Translate

viernes, 14 de agosto de 2009

SAN SALVADOR PATRÓN DE OVIEDO. LA FIESTA DEL RAMU EN EL DÍA DE LA TRANSFIGURACIÓN

antonioparragalindo

Quien va a Santiago y no adora al Salvador por honrar al criado se olvida del señor”, reza un viejo adagio jacobeo que los peregrinos han de saber. Y ayer por ser la fiesta de la Transfiguración -El Salvador- corté un ramo del laurear que hay detrás de la casona justo en el prao la Cuesta a pie de monte y me presenté con la ofrenda del ramu, según es costumbre inveterada por aquí en la fiesta de la Metamorfosis, en la capital. Por agosto en cierta medida nuestra vida se renueva y se transforma. Esta imagen a la cual adoraron el Cid, Alfonso VI y todos los reyes castellanos e incluso historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, un republicano de comunión diaria y que venía a oír misa en la capilla mayor antes de ir a catédra, es un poco el epicentro de la historia de España. Sus ojos grandes guardan el secreto de muchos por qués.

Oviedo era un Tabor lluvioso mientras España entera se torra de calor y me prosterné ante la impresionante talla del cristo que hay en el lateral de la girola, le llaman el “cristu de les orelles”-el cristo de las orejas pues tiene unas orejas exentas- y unos ojos impresionantes, grandes y románicos. Al pie de la imagen coloqué mi ofrenda forestal. Dafnis se transformó en laurel y de ramos de este árbol de hoja perenne coronaba Roma a sus dioses y a sus emperadores por eso el laurel es el más sagrado de la floresta, sus hojas siempre verdes simbolizan la inmortalidad. El Cristo de la Transfiguración es un cristo exultante rey del mundo que triunfó de la muerte del demonio y la carne. Cristo florido convertido en Dafnis. Su triunfo cuelga de esa rama de laurel. Por oposición al varón de dolores el que está en la cruz vencido y humillado y ofendido el que dice Abba:

-Padre ¿por qué me has abandonado?

Iglesia purgante iglesia militante iglesia triunfante. Y este es el Cristo triunfante el de la apoteosis de los tímpanos coronados, la exaltación del Pantocrátor según la refleja la iconografía gótica y románica. La mandorla mística el ojo de la vagina o vaina dehiscente y triunfal de la que todo viene y que alumbra la vida y conjura los peligros de la muerte. Resucitó subió al cielo y de allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Christus Judex, sedente en majestad. El justo juez.

Este Cristo de Oviedo es el Cristo de la reconquista y explica un poco la historia de España al menos en lo que atañe a la mentalidad medieval de los prevenidos en frontera para extender su reino por toda la tierra. Un cristo como este había en todas las iglesias juraderas donde con el toque de varas los soldados de Cristo eran revestidos de la coraza de la fortaleza y armados caballeros antes de partir a la guerra con el moro.

Sostiene en la mano una bola del mundo, una esfera armilar. Venían por eso a adorarlo los reyes de Castilla y fue Alfonso VI el que lo mandó labrar para la Cámara Santa, en madera de roble, como agradecimiento por haber ganado la ciudad de Toledo. Año 1085.

Por aquellos días y precisamente desde Oviedo que es considerada como la segunda Toledo para los monarcas asturianos herederos de los godos, arraigan las peregrinaciones. Toda la cristiandad europea se pone en marcha para ir a adorar en Compostela los restos del Hijo del Trueno… y el que va a Santiago y no visita al salvador por honrar al criado se olvida del señor. Y la ruta jacobea impulsa la noción del cristianismo como cruzada por aquello que comentaba el Apóstol:

-Vita militia est.

Sí, la vida del cristiano es un combate. Ciertamente el cristu de les orelles explica vagamente esa cosa misteriosa que es la historia de España. Su actitud o pose valedictoria es toda una exégesis. Y bendice. ¡Vaya si bendice!

Tuve la impresión que me miraba compadecido con esos dos ojos enormes y misericordiosos de un mirar antiguo que ha visto pasar a muchos caminantes. Y está ahí en la catedral de Vetusta desde el siglo XI. Contemporáneo del Cid, acaso viera arrodillarse ante sí a doña Jimena, que era ovetense, como lo hago yo hoy con mis troparios y mis letanías a flor de labios y mis muchos kilos y pecados a cuestas.

