MURIÓ ALF GARNETT EL IDOLO
DE LOS SITCOMS DE LOS 60. I LIKED THAT OLD JEW.
NOS desternillábamos de risa en
aquellas tardes en la buhardilla delante del televisor los miércoles después de
las noticias que narraba el impecable Richard Baker. Aquel era otro mundo y un
tiempo sin complicaciones. En el West End echaban No Sex please we are british cuyo autor era hermano de un primer
ministro y Alf Garnett (la cólera de un londinense sentado amarrado al sofá
dando chupadas a su cachimba) aparecía
estremeciendo las 625 líneas de la ele en blanco y negro, en un hogar mal
avenido de los suburbios londinense, pero donde no faltaba el humor con y sin acritud. Garnett -en la vida real Warren
Mitchel- disparaba contra todo lo que se movía: contra Eduardo Heath, el
feminismo, las boyeras, la permisividad, el relajo el declive de las buenas
costumbres, los maricas, los emigrantes asiáticos, las feministas, los negros, los sicarios del
IRA, la iglesia católica.
Con todos se metía menos con la reina. Él su mujer Elsa hacían un
buen dúo siempre a la greña pero en aquella Inglaterra no había violencia de
género. Till Death us Do part se
llamaba la serie que a mí más me gustaba.
Había muchas protestas. Un año se
preparó la de dios en el Reino Unido: le dijo a su mujer Alf, que no levantaba
la vista del periódico sábana en el que estaba embebecido, su bigote al estilo
Kipling, el chaleco a la moda antes de la guerra un peluco de bolsillo, regalo
de su abuelo de Rusia, que guardaba en la leontina, los lupos redondos y dos
cejas enormes y la voz desangelada:
▬Sabes una cosa Elsie?
▬¿Qué?
▬Este año no habrá Navidad. La Virgen
María ha tenido que tomar la píldora. ¡Qué atentado contra la moral y las
buenas costumbres! ¡Qué blasfemia! Sin embargo, el personaje de la serie más
famosa no miraba para arriba cuando parecía cagarse en el altísimo ni el
personal se asustó por la burrada. Por más que su lenguaje irreverente a
algunos de los telespectadores les obligara a pegar un brinco en el sillón. Llovían
las cartas de protesta en los periódicos pero el programa se mantuvo durante
más de diez años. Era una versión más cruda y más vasta del sentido del humor
inglés salpimentado con la sal gorda del argot. “Si no te metes un poco con la
gente y la saca de sus casillas para que espabile un tío no puede ser chistoso
porque hay en esa vida muchas cosas tan ridículas…” me dijo a mí en un
reportaje.
Cundían en el programa las carcajadas
junto con las palabras gruesas. A los finolis pudieran sonarles a blasfemia
aquellos exabruptos pero Mitchell aparte de todo un personaje era un judío que
se ajustaba poco al concepto que se tenía en las Islas de los hebreos: astutos,
poderosos, muy ricos, observantes de la ley. Llegue a entrevistarle y me
recibió en su casa a tomar el té. Estaba casado con una católica. Su padre un judío
ortodoxo de ascendencia rusa en el gueto del East End lo echó de casa porque maniático
del futbol fue con los amigos a jugar en la fiesta sagrada de Yom Kippur. No fue
a su boda.
Se ganó la vida como maletero en
la estación Euston y contraviniendo las leyes rabínicas se hinchaba a comer salchichas
y jamón con huevos fritos cuando, la Ley veta el jalufo y no se puede mezclar
en ninguna ingesta la carne con los lacticinios, máxime si es de animales con
la pezuña hendida.
Sin embargo, los judíos tienen o
tenemos algo. Puede decirse que son elegidos. Aparecía en la serie viniendo
borracho del pub donde había trasegado unas cuantas pintas, pegando porrazos a
la puerta, exhibiendo la bufanda del West Ham su equipo de toda la vida.
Hablando con el típico acento
cockney bien sazonado de palabras prohibidas: bloodys and fucks. Un gentleman bien educado debe de evitar tales
palabrotas pero hay que decir que su lenguaje era de lo más gráfico y
expresivo. Garnett pertenecía una época de la Old Merry England sin los grandes
prejuicios actuales, el pensamiento políticamente correcto, las luchas por la
religión, y demás. En una ocasión aludió a los “testículos inconstantes de
Mahoma que volaban en la alcatifa de las mil y una noches”. Y no le pasó nada. No
había censura ni autocensura por aquel entonces. Hoy a lo mejor lo fusilan. Las
cosas no se tomaban tan a pecho, no se sentía el peso del Sionismo, pocos
hablaban del Holocausto y Bin Laden era un educado sheik que asistía a sus
clases en la Universidad de Oxford en traje de calle. Aun no se había puesto la
chilaba. Vivir y dejar vivir. Añoro aquellos tiempos. I liked this old fucking you. Un tipo genial en cuyo grueso
vocabulario abundaban los epítetos. A su mujer la llamaba “silly old mu” Y es
que entonces no había vacas sagradas. Nadie era perfecto. Ha muerto Warren
Mitchell de mielitis a los 89 años en Australia.
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