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martes, 16 de agosto de 2011

el dia de Nuestra Señora

El día de Nuestra Señora 15 de agosto


Ya han pasado muchos años de aquellos 15ª pero mi alma venerara y rememora. Se han gastado las páginas de aquel misal olvidado de tanto pasar las hojas mojando con saliva el papel. Te igitur, clementissime… aquel niño de las misas pontificales en la catedral portando el acetre o la naveta del incensario es un viejo diacono olvidado, un literato sin fortuna, acaso un vagabundo con poca suerte pero agradecido a Dios por la fe y por todo cuanto fui. Yo creía en la utopía. La noche pasada mientras rezaba el oficio cantaba en el bosque un mochuelo el cual con su particular lúgubre llamada que por estos pagos llaman miago. Inconfundible el lamento de la curuxia (lechuza) como un himno epicinio de las ninfas de la naturaleza sonando allá atrás en la aliseda. Creí interpretar el sentido de las palabras del pobre autillo de mi pueblo que visita estas soledades una madrugada sí y otra no:

Arca non putri fabricata ligno

Manna tu servas, fluit undique virtus

Ipsa qua surgent animata rursus

Ossa sepulcros

Surge, dilecto pete

Nixa celum

Sume consertum diadema stellis

Este himno de salutación mariana nos cerciora de que la Virgen estaba hecha de otra pasta al resto de las hijas de Eva, que su carne incorruptible no pasó por los estragos de la muerte y que se durmió en el regazo de su hijo y se fue al cielo cercada de ángeles y pisando una diadema de estrellas. Exageración tal vez hiperdulía pero hay cosas que no acierta a comprender la razón y el corazón entiende. Sin proponérselo el “miagón” escondido entre las ramas del “humero” le cantaba a la Deipara una copla de resurrección. Ya solo las aves nocturnas rezan en latín los curas y al hilo de esto me encuentro sorprendido e indignado con el circo que se ha montado en este país a costa de la visita papal. Benedicto XVI nos lo presenta la “media” (aquí hay gato encerrado y se percibe claramente una burda e inicua maniobra) no como al siervo de los siervos que son lo que los papas son sino como una suerte de vicedios robándole competencias al propio Jesucristo y a su Madre Santísima. Happenings, espectáculos, tenidas, misas con el acompañamiento anti -litúrgico de rock and roll. Jóvenes y jovenas de todo el mundo, un chorro de dinero que para acoger a estas juventudes vaticanas han salido del contribuyente español. Este Benedicto o es tonto o es un bendito de Dios. No se ha enterado que nuestros hijos están en paro, que hay angustia en las familias, que en el seno de las familias se percibe recelo y poco amor, que existen problema muy de fondo en nuestra sociedad cristiana aterida por el consumismo y la desorientación sin que la Iglesia predique contra tales abusos. Antes bien se ha adherido a los banqueros y el clero se ha vuelto capitalista, escucha las soflamas de la COPE o las catilinarias burdas de Intereconomía y ha vuelto a leer el ABC sionista. Y tiene que soportar a un obispo con cara de palo Rouco o aguantar las boutades de Martínez Camino. El pueblo de Dios está desorientado o que le llevan los demonios. Uno no sabe si Benedicto XVI es el heraldo de Jesús o el de la banca Morgan que estomago agradecido condona todos los crímenes y aberraciones del estado hebreo que es el que corre con gran parte de los gastos y al cual todo el Vaticano se encuentra sometido vía twitter y facebook. Twit en inglés es gilipollas y facebook cara de libro paniaguados. Roma trata a su gente como gilipollas y paniaguados. Pero de esto ya nos puso en antecedentes el Salvador cuando predicó a los hipócritas a los levitas, a los fariseos, a los curas encastillados en la soberbia y en el poder. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado por ladrones que lo dejaron medio muerto. Pasó un sacerdote y cruzó de largo. Vino después un escriba el cual tampoco se detuvo. Sin embargo, acertó a bajar por allí un samaritano, pecador, algo borrachín y con no muy buena reputación el cual cargó con el herido a su jumento, lo llevó a curar y dijo a los sanitarios que todos los gastos correrían de su cuenta. Hoy día de la Asunción a la vista de una Iglesia que nada tiene que ver con aquella que yo soñé de niño y al que podría aplicarse la parábola del buen samaritano (cuantas veces estuve en dificultades y pedí auxilio sus sacerdotes, sus escribas, sus levitas se desentendieron mostrando una falta de humanidad rayana en el paroxismo) he rememorado aquellos quince agosto cuando en el valle suenan los estrepitosos voladores. Hoy es fiesta en muchos pueblos de por aquí. Mi fe en Cristo Jesús y mi amor a la Virgen poco tienen que ver con este circo y estas maniobras comecocos del sucesor de Wojtyla. ¿Llega un vicedios o un embajador del diablo? O un nuevo judas que ajustó la venta de la iglesia al sanedrín por veinte siclos. Pese a las traiciones Cristo está en la historia y el atardecer es hermoso.

