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jueves, 5 de octubre de 2017


LONDINI DIASALES

 

O Roma alma mater excelsa celebramos tus fiestas diasales alabado sea el dios Dionisio amigo de Neptuno que manda en el Tamesis. London was he wind blowing over the branches of the melancholic oaks of Hyde Park. London was los goces y las sombras inefables donde se agazapaba el beso escondido de una mujer. El samovar silbaba su alarma de advertencia cuando estábamos en lo mejor on the gas stove watch out. Pasaba el lechero y el boy de los periódicos dejando en el umbral los voluminosos dominicales, afrecho de lectura para mañanas lluviosas de aburrimiento que san Frutos pasaba la hoja pero seguía sin acabarse el mundo. Lazy sundays afternoons se te pegaban las sabanas y era hermoso sentirse libre en la cama que habías adquirido por unos peniques en Marks Spencer dinero que siempre va a parar a los judíos. Sentíamos al limpia ventanas trajinar subido a la escalera mientras Liz y yo hacíamos el amor. Las casas londinenses carecen de persianas son un escaparate global ciando aun no habían llegado los pornógrafos de la Red.  Well done, mr Villeguillo. Los jardines de Rolando mostraban en sus arbustos la cencellada del otoño. Se enteraba de todo el tío. I loved many a girl but among them there was no my Suzi la que amaba. Volvían las púberes cabezas de South Kensigton con sus cantaros a la cabeza y sus andares de cadencia hacían recordar al garbo de las Danaidas afán de vida. carrusel del circo que no para. Las monjas de san Chad se bañaban bajo la vigilancia de su chaplain capellán en cueros vivos en las playas de Surrey oh que esplendor el de aquel verano. Londres era la sala de espera en la estación de san pancracio y los cigarrillos fumados en buena compañía sobre las gradas de la estatua de Eros en Picadilly Circus. Aquellos fueron las fiestas diasales de mi juventud, stags parties, noches de vino y rosas, conciertos, campeonatos de bridge y carreras de sacos. Por la senda sublime del recuerdo yo me marcho caminos sin retorno nada de aquello volverá. Mrs Dolittle venía inexorable a cobrar la renta todos los sábados. Los ojos turquíes de Linda Barnes me embelesaron cuando ella apretaba sus muslos y sus labios contra mí. Me perdía en sus brazos sin saber que los amores pasan, cambian las formas de gobierno y las ideas de los hombres. el péndulo de las modas es el diapasón que rige los hábitos. Sé que nadie escuchará esas líricas confesiones me consideran un pelafustán de la literatura pero soy algo más que la voz que clama en el desierto y sé que mis palabras no pasarán.  ecce homo,  he aquí mi legado de las Londini Diasales fiestas eternas. Yo en mi sotabanco de South Kensigton fui un hombre feliz

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