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domingo, 15 de octubre de 2017


 

 

 

Hoy fiesta de Sta Teresa convendría recordar a Francisco de Quevedo y la gran polémica que dividió a las dos Españas entre santiaguistas y teresianos. Y la pugna sigue. Santiago representaba la alcurnia de los hidalgos de sangre limpia. La andariega carmelita por su parte abandera el estandarte de los conversos. Cristianos viejos contra cristianos nuevos. Absurda controversia porque tanto Santiago como Teresa eran judíos. Las palabras como truenos de los Caballeros del Habito de la Cruz Colorada retumban contra el sayal descalzo de los que venían de la judería. Recomiendo a mis compatriotas la lectura de los libros del autor de los Sueños. Porque allí podemos encontrar una explicación a nuestra dicotomía a nuestra personalidad escindida. En parte llevaba razón cuando Francisco de Quevedo descubre en la psicología de la monja abulense inquieta arrobadiza y andariega (fue siempre muy exagerada y mujer muy lista) aspectos menos plausibles de lo que ven ella sus devotos incondicionales. Los que añoran al franquismo siguen soñando en el brazo incorrupto de la fundadora carmelita del cual el dictador, tambien judío de raza aunque no de nación, nunca se separaba. El tema se remonta bastante atrás al siglo de Oro y de ahí pudiera emanar la desazón de nuestro inquieto e inquietante pasado. Parece que los españoles caminan por la historia como si pisaran arenas movedizas. Ello forma parte del juego de la exaltación conversa que cuenta con historiadores incondicionales como Américo Castro refractario a tener en cuenta lo que Quevedo desvela en sus escritos.

 

 

 

 

 

QUEVEDO PASIÓN Y MUERTE

 

“VIVIMOS CON LA BARBA AL HOMBRO” escribía don Francisco de Quevedo el caballero de las espuelas de oro  (así llamaba Casona) desde su mazmorra en el convento de San Marcos de León.

El delito cometido debió de ser grave de lesa majestad dicen que por una coplilla contra su Majestad otros autores señalan las veleidades políticas del escritor y las posibilidades de ser esculca de los franceses. La causa de su prendimiento una noche de diciembre de 1639 no ha podido ser esclarecida. Hay otras muchas lagunas en la personalidad enigmática y contradictoria del mejor y más diestro en el manejo de la lengua castellana de los escritores españoles. Gran parte de su ingente obra se perdió. Otra sigue inédita. ¿Era verdaderamente un echadizo de Richelieu al que por otra parte fustiga sin conmiseración? El espionaje fue una de sus muchas facetas. Urdió la conjura de Venecia y la policía del Dux quiso aprehenderlo. Se salvó por parlar italiano sin acento.

El señor de la Torre de Juan Abad era un gigante en un país de enanos.

Aquí la envidia y la mentira me tuvieron preso conviene recordar la quintilla de fray Luis de León, al salir del presidio de la Inquisición en Cuenca.

Quevedo conoció la amargura del calabozo en tres ocasiones. Las dos primeras por no hacer traición al duque de Osuna, y la tercera, por defender, como patrón de España al apóstol Santiago, ▬ fue larga y virulenta en el siglo XVII la controversia sobre el compatronato porque ahí las dos Españas entraron en juego y la polémica sigue aún, pues esto parece el cuento de nunca acabar ▬ en lugar del de Santa Teresa de Jesús, como pretendían los conversos. Santiaguistas contra teresianos.

 Parece ser que él conocía el enigma de la santa andariega sus mentiras y camelos sus arrimos al dinero de los cristianos nuevos y los devaneos de esta santa tan arrobadiza que sublima el sexo haciendo creer a los inquisidores que había sido penetrada vaginalmente por el propio Jesucristo. Locura de amor. España es país de locos.

Aquellos que descubren satíricamente estas obsesiones son condenados al silencio, al escarnio a o a la horca.

Olivares muere el 22 de julio 1645 en Toro en plena crisis separatista con Portugal y Cataluña. Se había puesto al frente de un ejercito que iba contra Lisboa tras salir de su heredad de Loeches. El conde duque que admiraba a Quevedo y lo protegió acabó odiándole y es posible que una de las causas de ese odio fuera que creía que el autor de Los Sueños se entendía con los franceses que habían invadido Cataluña con un ejercito bajo cuerda. Durante sus días de presidio que minaron su agotada salud no pierde el humor:

“A modo de cachidiablos

me cercan tres cachirríos

Órbigo, Castro y Bernesga

Que son del Duero meninos” y eso que estaba ciego del ojo izquierdo tullido y cancerado con una herida abierta en la pierna.

De este tiempo son sus obras piadosas con místicos resabios donde demuestra sus conocimientos bíblicos su longanimidad y paciencia de nuevo Job.

El frío leonés inhóspito y salvaje que lo convierten en una de las ciudades más antipáticas de España, gente arisca con mal vino y que come mucho conejo “que vivo en este sepulcro ensayándome de muerto”. 

Sin embargo, su consuelo son los libros y la amistad con los jesuitas. El padre Juan de Tarsis iba a ser su gran biógrafo y llega a suponer una virtud heroica en aquel hombre que le haría digno de los autores. Dicen que Quevedo resignado y paciente murió como un santo.

