TOMÁS DE
KEMPIS: IMITACIÓN DE CRISTO COMPUESTA POR FRAY LUIS DE GRANADA
Por los rinconcitos y entre los libritos. Este
apotegma máximo fue lema de mi vida discurrida por cauces tortuosos, caídas y
levantadas, yo pecador dentro de la mentalidad católica en la que nuestras
almas se forjaron; Poco tiene que ver aquel misticismo al uso trascendente de antaño con la secularidad y
descreencia del hogaño que nos pervade.
Ahora lo único que vale es el hic et nunc
de la rabiosa actualidad que cada día se devora en disparates y amenazas.
Entonces lo más importante era el “postea”
(después) con sus cuatro novísimos: Muerte,
juicio, infierno y gloria, ten cristiano en tu memoria. A aquellos
tiempos tranquilos cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa sobrevino el
vértigo de la hora oscura. ¿Estará el mundo a punto de reventar o es que se ha
acelerado la historia?
Parece que estoy escuchando a aquellos lectores
hebdomadarios (cada uno estaba de servicio de semana un poco como los sargentos
al cuidado de la tropa, y eran gente importante en el seminario pues cuidaban
el alma dándonos alimento espiritual en cápsulas, íbamos para curas, éramos
unos ilusos tal vez unos iluminados, nos tragábamos todo lo que nos decían,
vivíamos en un mundo de puntillas y de mentirijillas, creíamos que todo el mundo es bueno, no
fumábamos ni bebamos ni tomábamos café ni nos había nacido todavía el colmillo
retorcido de los desengaños aunque a algunos de mis compañeros les apuntaba ya
el bozo y los granos que presagiaban una revolución de sus hormonas) abrir las páginas del Kempis al cabo de
proclamar la lista de los santos del día según el martirologio romano con su
voz recia y adolescente troquelada de latines y de entonación retórica porque
por aquellas fechas se enseñaba en los internados elocución y oratoria sagrada
– Antonio Valdivieso y un chaval
pequeñito que casi no alcanzaba con la mano los paños del púlpito, procedente
de Valdesimonte que luego andando el
tiempo remataría en canónigo de la catedral, no sé si magistral o deán que de
eso no me acuerdo pero aquel muchacho iba para magistral tenía una voz rotunda
y estentórea en contraste con su escasa estatura- decir con mucha prosopopeya y
tornavoz: “De la Imitación de Cristo y menosprecio del mundo por el venerable Tomás de Kempis” y casi todos los
pasajes que se leían mientras la comunidad con las primeras claras del día
atacaba a la leche en polvo y la taza de achicoria que se servía en grandes
cafeteras humeantes por los fámulos de
semana.
Los días de fiesta había churros o tostadas
pero a diario el yantar consistía en rebanadas de pan revenido con mantequilla entreverado de buenos consejos.
A lo largo de los capítulos de este librito
leído mil veces Jesucristo hablaba a las
almas. “Hijo, el que procura etc. …” Y sin saber por qué uno se sentía
protegido y lleno de esperanza para acometer las tareas de una nueva jornada.
La manduca espiritual era mucho más consistente que la corporal. En aquel
tiempo nos alimentábamos del Kempis que eran lonchas eucarísticas obleas celestes para compensar
otras carestías: poco afecto, escasas condiciones higiénicas a causa del
hacinamiento, magra pitanza. Por enero sabañones y a ver si nos mandaban algo
de casa en el talego de los jueves.
Nuestro frugal almuerzo se compensaba con el
copioso afrecho espiritual. Terminaba el martirologio romano con la frase “y en
otras muchas partes otros muchos mártires confesores y santas vírgenes” y
empezaba la lectura del Kempis “ Imitación
de Cristo y menoscabo del mundo por el venerable Tomás de Kempis”. Este
tratado de espiritualidad, vivero de santos tristes y almacén de tristes
santos, un tanto repetitivo pero dulcísimo y rezumando una suavidad que no era
de este mundo, tan sencillo como conciso representa la cifra y compendio del
pensamiento occidental.
Era, empero, un tiempo con fundamento. Sabíamos
a que amarrarnos. Lo blanco era blanco y lo negro, negro. Había una ley y unos
principios, baremos, una cierta tolerancia ilusionada. A los jueces, a diferencia de hoy que son los
protagonistas de esta triste republica o monarquía bananera, coronada de
corrupción donde se suelta a los asesinos y se encarcela a humildes ciudadanos
por un delito de tráfico o por el mal uso de una tarjeta de crédito, no se les
veía, comían solos y muy gorda tenías que hacerla para acabar ante un tribunal.
