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domingo, 11 de septiembre de 2011
Antonio Parra
Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueces Santo Corpus Christi y el Día de la Ascensión. Aquel día en mi querida Segovia era la fiesta de la Ascensión día gris encapotado de nubes y de dulces cantos silentes del serafín de la dicha. Hoy a este lado de la Mujer Muerta y Siete Picos cúspides sagradas de mi niñez que yo veo o intuyo desde los campos de Brunete, campos de mi “vejentud” luce un sol espléndido de 56 años después y hoy es el Corpus la fiesta solemne de la Eucaristía que en griego significa sentir la gracia y estar en onda con la belleza. Eucaristías y eulogías en mi corazón. Eulogía es hablar bien. Prosperar en comunión con el Logos. El Verbo. In principio erat Verbum. Uno desde entonces ha sido un Eulogio que va por el camino mirando para la hostia que está perpetuamente expuesta en el corazón y que irradia fuego interior. El fuego divino ha bajado a la tierra y estará con nosotros hasta la consumación de los siglos. Este misterio ningún mortal después de Juan Evangeliksta supo traducirlo a palabras de hombre con tanta acucia y perspectiva como Tomás de Aquino. Teología global. Punge lengua gloriosi Corporis Mysterium sanguinisque pretiosi quem in mundi pretium fructus ventri generosi Rex effudit gentium (canta lengua mía el misterio del cuerpo glorioso y de la Sangre que el Rey de las naciones hijo del generoso vientre de una Madre derramó por rescatar al mundo). Mis amigos de la infancia se llamaban Toñi Merceditas Rafita José Luis y mi hermano Javi. La vispera de aquel día la recuerdo perfectamente. Era un dia de calor. Toñi rafita Merche Jose Luis Casado y yo mientras todas las campanas de las cuarenta y tantas iglesias de Segovia repicaban a gloria jugábamos a la malla por entre las peñas del Río clamores. Todavía había neveros blancos en la sierra y hacía calor. Al abuelo Benjamín lo recuerdo sentado en la terraza de aquella casa de Valdevilla recién estrenada. Había traído una cesta de guindas recién cogidas del huerto y pan blanco reciente.
-Ten, hijo, todavía puedes comer hasta las doce de la noche
-¿No peco abuelito?
-No pero tienes que ser bueno y bien mandado.
-Sí.
Aquella merienda fue exquisito yantar de dioses con un corrusco de la hogaza recién encentada a mano al lado del querido abuelo Benjamín que se había echado la boina sobre los ojos perezosamente para resguardarse de los rayos de Apolo que doraban los pretiles del puente romano y proyectaban resquicios lumínicos entre las hojas de la acacia joven. A partir de la medianoche no se podía tomar ni un vaso de agua y la norma del ayun era guardada religiosamente en la católica españa que yo ahora añoro y tan es así que algunos sentían escrúpulos si por descuido habían ingerido algún alimento y cometido sacrilegio. Me desperté casi al alba y en el comedor estaba la sorpresa: mi traje de primera comunión que había hecho para mí a la medida Blas Carpintero el sastre de Segovia de oprigen judío por cierto y al que recuerdo su calva su gran nariz y sus dedos expertos y acariciantes cuando me tomaba medidas. Tan locuaz y buena persona y unos anillos de oro en sus dedos que debían valer una pasta. Por aquellos día el sartorial menester de los alfayates daba para una posición acomodada Era un traje blanco con capa y bordados. Todo era blanco y puro. Una buena capa todo lo capa pero aquel traje de mi primera comunión que me sentaba que ni pintada no tapaba sino que enseñaba un niño puro y feliz. Blanco de arriba abajo. Blanco hasta los zapatos: la corbata pajarita, el chaleco, la camisa, el cinturón, el pasador, las presillas. Todo. El señor Casado y la señora Henar los padres de Mercedita vinieron a participar ver salir de casa al comulgando.
-A ver si nos ensuciamos eh.
Y con las mismas nos encaminamos a pie toda una comitiva de quince o veinte personas porque me acompañaban mis padres mi abuelillo Benjamín mis tíos y mi hermano Javi que iba vestido de marinero y que recibió la primera tunda de mi primera comunión que no era la suya pues no se le ocurrió otra cosa que meterse en un charco y ponerse perdido el traje de marinero. Se puso a llorar y a decir:
-Yo quiero ir primera comunión como mi hermano
-Déjale que está burrísimo.- dijo mi padre dándole un pequeño azote en el culo pero con lo fuerte que era mi padre y lo gorda que tenía la mano de cuadrar piezas de artillería en los campamentos una caricia suya era como la confirmación del obispo.
-Tira palante.
-Yo quiero ir de primera comunión con un traje como el de mi hermano.
-A ver si te callas, Javierito que si no cobras
Cuando llegamos a la iglesia de los claretianos el atrio estaba lleno de familias acompañando a los comulgantes. Bendito jolgorio infantil.
-La vela ¿Habéis traído la vela, chiquitos?
-No.
El señor casado el hombre otra de las personas buenas que jalonaron mi infancia [era brigada de Artillería] fue arreando a comprarla a una cerería. Las cererías abundaban en Segovia por aquel entonces pues éramos católicos a machamartillo y nada de cultura laica. Y con aquel cirio en la mano me acerqué por primera vez al altar. Recuerdo la misa, el sonido del armonium, los cantos como el “Cerca de Ti Señor” el fulgente retablo, las casullas blancas de los oficiantes y las dalmatitas y gorjal de los diáconos y sobre todo la mirada piadosa de la Virgen. La iglesia estaba atestada. De la mano del Padre Sanabria que fue el padrino de todos y que aparece en la foto subimos a la grada y el preste era el rector el padre Alonso nacido en Urueñas y hasta el monaguillo que sostiene la palmatoria. Se llamaba Otero y era un pinta. La iglesia estaba de bote en bote. El padre Alonso nos echó una platica tan breve como hermosa. Habéis venido a recibir a Jesús y este cuerpo que acabáis de tomar os va a convertir en otros cristos. No entendí de todo bien la frase pero se me quedó gravada y desde entonces la vela, mi vela, la que me compró el sargento Casado a toda prisa, estuvo encendida. Luego el desayuno: café con leche y churros con picatostes. Mi madre invitó a todo el barrio. En aquella España las casas estaban abiertas las veinticuatro horas del día y todos éramos de la familia. Ah mi capa blanca, una capa blanca todo lo tapa. Que tape mis pecados. No la llevé puesta sobre mis hombros más que unas horas pero aun me abriga en los recuerdos de los cierzos hielos y escarchas de mi existencia. Ahora al cabo de muchos años entiendo perfectamente a napoleón, el introductor de la cultura laica, cuando vencido y desterrado en santa Elena le preguntaban:
-Mariscal ¿Cuál fue el día más feliz de vuestra vida? ¿Fue Austerlitz ¿Fue Egipto? ¿Fue el día en que vos entrasteis en Paris para proclamar el imperio?
Y Bonaparte movía la cabeza con tristeza a todas esas insinuaciones.
-No. Os equivocáis.
-Entonces ¿Cuál fe?
-El Día de mi primera comunión.
Lo mismo digo. Bendito seas, Señor. Aquel día de cielo gris y nubes bajas llegó hasta mí envuelto con este recordatorio que subo aquí el cayado del Buen Pastor y la Túnica bendita el olor a rosas. El sabor a guindas del huerto de mi abuelo, el traje blanco. Fue un jueves que lució más que el sol. Aquel 22 de mayo de 1952. y mi hermano Javierito cobró.
CAPITULO DEL SEMINARIO VACIO
Mi novela "seminario vacío" glorifica la verdad, exalta el Amor, e impugna el odio que nos rodea cuando hoy 11S toda la media del mundo se dedica a festejar el odio y la revancha tras un confuso atentado cuyas causas, crcunstancias y móviles no se nos han explicado pero por todo el mundo se repite en lenguaje de papagayos la misma idea una filosofía hecha a la medida de los cabezas de chorlitos. Uno la verdad es que sigue siendo periodista y no está de acuerdo con el afrecho espiritual y moral que esta sociedad nos brinda. Mis ojos miran para la Virgen y encuentran en el ayer la imagen de la Virgen Pura
El día de Nuestra Señora 15 de agosto
Ya han pasado muchos años de aquellos 15ª pero mi alma venerara y rememora. Se han gastado las páginas de aquel misal olvidado de tanto pasar las hojas mojando con saliva el papel. Te igitur, clementissime… aquel niño de las misas pontificales en la catedral portando el acetre o la naveta del incensario es un viejo diacono olvidado, un literato sin fortuna, acaso un vagabundo con poca suerte pero agradecido a Dios por la fe y por todo cuanto fui. Yo creía en la utopía. La noche pasada mientras rezaba el oficio cantaba en el bosque un mochuelo el cual con su particular lúgubre llamada que por estos pagos llaman miago. Inconfundible el lamento de la curuxia (lechuza) como un himno epicinio de las ninfas de la naturaleza sonando allá atrás en la aliseda. Creí interpretar el sentido de las palabras del pobre autillo de mi pueblo que visita estas soledades una madrugada sí y otra no:
Arca non putri fabricata ligno
Manna tu servas, fluit undique virtus
Ipsa qua surgent animata rursus
Ossa sepulcros
Surge, dilecto pete
Nixa celum
Sume consertum diadema stellis
Este himno de salutación mariana nos cerciora de que la Virgen estaba hecha de otra pasta al resto de las hijas de Eva, que su carne incorruptible no pasó por los estragos de la muerte y que se durmió en el regazo de su hijo y se fue al cielo cercada de ángeles y pisando una diadema de estrellas. Exageración, tal vez; hiperdulía, culto mariológico pero hay cosas que no acierta a comprender la razón y el corazón entiende. Sin proponérselo el “miagón” escondido entre las ramas del “humero” le cantaba a la Deipara una copla de resurrección. Ya solo las aves nocturnas rezan en latín. Los curas y al hilo de esto me encuentro sorprendido e indignado con el circo que se ha montado en este país a costa de la visita papal. Benedicto XVI nos lo presenta la “media” (aquí hay gato encerrado y se percibe claramente una burda e inicua maniobra) no como al siervo de los siervos que son lo que los papas son sino como una suerte de vicedios robándole competencias al propio Jesucristo y a su Madre Santísima, propugnan una cierta aversión hacia la lengua. Happenings, espectáculos, tenidas, misas con el acompañamiento anti -litúrgico de rock and roll. Jóvenes y jovenas de todo el mundo, un chorro de dinero que para acoger a estas juventudes vaticanas han salido del contribuyente español. Este Benedicto o es tonto o es un bendito de Dios. No se ha enterado que nuestros hijos están en paro, que hay angustia en las familias, que en su seno se percibe recelo y poco amor, que existen problemas muy de fondo en nuestra sociedad que se dice cristiana aterida por el consumismo y una desorientación quasi escatológica, sin que la Iglesia predique contra tales abusos. Antes bien se ha adherido a los banqueros y el clero se ha vuelto capitalista, escucha las soflamas de la COPE o las catilinarias burdas de Intereconomía y ha vuelto a leer el ABC sionista. Y tiene que soportar a un obispo con cara de palo Rouco o aguantar las boutades de Martínez Camino. El pueblo de Dios está desorientado o que le llevan los demonios. Uno no sabe si Benedicto XVI es el heraldo de Jesús o el de la banca Morgan que, estomago agradecido, condona todos los crímenes y aberraciones del estado hebreo que es el que corre con gran parte de los gastos y al cual todo el Vaticano se encuentra sometido vía twitter y facebook. Twit en inglés es gilipollas y facebook cara de libro paniaguados. Roma trata a su gente como gilipollas y paniaguados. Pero de esto ya nos puso en antecedentes el Salvador cuando predicó a los hipócritas a los levitas, a los fariseos, a los curas encastillados en la soberbia y en el poder. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado por ladrones que lo dejaron medio muerto. Pasó un sacerdote y cruzó de largo. Vino después un escriba el cual tampoco se detuvo. Sin embargo, acertó a bajar por allí un samaritano, pecador, algo borrachín y con no muy buena reputación el cual cargó con el herido a su jumento, lo llevó a curar y dijo a los sanitarios que todos los gastos correrían de su cuenta. Hoy día de la Asunción a la vista de una Iglesia que nada tiene que ver con aquella que yo soñé de niño y al que podría aplicarse la parábola del buen samaritano (cuantas veces estuve en dificultades y pedí auxilio sus sacerdotes, sus escribas, sus levitas se desentendieron mostrando una falta de humanidad rayana en el paroxismo) he rememorado aquellos quince de agosto cuando todavía por estos valles de las Luiñas asturianas suenan los estrepitosos voladores. El pueblo español, huérfano de tantas cosas, sigue honrando a la madre de Dios. Lanza cohetes al aire, se escucha el rumor de la música verbenera bajo las carpas. Hoy es fiesta en muchos pueblos de por aquí. Mi fe en Cristo Jesús y mi amor a la Virgen poco tienen que ver con este circo y estas maniobras comecocos del sucesor de Wojtyla. ¿Llega un vicedios o un embajador del diablo? O un nuevo judas que ajustó la venta de la iglesia al sanedrín por veinte siclos. Pese a las traiciones Cristo está en la historia y el atardecer es hermoso. El mundo pasará pero mi palabra no pasará
La plenitud del verano el sol en su cenit nos acogía tiempo de augusto. Íbamos al valle de Tejadilla a coger moruelas. La oxicanta o el escaramujo pintaban entre las zarzas.
-Estas son buenas, Teodoro.
Mi amigo Doro y el que suscribe cuando amanecía dios por los torrentes y blanquea la cal por las torreras antes del amanecer cogíamos el fruto medicinal y poco a poco las echábamos en un bote. Eran buenas para el hígado y el boticario de Santiespiritu las pagaba a duro el cuarto kilo. Al alba un jolgorio de campanas llenaba la ciudad se místicas y alegres sonoridades. Era el único día que subían los sacristanes a la torre de la llamada Dama de las catedrales. Melecio el sacristán mayor que era pariente del deán y que solía recorrer el templo con un atadijo de llaves y era un segoviano de pelo fuerte muy cano y de fácil sonrisa dirigía aquel repique. Una vez subimos con él los cien metros de escalera. El huso de la empinada escalinata era tan estrecho que había que subir de costadillo pisando palomizo y gallinácea. Chovas, golondrinas y aves de todas las especies habían posado allí durante siglos. Merecía con todo pasar canguelo trepando por las angostas oscuridades. Desde lo alto del campanario se divisaba en la majestad de sus campos media Castilla. El tañer de la campana gorda sólo una vez por año la mañana del 15 de agosto se esparcía por la ciudad amurallada con euforia de ritmos y megafonías triunfales porque ese día no se tañía “de sencillo” sino de redoble. Era el Día de la Virgen. Nos habían hablado del sueño que tuvo san Agustín sobre la mística ciudad de Dios basada en la armonía, el concento y el contento, la ausencia de maldades sin crímenes ni robos ni borracheras ni bandos bajo el báculo del obispo y la espada del príncipe que velaban por la seguridad de los súbditos y fomentaban la conllevancia entre las diferentes clases sociales meditante los gremios- a cada uno le correspondía un oficio y todos los miembros de la comunidad eran útiles y estaban adscritos a un puesto, a un lugar. Era la utopía y aquellas campanas de mi pueblo recogían el eco de aquella llamada a la excelsitud. Hay que buscar la excelencia. Miremos a lo alto. En el cielo sonreía la Virgen maternal con un niño en brazos. Aquella mujer que aplastaría la cabeza del dragón había estado subida a aquel trono de nubes desde mucho antes. Los egipcios la llamaban Isis con su niño en el regazo: Horus. Para los romanos era una diosa que se paseaba por los campos en un carro de fuego tirado por leones. La diosa Cibeles. No importa la denominación pero en algo hay que creer. Bebamos de los vasos sagrados. No rompamos las orzas. Sagrado es el vientre de la mujer. En ella nos concibieron pero estamos hechos de barro. Había un grito triunfal que al final de la liturgia prorrumpía el subdiácono:
-In conceptione tua inmaculata fuiste
Y contestaba el orfeón:
-Ora pro nobis Deo qui Verbum peperisti.
-Assumpta es in coelo.
Te llevaron al cielo en volandas. Y para ti la tierra te fue leve porque te dormiste. Asunción dormición de acuerdo con la tradición oriental. Un serafín entona hoy con más brío las estrofas del Akathistos. Alegraos mujeres del mundo porque en Ella está vuestro triunfo. En España el país de la Virgen pura, cristiana, pero que rindió culto a Cibeles, a Isis y Horus y otras deidades ibéricas de la fecundidad se escucha la voz del serafín anunciando la búsqueda perpetua del amor que no se extingue o la llama que no se apaga pero también suenan pasacalles. Tan. Tan. Talan. Tan. El grito de aquel bronce en día tan significado lo llevo inscrito en mi memoria. Debe de ser que la fe entra por el oído como decían los padres de la iglesia y la religión tiene que ver mucho con la acústica. Sin ortofonía ya no queda armonía. Y han derribado los púlpitos. Derrocado el tornavoz que en su techo mostraba la paloma del Espíritu y suprimida la predicación pues la Iglesia ha suprimido la predicación que tiraría por tierra la sagrada didascalia. Y ya sólo nos quedan las campanas para hablarnos de Dios.
