EPICTETO
El gran filósofo estoico era
cojo. Fue traído a Roma y vendido en la catasta por treinta sículos. Su amo
Epafródito, una mala bestia, se emborrachó con vino de Falerno y como estaba
aburrido se dijo vamos a divertirnos un poco. Encontró al filósofo en el
tendejón del compluvio, lo sodomizó y después lo puso en el ecúleo.
-Estira esa pierna, hijo de puta.
-No, que me la rompes.
El amo cruel, sin atender a las
consideraciones del esclavo, mandó que lo tendieran sobre el potro, dio vueltas
a la rueda del torno, crujieron todos los miembros, se escuchó el chasquido de
los huesos de la rótula. La pierna del esclavo nunca tendría compostura pero,
haciendo un alarde de resistencia al dolor hizo por comentario una frase que ha
quedado como contraseña de la filosofía estoica.
-Ya te lo dije. Que me ibas a
quebrar la pierna.
Los pitagóricos entraban en
escena. Sócrates antes de morir se refirió a una deuda contraída con el dios de
la medicina: recuerdo que debo un gallo a Esculapio. La vida para ellos
era un aprendizaje o preparación para la muerte. Y eso se lograba mediante la
sabiduría que era para ellos el súmmum bonum por encima de las riquezas, la
hermosura, la fama o la gallardía y el poderío militar. La Ciencia se representaba en
los templos sobre una piedra cuadrada para diferenciarla de la Fortuna que se alzaba
sobre una piedra redonda pues da vueltas. Es inconsistente y antojadiza. Los
que la abrazaban estaban abocados a convertirse en estatuas de sal. Otra
alegoría bíblica. No volvais la vista atrás. La vida es un bien pero la muerte
no es un mal. Sofrosiné. Este cuadro de valores humanistas los asume el
cristianismo que perfecciona el mundo de los dioses oscuros pero no los
rechaza. No venimos solamente de la
Biblia a palo seco como pretendía Lutero ni del gran
arquitrabe judío que tampoco inventa nada y copia a los griegos. Un poco de
paganismo nos vendría bien. Esta es la conclusión que se me viene encima
después de repasar este tesoro de sabiduría que el Manual de Epicteto. En sus páginas encuentros consuelo y acicate
para la ascesis mística. Este librito es
el plinto, la columna basal del pensamiento europeo, que para más INRI, nos
vino del oriente.
La longanimidad y paciencia del
esclavo de Epafrodito se hicieron proverbiales. Hay atisbos en sus escritos que
anticipan el mensaje de la Redención. A
Epicteto le tocó vivir tiempos acérrimos los del siglo I del imperio. Murió el 56 A .c. y sus apotegmas o
consejos inspiraron a Seneca, a Zenón y al propio Marco Aurelio para fraguar un
corpus filosófico que ha servido de vademecum a los que tratan de vivir según
la razón a redropelo de los vaivenes de la fortuna y manifestando un desdén
olímpico por las riquezas, la belleza, el nombradío, el amor, la familia, los
dioses y todo ese acervo de realidades estimables que constituyen el caudal que
mueve las inspiraciones y humanos deseos. O creían en la violencia porque la
violencia nada consigue; es un corolario del mal y el mal en cuanto tal no
existe.
Cristo le ordenó a Pedro que
metiera la espada en su vaina. Y se manifiesta en contra de los bienes
materiales. Las riquezas se apolillan y hay que dejarlas acá. Agarrado al
lábaro de su mansedumbre, el dulce Jesús desarmó a los sacerdotes y escribas
del Sanedrín, que tenían el colmillo tan retorcido. Quien a hierro mata a
hierro muere. La historia se repite al cabo de más de mil años.
El Salvador, Epicteto, Seneca y Platón vuelven
a plantar batalla frente al Establecimiento contra los incombustibles
políticos, los tertulieros, los escribas y fariseos de una falsa democracia que
nada ha de ver con el agora griega y es tiranía.
Pirro y luego el Estilita le hacen un corte de
manga a tales supuestos de una doctrina que predicaba la renuncia, la auto-emasculación,
la pérdida de estima. La santa indiferencia. Aceptaban el destino porque cuanto
les ocurría no estaba en su mano. Sea lo que Dios quiera, decimos los
cristianos.