La plenitud del verano el sol en su cenit nos acogía tiempo de augusto. Íbamos al valle de Tejadilla a coger moruelas. La oxicanta o el escaramujo pintaban entre las zarzas.

-estas son buenas, Teodoro.

Mi amigo Doro y el que suscribe cuando amanecía dios por los torrentes y blanquea la cal por las torreras antes del amanecer cogíamos el fruto medicinal y poco a poco las echábamos en un bote. Eran buenas para el hígado y el boticario de Santiespiritu las pagaba a duro el cuarto kilo. Al alba un jolgorio de campanas llenaba la ciudad se místicas y alegres sonoridades. Era el único día que subían los sacristanes a la torre de la llamada Dama de las catedrales. Melecio el sacristán mayor que era pariente del deán y que solía recorrer el templo con un atadijo de llaves y era un segoviano de pelo fuerte muy cano y de fácil sonrisa dirigía aquel repique. Una vez subimos con él los cien metros de escalera. El huso de la empinada escalera era tan estrecha que había que subir de costadilla pisando palomizo y gallinácea. Chovas, golondrinas y aves de todas las especies habían posado allí durante siglos. Merecía con todo pasar canguelo trepando por las angostas oscuridades. Desde lo alto del campanario se divisaba en la majestad de sus campos media Castilla. El tañer de la campana gorda sólo una vez por año la mañana del 15 de agosto se esparcía por la ciudad amurallada con euforia de ritmos y megafonías triunfales porque ese día no se tañía “de sencillo”. Era el Día de la Virgen. Nos habían hablado del sueño que tuvo san Agustín sobre la mística ciudad de Dios basada en la armonía, el concento y el contento, la ausencia de maldades sin crímenes ni robos ni borracheras ni bandos bajo el báculo del obispo y la espada del príncipe que velaban por la seguridad de los súbditos y fomentaban la conllevancia entre las diferentes clases sociales meditante los gremios- a casa uno le correspondía un oficio y todos los miembros de la comunidad eran útiles y estaban adscritos a un puesto, a un lugar. Era la utopía y aquellas campanas de mi pueblo recogían el eco de aquella llamada a la excelsitud. Hay que buscar la excelencia. Miremos a lo alto. En el cielo sonreía la Virgen maternal con un niño en brazos. Aquella mujer que aplastaría la cabeza del dragón había estado subida a aquel trono de nubes desde mucho antes. Los egipcios la llamaban Isis y Horus. Para los romanos era una diosa que se paseaba por los campos en un carro de fuego tirado por leones. La diosa Cibeles. No importa la denominación pero en algo hay que creer. Bebamos de los vasos sagrados. No rompamos las orzas. Sagrado es el vientre de la mujer. En ella nos concibieron pero estamos hechos de barro. Había un grito triunfal que al final de la liturgia prorrumpía el subdiácono:

-In conceptione tua inmaculata fuiste

Y contestaba el orfeón:

-Ora pro nobis Deo qui Verbum peperisti.

-Assumpta es in coelo.

Te llevaron al cielo en volandas. Y para ti la tierra te fue leve porque te dormiste. Asunción dormición de acuerdo con la tradición oriental. Un serafín entona hoy con más brío las estrofas del Akathistos. Alegraos mujeres del mundo porque en Ella está vuestro triunfo. En España el país de la Virgen pura cristiana pero que rindió culto a Cibeles, a Isis y Horus y otras deidades ibéricas de la fecundidad se escucha la voz del serafín anunciando la búsqueda perpetua del amor que no se extingue o la llama que no se apaga pero también suenan pasacalles. Tan. Tan. Talan. Tan. El grito de aquel bronce en día tan significado lo llevo inscrito en mi memoria. Debe de ser que la fe entra por el oído como decían los padres de la iglesia y la religión tiene que ver mucho con la acústica. Sin ortofonía ya no queda armonía. Y han derribado los púlpitos. Derribado el tornavoz que en su techo mostraba la paloma del Espíritu y suprimida la predicación pues la Iglesia ha suprimido la predicación que tiraría por tierra la sagrada didascalia sólo nos quedan las campanas para hablarnos de Dios.