Le pido por España por mi familia por mis vecinos por esta amable y siempre acogedora ciudad de Oviedo por mis cosas y por mis difuntos y en especial por aquella María Martínez Zapico compañera de curso y medio novieta a la que debo el que la noria de la vida me haya hecho rodar hasta aquí y conocer a mi mujer-siempre rezo por ella y cuando puedo acudo al cementerio del Sotrondio y pongo sobre su tumba un ramo de madreselvas- ah Cristo Jesús bendito y misericordioso acógela en tu seno. Escúchanos. Óyenos. Perdónanos. Te apiadarás de nuestras miserias. Cura nuestras llagas. Conforta al vacilante. Socorre al desvalido. Ilumina a los que están a oscuras. Vuelve al redil a los descarriados. Mira por tu Iglesia. No nos dejes solos. Enerva con la fuerza de tu fe a los obispos a los presbíteros y diáconos. Conforta a los que sufren. Sana a los enfermos. Mira por los que navegan o andan por los caminos. Asiste a las mujeres. Cuida de los niños, no desampares a los viejos.

Que todo el mundo se caliente al fuego vivo de la llama de tu amor.

Es muy de agradecer tanto al cabildo ovetense- esta ciudad y esta diócesis siempre fueron muy generosas- como al obispo que la catedral esté abierta y que no haya que pagar moneda por visitar la casa de Dios como ocurre en otras catedrales católicas tanto españolas como el extranjero.

Esta de hoy está hoy concurridísima de peregrinos y de curiosos. Hermoso recinto que guarda tantos recuerdos para mí. En este perímetro se desarrolla el primero y el último capítulo de esa obra maestra que se llama la Regenta.

Los fantasmas de don Fermín de Pas y de Ana Ozores juegan al escondite por entre los confesionarios. Un sacristán de la literatura pasa a toda velocidad- los sacristanes siempre meten prisa y se dan mucha importancia porque de ellos depende, porque saben manejar la vara de medir las costillas de algunos canónigos y el botafumerio- con unas llaves enormes colgándole de la sotanilla.

Trae un catalejo en la mano. ¿Qué querrá ver el bueno del ostiario con su catalejo y esas llaves tan gordas? ¿Qué puerta irá abrir o cerrar este ostiario? La del cancel de entrada está abierta de par en par pero en toda gran catedral siempre hay puertas excusadas, anditos. Curas y monjas buenos adalides del disimulo- y es esta la hipocresía que fustiga Leopoldo Alas- fueron buenos practicantes de dos normas: “si no puedes ser casto, sé cauto” y “si no les puedes ganar únete a ellos”. Corredores, pérgolas y pasadizos secretos, bulas y penitenciarios unos de manga estrecha y otros de manga ancha como sabemos bien los que hemos estudiado la historia de la Iglesia con sus miserias y grandeza. Al fin y al cabo cosa de hombres.

No estoy de acuerdo en absoluto con aquellos que tildaron a su autor de anticlerical y de descreído.

Clarín era un místico y quería mucho a la iglesia ovetense precisamente porque no le gustaba y por eso sacude fuerte currándole la badana a los talares porque aquella clerigalla se lo tenía bien merecido. Eran tibios y por ser tibios os arrojaré de mi boca.

La fiesta del Ramo o de la Transfiguración suele coincidir con la de las cabañuelas segunda pascua judía. Se estaba bien en el monte Tabor y ninguno de los apóstoles que subieron con Él quería luego bajar a la cruda y cruel realidad de Galilea.

Y se está bien aquí, en esta iglesia, la primera de las iglesias asturianas sede metropolitana donde se respira un aire fuerte y enterizo al cristianismo de la España vieja y eterna. “Montemos una tienda en este lugar” le pidió Pedro que quería permanecer con Jesús Transfigurado toda la vida. Pascua de cabañas. Y esta imagen que está aquí solemne y antigua eneja todo el esoterismo de la ruta jacobea.

