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sábado, 8 de diciembre de 2012

EL CRISTIANISMO DE UN FILOSOFO PÀGANO


EPICTETO

 

El gran filósofo estoico era cojo. Fue traído a Roma y vendido en la catasta por treinta sículos. Su amo Epafródito, una mala bestia, se emborrachó con vino de Falerno y como estaba aburrido se dijo vamos a divertirnos un poco. Encontró al filósofo en el tendejón del compluvio, lo sodomizó y después lo puso en el ecúleo.

-Estira esa pierna, hijo de puta.

-No, que me la rompes.

El amo cruel, sin atender a las consideraciones del esclavo, mandó que lo tendieran sobre el potro, dio vueltas a la rueda del torno, crujieron todos los miembros, se escuchó el chasquido de los huesos de la rótula. La pierna del esclavo nunca tendría compostura pero, haciendo un alarde de resistencia al dolor hizo por comentario una frase que ha quedado como contraseña de la filosofía estoica.

-Ya te lo dije. Que me ibas a quebrar la pierna.

Los pitagóricos entraban en escena. Sócrates antes de morir se refirió a una deuda contraída con el dios de la medicina: recuerdo que debo un gallo a Esculapio. La vida para ellos era un aprendizaje o preparación para la muerte. Y eso se lograba mediante la sabiduría que era para ellos el súmmum bonum por encima de las riquezas, la hermosura, la fama o la gallardía y el poderío militar. La Ciencia se representaba en los templos sobre una piedra cuadrada para diferenciarla de la Fortuna que se alzaba sobre una piedra redonda pues da vueltas. Es inconsistente y antojadiza. Los que la abrazaban estaban abocados a convertirse en estatuas de sal. Otra alegoría bíblica. No volvais la vista atrás. La vida es un bien pero la muerte no es un mal. Sofrosiné. Este cuadro de valores humanistas los asume el cristianismo que perfecciona el mundo de los dioses oscuros pero no los rechaza. No venimos solamente de la Biblia a palo seco como pretendía Lutero ni del gran arquitrabe judío que tampoco inventa nada y copia a los griegos. Un poco de paganismo nos vendría bien. Esta es la conclusión que se me viene encima después de repasar este tesoro de sabiduría que el Manual de Epicteto. En sus páginas encuentros consuelo y acicate para la ascesis  mística. Este librito es el plinto, la columna basal del pensamiento europeo, que para más INRI, nos vino del oriente.

La longanimidad y paciencia del esclavo de Epafrodito se hicieron proverbiales. Hay atisbos en sus escritos que anticipan el mensaje de la Redención. A Epicteto le tocó vivir tiempos acérrimos los del siglo I del imperio. Murió el 56 A.c. y sus apotegmas o consejos inspiraron a Seneca, a Zenón y al propio Marco Aurelio para fraguar un corpus filosófico que ha servido de vademecum a los que tratan de vivir según la razón a redropelo de los vaivenes de la fortuna y manifestando un desdén olímpico por las riquezas, la belleza, el nombradío, el amor, la familia, los dioses y todo ese acervo de realidades estimables que constituyen el caudal que mueve las inspiraciones y humanos deseos. O creían en la violencia porque la violencia nada consigue; es un corolario del mal y el mal en cuanto tal no existe.

Cristo le ordenó a Pedro que metiera la espada en su vaina. Y se manifiesta en contra de los bienes materiales. Las riquezas se apolillan y hay que dejarlas acá. Agarrado al lábaro de su mansedumbre, el dulce Jesús desarmó a los sacerdotes y escribas del Sanedrín, que tenían el colmillo tan retorcido. Quien a hierro mata a hierro muere. La historia se repite al cabo de más de mil años.

 El Salvador, Epicteto, Seneca y Platón vuelven a plantar batalla frente al Establecimiento contra los incombustibles políticos, los tertulieros, los escribas y fariseos de una falsa democracia que nada ha de ver con el agora griega y es tiranía.

 Pirro y luego el Estilita le hacen un corte de manga a tales supuestos de una doctrina que predicaba la renuncia, la auto-emasculación, la pérdida de estima. La santa indiferencia. Aceptaban el destino porque cuanto les ocurría no estaba en su mano. Sea lo que Dios quiera, decimos los cristianos.

 El código de valores de la filosofía cínica que sometiéndose a la férula del poderoso venció al mundo curiosamente dando de lado a sus pompas y vanidades. Eran quietistas, gurús. Su actitud encocoraba al poder. Los pretores por eso les mandaban a las fieras y los inquisidores después al quemadero. Benditos heterodoxos. Mártires que sembraron de nombres raros los menologios. Quietistas, deixados, alumbrados, políticamente incorrectos, marginales y marginados y otras hierbas, de vosotros será el reino de los cielos. Colocaban la cabeza en la toza con una sonrisa y pedían al verdugo que el tajo fuese limpio con la misma sonrisa con que Epicteto le advirtió a su amo que le iba a quebrantar los huesos. De ellos es el reino de los cielos; habían encontrado en Epicteto un precursor como padre de la doctrina cínica.