Bajo la atenta mirada del sacristán mayor al que recuerdo con su cara bondadosa y caminando por las naves de la iglesia arrastrando los pies (debía de tenerlos planos) con un manojo de llaves engarzados a la cintura tres mozos de la parroquia elegidos por sorteo para repicar se las veían y deseaban para girar la melena de la gran campana. El bronce y el roble eran símbolo de los días augustos. Segovia y concretamente aquella iglesia mayor, un canto del cisne del gótico tardío producto del ingenio del gran arquitecto Juan Guas, consagrada a la Asunción, festejaba a su patrona. Era fiesta mayor y uno de los días más hermosos de aquellos estíos de mi infancia cuando íbamos a coger moras a Tejadilla o a Juarrillos para luego bañarnos en los peñascales del río Eresma. Las gentes, las casas y los objetos parecían tener un fulgor particular ya en los comedios del verano. La mies se acumulaba en los trojes acabada la bielda. Los majuelos en sazón mostraban racimos como ubres bajo los entorchados de las parras o las cepas crecidas de pámpanos. Días de Baco y de Ceres que retornaban bajo diferente adoración. El sol augusto amparaba los campos y, el estío de vencida, los barrios estaban repletos de veraneantes. A todas las horas pululaba el gentío por la calle real. Los primeros turistas americanos e ingleses se hacían fotos en el pretil de la Canaleja. El bigote de Clark Gable sonreía, morboso, en los carteles anunciaban películas como el “Viento se llevó” que fue prohibida por inmoral. Era un 3R pecado mortal. Total por un par de besos que le da el bueno del Orejas el pabellón auricular más sexy de Hollywood a la O´Hara se armó un escándalo. ¿Qué hubiera hecho o dicho el obispo fray Daniel hoy en día ante la ola de pornografía que nos invade? Volverse a morir. La castidad ya no se estila. Las púberes canéforas han dejado de ir con flores a María y hasta la duquesa de Alba, ese carcamal, se ha echado un novio funcionario al que pasea por Sevilla. Entonces las mujeres para entrar en la casa de Dios tenían que ir recatadas. La manga corta y los escotes, cosa prohibida. Se quema incienso en los altares paganos al adulterio, al hedonismo. Tetas y coños melenas al viento ululan y pululan por las viscerales revistas del corazón. En veinte siglos de cristiandad no había padecido España la peor lacra que acomete a un pueblo: la baja natalidad. Destruida la autoridad paterna muchos padres están acobardados sin saber por donde tirar ante la desobediencia y el desacato de sus parientas y de su prole. Se ha destruido a la familia y muchos hogares son un sufrimiento sin esperanza que hace pensar en las conmociones del Apocalipsis. ¿A quien recurrir? A la Virgen de Agosto. Pero no nos engañemos. Entonces también se hacía el amor. A la caída de la tarde los bosques del pinarillo se poblaban de mirones que iban a espiar los muy sádicos a las parejas en faena. La Farela que era la mancebía que estaba en la Calle de Cantarranas puerta por medio del convento de Santa Isabel tenía mucho trabajo con la venida de los de la IPS. No tiene enmienda pero entonces las cosas se hacían con más recato y a los jóvenes se nos inculcaba un código de valores para discernir el bien y el mal. Emborracharse o irse de putas no eran actos para merecer una condecoración. Hoy los amoríos y líos de falda se pagan mucho dinero en exclusivas en las revistas del corazón. Si había habido buena cosecha todas las mesas de la terraza del Columba bajo los arcos del Azoguejo estaban ocupadas de gente de los pueblos que acudía los jueves al mercado de la capital y entre el ir y venir de camareros de blancas chaquetillas y rojas charreteras – todo parecía como militarizado y reglamentado por aquellos días se veía a los tratantes de Turegano fumándose un farias. Corrían por la bandejas bastantes billetes verdes. Los marraneros de Extremadura saldaban buenos tratos con la venta del cerdo jaro y para Nochebuena tras la matanza del marranillo morato comíamos morcillas y jamón de jabugo. Por la calle Real para arriba para abajo no se veían más que gorras de plato. Por todas partes, militares. A los de la guarnición se agregaban los estudiantes de la IPS que hacían la mili durante tres veranos en Robledo y salían de alféreces. Y estudiantes muchos estudiantes que enviaban sus padres para estudiar una carrera o prepararse para la Escuela de Magisterio. La pluma la cruz y la espada eran la marca de España. Hoy esto muchos lo encuentran anacrónico o fascista pero había mucho más respeto, mejor convivencia, más alternancia y más posibilidades, hoy los caminos se han cerrado para los jóvenes sin que el papa haya dicho ni esta boca es mía al respecto.
La imagen que da la informativa zapateril no se corresponde con las realidades pero han vuelto a este país los torticeros de la historia los muñidores de la infamia. Los bobos de Intereconomía y de la COPE, los insidiosos del ABC que quieren copiar en Madrid al New York Times. El día que llegó con gran pompa el “Vicario de Cristo” a Madrid los israelíes bombardearon la franja de Gaza dejando en la estacada varias decenas de muertos. Y en Libia soldados de Gadafi y mercenarios se acribillan a tiros por las calles. Si no vienes en son de paz a esparcir el mensaje de la buena nueva mejor te quedabas en Castelgandolfo, Benedicto porque tu viaje sólo habrá servido para halagar el ego orgulloso y vindicativo de Rouco. Después de que pase la marabunta, volveremos a lo de siempre, a las iglesias católicas vacías, a la cultura laica, al hedonismo y a la paganía de siempre. Los viajes papales no son más que una tormenta de verano, un baño de multitudes, besamanos, corifeos, culto a la imagen. Y yo seguiré como tantos otros al pie de la cruz.
Estos bobos son los de siempre. Entre bobos anda el juego. Zapatero a tus zapatos y cuando la clerigalla mete los hocicos en político en este país vamos marcha atrás. Los curas no se resisten a perder la parcela pero España es laica, ha dejado de ser católica y la culpa es de ellos. Dios es un proscrito en nuestra vía diaria. Se ha mandado al exilio el culto a la belleza inmaterial para quemar incienso en las aras de la cutrez, la ordinariez, el morbo. Sólo vale todo lo que se come, se esgrime y se caga en inglés y a las nuevas generaciones de españoles se les ha negado el privilegio de conocer su historia, de hablar su idioma y la jerarquía que no ha movido un músculo para evitarlo antes bien se unió a la ola es culpable de este orden de cosas.
Entretanto, Doro y yo introducimos las bayas en una cesta y a lomos de nuestras bicis cruzando el Puente de Hierro y por detrás de los ventorros camino de Hontoria subimos a Valdevilla. El puente romano parecía nuevo flamante y sus piedras tenían dos mil años. Por ellas caminaron las legiones de Augusto y los rabadanes de la mesta. Seguía el concierto campanero impregnando de melodía el aire de la mañana. Todas las torres se pusieron a tocar para acompañar a la campana gorda. Como la señora Teo había ido a la peinadora mi amigo Doro desayunó en casa. Restauradas las fuerzas a base de un café con leche y picatostes nos pusimos el traje de los domingos y otra vez pedaleamos por el Camino Nuevo hasta llegar a la catedral. Don Asterio a su vez el maestro de ceremonias, y el precentor encargado de dirigir las voces blancas ya nos estaba echando en falta.
-Creí que no llegabais.
-Es que fuimos a Tejadilla por un mandado.
-Hoy no se va a por moras. Hay que estar aquí derechos como velas para cantar a la Patrona. ¿Estamos?
-Sí don Asterio- respondimos los dos escolanos agachando las cabezas.
El día de Nuestra Señora el aire de la ciudad parecía poseer una mayor claridad iluminando las caras iluminadas de las gentes, las palabras y hasta las broncas del maestro de capilla no sonaban tan impetuosas. En aquel momento entraron en la sacristía dos sacerdotes con capa pluvial que llevaban una barra de plata rematada en un santo cristo cada uno de los dos. Eran los pertigueros. Los prestes se atacaban el alba con el cíngulo o se echaban la casulla cerca de las cajoneras de la gran sacristía contemplándose en los oscuros espejos que devolvían una imagen triste y fantasmagórica de sus figuras. Algunos comentaban incidencias de la vida local y Melecio el sacristán le hablaba de un automóvil que acababa de salir al mercado.
-Don Fernando, porqué no se compra usted un 600. Ese coche le vendría bien para ir a ver las tenadas y las fincas que tiene en su pueblo.
-¿Y para qué quiero yo un 600, hijo, si no tengo para gasolina?
-Pues tambien es verdad, señor deán. No me había dado cuenta. Echarse coche es fácil. Lo peor es mantenerlo.
El obispo, hombre muy bondadoso, no decía nada pero asistía a la conversación con una tímida sonrisa mientras se colocaba la mitra toda de nieve y aleteaban en torno a su persona una cohorte de fámulos que le atacaban las calzas o le ceñían el cíngulo antes de salir a celebrar. El maestro de ceremonias golpeó con una vara uno de los bancos y al son de tres golpes secos la escolanía entonó la antífona de entrada.
-Niños a coro- exclamó don Asterio
Y se inició la procesión. El grupo de acólitos con nuestras sotanillas rojas de lana abríamos carrera al séquito que a través de la girola detrás del altar mayor recorría las naves y las múltiples capillas luciendo la pompa y esplendor del rito visigótico a lo largo de aquel templo que era el más grande de España después del de Sevilla. Abría carrera la cruz procesional flanqueada por los ciriales. Yo caminaba portando el acetre con el hisopo y la naveta haciendo las veces de ayudante de Teodoro que oficiaba de turiferario. La comitiva ascendió las gradas del presbiterio y el cabildo cruzó el enlosado de la nave central con enterramientos de todos los obispos de la diócesis desde san Hieroteo hasta la fecha y todos ocuparon su sitial. Tras el canto del magnificat se iniciaron los Kyries de la misa cum jubilo. Las deprecantes notas del responsorio surgían como voces clamando al cielo iban a besar las impostas o se esfumaban por las bóvedas de crestería. Las voces se habían escuchado allí durante siglos deprecantes, compungidas, pidiendo la misericordia divina. Ten misericordia de nosotros, señor. Aquella plegaria había sonado en aquel recinto miles de veces. Kyrie eleison. Una fila de clérigos con los ornamentos más ricos que guardaba el ropero medieval de la sacristía para aquel jueves que relucía más que el sol – había casullas y dalmáticas del siglo Xi y una regalada por doña Berengüela que enseñaban estampados y fimbrias que eran obras de arte, nuestros antepasados reservaban lo mejor de sí mismos para la virgen y el Señor, no había codicia ninguna en las legaciones- y don Asterio nuestro precentor que aquel jueves oficiaba como subdiácono llevaba una gorjal en el cogote que pesaba un quintal y le devolvía un aire majestuoso y respetable, se parecía a san Lorenzo, con fimbrias hiladas en oro macizo que debieron de costar un dineral (andando el tiempo tuve ocasión de admirar en un archivo la preciosa tunicela). A pesar de las joyas que llevaba encima don Asterio era pobre como una rata y moriría en pobreza. ¿Quién podrá acusar de avaricia a aquellos pobres clérigos de Segovia? Vivían de un magro estipendio, alguna capellanía monjil, y algún funeral por el que percibía un duro. No. Es posible que en el Vaticano sean ricos pero los curas son pobres. Son de los nuestros y además tenía Asterio que aguantar al edecán del obispo que era un hombre pequeñito de pelo blanco y de sonrisa bonancible sometido a la regia voluntad de su fámulo. De la gestión y el mangoneo de la diócesis se encargaba Julián Tuero un asturiano fornido que había nacido en el pueblo del Inquisidor Valdés. Sus gestos eran muy vivos y la mirada penetrante. Daba órdenes al cabildo haciendo sonar su gran vozarrón. Gustaba ser denominado hijo del trueno. Era un aristócrata. El obispo, a su lado, parecía un pordiosero cercado por aquellas eminencias capitulares de entre ellos destacaba el prelado Tuero hecho un figurín luciendo la muceta una especie de babero de lana blanca y calzando mocasines de fieltro con hebilla de plata sobre los calcetines morados. Hablando con su vozarrón de vaqueiro metía a todo el cabildo en vereda cuidando de que se cumpliesen durante las celebraciones todas y cada una de las rúbricas del ceremonial. “Yo cuidaré del esplendor de Tu Casa” era su norma. También al obispo lo traía derecho como una vela cuidando de que el número de pasos sobre la grada fueran los precisos y que las cáligas que calzara en la misa pontifical fueran del mismo color que el de la casulla. El obispo fray Daniel como era un santo y había sido franciscano antes de acceder a la mitra se dejaba hacer aceptando como penitencia la pompa y el boato prescritos por el maestro de ceremonias.
-Debía de ser don Fernando el que portase el báculo y no ese pobre fraile menor al que preconizaron obispo nadie sabe por qué- murmuraban los beneficiados.
-Para cabo de vara o para sargento mayor ese asturiano no tendría precio- respondía don Alejandro Fucsina el magistral que era el rival de Tuero. Había dos bandos en la sala capitular de aquella santa iglesia catedral. Una la encabezaba el magistral y otra el secretario del señor obispo- Y ¿tú qué opinas, Asterio? Si no andas listo, ese te va a quitar el puesto porque ya le veo venir. Se inmiscuye en tu tarea de maestro de ceremonias y no debieras consentirlo.
Don Asterio, el maestro de ceremonias, puesto que obtuvo tras reñida oposición disertando una hora de reloj mientras caía el aluvión de la clepsidra – ese reloj de aluvión que ha popularizado el ordenador y que antaño servía para medir los tiempos de los sermones, de los cantos en el coro y de las pláticas y prácticas catedralicias- y era un experto en los ritos que adornaron la adoración en la SRI (el caldeo, el sirio, el basilio, el maronita, el griego, el rumano y hasta el ruso) como no tenía ya demasiadas aspiraciones a la Curia, poco le importaban aquellas comidillas y rivalidades capitulares. Llevaba el ceremonial litúrgico en la cabeza pero no era un maniático del rigor. Su manga era ancha y solía decir:
-A Dios le gustan las cosas bien hechas pero somos humanos y a veces fallamos incluso en lo esencial.
Abstracción hechas de estas fruslerías, el jueves de la Virgen de Agosto era una de las fiestas más hermosas del año en aquella cátedra cuando toda la urbe rendía homenaje a la Virgen Blanca aquella talla gótica que sonreía mofletuda en su edículo central del altar grande ostentando al niño en brazos adornada la cabeza de una inmensa corona de plata. Se le decían piropos en latín y en vernácula. Se la cantaba y se la bailaba. Aquella luz del gran jueves del verano en Segovia ha iluminado las tinieblas de mi existencia. Ahora que lo pienso el haber sido niño de coro me ha ayudado a entender mejor a la Iglesia en sus miserias y en sus grandezas. Los papas vienen y van y muchos de aquellos prelados y canónigos han bajado al sepulcro. El sacristán Melecio fue enterrado con una copia de aquel manojo de pesadas llaves que colgaban de sus artríticas caderas. Espero que esas llaves le abrieran las puertas del paraíso. Pero queda lo esencial. Aquella sonrisa de Nuestra Señora en su trono, la luz especial o el sabor de aquellas moras que picábamos Teodoro y yo por los barrancos de Tejadilla. Tampoco he sabido nada de él. Las veleidades de la vida hicieron que los caminos se bifurcasen y no volviésemos a ver jamás. ¿Nos veremos en el más allá? Tampoco eso importa demasiado. Lo importante, lo real, fue nuestra fe a sabiendas de que los papas, los obispos, vienen y van. Para el creyente que vive aferrado al baluarte de su fe, todo lo demás es vanidad. Y está claro. Todo se os dará de añadidura. Rouco que acaba de cumplir los 75. Hoy se jubila. Vino el papa bendito que Benedicto se llama pero esta generación sigue siendo la misma después del baño de magnitudes y de multitudes. ¿Y qué? Estoy seguro de que Cristo vive. Que reina en la historia cosa en estos días que corren harto difícil pero a Cristo a diferencia del bueno de Benedicto XVI no se le ve. Suficiente.