La literatura es para el preso además de consuelo una terapia, no un placebo. Quevedo era alto bien proporcionado de cuerpo de cintura para arriba, frente despejada, narices gruesas y corto de vista. Los pies los metía hacia dentro y cojeaba de ambos remos. En el retrato que hace dél Pacheco se nos muestra esa nariz sensual judaica y los mostachos de mosqueteros. Que no falte la cruz colorada al pecho como ostentación de su limpio linaje. ¿Era tambien de antecesores marranos? Muchas páginas de su obra así como su perfecto conocimiento del hebreo nos hacen sospechar que sí. ¿Entonces cómo es que se coloca del bando de los santiaguistas y brama contra los teresianitas el bando de los cristianos nuevos? Se encuentran muchas contradicciones y lagunas en la vida del escritor que aun no se han resuelto. El caso puede obedecer a sus múltiples complejos y trastornos de personalidad.

Velázquez lo pinta en 1628 cuando tenía 48 años quien le hizo un retrato más favorable; debió de existir amistad entre él y don Diego

Retirado en la paz de estos desiertos

Con pocos pero doctos libros juntos

Vivo en conversación con los difuntos

Y escucho con mis ojos a los muertos

Si no siempre entendidos siempre abiertos

O enmiendan o fecundan mis asuntos

Y en músicos callados contrapuntos

Al sueño de la vida hablan despiertos

Las grandes almas que la muerte ausenta

De injuria de los años vengadora

Libra oh gran  don José docta la imprenta

En fuga irrevocable huye la hora

Pero aquella el mejor calculo cuenta

Que en la lección y estudios nos mejora” de tan inmortal soneto los que vivimos una vida libresca donde el alma vence su trifulca eterna contra la carne.

El duque de Medinaceli se lo llevó a Cogolludo cuando fue excarcelado. Tenía 63 años el cuerpo le fallaba pero la cabeza le regía. Aquel otoño de 1643 publica Vida de Marco Bruto que plantea el interrogante eterno si es lícito asesinar o no al tirano. ¿Tu quoque filii mihi? (¿Tú tambien hijo mío eres de los que están en la conjura?)

Bruto asesinó a su padre Julio Cesar. Plantea la cuestión del tiranicidio. Quevedo recoge el guante del reto lanzado por El  Padre Mariana dando lugar a una gran polémica entre los juristas de la escuela de Salamanca y determina que el que mata al opresor del pueblo no es culpable y lo exime de culpa en su libro De regis institutione  data de 1599.

En la Torre de Juan Abad adonde llega en el otoño de 1644 se queja de la soledad que es la tortura del viejo no tener amigos. Se cartea con Francisco de Oviedo y con Sancho de Sandoval. “Sin apartarme de la chimenea me quemo y no me caliento”. El frío de la cárcel leonesa le penetró los huesos. Es trasladado al convento de los dominicos de Villanueva de los Infantes. Un criado gallego Diego de Lugo le roba cuanto tenía y se da a la fuga. Vienen los sobrinos a la cabecera del moribundo al husmo de la herencia. La noche del 30 de mayo el galeno le manda fumar una pipa y el pobre enfermo con el humo se intoxica. Pésimo remedio. El 25 de julio anota en una de sus cartas (Quevedo murió con la pluma en la mano como los grandes escritores periodistas) “Hoy fiesta de Santiago mi patrón y único de España se me abrió la postema del lado del corazón. Espero buen suceso” el día de la Magdalena llega la noticia de la muerte del valido Olivares su verdugo. Tercia este comentario despectivo: “Yo que estuve muerto en prisiones viví para ver el fin del hombre que me aherrojó… unos dicen que le hallaron sapos y culebras en el buche, otros encontraron cal y arena; yo creo que había de todo”.

El 8 de septiembre de 1645 moriría el genio, de una paroxismo, congestión cerebral, poco después de escribir una carta a su fautor Bernardo de Oviedo. Fue enterrado en la iglesia de san Andrés.

Vuelve el polvo al polvo que es polvo enamorado. Amor constante más allá de la muerte. Sus huesos se perdieron en una exhumación de la francesada “pues que de nieve están las cumbres llenas, la boca de los años saqueada, la vista enferma… salid a recibir la sepultura acariciad la tumba y monumento que morir viviendo es la última cordura” escribió los poemas cinerarios más sublimes de la lengua castellana. La vida tiene mucho de cruel y bastante de escatológico. Es un viaje a través de la mierda. Abrumador por lo pesimista el pensamiento quevedesco.

Alguien detrás del biombo, se carcajea de nuestros pasos; el ambiente de la comedia del mundo es delirante. “Médulas que han ardido gloriosamente”. Et ossa mea non conteretur, clamaba Ezequiel. No disperses, Señor, mis huesos.

The windmills of my mind. El Molino de su cerebro no paró el trajín durante sus 65 años de vida. “Mi corazón es reino el espanto”. Un clásico universal que retrató no sólo a la sociedad de su tiempo a golpe de sátira sino también la vida misma.

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