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viernes, 23 de octubre de 2009

LA UNIDAD DE ESPAÑA Y UNA REINA FRANCESA




TORREÓN DEL PALACIO DE ARÉVALO


DONDE VIVIÓ GERMANA DE FOIX

Germana de Foix y la unidad de España
Antonio Parra
S E cumple el quinto centenario de la famosa Concordia de Salamanca, un hecho que a pesar de su trascendental magnitud en medio de los azorados meses que corren y lo corto de vista que nos hemos vuelto los españoles, obliterando nuestro pasado y, amnésicos, en ese intento contumaz por consumar el legrado de memoria de una vida en común, suicida actitud (vayamos paso pues a muchos los árboles no les dejan ver el bosque) permanece en el olvido. Sin embargo, en virtud de esta entente cordiale y el convenio matrimonial de Fernando el Católico con la sobrina de Luis XII se sella un armisticio con Francia que va a informar toda la política exterior de los Austrias: los matrimonios de conveniencia y por razón de Estado que serían múltiples desde el día de san Matías de 1500 en que nace el emperador Carlos hasta el de Difuntos de 1700 cuando expira en Madrid Carlos II el Hechizado. Princesas de la Casa de Valois para los herederos de la corona imperial castellana, príncipes de Asturias, a la recíproca, que marchan a París a buscar novia, Pacto de los Faisanes y aquellas famosas nupcias de Felipe IV con doña Isabel de Valois, su legítima en medio del gran harén en que no faltaron marquesas, esposas de sus privados y hasta monjas del convento de San Plácido y una cómica, la Pacheca, pues Marañón dice que el bueno de don Felipe Cuarto era de una sexualidad tan exaltaba que rayaba, casi femenina, en lo patológico esto es insaciable: se le contaron cerca de cincuenta hijos naturales. Francia siempre Francia. Detrás de los Pirineos se alza el gran antagonista de los castellanos. Rivalidades sin cuartel. Fernando de Aragón que no tenía un pelo de tonto fundamenta esta alianza nupcial con el francés la mira puesta contra Inglaterra, cuya enemiga hacia nosotros también fue proverbial y que empezaba ya a mostrar -es el otro gran refractario de los intereses hispanos- y donde el rey Arturo había engatusado a su yerno, Felipe el Hermoso, en una alianza antiespañola. Había prevenido una escuadra para conquistar Fuenterrabía. Fernando se adelanta a la jugada y afianza el respaldo del Palacio de Blois. Luego no cumpliría la mayor parte de sus promesas pues era un redomado político pero debió de pensar que París bien valdría una misa. Así aventaría las desconfianzas del Palacio de San Juan de Letrán. El papado, un hecho paradójico, siempre cargaba el carro delantero del lado de Francia. En menoscabo de España, que para eso era Francia la hija preferida de la Iglesia. Doña Germana de Foix no fue una mujer feliz. Su marido la tuvo un tanto arrinconada. El infante que nació de la unión nació muerto y pasó la vida como una reclusa en Arévalo donde la llamaban “pinguis et bona pota” por su afición a la buena mesa. Que le gustaba empinar el codo, vaya y para como era algo “coxa” según dicen las crónicas. Consultando minutas del Archivo Municipal de Arévalo hay algunos documentos que constatan el malestar de la corporación del concejo por la oneroso de la fiscalidad que sobre los hombros de los vecinos recaía a causa de la inclinación de la francesa por el dispendio y los banquetes. ¡Viva el lujo y quien lo trujo! En aquella corte fue paje o menino nada menos que Iñigo de Loyola antes de su conversión y debió de pasárselo muy bien de mozo gozando de la vida galante arevalense y cometiendo pecados según él escribe en sus “Ejercicios” que lloraría toda la vida. Le salieron al santo surcos por la mejilla a causa de las lágrimas de arrepentimiento por las calaveradas de su disipada mocedad. El rey ya digo, viudo y algo botarate, no le guardó lutos largos a su primera esposa Isabel de Castilla. Era 36 años mayor que Germana. Sin embargo, la política en este maquiavélico personaje uno de los mejores políticos que en este mundo han sido conservaba prelación sobre el amor. En 1505 se suscribe el Pacto de Blois con la corona de Aragón y los protocolos vuelven a sellarse en la Concordia de Salamanca con la de Castilla meses más tarde muy cerca de la casa donde se acaba de celebrar la tan traída y llevada cumbre iberoamericana. Este hecho de una magnitud sin precedentes va a apuntalar la unidad de España conseguida en 1492. La corona de Aragón por aquello del tanto monta, monta tanto, y por lo que decía Gracián “aragonés y español soy hasta la gola que la libertad siempre fue española” va a jugar un papel relevante en esta unión de los reinos. Venimos un poco de las barras que llaman catalanas pero que en realidad son barras de Aragón. Dicho reino con el de Navarra - todos los historiadores son contestes- es el artífice de la fusión de las tierras de España primero con el Compromiso de Caspe de 1412 y más tarde con la Concordia de Salamanca. La boda no se celebraría hasta el año siguiente. Germana es proclamada reina de Aragón y de Nápoles. Los primeros once años fueron felices pero a la muerte de su esposo que testó a favor de su hija doña Juana al quedar Germana sin sucesión quedó relegada la pinguis et bona pota en su palacio de Arévalo que yo he ido a visitar varias veces y está en ruinas acusando los estragos del tiempo pero aún le quedan las dovelas del arco de su puerta principal. ¿Qué fue de aquellos saraos? ¿Qué se hizo de tanto señorío? Una melancolía manriqueña me dominaba cuando pasaba por debajo del famoso postigo de Alcocer en la villa arevalense, uno de esos lugares cuyos manes siempre me fueron propicios a mí que he sido un impenitente defensor de la unión y la concordia entre españoles. Además, en su castillo pasó su infancia la gran reina de Castilla y el poso de aquel temblor, de aquel gran sueño creo que aún vibra en el aire. Cisneros, aquel fraile correoso un perro fiel a quien sus enemigos denominaban la “galga en pieles” fue cicatero con la reina viuda y le cortó el grifo de los dineros dejándole una escueta pensión que le impidieron llevar el tren de vida que había llevado hasta la muerte de su esposo. El fraile franciscano temiendo bandos y una insurrección de los partidarios de Germana de Foix la tuvo bajo vigilancia. La reina en realidad era una reclusa en su jaula de oro del palacio de Arévalo. A la muerte de Cisneros en 1519 vuelve a casar con el Duque de Brandenburgo. Enviuda y matrimonia con el Duque de Calabria que recopiló una de las bibliotecas más famosas de la cristiandad. Germana de Foix acaba sus días en Valencia el 18 de octubre de 1538. Siempre se relegó un tanto su memoria porque algunos cronistas pensaron que la sombra de Isabel pesó sobre la francesa como un maleficio. Ello no obstante, su vida romántica y novelesca, está ahí y constituye un desafío para los novelistas. Tampoco los cultivadores de la novela histórica han sido demasiado generosos con su figura. Sin embargo, el reto queda en pies para el que quiera contar la vida de esta francesa que fue protagonista de uno de los capítulos más interesantes de la historia de España. Por supuesto, tuvo que aguantar las infidelidades de Fernando el Católico que siempre fue algo putañero pero ella tampoco perdió el tiempo como aducen los testimonios de la vida galante, una verdadera reina del Renacimiento, en Arévalo.
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