Don juan Manuel. El conde Lucanor
Alfonso VII, reivindicando el espíritu de tolerancia y la conllevancia de moros judíos y cristianos hizo llamarse rey de las tres culturas. Era una utopía pero las utopías cupieron siempre en España. Es solaz volver a las consejas de don Juan Manuel tremendo escritor, señor de Peñafiel, cerca de donde yo pasé mi infancia, y que practicaba el arte de la caza mayor en el que era ducho por aquellos tesos y povedas del Duratón y las cuarenta villas que fueron repobladas con moros traídos desde Andalucía después de la batalla de Jaén. Dos siglos después del emperador cuando el infante don juan Manuel señor de Peñafiel y de Escalona cuando éste redacta sus libros de cetrería aún pervivía. La mayor parte de los obreros que trabajaron en las iglesias románicas muy abundantes en la zona al sur del padre Duero eran alarifes musulmanes. A cuya causa se atribuye en que los capiteles y columnas de estos edificios no se tallara la figura humana. El Corán las prohibía y sí en cambio motivos florales. El famoso esgrafiado con que se adornaban paredes por esta zona es de origen morisco. Pero esa es otra historia. Don Juan Manuel hablaba árabe y lo demuestra en sus libros en los que inserta frases en esta lengua a lo largo de sus consejas y chascarrillos tan sabrosos y tan sabios. De lo que aconteció a Saladito. De lo que aconteció a un moro con una hermana que era medrosa. De lo que aconteció a un filósofo que entró en una calle donde había malas mujeres en una villa del reino de Marruecos. Este filósofo por lo visto padecía disentería y buscando un sitio apartado para desembargarse hallase en medio de una calleja donde daifas de mala fama hacían la carrera en solaz de los cuerpos y en mal de su alma. El austero discípulo de Pirrón y de Séneca que ignoraba este extremo quedó muy corrido cuando lo supo pero se metió en su estudio y en ocho días compuso un libro que era un tratado sobre la ventura y la desventura cuando es hallada y no buscada que concluye con esta sentencia:
- haz bien y guárdate de sospecha, para que sea tu fama derecha. Maguer algunos hayan errado, nunca hagas desaguisado.
Invoca pues la conciencia integérrima y la rectitud de intención para combatir los bulos que esparcen las lenguas malas del mundo. En otros e n x e m p l o s aboga por vencer al mal con el bien porque sufrir al hombre malo poco val. Por estos ejemplos de novela dialogada entre el conde Lucanor y su criado petronio pasan personajes y situaciones que eran muy del siglo que le tocó vivir al escritor al que imaginamos en una habitación de su castillo de altos muros, el fuego ardiendo en el hogar, un perro de caza a sus pies y el rasguear de su cálamo sobre el papel, gesto complaciente y mirada tolerante y serena hacia las gentes. Cansado de pelear en las diversas guerras fronterizas y en las luchas dinásticas se refugió en la literatura y la filosofía el señor de Peñafiel. Hay consejos para la madre recién parida que lloraba. Por que lloras, mujer. Porque mi niño no mama. O cuenta lo que le pasó al diablo con una monja o falsa beguina[1] para fustigar la hipocresía de las que llamaban en el medioevo gatas religiosas. O al moro que fue rey de Córdoba. En esta historieta despliega sus conocimientos del árabe pero siempre defiende la ortodoxia católica y la preeminencia que ha de tener la cruz sobre la media luna. Aconseja a los mahometanos que se bauticen. Ya entonces el Islam se mostraba irreducible porque son muy sañados… y los moros han por costumbre adobar la cena a los novios. Algunas historias nos revierten al Boccaccio emanantes de la literatura oral como el mancebo que casó con muyer brava que debía de ser asturiano. No se cansa de advertir a sus lectores que Dios es derechero que hagan el bien y desdeñen a los malos porque a la muerte ha de darse cuentas al Altísimo y para ello toma parábolas procedentes de los catálogos de cetrería. Conocía bien a los sagres y a los halcones marceros que domesticaba en los patios de armas de sus castillos amaestrandolos con el capillo y la pihuela. De lo que aconteció al rey de Sevilla abenaquid con su esposa ramaiquía sobre costumbres culinarias orientales – las comidas se adobaban con jengibre, nardo y laurel- y despliega sus conocimientos de algarabía:
- w a l a n a h a r e l t i n (acuérdate del día del lodo)
Por último refleja el mundo de los conversos y los tornadizos que se pasaban al mahometano por aquellos días como aquel cura de granada que consagró una hostia y se la dio a los moros para que la profanaran. Un caballero cristiano que lo vio dio muerte al clérigo traidor y el propio rey de granada le alabó el gesto de matar al renegado. En definitiva, el infante don juan Manuel rezuma el clima de tolerancia y de respeto que reivindicaba Alfonso séptimo el emperador de las tres religiones. Era una utopía pero casi ocho siglos de interacción no pasaron en balde. No siempre estaban peleándose. Moros y cristianos bajo cuerda se entendían, se casaban, vivían en las mismas ciudades, cada uno en su barrio, en su aljama. Juntos pero no revueltos. No es ciertamente la que reivindica ahora el buenismo y la globalidad que pretenden nuestros ilusos gobernantes.
[1] Mujeres que combinaban la vida seglar con la claustral. Habían sido fundados por Ypres de Begue en el siglo XII y parece ser que sus conventos se convirtieron en casas de alterne. . fueron suprimidas en el concilio de Vienne en 1312 y el Kempis despotrica contra ellas como corruptoras de la paz de los conventos