El día de Nuestra Señora 15 de agosto
Ya han pasado muchos años de aquellos 15ª pero mi alma venerara y rememora. Se han gastado las páginas de aquel misal olvidado de tanto pasar las hojas mojando con saliva el papel. Te igitur, clementissime… aquel niño de las misas pontificales en la catedral portando el acetre o la naveta del incensario es un viejo diacono olvidado, un literato sin fortuna, acaso un vagabundo con poca suerte pero agradecido a Dios por la fe y por todo cuanto fui. Yo creía en la utopía. La noche pasada mientras rezaba el oficio cantaba en el bosque un mochuelo el cual con su particular lúgubre llamada que por estos pagos llaman miago. Inconfundible el lamento de la curuxia (lechuza) como un himno epicinio de las ninfas de la naturaleza sonando allá atrás en la aliseda. Creí interpretar el sentido de las palabras del pobre autillo de mi pueblo que visita estas soledades una madrugada sí y otra no:
Arca non putri fabricata ligno
Manna tu servas, fluit undique virtus
Ipsa qua surgent animata rursus
Ossa sepulcros
Surge, dilecto pete
Nixa celum
Sume consertum diadema stellis
Este himno de salutación mariana nos cerciora de que la Virgen estaba hecha de otra pasta al resto de las hijas de Eva, que su carne incorruptible no pasó por los estragos de la muerte y que se durmió en el regazo de su hijo y se fue al cielo cercada de ángeles y pisando una diadema de estrellas. Exageración, tal vez; hiperdulía, culto mariológico pero hay cosas que no acierta a comprender la razón y el corazón entiende. Sin proponérselo el “miagón” escondido entre las ramas del “humero” le cantaba a la Deipara una copla de resurrección. Ya solo las aves nocturnas rezan en latín. Los curas y al hilo de esto me encuentro sorprendido e indignado con el circo que se ha montado en este país a costa de la visita papal. Benedicto XVI nos lo presenta la “media” (aquí hay gato encerrado y se percibe claramente una burda e inicua maniobra) no como al siervo de los siervos que son lo que los papas son sino como una suerte de vicedios robándole competencias al propio Jesucristo y a su Madre Santísima, propugnan una cierta aversión hacia la lengua. Happenings, espectáculos, tenidas, misas con el acompañamiento anti -litúrgico de rock and roll. Jóvenes y jovenas de todo el mundo, un chorro de dinero que para acoger a estas juventudes vaticanas han salido del contribuyente español. Este Benedicto o es tonto o es un bendito de Dios. No se ha enterado que nuestros hijos están en paro, que hay angustia en las familias, que en su seno se percibe recelo y poco amor, que existen problemas muy de fondo en nuestra sociedad que se dice cristiana aterida por el consumismo y una desorientación quasi escatológica, sin que la Iglesia predique contra tales abusos. Antes bien se ha adherido a los banqueros y el clero se ha vuelto capitalista, escucha las soflamas de la COPE o las catilinarias burdas de Intereconomía y ha vuelto a leer el ABC sionista. Y tiene que soportar a un obispo con cara de palo Rouco o aguantar las boutades de Martínez Camino. El pueblo de Dios está desorientado o que le llevan los demonios. Uno no sabe si Benedicto XVI es el heraldo de Jesús o el de la banca Morgan que, estomago agradecido, condona todos los crímenes y aberraciones del estado hebreo que es el que corre con gran parte de los gastos y al cual todo el Vaticano se encuentra sometido vía twitter y facebook. Twit en inglés es gilipollas y facebook cara de libro paniaguados. Roma trata a su gente como gilipollas y paniaguados. Pero de esto ya nos puso en antecedentes el Salvador cuando predicó a los hipócritas a los levitas, a los fariseos, a los curas encastillados en la soberbia y en el poder. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado por ladrones que lo dejaron medio muerto. Pasó un sacerdote y cruzó de largo. Vino después un escriba el cual tampoco se detuvo. Sin embargo, acertó a bajar por allí un samaritano, pecador, algo borrachín y con no muy buena reputación el cual cargó con el herido a su jumento, lo llevó a curar y dijo a los sanitarios que todos los gastos correrían de su cuenta. Hoy día de la Asunción a la vista de una Iglesia que nada tiene que ver con aquella que yo soñé de niño y al que podría aplicarse la parábola del buen samaritano (cuantas veces estuve en dificultades y pedí auxilio sus sacerdotes, sus escribas, sus levitas se desentendieron mostrando una falta de humanidad rayana en el paroxismo) he rememorado aquellos quince de agosto cuando todavía por estos valles de las Luiñas asturianas suenan los estrepitosos voladores. El pueblo español, huérfano de tantas cosas, sigue honrando a la madre de Dios. Lanza cohetes al aire, se escucha el rumor de la música verbenera bajo las carpas. Hoy es fiesta en muchos pueblos de por aquí. Mi fe en Cristo Jesús y mi amor a la Virgen poco tienen que ver con este circo y estas maniobras comecocos del sucesor de Wojtyla. ¿Llega un vicedios o un embajador del diablo? O un nuevo judas que ajustó la venta de la iglesia al sanedrín por veinte siclos. Pese a las traiciones Cristo está en la historia y el atardecer es hermoso. El mundo pasará pero mi palabra no pasará
La plenitud del verano el sol en su cenit nos acogía tiempo de augusto. Íbamos al valle de Tejadilla a coger moruelas. La oxicanta o el escaramujo pintaban entre las zarzas.
-Estas son buenas, Teodoro.
Mi amigo Doro y el que suscribe cuando amanecía dios por los torrentes y blanquea la cal por las torreras antes del amanecer cogíamos el fruto medicinal y poco a poco las echábamos en un bote. Eran buenas para el hígado y el boticario de Santiespiritu las pagaba a duro el cuarto kilo. Al alba un jolgorio de campanas llenaba la ciudad se místicas y alegres sonoridades. Era el único día que subían los sacristanes a la torre de la llamada Dama de las catedrales. Melecio el sacristán mayor que era pariente del deán y que solía recorrer el templo con un atadijo de llaves y era un segoviano de pelo fuerte muy cano y de fácil sonrisa dirigía aquel repique. Una vez subimos con él los cien metros de escalera. El huso de la empinada escalinata era tan estrecho que había que subir de costadillo pisando palomizo y gallinácea. Chovas, golondrinas y aves de todas las especies habían posado allí durante siglos. Merecía con todo pasar canguelo trepando por las angostas oscuridades. Desde lo alto del campanario se divisaba en la majestad de sus campos media Castilla. El tañer de la campana gorda sólo una vez por año la mañana del 15 de agosto se esparcía por la ciudad amurallada con euforia de ritmos y megafonías triunfales porque ese día no se tañía “de sencillo” sino de redoble. Era el Día de la Virgen. Nos habían hablado del sueño que tuvo san Agustín sobre la mística ciudad de Dios basada en la armonía, el concento y el contento, la ausencia de maldades sin crímenes ni robos ni borracheras ni bandos bajo el báculo del obispo y la espada del príncipe que velaban por la seguridad de los súbditos y fomentaban la conllevancia entre las diferentes clases sociales meditante los gremios- a cada uno le correspondía un oficio y todos los miembros de la comunidad eran útiles y estaban adscritos a un puesto, a un lugar. Era la utopía y aquellas campanas de mi pueblo recogían el eco de aquella llamada a la excelsitud. Hay que buscar la excelencia. Miremos a lo alto. En el cielo sonreía la Virgen maternal con un niño en brazos. Aquella mujer que aplastaría la cabeza del dragón había estado subida a aquel trono de nubes desde mucho antes. Los egipcios la llamaban Isis con su niño en el regazo: Horus. Para los romanos era una diosa que se paseaba por los campos en un carro de fuego tirado por leones. La diosa Cibeles. No importa la denominación pero en algo hay que creer. Bebamos de los vasos sagrados. No rompamos las orzas. Sagrado es el vientre de la mujer. En ella nos concibieron pero estamos hechos de barro. Había un grito triunfal que al final de la liturgia prorrumpía el subdiácono:
-In conceptione tua inmaculata fuiste
Y contestaba el orfeón:
-Ora pro nobis Deo qui Verbum peperisti.
-Assumpta es in coelo.
Te llevaron al cielo en volandas. Y para ti la tierra te fue leve porque te dormiste. Asunción dormición de acuerdo con la tradición oriental. Un serafín entona hoy con más brío las estrofas del Akathistos. Alegraos mujeres del mundo porque en Ella está vuestro triunfo. En España el país de la Virgen pura, cristiana, pero que rindió culto a Cibeles, a Isis y Horus y otras deidades ibéricas de la fecundidad se escucha la voz del serafín anunciando la búsqueda perpetua del amor que no se extingue o la llama que no se apaga pero también suenan pasacalles. Tan. Tan. Talan. Tan. El grito de aquel bronce en día tan significado lo llevo inscrito en mi memoria. Debe de ser que la fe entra por el oído como decían los padres de la iglesia y la religión tiene que ver mucho con la acústica. Sin ortofonía ya no queda armonía. Y han derribado los púlpitos. Derrocado el tornavoz que en su techo mostraba la paloma del Espíritu y suprimida la predicación pues la Iglesia ha suprimido la predicación que tiraría por tierra la sagrada didascalia. Y ya sólo nos quedan las campanas para hablarnos de Dios.
Bajo la atenta mirada del sacristán mayor al que recuerdo con su cara bondadosa y caminando por las naves de la iglesia arrastrando los pies (debía de tenerlos planos) con un manojo de llaves engarzados a la cintura tres mozos de la parroquia elegidos por sorteo para repicar se las veían y deseaban para girar la melena de la gran campana. El bronce y el roble eran símbolo de los días augustos. Segovia y concretamente aquella iglesia mayor, un canto del cisne del gótico tardío producto del ingenio del gran arquitecto Juan Guas, consagrada a la Asunción, festejaba a su patrona. Era fiesta mayor y uno de los días más hermosos de aquellos estíos de mi infancia cuando íbamos a coger moras a Tejadilla o a Juarrillos para luego bañarnos en los peñascales del río Eresma. Las gentes, las casas y los objetos parecían tener un fulgor particular ya en los comedios del verano. La mies se acumulaba en los trojes acabada la bielda. Los majuelos en sazón mostraban racimos como ubres bajo los entorchados de las parras o las cepas crecidas de pámpanos. Días de Baco y de Ceres que retornaban bajo diferente adoración. El sol augusto amparaba los campos y, el estío de vencida, los barrios estaban repletos de veraneantes. A todas las horas pululaba el gentío por la calle real. Los primeros turistas americanos e ingleses se hacían fotos en el pretil de la Canaleja. El bigote de Clark Gable sonreía, morboso, en los carteles anunciaban películas como el “Viento se llevó” que fue prohibida por inmoral. Era un 3R pecado mortal. Total por un par de besos que le da el bueno del Orejas el pabellón auricular más sexy de Hollywood a la O´Hara se armó un escándalo. ¿Qué hubiera hecho o dicho el obispo fray Daniel hoy en día ante la ola de pornografía que nos invade? Volverse a morir. La castidad ya no se estila. Las púberes canéforas han dejado de ir con flores a María y hasta la duquesa de Alba, ese carcamal, se ha echado un novio funcionario al que pasea por Sevilla. Entonces las mujeres para entrar en la casa de Dios tenían que ir recatadas. La manga corta y los escotes, cosa prohibida. Se quema incienso en los altares paganos al adulterio, al hedonismo. Tetas y coños melenas al viento ululan y pululan por las viscerales revistas del corazón. En veinte siglos de cristiandad no había padecido España la peor lacra que acomete a un pueblo: la baja natalidad. Destruida la autoridad paterna muchos padres están acobardados sin saber por donde tirar ante la desobediencia y el desacato de sus parientas y de su prole. Se ha destruido a la familia y muchos hogares son un sufrimiento sin esperanza que hace pensar en las conmociones del Apocalipsis. ¿A quien recurrir? A la Virgen de Agosto. Pero no nos engañemos. Entonces también se hacía el amor. A la caída de la tarde los bosques del pinarillo se poblaban de mirones que iban a espiar los muy sádicos a las parejas en faena. La Farela que era la mancebía que estaba en la Calle de Cantarranas puerta por medio del convento de Santa Isabel tenía mucho trabajo con la venida de los de la IPS. No tiene enmienda pero entonces las cosas se hacían con más recato y a los jóvenes se nos inculcaba un código de valores para discernir el bien y el mal. Emborracharse o irse de putas no eran actos para merecer una condecoración. Hoy los amoríos y líos de falda se pagan mucho dinero en exclusivas en las revistas del corazón. Si había habido buena cosecha todas las mesas de la terraza del Columba bajo los arcos del Azoguejo estaban ocupadas de gente de los pueblos que acudía los jueves al mercado de la capital y entre el ir y venir de camareros de blancas chaquetillas y rojas charreteras – todo parecía como militarizado y reglamentado por aquellos días se veía a los tratantes de Turegano fumándose un farias. Corrían por la bandejas bastantes billetes verdes. Los marraneros de Extremadura saldaban buenos tratos con la venta del cerdo jaro y para Nochebuena tras la matanza del marranillo morato comíamos morcillas y jamón de jabugo. Por la calle Real para arriba para abajo no se veían más que gorras de plato. Por todas partes, militares. A los de la guarnición se agregaban los estudiantes de la IPS que hacían la mili durante tres veranos en Robledo y salían de alféreces. Y estudiantes muchos estudiantes que enviaban sus padres para estudiar una carrera o prepararse para la Escuela de Magisterio. La pluma la cruz y la espada eran la marca de España. Hoy esto muchos lo encuentran anacrónico o fascista pero había mucho más respeto, mejor convivencia, más alternancia y más posibilidades, hoy los caminos se han cerrado para los jóvenes sin que el papa haya dicho ni esta boca es mía al respecto.
La imagen que da la informativa zapateril no se corresponde con las realidades pero han vuelto a este país los torticeros de la historia los muñidores de la infamia. Los bobos de Intereconomía y de la COPE, los insidiosos del ABC que quieren copiar en Madrid al New York Times. El día que llegó con gran pompa el “Vicario de Cristo” a Madrid los israelíes bombardearon la franja de Gaza dejando en la estacada varias decenas de muertos. Y en Libia soldados de Gadafi y mercenarios se acribillan a tiros por las calles. Si no vienes en son de paz a esparcir el mensaje de la buena nueva mejor te quedabas en Castelgandolfo, Benedicto porque tu viaje sólo habrá servido para halagar el ego orgulloso y vindicativo de Rouco. Después de que pase la marabunta, volveremos a lo de siempre, a las iglesias católicas vacías, a la cultura laica, al hedonismo y a la paganía de siempre. Los viajes papales no son más que una tormenta de verano, un baño de multitudes, besamanos, corifeos, culto a la imagen. Y yo seguiré como tantos otros al pie de la cruz.
Estos bobos son los de siempre. Entre bobos anda el juego. Zapatero a tus zapatos y cuando la clerigalla mete los hocicos en político en este país vamos marcha atrás. Los curas no se resisten a perder la parcela pero España es laica, ha dejado de ser católica y la culpa es de ellos. Dios es un proscrito en nuestra vía diaria. Se ha mandado al exilio el culto a la belleza inmaterial para quemar incienso en las aras de la cutrez, la ordinariez, el morbo. Sólo vale todo lo que se come, se esgrime y se caga en inglés y a las nuevas generaciones de españoles se les ha negado el privilegio de conocer su historia, de hablar su idioma y la jerarquía que no ha movido un músculo para evitarlo antes bien se unió a la ola es culpable de este orden de cosas.
Entretanto, Doro y yo introducimos las bayas en una cesta y a lomos de nuestras bicis cruzando el Puente de Hierro y por detrás de los ventorros camino de Hontoria subimos a Valdevilla. El puente romano parecía nuevo flamante y sus piedras tenían dos mil años. Por ellas caminaron las legiones de Augusto y los rabadanes de la mesta. Seguía el concierto campanero impregnando de melodía el aire de la mañana. Todas las torres se pusieron a tocar para acompañar a la campana gorda. Como la señora Teo había ido a la peinadora mi amigo Doro desayunó en casa. Restauradas las fuerzas a base de un café con leche y picatostes nos pusimos el traje de los domingos y otra vez pedaleamos por el Camino Nuevo hasta llegar a la catedral. Don Asterio a su vez el maestro de ceremonias, y el precentor encargado de dirigir las voces blancas ya nos estaba echando en falta.
-Creí que no llegabais.
-Es que fuimos a Tejadilla por un mandado.
-Hoy no se va a por moras. Hay que estar aquí derechos como velas para cantar a la Patrona. ¿Estamos?
-Sí don Asterio- respondimos los dos escolanos agachando las cabezas.