Oviedo y Compostela eran los dos hitos máximos del camino. El uno de llegada y y el otro de partida.

Desde hace quince o veinte años o más todos los seis de agosto suelo venir a la catedral ovetense me arrodillo en uno de los confortables reclinatorios y rezo en latín las horas de este día. Es un oficio bellísimo.

Luego bajo la cuesta del Campillín y me paso por Valdés el mejor librero de lance de España. Valdés es el justo de Israel el que vela cuando todos duermen. El guardián de esta cultura española, de tanto libro y de tanto papel como produjeron los ingenios que en este mundo han sido y que si no fuera por celosos bibliotecarios y archiveros como él se perderían en medio de la ola cibernética que nos invade. El Ministerio de Cultura que subvenciona la anticultura y la astracanada debiera de guardar a estos cruzados de la edición en español como a la niña de sus ojos. Son los mejores funcionarios que tiene la Casa aunque no estén en nómina y a veces trabajan por amor al arte. Porque si escribir en España es llorar ¿qué no será vender libros?

Una pena que en estos tiempos de tanta oscuridad la luz esté encendida debajo del celemín y para adquirir libros que merezcan la pena haya que venir al Campillín donde tiene Valdés su librería anticuaria o subirse a los cerros vallisoletanos de Urueña donde está la ciudad del Libro o darse un garbeo por el Rastro o por Moyano – mucho menos recomendable porque allí habrá que aguantar al bueno de Riudavets y sus impertinencias… ah semejante cabrón...-.

Buenos y hermosos libros compro esta tarde y por menos de un euro (Dios mío, ¿por qué vale tan poco lo que yo tanto quiero, por qué está el oficio de escribir en manos de esos buitres ingleses y americanos que sólo publican la mierda que a ellos le da la gana, tan por los suelos?): la biografía de Chesterton sobre Aquinas, otra sobre el Duque de Osuna de Antonio Marichalar y Vida de Schiller por Tomás Carlyle, un tomo de Ensayos sobre la literatura española del austriaco Kart Vossler van a ser para este cura el afrecho espiritual de este verano.

A mí me ocurre lo que aquel clérigo de los Cuentos de Cantorbery para el cual valían más cien libros de una bien surtida biblioteca que todos los tesoros del rey Midas. Hablamos de Alberto el hijo de Valdés que acaba de terminar la carrera de Derecho y prepara oposiciones para juez. Madre mía como pasa el tiempo.

Yo lo conocí de guaje. Tenía cuatro años cuando venía a la tienda con su padre y ya impresionaba por su simpatía y desparpajo. “Este niño va a ser algo grande, José Manuel. Nos va a sacar de pobres, ya lo verás”. Creo que va por ese camino.

Y salgo de la librería de mi querido amigo transfigurado. Y es que Oviedo siempre transfigura y más en la Fiesta del Ramo. “Sheer bliss” que dirían los ingleses. En la gloria bendita. Regreso a la aldea transfigurado. En todo el día no paró de llover pero es una lluvia que purifica y nos habla de trascendencia y esperanza. Es orballo divino. Los ángeles mean y beben sidra mientras pulsan las cuerdas de la cítara del salterio y la ciudad se alegra en la fiesta de San Salvador, su santo tutelar. Flotan invisibles por detrás de las nubes los querubines y serafines echando un “culín”. Llueve.

Oviedo está dedicada al nuevo Júpiter que es Cristo Jesús. Cristo en majestad. Cristo Juez. ¡Viva el Rey del mundo! ¡Albricias Cristo Rey!

