Se nota bien por tu artículo que adscribo que tú no has leído a Vives ni a Hurtado de Mendoza ni al Crotalón ni a Erasmo. Lo tuyo es hablar de oídas. Mero ruido de la calle y entre lo que profazas, profieres y predicas (antes predicabas al marxismo) te quedas a media. Mira, chaval octogenario. El padre de Vives nunca fue quemado por la Inquisición. Se estableció en Brujas como importador de naranjas al por mayor, paños y sedas y otros menesteres. Ni el estilo de Vivés ni el de los hermanos Valdés ese chorbo de Cuenca judio que le hacía la pelota al emperador Carlos V ni el de ese fraile de Alcalá que ni tuvo tío ni tuvo "na" tiene que ver con a los que se les coloca de padres putativos del genial Lazarillo tienen punto de relación con el del Lazarillo. Yo demuestro en mi libro, (sin patriotismos de campanario) "Andrés Laguna autor del Lazarillo. La novela picaresca nació en Segovia" quien fue su verdadero autor. La novela salió de la pluma del médico naturista segoviano, un cura de origen converso, que manejaba el castellano sin impostar la voz ni refritando al Espasa, o encargando que te escriba tus novelas un negro, mejor que tú. Pues ni era cursi ni pedante.
El Lazarillo de Tormes, de autor desconocido, tiene cien padres. El padre auténtico era molinero y le achacaron ciertas sangrías en los costales por lo cual fue hecho preso. La novela se publicó en tiempos del emperador Carlos V después de ser prohibida y luego expurgada por la Inquisición. Se le ha atribuido a Diego Hurtado de Mendoza, al fraile jerónimo Juan de Ortega, a Lope de Rueda, a Pedro de Rhúa, a Hernán Núñez de Toledo y hasta a Fernando de Rojas. Como es imposible hacer una prueba de paternidad con los vocablos y los estilos o lograr que intervenga la Fiscalía, tendremos que dejarnos trajinar por la pandilla de catedráticos que se inventan hijos ilustres pagados por el patriotismo de campanario. Me envía una de sus Hojas volanderas desde Cuenca mi amigo José Luis Muñoz para decirme que cobra fuerza la tesis de que el autor del Lazarillo es el conquense Alfonso de Valdés. La catedrática Rosa Navarro ha publicado una nueva edición de su obra -Alfonso de Valdés, autor del Lazarillo- en la que insiste, frente al silencio y sátiras de los del canon académico, con 600 notas nuevas, en que Alfonso Valdés fue el verdadero autor y no escribió la autobiografía de un pícaro, sino una sátira erasmista contra los clérigos bulderos y pederastas que daban cebolla al pobre Lázaro.
Pero enseguida surge otro posible padre: Luis Vives, que tenía motivos para atacar a la Iglesia y a la Inquisición. Francisco Calero, otro catedrático, le tira sus libros a la cabeza a Rosa Navarro negando que el padre biológico fuera Valdés. Para probarlo aporta un argumento chusco: "Si se le preguntara a Lázaro que quién preferiría como padre, seguro que elegiría a Vives". Luis Vives es un gran candidato y una víctima del brazo secular. Enseñó y aprendió en las universidades de Oxford y Lovaina. Nació en un año áureo, 1492 -tal día como ayer hace 525 años-, cuando Antonio de Nebrija publicaba la Gramática castellana y Cristóbal Colón, antiguo corsario, iniciaba la travesía del mar tenebroso. Pronto levantó el vuelo hacia el destierro, siempre con el temor a que lo quemasen. Fueron judíos sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos. Cuando enseñaba en Oxford, Enrique VIII y Catalina de Aragón asistían a sus clases. Su estilo duro, pero sobrio, grave y notable, por la claridad, corrección y limpieza, bien pudiera ser el del Lazarillo. "Vives -piensa José Ortega y Gasset- no ejecutó ninguna hazaña monumental, como en sus días Gonzalo de Córdoba, Colón, Vasco de Gama, Magallanes y Elcano, ni organizó una magnífica fuerza religiosa, como San Ignacio de Loyola. No fue un divino poeta que en su andar levantase el vuelo del faisán verbal, de la expresión imprevista y maravillosa, vívida, dinámica, que se sostiene en el aire por la magia de la gracia o la precisión. Pero Vives es precisamente lo contrario de todo eso y -bajo cierto ángulo- algo más sutil que eso". Procuró pasar inadvertido, pero le dijo a Erasmo: "No se puede hablar ni callarse sin peligro". La Inquisición quemó a su padre, arrebató los bienes a su familia y Vives fue un exiliado constante; nunca volvió a Valencia
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