, el soplo de aire, la mar que brama, el monte y
la nieve, la asiduidad y veneración de la naturaleza que germina y se renueva.
Es el fruto bendito, la mirada fija en las estrellas, las horas hermosas, la
paz de la tarde, una añoranza de eternidad.
Hiperdulía quiere decir ya digo too much: una
respuesta al dolor y al misterio que nos circunda. San Bernardo de Claraval
otro cantor de las glorias de la Virgen y que también es un poco excesivo – los
cistercienses sus hijos promocionaron las preces mariales hasta limites
increíbles y un monje gallego de esta orden san pedro de Mezoncio inventó la
plegaria más tierna que nos acompaña a los hispanos en vida y en muerte, “Salve
Regina” habló en el vientre de su madre y fue amamantado por la propia Madre
del Redentor. Albergo la tierna sospecha de que tal extremo nunca pudiera
concluirse pero en los relicarios de la edad media que guardan las quirotecas
de los templas más antiguos existen lacrimatorios que propugnan venerar gotas
de los pechos celestiales y en un pueblo al lado de donde yo nací que eran un
poco brutos veneran a san Juan bautista al que dicen San Pichaque. Aseveran
conservar el prepucio de la circuncisión cuando lo retajaron. Too much.
Sin embargo ¡qué hermosa eres María. Tota pulcra es Maria quia labe originalis
non est in te[1]!
Tu gloria Jerusalem, tú laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri. De
la rama de David del tallo de Jetsé
Y san Bernardo vuelve a la carga para que la
invoquemos en todos los peligros: “Respice
stellam, voca Mariam”. Hiperdulía quiere decir too much pero esta nimiedad
que va contra el carácter de la norma estoica del ne quid nimis
evidencia la idiosincrasia de los españoles en su fervor mariano que mamamos
desde la cuna de la misma forma que Bernardo se agarró al pezón nutricio de la
reina de los ángeles. Es la puerta del sentimiento barroco de la vida y un
atisbo de nuestra ingobernabilidad anarquista. Aquí cada pueblo tiene su altar
a la Virgen bajo una advocación distinta y las diferentes regiones disputan y
compiten por su virgen local. La Virgen de la Fuencisla le dijo a la del Pilar
si tú eres aragonesa yo segoviana y con sal. Sólo en la provincia de Segovia de
donde yo procedo hay nada menos y nada más que 75 fervores correspondiente a un
pago a una aldea que quiere distinguirse de las demás. ¿Qué decir de la
Macarena, de las Angustias de Granada, de la Paloma, la de Gracia en Barcelona,
la de Sonsoles abulenses, la de los Reyes toledana, la de la Cabeza jienense la
de Aranzazu en Vizcaya, o la Caridad del Cobre en Cuba o la de Guadalupe que ha
cruzado el charco apareciéndose al indito Juan Diego? Los españoles sembraron
toda la geografía de América del sur con topografía virgínea. La propia gran
Buenos Aires se llamaba originariamente Santa Maria del Buen Aire. El
movimiento independentista nacionalista catalán surgió en los tolmos que
conforman la montaña de Montserrat donde se venera ala Morenetta, algo muy en
plan excursionista y de boy scout de la misma manera que el españolismo
encuentra su propio baluarte al pie de la columna del Pilar o en las grutas de
Covadonga. Aquí le ponemos a la Virgen un manto de oro riquísimo y de piedras
preciosas y le entregamos el bastón de mando de capitana general. Somos los
españoles algo “vivalavirgen”
Ya en Constantinopla en el siglo VI con
motivo de las invasiones sarracenas se entonaban las bellísimas 24 salutaciones
del Akathistos –hiperdulía en estado puro a la Teotokos- y ese culto navegó por
el mediterráneo porque el cristianismo en España lo trajeron los griegos
instalándose en Vandalia hasta convertir, a través de los visigodos, san
Leandro, san Isidoro, san Ildefonso dicha región en Andalucía la Tierra de
María Santísima. El punto de arranque es Sevilla. Traduce al catolicismo
el sentido caballeresco de la vida, la limpieza de la sangre, la sacralidad de
la vida. En Flandes los españoles se mataban a mandobles con los hugonotes por
poner en duda la virginidad de María que lo fue en el parto, antes del parto y
después del parto, según el padre Astete. Iñigo de Loyola peregrino a Manresa
se cruzó en el camino con un musulmán que se mofaba de este sentido de
veneración tan español hacia la doncella de Nazareth, quedó parado el vasco y sin atreverse a dar respuesta y siguió su
camino pero al poco tiempo dándose cuenta de la injuria que le acababa de
inferir el moro al cagarse en quien él consideraba su madre y madre del genero
humano volvió grupas. Había un empalme de caminos y el moro había desaparecido.
