ORWELL ESCRITOR DE ESCRITORES
He vuelto a las páginas de Orwell estos calurosos y esperanzados días de la Copa de Europa el pesimismo ambiente que nos embarga a los españoles por lo demás tan inconscientes y vitalitas adoptando una actitud frente a la crisis pastueña y resignada moruecos que llevan entre los cuernos un cartel con la leyenda de “échame pan y llámame can”.
La gran prosa de este escritor tan inglés y tan universal hace evadirnos de los vaticinios apocalípticos sobre el incremento de los impuestos el “corralito”, los hierofantes televisivos que nos meten mano al pensamiento.
He decidido no escuchar a Intereconomía donde hay un fulano conductor de un programa de línea abierta apto sólo para masoquistas y para los pobres viejos que viven en la cultura de la queja que es como una burbuja. Moaning… Moaning[1]. Nos queje usted tanto, haga algo, tome decisiones resolutivas. A mí que soy algo judío y creo en la ley del Talión Dios me ampare y me perdone si los sicarios matasen a alguno de mi familia, voy a por ellos. No me gusta ser víctima, detesto a las plañideras pero el locutor en cuestión parece un disco rayado contándonos la desintegración de España, el derrumbe de las cajas. Quiere matar a los viejos en la antigua radio de Serrano Suñer el ex nazi.
¡Esa boquita tuya de piñón, amigo Eduardo García Serrano, parece una escupidera de sinrazones, una gárgola de odio y a un radioescucha de Málaga, le dejó con la palabra en la boca! Modos absolutistas del hijo de Rafa del que acabo de leer una novela La ventana daba al río que me cerciora de lo que suponía: en el falangismo hubo no poca cizaña. Total que he vuelto a la SER que por lo menos es una emisora joven hecha por grandes radiofonistas. Eres la cara impresentable de la derecha y te dijiste falangista.
Trato de escaparme del pensamiento único que anticipara Orwell. Los que suponen que su “Granja de cerdos” y su “1984” constituyen una sátira contra la utopía capitalista. Tiraba la barra mucho más largo y se refería al mundo en 2012.
Antiayer presencié un debate televisivo en la BBC- cómo me recordó mis años londinenses- dirigido por el gran David Dimbleby hijo de uno de los grandes personajes de aquella casa en el que los participantes se quejaban de que la libertad de prensa se encuentra en entredicho en el propio UK. La llegada de Rupert Murdoch y el 11S acabaron con lo poco que quedara de libertad.
Cargó a lo largo de sus breves y azacaneados días contra el Capitalismo, Catolicismo, Sionismo y antisemitismo, Islam, el Pacifismo, el Comunismo, el Troskismo.
No conoció en su hora el empuje revolucionario y casi demoníaco del Feminismo reduccionista que ha puesto del revés a toda la sociedad occidental. Es muy de hoy. Tampoco el movimiento gay tenía en los años 40 el predicamento de que goza hoy.
España se ha convertido en un laboratorio de este feminismo causante de la guerra de géneros. Eric Blair únicamente conoció a la lucha de clases y al sufragismo.
La violencia doméstica poco arraigada en Inglaterra y si se produce porque allí el matrimonio también está en crisis existe una consigna de maquillar los casos de atentados en la intimidad del tálamo y aminorarlos para que no cunda el efecto llamado al igual que se trata de silenciar los suicidios pero en España a lo que se ve existe un sentimiento morboso de convertir en primera página y entradilla de los telediarios de asesinatos conyugales sin que los noticieros se adentren en pormenores o analicen las circunstancias desencadenantes. Culpando al varón nunca a la mujer.
Está visto que en España no podemos vivir sin terrorismos. La violencia de género, numero y caso se ha llevado a más gente que la maldita ETA.
Esta sociedad a la cual parece irle la marcha se desintegra en su célula más viva que es la familia. Parece ser que eso es lo que se pretende. ¿Quién gana de estos luctuosos sucesos? Los abogados y los bancos.
Tragedias cotidianas que los periodistas del duerno cuentan con la impavidez del que se bebe un vaso de agua. ¡Qué horror! Pero seguiremos con George Orwell.
Escritor de escritores, que ha resucitado al inglés inconformista y al comunero castellano que llevo en mí. ¡Viva la rebelión en la granja!
El gran porquerizo se ríe de nosotros, nos trata como a cerdos, a patadas y observa si nuestros jamones son lo suficientemente gordos y demócratas antes de sacrificarnos en la toza.
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