Bajo la atenta mirada del sacristán mayor al que recuerdo con su cara bondadosa y caminando por las naves de la iglesia arrastrando los pies (debía de tenerlos planos) con un manojo de llaves engarzados a la cintura tres mozos de la parroquia elegidos por sorteo para repicar se las veían y deseaban para girar la melena de la gran campana. El bronce y el roble eran símbolo de los días augustos. Segovia y concretamente aquella iglesia mayor, un canto del cisne del gótico tardío producto del ingenio del gran arquitecto Juan Guas, consagrada a la Asunción, festejaba a su patrona. Era fiesta mayor y uno de los días más hermosos de aquellos estíos de mi infancia cuando íbamos a coger moras a Tejadilla o a Juarrillos para luego bañarnos en los peñascales del río Eresma. Las gentes, las casas y los objetos parecían tener un fulgor particular ya en los comedios del verano. La mies se acumulaba en los trojes acabada la bielda. Los majuelos en sazón mostraban racimos como ubres bajo los entorchados de las parras o las cepas crecidas de pámpanos. Días de Baco y de Ceres que retornaban bajo diferente adoración. El sol augusto amparaba los campos y, el verano de vencida, los barrios estaban repletos de veraneantes. A todas las horas pululaba el gentío por la calle real. Los primeros turistas americanos e ingleses se hacían fotos en el pretil de la Canaleja. El bigote de Clark Gable sonreía, morboso, en los carteles anunciaban películas como el “Viento se llevó” que fue prohibida por inmoral. Era un 3R pecado mortal. Total por un par de besos que le da el bueno del Orejas el pabellón auricular más sexy de Hollywood se armó un escándalo. ¿Qué hubiera hecho o dicho el obispo fray Daniel hoy en día ante la ola de pornografía que nos invade? Volverse a morir. La castidad ya no se estila. Las púberes canéforas han dejado de ir con flores a María y hasta la duquesa de Alba, ese carcamal, se ha echado un novio funcionario al que pasea por Sevilla. Entonces las mujeres para entrar en la casa de Dios tenían que ir recatadas. La manga corta y los escotes, cosa prohibida. Se quema incienso en los altares paganos al adulterio, al hedonismo. Tetas y coños melenas al viento ululan y pululan por las viscerales revistas del corazón. En veinte siglos de cristiandad no había padecido España la peor lacra que acomete a un pueblo: la baja natalidad. Destruida la autoridad paterna muchos padres están acobardados sin saber por donde tirar. Se ha destruido a la familia y muchos hogares son un sufrimiento. ¿A quien recurrir? A la Virgen de Agosto. Pero no nos engañemos. Entonces también se hacía el amor. A la caída de la tarde los bosques del pinarillo se poblaban de mirones que iban a espiar los muy sádicos a las parejas en faena. La Farela que era la mancebía que estaba en la Calle de Cantarranas puerta por medio del convento de Santa Isabel tenía mucho trabajo con la venida de los de la IPS. No tiene enmienda pero entonces las cosas se hacían con más recato y a los jóvenes se nos inculcaba un código de valores para discernir el bien y el mal. Emborracharse o irse de putas no eran actos para merecer una condecoración. Hoy los amoríos y líos de falda se pagan mucho dinero en exclusivas en las revistas del corazón. Si había habido buena cosecha todas las mesas de la terraza del Columba bajo los arcos del Azoguejo estaban ocupadas de gente de los pueblos que acudía los jueves al mercado de la capital y entre el ir y venir de camareros de blancas chaquetillas y rojas charreteras – todo parecía como militarizado y reglamentado por aquellos días se veía a los tratantes de Turegano fumándose un farias. Corrían por la bandejas bastantes billetes verdes. Los marraneros de Extremadura saldaban buenos tratos con la venta del cerdo jaro y para Nochebuena tras la matanza del marranillo morato comíamos morcillas y jamón de jabugo. Por la calle Real para arriba para abajo no se veían más que gorras de plato. Por todas partes, militares. A los de la guarnición se agregaban los estudiantes de la IPS que hacían la mili durante tres veranos en Robledo y salían de alféreces. Y estudiantes muchos estudiantes que enviaban sus padres para estudiar una carrera o prepararse para la Escuela de Magisterio. La pluma la cruz y la espada eran la marca de España. Hoy esto muchos lo encuentran anacrónico o fascista pero había mucho más respeto, mejor convivencia, más alternancia y más posibilidades, hoy los caminos se han cerrado para los jóvenes sin que el papa haya dicho ni esta boca es mía al respecto.

