Se
quejaban de que la Passio según Mel Gibson el cineasta que había sabido captar
en sus tomas todo el pathos que arranca de la pluma de los cuatro evangelistas
estaba ribeteada de crueldad. Por lo visto, tres personas habían fallecido de
schock en diversos cinematógrafos del planeta. Oh boy. Era de nuevo la voz de
Belial que se alzaba desde las losas del Lithostrotos. Crucificarle. ¿No oísteis?
Ha blasfemado. Si eres hijo de dios baja de esa cruz. Ja jaja ja y los gritos
de las turbas resultaban un contrapunto o las voces anteriormente escuchadas
preteridas y derrotadas de los escribas y de los fariseos. La saña del grito.
La rebeldía ante la historia que ellos pretendían construir como siempre con
una sarta de hechos consumados poniendo cuñas y diferencias – es lo que
supieron hacer siempre- entre el cristo histórico y los evangélicos. Separar a
las naciones, sembrar de cizaña las naciones. Volcar todos los carros.
Y
ya se sabe. A carro vuelco y ni quito ni pongo rey pero ayudo a mi señor todos
son carriles. Era la eterna monserga que echaban por televisión pasándonos la
pluma por el pico. Decían:
-El invento es nuestro. Es la maquina de
la verdad la que está en nuestras manos. Os vais a enterar de lo que cuesta un
peine, coleguitas.
-¡Habrase visto!
-¿Qué?
- No me retruques, burcieras.
Y
había que filmar furores y que retratar funerales para que se cumpliera la
frase hecha de “estamos buenos”.
-Eso no es una frase hecha. Es una
profecía.
-Lo que tú digas
Por
lo visto no tenían otra cosa que hacer que mondar momias y entregarse a las
disquisiciones inanes. Explotaban el morbo como nadie. Dijo un inglés:
Pero
he aquí que todo esto no eran más que las consecuencias del doble lenguaje.
Servían a dos señores. Estaba claro. Era la nueva semántica de las dos mitades.
La del yin y del yen. Habían escrito previamente todos los formularios y vivían
en su pagoda rodeados de una corte de humo de incensarios. Nos lavaban el
cerebro con sus monsergas. Nos aturdían la cabeza. La gente escuchaba la lista
de desastres como el que escucha llover. Se había acostumbrada a su ración de
cicuta en cada diario y tal es así que si no le daban el postre de bajas de
nuestras guerras globales – Irak era un referente macabro de edificios que
saltaban por los aires y de chiitas que salían en camilla los cuerpos
destrozados al sol de las riberas del Eufrates y del Tiflis y de plañideras
tapadas que se golpeaban el pecho o la cabeza con desesperación ante los deudos
fallecidos. Eran carne joven y todo tenía un aire dantesco y apocalíptico.
Se
había acuñado la frase de ejércitos de la concordia lo que no dejaba de ser un
contrasentido los ejércitos y cohortes son para la guerra y no salen a campaña sus
legiones para repartir rosas sino para dar palos. Una mentira por tanto. Lo que
antiguamente se denominaban tropas de desenganche ahora eran formaciones de
avenencias que combatían la desavenencia a cañonazos pongamos por caso en
Afganistán. No se hablaba del enemigo. Los que estaban al otro lado de la
trinchera eran los violentos. Paz significaba en realidad guerra en la nueva
jerga. El muevo lenguaje.
El
gran hermano era un señor de luenga barba partida que portaba ora chistera ora
turbante y montaba en un caballo blanco. El nuevo matamoros se había pasado a
la otra calle y era el mito santiaguista redivivo en versión de fiesta dúplice
o matacristianos.
-
Eso
es un montaje. Mirad que blanca tiene la chilaba ese morito. Cómo cabalga al
trote cochinero qué blanco tiene el alquicel. Parece un fantasma. Es una
visión.
-
Se
parece a Jesucristo. Un Jesucristo al revés que empuña un kalashnikov
predicando el odio y la reconquista de Granada.
-
Ahí
hay mucho adobo. Es un buen lanzamiento publicitario. ¿Quién es don Ben? ¿De
quién es hijo?
-
De
don Laden.
-
Pues
a ese don Laden sólo lo conocen en su casa a la hora de comer.
Había
hecho aparición aquel anticristo entre noticias inquietante sobre cambios climáticos,
mutaciones genéticas, alteraciones de la linfa y el aura. Se conoce que los
diseñadores de imagen habían hecho su labor de campo y se habían leído bien la última
parte del NT. Y rodaban películas porque el thriller también vende con títulos
como Apocalipsis now and Apocalipsis when? Una lazada para cazar incautos y
áteme su Merced la mosca por el rabo.
