LOS CAPIGORRONES DE RAJADIZO
EL MIRÍFICO
Cartas devueltas
Desgastada la lengua de pegar sobres
donde meto esperanza nadie responde. Donde pongo poemas, lágrimas, voces que
devuelve el cartero: se desconoce.
Y puse bien las señas. Escribí donde
me dictaba la sangre: Casa del hombre
RAMÓN
DE GARCIASOL “apelación al tiempo”
Aquí
nadie contesta. Nadie sabe nada de nada y por supuesto están en desuso las
cartas de amor. Ha caído en desusos el género epistolar que con tanto tino
cultivaron nuestros clásicos desde Jovellanos a Cela. Del que es este poema que
espigo entre mis apuntaciones:
Mi
vida es un erial
Que
se va a tomar por culo
Y
en mi camino fatal
Alguien
va sembrando el mal
Con
bastante disimulo.
El
de Iría Flavia aquí parodia a Bécquer. En sus cartas a Antonio Vilanova, el
catalán, se quejaba de un hecho cierto que esté país está plagado de hijos de
puta. Abundan sobre todo en literatura pero también entre el funcionariado, la
iglesia, la milicia, el vecindario. La balhurria o bahurria se desternilla de
risa. Esto es un cachondeo. No podía ser de otro modo.
Te
escriben anónimos amenazando que van a practicar contigo la balichería que es
el arte de meter a un sujeto el dedo por el ano. Quieren darte polculo.
Basta
ya de gestos miríficos en los besamanos y de rajadizos ministros genuflexos
ante la Merkel cantando el tomad virgen pura de nuestros bolsillos, yo hago mis
deberes, soy obediente y les voy a meter mano a todos los hispanos menos a los
ricos.
Don
Rajadizo el mirífico le llaman ya en este país donde abundan los devotos de san
Isidro los que sin dar un palo al agua esperan que los bueyes aren solos
guiados por la mano de ángeles de seis alas bajados del cielo para aferrar la
esteva y empuñar la tralla, y luego quiere la peña que les salga el surco a derechas
cuando no sirven ni para clavar la reja.
-Ahora
nosotros nos vamos a misa. Después al mitin y a la tarde a la tasca.
Dora
el sol vespertino los bermejos muros del convento donde crucificaron al Santo
Niño de la Guardia. Fue un sacrificio ritual. Un holocausto como el que mandó
hacer dios al patriarca Abraham hablándole desde la zarza.
-Detente
Abraham- dijo Yahvé
-Señor,
yo haré lo que tú mandas.
-En
vez de a tu hijo Jacob ahí te mando un cabrito.
Buena
la hubiera hecho el santo patriarca padre de todos los creyentes si baja unos
centímetros el puñal nos hubiéramos quedado sin las doce tribus de Israel y sin
monoteísmo puro y duro. Caprichos de la historia. Nada de holocaustos nada de
catorcenas nada de revoluciones ninguna conspiración ni crímenes rituales como
el de Domnguito del Val y del Santo Niño de la Guardia. El sacristán de la
iglesia segoviana de Facundo se hubiera quedado con las ganas de echar Al
caldero la celebre hostia que voló por los cielos de la ciudad y Judas no
hubiera vendido a Cristo por treinta monedas.
El
santo niño se llamaba Juan de Pasamonte y el rabí que le echó mano cerca de la
Puerta del Perdón de Toledo tenía un nombre y apellido que andando el tiempo
habría de meter mucha bulla en la historia de España. Se trataba nada menos y
nada más que de Francisco Franco no el que todos pensamos sino el de un
sacerdote de la ley vecino de la aljama de la Ciudad Imperial c. 1489. tal y
conforme están las cosas, hasta usted, paciente lector, puede ser el asesino.