Queriéndole dar alcance y vengar la afrenta optó por la senda por donde tire la
mula. Esa senda le llevó a Montserrat y el moro se libró
de una muerte segura.
En Sevilla ya en el siglo XV se cantaba una
antigua jarcha de fervor marial: “Todo el mundo en general a voces Madre
escogida dice fuiste concebida sin pecado original” . unas pocas generaciones
más tardes va a tener lugar el certamen literario en el que participan junto
con Iván de Jáuregui, Lope, los
Argensola, Juan de Arguijo Góngora (Cervantes no pudo participar por halarse a
las puertas de la muerte y Quevedo desdeñó la oferta al parecer por ver en
aquel acontecimiento por olerle a cosa de conversos al caballero de las
espuelas de oro y la mano en el pecho) y alguno que otro más. Los versos del
vencedor, un dechado de disparates de conceptismo sacro, son muy malos y
cargados de retórica pero evidencian el clima de efervescencia y de cambio
religioso-política que va a alcanzar como punto culminante la canonización de
tres santos tan españoles como Iñigo de Loyola, Teresa de Jesús y san Isidro
Labrador en 1621. empezaron a cabalgar por el parnaso del siglo de oro español
los poetas andaluces. Jáuregui es uno de sus representantes a través de estas
justas poéticas que hoy han sido sustituidas hoy por partidos de fútbol que
enfrentan al Sevilla y al Betis.
A Iván de Jáuregui el Pindaro sevillano se le
atribuyen los retratos de Quevedo, de Cervantes, de Juan de Herrera y otros
poetas de la corte. Conjugó el arco de Apolo con el arte de Apeles y fue amigo
de Juan de Pacheco el suegro de Velázquez.
Esta es una referencia importante con vistas
al estudio del arte español tan plástico y detallista. Velázquez pintó el mismo
aire basándose en el principio de que el arte basándose en el principio
aristotélico de que nada hay en el entendimiento que antes no fuera en la
percepción acústica, oral o táctil, sabe pintar el aire. Los cinco elementos y
las tres unidades –es el principio del barroco- han de hallarse presentes tanto
en un cuadro como un poema una canción o una estatua. Pero todavía no es el
tiempo de Boileu. España bebe en las fuentes del humanismo renacentista. Dentro
de los paisajes del Maestro de las Meninas se percibe el tacto de las hojas de
un haya, el sabor de una sandía o se escucha el rumor de un arroyo o el canto
del ruiseñor. Es Filomela que llora a sus hijos asesinados. El aborto es un
asunto muy de hoy pero ya preocupaba a los griegos. Filomela mujer de Tereo fue
violada por su cuñado y para que nada dijese el que la forzó le arrancó la
lengua. Júpiter tonante se apiadó de la pobre mujer y la convirtió en ruiseñor.
Es la misión sagrada que tiene la poesía llorar las desdichas y las culpas de
los hombres. Aprehender un pasajero instante y darlo horma de eternidad.
La escuela sevillana se empapa de la
sensualidad de la mitología renacentista y la trasvasa a la religión creando
una fe colorista que parle a los sentidos. De ahí surgen las dolorosas de gesto
compungido ricamente atalajadas y arrastrando peplos enjoyados de luto, los
lacerados crucifijos o el palpitante brío de las semanas Santas. Es un cristo
con rostro humano no un fenotipo y una fe accesible a los sentidos.
En este cajón de sastre de la fe, la
tradición, la suposición y la superstición es donde cabe el culto de hiperdulía
tan visceral a los españoles nos es inexplicable pero que todos encontramos
entreverado con los mejores recuerdos de felicidad de la infancia hurgando alma
adentro. Yo me emociono cada vez que escucho cantar a Joaquín Díaz el Tomad
Virgen Pura o me llega el rumor de un Salve Regina flotante por entre los
arbotantes y bóvedas de una vieja abadía gótica.
Juan de Jáuregui ha pasado a la historia más
como el retratista de Cervantes que como vate porque en cuanto tal resulta
engolado, pedante e inclinado a abusar del tópico.