El día de Nuestra Señora el aire de la ciudad parecía poseer una mayor claridad iluminando las caras iluminadas de las gentes, las palabras y hasta las broncas del maestro de capilla no sonaban tan impetuosas. En aquel momento entraron en la sacristía dos sacerdotes con capa pluvial que llevaban una barra de plata rematada en un santo cristo cada uno de los dos. Eran los pertigueros. Los prestes se atacaban el alba con el cíngulo o se echaban la casulla cerca de las cajoneras de la gran sacristía contemplándose en los oscuros espejos que devolvían una imagen triste y fantasmagórica de sus figuras. Algunos comentaban incidencias de la vida local y Melecio el sacristán le hablaba de un automóvil que acababa de salir al mercado.
-Don Fernando, porqué no se compra usted un 600. Ese coche le vendría bien para ir a ver las tenadas y las fincas que tiene en su pueblo.
-¿Y para qué quiero yo un 600, hijo, si no tengo para gasolina?
-Pues tambien es verdad, señor deán. No me había dado cuenta. Echarse coche es fácil. Lo peor es mantenerlo.
El obispo, hombre muy bondadoso, no decía nada pero asistía a la conversación con una tímida sonrisa mientras se colocaba la mitra toda de nieve y aleteaban en torno a su persona una cohorte de fámulos que le atacaban las calzas o le ceñían el cíngulo antes de salir a celebrar. El maestro de ceremonias golpeó con una vara uno de los bancos y al son de tres golpes secos la escolanía entonó la antífona de entrada.
-Niños a coro- exclamó don Asterio
Y se inició la procesión. El grupo de acólitos con nuestras sotanillas rojas de lana abríamos carrera al séquito que a través de la girola detrás del altar mayor recorría las naves y las múltiples capillas luciendo la pompa y esplendor del rito visigótico a lo largo de aquel templo que era el más grande de España después del de Sevilla. Abría carrera la cruz procesional flanqueada por los ciriales. Yo caminaba portando el acetre con el hisopo y la naveta haciendo las veces de ayudante de Teodoro que oficiaba de turiferario. La comitiva ascendió las gradas del presbiterio y el cabildo cruzó el enlosado de la nave central con enterramientos de todos los obispos de la diócesis desde san Hieroteo hasta la fecha y todos ocuparon su sitial. Tras el canto del magnificat se iniciaron los Kyries de la misa cum jubilo. Las deprecantes notas del responsorio surgían como voces clamando al cielo iban a besar las impostas o se esfumaban por las bóvedas de crestería. Las voces se habían escuchado allí durante siglos deprecantes, compungidas, pidiendo la misericordia divina. Ten misericordia de nosotros, señor. Aquella plegaria había sonado en aquel recinto miles de veces. Kyrie eleison. Una fila de clérigos con los ornamentos más ricos que guardaba el ropero medieval de la sacristía para aquel jueves que relucía más que el sol – había casullas y dalmáticas del siglo Xi y una regalada por doña Berengüela que enseñaban estampados y fimbrias que eran obras de arte, nuestros antepasados reservaban lo mejor de sí mismos para la virgen y el Señor, no había codicia ninguna en las legaciones- y don Asterio nuestro precentor que aquel jueves oficiaba como subdiácono llevaba una gorjal en el cogote que pesaba un quintal y le devolvía un aire majestuoso y respetable, se parecía a san Lorenzo, con fimbrias hiladas en oro macizo que debieron de costar un dineral (andando el tiempo tuve ocasión de admirar en un archivo la preciosa tunicela). A pesar de las joyas que llevaba encima don Asterio era pobre como una rata y moriría en pobreza. ¿Quién podrá acusar de avaricia a aquellos pobres clérigos de Segovia? Vivían de un magro estipendio, alguna capellanía monjil, y algún funeral por el que percibía un duro. No. Es posible que en el Vaticano sean ricos pero los curas son pobres. Son de los nuestros y además tenía Asterio que aguantar al edecán del obispo que era un hombre pequeñito de pelo blanco y de sonrisa bonancible sometido a la regia voluntad de su fámulo. De la gestión y el mangoneo de la diócesis se encargaba Julián Tuero un asturiano fornido que había nacido en el pueblo del Inquisidor Valdés. Sus gestos eran muy vivos y la mirada penetrante. Daba órdenes al cabildo haciendo sonar su gran vozarrón. Gustaba ser denominado hijo del trueno. Era un aristócrata. El obispo, a su lado, parecía un pordiosero cercado por aquellas eminencias capitulares de entre ellos destacaba el prelado Tuero hecho un figurín luciendo la muceta una especie de babero de lana blanca y calzando mocasines de fieltro con hebilla de plata sobre los calcetines morados. Hablando con su vozarrón de vaqueiro metía a todo el cabildo en vereda cuidando de que se cumpliesen durante las celebraciones todas y cada una de las rúbricas del ceremonial. “Yo cuidaré del esplendor de Tu Casa” era su norma. También al obispo lo traía derecho como una vela cuidando de que el número de pasos sobre la grada fueran los precisos y que las cáligas que calzara en la misa pontifical fueran del mismo color que el de la casulla. El obispo fray Daniel como era un santo y había sido franciscano antes de acceder a la mitra se dejaba hacer aceptando como penitencia la pompa y el boato prescritos por el maestro de ceremonias.
-Debía de ser don Fernando el que portase el báculo y no ese pobre fraile menor al que preconizaron obispo nadie sabe por qué- murmuraban los beneficiados.
-Para cabo de vara o para sargento mayor ese asturiano no tendría precio- respondía don Alejandro Fucsina el magistral que era el rival de Tuero. Había dos bandos en la sala capitular de aquella santa iglesia catedral. Una la encabezaba el magistral y otra el secretario del señor obispo- Y ¿tú qué opinas, Asterio? Si no andas listo, ese te va a quitar el puesto porque ya le veo venir. Se inmiscuye en tu tarea de maestro de ceremonias y no debieras consentirlo.
Don Asterio, el maestro de ceremonias, puesto que obtuvo tras reñida oposición disertando una hora de reloj mientras caía el aluvión de la clepsidra – ese reloj de aluvión que ha popularizado el ordenador y que antaño servía para medir los tiempos de los sermones, de los cantos en el coro y de las pláticas y prácticas catedralicias- y era un experto en los ritos que adornaron la adoración en la SRI (el caldeo, el sirio, el basilio, el maronita, el griego, el rumano y hasta el ruso) como no tenía ya demasiadas aspiraciones a la Curia, poco le importaban aquellas comidillas y rivalidades capitulares. Llevaba el ceremonial litúrgico en la cabeza pero no era un maniático del rigor. Su manga era ancha y solía decir:
-A Dios le gustan las cosas bien hechas pero somos humanos y a veces fallamos incluso en lo esencial.
Abstracción hechas de estas fruslerías, el jueves de la Virgen de Agosto era una de las fiestas más hermosas del año en aquella cátedra cuando toda la urbe rendía homenaje a la Virgen Blanca aquella talla gótica que sonreía mofletuda en su edículo central del altar grande ostentando al niño en brazos adornada la cabeza de una inmensa corona de plata. Se le decían piropos en latín y en vernácula. Se la cantaba y se la bailaba. Aquella luz del gran jueves del verano en Segovia ha iluminado las tinieblas de mi existencia. Ahora que lo pienso el haber sido niño de coro me ha ayudado a entender mejor a la Iglesia en sus miserias y en sus grandezas. Los papas vienen y van y muchos de aquellos prelados y canónigos han bajado al sepulcro. El sacristán Melecio fue enterrado con una copia de aquel manojo de pesadas llaves que colgaban de sus artríticas caderas. Espero que esas llaves le abrieran las puertas del paraíso. Pero queda lo esencial. Aquella sonrisa de Nuestra Señora en su trono, la luz especial o el sabor de aquellas moras que picábamos Teodoro y yo por los barrancos de Tejadilla. Tampoco he sabido nada de él. Las veleidades de la vida hicieron que los caminos se bifurcasen y no volviésemos a ver jamás. ¿Nos veremos en el más allá? Tampoco eso importa demasiado. Lo importante, lo real, fue nuestra fe a sabiendas de que los papas, los obispos, vienen y van. Para el creyente que vive aferrado al baluarte de su fe, todo lo demás es vanidad. Y está claro. Todo se os dará de añadidura. Rouco que acaba de cumplir los 75. Hoy se jubila. Vino el papa bendito que Benedicto se llama pero esta generación sigue siendo la misma después del baño de magnitudes y de multitudes. ¿Y qué? Estoy seguro de que Cristo vive. Que reina en la historia cosa en estos días que corren harto difícil pero a Cristo a diferencia del bueno de Benedicto XVI no se le ve. Suficiente.
viernes, 26 de agosto de 2011
FAULKNER CUMPLE 110 AÑOS
Antonio Parra Galindo
El 22 de julio de 1962 moriría en Oxford (Mississippi) William Faulkner el novelista estadounidense que mejor supo plasmar a decir de los expertos la realidad del mundo moderno, y un innovador del género narrativo acaso uno de los más imitados junto con Kafka Joyce Dos Passos y Hemingway. Asimismo crece a lo largo de su dilatada una contemplación del mundo muy personal. Otro dato por el que es diferenciado Faulkner dentro de cupo de escritores de Norteamérica es por haberse erigido en rapsoda del Sur profundo y violento, segregacionista y atrasado. Para ello crea un país imaginario que algunos han imitado (estoy pensando en Juan Benet y su región). En el caso de Faulkner es Yoknapatwha – el nombrecito se las trae- y allí desarrolla gran parte de la trama de sus historias. El lugar es una especie de ínsula Barataria de las pasiones con sus crímenes, declives familiares, quiebras de las fortunas, el cierre y decadencia de las antiguas plantaciones de tabacos. El surgir y declinar de la estrella. La creación y profanación del mito porque más que un escritor es un mito. El mito de América. El sueño americano.
Yoknapatwha estaba en alguna parte del estado de Mississippi donde nació el novelista en 1897. hoy tendría William 110 años. Era hijo de unos colonos tabaqueros y algodoneros procedentes de Irlanda. Su abuelo había sido militar surista. Era coronel. Mandó un regimiento. Mal estudiante y bajo de estatura no daría la entrada para alistarse a filas por lo que expediente de cupo se libró de marchar a pelear a Europa en 1914. sin embargo lo admitieron en la aviación canadiense. La primera gran guerra es el hecho más importante de su existencia eje de marcha sobre el que gira a veces su novelística onírica hechas de jirones de realidad y de peldaños en la escalera del recuerdo. Otro tanto le ocurriría a sus contemporáneos: Dos Passos, Hemingway y Fitzgerald.
Su aparato fue derribado en la batalla del Somme. A consecuencia de las heridas tendría muchos dolores y acudiría a las anfetaminas la morfina y al alcohol que lo destruyó para mitigarlos. La metralla se le movía en piernas y brazos al cambiar el tiempo. Por eso bebe. Se matricula en la universidad de Mississippi. Lo echan por borracho. Tampoco era capaz de concentrarse. Recorre toda una gama de oficios: carteros, albañil, maletero de estación, guarda nocturno o lo que se llamaría hoy securata de unos grandes almacenes. Pronto descubre que el escribir sirve de terapia a su cuerpo y calma la sensación de vacío de una vida fracasada. En sus noches de vigilante se entretiene emborronando cuartillas.
Asi surge The Sound And The Fury. Una de las novelas señeras del presente siglo casualmente llega empapada de alcohol y de congoja. El título se lo había tomado al Macbeth de Shakespeare. La vida es una historia llena de sonidos y de furia contada por un idiota. En este caso la contaba un guardabosque. La critica acoge la novela con entusiasmo y todos son unánimes de calificarla de hallazgo definitivo. Un cuadro anímico del espiritu de la América de entreguerras. John dos Pasos, Hemingway forman con Faulkner la terna atacante de la generación perdida. Todos volvieron de la guerra, fracasados. Faulkner está considerado como el de mayor talla. Se había aficionado a las letras al poco de regresar del frente. Su primer trabajo la paga del soldado es de 1926. tres años más tarde y con motivo del hundimiento de Wall Street su humor no puede ser más pesimista: While I lie dying.
Es la novela de un suicida. Posteriormente vienen Santuario, Luz De Agosto, Absalón Absalon y Réquiem Por Una Monja. Ninguno de estos trabajos le reporta ningún lucro. Por lo que decide hacerse guionista de Hollywood. Lo mismo que otros escritores famosos como Aldous Huxley, Woodhouse etc. Tambien sin excesiva fortuna. A la Meca del cine le venían grande los genios. Estruja mejor la cabeza de los mediocres. Con lo que en su país sería prácticamente un desconocido hasta los comedios de los años cuarenta. Su prosa era desgarrada, críptica y algo en clave, penosa de leer salvo a los buenos paladares con bouquet para la literatura y a veces ni a estos mismos. Parece que sus novelas están escritos a caballo. No es el espejo que Flaubert larga a través del camino sino crónicas galope. Cabalga entre la desesperación y la esperanza.
En 1949 le conceden el Nobel y hace declaraciones. Entre ellas la siguiente: “Creo en el hombre en su nobleza para el sufrimiento y la supervivencia. La raza humana sobrevivirá incluso a un holocausto nuclear. El ser humano es inmortal y esa inmortalidad dimana de su capacidad para adaptarse al medio. En los saltos que da el progreso a lo largo de la historia”.
Faulkner llega del profundo sur donde el sentido de la existencia es fatalista. El ser humano no podrá escapar a us propio destino. Al Fatum de los romanos y que Nietzsche llama Schiksal. En la vida hay tres vertientes ineluctables: derrota-condena-fatalidad. Estamos sin embargo ante un escritor cristiano. Como la mayor parte de los anglosajones formó su estilo en la Biblia.
Y considera que los Sinópticos es la historia mejor contada. Ningún escritor conseguirá vencer a los cuatro evangelistas en el arte de narrar. Y aplica este cristianismo a su temática. Por ejemplo en Fábula que se desarrolla en las trincheras del Somme cuenta la historia de un pobre soldado desertor que encara la muerte por fusilamiento. El pobre muchacho encarna la pasión de Cristo otra vez y Faulkner intenta abordar el tema como si fuera san Mateo el cronista de este lance. El autor se nos muestra muy antimilitarista lo que no deja de ser parodia. No creo que su paisano Bush otro sureño y un autentico warmonger haya pasado más de cinco minutos ante un texto de Faulkner.
Con todo, su obra mayor es the Sound And The Fury. La vida no significa nada. Sin la fe todo pierde sentido. Y el ser humano caminará siempre rodeado de sombras. En esta novela el argumento no puede ser más crudo: el hundimiento de una familia en medio del alcohol, la codicia, el incesto, las cálidas noches de sofoco en la veranda entre el aullido lejano de los chacales, el zumbar de los mosquitos y el rítmico balanceo de la tumbona en la veranda. The Sound And The Fury calificada como una de las mayores obras de arte literarias del pasado siglo formula la profecía de un tiempo que habría de venir: la decadencia del sur que es la decadencia de América en definitiva.
Pero Faulkner sigue vivo campeando el temporal de las modas y de los gustos literarios. La literatura también rinde tributo a la novedad pero los hombres pasan y también las modas. Es el ápice y el punto de referencia del gran friso de la literatura estadounidense. Ha tenido muchos émulos e imitadores pero es un autor inimitable. Como todo aquel que habla con voz propia. Como todo profeta que señala el camino. El pequeño demonio del sur sigue marcando el rumbo y eso que su prosa no es convencional sino muy enrevesada como la de Samuel Beckett, Kafka,o Proust. Es un escritor de escritores. Denso y con una protuberante cargazón intelectual, un maestro de lenguaje y así da gusto leer y también escribir. Sus frases siguen retumbando en mi memoria como el eco de los derrubios que se lanzan al vacío desde el cañón del Colorado. Un aviso. “Absalon, Absalon” y que no se os enrosquen los cabellos en la rama de una encina como le ocurrió al fatuo y apuesto personaje bíblico.
S26/08/2011
Antonio Parra Galindo
El 22 de julio de 1962 moriría en Oxford (Mississippi) William Faulkner el novelista estadounidense que mejor supo plasmar a decir de los expertos la realidad del mundo moderno, y un innovador del género narrativo acaso uno de los más imitados junto con Kafka Joyce Dos Passos y Hemingway. Asimismo crece a lo largo de su dilatada una contemplación del mundo muy personal. Otro dato por el que es diferenciado Faulkner dentro de cupo de escritores de Norteamérica es por haberse erigido en rapsoda del Sur profundo y violento, segregacionista y atrasado. Para ello crea un país imaginario que algunos han imitado (estoy pensando en Juan Benet y su región). En el caso de Faulkner es Yoknapatwha – el nombrecito se las trae- y allí desarrolla gran parte de la trama de sus historias. El lugar es una especie de ínsula Barataria de las pasiones con sus crímenes, declives familiares, quiebras de las fortunas, el cierre y decadencia de las antiguas plantaciones de tabacos. El surgir y declinar de la estrella. La creación y profanación del mito porque más que un escritor es un mito. El mito de América. El sueño americano.