El
ángel negro descendiendo a la piscina probática había agitado las aguas y las
cristiandades andaban revueltas. Por los rincones de Cuniculandia proliferaban
las bandas que llamaban del Este que se dedicaban a desvalijar pisos y segundas
viviendas y asaltaban a los pensionistas cuando salían de los cajeros con su
magra mesada en el bolsillo. Llenaban la penillanura de chiringuitos de
carretera y allá donde había rastrojos y alguna tenada construyeron puticlubs y
burdeles adonde iban a desfogarse palurdos y había turismo sexual a encontrarse
con las visitadoras y bajaban desde las Galias. La actualidad era una perenne
crónica de sucesos y hasta se vio una vez en tales antros a un espástico de
tullida minusvalidez. También los disminuidos físicos tenían derechos al alterne
y a los favores sexuales y contrataban a una beldad rusa para subir un ratito.
¿Cómo lo haría? El cliente en cuestión llevaba un fámulo o johny que empujaba
la silla de ruedas. Era lo más chocante que vi en mi existencia. ¡Dios mío cuantísimos
pecados!
El
ayudante de campo por lo visto tendría que asistir a la operación y hacer las
voces de mozo de cuadras como cuando mi abuelo iba a la parada a echar la yegua
al garañón y había un experto que coronaba a lo largo de tan aparatosa faena
embrocando el miembro del garañón en su lugar. Y en la barra un forajido se lamentaba
sin cesar de llorar y de que ninguna daifa le hablase en su lengua.
-Todas son rumanas.
-Las rumanas la chupan con ganas
Cadalsos
y cadáveres. Los mitómanos se ponían las botas. El esperpento lo daban a calderadas.
Y en Guantáno torturaban y venían de aquella cárcel penitenciados luciendo el
traje de rayas y andando penosamente esposados y maneadas sus extremidades
superiores e inferiores como si fueran acémilas en pasto caminando con
dificultad a causa de la pihuela que impedía el libre juego de las piernas.
Pero
los reos no eran pasados por las armas como corresponde al código de justicia
militar. Los sentaban en la silla eléctrica o les ponían una inyección letal.
El
enemigo escogió a posta la celebración del quinto centenario de Isabel de
Castilla para afirmar que España había dejado de ser católica.
A
ese callejón sin salida habíamos ido a parar con los embustes de las tres
culturas y el papa propter metum Judeorum se palpaba los fondillos de su
sotana. Él tenía miedo a perder la prestamera. La silla apostólica tenía que
contemporizar y el proceso de canonización de la reina santa quedó bloqueado.
Era
vidente que habían puesto en la silla del pescador a uno de su cuerda o que el
usurpador era un grande bribón con muchas ínfulas. En las altas esferas se
había apagado la llama del cenáculo aquella que decían novio a los primeros
apóstoles a hablar en lenguas de fuego. Hombres de poca fe. ¿Por qué vaciláis? Aquel
miedo, aquellos respetos humanos depararon la confusión de babel. La familia
arrastraba un estigma destructivo y los hermanos andaban poseídos por la falta
de amor. Fámulo traía mal fario y desgracias terribles. Mejor que no te
acerques majo.
-Barrujo Arije, tu mujer padece un cáncer
de tiroides.
-Ay dios mío que habré hecho yo a dios-
gritaba desconsolado como un nuevo Job.
Y
la casa se deshizo y la familia se murió y llegó el sembrador de las discordias
y arrasó sus campos de sal pero Barrujo paciente y resignado movía la cabeza
con pena de sí mismo murmurando entre dientes tan sólo:
-Él me lo dio. Él me lo quitó
Tal
vez tuvo mala suerte. Algún antepasado que él desconocía debió de cometer un
pecado tan horrendo que atrajo la enemiga del señor. Resignación Barrujo Arije
y el pobre Barrujo bajaba la cabeza mientras sus dedos pasaban las cuentas de
su rosario. Toda aquella cargazón de desgracias contra su pueblo la verdad que
no era cosa normal pero dicen que los caminos de Yahwé son inescrutables y en
sus designios misteriosos Él debe de hacerse otras cuentas. Sus números van por
otro cómputo diferente.
-Alguien te hizo un hechizo.
-¿Al nacer?
- Sí, al nacer. Sería que mi madre se
cayó de la burra y por eso.
-Por eso ¿qué?
-Que yo viene al mundo con un dedo de más.