La imagen que da la informativa zapateril no se corresponde con las realidades pero han vuelto a este país los torticeros de la historia los muñidores de la infamia. Los bobos de Intereconomía y de la COPE, los insidiosos del ABC que quieren copiar en Madrid al New York Times. Estos bobos son los de siempre. Entre bobos anda el juego. Zapatero a tus zapatos y cuando la clerigalla mete los hocicos en político en este país vamos marcha atrás. Los curas no se resisten a perder la parcela pero España es laica, ha dejado de ser católica y la culpa es de ellos. Dios es un proscrito en nuestra vía diaria. Se ha mandado al exilio el culto a la belleza inmaterial para quemar incienso en las aras de la cutrez, la ordinariez, el morbo. Sólo vale todo lo que se come, se esgrime y se caga en inglés y a las nuevas generaciones de españoles se les ha negado el privilegio de conocer su historia, de hablar su idioma y la jerarquía que no ha movido un músculo para evitarlo antes bien se unió a la ola es culpable de este orden de cosas.

Entretanto, doro y yo introducimos las bayas en una cesta y a lomos de nuestras bicis cruzando el Puente de Hierro y por detrás de los ventorros camino de Hontoria subimos a Valdevilla. El puente romano parecía nuevo flamante y sus piedras tenían dos mil años. Por ellas caminaron las legiones de Augusto y los rabadanes de la mesta. Seguía el concierto campanero impregnando de melodía el aire de la mañana. Todas las torres se pusieron a tocar para acompañar a la campana gorda. Como la señora Teo había ido a la peinadora mi amigo Doro desayunó en casa. Restauradas las fuerzas a base de un café con leche y picatostes nos pusimos el traje de los domingos y otra vez pedaleamos por el Camino Nuevo hasta llegar a la catedral. Don Asterio el precentor encargado de dirigir las voces blancas ya nos estaba echando en falta.

-Creí que no llegabais.

-Es que fuimos a Tejadilla por un mandado.

-Hoy no se va a por moras. Hay que estar aquí derechos como velas para cantar a la Patrona. ¿Estamos?

-Sí don Asterio- respondimos los dos escolanos agachando las cabezas.

El día de Nuestra Señora el aire de la ciudad, las caras iluminadas de las gentes, las palabras y hasta las broncas del maestro de capilla no sonaban tan impetuosas. En aquel momento entraron en la sacristía dos sacerdotes con capa pluvial que llevaban una barra de plata rematada en un santo cristo cada uno de los dos. Eran los pertigueros. Los prestes se atacaban el alba con el cíngulo o se echaban la casulla cerca de las cajoneras de la gran sacristía contemplándose en los oscuros espejos devolvían una imagen triste y fantasmagóricas de sus figuras. Algunos comentaban incidencias de la vida local y Melecio el sacristán le hablaba de un automóvil que acababa de salir al mercado.

-Don Fernando, porqué no se compra un 600. Ese coche le vendría bien para ver las tenadas y las algarrobas que tiene en su pueblo.

-¿Y para qué quiero yo un 600, hijo, si no tengo para gasolina?

-Pues tambien es verdad, señor deán. No me había dado cuenta. Echarse coche es fácil. Lo peor es mantenerlo.

El obispo, hombre muy bondadoso, no decía nada pero asistía a la conversación con una tímida sonrisa mientras se colocaba la mitra toda de nieve. El maestro de ceremonias golpeó con una vara uno de los bancos y al son de tres golpes secos la escolanía entonó la antífona de entrada.

-Niños a coro- exclamó don Asterio

Y se inició la procesión. El grupo de acólitos con nuestras sotanillas rojas de lana abríamos carrera al séquito que a través de la girola detrás del altar mayor recorría las naves y las múltiples capillas luciendo la pompa y esplendor del rito visigótico a lo largo de aquel templo que era el más grande de España después del de Sevilla. Abría carrera la cruz procesional flanqueada por los ciriales. Yo caminaba portando el acetre con el hisopo y la naveta haciendo las veces de ayudante de Teodoro que oficiaba de turiferario. La comitiva ascendió las gradas del presbiterio y el cabildo cruzó el enlosado de la nave central con enterramientos de todos los obispos de la diócesis desde san Hieroteo hasta la fecha y todos ocuparon su sitial. Tras el canto del magnificat se iniciaron los Kyries de la misa cum jubilo. Las deprecantes notas del responsorio surgían como voces clamando al cielo iban a besar las impostas o se esfumaban por las bóvedas de crestería. Las voces se habían escuchado allí durante siglos deprecantes, compungidas, pidiendo la misericordia divina. Ten misericordia de nosotros, señor. Aquella plegaria había sonado en aquel recinto miles de veces.



continuará

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