Yoknapatwha estaba en alguna parte del estado de Mississippi donde nació el novelista en 1897. hoy tendría William 110 años. Era hijo de unos colonos tabaqueros y algodoneros procedentes de Irlanda. Su abuelo había sido militar surista. Era coronel. Mandó un regimiento. Mal estudiante y bajo de estatura no daría la entrada para alistarse a filas por lo que expediente de cupo se libró de marchar a pelear a Europa en 1914. sin embargo lo admitieron en la aviación canadiense. La primera gran guerra es el hecho más importante de su existencia eje de marcha sobre el que gira a veces su novelística onírica hechas de jirones de realidad y de peldaños en la escalera del recuerdo. Otro tanto le ocurriría a sus contemporáneos: Dos Passos, Hemingway y Fitzgerald.
Su aparato fue derribado en la batalla del Somme. A consecuencia de las heridas tendría muchos dolores y acudiría a las anfetaminas la morfina y al alcohol que lo destruyó para mitigarlos. La metralla se le movía en piernas y brazos al cambiar el tiempo. Por eso bebe. Se matricula en la universidad de Mississippi. Lo echan por borracho. Tampoco era capaz de concentrarse. Recorre toda una gama de oficios: carteros, albañil, maletero de estación, guarda nocturno o lo que se llamaría hoy securata de unos grandes almacenes. Pronto descubre que el escribir sirve de terapia a su cuerpo y calma la sensación de vacío de una vida fracasada. En sus noches de vigilante se entretiene emborronando cuartillas.
Asi surge The Sound And The Fury. Una de las novelas señeras del presente siglo casualmente llega empapada de alcohol y de congoja. El título se lo había tomado al Macbeth de Shakespeare. La vida es una historia llena de sonidos y de furia contada por un idiota. En este caso la contaba un guardabosque. La critica acoge la novela con entusiasmo y todos son unánimes de calificarla de hallazgo definitivo. Un cuadro anímico del espiritu de la América de entreguerras. John dos Pasos, Hemingway forman con Faulkner la terna atacante de la generación perdida. Todos volvieron de la guerra, fracasados. Faulkner está considerado como el de mayor talla. Se había aficionado a las letras al poco de regresar del frente. Su primer trabajo la paga del soldado es de 1926. tres años más tarde y con motivo del hundimiento de Wall Street su humor no puede ser más pesimista: While I lie dying.
Es la novela de un suicida. Posteriormente vienen Santuario, Luz De Agosto, Absalón Absalon y Réquiem Por Una Monja. Ninguno de estos trabajos le reporta ningún lucro. Por lo que decide hacerse guionista de Hollywood. Lo mismo que otros escritores famosos como Aldous Huxley, Woodhouse etc. Tambien sin excesiva fortuna. A la Meca del cine le venían grande los genios. Estruja mejor la cabeza de los mediocres. Con lo que en su país sería prácticamente un desconocido hasta los comedios de los años cuarenta. Su prosa era desgarrada, críptica y algo en clave, penosa de leer salvo a los buenos paladares con bouquet para la literatura y a veces ni a estos mismos. Parece que sus novelas están escritos a caballo. No es el espejo que Flaubert larga a través del camino sino crónicas galope. Cabalga entre la desesperación y la esperanza.
En 1949 le conceden el Nobel y hace declaraciones. Entre ellas la siguiente: “Creo en el hombre en su nobleza para el sufrimiento y la supervivencia. La raza humana sobrevivirá incluso a un holocausto nuclear. El ser humano es inmortal y esa inmortalidad dimana de su capacidad para adaptarse al medio. En los saltos que da el progreso a lo largo de la historia”.
Faulkner llega del profundo sur donde el sentido de la existencia es fatalista. El ser humano no podrá escapar a us propio destino. Al Fatum de los romanos y que Nietzsche llama Schiksal. En la vida hay tres vertientes ineluctables: derrota-condena-fatalidad. Estamos sin embargo ante un escritor cristiano. Como la mayor parte de los anglosajones formó su estilo en la Biblia.
Y considera que los Sinópticos es la historia mejor contada. Ningún escritor conseguirá vencer a los cuatro evangelistas en el arte de narrar. Y aplica este cristianismo a su temática. Por ejemplo en Fábula que se desarrolla en las trincheras del Somme cuenta la historia de un pobre soldado desertor que encara la muerte por fusilamiento. El pobre muchacho encarna la pasión de Cristo otra vez y Faulkner intenta abordar el tema como si fuera san Mateo el cronista de este lance. El autor se nos muestra muy antimilitarista lo que no deja de ser parodia. No creo que su paisano Bush otro sureño y un autentico warmonger haya pasado más de cinco minutos ante un texto de Faulkner.
Con todo, su obra mayor es the Sound And The Fury. La vida no significa nada. Sin la fe todo pierde sentido. Y el ser humano caminará siempre rodeado de sombras. En esta novela el argumento no puede ser más crudo: el hundimiento de una familia en medio del alcohol, la codicia, el incesto, las cálidas noches de sofoco en la veranda entre el aullido lejano de los chacales, el zumbar de los mosquitos y el rítmico balanceo de la tumbona en la veranda. The Sound And The Fury calificada como una de las mayores obras de arte literarias del pasado siglo formula la profecía de un tiempo que habría de venir: la decadencia del sur que es la decadencia de América en definitiva.
Pero Faulkner sigue vivo campeando el temporal de las modas y de los gustos literarios. La literatura también rinde tributo a la novedad pero los hombres pasan y también las modas. Es el ápice y el punto de referencia del gran friso de la literatura estadounidense. Ha tenido muchos émulos e imitadores pero es un autor inimitable. Como todo aquel que habla con voz propia. Como todo profeta que señala el camino. El pequeño demonio del sur sigue marcando el rumbo y eso que su prosa no es convencional sino muy enrevesada como la de Samuel Beckett, Kafka,o Proust. Es un escritor de escritores. Denso y con una protuberante cargazón intelectual, un maestro de lenguaje y así da gusto leer y también escribir. Sus frases siguen retumbando en mi memoria como el eco de los derrubios que se lanzan al vacío desde el cañón del Colorado. Un aviso. “Absalon, Absalon” y que no se os enrosquen los cabellos en la rama de una encina como le ocurrió al fatuo y apuesto personaje bíblico.
S26/08/2011
martes, 16 de agosto de 2011
el dia de Nuestra Señora
El día de Nuestra Señora 15 de agosto
Ya han pasado muchos años de aquellos 15ª pero mi alma venerara y rememora. Se han gastado las páginas de aquel misal olvidado de tanto pasar las hojas mojando con saliva el papel. Te igitur, clementissime… aquel niño de las misas pontificales en la catedral portando el acetre o la naveta del incensario es un viejo diacono olvidado, un literato sin fortuna, acaso un vagabundo con poca suerte pero agradecido a Dios por la fe y por todo cuanto fui. Yo creía en la utopía. La noche pasada mientras rezaba el oficio cantaba en el bosque un mochuelo el cual con su particular lúgubre llamada que por estos pagos llaman miago. Inconfundible el lamento de la curuxia (lechuza) como un himno epicinio de las ninfas de la naturaleza sonando allá atrás en la aliseda. Creí interpretar el sentido de las palabras del pobre autillo de mi pueblo que visita estas soledades una madrugada sí y otra no:
Arca non putri fabricata ligno
Manna tu servas, fluit undique virtus
Ipsa qua surgent animata rursus
Ossa sepulcros
Surge, dilecto pete
Nixa celum
Sume consertum diadema stellis
Este himno de salutación mariana nos cerciora de que la Virgen estaba hecha de otra pasta al resto de las hijas de Eva, que su carne incorruptible no pasó por los estragos de la muerte y que se durmió en el regazo de su hijo y se fue al cielo cercada de ángeles y pisando una diadema de estrellas. Exageración tal vez hiperdulía pero hay cosas que no acierta a comprender la razón y el corazón entiende. Sin proponérselo el “miagón” escondido entre las ramas del “humero” le cantaba a la Deipara una copla de resurrección. Ya solo las aves nocturnas rezan en latín los curas y al hilo de esto me encuentro sorprendido e indignado con el circo que se ha montado en este país a costa de la visita papal. Benedicto XVI nos lo presenta la “media” (aquí hay gato encerrado y se percibe claramente una burda e inicua maniobra) no como al siervo de los siervos que son lo que los papas son sino como una suerte de vicedios robándole competencias al propio Jesucristo y a su Madre Santísima. Happenings, espectáculos, tenidas, misas con el acompañamiento anti -litúrgico de rock and roll. Jóvenes y jovenas de todo el mundo, un chorro de dinero que para acoger a estas juventudes vaticanas han salido del contribuyente español. Este Benedicto o es tonto o es un bendito de Dios. No se ha enterado que nuestros hijos están en paro, que hay angustia en las familias, que en el seno de las familias se percibe recelo y poco amor, que existen problema muy de fondo en nuestra sociedad cristiana aterida por el consumismo y la desorientación sin que la Iglesia predique contra tales abusos. Antes bien se ha adherido a los banqueros y el clero se ha vuelto capitalista, escucha las soflamas de la COPE o las catilinarias burdas de Intereconomía y ha vuelto a leer el ABC sionista. Y tiene que soportar a un obispo con cara de palo Rouco o aguantar las boutades de Martínez Camino. El pueblo de Dios está desorientado o que le llevan los demonios. Uno no sabe si Benedicto XVI es el heraldo de Jesús o el de la banca Morgan que estomago agradecido condona todos los crímenes y aberraciones del estado hebreo que es el que corre con gran parte de los gastos y al cual todo el Vaticano se encuentra sometido vía twitter y facebook. Twit en inglés es gilipollas y facebook cara de libro paniaguados. Roma trata a su gente como gilipollas y paniaguados. Pero de esto ya nos puso en antecedentes el Salvador cuando predicó a los hipócritas a los levitas, a los fariseos, a los curas encastillados en la soberbia y en el poder. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado por ladrones que lo dejaron medio muerto. Pasó un sacerdote y cruzó de largo. Vino después un escriba el cual tampoco se detuvo. Sin embargo, acertó a bajar por allí un samaritano, pecador, algo borrachín y con no muy buena reputación el cual cargó con el herido a su jumento, lo llevó a curar y dijo a los sanitarios que todos los gastos correrían de su cuenta. Hoy día de la Asunción a la vista de una Iglesia que nada tiene que ver con aquella que yo soñé de niño y al que podría aplicarse la parábola del buen samaritano (cuantas veces estuve en dificultades y pedí auxilio sus sacerdotes, sus escribas, sus levitas se desentendieron mostrando una falta de humanidad rayana en el paroxismo) he rememorado aquellos quince agosto cuando en el valle suenan los estrepitosos voladores. Hoy es fiesta en muchos pueblos de por aquí. Mi fe en Cristo Jesús y mi amor a la Virgen poco tienen que ver con este circo y estas maniobras comecocos del sucesor de Wojtyla. ¿Llega un vicedios o un embajador del diablo? O un nuevo judas que ajustó la venta de la iglesia al sanedrín por veinte siclos. Pese a las traiciones Cristo está en la historia y el atardecer es hermoso.
La plenitud del verano el sol en su cenit nos acogía tiempo de augusto. Íbamos al valle de Tejadilla a coger moruelas. La oxicanta o el escaramujo pintaban entre las zarzas.
-estas son buenas, Teodoro.
Mi amigo Doro y el que suscribe cuando amanecía dios por los torrentes y blanquea la cal por las torreras antes del amanecer cogíamos el fruto medicinal y poco a poco las echábamos en un bote. Eran buenas para el hígado y el boticario de Santiespiritu las pagaba a duro el cuarto kilo. Al alba un jolgorio de campanas llenaba la ciudad se místicas y alegres sonoridades. Era el único día que subían los sacristanes a la torre de la llamada Dama de las catedrales. Melecio el sacristán mayor que era pariente del deán y que solía recorrer el templo con un atadijo de llaves y era un segoviano de pelo fuerte muy cano y de fácil sonrisa dirigía aquel repique. Una vez subimos con él los cien metros de escalera. El huso de la empinada escalera era tan estrecha que había que subir de costadilla pisando palomizo y gallinácea. Chovas, golondrinas y aves de todas las especies habían posado allí durante siglos. Merecía con todo pasar canguelo trepando por las angostas oscuridades. Desde lo alto del campanario se divisaba en la majestad de sus campos media Castilla. El tañer de la campana gorda sólo una vez por año la mañana del 15 de agosto se esparcía por la ciudad amurallada con euforia de ritmos y megafonías triunfales porque ese día no se tañía “de sencillo”. Era el Día de la Virgen. Nos habían hablado del sueño que tuvo san Agustín sobre la mística ciudad de Dios basada en la armonía, el concento y el contento, la ausencia de maldades sin crímenes ni robos ni borracheras ni bandos bajo el báculo del obispo y la espada del príncipe que velaban por la seguridad de los súbditos y fomentaban la conllevancia entre las diferentes clases sociales meditante los gremios- a casa uno le correspondía un oficio y todos los miembros de la comunidad eran útiles y estaban adscritos a un puesto, a un lugar. Era la utopía y aquellas campanas de mi pueblo recogían el eco de aquella llamada a la excelsitud. Hay que buscar la excelencia. Miremos a lo alto. En el cielo sonreía la Virgen maternal con un niño en brazos. Aquella mujer que aplastaría la cabeza del dragón había estado subida a aquel trono de nubes desde mucho antes. Los egipcios la llamaban Isis y Horus. Para los romanos era una diosa que se paseaba por los campos en un carro de fuego tirado por leones. La diosa Cibeles. No importa la denominación pero en algo hay que creer. Bebamos de los vasos sagrados. No rompamos las orzas. Sagrado es el vientre de la mujer. En ella nos concibieron pero estamos hechos de barro. Había un grito triunfal que al final de la liturgia prorrumpía el subdiácono:
-In conceptione tua inmaculata fuiste
Y contestaba el orfeón:
-Ora pro nobis Deo qui Verbum peperisti.
-Assumpta es in coelo.
Te llevaron al cielo en volandas. Y para ti la tierra te fue leve porque te dormiste. Asunción dormición de acuerdo con la tradición oriental. Un serafín entona hoy con más brío las estrofas del Akathistos. Alegraos mujeres del mundo porque en Ella está vuestro triunfo. En España el país de la Virgen pura cristiana pero que rindió culto a Cibeles, a Isis y Horus y otras deidades ibéricas de la fecundidad se escucha la voz del serafín anunciando la búsqueda perpetua del amor que no se extingue o la llama que no se apaga pero también suenan pasacalles. Tan. Tan. Talan. Tan. El grito de aquel bronce en día tan significado lo llevo inscrito en mi memoria. Debe de ser que la fe entra por el oído como decían los padres de la iglesia y la religión tiene que ver mucho con la acústica. Sin ortofonía ya no queda armonía. Y han derribado los púlpitos. Derribado el tornavoz que en su techo mostraba la paloma del Espíritu y suprimida la predicación pues la Iglesia ha suprimido la predicación que tiraría por tierra la sagrada didascalia sólo nos quedan las campanas para hablarnos de Dios.
