ESTEBANILLO Y LA
LEYENDA NEGRA. II PARTE
Segundas partes nunca
fueron buenas. No embargante lo cual este aserto falla en el Quijote lo mismo
que en el Estebanillo González. Era pequeño y bufón. Viva la infantería
española que se cubrió y valor en Flandes. Esta obra denuncia lo que la leyenda
negra silencia entre bromas y veras y chacotas como por ejemplo el relato de su
propia emasculación a la que fue condenado por violar a una criada. El pasaje
ha sido borrado de las ediciones posteriores a la edición príncipe. La cosa
debió de ocurrir en Bruselas. Era el castigo a este tipo de delitos que se
acostumbraba en los viejos tercios.
Cuando ya el matarife estaba preparado con los
trastos de matar y el jifero se disponía a hacer carne en lo más reservado y
valioso de su anatomía llega un mensajero del cardenal Infante – hermano
bastardo de Felipe IV- con la papela. Del susto casi se muere nuestro personaje
y de la alegría del indulto encuentra una taberna y se emborracha como de
costumbre. Es uno de los pasajes más tersos, deliciosos y divertidos de nuestra
literatura clásica. Y conserva una modernidad pungente y pinjante, nunca mejor
dicho, que parece haber sido ayer mismo. Salió nuestro héroe de Capadocia,
quisieron caparlo y no lo consiguieron por la gracia de Dios y prosigue sus
travesuras y aventuras de las que al contrario de lo que acontece en otras
novelas picarescas suele salir airoso.
Como vivandero de las
tropas y entre la impedimenta y los bagajes, lo que hoy se denomina Logística,
defiende las banderas del emperador. La guerra huele mal. A cadáver, a mierda
de mulo, y a chamusquina por el incendio de las ciudades y no solía haber
piedad para el vencido. Las villas eran saqueadas, las mujeres forzadas por la
soldadesca. Pero hay en toda ella una vibración épica y hasta cierta
generosidad. Estebanillo siempre las apaña, cruza con su regimiento el Rin
varias veces. Su columna llega nada menos que a CRUZENAQUE (Kreuznach) en
Prusia casi en la frontera rusa y cuenta cómo era la vida en Bruselas donde se
situaba el cuartel general. El personal al atardecer se dejaba en la Cur que
era como el Prado de Madrid.
En Mansfeld monta un tenderete de tabaco y
aguardiente donde gana de dinero pues los legionarios no miraban dispendios.
Iba y venía con los convoyes portando sus menudencias y remediando las
necesidades de la tropa, les vende botas y piales, ropa de campaña por lo
general requisada a los holandeses a los que odia lo mismo que a los judíos, siendo él de la misma raza
por parte de padre y hablando hebreo a la perfección, pero no le duelen
prendas. A los primeros llama gorgoteros porque al hablar parece que hacen
gárgaras y a un hebreo en Viena que no le pagó una deuda lo tiene metido en un pozo
de nieve que era una especie de nevera que tenían las casas aquel entonces para
conservar la vianda. Se echa varias novias alemanas y las pone al punto. No le
importa servir al oficio más viejo del mundo de macarra. En Maguncia tiene un
duelo con un compañero por una trampa al juego de dados.
Y era tan poco
escrupuloso con su mercancía que bautizaba la cerveza que expendía con el orín
de los caballos y los parroquianos no notaban sedientos y bebidos como estaban
estas bodas de Caná. Que no tienen vino, pues meales la jarra, no se van
a dar cuenta.
Nos cuenta la victoria
de las armas españolas frente a los franceses en Namur y al llegar a Lovaina se
emborracha para no variar. Llegué a Lovaina, insigne universidad de Brabante y
refrescándose la memoria de mis estudios pasados me entré en un escolástico
tabernáculo adonde tomando un calepino de tragos, en poco espacio, pensando
hablar romance, hablaba un latín que ni yo mismo lo entendía. Sus aventuras
etílicas siguen en SCHENKE isla del Rin que tomaron los tercios y al bufoncillo
hasta el nombre de la ciudad le agrada pues Schenke en alemán significa
taberna. Allí siguiendo al grueso de la caballería española se gana el favor de
un capitán al que le arrima las mozas, le limpia las botas y el correaje. Era
don Pedro de Montemayor.
En Mastrique entró al grito de Viva España
y muera Holanda pero en la famosa plaza de los Nederlands cae prisionero
del ejercito del DUQUE DE BULLON. Salva el pellejo en un canje de
prisioneros. Al leer esta obra, uno no puede menos de mirar para el CUADRO DE
LAS LANZAS en la rendición de Breda, hoy Brest, una victoria para las armas
españolas.
