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miércoles, 18 de noviembre de 2015


MURIÓ ALF GARNETT EL IDOLO DE LOS SITCOMS DE LOS 60. I LIKED THAT OLD  JEW.

 

NOS desternillábamos de risa en aquellas tardes en la buhardilla delante del televisor los miércoles después de las noticias que narraba el impecable Richard Baker. Aquel era otro mundo y un tiempo sin complicaciones. En el West End echaban No Sex please we are british cuyo autor era hermano de un primer ministro y Alf Garnett (la cólera de un londinense sentado amarrado al sofá dando chupadas a su cachimba)  aparecía estremeciendo las 625 líneas de la ele en blanco y negro, en un hogar mal avenido de los suburbios londinense, pero donde no faltaba el humor con  y sin acritud. Garnett -en la vida real Warren Mitchel- disparaba contra todo lo que se movía: contra Eduardo Heath, el feminismo, las boyeras, la permisividad, el relajo el declive de las buenas costumbres, los maricas, los emigrantes asiáticos,  las feministas, los negros, los sicarios del IRA, la iglesia católica.

Con todos se metía  menos con la reina. Él su mujer Elsa hacían un buen dúo siempre a la greña pero en aquella Inglaterra no había violencia de género. Till Death us Do part se llamaba la serie que a mí más me gustaba.

Había muchas protestas. Un año se preparó la de dios en el Reino Unido: le dijo a su mujer Alf, que no levantaba la vista del periódico sábana en el que estaba embebecido, su bigote al estilo Kipling, el chaleco a la moda antes de la guerra un peluco de bolsillo, regalo de su abuelo de Rusia, que guardaba en la leontina, los lupos redondos y dos cejas enormes y la voz  desangelada:

▬Sabes una cosa Elsie?

▬¿Qué?

▬Este año no habrá Navidad. La Virgen María ha tenido que tomar la píldora. ¡Qué atentado contra la moral y las buenas costumbres! ¡Qué blasfemia! Sin embargo, el personaje de la serie más famosa no miraba para arriba cuando parecía cagarse en el altísimo ni el personal se asustó por la burrada. Por más que su lenguaje irreverente a algunos de los telespectadores les obligara a pegar un brinco en el sillón. Llovían las cartas de protesta en los periódicos pero el programa se mantuvo durante más de diez años. Era una versión más cruda y más vasta del sentido del humor inglés salpimentado con la sal gorda del argot. “Si no te metes un poco con la gente y la saca de sus casillas para que espabile un tío no puede ser chistoso porque hay en esa vida muchas cosas tan ridículas…” me dijo a mí en un reportaje.

Cundían en el programa las carcajadas junto con las palabras gruesas. A los finolis pudieran sonarles a blasfemia aquellos exabruptos pero Mitchell aparte de todo un personaje era un judío que se ajustaba poco al concepto que se tenía en las Islas de los hebreos: astutos, poderosos, muy ricos, observantes de la ley. Llegue a entrevistarle y me recibió en su casa a tomar el té. Estaba casado con una católica. Su padre un judío ortodoxo de ascendencia rusa en el gueto del East End lo echó de casa porque maniático del futbol fue con los amigos a jugar en la fiesta sagrada de Yom Kippur. No fue a su boda.

Se ganó la vida como maletero en la estación Euston y contraviniendo las leyes rabínicas se hinchaba a comer salchichas y jamón con huevos fritos cuando, la Ley veta el jalufo y no se puede mezclar en ninguna ingesta la carne con los lacticinios, máxime si es de animales con la pezuña hendida.

Sin embargo, los judíos tienen o tenemos algo. Puede decirse que son elegidos. Aparecía en la serie viniendo borracho del pub donde había trasegado unas cuantas pintas, pegando porrazos a la puerta, exhibiendo la bufanda del West Ham su equipo de toda la vida.

Hablando con el típico acento cockney bien sazonado de palabras prohibidas: bloodys and fucks. Un gentleman bien educado debe de evitar tales palabrotas pero hay que decir que su lenguaje era de lo más gráfico y expresivo. Garnett pertenecía una época de la Old Merry England sin los grandes prejuicios actuales, el pensamiento políticamente correcto, las luchas por la religión, y demás. En una ocasión aludió a los “testículos inconstantes de Mahoma que volaban en la alcatifa de las mil y una noches”. Y no le pasó nada. No había censura ni autocensura por aquel entonces. Hoy a lo mejor lo fusilan. Las cosas no se tomaban tan a pecho, no se sentía el peso del Sionismo, pocos hablaban del Holocausto y Bin Laden era un educado sheik que asistía a sus clases en la Universidad de Oxford en traje de calle. Aun no se había puesto la chilaba. Vivir y dejar vivir. Añoro aquellos tiempos. I liked this old fucking you. Un tipo genial en cuyo grueso vocabulario abundaban los epítetos. A su mujer la llamaba “silly old mu” Y es que entonces no había vacas sagradas. Nadie era perfecto. Ha muerto Warren Mitchell de mielitis a los 89 años en Australia.

 

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