Bajo la atenta mirada del sacristán mayor al que recuerdo con su cara bondadosa y caminando por las naves de la iglesia arrastrando los pies (debía de tenerlos planos) con un manojo de llaves engarzados a la cintura tres mozos de la parroquia elegidos por sorteo para repicar se las veían y deseaban para girar la melena de la gran campana. El bronce y el roble eran símbolo de los días augustos. Segovia y concretamente aquella iglesia mayor, un canto del cisne del gótico tardío producto del ingenio del gran arquitecto Juan Guas, consagrada a la Asunción, festejaba a su patrona. Era fiesta mayor y uno de los días más hermosos de aquellos estíos de mi infancia cuando íbamos a coger moras a Tejadilla o a Juarrillos para luego bañarnos en los peñascales del río Eresma. Las gentes, las casas y los objetos parecían tener un fulgor particular ya en los comedios del verano. La mies se acumulaba en los trojes acabada la bielda. Los majuelos en sazón mostraban racimos como ubres bajo los entorchados de las parras o las cepas crecidas de pámpanos. Días de Baco y de Ceres que retornaban bajo diferente adoración. El sol augusto amparaba los campos y, el verano de vencida, los barrios estaban repletos de veraneantes. A todas las horas pululaba el gentío por la calle real. Los primeros turistas americanos e ingleses se hacían fotos en el pretil de la Canaleja. El bigote de Clark Gable sonreía, morboso, en los carteles anunciaban películas como el “Viento se llevó” que fue prohibida por inmoral. Era un 3R pecado mortal. Total por un par de besos que le da el bueno del Orejas el pabellón auricular más sexy de Hollywood se armó un escándalo. ¿Qué hubiera hecho o dicho el obispo fray Daniel hoy en día ante la ola de pornografía que nos invade? Volverse a morir. La castidad ya no se estila. Las púberes canéforas han dejado de ir con flores a María y hasta la duquesa de Alba, ese carcamal, se ha echado un novio funcionario al que pasea por Sevilla. Entonces las mujeres para entrar en la casa de Dios tenían que ir recatadas. La manga corta y los escotes, cosa prohibida. Se quema incienso en los altares paganos al adulterio, al hedonismo. Tetas y coños melenas al viento ululan y pululan por las viscerales revistas del corazón. En veinte siglos de cristiandad no había padecido España la peor lacra que acomete a un pueblo: la baja natalidad. Destruida la autoridad paterna muchos padres están acobardados sin saber por donde tirar. Se ha destruido a la familia y muchos hogares son un sufrimiento. ¿A quien recurrir? A la Virgen de Agosto. Pero no nos engañemos. Entonces también se hacía el amor. A la caída de la tarde los bosques del pinarillo se poblaban de mirones que iban a espiar los muy sádicos a las parejas en faena. La Farela que era la mancebía que estaba en la Calle de Cantarranas puerta por medio del convento de Santa Isabel tenía mucho trabajo con la venida de los de la IPS. No tiene enmienda pero entonces las cosas se hacían con más recato y a los jóvenes se nos inculcaba un código de valores para discernir el bien y el mal. Emborracharse o irse de putas no eran actos para merecer una condecoración. Hoy los amoríos y líos de falda se pagan mucho dinero en exclusivas en las revistas del corazón. Si había habido buena cosecha todas las mesas de la terraza del Columba bajo los arcos del Azoguejo estaban ocupadas de gente de los pueblos que acudía los jueves al mercado de la capital y entre el ir y venir de camareros de blancas chaquetillas y rojas charreteras – todo parecía como militarizado y reglamentado por aquellos días se veía a los tratantes de Turegano fumándose un farias. Corrían por la bandejas bastantes billetes verdes. Los marraneros de Extremadura saldaban buenos tratos con la venta del cerdo jaro y para Nochebuena tras la matanza del marranillo morato comíamos morcillas y jamón de jabugo. Por la calle Real para arriba para abajo no se veían más que gorras de plato. Por todas partes, militares. A los de la guarnición se agregaban los estudiantes de la IPS que hacían la mili durante tres veranos en Robledo y salían de alféreces. Y estudiantes muchos estudiantes que enviaban sus padres para estudiar una carrera o prepararse para la Escuela de Magisterio. La pluma la cruz y la espada eran la marca de España. Hoy esto muchos lo encuentran anacrónico o fascista pero había mucho más respeto, mejor convivencia, más alternancia y más posibilidades, hoy los caminos se han cerrado para los jóvenes sin que el papa haya dicho ni esta boca es mía al respecto.
La imagen que da la informativa zapateril no se corresponde con las realidades pero han vuelto a este país los torticeros de la historia los muñidores de la infamia. Los bobos de Intereconomía y de la COPE, los insidiosos del ABC que quieren copiar en Madrid al New York Times. Estos bobos son los de siempre. Entre bobos anda el juego. Zapatero a tus zapatos y cuando la clerigalla mete los hocicos en político en este país vamos marcha atrás. Los curas no se resisten a perder la parcela pero España es laica, ha dejado de ser católica y la culpa es de ellos. Dios es un proscrito en nuestra vía diaria. Se ha mandado al exilio el culto a la belleza inmaterial para quemar incienso en las aras de la cutrez, la ordinariez, el morbo. Sólo vale todo lo que se come, se esgrime y se caga en inglés y a las nuevas generaciones de españoles se les ha negado el privilegio de conocer su historia, de hablar su idioma y la jerarquía que no ha movido un músculo para evitarlo antes bien se unió a la ola es culpable de este orden de cosas.
Entretanto, doro y yo introducimos las bayas en una cesta y a lomos de nuestras bicis cruzando el Puente de Hierro y por detrás de los ventorros camino de Hontoria subimos a Valdevilla. El puente romano parecía nuevo flamante y sus piedras tenían dos mil años. Por ellas caminaron las legiones de Augusto y los rabadanes de la mesta. Seguía el concierto campanero impregnando de melodía el aire de la mañana. Todas las torres se pusieron a tocar para acompañar a la campana gorda. Como la señora Teo había ido a la peinadora mi amigo Doro desayunó en casa. Restauradas las fuerzas a base de un café con leche y picatostes nos pusimos el traje de los domingos y otra vez pedaleamos por el Camino Nuevo hasta llegar a la catedral. Don Asterio el precentor encargado de dirigir las voces blancas ya nos estaba echando en falta.
-Creí que no llegabais.
-Es que fuimos a Tejadilla por un mandado.
-Hoy no se va a por moras. Hay que estar aquí derechos como velas para cantar a la Patrona. ¿Estamos?
-Sí don Asterio- respondimos los dos escolanos agachando las cabezas.
El día de Nuestra Señora el aire de la ciudad, las caras iluminadas de las gentes, las palabras y hasta las broncas del maestro de capilla no sonaban tan impetuosas. En aquel momento entraron en la sacristía dos sacerdotes con capa pluvial que llevaban una barra de plata rematada en un santo cristo cada uno de los dos. Eran los pertigueros. Los prestes se atacaban el alba con el cíngulo o se echaban la casulla cerca de las cajoneras de la gran sacristía contemplándose en los oscuros espejos devolvían una imagen triste y fantasmagóricas de sus figuras. Algunos comentaban incidencias de la vida local y Melecio el sacristán le hablaba de un automóvil que acababa de salir al mercado.
-Don Fernando, porqué no se compra un 600. Ese coche le vendría bien para ver las tenadas y las algarrobas que tiene en su pueblo.
-¿Y para qué quiero yo un 600, hijo, si no tengo para gasolina?
-Pues tambien es verdad, señor deán. No me había dado cuenta. Echarse coche es fácil. Lo peor es mantenerlo.
El obispo, hombre muy bondadoso, no decía nada pero asistía a la conversación con una tímida sonrisa mientras se colocaba la mitra toda de nieve. El maestro de ceremonias golpeó con una vara uno de los bancos y al son de tres golpes secos la escolanía entonó la antífona de entrada.
-Niños a coro- exclamó don Asterio
Y se inició la procesión. El grupo de acólitos con nuestras sotanillas rojas de lana abríamos carrera al séquito que a través de la girola detrás del altar mayor recorría las naves y las múltiples capillas luciendo la pompa y esplendor del rito visigótico a lo largo de aquel templo que era el más grande de España después del de Sevilla. Abría carrera la cruz procesional flanqueada por los ciriales. Yo caminaba portando el acetre con el hisopo y la naveta haciendo las veces de ayudante de Teodoro que oficiaba de turiferario. La comitiva ascendió las gradas del presbiterio y el cabildo cruzó el enlosado de la nave central con enterramientos de todos los obispos de la diócesis desde san Hieroteo hasta la fecha y todos ocuparon su sitial. Tras el canto del magnificat se iniciaron los Kyries de la misa cum jubilo. Las deprecantes notas del responsorio surgían como voces clamando al cielo iban a besar las impostas o se esfumaban por las bóvedas de crestería. Las voces se habían escuchado allí durante siglos deprecantes, compungidas, pidiendo la misericordia divina. Ten misericordia de nosotros, señor. Aquella plegaria había sonado en aquel recinto miles de veces.
continuará
Ya han pasado muchos años de aquellos 15ª pero mi alma venerara y rememora. Se han gastado las páginas de aquel misal olvidado de tanto pasar las hojas mojando con saliva el papel. Te igitur, clementissime… aquel niño de las misas pontificales en la catedral portando el acetre o la naveta del incensario es un viejo diacono olvidado, un literato sin fortuna, acaso un vagabundo con poca suerte pero agradecido a Dios por la fe y por todo cuanto fui. Yo creía en la utopía. La noche pasada mientras rezaba el oficio cantaba en el bosque un mochuelo el cual con su particular lúgubre llamada que por estos pagos llaman miago. Inconfundible el lamento de la curuxia (lechuza) como un himno epicinio de las ninfas de la naturaleza sonando allá atrás en la aliseda. Creí interpretar el sentido de las palabras del pobre autillo de mi pueblo que visita estas soledades una madrugada sí y otra no:
Arca non putri fabricata ligno
Manna tu servas, fluit undique virtus
Ipsa qua surgent animata rursus
Ossa sepulcros
Surge, dilecto pete
Nixa celum
Sume consertum diadema stellis
Este himno de salutación mariana nos cerciora de que la Virgen estaba hecha de otra pasta al resto de las hijas de Eva, que su carne incorruptible no pasó por los estragos de la muerte y que se durmió en el regazo de su hijo y se fue al cielo cercada de ángeles y pisando una diadema de estrellas. Exageración tal vez hiperdulía pero hay cosas que no acierta a comprender la razón y el corazón entiende. Sin proponérselo el “miagón” escondido entre las ramas del “humero” le cantaba a la Deipara una copla de resurrección. Ya solo las aves nocturnas rezan en latín los curas y al hilo de esto me encuentro sorprendido e indignado con el circo que se ha montado en este país a costa de la visita papal. Benedicto XVI nos lo presenta la “media” (aquí hay gato encerrado y se percibe claramente una burda e inicua maniobra) no como al siervo de los siervos que son lo que los papas son sino como una suerte de vicedios robándole competencias al propio Jesucristo y a su Madre Santísima. Happenings, espectáculos, tenidas, misas con el acompañamiento anti -litúrgico de rock and roll. Jóvenes y jovenas de todo el mundo, un chorro de dinero que para acoger a estas juventudes vaticanas han salido del contribuyente español. Este Benedicto o es tonto o es un bendito de Dios. No se ha enterado que nuestros hijos están en paro, que hay angustia en las familias, que en el seno de las familias se percibe recelo y poco amor, que existen problema muy de fondo en nuestra sociedad cristiana aterida por el consumismo y la desorientación sin que la Iglesia predique contra tales abusos. Antes bien se ha adherido a los banqueros y el clero se ha vuelto capitalista, escucha las soflamas de la COPE o las catilinarias burdas de Intereconomía y ha vuelto a leer el ABC sionista. Y tiene que soportar a un obispo con cara de palo Rouco o aguantar las boutades de Martínez Camino. El pueblo de Dios está desorientado o que le llevan los demonios. Uno no sabe si Benedicto XVI es el heraldo de Jesús o el de la banca Morgan que estomago agradecido condona todos los crímenes y aberraciones del estado hebreo que es el que corre con gran parte de los gastos y al cual todo el Vaticano se encuentra sometido vía twitter y facebook. Twit en inglés es gilipollas y facebook cara de libro paniaguados. Roma trata a su gente como gilipollas y paniaguados. Pero de esto ya nos puso en antecedentes el Salvador cuando predicó a los hipócritas a los levitas, a los fariseos, a los curas encastillados en la soberbia y en el poder. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado por ladrones que lo dejaron medio muerto. Pasó un sacerdote y cruzó de largo. Vino después un escriba el cual tampoco se detuvo. Sin embargo, acertó a bajar por allí un samaritano, pecador, algo borrachín y con no muy buena reputación el cual cargó con el herido a su jumento, lo llevó a curar y dijo a los sanitarios que todos los gastos correrían de su cuenta. Hoy día de la Asunción a la vista de una Iglesia que nada tiene que ver con aquella que yo soñé de niño y al que podría aplicarse la parábola del buen samaritano (cuantas veces estuve en dificultades y pedí auxilio sus sacerdotes, sus escribas, sus levitas se desentendieron mostrando una falta de humanidad rayana en el paroxismo) he rememorado aquellos quince agosto cuando en el valle suenan los estrepitosos voladores. Hoy es fiesta en muchos pueblos de por aquí. Mi fe en Cristo Jesús y mi amor a la Virgen poco tienen que ver con este circo y estas maniobras comecocos del sucesor de Wojtyla. ¿Llega un vicedios o un embajador del diablo? O un nuevo judas que ajustó la venta de la iglesia al sanedrín por veinte siclos. Pese a las traiciones Cristo está en la historia y el atardecer es hermoso.
La plenitud del verano el sol en su cenit nos acogía tiempo de augusto. Íbamos al valle de Tejadilla a coger moruelas. La oxicanta o el escaramujo pintaban entre las zarzas.
-estas son buenas, Teodoro.
Mi amigo Doro y el que suscribe cuando amanecía dios por los torrentes y blanquea la cal por las torreras antes del amanecer cogíamos el fruto medicinal y poco a poco las echábamos en un bote. Eran buenas para el hígado y el boticario de Santiespiritu las pagaba a duro el cuarto kilo. Al alba un jolgorio de campanas llenaba la ciudad se místicas y alegres sonoridades. Era el único día que subían los sacristanes a la torre de la llamada Dama de las catedrales. Melecio el sacristán mayor que era pariente del deán y que solía recorrer el templo con un atadijo de llaves y era un segoviano de pelo fuerte muy cano y de fácil sonrisa dirigía aquel repique. Una vez subimos con él los cien metros de escalera. El huso de la empinada escalera era tan estrecha que había que subir de costadilla pisando palomizo y gallinácea. Chovas, golondrinas y aves de todas las especies habían posado allí durante siglos. Merecía con todo pasar canguelo trepando por las angostas oscuridades. Desde lo alto del campanario se divisaba en la majestad de sus campos media Castilla. El tañer de la campana gorda sólo una vez por año la mañana del 15 de agosto se esparcía por la ciudad amurallada con euforia de ritmos y megafonías triunfales porque ese día no se tañía “de sencillo”. Era el Día de la Virgen. Nos habían hablado del sueño que tuvo san Agustín sobre la mística ciudad de Dios basada en la armonía, el concento y el contento, la ausencia de maldades sin crímenes ni robos ni borracheras ni bandos bajo el báculo del obispo y la espada del príncipe que velaban por la seguridad de los súbditos y fomentaban la conllevancia entre las diferentes clases sociales meditante los gremios- a casa uno le correspondía un oficio y todos los miembros de la comunidad eran útiles y estaban adscritos a un puesto, a un lugar. Era la utopía y aquellas campanas de mi pueblo recogían el eco de aquella llamada a la excelsitud. Hay que buscar la excelencia. Miremos a lo alto. En el cielo sonreía la Virgen maternal con un niño en brazos. Aquella mujer que aplastaría la cabeza del dragón había estado subida a aquel trono de nubes desde mucho antes. Los egipcios la llamaban Isis y Horus. Para los romanos era una diosa que se paseaba por los campos en un carro de fuego tirado por leones. La diosa Cibeles. No importa la denominación pero en algo hay que creer. Bebamos de los vasos sagrados. No rompamos las orzas. Sagrado es el vientre de la mujer. En ella nos concibieron pero estamos hechos de barro. Había un grito triunfal que al final de la liturgia prorrumpía el subdiácono:
-In conceptione tua inmaculata fuiste
Y contestaba el orfeón:
-Ora pro nobis Deo qui Verbum peperisti.
-Assumpta es in coelo.
Te llevaron al cielo en volandas. Y para ti la tierra te fue leve porque te dormiste. Asunción dormición de acuerdo con la tradición oriental. Un serafín entona hoy con más brío las estrofas del Akathistos. Alegraos mujeres del mundo porque en Ella está vuestro triunfo. En España el país de la Virgen pura cristiana pero que rindió culto a Cibeles, a Isis y Horus y otras deidades ibéricas de la fecundidad se escucha la voz del serafín anunciando la búsqueda perpetua del amor que no se extingue o la llama que no se apaga pero también suenan pasacalles. Tan. Tan. Talan. Tan. El grito de aquel bronce en día tan significado lo llevo inscrito en mi memoria. Debe de ser que la fe entra por el oído como decían los padres de la iglesia y la religión tiene que ver mucho con la acústica. Sin ortofonía ya no queda armonía. Y han derribado los púlpitos. Derribado el tornavoz que en su techo mostraba la paloma del Espíritu y suprimida la predicación pues la Iglesia ha suprimido la predicación que tiraría por tierra la sagrada didascalia sólo nos quedan las campanas para hablarnos de Dios.
