ANA GIL
19/02/2019
19/02/2019
Lo confieso. Me cansa la política. Hace tiempo que perdí el interés en ver qué es lo siguiente que va a pasar. Me resulta algo parecido a la típica serie de televisión cansina que nunca acaba y que ya no sabe por dónde tirar de tantos palos de ciego que ha dado. Otro capítulo más. Y otro. Lo peor es que esto no para y nadie sabe qué rumbo va a tomar. Puede pasar de todo.
Yo diría que mi desgana hacia el asunto es algo generalizado que se va extendiendo sin freno. Como una plaga. Lo palpo a mi alrededor. Muchos ya ni mencionan el nuevo capítulo político entre los temas a tratar en el ascensor, ni en una reunión de amigos, ni ante la barra de un bar. Resulta que pasa bastante desapercibido en el día a día del común de los mortales. Y no es de extrañar. La política sigue a años luz de los verdaderos intereses de los ciudadanos.
Contaba por aquí hace unos meses que me parecía que el Gobierno de Sánchez podía resultar interesante, que podía hacer cosas buenas, llevarnos a mejorar. Llegaba como un soplo de aire fresco ente tanto descontento y desesperanza. Pero me doy cuenta, una vez más, de que la esperanza es lo último que se pierde. El ser humano es así, tiende a la necedad y a empecinarse en que algunas cosas pueden mejorar a pesar de todo.
Ha sido tan fugaz que yo casi ni me he dado cuenta del paso de Sánchez por la presidencia del Gobierno. No me ha dado tiempo a conectar. Lo que me queda es la trifulca generalizada que emponzoña a la política desde siempre. Los dimes y diretes entre unos y los otros.
Decía Charles Chaplin que «mirada de cerca, la vida es una tragedia, pero vista de lejos, parece una comedia». Algo así pasa con el panorama político, que nos lo tomamos demasiado en serio y, si lo miramos con un poco de perspectiva, resulta ridículo. Es el circo de la política.
La crisis institucional que vive España continúa y ahora tenemos otro encuentro cita con las urnas. El 28 de abril puede ser una cita transcendente. O no. Quién sabe. Creo que poco más nos queda por ver, pero seguro que algo hay. Podemos seguir echando cuentas de posibles pactos y alianzas. O pensar que todo es mentira.
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