El código de valores de la filosofía cínica
que sometiéndose a la férula del poderoso venció al mundo curiosamente dando de
lado a sus pompas y vanidades. Eran quietistas, gurús. Su actitud encocoraba al
poder. Los pretores por eso les mandaban a las fieras y los inquisidores
después al quemadero. Benditos heterodoxos. Mártires que sembraron de nombres
raros los menologios. Quietistas, deixados,
alumbrados, políticamente incorrectos, marginales y marginados y otras hierbas,
de vosotros será el reino de los cielos. Colocaban la cabeza en la toza con una
sonrisa y pedían al verdugo que el tajo fuese limpio con la misma sonrisa con
que Epicteto le advirtió a su amo que le iba a quebrantar los huesos. De ellos
es el reino de los cielos; habían encontrado en Epicteto un precursor como
padre de la doctrina cínica.
Esclavo en la vida real, este antiguo escritor
en aquella Roma terrible de los juegos, los gladiadores, las conjuras, los
arúspices, los pontífices máximos, se manumite de las pasiones y de los vicios
de sus conciudadanos quedando señero y obsoleto en medio de la vorágine por el
ejercicio de la virtud. Visita los templos y los describe. Adentro arde la
llama del fuego sagrado de Júpiter, de las paredes cuelgan innúmeros exvotos y
multitud de enfermos, lisiados se agolpan a la puerta esperando el milagro de
la curación. Lo cual recuerda la famosa piscina probática evangélica.
El monte Coricio mítico enclave,
bajo el cristianismo, sería la cuna del monaquismo ortodoxo, la Tebaida , donde se retiran
aquellos que aspiran alcanzar la cumbre de la perfección
Surge la impresión de que El Nuevo Testamento
patentiza un corolario del pensamiento estoico en sus puntos clave: la práctica
de la virtud, el perdón de los agravios, la humildad, el reconocimiento de los
errores propios y las mermas de la naturaleza humana que para ellos eran
simples flaquezas pero a los que los moralistas denominan cristianos.
Cristo bien pudo ser un griego o
a lo poco un judío helenizante en suyas divinas palabras aflora el pensamiento
de la diáspora mucho más que el de Judea. Los sinópticos, excepto Mateo, están
escritos en griego. Es la lengua de Zenón y de Epicteto. Tolstoi cuando quiso
empaparse de cristianismo aprendió el ateniense porque en el griego más que en
el latín se destila el frasco de las esencias de la religión de Jesús.
Incoercible, irrebatible,
profundamente humano, anticipa esa aurora que estaba a punto de amanecer en
Ecumene[2]. Sus
máximas y sentencias hablan el lenguaje del hombre de hoy. Transmiten un
mensaje de esperanza y de humanismo
Cojo y todo el esclavo griego
resulta un pentatla o atleta de las cinco carreras [pedestrismo, salto de
altura, natación, lucha, equitación] de la Ética. Su pensamiento aparte de ser
un consuelo constituye una receta para caminar por la senda de nuestros
agitados días de comienzo del siglo XXI. Los romanos calificaban a la Fe del Crucificado de una
religión de esclavos pero sobrevivió al Imperio aunque muchos de sus seguidores
acabasen en el circo delante de las garras de las fieras o sometidos a la
tortura del garfio o del potro como le ocurrió al impávido Epicteto.
El mundo está lleno de nerones,
de epafroditos y de tiranos, de anases y caifases con la nariz larga y
puntiaguda y el culo bajo. Y de
tertulianos…. Y de bustos parlantes como esas chicas de la tele, mediawomen, bustos parlantes –María
casado, Raquel Martínez, bellas, pero con los ojos como garfios- que a mí me
recuerdan a la esfinge que nos devora. Hablan en un tonillo de voz que es
énfasis sabihondo de antiespaña y trabajan en TVE, las pagamos con nuestros
propios impuestos, y predican desde sus tronos mediáticos en pro de la
independencia catalana.
Estos bellezones son las garras, los ojos
terribles, y las fauces devoradoras de la esfinge. Nos han metido en un
laberinto.
Los peores son los que no parecen
a decir de Epicteto que escribía en estilo gnómico. De ahí que recomiende a los
que frecuentaban el foro hablar poco. Los anacoretas de la Tebaida. El silencio
es oro; la palabra, plata. En su manual[3]
Sus sentencias fueron traducidas al latín del griego por su discípulo Arriano.