viernes, 07 de agosto de 2009

domingo, 19 de julio de 2009

WALTER CONKRITE THE QUIET AMERICAN

Antonioparragalindo
Mis ancestros nacieron a la vera del río Botijas, yo orillas del Eresma pegué muchos brincos en la vida tiré la boina en múltiples partes puse muchos tabancos desmonté no menos chiringuitos pero llegué hasta las orillas del Támesis y crucé el charco y pesqué noticias en la ribera del Hudson que ese sí que es un río padre pues yo de mayor quería ser Walter Conkrite el busto parlante el rostro de la noticia que ganaba todas las guerras de los prime time cuando los americanos a la hora de la cena se congregaban en torno al televisor. Un perfecto gentleman correcto y sin desinencias sin medias sonrisas the quiet american que se expresaba en un acento mit atlantic sin el énfasis que solían darle a sus locuciones los announcer de la BBC. Su muerte ahora me recuerda aquella America en transformación de los años 60 y 70. Si de mayor yo quería ser como don Walter la noticia exacta y objetiva el caballero zorro plateado de los informativos de la CBS de mayor audiencia. Con voz sedante y nada dramática contó a los americanos la guerra de Vietnam el asunto Watergate la guerra de los seis días la caída del sha. El mundo continuaba porque allí estaba el insigne periodista para relatarlo. Al final de sus telediarios de una hora recogía los bártulos y con una media sonrisa decía su inconfundible frase That s all, folks. Un soniquete que imitó el inglés David Frost con su that was the week that was. O lo que es lo mismo así es si así os parece. Yo pensaba que aquel era un tipo impertérrito y me gustaba. Después cuando he ido siendo mayor me he dado cuenta de que las objetividades del periodismo anglosajón no son tan objetivas y que la pose del querido caballero que fue uno de los pioneros de la TV guardaba mucho adobo y que todos somos objetivos pero su rostro me recordaba siempre el rostro amable de aquella América súper educada y algo altruista de un acrisolado patriotismo y de una educación exquisita, un país grande y hermoso que siempre se encuentra en evolución. El imperio. O pasas por el aro o te desguardamillas, yo sigo en mis trece españolas. Mis antepasados vinieron al mundo cerca del río Botijas. No puedo comulgar con ruedas de molino. Sin embargo con la muerte de Walter Conkrite estamos dando el finiquito a toda una era según la vivimos todos nosotros. Goodbye, old chum. No soy un americanofilo papanatas pero hoy no me queda otra opción que reconocer que en este quiet american nosotros veiamos la cifra y el compendio de una gran nación que ha cometido muchas barbaridades y atropellos como todos los imperios pero que está siempre aprendiendo y siempre en constante ebullición. Lo más grande de aquel pais es el segundo amendement de la constitución que propugna la libertad de conciencia. Esa segunda enmienda estaba esculpida en la frente del gran periodista que acaba de dejarnos a una edad provecta con 92 años en la espalda y muchas tablas televisivas. That is all. Folks

