la fe y el tesón huyen a las montañas y a la
sombra del pico Ubiello por la otra cara santo Toribio uno de los muchos santos
mártires de las actas mozárabes en las que es abundoso el mes de abril debió de
vivir en el monasterio donde cuatro siglos después un monje anónimo con tino de
buen pendolista caligrafió y pintó los primorosos códices miniados del Libro
del Apocalipsis más conocido por el nombre de Beato de Liébana. De su vida se
sabe bien poco. Que lo hicieron obispo de Astorga, la sede que ocuparía también san Fructuoso de
Braga y que fue un varón justo y limpio de corazón al que el papa san León
Magno le escribe una carta [el mismo que recriminó la conducta levantisca a san
Hermenildo contra su padre Leovigildo].
Quizás no tengamos que fiarnos muchos de los panegiristas y hagiógrafos
que hacen el elogio de personajes descorridos y deforman la mirada.
Pero una cosa es importante en esta pléyade de
oscuros varones: que fueron a refugiarse a las soledades del Bierzo buscando a
Jesús en la vida contemplativa y fundaron monasterios en cuevas a lo largo de
la cordillera pirenaica. Dicen que allí estuvo asentado el paraíso. Dumio, la
sierra de Oscos, los recónditos emplazamientos de las montañas cantábricas, las
Batuecas, el Valle del Silencio camino de Astorga y Ponferrada.
Estos personajes me reafirman en mi vieja creencia
de que la santidad existe y se determina de muchísimas maneras porque múltiple
y multifaria, hablando muchas lenguas y a través de innumerables circunstancias
se produce el aproximamiento a Dios lejos de las vanidades del mundo.
El monaquismo tan denostado e incomprensible para
nosotros produjo estas figuras extrañas que encontraron a Dios en el retiro y
en los libros, en la controversia, porque Cristo los hizo libres. Cristo
libertador. El Eleuteros frente a las miserias y circunstancias de la vida
terrenal. Y aun hoy sigue existiendo la bondad y la gracia. Se puede practicar
perfectamente el anhelo de perfección y el monaquismo viajando en autobús o en
medio de la vorágine de esta ciudad tan bella y cosmopolita que es Madrid.
Santo Toribio interceda por nos.
De manera que nosotros tenemos vocación de
pendolista y amamos la belleza interior que consagra a las almas. Y que nada
tiene que ver con el “edoné” lo
exterior, lo carnal y mortal y todo eso que desaparece en la tumba para
trocarse en polvo y gusanera.
6 de 1abril santo Toribio de Liébana
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