Actualmente te pueden sentar en el banquillo por nada, se rasgan las vestiduras
democráticas los fariseos del sanedrín y tú vas a chirona como está mandado
porque hoy todo puede ser delito si te aplican el reglamento de la democracia.
Hoy está todo más confuso y los perfiles muy buidos aparentemente tan amables
por fuera por dentro esconden un envés atroz. No hay libertad. Nos han echado
las cadenas del anticristo y entonces creíamos a pie juntillas de la mano de
aquellos jesuitas que nos daban ejercicios en el reinado de Cristo. Corazón
Santo, tu reinarás…
A través de los ventanales del comedor
penetraba la luz de un nuevo día; allá en lontananza la Mujer Muerta andaba luciendo los armiños de su manto
invernal o en primavera llegaba junto a los buenos consejos del Kempis el canto
de las aves que piaban en la morera secular la que estaba en un rincón cabe el
frontón de la huerta (el hastial donde jugaban a la pelota los del seminario
mayor era el proscenio del teatro Cervantes) Se desayunaba en absoluto
silencio. Así que entre los libritos y por los rinconcitos. El Kempis ha sido
uno de los libros más traducidos después de la Biblia. El afrecho o “frumentum”
de los que rumian altos pensamientos. Es un manual de perfección. ¿Qué es la
perfección? Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos. Sálvanos,
Señor, que perecemos anegados en el mar de rencillas en un océano de
perversiones.
A tanto no llego. Posee este opúsculo el candor
y la eficaz poesía del Evangelio, siendo el producto de una época cuando Europa
era joven y se anunciaban los grandes cambios que vendrían arrastrados por la
invención de la imprenta y los descubrimientos de nuevos continentes. El siglo
XV es el siglo de Europa encarna el triunfo de la iglesia católica. Abocaba un
tiempo nuevo. Los monasterios estaban llenos. Iglesias catedrales cabildos
presbiterios se desparramaban por la geografía del viejo continente.
Precisamente a causa de esta eclosión eclesial se va a producir la crisis y
aquel fervor que empieza con los dictados de los “pequeños alemanes” va a
terminar con Erasmo el gran escéptico y con Lutero el heresiarca. La iglesia va
a morir de su propio éxito tras su apoteosis medieval. Se camina hacia la
unidad y a la aparición de monarquías absolutas todo ello combinado con un
resurgir de los nacionalistas que determinaría las guerras religiosas que
abocaron a baños de sangre intramuros de
burgos villas y ciudades que se desuncen del yugo feudal tanto como
cuestionan la prelación del obispo de Roma sobre la cristiandad.
El marco de los grandes cambios es la
desintegración del Sacro Imperio Germánico. Carlomagno se había erigido mentor
del papado otorgándole la potestad de las llaves y tiene por escenario el norte
de Europa donde aparece esta juvenil pujanza alrededor de los condados de
Brabante, Brujas, Amberes a la sazón muy pobladas; a estas tierras llamaban
“oficina gentium”.
De Tomás de Kempis (1380-1471) poco se sabía:
que era flamenco nacido en la ciudad alemana de Hemerken como hammer (martillo)
donde su padre era el herrero del pueblo y que en toda su vida abandonó el
claustro. Sería enviado a estudiar a Denveter (Holanda) allí ingresa en una
institución fundada por un diacono Gerardo Groot: Hermanos y Hermanas de la
Vida Común. Se ordena sacerdote en 1413 y canta misa en 1414 cuando es nombrado
canónigo de Agnetenberg Utrech según la regla eremítica de san Agustín.
Su oficio fue el de amanuense habiendo dedicado
su vida a copiar misales y libros de devoción poco antes de que los pendolistas
monacales le dieran la vez a Guttemberg para honra y gloria de dios y difusión
del pensamiento. Muere en su convento de Agnetenberg a los 92 años (si quieres
llegar a viejo metete a fraile) el día de Santiago de 1471. No sería canonizado. Sólo es Venerable. Se le
incoaría proceso de beatificación que quedó parado cuando al desenterrar sus
restos se descubrió en el rostro un gesto macabro. Había sido seguramente
sepultado vivo y la desesperación del último instante no se compadece con la
aureola intachable que han de tener los que van a subir a los altares. Al
traductor de sus obras al castellano el P. Granada sorprendentemente le
ocurriría el mismo caso y tampoco su nombre sería inscrito en la nómina de la
bienaventuranza.