Bajo la atenta mirada del sacristán mayor al que recuerdo con su cara bondadosa y caminando por las naves de la iglesia arrastrando los pies (debía de tenerlos planos) con un manojo de llaves engarzados a la cintura tres mozos de la parroquia elegidos por sorteo para repicar se las veían y deseaban para girar la melena de la gran campana. El bronce y el roble eran símbolo de los días augustos. Segovia y concretamente aquella iglesia mayor, un canto del cisne del gótico tardío producto del ingenio del gran arquitecto Juan Guas, consagrada a la Asunción, festejaba a su patrona. Era fiesta mayor y uno de los días más hermosos de aquellos estíos de mi infancia cuando íbamos a coger moras a Tejadilla o a Juarrillos para luego bañarnos en los peñascales del río Eresma. Las gentes, las casas y los objetos parecían tener un fulgor particular ya en los comedios del verano. La mies se acumulaba en los trojes acabada la bielda. Los majuelos en sazón mostraban racimos como ubres bajo los entorchados de las parras o las cepas crecidas de pámpanos. Días de Baco y de Ceres que retornaban bajo diferente adoración. El sol augusto amparaba los campos y, el verano de vencida, los barrios estaban repletos de veraneantes. A todas las horas pululaba el gentío por la calle real. Los primeros turistas americanos e ingleses se hacían fotos en el pretil de la Canaleja. El bigote de Clark Gable sonreía, morboso, en los carteles anunciaban películas como el “Viento se llevó” que fue prohibida por inmoral. Era un 3R pecado mortal. Total por un par de besos que le da el bueno del Orejas el pabellón auricular más sexy de Hollywood se armó un escándalo. ¿Qué hubiera hecho o dicho el obispo fray Daniel hoy en día ante la ola de pornografía que nos invade? Volverse a morir. La castidad ya no se estila. Las púberes canéforas han dejado de ir con flores a María y hasta la duquesa de Alba, ese carcamal, se ha echado un novio funcionario al que pasea por Sevilla. Entonces las mujeres para entrar en la casa de Dios tenían que ir recatadas. La manga corta y los escotes, cosa prohibida. Se quema incienso en los altares paganos al adulterio, al hedonismo. Tetas y coños melenas al viento ululan y pululan por las viscerales revistas del corazón. En veinte siglos de cristiandad no había padecido España la peor lacra que acomete a un pueblo: la baja natalidad. Destruida la autoridad paterna muchos padres están acobardados sin saber por donde tirar. Se ha destruido a la familia y muchos hogares son un sufrimiento. ¿A quien recurrir? A la Virgen de Agosto. Pero no nos engañemos. Entonces también se hacía el amor. A la caída de la tarde los bosques del pinarillo se poblaban de mirones que iban a espiar los muy sádicos a las parejas en faena. La Farela que era la mancebía que estaba en la Calle de Cantarranas puerta por medio del convento de Santa Isabel tenía mucho trabajo con la venida de los de la IPS. No tiene enmienda pero entonces las cosas se hacían con más recato y a los jóvenes se nos inculcaba un código de valores para discernir el bien y el mal. Emborracharse o irse de putas no eran actos para merecer una condecoración. Hoy los amoríos y líos de falda se pagan mucho dinero en exclusivas en las revistas del corazón. Si había habido buena cosecha todas las mesas de la terraza del Columba bajo los arcos del Azoguejo estaban ocupadas de gente de los pueblos que acudía los jueves al mercado de la capital y entre el ir y venir de camareros de blancas chaquetillas y rojas charreteras – todo parecía como militarizado y reglamentado por aquellos días se veía a los tratantes de Turegano fumándose un farias. Corrían por la bandejas bastantes billetes verdes. Los marraneros de Extremadura saldaban buenos tratos con la venta del cerdo jaro y para Nochebuena tras la matanza del marranillo morato comíamos morcillas y jamón de jabugo. Por la calle Real para arriba para abajo no se veían más que gorras de plato. Por todas partes, militares. A los de la guarnición se agregaban los estudiantes de la IPS que hacían la mili durante tres veranos en Robledo y salían de alféreces. Y estudiantes muchos estudiantes que enviaban sus padres para estudiar una carrera o prepararse para la Escuela de Magisterio. La pluma la cruz y la espada eran la marca de España. Hoy esto muchos lo encuentran anacrónico o fascista pero había mucho más respeto, mejor convivencia, más alternancia y más posibilidades, hoy los caminos se han cerrado para los jóvenes sin que el papa haya dicho ni esta boca es mía al respecto.
La imagen que da la informativa zapateril no se corresponde con las realidades pero han vuelto a este país los torticeros de la historia los muñidores de la infamia. Los bobos de Intereconomía y de la COPE, los insidiosos del ABC que quieren copiar en Madrid al New York Times. Estos bobos son los de siempre. Entre bobos anda el juego. Zapatero a tus zapatos y cuando la clerigalla mete los hocicos en político en este país vamos marcha atrás. Los curas no se resisten a perder la parcela pero España es laica, ha dejado de ser católica y la culpa es de ellos. Dios es un proscrito en nuestra vía diaria. Se ha mandado al exilio el culto a la belleza inmaterial para quemar incienso en las aras de la cutrez, la ordinariez, el morbo. Sólo vale todo lo que se come, se esgrime y se caga en inglés y a las nuevas generaciones de españoles se les ha negado el privilegio de conocer su historia, de hablar su idioma y la jerarquía que no ha movido un músculo para evitarlo antes bien se unió a la ola es culpable de este orden de cosas.
Entretanto, doro y yo introducimos las bayas en una cesta y a lomos de nuestras bicis cruzando el Puente de Hierro y por detrás de los ventorros camino de Hontoria subimos a Valdevilla. El puente romano parecía nuevo flamante y sus piedras tenían dos mil años. Por ellas caminaron las legiones de Augusto y los rabadanes de la mesta. Seguía el concierto campanero impregnando de melodía el aire de la mañana. Todas las torres se pusieron a tocar para acompañar a la campana gorda. Como la señora Teo había ido a la peinadora mi amigo Doro desayunó en casa. Restauradas las fuerzas a base de un café con leche y picatostes nos pusimos el traje de los domingos y otra vez pedaleamos por el Camino Nuevo hasta llegar a la catedral. Don Asterio el precentor encargado de dirigir las voces blancas ya nos estaba echando en falta.
-Creí que no llegabais.
-Es que fuimos a Tejadilla por un mandado.
-Hoy no se va a por moras. Hay que estar aquí derechos como velas para cantar a la Patrona. ¿Estamos?
-Sí don Asterio- respondimos los dos escolanos agachando las cabezas.
El día de Nuestra Señora el aire de la ciudad, las caras iluminadas de las gentes, las palabras y hasta las broncas del maestro de capilla no sonaban tan impetuosas. En aquel momento entraron en la sacristía dos sacerdotes con capa pluvial que llevaban una barra de plata rematada en un santo cristo cada uno de los dos. Eran los pertigueros. Los prestes se atacaban el alba con el cíngulo o se echaban la casulla cerca de las cajoneras de la gran sacristía contemplándose en los oscuros espejos devolvían una imagen triste y fantasmagóricas de sus figuras. Algunos comentaban incidencias de la vida local y Melecio el sacristán le hablaba de un automóvil que acababa de salir al mercado.
-Don Fernando, porqué no se compra un 600. Ese coche le vendría bien para ver las tenadas y las algarrobas que tiene en su pueblo.
-¿Y para qué quiero yo un 600, hijo, si no tengo para gasolina?
-Pues tambien es verdad, señor deán. No me había dado cuenta. Echarse coche es fácil. Lo peor es mantenerlo.
El obispo, hombre muy bondadoso, no decía nada pero asistía a la conversación con una tímida sonrisa mientras se colocaba la mitra toda de nieve. El maestro de ceremonias golpeó con una vara uno de los bancos y al son de tres golpes secos la escolanía entonó la antífona de entrada.
-Niños a coro- exclamó don Asterio
Y se inició la procesión. El grupo de acólitos con nuestras sotanillas rojas de lana abríamos carrera al séquito que a través de la girola detrás del altar mayor recorría las naves y las múltiples capillas luciendo la pompa y esplendor del rito visigótico a lo largo de aquel templo que era el más grande de España después del de Sevilla. Abría carrera la cruz procesional flanqueada por los ciriales. Yo caminaba portando el acetre con el hisopo y la naveta haciendo las veces de ayudante de Teodoro que oficiaba de turiferario. La comitiva ascendió las gradas del presbiterio y el cabildo cruzó el enlosado de la nave central con enterramientos de todos los obispos de la diócesis desde san Hieroteo hasta la fecha y todos ocuparon su sitial. Tras el canto del magnificat se iniciaron los Kyries de la misa cum jubilo. Las deprecantes notas del responsorio surgían como voces clamando al cielo iban a besar las impostas o se esfumaban por las bóvedas de crestería. Las voces se habían escuchado allí durante siglos deprecantes, compungidas, pidiendo la misericordia divina. Ten misericordia de nosotros, señor. Aquella plegaria había sonado en aquel recinto miles de veces.
continuará
martes, 2 de agosto de 2011
SIGFRIDO SE CARGA A MEDIO OSLO. NUEVA MATANZA DE LOS NIBELUNGOS
MATANZA DE OSLO. PERRO NO COME A PERRO
En el torbellino de noticias que se suceden una tras otra, en el alud de información que desinforman, en este torrente de white lies de mentiras o de medias verdades o como quieran llamarse los pundits los hermeneutas y oráculos a sueldo del sistema deben de ser muy listos muy expertos pero carecen de algo esencial en el periodismo que el la lógica. Se vivimos que la aldea global es poco congruente pero vamos a ver el agente del holocausto de Oslo el asesino pasa por ser un agente de extrema derecha, un templario que odio a los moros a los negros a los chinos a los cobrizos un caballero de la cruz y comparece en las fotos que sobre él se difundieron como un ario pura raza un cruzado que bien pudiera haber pertenecido a la Orden Teutónica de los suecos aquellos caballeros de las espuelas que en el siglo XII dominaron el este de Europa y lucharon contra Tamerlan. Combatieron al turco y echaron a los mongoles a las puertas de Rusia. Hitler siguiendo sus pasos cometió su mayor error. Sin embargo, si tan islamófobo se sentía, si le causaban abyeción las hadiyas y suras coránicas el tal Andrés Bëhring lo lógico hubiese sido que organizara su baño de sangre en una mezquita o la emprendiera a tiros en uno de los barrios de la capital noruega con amplia densidad de población inmigrante. Al contrario causo la muerte a varias decenas de chicos de su propia raza: noruegos rubios, hermosas muchachas con aires de valkirias que asistían a un mitin liberal. Lobo no ataca a lobo. Perro no come a perro según dictan las enseñanzas de la guerra. La gran propaganda occidental empero nos le presenta como un cruzado fundamentalista. Los caballeros del Santo Sepulcro o los freires de San Juan de Jerusalén jamás hubieran perpetrado atrocidad parecida que tambien cometieron no pocos atropellos contra los cristianos griegos. Etiquetar a este asesino bajo la insignia de la cruz es una blasfemia indigna de lo que representa el símbolo de la redención. A mayor abundancia de la confusión otros lo describen como un masón luciendo el mandil del Gran Oriente. Otros presentan a este Sigfrido teutón como un fanático de las armas de fuego y la mayor parte como un chalado. Sólo un enajenado mental es capaz de disparar a sangre fría contra una muchachada indefensa que asistía a unos fuegos de campamento. Ahora se alega asimismo que no actuaba solo y que contaba con respaldos de organizaciones nazis de Hungría, Germania o Inglaterra. Semejante percepción servirá para incrementar la vigilancia en la Red. Internet donde escribimos aquellos que no tienen otro medio de comunicación para plasmar sus ideas y se ha convertido en el palimpsesto o pizarra donde garabatean las frases (manel tzle fares con que el profeta Daniel avisó de su muerte cercana al tirano Nabucodonosor) es la voz de los que no tienen voz pero también es un medio de control y de seguimiento a cargo de los polizontes del sistema. Hay periodistas a los que ciega la pasión de su oficio y utilizan la red inconscientemente en la ignorancia de que están siendo perseguidos y vigilados por el Supercofrade que es el que en realidad organiza estas movidas. Ellos son los que ponen la bomba y posteriormente se encuentran en primera fila entre los deudos del duelo por las víctimas asesinados. Son los padrinos en el bautizo y llevan la vela en el entierro. Un holocausto de semejantes proporciones- casi un centenar de muertos sobre la mesa- brinda una excelente oportunidad para que salgan en la foto chupando cámaras ciertos políticos oportunistas como Zapatero que teniendo poco que decir y viéndosele hasta el plumero se va Londres y se entrevista con Cameron. Y luego todos condenan y señalan con el dedo a la extrema derecha. Les importan poco los muertos. Lo que les interesa es realizar capital político de la indignación y consternación general que dejan en el público estas masacres. ¿Algún día se sabrá la verdad de lo que pasó en Londres o en Madrid o en Oslo o en Manhattan? Lo de la islamofobia tal vez sea una añagaza debajo de la cual se oculta una pavorosa realidad: la descristianización de Europa a marchas forzadas. Los diseñadores del Nuevo Orden programan un sistema de valores en los que el cristianismo se esté quedando obsoleto. Los enemigos de la cruz laboran en ese afán y utilizan el Islam que quiere decir sumisión en árabe como ariete o azagaya – un verdadero misil sociológico que destruirá nuestras formas de convivencia inveterada para consumar sus propósitos de desquite. En la pared han escrito debajo del signo bíblico de Daniel la palabra Rache. Ellos han traído el odio a las naciones pero, impostores, se quejan del odio mientras enchufan de chorretes de sangre al ventilador para que nos salpique a todos. Al fin y al cabo el terrorismo es su negocio. Terrosismo mental. Terrorismo a mano airada. Terrorismo psicológico. Días de congoja son los que vivimos en tiempos tan peligrosos. El diablo que manda en el mundo mete las narices en todo y luego agita la cola. Agítese antes de usarse.
martes, 02 de agosto de 2011
En el torbellino de noticias que se suceden una tras otra, en el alud de información que desinforman, en este torrente de white lies de mentiras o de medias verdades o como quieran llamarse los pundits los hermeneutas y oráculos a sueldo del sistema deben de ser muy listos muy expertos pero carecen de algo esencial en el periodismo que el la lógica. Se vivimos que la aldea global es poco congruente pero vamos a ver el agente del holocausto de Oslo el asesino pasa por ser un agente de extrema derecha, un templario que odio a los moros a los negros a los chinos a los cobrizos un caballero de la cruz y comparece en las fotos que sobre él se difundieron como un ario pura raza un cruzado que bien pudiera haber pertenecido a la Orden Teutónica de los suecos aquellos caballeros de las espuelas que en el siglo XII dominaron el este de Europa y lucharon contra Tamerlan. Combatieron al turco y echaron a los mongoles a las puertas de Rusia. Hitler siguiendo sus pasos cometió su mayor error. Sin embargo, si tan islamófobo se sentía, si le causaban abyeción las hadiyas y suras coránicas el tal Andrés Bëhring lo lógico hubiese sido que organizara su baño de sangre en una mezquita o la emprendiera a tiros en uno de los barrios de la capital noruega con amplia densidad de población inmigrante. Al contrario causo la muerte a varias decenas de chicos de su propia raza: noruegos rubios, hermosas muchachas con aires de valkirias que asistían a un mitin liberal. Lobo no ataca a lobo. Perro no come a perro según dictan las enseñanzas de la guerra. La gran propaganda occidental empero nos le presenta como un cruzado fundamentalista. Los caballeros del Santo Sepulcro o los freires de San Juan de Jerusalén jamás hubieran perpetrado atrocidad parecida que tambien cometieron no pocos atropellos contra los cristianos griegos. Etiquetar a este asesino bajo la insignia de la cruz es una blasfemia indigna de lo que representa el símbolo de la redención. A mayor abundancia de la confusión otros lo describen como un masón luciendo el mandil del Gran Oriente. Otros presentan a este Sigfrido teutón como un fanático de las armas de fuego y la mayor parte como un chalado. Sólo un enajenado mental es capaz de disparar a sangre fría contra una muchachada indefensa que asistía a unos fuegos de campamento. Ahora se alega asimismo que no actuaba solo y que contaba con respaldos de organizaciones nazis de Hungría, Germania o Inglaterra. Semejante percepción servirá para incrementar la vigilancia en la Red. Internet donde escribimos aquellos que no tienen otro medio de comunicación para plasmar sus ideas y se ha convertido en el palimpsesto o pizarra donde garabatean las frases (manel tzle fares con que el profeta Daniel avisó de su muerte cercana al tirano Nabucodonosor) es la voz de los que no tienen voz pero también es un medio de control y de seguimiento a cargo de los polizontes del sistema. Hay periodistas a los que ciega la pasión de su oficio y utilizan la red inconscientemente en la ignorancia de que están siendo perseguidos y vigilados por el Supercofrade que es el que en realidad organiza estas movidas. Ellos son los que ponen la bomba y posteriormente se encuentran en primera fila entre los deudos del duelo por las víctimas asesinados. Son los padrinos en el bautizo y llevan la vela en el entierro. Un holocausto de semejantes proporciones- casi un centenar de muertos sobre la mesa- brinda una excelente oportunidad para que salgan en la foto chupando cámaras ciertos políticos oportunistas como Zapatero que teniendo poco que decir y viéndosele hasta el plumero se va Londres y se entrevista con Cameron. Y luego todos condenan y señalan con el dedo a la extrema derecha. Les importan poco los muertos. Lo que les interesa es realizar capital político de la indignación y consternación general que dejan en el público estas masacres. ¿Algún día se sabrá la verdad de lo que pasó en Londres o en Madrid o en Oslo o en Manhattan? Lo de la islamofobia tal vez sea una añagaza debajo de la cual se oculta una pavorosa realidad: la descristianización de Europa a marchas forzadas. Los diseñadores del Nuevo Orden programan un sistema de valores en los que el cristianismo se esté quedando obsoleto. Los enemigos de la cruz laboran en ese afán y utilizan el Islam que quiere decir sumisión en árabe como ariete o azagaya – un verdadero misil sociológico que destruirá nuestras formas de convivencia inveterada para consumar sus propósitos de desquite. En la pared han escrito debajo del signo bíblico de Daniel la palabra Rache. Ellos han traído el odio a las naciones pero, impostores, se quejan del odio mientras enchufan de chorretes de sangre al ventilador para que nos salpique a todos. Al fin y al cabo el terrorismo es su negocio. Terrosismo mental. Terrorismo a mano airada. Terrorismo psicológico. Días de congoja son los que vivimos en tiempos tan peligrosos. El diablo que manda en el mundo mete las narices en todo y luego agita la cola. Agítese antes de usarse.