 Esclavo en la vida real, este antiguo escritor en aquella Roma terrible de los juegos, los gladiadores, las conjuras, los arúspices, los pontífices máximos, se manumite de las pasiones y de los vicios de sus conciudadanos quedando señero y obsoleto en medio de la vorágine por el ejercicio de la virtud. Visita los templos y los describe. Adentro arde la llama del fuego sagrado de Júpiter, de las paredes cuelgan innúmeros exvotos y multitud de enfermos, lisiados se agolpan a la puerta esperando el milagro de la curación. Lo cual recuerda la famosa piscina probática evangélica.

 La Tabla de Cebes inspiró la Ciudad de Dios agustiniana y las Moradas de Sta. Teresa. Cebes mítica urbe del Asia Menor estaba situada en un lugar inaccesible del Bosque Coricio. En la que había varios recintos presididos por diversas estatuas representando a la virtud, el vicio, el goce, la continencia, la perseverancia, la indolencia, el afan, la moderación, el premio, el castigo, la constancia, la paideia o cultura y la pseudopaideia[1] o el error. Los que aspiran a alcanzar la acrópolis representada por la Sabiduría han de atravesar por los diversos callejones que tiene el recinto de Cebes.

El monte Coricio mítico enclave, bajo el cristianismo, sería la cuna del monaquismo ortodoxo, la Tebaida, donde se retiran aquellos que aspiran alcanzar la cumbre de la perfección

 Surge la impresión de que El Nuevo Testamento patentiza un corolario del pensamiento estoico en sus puntos clave: la práctica de la virtud, el perdón de los agravios, la humildad, el reconocimiento de los errores propios y las mermas de la naturaleza humana que para ellos eran simples flaquezas pero a los que los moralistas denominan cristianos.

Cristo bien pudo ser un griego o a lo poco un judío helenizante en suyas divinas palabras aflora el pensamiento de la diáspora mucho más que el de Judea. Los sinópticos, excepto Mateo, están escritos en griego. Es la lengua de Zenón y de Epicteto. Tolstoi cuando quiso empaparse de cristianismo aprendió el ateniense porque en el griego más que en el latín se destila el frasco de las esencias de la religión de Jesús.

Incoercible, irrebatible, profundamente humano, anticipa esa aurora que estaba a punto de amanecer en Ecumene[2]. Sus máximas y sentencias hablan el lenguaje del hombre de hoy. Transmiten un mensaje de esperanza y de humanismo

Cojo y todo el esclavo griego resulta un pentatla o atleta de las cinco carreras [pedestrismo, salto de altura, natación, lucha, equitación] de la Ética. Su pensamiento aparte de ser un consuelo constituye una receta para caminar por la senda de nuestros agitados días de comienzo del siglo XXI. Los romanos calificaban a la Fe del Crucificado de una religión de esclavos pero sobrevivió al Imperio aunque muchos de sus seguidores acabasen en el circo delante de las garras de las fieras o sometidos a la tortura del garfio o del potro como le ocurrió al impávido Epicteto.

El mundo está lleno de nerones, de epafroditos y de tiranos, de anases y caifases con la nariz larga y puntiaguda y el culo bajo.  Y de tertulianos…. Y de bustos parlantes como esas chicas de la tele, mediawomen, bustos parlantes –María casado, Raquel Martínez, bellas, pero con los ojos como garfios- que a mí me recuerdan a la esfinge que nos devora. Hablan en un tonillo de voz que es énfasis sabihondo de antiespaña y trabajan en TVE, las pagamos con nuestros propios impuestos, y predican desde sus tronos mediáticos en pro de la independencia catalana.

 Estos bellezones son las garras, los ojos terribles, y las fauces devoradoras de la esfinge. Nos han metido en un laberinto.

Los peores son los que no parecen a decir de Epicteto que escribía en estilo gnómico. De ahí que recomiende a los que frecuentaban el foro hablar poco. Los anacoretas de la Tebaida. El silencio es oro; la palabra, plata. En su manual[3] Sus sentencias fueron traducidas al latín del griego por su discípulo Arriano.



[1] Pseudopaideia o falsa cultura es lo que tenemos hoy
[2] Ecumene el mundo conocido de los antiguos o ecuménico
[3] Manual de Epicteto era el libro más leído en los monasterios de la Edad Media

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