Este detalle que a mí me contó uno de nuestros
tres presidentes, don Eloy, (¿qué habrá sido de aquel rubiales mientras
deambulaba camino de Baterías un jueves por la tarde a jugar al fútbol me
impresionó al narrar con todo lujo de detalles cómo fue la exhumación de los
frailes?). Yo también quise ser un santo de adolescente, ganar almas para dios,
servir a la iglesia.
De modo que el autor de una de las escuelas más
importantes de espiritualidad (se dice que el Kempis ha sido una forja de
santos y animó a adentrarse por la senda de abrojos que lleva al camino de
perfección a lo largo de los siglos) no pudo ver coronado sus sueños de unión
con Dios y se condenó para siempre… para siempre. Esto a mí no me cabía en la
cabeza pero los designios del Señor son inescrutables. Empecé a darle vueltas a
la cosa y no encontré solución. Un sacerdote al que consulté mis escrúpulos me
dijo que en eso había sido tentado por Satanás. Había caído en lo que los
ascetas denominan círculo diabólico del pensamiento. Deja de comerte el coco.
Las ideas dentro de la mente los más disparatados pensamientos se devoran unos
a otros. Mejor no pensar, no especular, no escudriñar los misterios de la
Trinidad, no abrir el portón a la loca de la casa que es la imaginación, y sea
lo que Dios quiera. Infancia espiritual. Arrójate en el abismo de la divinidad.
Abandónate. Sí padre ¿Pero cómo? No me supieron dar respuesta. Por ese camino
acabaría por convertirme en un alumbrado. Andando el tiempo la salvación la
encontré en la literatura nunca en la filosofía, tampoco en la teosofía.
Todo cuanto sube baja y todo lo que nace muere.
Las cosas son del cristal del que se mira y con frecuencia no todo es como
parece. Abrazar dogmas es correr muchos riesgos, conviene dejar pasar y dejar
hacer. Este laxismo denso en melancolía es de designio divino. Muy grandiosa
resulta la teodicea amartillada en tesis y en silogismos que enseñaron en sus
aulas magnas el Angélico el Doctor Melifluo y san Buenaventura. Pero ¿cómo
llevarlas a la practica? Esa es la fija. El misticismo neoplatónico termina en
la superstición y en la Cábala. No hay vuelta de hoja. La decimoquinta centuria
pone colofón a la gran teología especulativa que irradiaron las famosas
universidades (Alcalá, Oxford Salamanca, la Sorbona, Bolonia) y como resultado
de esta decadencia surge la mística. Con el objetivo de una búsqueda de dios
intimo y en el interior. Ojo. Estamos a un paso de la herejía. Fruto maldito de
este principio loable pero que degeneró en aberración cerrando la puerta a la
vida en común el menoscabo de la oración mental y de la liturgia fue el libre
examen. Teresa de Jesús: el que tiene a dios nada le falta. Lutero: los santos
no pecan nunca al ser vaso de elección del altísimo. En otras palabras: si con
Él tratamos podemos hacer lo que nos venga en gana. De manera que el concepto
de la divinidad objetiva de la sapiencia medieval cede el turno a la gran
subjetividad moderna. El hombre como medida de todas las cosas y “suum cuique”. Eso es el humanismo. El
renacimiento. Sin querer y deduciendo por una regla de tres encontré en este
corolario la causa por la cual el Kempis no subió a los altares y esta
interpretación de por qué no llegó a santo y se le considera sólo venerable me
satisfizo más que el gesto de desesperación que encontraron los exhumadores de
su sepulcro en su cara arañada.
Fray Tomás había querido robarle el fuego a los
dioses. Claro está siempre nos queda el consuelo del consejo del cura de mi
aldea haz lo que yo te digo no hagas lo que yo hago y el Kempis es un dechado
de perfecciones ascéticas, verdadero tesoro de normas de comportamiento que
sólo los héroes serían capaces de poner en práctica.
No esta probado, en contra de lo dicho, que la
Imitación fuese escrita por este fraile holandés. Porque apareció sin firma en
1418. A Gerson a Eckhart y a Ruysbroeck se ha atribuido el opúsculo y siguiendo
el principio de ascensión y caída nacimiento y muerte la pléyade de autores
religiosos que buscan nuevas fórmulas de espiritualidad degenerarían en los
iluminados y alumbrados de la centuria siguiente.
(II)
Gnosce te
ipsum conócete a ti mismo
despréndete de lo que te sobra, únete al sacramento, conversa con Cristo. He
aquí el método de santificación propuesto por la Imititatio Christi et contemptus mundi. Es el camino de la infancia
espiritual descubierto por Teresa de Lissieux cuatro siglos más tarde. El
abandono. Somos carne de dolor. Habrá
que refocilarse en la propia miseria, tener conciencia de lo poco que valemos.