domingo, 19 de julio de 2009

sábado, 18 de julio de 2009

cabo de año de Agustin



MI PRIMO AGUSTÍN FALLECIÓ
Antonio Parra

Hoy estoy un poco cabreado con Dios. La naturaleza se cobró su estipendio y avasalló, triunfal, la muerte los despojos de mi primo carnal verdadero hermano Agustín. Hoy se me ha muerto algo de mi propia alma y cuerpo que lo vi horrible y macabro en ese rostro arropado en un sudario blanco cuando los del crematorio destaparon el féretro y apareció pavoroso y desencajado incipiente aviso de calavera - como me ves te verás; como tú eres yo fui- la orlada de los ojos profundos como socavones exvoto de la cera todavía con manchones de la sangre que se congestionó en una agonía que fue tormento y purgatorio. Demasiado.
¿Qué crimen pudo cometer mi primo para haber tenido que aguantar dos años esta crucifixión de un melanoma en un pie? No entiendo. Pongo doble contra sencillo y los ojos de la carne me llevan a la obscuridad de la nada al final macabro y absurdo de la vida de un recio castellano de 63 años. Venciendo mi repugnancia estampé un beso sobre la frente lívida y le hice sobre los labios la señal de la cruz deseando vivamente que esta persignación fuera fiducia de salvoconducto del viaje a la eternidad. Para los cristianos la cruz de dolores persecuciones desacatos humillaciones insultos, contumelias, enfermedades y otras crueles realidades es la moneda que todos llevamos prendida entre los dientes para pagar al barquero y sacar pasaje en la misteriosa nave de Queronte. Conviene no escupirla jamás y tenerle bien agarrada en el mandibular.
Es como si dijésemos que así atenazáramos inmovilizándole por los mismísimos a un púgil que siempre acecha, siempre hostiga y acabamos tirándola en la parva como en aquellas luchas que nos echábamos en la era las tardes de trilla y brega cuando éramos niños a ver quien era el más fuerte y tú Agustín aunque más bajo que yo me tirabas contra las cuerdas. Al caer de espaldas recuerdo que me aterrorizaba el vacío y esta mañana al cabo de tantos años he vuelto a sentir aquel vértigo de caer de espaldas no a una mullida parva de espigas tiernas sino a las aguas salobres y tenebrosas del lago de la eternidad. Murmuré un réquiem por lo bajo que parecía un mutis y luego en alta voz dije ante sus despojos una frase:
-Agustín, siempre fuiste un valiente. Le supiste echar un par de cojones a la vida. El cáncer te ha vencido pero estoy seguro de que tú buscarás revancha en la resurrección del Cristo. Hasta luego.
Todos estábamos aterrados en aquella cámara fría y desnuda que en el tanatorio llaman la Sala de la Despedida. A ella nos llevó a los del triste cortejo aunque para disimular ibamos hablando de nuestras cosas tratando de dar un aire de familiaridad a ese momento tan trascendente una azafata de talle fino y guantes blancos. Los ojos de la fe avezados a calzar las antiparras de la teología el dogma y los viejos conceptos me llevan a la seguridad de que él está cerca de Ti, Señor. A tu lado y que le preparaste a Agustín una morada en tu reino, allá en lo alto, o donde sea.
Que habrán acudido a recibirle en la gloria los Ángeles y ese serafín de los prefacios al que entonaba su melodía al armonio su padre mi tío Pedro que era el sacristán de Fuentesoto en aquellas multitudinarias misas de Angelis y que su madre, la Juana, a la que él llamó a voces antes de expirar Madre...madre. Madre y santa María y san Pedro y san Gregorio y todos los justos de mi pueblo y todos los pueblos habrán prestado acogida en los prados amenos de la eternidad. Según dijimos en la recomendación del alma que me cupo el honor de leerte en tu lecho de muerte a la cabecera de aquella cama del 12 de octubre tan impersonal y tan fría para ti que eras entusiasmo puro y carcajada viva que no merecieras reclinases tu cabeza para exhalar el último.