Había
que acatar la norma y someterse a los designios de los flamines del Tercer
Nivel. Los del Tercer Nivel. Esos eran los culpables. Los nuevos sacerdotes de Apolo
aquel domingo de ramos se dedicaban a predicar el mestizaje y el colonialismo
del revés. Saltó una bomba en un piso de Leganés murió un GEO y los que estaban dentro se
inmolaron. Oh que historia más peregrina luego unos desconocidos entraron de
noche en su tumba y esparcieron sus restos por todo el cementerio, un nuevo
episodio de los métodos sarracenos al menos es lo que quisieron contarnos los
de la televisión llevados de la mano de los expertos y propaladores de
consignas del Tercer Nivel. Se suicidaron todos musitando oraciones fantásticas
y con las suras del coran en los labios al grito de Alá es grande. El personal
volvía a tener bastante miedo. ¿Habría que creer a aquella historia o ponerla
en adobo como lo del caballito blanco de Santiago o el alquicel flotante del
Hijo de Laden? En cualquier caso muy fuerte
semejante caso de suicidio en manada entre recitaciones sagradas.
Estaban
en un tiempo de subversión de las conciencias, tiempos solidarios y poco
caritativos en que habían venido los que vendían viendo en cápsulas. Bastaba
con soplar los odres de neptuno y tomar viagra. Se reían los buhoneros de las
azules cápsulas romboides de la falta de ganas. Sois todos unos impotentes.
-Pero qué es este cachondeo oigan.
-Belial que se descojona.
Aquel
domingo de ramos laico se hizo una foto en el castaño joven que plantó recién
llegado a habitar la casa vestido de nazareno. Le caía bien la túnica sagrada
pero estaba un poco gordo. El cíngulo de la hermandad lo había comprado en una
tienda de objetos religiosos cerca de Mayor. Imágenes y lamparillas y rollos de
cortes de tela para hacer hábitos de
todos los colores. Los pardos de san Antonio, los morados de Medinaceli, los
azules de la Virgen los negros de la virgen de los dolores. Esas prendas se las
ponían los que salían de presidio o los que se libraban de una enfermedad en
los años de posguerra. Madrid era muy santero y estos negocios que un día
tuvieron su áquel iban de capa caída. Como es natural.
Siempre
desde niño le tenía afición a las procesiones semana santeras y salir detrás
con los pies descalzos acompañando al paso. Era domingo de ramos y se puso a
cantar la passio en la esquina de las descalza. Tenía una hermosa voz de
diacono. Un argentino se le quedó mirando y le ofreció una limosna.
-No, gracias
Vestido
de nazareno sentía con más fuerza su fracaso, el exilio interior de que era
objeto, las puertas que se cerraban. Sin embargo el timbre de su voz lanzan a
los aires embalsamados de primavera de la tarde de abril el mensaje perenne
urbi et orbi. Estaré con vosotros hasta que haga falta. Era un mensaje
políticamente incorrecto. Los hijos de Belial se revolvían indómitos llevados
por todos los demonios. El hijo de Julián Marías escribía artículos
incendiarios contra estas manifestaciones públicas de fe callejera que cerraban
el camino de la estación. ¿No corren tiempos laicos? Y lo que apuntaban los
detractores y renegados es que los desfiles vistosos les recordaban el
franquismo y no había derecho. Sencillamente era algo obsceno. Y las víboras
asomaban su mortífera cabezota triangular por entre los tallos que ocultaban
sus madrigueras.
-Dalas en el cogote. Esos reptiles con
plumas de mujer ningún derecho tienen a vivir. Descabeza a la serpiente. Es
para lo que viniste al mundo.
Escribía
bien de las procesiones pero la bibliotecaria de Logroño escribía en el foro
insultos contra él. Era una laica de derechas muy comodona y algo buscona de
amores tibios o narcisistas por Internet. Las soflamas y las amenazas
anticristianas estaban de moda en aquel Madrid profano antiguamente rompeolas
de las Españas y ahora aparcadero de gentes llegados de todas las partes del
planeta, batiburrillo de todas las etnias y razas. Pero era así como lo querían,
según va dicho, los agentes del Tercer Nivel Subrepticio que ya no lanzaban
minas por debajo de los muros de la ciudad universitaria. Se limitaban a
predicar el mestizaje y a limpiarse las posaderas con la roja y gualda. Los
copinos se desgañitaban desde los micrófonos de los curas ya ve usted. Había
que envenenar al pueblo. Y un heredero de Mendizábal creo que era vice
tataranieto se emborrachaba en el bar de la rumana que la chupaba con ganas
según decían detrás del mostrador. Los apóstoles del criollismo al revés habían
regresado.