martes, 02 de agosto de 2011
lunes, 1 de agosto de 2011
CASCOS CON SUS INFRAESTRUCTURAS SE VA A CARGAR EL PARAISO ASTUR. DEBIERA LEER A MIRÓ
GABRIEL MIRÓ AÑOS Y LEGUAS
Su prosa constituye una de las joyas del castellano enterradas en el arca del buen paño que muy pocos compran porque no saben. Es un escritor católico. Sus palabras son carisma y “kerigma” y el tono profesoral y didascálico pero sobre todo plasma ese catolicismo levantino de rito hispano visigótico en que uno intuye la grandeza y humildad de los palacios episcopales la “vita buona”y la bondad de los párrocos que consagran en grandes iglesias parroquiales sobre lo alto de una loma y con torres que parecen minaretes. Por todas las partes se siente la presencia del Papa Luna. Estos lares donde la gente habla con vocales empaladas y mira con una especial serenidad es tierra que confraternizó y peleó contra el Islam no obstante el hecho de haber izado bajo la bandera roja y gualda de las barras catalanas con la cruz de Jaime el conquistador sustituyéndola por la media luna. Nueve siglos de intercambio y de fusiones con el mahometano dejan un poso esencial marcando carácter. Hubo ósmosis pero descristianizarlas de nuevo y entablar un proceso de revancha sería perpetrar un sacrilegio histórico. Y otra vez volver a empezar. Por acá paseó el Cid, empuñando su adarga cubierta la cabeza con el almófar o capacete de malla a lomos de “Babieca” y los grandes mayorazgos castellano-aragoneses (la casa de Villena, los Mendoza y Santillanas y las ordenes militares de Alcántara y Calatrava) se establecieron en castillos roqueros como huestes leales a las dos grandes coronas peninsulares prevenidos en frontera. España y todos los reinos peninsulares se forjaron en una lucha religiosa. No hay vuelta atrás. Lo que pasó, pasó, para bien o para mal La más morisca de las provincias españolas no es Granada donde se sienten aun la presencia del Rey Chiquitillo al que llamaban Boabdil ni la Axarquía malagueña o los pueblos muladíes destartalados turolenses y del Bajo Aragón: es Murcia hasta cuyas tierras se extendió de Orihuela la más singular de las diócesis españolas su obispado. Esta es zona de almogataz (moro converso) de rumí (cristianos que seguían practicando su religión pagando pechas al Califato) y hasta en los andares se les nota aljamiados. Ahora su obispo pontifica en Alicante pero fue en Orihuela donde estudió Miró con los jesuitas y allí le vino su vocación sacerdotal que no pudo completar. Él fue también un “ex”.
Este es el paisaje que describe el gran vate alicantino y el que contemplado con sus ojos claros tamizó por su prosa cuajada de reverberos místicos y de sones estéticos, una especie de nostalgia del paraíso perdido que acomete de tarde en tarde a muchos de los escritores que en su niñez pasaron por un seminario. Tierras de huerto y almunia, olivares y naranjos y herreñales junto al mar. Atalayas de vigilancia en lo alto de un cerro donde se encendían hogueras (almenaras) para avisar del arribo de piratas berberiscos. Desde Alicante casi se divisa la costa de Argel. En un reciente viaje a Altea uno de los pueblos más hermosos del litoral español que mira hacia oriente y a la vista del Peñón de Ifach donde ya los romanos preparaban el garum o salazón de pescado que alimentaba a las legiones del emperador he tenido la suerte de apreciar la grandeza y la acuidad de las descripciones corográficos de un escritor que dijo que nadie contempla dos veces el mismo paisaje. La pauta la marcan las tonalidades de la luz que gira en el calidoscopio de las horas, el estado anímico del que mira, el cambio de las estaciones, las mutaciones introducidas por la acción del hombre. Hay que pagar el gallo a Esculapio, dar el óbolo al progreso. La toponia se resiente de muy varias procedencias: fenicia (Sagunto, Bardells), cartaginesa (Ifach), romana (Ibi, Tibi, Sax, Famorea), Tarbena, bizantina (Elche) o árabe (Benicassim, Benicarló, Altea, Benichembil, Javea)
Campoamor advierte que todo es del cristal que se mira. De suerte que los cambios en el paisaje son imponderables. Por desgracia ni griegos ni romanos ni el Medioevo ni el Renacimiento se cuidan de dar noticia los autores de la topografía. No es hasta la llegada de los naturalistas franceses decimonónicos que el paisaje entra la literatura universal. Pero si el Arcipreste de Hita nos hubiera contado cómo era la escenaria que rodea a su clérigo trotamundos en sus correrías el lector moderno podría haber hacer su composición de lugar acerca de las mutaciones sensibles que han experimentado pueblos y predios de la península ibérica. Quevedo no cuenta cómo era Alcalá y sus pagos en el siglo XVII y aunque en uno de los pasajes del “Buscón” camino de Segovia desde Madrid expresa su deseo profético de que se construyese un túnel en el monte Guadarrama que el bueno de Pavillos que se dirige a la ciudad del acueducto al funeral de su padre el verdugo zamarreando muy penosamente detrás de una mula por aquellos riscos, la literatura deja a un lado la perspectiva. No hay preocupación por el escenario ecológico ni el medio ambiente. Hubiera sido de agradecer a don Quijote que hiciera una circunstanciada relación de la topografía de Sierra Morena o contase algo de los redores de la venta donde mantearon a su escudero. Nadie se baña dos veces en el mismo río y nadie mira el mismo paisaje. Allí donde había un bosque lo talaron para levantar un paisaje y sobre la antigua trocha por donde discurría la calzada romana han construido una autopista.
El mundo se mueve. “años y leguas” es como una fotografía melancólica e implacable de un mundo a punto de desaparecer la España de la dictadura al final de la restauración. La acción de sus descripciones se centra cerca de la marisma de Palop en la confluencia de los reinos de Murcia y de Valencia con Castilla la Nueva. Estos caminos los recorre un viajero amante del paisaje que se llama Sigüenza y que no es otro que el propio Gabriel Miró, un hombre de ciudad que compra una casa en el campo y que quiere vivir conforme a los consejos oraciones en su oda al Beatus Ille qui procul negottiis... etc. Un libro y un amigo quiero yo en mis lares donde tenga una viña plantada toda ellas de cepas lairén. Desde el zaguán se ve la carena de los montes esos montad los cuales como una rapa dorsal se extienden a lo largo de la costa española del Mediterráneo desde Málaga a Tarragona. Describe la vida sencilla de sus moradores aquellos labrantines en “espanieres” la faja cinchándoles los cuadriles camisa de dril y pañuelo de hierba. Cristianos de la tradición con sus domingos y fiestas con voleo de campanas sus bodas y sus entierros, aquellos viáticos acongojantes en los que un cura vestido de sobrepelliz y portando el Santísimo al son de una campanilla y entre dos hacheros pasa por las calles envuelto en su humeral. Todos los viandantes se arrodillan y santiguan al paso del cortejo. Un sacristán con voz ronca canta la oración del Justo Juez. Son escenas que han pasado a la historia. El autor las registra en su novela con todo el patetismo. Miró es un escritor litúrgico. Para él el catolicismo es la belleza de la costumbre empotrada en la tradición. Es la rueda del sol que gira por el universo a compás de las estaciones consignadas en el santoral y en el misal donde se reflejan las evoluciones de la epacta: Navidad, Cuaresma, las dos pascuas. A la resurrección le sigue Pentecostés y después el adviento. Otra vez a empezar. Años y leguas. El giro de las esferas. La rueda de la fortuna. ¿Cuáles son las claves del destino del hombre? El ser humano se liga al terruño por las tradiciones y la religión. Miró no es un místico. Le acongoja la brevedad de la muerte. Pueblos y gentes que desaparecen para no volver más. Callejuelas de sol. Pasa la brisa. El aire no responde a las inquietantes preguntas que se hacen los mortales de tejas abajo. Nos descubre un Benidorm idílico donde las mujeres hacen encajes de bolillos dentro del portal “oloroso de geranios y de horizonrtes. Benidorm es el baño disantero de los ricos en vacaciones. La felocidad y la inocencia se han roto”. Ya empezaban a llegar turistas a principios de los años 20. y donde estaban lkos quijeros de las acequias del regadío y las mozas acudían a llenar el cantaro en los caños de la plaza al atardecer hoy se alzan edificios de treinta pisos a la sombra del pico de Puigcampana.. Miró es un poeta en prosa, o un prosista preciosista todo él palabra viva.
Su pluma está impregnada de sensualidad. Saborea el paisaje, paladea las cosas y las mira con ojos levantinos que saben bien mirar. No es un asceta sino un esteta. Cree en el catolicismo como un tratado de belleza. Cuando lo acercamos al candil de la ética nuestras pestañas pueden abrasarse. No lo toquéis más que así es la rosa. ¿La fe del carbonero? Pues en vierta medida sí. El concepto salta a las páginas de sus otros grandes libros “Nuestro padre san Daniel” y el “Obispo leproso” o el “Libro de Sigüenza” o las “cerezas del cementerio”. “Años y leguas” quizá sea su mejor libro, el más conseguido donde se estampa más él a sabiendas de que estaba narrando un mundo que iba a evaporarse con la revolución del 36. Se iba a acabar la tradición, estaba a punto de darse de lado a un rito, una liturgia, una forma de ser y cuando se acaba la tradición y van a arder los misales y añalejos – la diócesis de Orihuela iba a ser una de las más castigadas por la guerra civil con un total de más de trescientos curas muertos- ya no va a haber claves de regencia. El año que se publica este libro el presidente Azaña anunciaba que España ha dejado de ser católica. Se acercaba no sólo el finiquito de una forma de entender el mundo sino que rendía viaje todo un acervo de viejas palabras. La tecnología iba a mandar al baúl del recuerdo vocablos del viejo sentir ecológico de la España rural (gándara, estero, cencellada, garba, glera, meseguero, urce como brezo, torvisco, alfolí, terebinto, parva, regocijo, zahora, bernegal, companaje ) o la nomenclatura de los viejos aperos de labor como gario por tridente, rezón, almocafre, destral, tentemozo, lenzuelo, galopo, fúrcula, gambesón, gambux, azagador, gañil).
En estas estampas que recuerdan a Proust- el autor regresa a Palop de la Marina después de veinte años- con esa sensibilidad que le caracteriza retorna al vocabulario todo este léxico obsoleto. El paisaje y los objetos queridos no nos esperan más que una vez. Contemplar es despedirse de lo que ya no es. En los viejos llamazares del pueblo alicantino han construido chalés. Ya no se ve evolucionar al rascón por entre los carrizos y la becada no busca la querencia del agua porque sólo encontrará hormigón. Al regreso a su lugar natal busca las veredas escondidas por donde transitaba de niño y ya no las encuentra. Se han trazado calles por donde circulan vehículos a motor. “Nada-escribe- rae el paisaje como una nueva carretera cuyo trazado suprime el concepto de silencio e intimidad que antes tenía el campo”. Se han cegado las fuentes, se suprimieron los humedales.
O si no que se lo digan a Álvarez Cascos que en su afán constructivita ha liquidado los rodales de abedules del occidente asturiano, allanó montes enteros y taló el los laureles sagrados en el trazado de la autopista del Transcantabrico. Ahora mismo se escucha el bramido terebrante de las tuneladoras. Lloran los dioses. Miró vaticinó ese llanto que ha llenó de cemento el Levante español. Ahora le tocó el turno al norte en esa voraz “cupiditas aedificandi” que ya sintieron los romanos. Cuando no hay trabajo en un país los políticos echan mano de las obras públicas sin reparar que matan con ello la garza de los huevos de oro. E invocan a un progreso muy discutible que en lugar de mejorar empobrece a la condición humana. Gabriel Miró que murió el 27 de mayo de 1930 en su casa del museo del Prado de un cólico de apendicitis cuando era funcionario de Obras Públicas y pasó muchas penalidades en la vida. Había nacido en Alicante el 28 de julio de 1879. Fracasó en sus aspiraciones a la judicatura, le revolcaron por dos veces en las oposiciones, fue maltratado por la Iglesia que rechazó su gran obra “Enciclopedia Católica Española” y al fin Miguel Maura consiguió colocarle en una covachuela madrileña. La penuria y la escasez es una sombra que persigue a los genios literarios. En España escribir es llorar y un oficio que pasaporta a la pobreza, la incomprensión y la escasez; aún así, su apellido figura como uno de los grandes estilistas de la generación del 98. he aquí a un artista del lenguaje que supo mirar el mundo y describirlo al tamiz de sus ojos claros, aquellos ojos tan varoniles de las que se enamoraron muchas españolas de su tiempo. Su muerte a los 51 años nos lo coloca como escritor malogrado. Hoy es un prosista medio descatalogado pero su gran mensaje literario sigue ahí para gloria de las letras españolas que nuestros jóvenes desgraciadamente desconocen.
Domingo, 31 de julio de 2011
sábado, 23 de julio de 2011
atentado de Olslo ¿fueron las fuerzas oscuras?
Siempre nos queda París
Hablaba ayer con un amigo librero, un hombre de bien, físico y meteorólogo a punto de hacer las maletas para Clermont Ferrand y nos referíamos a esa politesse o urbanidad tan francesa que a algunos españoles nos parece hipocresía pero no es sino reserva y respeto hacia el otro. Recordando aquel verano del 64 en Paris los bailes de La Bastilla las canciones de Brel entonando matinadas a los panaderos y a la Torre Eiffel. Louis Armstrong cantaba this is a wonderful World. Llego a casa y me quema la noticia de Oslo un atentado con 91 muertos y culpan la Extrema Derecha. Me santiguo. Aun nos queda Paris un espacio de libertad y de amor a la vida. Trágame tierra. Se avecinan tiempos duros. Rezo por los muertos sobre la mesa y por aquellos que tergiversan la noticia y hacen capital de esos pobres seres indefensos y asesinados, malditos sean los inventores del terrorismo que es un arma de guerra letal y con un enorme poder de disuasión en los tiempos corrientes. Pronto va a sonar el gong de a por ellos y en Europa no se va a poder vivir. Nos van dar mucho hule. La teología del atentado ya rinde sus réditos. El terrorismo les viene bien y ya están sacando tajada los insensatos de la ceja ciircumfleja las narices como patatas, las ministras culonas melena al viento. Las testas coronadas a las que les pica por donde las ingles, los jefes de leal a oposición con el mismo tupé de Sagasta largando discursos y las calvas por donde patinan las moscas alborotadas de este verano loco a todo meter. Y el embajador Schuld en Madrid que se vuelve a Tel Aviv harto del antisemitismo hispano. Esto ha de interpretarse ¿como una declaración de guerra o una amenaza? Habrá que esperar consecuencias en todo caso. Dios se apiade de nosotros. No hay salida. No deja de ser chocante que un pirado se cargue a casi cien tíos con un rifle. Extraño suceso pero los rubalcabos demócratas de toda la vida ya se han adelantado a condenar y condenamos lo que haga falta aventurándose a decir que fue la extrema derecha. Los de los trenes de Paris también fueron los nazis ¿O los Alcaida? Pero ¿quien es alcaida quien es la extrema derecha donde tienen estos lobos la madriguera o son los mismos perros con diferentes collares? Ya te digo sólo nos queda París. Buenas vacaciones, querido Paco.
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