Otro absurdo que me llena de angustias y de dudas pero no te preocupes, Agus, lo superaré. Mi fe es más vieja y recia que todas esas cantinelas con los que nos sorprende el pateta siempre tan oportuno y tan poderoso que lo llaman el señor que preside los designios pero lo derrotamos y vencimos con aquellas oraciones tan inspiradas del misal latino y luego yo te escuché que decías Jesús José y María valedme en mi ultima agonía y llamabas a tu madre, la Juana a la que yo siempre tuve por santa y a la que tu hermana Lidia acude al cementerio de Fuentesoto a llevar flores y a suplicar su intercesión para pedir algún favor o cuando la aflige una necesidad. Estoy seguro de que ella también estaba allí. Con Jesús María y todos nuestros patronos tutelares. ¿Recuerdas cuando ibamos a coger botijos de agua a la fuente grande? A trillar, beldar, arrancar hieros o algarrobas a Las Suertes Viejas que estaban a casi cuatro horas de camino, cerca de Valdezate y que para ir a labrarlas había que uncir el carro a las cuatro de la mañana. O las moras que cogíamos en un bote por la fiesta de Nuestra Señora.
Con azúcar o algo de arrope sabían buenas. Estaban superiores. Aquel mundo que dejamos atrás no era ni mejor ni peor que el que vivimos ahora pero ya no es. Se apagó el fuego y quedan los rescoldos y los rencores que aquel pueblo del que salimos eran muy envidiosos y quejados de esa enfermedad tan norteamericana del “keep up with the Jones”. De aquella tierna etapa de la infancia datan las primeras crueldades. Pueblo de cristianos viejos o acaso nuevos pero de catolicismo y de cristiandad poco, personajes que no te daban una hogaza o te invitaban a comer asado el día de la fiesta si no estaban ciertos de que iban a recibir diez. Muy mirados y muy a lo suyo y, según tú decías, Agustín, muy zorros. Pero estas menudencias y trastornos tales mezquindades no pertenecen al corpus dogmático, son materiales para la casuística. Pero hay que hacer balance sub especie Aeternitatis y llegan el momento de las verdades.
Castilla dio de sí todo lo que tenía que dar y se ha venido abajo por el mal de siempre: el morbo visigótico, la ignorancia de los fetiches, las suspicacias y desplantes entre unos y otros. Siempre busqué el viejo espíritu pero sólo encontré ruinas y mezquinos destripaterrones. Los hispanos de los que decía un papa Deus aspicit benignus- ¡qué ironía!- nos vigilamos unos a otros en vez de querernos y de perdonarnos que es lo que cumpliría. Ese y yo más porque nos hemos hecho supremamente materialistas y en este tiempo y en aquel y siempre estaba el tanto tienes tanto vales. Los había que querían un sitio preeminente en la tribuna de la iglesia y aunque más malos que Judas pérfidos y traidores colmaban la iglesia de bodigos para ser invitados a las comilonas en la rectoral.
Reunión de pastores oveja muerta y ya se sabe el mejor cuarto asado y el cobro de diezmas en especie que los reverendos se comían en carne pellizcando el culo de la mejor moza y siendo piedra de escándalo para el feligrés. Algunos no eran muy evangélicos. Querían mandar. Pecados de sexo, bueno pues por ese cabo todos somos pecadores y no tenía importancia al cabo del tiempo y cuando tantas aguas han llovido que lo que contaba tu padre el sacristán que en aquellos sanpedros del ayer el cura de Valtiendas se bebía una cántara y luego no acertaba, arremangada la sotana, a los pedales de su bicicleta para subir la Cuesta Los Carros o el de Pecharromán que en cada fiesta le hacía un chico a una moza del arciprestazgo. O el de Cuevas que se masturbaba en las eras coram pópulo que tío mas guarro para que le viésemos todos los chicos. El peor pecado eran la soberbia, la envidia y la falta de caridad, el querer ser los mandamases y caciques del pueblo y eso que a sí mismo se llamaban discípulos de Jesucristo. Todo pasó y de aquello quien se acuerda. La vida fue evolucionando. Éramos pobres y felices. Pero la vida tenía cierto sabor y yo ando la querencia de aquellas horas, de aquellas rosas, de aquel tiempo de amistad en que éramos como más libres y desinhibidos, de aquellas chanzas inocentes, de aquel vino. En una fotografía en que comparecemos tú y yo retratados por un fotógrafo de feria a lomos de un caballo de cartón se nos ven los vientres abultados. Hambre. Hambre a secas. Gazuza de posguerra y es que no había, hijo. Cuando tu madre mi tía Juana que era una santa le daba sopillas para merendar a tu hermano el pequeño que no sé si era Pedrito o Salva nos poníamos todos en corro o sentados sobre los bancos de la cocina y éramos felices si nos daba a probar una cucharada y como pajarinos abriendo el pico. Hambre y no había. Por eso se nos inflaban las panzas como a los niños de Biafra.
