"Haz el bien, nunca el mal, ama a tus enemigos (durísima norma), toma tu cruz y sígueme"... la iglesia oriental creo que ha tratado poner en práctica las máximas evangélicas y yo pensaba en estas cosas ayer dia 6 de agosto, en la fiesta de la gloriosa Transfiguración, el Día del Salvador, la catedral de León filtrando la luz por sus mágicas vidrieras me recordaba al monte Tabor aunque las naves estaban semivacías y el célebre tributo de las cien Doncellas con que los reyes cristianos pagaban pechas a los moros ya no se celebran como solía porque no es políticamente correcto.
Me abruma la tristeza y el dolor del español que mira para su patria dividida, hundida y silenciosa pese al aparente bullicio y el ambiente de paganía en que nos sumergimos.
Sin embargo, estoy seguro de que la Cruz de la Redención que porta nuestros pecados y que se echó el Salvador a sus espaldas podrá con todo y ganará la partida. Venía yo de Oviedo de enterrar a mi cuñado que ha muerto en la suma pobreza - le hemos tenido que sufragar el entierro- y en el coche me hacía muchas preguntas sobre esta locura en que vivimos. No hay tributo de las cien Doncellas.
El sarraceno es lo políticamente correcto para nuestra opinión pública y el cristianismo no.
Dicen que es violento. Bueno, algo de eso, sí que hay porque hay que hacerse violencia contra sí mismo para ganar el reino de los cielos, mortificar la carne, contener la rabia, volver la otra mejilla, no replicar a la provocación.
Muchos de nosotros abandonados por los pastores que abandonan la grey y jaleados por un papa Francisco al que no entendemos. ¿Se cargará este jesuita la iglesia?, sin embargo Jesús ha vuelto a TRANSFIGURARSE en el Tabor. Plantemos acá nuestras tiendas. No bajar nunca del monte.
Una cabaña para Moisés, otra para Elías y otra para nosotros los tibios discípulos que como Pedro lo negamos y lo seguimos de lejos.
Se escucha música. Oigo el estribillo de letanías y el gemir del látigo. Tiempos de persecución se avecinan pero la cruz es nuestro destino. El dolor que es la otra faz del amor nos purifica como purificó a aquellos popes muertos durante la revolución, fusilados o en Siberia, algunos de ellos con sus mujeres.
La Iglesia ortodoxa no es ñoña como la latina en estos tiempos de decadencia, ni tuvo esa carga de sensualidad contenida de la católica, obsesionada por el sexto mandamiento. Difícil encontrar allí un preste marica. Es una iglesia que vive con los ojos puestos en Jerusalén. Es la iglesia de la resurrección. La santa Rusia carga con los pecados del mundo y esta su subida por la vía dolorosa expía nuestras culpas.
(fotos cedidas por la web del patriarcado de Moscú)
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