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lunes, 1 de agosto de 2016


VLADIMIR SOLOVIEV

 

Vuelve a estar en candelero Vladimir Seguievich Soloviev cuando ayer se cumplían 116 años de su muerte en Moscú y el personal gusta de hablar del fin del mundo.

Adalid del pensamiento místico ruso publicó "Rusia y la iglesia universal" profetizó la caída del Vaticano y el advenimiento de la Tercera Roma.

Me acerco a las páginas de su libro "El anticristo" de puntillas, con miedo y lleno de dudas cuando vimos el otro día caer durante los actos del congreso de la juventud en Cracovia al pontífice argentino al bajar un peldaño del altar donde misaba.

Un periódico local titulaba "El papa por los suelos". El viril y la custodia que portaba quedaron derribados. Afortunadamente don Mario Bergoglio no se haría daño en la cadera pero en la visita al crematorio del Holocausto renqueaba algo. ¿Una señal divina? Todo un símbolo y un aviso de lo alto para los que consideran a Francisco más que al obispo de Roma un "compañero de viaje" de los grandes consorcios enemigos del cristianismo. Pero esto no es nuevo.

En el siglo XVI el doctor Laguna medico segoviano y supuestamente autor del Lazarillo de Tormes glosando el Heuautemtimoremen de Terencio decía que Europa estaba perdida y flagelándose a sí misma. Esta capacidad crítica por ventura debe de ahuyentar los temores.

Aun no hemos muerto. Estamos vivos frente a constantes amenazas desde dentro y desde fuera. La más fuerte: la irrupción de un tiempo descreído y materialista, y el acoso de los sarracenos que están a las puertas de Europa nuevamente

Soloviev vuelve a la carga y trata de descifrar el enigma ruso con sus contradicciones, grandezas y miserias. Ante ello los atizadores del fuego del pensamiento único se sienten irritados y confusos y llaman comunistas nazis y antisemitas a esos europeos que, irritados por el ocaso de occidente vuelven la mirada a Moscú. Mas, non vos preocupéis. Este escritor fue amigo y mentor del pueblo hebreo. Defendió a los judíos y publicó un opúsculo contra el asalto a las aljamas y la pena de muerte a raíz del asesinato del zar Alejandro II (fueron inculpados los hebreos).

Incardinado en el movimiento dequiabrista en un principio fue un joven nihilista y revolucionario (casi todos los agentes de la Revolución del 17 eran hijos de pope al igual que Soloviev.)

Después fue dulcificando sus ideas radicales hasta convertirse a la fe ortodoxa de la que fue baluarte y promotor de un movimiento ecuménico que no dio resultado. A su juicio existen dos iglesias paralelas la externa que es la que se incardina en la jerarquía, los cánones, el boato y la interna, que es la iglesia portadoras del mensaje. Pueblo de Dios.

El 1889 dio a la estampa su obra más famosa "Rusia y la iglesia universal". Tiempo adelante publicó el "Anticristo" que inspiró a Aliosha uno de los personajes de los Hermanos Karamazov.

Dostoyevski le reverenciaba. No así Tolstoi que fue su enemigo declarado. Soloviev condenaba el irenismo y el buenismo tolstoiano, considerando que la labor de la iglesia no es tarea social ni política.

Su fuerza estriba en la tradición, las preces constantes — no dejéis que duerma hacedme rezar dijo Soloviev antes de morir— y la sangre de los mártires. Profetizó la revolución rusa, el shoah y el genocidio armenio. En poesía fue el introductor del simbolismo que marcó la hoja de ruta de los grandes escritores rusos: Gogol, Berdiaeff, Andreiev, Pasternak el propio Gorki, Chejov.

Para él el oficio de la escritura era una tarea apostólica y esta tarea le lleva a una lucha constante entre el alma y el cuerpo. El espíritu aspira hacia lo alto pero la materia arrastra hacia el lodo. Para Soloviev como para otros muchos artistas rusos (Modesto Mussorski, Gogol, el propio Chejov y tantos otros) la vodka era un peligro tan letal que moriría alcohólico a los 48 años.

Luchó siempre contra esta enfermedad y cuando le daban ganas de tomarse una copita abría al azar una página del evangelio de san Juan y se le pasaba la tentación. De esta manera calmaba su sed de Dios y del pensamiento infinito, la tristeza y el dolor de los vencidos. Acuñó una frase: "Dios perdonará perpetuamente a los beodos".

Fue su vida la parábola del santo bebedor. El alcoholismo puede que contribuyera a su carácter visionario. Algunos le catalogan como una de los grandes profetas de nuestra era

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