Vivencias comunes del pobreza en compañía deba de dejar una huella indeleble como aquella luz de nuestro pueblo, los olores del establo, el sudor fuerte y perfumado de las caballerizas, el aroma de estoraque al pasar cerca de la fuente en la cerca del médico, las esquilas de los asnos en reata del molinero de la Villa que preparaban unos escándalos de aquí te espero cuando barruntaban una yegua con hipómanes, o las del burro yeguato del tío Aquilino grande de alzada y esquelético como su dueño que bajaba para las pobedas la chaqueta al hombro a regar su cerca la azada al hombro tieso más que un huso, la mala leche de la Tía Maricruz Nuestra Señora de los siete tobillos la única en el pueblo que se echaba polvos en la cara y luego supimos que otros polvos también echaba y a ti te preguntaba muy interesada:
- ¿Tú eres el chico del sacristán?
- Sí, señora, para lo que Vd quiera mandar.
- ¿Y donde anda tu padre?
- A las tierras. A labrar.
- Hogaño le veo poco, hijo.
- Tía Maricruz ni falta que hace
A ti te tenía buen concepto. Por algo será, asumí. Y recuerdo las impresiones que marcan para toda la vida: las tardes de invierno en el callejón que para calentarnos jugaban los mozos al chito y nosotros al zorro pico zaino que era un divertimiento muy antiguo y español. Y los bailes de candil por san Pedro cuando le mangábamos al Bigote las garrapiñadas y los perillos al hortelano del Valle de Tabardillo cuando venía a vender y se quedaba en las bodegas, bebía más de la cuenta y luego le pasaba lo que al cura de Calabazas que no encontraba el camino y nosotros aprovechando que andaba el hombre un poco chispa le hurtábamos algún perillo.
O cuando la noche de Ánimas nos mandaba tu padre a tocar las campanas y allí estábamos acurrucados en el campanario muertos de miedo los dos. Alguna paloma sorprendida en su nido al vernos levantaba el vuelo y a nosotros se nos erizaban los cabellos pues creíamos fuera un ánima. Las castañas y nueces de Nochebuena. Y los filandones de San Andrés. Correr el gallo por las Candelas. Los cantes de ronda cuando se iban los quintos y al Irineo le tocó a África. O poner la enramada después de la Minerva y el Corpus. Felices éramos a nuestro modo. Ayudábamos a misa al cura Saturnino que nos daba una perra chica o una patada en el culo si nos equivocábamos en el confiteor. La escuela de doña Catalina la esposa de don Tomás aquel maestro que según decían era de ideas y se libro de ir a la cárcel alegando que estaba loco y lo internaron en el manicomio de Quitapesares. ¡Dios mío, al cabo de los años comprendimos la tremenda injusticia que supone el emparedar a un maestro tildándole de débil mental por pensar por su cuenta! Aquella puta guerra, la guerra, y lo peor las revanchas. Por lo general el personal se escudaba en la religión y la política para dar rienda suelta a sus instintos inferiores, pero a mí siempre me pareció que don Tomás sí entendía de política. Los demás no. Era un buen maestro.
Volviendo la vista atrás uno tiene que volverse cínico o un hipócrita. Todo aquello de entonces ahora sale por lo visto. Pero a mí los malos ejemplos clericales no estorbaron mi fe en la religión. Ahora bien como yo no quería ser un cura de misa y olla como aquellos que bajaban a nuestro pueblo en la bicicleta con la sotana arremangada que enseñaban los pantalones negros remendados y a nosotros nos sorprendía que llevasen pantalones como los demás pues me salí. No quise saber nada. Pero continúo en aquellos valores del Evangelio y en la piedad y en el amor de Nuestro Señor Jesucristo.
Luego vino la emigración o evasión del campo a la ciudad. Recuerdo aquellas vísperas de San Silvestre que nos presentamos en la plaza con tu motocarro una Trimak recién comprada cómo nos miraba tu hermano Maudillo que quería venirse con nosotros para Madrid pero no había plaza en aquel triciclo con el que empezaste a trabajar, el primero de la saga de una flota de camiones. En el puerto de los leones se planta nevar y no teníamos cadenas. Hubimos de poner nuestros abrigos y nuestras chaquetas debajo de las ruedas para el agarre en la nieve y no sé ni como coronamos la montaña. A fuerza de tesón, que tú siempre le echaste a la vida muchos cojones. Los dos tiramos para adelante enderezando nuestras propias rutas.