Vivió un tiempo en el cual los poetastros a
decir de Góngora parecían alabarderos que desfilaban por los cuerpos de guardia
de escuelas y universidades con sus sonetos al hombro, abrazando consonantes y
emborronando papel con tropos pero representa una época de exuberancias
naturales y de alegría de vivir porque en contra de los detractores extranjeros
de este tiempo de los Austrias criados a los pechos de la leyenda negra España
era un país rico, comía cuando podía aunque las hambrunas castellanas no
hubieron tanto rigor a causa del cambio climático operado mediado el siglo XVII
como en Francia, Alemania o Inglaterra, y se divertía de lo lindo, sacando a
sus santos en procesión, chanzas de títeres y estafermos; el Corpus y la
tarasca de Toledo, san Marcos el Verde primera romería de Madrid después de la
de San Antón con que acababan las pascuas. “Curen otros del gobierno, del
mundo y sus monarquías” canta don Luis de Góngora y Agorte.
De los 365 días del año la mitad eran fiestas,
onomásticas del rey, de la reina de algún obispo, celebradas con toros y cañas
y fuegos artificiales. El pueblo quería a Felipe IV el rey cazador y parecía
disculparle sus excesos venéreos como disculpaba la gula de los grandes y de
los príncipes, la mayor parte de los cuales morían de gota. Jáuregui como
censor fue amigo de Cervantes y de Góngora y enemigo de Quevedo que lo maltrata
a causa de la amistad del sevillano con el cordobés, su enemigo
irreconciliable. Góngora reconoce sus cualidades:
“pluma valiente, escritor fecundo”
Ostentó cargos importantes como el de
caballerizo regio y comendador de Calatrava. Lope a lo primero le adula
diciendo que una mano ostenta el arco de Apolo y en la otra el pincel de Apeles
y luego le suelta aquello de zapatero a tus zapatos:
“Tan aborrecido fue el día en que
V.M. tomó la pluma y los pinceles, tan aborrecido de los poetas como chacoteado
de los pintores”
Ciertamente si su estro ratea en silvas
y sonetos fue el impulsor de los fuegos florales que dieron tanto lustre a
Sevilla como alma mater del dogma concepcionista. Demuestra su profundo
cultura, el gran conocimiento de la Biblia al venir de ancestros conversos y un
gusto pictorial que hace acto de aparición en sus metros no exentos de lugares
comunes, de excesos o de simple como el ya mentado de que a san Bernardo le
diera su leche la Virgen María o en sus ditirambos a Teresa de Jesús la santa
nueva de los conversos.
Cantó a la paloma que salió de la boca
de la carmelita al expirar o las nupcias que celebró con el mismo Cristo que la
hace suya en la celda de su convento de Baeza un domingo de gloria. Ello
infuria a Quevedo recalcitrante santiaguista que siempre mostró hacia el censor
de la corte un olímpico menosprecio.
Se trata sin embargo de la mentalidad y del
idioma de otro tiempo cuando galanes de monjas mosconeaban por los conventos y
no eran ciertamente Jesucristo el que las empreña sino algún avispado
confesorzuelo[2],
abusador y poniéndose el tribunal de la penitencia por montera, con pujos
místicoides[3]
que las embaucaba con citas al “ama et fac quod vis[4]”
de San Agustín, o cuando las propias
monjas de clausura organizaban batallas campales, desgarraban sus tocas y se
tiraban de los pelos en la puja por ver quien competía por el Esposo del que
algunas alardeaban de haber quedado encinta y otras muchas aberraciones que
llenarían de estupor al cronista más impervío. Son servidumbres y miserias del
catolicismo español que en este siglo apoteósico muestra su alma mayor. El alma
y la sangre española. El mundo por de dentro, Castilla siempre tuvo un alma
cinematográfica. Una pena que nuestros cineastas y novelistas no hayan sabido,
querido o podido contárnosla sólo a través de desgarrados daguerrotipos y
caricaturas.
[1]
Hermosa eres de los pies a la cabeza, María, pues fuiste exenta de la macla del
pecado original
[2]
Santa Teresa, que era una mujer muy lista y más abulense que el cimbalillo, se
mosquea y cambia de director espiritual constantemente. Lo dice en el Libro de
su Vida.
[3]
Ocurrió en Llerena en un convento de franciscos. Tanto él como ellas acabaron
emparedados por la Inquisición de muerte terrible
[4]
si amas puedes hacer lo que te de la gana