Hay en esa obsesión un cierto masoquismo. Se trata de unos predicados a día de
la fecha en los umbrales del 2015 poco asequibles pero es lo mismo que
postulaba Job con san Pablo en sus epístolas: que todo es vanidad. Este
cristocentrismo (vivir sin Jesús es un
infierno, vivir con Jesús un dulce paraíso o el que a dios tiene nada le falta de
Teresa de Ávila) hoy no se comprende porque va unido a cierto misoneísmo y
desdén de todo lo terreno.
El Kempis es oscurantista. Apartase de toda
ciencia que no tenga como fundamento el estudio de los dichos y hechos de
Cristo. ¿Qué te aprovecha disputar altas
cosas de la Trinidad si careces de humildad por donde desagradas a la Trinidad?
Si supiera toda la Biblia a la letra y los dichos de todos los filósofos ¿qué
aprovecharía sin la caridad? Vanidad de vanidades. Vanidad es desear larga vida
y no cuidar que sea buena. El Kempis suelta verdades de a puño sobre la
fugacidad de la vida la inanidad de los honores la volatilidad de las riquezas
las mudanzas de la fortuna. Tan sesudas consideraciones nacidas de la
misantropía, sin embargo, no creo que sean lectura recomendable en la
actualidad. En aquellos días nuestros pedagogos considerasen los capítulos del
libro edificante para adolescentes entre doce o quince años. En cierto modo la
iglesia pecó contra nosotros de grave al arrebatarnos las alegrías de nuestra
juventud. Quisieron hacer de nosotros santicos de retablo individuos anormales
que arrastrarían tales taras a lo largo de su existencia. Algo vale que yo que
soy algo anárquico tengo por costumbre tirar siempre por la senda contraria a
la que indican los postes de dirección o por la trocha de en medio pero es
preciso reconocer que el Kempis convirtió en tarados mentales a muchos de mis
compañeros. Algunos irrecuperables. Había que estudiar para vivir no para
saber. Tienes que vencerte a ti mismo hacerte la guerra cambiar lo visible por
lo invisible y lo sobrenatural por lo natural pero tales diferencias no se
entendían muy bien. El tono elegíaco, oscurantista, deletéreo, filosófico y
desdeñoso para con la vida humana esa que nos dio dios nos hacía sufrir y
decíamos para qué; ¿ubi sunt? Tal vez
influyó sobre el pensamiento del siglo XV y repercute en las coplas de Jorge
Manrique a la muerte de su padre. Mas, nosotros no éramos como el poeta castellano que había vivido lo
suyo y en sus famosos versos se mostraba desengañado sino unos niños que
estábamos aprendiendo a vivir y se nos torturaba cada noche con el pensamiento
de las penas del infierno y por la mañana nos desayunábamos con el dies Irae
por los difuntos y nos acostábamos lanzando exorcismos contra los nocturnos
fantasmas que podían rondar nuestro habitáculo.
Se ha de buscar la verdad no la elocuencia. Hay
que despreciar los honores mundanos ¿pero los papas y cardenales leerían las
sentencias de este fraile hipocondríaco y medio hereje? La imagen de Bergoglio
representa casi lo contrario de lo que predicaba fray Tomás en sus sermones. La
ascética de los jesuitas y nada se diga de los del Opus está impregnada de
mundanal ruido. Son un poder fáctico.
No te ensalces de la hermosura y gallardía del cuerpo
que una enfermedad destruye y afea. Pues es verdad. Pero que se lo digan la
Igartiburu ni a la Campos con sus pases de modelos y bellezones a la hora de
comer. Predica la humildad y la obediencia pero verdaderos humildes hay pocos
aunque abunden los falsos humildes y de la sujeción de los monjes al abad no
conviene extenderse largamente. Para los
místicos que aspiran a lo sobrenatural lo natural es un trauma. Y de ahí las conductas aberrantes la
hipocresía dureza de corazón e incluso idolatría de los profesos en ordenes
religiosas. Al querer ser divinos se convierten en apartidas antihumanos
tarados mentales de una psicología difícil al considerarse ellos mismos casta
aparte y unos escogidos. El valor divino de lo humano decía un cursillista del
Opus que venía a darnos charlas el p. Urteaga aunque yo prefiero el valor
humano de lo divino si es que lo hay. Además, suelen incurrir en un error
gravísimo: malinterpretar el evangelio. Gente muy pertinaz y con bastante
retranca. No hay cosa peor que creerse dueños de la verdad. Si cada año
desarraigáramos un vicio, presto seríamos perfectos. Largo nos lo fiáis. Esta
idea está tomada de Ovidio quien que atajar al principio el mal, el bien
procura. Prevenir antes que curar. Principis obsta; sero medicina paratur. Quum mal per longas invaluere moras.