Algunos domingos salíamos juntos a alternar o nos metíamos en un bailorro a asustar a algunas chachas y yo un poco bisoño te pedía consejo sobre cómo había que hacer para que las chavales te diesen baile y tú decías mira te has de comportar normal decirle cosas agradables que no vean que te azaras. A las mujeres les gusta saber que tú mandas. Buen consejo, mas ni por esas. Hasta tomé complejo de que nunca tendría novia de que nadie me querría. Hay que ver, Agustín que cosas se le meten a uno en la cabeza. Y pensaba en aquellos recuerdos agradables tratando de espantar la sensación horrible de mi beso de despedida, ese olor a cadaverina, espeso y dulce de los muertos cuando empieza el heder y la descomposición de la carne y de la sangre. Estaba como zombie. Desde el tanatorio sur hasta la Almudena donde iban a hacerte polvo y ceniza había un atasco infinito. Nos perdimos un par de veces en una de las incorporaciones, casi me choco contra un taxi. Estaba como alelado.
La noticia de tu muerte me dejó frío y todavía no me lo creo que puedas estar muerto. ¿Adonde te has ido? ¿Cómo será el cielo? ¿Cómo habrá sido tu entrada en el Paradiso? Cavilar sobre estos misterios me saca de quicio, siento como una desazón un cosquilleo en el estomago y es que la eternidad me da vértigo y quiero suponer -y este es mi único razonamiento- que de la misma manera que en tantos azares y peligros sentimos una especie de protección y misteriosamente nos vemos salvados de las acechanzas y trampas de la existencia, en la hora de la muerte Él seguirá ahí a pie de obra. Al menos es lo que ponía en la oración diaconal de la recomendación del alma que te leía cuando estaba en los estertores de la agonía. Mas una cosa es predicar y otra dar trigo.
Yo también tengo dudas y un miedo infinito. A ese vacío de tus ojos cerrados que dejaban de ser ojos para volverse cuencos de calavera... A esa sonrisa macabra que vi en tu cadáver. Bien es cierto que no eras tú sino tus despojos en la hora del hic jacet mas no por tales reparos deja de activarse mi congoja. Por eso iba recordando con tu hermano Pedrito los buenos momentos de cuando éramos chavales. Bromeando haciendo nuestros planes ilusionados con el vivir. Bien es cierto que era un subterfugio. Una escapatoria. No entiendo nada. Tengo la mente en blanco esta mañana hermosa de verano cuando la circulación en la M 30 es caótica y por la mañana la tele retransmitía el encierro de san Fermín. Otro breve responso y más lloros de los deudos de un curita joven capellán del cementerio cuando llegamos después de perdernos otra vez por las aleas de la inmensa necrópolis. A mi me hubiera gustado entonar el Libérame me Domine de Morte Aeterna y musitar el a porte inferi o el dies irae pero recité estas secuencias de los viejos funerales para mí mismo.
Había mucha gente y allí estaban tus hermanas Rosario Lidia Salva y Pedrito mi escolta de poca talla pero de corazón grande el que más se parece a ti. Me impresionó la dulzura de tu nuera Esperanza que me dio a besar a tu nieta y yo la bendije. Esta niña es clavadita a ti. Y ese pensamiento me confortó un poco. Porque en esos ojos almendrados se posaba tu luz por ese milagro de los genes y tu cuadratura. Y el amor que vencerá a la muerte, en esta megapolis superhabitada de fantasmas donde todo es difícil e impersonal hasta morir los ojos un poco asustados me alejaron del cabreo que siento esta mañana de sol con Dios - uno puede a veces estar enfadado a veces con lo que más quiere ¿no?- me dio cierta tranquilidad e hicimos las paces. Él está cerca de Ti, Señor. Lo sé. Le habrás preparado esa morada que se merece tras su crucifixión del cáncer de piel y la muerte que Tú quisiste compartir con Agustín, conmigo, con todos, pero Te pido no me des tan dura prueba como la suya que no sé si lo resistiré. Vermis sum et non homo, miserere mei, digo con el Santo Job.
Al regresar de la Almudena a mí me pareció que entre los ruidos del tráfico de la calle impersonal los cláxones de los automóviles entonaban un Miserere. Y luego el aleluya de la Resurrección en Jesús. Aparqué en una de las zonas más bonitas de Madrid Alcalá con Goya y entré a cortarme el pelo en una barbería. La vida sigue. Muerte, ¿dónde está tu victoria? Volví a inquirir sólo para mi capote. La verdad es que no entiendo nada pero acepto la muerte como una parte esencial de mi condición humana. Que hoy me embargan la melancolía y acepto resignado el fin de esta persona tan querida como acepto el mío propio. Más que nunca hoy recuerdo la frase del Prefacio de Difuntos: Vita mutatur non tollitur. (La vida se transforma, no se nos arrebata)

11 de julio de 2007

martes, 14 de julio de 2009