Fue
habido don Francisco Franco no el que piensan ustedes sino el rabí por los
corchetes cuando se trasladaba a Zamora en la posada de la Estrecha. Le
incautaron sus pertenencias y las vendieron en plaza pública por lo que
quisieran dar y fue acusado de haber crucificado a un infantito a un seise de
la Seo cuando salía de las preces Sometido a tormento cantó en el potro el
nombre de sus cómplices y luego fue quemado vivo en el barrio del Grajal. Fue
un caso parecido al de don Muir al que dieron brasero en una hoguera cerca del
convento de Sancti Spiritus segoviano. La crucifixión del santo niño se
empareja con el robo sacrílego de san Facundo. Al entierro de don Muir cuentan
las crónicas asistieron muchas mujeres de luto luciendo el capidengue que
era un pañuelo que llegaba hasta los pies y en el acompañamiento se vio algún
que otro capigorrón que abundaban en Segovia. Eran clérigos de origen
converso que, recibidas las ordenes menores, no querían pasar a mayores por
librarles de esto de las inconveniencias del presbiterado permitiéndoles sin
embargo formar parte de los cabildos y de la lista de los paniaguados
eclesiásticos.
En
la catedral de Ávila su numero era ingente porque de capigorrones se contaban
más de cien. Muchos vinieron de Francia con el maestro Eruchel que sería
el arquitecto de la inmensa mole mitad castillo mitad fortaleza y mitad sede
metropolitana bajo la advocación de San Marcial. La fábrica impresiona. Cuenta
con un pórtico flanqueado por dos atlantes uno de ellos con apariencia de
sátiro “empalmado” que su verga de piedra en erección alcanza casi la altura de
una adarga.
Por
el empedrado de acceso a la iglesia mayor abulense rodó la cabeza de un cura
aragonés que se llamaba mosén Rubí de Bracamante. Este buen sacerdote
fue a ver al rey y le dijo:
-Majestad,
esas guerras de Flandes son una sangría a nuestros erarios y no me parece bien.
-¿Quéeee?
Felipe
II llamó a la guardia y el pobre cura fue conducido a la Ciudad de los Cantos y
de los Santos donde le dieron mulé. Está enterrado en el cementerio de herejes
lateral al Mercado Chico.
Yo
barajaba tan tristes recuerdos la otra tarde que por no tener mejor cosa que
hacer cogí el coche y recorrí los cien kilómetros que separan Ávila de Madrid.
Quería respirar aires místicos que me liberen de miasmas y bacilos de la vida
corrompida en la corte y allí las brisas son diáfanas. Tenía antojos de yemas
de santa Teresa. Uno de los CIU ha venido a decirle al rey Botellas que no
quiere formar parte de estos reinos y éste le recibe con acento resignado y
bobalicón. Cualquiera de sus antepasados hubiera mandado a galeras a este caganet por su falta de comedimiento
pero el Rey Botellas no es lo que se dice Felipe II sino la vera efigie del
monarca soso, trincón que sólo sabe leer y lo hace mal sus discursos. En
algunas villas le llaman el Pasmado y en otras el Pregonado fin de la
monarquía.
Babieca
por lo visto se llama su caballo pero no es el del Cid. Todo lo contrario.
Una
subigüela retrasada de sus compañeras y que no emigró como parece ser que ahora
tampoco emigran las cigüeñas me entretuvo con su canto cuando me paré para mear
y echar un cigarro en un apeadero. Cuando canta la subigüela refieren los
labrantines de esta comarca es signo de que va a nevar. El avefría siempre fue
heraldo de las nieves. Ya los cerros en la lejanía ostentaban sus testas
blancas. Es mucho mejor escuchar la melodía de una alondra que los discursos
decimonónicos de don Rajadizo ese señor de las gafas y de la barba rala
que parla con algo de frenillo.
-Va
a haber recortes.
Se
agitan los dados en el cubilete y a don Mariano le ha salido el tarafe la
flor o la trampa como aquel que dice. Mira que hay que joderse. Ayudarme
zancas que en esta vida todo son trampas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario