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sábado, 2 de marzo de 2013

NADIE HACE CASO


LOS CAPIGORRONES DE RAJADIZO EL MIRÍFICO

Cartas devueltas

 

Desgastada la lengua de pegar sobres donde meto esperanza nadie responde. Donde pongo poemas, lágrimas, voces que devuelve el cartero: se desconoce.

Y puse bien las señas. Escribí donde me dictaba la sangre: Casa del hombre

RAMÓN DE GARCIASOL “apelación al tiempo”

 

 

Aquí nadie contesta. Nadie sabe nada de nada y por supuesto están en desuso las cartas de amor. Ha caído en desusos el género epistolar que con tanto tino cultivaron nuestros clásicos desde Jovellanos a Cela. Del que es este poema que espigo entre mis apuntaciones:

Mi vida es un erial

Que se va a tomar por culo

Y en mi camino fatal

Alguien va sembrando el mal

Con bastante disimulo.

El de Iría Flavia aquí parodia a Bécquer. En sus cartas a Antonio Vilanova, el catalán, se quejaba de un hecho cierto que esté país está plagado de hijos de puta. Abundan sobre todo en literatura pero también entre el funcionariado, la iglesia, la milicia, el vecindario. La balhurria o bahurria se desternilla de risa. Esto es un cachondeo. No podía ser de otro modo.

Te escriben anónimos amenazando que van a practicar contigo la balichería que es el arte de meter a un sujeto el dedo por el ano. Quieren darte polculo.

Basta ya de gestos miríficos en los besamanos y de rajadizos ministros genuflexos ante la Merkel cantando el tomad virgen pura de nuestros bolsillos, yo hago mis deberes, soy obediente y les voy a meter mano a todos los hispanos menos a los ricos.

Don Rajadizo el mirífico le llaman ya en este país donde abundan los devotos de san Isidro los que sin dar un palo al agua esperan que los bueyes aren solos guiados por la mano de ángeles de seis alas bajados del cielo para aferrar la esteva y empuñar la tralla, y luego quiere la peña que les salga el surco a derechas cuando no sirven ni para clavar la reja.

-Ahora nosotros nos vamos a misa. Después al mitin y a la tarde a la tasca.

 

 

Dora el sol vespertino los bermejos muros del convento donde crucificaron al Santo Niño de la Guardia. Fue un sacrificio ritual. Un holocausto como el que mandó hacer dios al patriarca Abraham hablándole desde la zarza.

-Detente Abraham- dijo Yahvé

-Señor, yo haré lo que tú mandas.

-En vez de a tu hijo Jacob ahí te mando un cabrito.

Buena la hubiera hecho el santo patriarca padre de todos los creyentes si baja unos centímetros el puñal nos hubiéramos quedado sin las doce tribus de Israel y sin monoteísmo puro y duro. Caprichos de la historia. Nada de holocaustos nada de catorcenas nada de revoluciones ninguna conspiración ni crímenes rituales como el de Domnguito del Val y del Santo Niño de la Guardia. El sacristán de la iglesia segoviana de Facundo se hubiera quedado con las ganas de echar Al caldero la celebre hostia que voló por los cielos de la ciudad y Judas no hubiera vendido a Cristo por treinta monedas.

El santo niño se llamaba Juan de Pasamonte y el rabí que le echó mano cerca de la Puerta del Perdón de Toledo tenía un nombre y apellido que andando el tiempo habría de meter mucha bulla en la historia de España. Se trataba nada menos y nada más que de Francisco Franco no el que todos pensamos sino el de un sacerdote de la ley vecino de la aljama de la Ciudad Imperial c. 1489. tal y conforme están las cosas, hasta usted, paciente lector, puede ser el asesino.

Fue habido don Francisco Franco no el que piensan ustedes sino el rabí por los corchetes cuando se trasladaba a Zamora en la posada de la Estrecha. Le incautaron sus pertenencias y las vendieron en plaza pública por lo que quisieran dar y fue acusado de haber crucificado a un infantito a un seise de la Seo cuando salía de las preces Sometido a tormento cantó en el potro el nombre de sus cómplices y luego fue quemado vivo en el barrio del Grajal. Fue un caso parecido al de don Muir al que dieron brasero en una hoguera cerca del convento de Sancti Spiritus segoviano. La crucifixión del santo niño se empareja con el robo sacrílego de san Facundo. Al entierro de don Muir cuentan las crónicas asistieron muchas mujeres de luto luciendo el capidengue que era un pañuelo que llegaba hasta los pies y en el acompañamiento se vio algún que otro capigorrón que abundaban en Segovia. Eran clérigos de origen converso que, recibidas las ordenes menores, no querían pasar a mayores por librarles de esto de las inconveniencias del presbiterado permitiéndoles sin embargo formar parte de los cabildos y de la lista de los paniaguados eclesiásticos.

En la catedral de Ávila su numero era ingente porque de capigorrones se contaban más de cien. Muchos vinieron de Francia con el maestro Eruchel que sería el arquitecto de la inmensa mole mitad castillo mitad fortaleza y mitad sede metropolitana bajo la advocación de San Marcial. La fábrica impresiona. Cuenta con un pórtico flanqueado por dos atlantes uno de ellos con apariencia de sátiro “empalmado” que su verga de piedra en erección alcanza casi la altura de una adarga.

Por el empedrado de acceso a la iglesia mayor abulense rodó la cabeza de un cura aragonés que se llamaba mosén Rubí de Bracamante. Este buen sacerdote fue a ver al rey y le dijo:

-Majestad, esas guerras de Flandes son una sangría a nuestros erarios y no me parece bien.

-¿Quéeee?

Felipe II llamó a la guardia y el pobre cura fue conducido a la Ciudad de los Cantos y de los Santos donde le dieron mulé. Está enterrado en el cementerio de herejes lateral al Mercado Chico.

Yo barajaba tan tristes recuerdos la otra tarde que por no tener mejor cosa que hacer cogí el coche y recorrí los cien kilómetros que separan Ávila de Madrid. Quería respirar aires místicos que me liberen de miasmas y bacilos de la vida corrompida en la corte y allí las brisas son diáfanas. Tenía antojos de yemas de santa Teresa. Uno de los CIU ha venido a decirle al rey Botellas que no quiere formar parte de estos reinos y éste le recibe con acento resignado y bobalicón. Cualquiera de sus antepasados hubiera mandado a galeras a este caganet por su falta de comedimiento pero el Rey Botellas no es lo que se dice Felipe II sino la vera efigie del monarca soso, trincón que sólo sabe leer y lo hace mal sus discursos. En algunas villas le llaman el Pasmado y en otras el Pregonado fin de la monarquía.

Babieca por lo visto se llama su caballo pero no es el del Cid. Todo lo contrario.

Una subigüela retrasada de sus compañeras y que no emigró como parece ser que ahora tampoco emigran las cigüeñas me entretuvo con su canto cuando me paré para mear y echar un cigarro en un apeadero. Cuando canta la subigüela refieren los labrantines de esta comarca es signo de que va a nevar. El avefría siempre fue heraldo de las nieves. Ya los cerros en la lejanía ostentaban sus testas blancas. Es mucho mejor escuchar la melodía de una alondra que los discursos decimonónicos de don Rajadizo ese señor de las gafas y de la barba rala que parla con algo de frenillo.

-Va a haber recortes.

Se agitan los dados en el cubilete y a don Mariano le ha salido el tarafe la flor o la trampa como aquel que dice. Mira que hay que joderse. Ayudarme zancas que en esta vida todo son trampas.

 

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