“SEMINARIO
VACÍO”
VERSUS “TRANVÍA
A LA MALVARROSA”
De
que Manolo Vicent es un buen escritor, un novelista
adecuado y un columnista brillante todos somos contestes al igual que
el periódico en el que publica, dejando al lado sus manipulaciones
sectarias y otros alardes como el de las secciones literarias deJuan
Cruz y de Jacinto Antón- otro de SP que no sé
si seguirá llevando aquellas gafas negras y aquella sonrisa
siniestra de conejo que no ocultaba su admiración por los nazis
siendo el caso de que ahora ve cruces gamadas hasta debajo del
felpudo- pero el furibundo ataque que hace el insigne prosista
valenciano al que le fastidiaba bastante que le comprasen por su
voluntad de estilo con Gabriel Miró preciosista y
que se sentaba como un buda en el Café Gijón. A su
tertulia yo me arrimé alguna vez. Sabía que no era bien recibido.
Me habían puesto los socialistas en la lista negra y Vicent lo es lo
mismo que toda aquella cuadrilla, todos venidos del TEU,
de los órganos culturales deFalange de la Sección
Femenina o de los conventos y tirocinios. Casta de
rebotados.Agora lo veredes, dijo Agrajes. En su
columna Cuervos del pasado domingo que lleva esta
entradilla; los católicos deben enfrentarse a dos clases de
misterios: los que se derivan de la teología propiamente dicha y los
que anidan en el Vaticano. Creo que mi admirado colega en este
panfleto que titula Cuervos vuelve por donde solía
el gran Blasco Ibáñez, su paisano, uno de los mayores escritores,
aunque harto contreras e incomprendido. Debe de
darlo la Huerta. Valencia es una de las regiones de España más
católicas y anticlericales. Y no hay más que darse un garbeo por la
bella geografía de Levante para toparse de manos a bocas con
iglesias enormes, catedrales sin comparación y tradiciones como el
Misterio de Elche. Fue tierra de encomiendas y de Templarios. Para
empaparse de esa catolicidad ambiente hay que ir a Peñiscola y
visitar el castillo del Papa Luna siempre a la sombra de los Borja
una de esas familias que fueron báculo del papado. Un amigo
mío que me hizo la merced de leer Mi seminario vacío: los
pecados mortales de la Iglesia me ha escrito diciendo que
encuentra en mi libro muchos puntos de contacto entre mi libro
y Tranvía a la Malvarrosa de Manolo. Para mí es un
elogio. Al fin y al cabo somos gente de la misma generación la del
68 que vino marcada por una educación ferozmente religiosa de la
cual no nos podremos despojar, pero lo que yo traté de intentar fue
poner en berlina los malos hábitos de aquel cristianismo gazmoño,
entrando a saco contra los cambios operados desde el Concilio
preservando toda la Economía de la Salvación y glorificando el
Dogma y la toda la Teología. Se nos quiso hacer ver que nuestra
religión era un problema de bragueta y eso es un abuso. Sin embargo
la Fe es cauce y norma de vida, doctrina soteriológica que convierte
a la SRI en una sociedad perfecta. En ella no obstante hay
imperfecciones. El pecado es cosa de hombres y los eclesiásticos no
son ángeles. Tienen que caminar por entre el barro. Negar al
Espíritu Santo como pretende Vicent no sólo es una herejía sino
una infamia. En conclusión, creo que el Vaticano como elemento
aglutinador- en España hubo grandes obispos como Cisneros, Gil de
albornoz o el complutense Carrillo que se pasaban las premáticas y
los breves pontificios por el forro- se nos he hecho muy vulnerable
en medio de una sociedad global y democrática donde el poder se
encuentra tan corrompido. Siempre el poder corrompe pero el poder
absoluto mucho más. Debieran suprimirse las conferencias episcopales
y a cambio retomar la soberanía de las diócesis. Bajo mi punto de
vista los ortodoxos con su autocefalia y sus sínodos lo han sabido
hacer mucho mejor evitando que se perdiera un adarme del rico acervo
litúrgico o cundieran gritas en el depósito de la Fe. ¿La
supresión del latín ha sido beneficiosa para la universalidad de la
Iglesia? El cristianismo es tradición, epacta, libros, símbolos,
ritual y en cuanto tal una aproximación al caudal órfico y esa sed
de belleza y de que siente la humanidad desde el hontanar de los
tiempos. Una religión para ser más eficaz no ha de entenderse ni
explicarse- ya la explicaron los hermeneutas y apologetas de la
Patrística. Y esta sombra de lo misterioso le viene bien al hombre
de hoy. En Estados Unidos lo están pidiendo a gritos y es una
de las causas por las cuales la Ortodoxia suma adeptos mientras
nuestros templos europeos se quedan sin parroquias. La supresión del
celibato y los curas casados acercarían más a Cristo al pueblo.
Tampoco se puede entender el catolicismo sin la noción de culpa y de
purificación. Todos somos pecadores y los siete sacramentos como las
Doce Fiestas nos redimen de la desesperación, el desencanto, la
rutina de nuestro materialismo, dejemos que nuestros ojos miren más
a lo alto, demos a nuestra vida una noción trascendente. Esto no es
nada fácil, claro. Con algún obispo de los que he hablado me ha
dicho que le impresionaba mi tesis sotto voce, claro es, porque entre
los ordinarios existe un miedo cerval al Vaticano. No. Mi
anticlericalismo no es ateo como el de Vicent. Acaso estuve
disparando perdigones contra un elefante o poniendo piedrecillas en
las cáligas de algún romano pontífice de los últimos tiempos de
impulsos demoledores y totalitarios. Lo que me parece y así lo he
dicho alto y claro un error histórico que puede mandar a la Iglesia
a las catacumbas es la sustitución del Shoah por la Resurrección.
He tenido arrestos cuando no se atrevía a decirlo. Gracia Noriega un
colega asturiano me tildó de loco y se negó a comentar el texto.
Miedo al ladrillo de roma. Pánico al poder de las Logias. Otro de un
colectivo me dijo que con la publicación de este libro
literariamente me he suicidado. Soy un “no person” y otro ataque
que más me dolió: “ no te pueden ni ver, estás en la lista
negra” pero alguién tenía que poner el cascabel al gato. La
iglesia jerárquica nada tiene con ver con la del pueblo y las buenas
gentes que sufren y suspiran por Cristo todos los días. Ni la prensa
católica ni los católicos de toda la vida se atrevieron a
formularse las preguntas que yo me hago en mi libro: las Gracia y el
Pecado son dos paellas. Nunca llegarán a juntarse. Un consuelo para
la audacia de este escribidor el dictamen evangélico: Estaré
con vosotros hasta el fin de los tiempos. Si hay alguna
coincidencia en mi libro “Con tranvía a la Malvarrosa” debe de
ser de matiz. Ya lo creo