En esta panorámica de un campo de batalla se
espeja[i] el ambiente
caballeresco de aquellas guerras de religión que el protagonista cree que
financiaban los banqueros judíos de Amsterdam. Hay una relación circunstanciada
de los campos de batalla y la zona de operaciones mucho más circunspecta y
humorística de la que traza la leyenda negra. Ya sabemos lo que decían las
madres de NORDLINGEN para asustar a los niños. No decían que viene el coco.
Decían que viene el Duque de ALBA. El Esteban, a lo que estamos, sigue a lo
suyo que es la supervivencia del enemigo en el campo de batalla y de sus jefes
que lo arrestan por inquieto y revoltoso al corneta, machacante, ranchero,
vivandero y provisor, mozo de mulas y pincerna del general al que le bebe el
mejor vino poniendo en la copa otro de inferior calidad. Es un soldado
profesional que sin grandes alharacas defiende su bandera aunque del propio
estandarte hace befa diciendo que era un trapo colorado. Si viviera ahora mismo
hasta se limpiaría el trasero con la señera catalana, esa que cuando la ve
Arturo Mas y sus comilitones parece que les da un telele y entran en trance.
En Ruppelmunda se echa novia, una DAMA DE
DAME. Con esta moza todo el escuadrón tiene esposa aunque sea por un cuarto de
hora y el dulce meneito. No sale muy mal parado el amor cortés de esta
furibunda diatriba contra la mujer, que rezuma misoginia. En un par de párrafos
pone en berlina a las Frigilis, a las Tisbes, las Elisas, los Heros y Dafnes de
los sonetos.
No existen Lucrecias ni Porcias en la vida
real. La fuerza de la sangre es la fuerza del semen y de los dineros con estas
damas de toldo y arandela que llamaban en el Prado y en Flandes eran soldaderas
y en la legión hasta no mucho cantineras[ii].
Su poca discreción y
temple arisco con las señoras pues nuestro bufón debía de seguir la técnica de
aquí te pillo aquí te mato le va a costar una condena a EMASCULACIÓN que el
sentiría más que la propia muerte en Ruppelmunda.
Se trata de uno de
los pasajes más escabrosos, aunque nada morboso, y más divertidos de todos
nuestros clásicos. Con cuanta resignación, un mar de lágrimas los ojos y dando
por perdidas sus mejores prendas, aunque reconociendo su delito va a
caminar hacia la toza de un capador de gorrinos con más angustia que si fueran
las escaleras del patíbulo.
Al otro día vendría
el sastre de cortar trajes. Era un castigo muy frecuente en palacio pues los
enanos y bufones aparentemente inofensivos se convertían en favoritos de las
damas con gran furor y celotipia de sus correspondientes esposos. Es posible
que don Francesillo el pequeñete que aparece en las Meninas hubiera sido
despojado de sus atributos por orden del rey[iii] sin
embargo, Estebanillo volvió a tener la suerte de cara pues se salva en el
último instante cuando el albeitar preparaba los instrumentos para infligir tan
horrible suplicio. Atroz pero frecuente en la edad media. A los ladrones se les
cortaba la mano, una costumbre prescrita en el Corán. Y a los violadores y
abusadores de niños, chas...
[i]El
duque de Espínola embutido en su loriga y gorguera repujada recibe las llaves
del gobernador francés de la plaza
[ii]Aficioneme
a una doncella y dama de dame, labradora en el aseo y cortesana en guardar
ausencias. Tenía pocos años y muchas astucias. Tenía todo su dote y el ajuar a
cuestas, el testamento en la uña... puse los ojos en la tal polla y pareciome
estar en edad de poner huevos. Le di un
día un pellizco tan apretado como el amor que le tenía y ella me pagó la lisonja
con una coz tan desigual que su adamadura que malos años para la briosa yegua.
Y como es de pollinos hacer el amor a coz y bocado no extrañé el son de la
castañeta. LIBRO II, cap 8º
iii yo le supliqué al gran bailío que no lo hiciera... pues no
quería ser guardadamas en casa de un príncipe o privado de un sultán... porque
al no ser justo a mí se me salía el alma por la boca porque Dios mandó a
nuestro primeros padres la multiplicación y que me caparan a mí siendo mozo iba
contra las leyes de naturaleza.
[iii]Felipe
iii mandó castrar a Alcocerico truhán de corte y hombre de placer. La operación
se llevó a cabo en Valladolid a tenor con un texto que aparece en la Miscelanea
de Zapata. Los enanos estaban bien dotados y eran incansables un poco por la
ley de compensaciones de la naturaleza
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