Largaban
sus sermones mediáticos y políticamente correctos en forma de planchas. La
pasión de Cristo caía fuera de los predios previstos por el nuevo orden. Pertenece
a la orbita de la iglesia prevaticana y los judíos de Jolivu le negaron
producciones y hasta amenazaron con matarlo. Había que pagar el portazgo a los
amos de la venganza y del ultraje a la cruz. Si eres hijo de dios desciende de
la cruz.
Las
carcajadas sonaban diabólicas desde el gólgota y se esparcían desde el valle de
Josafat hacia todos los rincones del planeta. Pero como se atreve ese hombre.
-Os ha llevado la contraria. Es vuestro
verdugo. Vuestra maldición.
-Antisemita
-Hijos de Anás y de Caifás. Los nazis no
acabaron con vuestra simiente perversa. Por eso andaréis errantes por el mundo.
Se
recogió en su cuarto y por la señal de la santa cruz cantó en latín: “Passio
Domini Nostri Jesuchristi secundum Marcum”.
Sonó
en su labio la narración del evangelista como un desafío a las fuerzas oscuras
que buscaban el desquite por el deicidio cometido aquella tarde en el Monte de
las Calaveras. A las tres cuando iba por el pasaje doloroso e inclinato capite emissit Spiritus[2],
escuchó un rumor e n el jardín. Eran las palabras de perdón. El verdadero holocausto.
No hubo otro.
Pero
estamos en un tiempo en que se cumplen ciertos amargos designios. España es la
princesa de los tristes destinos. Estamos copados. No hay salida en el club de
los poetas muertos. Dentro de lo malo le embargaba la amarga satisfacción de no
haber marrado el pronóstico puesto que a lo largo de su obra había formulado
aquellos vaticinios. Eran libros inéditos y anepigráficos intensa labor de grafómano. Los fue dejando
dispersos (sus pensamientos) a lo largo de páginas dispersas de su existencia
con sus pervigilios anteriores. Un mal barrunto, el aleteo de un cuervo, la
mala sombra o la peor entraña-una herencia siniestra que les tocara en suerte-conjuraba
el mal fario. Todas estas cosas sensibles e insensibles visibles e invisibles
voluntarias e involuntarias. Montón de pecados juntos donde se arracimaba la
culpa – toda la culpa del mundo. El corazón de Arije sudaba sangre. Era un
diácono a la antigua usanza. Se había cruzado la estola cuando venían mal
dadas. Cuando todo era acechanzas. Su vida `personal permanecía yunta con la
del Señor. Pero estaba todo muy confuso. Turbulento. El amo de los anillos y la
luenga barba enredada agitaba el bastón subliminal. Me hablas de tu vida y ella
es un siniestro total. Lo cual que para
al viaje no necesitábamos alforjas. Pero ¿por qué aquella obstinación contra el
cristianismo? Él no los sabría explicar. La verdad. Has de romper el halo del
maleficio. ¿Cuál era el secreto de aquel mal de ligadura misteriosa? Jamás he
podido quererte. Me traes desdicha, mal fario. La suerte y las sirtes. Evil exists. El diablo
existe. Su presencia la detectaba Arije con una especie de antenas que
tenía para lo paranormal. Estan pariendo ómenes nefastos. Quería huir pero ¿adónde?
No hay salida. Pensaba por ejemplo en el rito de consagración de los elegidos.
En contra de los supuestos que se manejan ahora mismo, él creía en el poder
reparador y sanador de la liturgia. De ella nacía el fervor individual y por
eso mismo se había ordenado de diácono. Para pregonar a Cristo públicamente y
con todas sus consecuencias.
Y
la vida sin liturgia, sin ceremonia, sin pasión ni rito, es nada. Estaba
contextuado e indagada por él a lo largo de muchas horas en que robó al sueño
su cometido para entregarse a disquisiciones centrífugas y centrípetas.
Extrapoladas del mundo en que vivía tozando su pasión escapista de marcharse al
yermo. Huyendo de aquella soporífera esposa que le deparó el destino y de los
hijos que le insultaban. De los vecinos que le hacían momos cuando caminaba
hasta la parada del autobús con lentos andares cansinos. Aquel lento deambular
debió de espantar a los gusanos freudianos que pululaban por doquier. ¿Adónde
vas tu, chico? Mírale. Se mueve como un asesino. Esa depresión suya es la de un
asesino
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