Hay que sufrir con paciencia los defectos de
los otros. Si quieres paz con los otros tendrás que aprender a quebrantarte en
muchas cosas. Es sana virtud la de la mortificación que se traduce en fatigas
persecuciones y oprobios de toda índole.
Septuagenario ya, he vuelto a leer el Kempis
que de niño meditaba a diario entre el
horror, los escrúpulos, las muchas dudas planteadas por mi inocencia a la
sazón, la compunción y el anhelo de perfección, hoy ya de vuelta de todo lo
comprendo mejor. Estamos acá de paso. Somos de esta vida terrena peregrinos.
Ubi sunt? ¿Dónde estan?. ¿Qué fue de aquello? ¿En qué acabó tanto frenesí?
Refrena la gula. Nunca estés ocioso, lee con compunción mas que con curiosidad.
Los mayores santos evitaban la compañía de los hombres y preferían vivir para
dios en su retiro. Tantos desengaños cuantos fracasos y decepciones infinidad
de traiciones. Ahora entiendo lo que no comprendía entonces. Sin embargo, ha
merecido la pena esta aventura. Me siento gozoso de haber vivido. No me cuadra
que un calígrafo un amanuense que siempre andaba entre los rinconcitos y por
los libritos se muestre tan despectivo hacia el saber y la especulación. Ha de
buscarse la verdad no la elocuencia. No querer la nombradía y adquirir fama de
letrado. El monacato es anonimato. Cuando se toma el hábito de una orden
contemplativa se muere al mundo y a la vanagloria. Sin embargo la ciencia y el
mundo progresa gracias a los libros y no hay vida más perfecta que la de la
idea. La especulación nos libra de las particularidades físicas y nuestras
mermas corporales
III
Consideraba
yo un desafecto a la buena educación sentimental estas lecturas mañaneras con
la cruz a cuestas de la muerte la obsesión sexual de que todo es pecaminoso
precisamente cuando nuestras hormonas estaban reventando y todo aquel
terrorismo mental tanta hipocresía circulando cual aire viciado por aquellos
caserones destartalados. Tengo para mí que el librito en cuestión yodo un
centón de ideas arrancadas del Viejo Testamento de los autores clásicos y de
los Padres del Yermo no fue una fábrica de santos sino un vivero de tarados
mentales, pervertiros sexuales que serian incapaces de establecer una relación
sin traumas con una mujer.
Este verano visitamos la Aceitera y con algunos
supervivientes y ex condiscípulos recorrimos la huerta que albergó nuestros
juegos infantiles la muralla adonde nos asomábamos para ver la sierra o
contemplar el acueducto, los tránsitos donde estaba el edículo de la Pilarica a
la que rezábamos los días de retiro, la capilla, la iglesia del Mayor, los
dormitorios y las camarillas las escaleras que daban a la planta noble y las
que bajaban a la leñera y al Patio de
Filósofos.
El refectorio estaba igual que lo dejamos hace
sesenta años. Valdivieso no sin emoción subió para hacer que leía algún
versículo del martirologio o un capitulo de las novelas de Emilio Salgari. Aun
estamos vivos y hay que dar gracias al Altísimo. Lamento tener que decir que
los más sanos fuimos los que ahorcamos los hábitos mientras los que alcanzaron
el sacerdocio me parecieron gente muy complicada. Es un poco la tesis que
explayo en mi novela. Algunos de estos curas no han barrido las telarañas de su
mente. En aquella iglesia había mucha mariconería y algunos prefectos y
directores espirituales había que darles el título de corruptores de menores.
¿Cómo borrar la culpa? ¿Quién perdonará los pecados mortales de la iglesia? Esa
es la pregunta y que el Señor se apiade.
Todos nos emocionamos un poco con la visita
nostálgica. La iglesia a la que amamos y servimos no nos ha hecho a los ex ni
puto caso. Nos considera hombres nulos. Los curas siguen a lo suyo amarrándose
a las boyas del Poder aunque para ello tengan que dar la vuelta a todo lo que
enseñaron y creímos durante centurias enteras. Ninguna disculpa o excusa,
ningún melindre, ninguna caricia para con nosotros. Sois unos rebotados. ¿Alma
mater o madrastra? Mig16 seguía allí esgrimiendo el artículo primero del
reglamento serán expulsados los díscolos los incorregibles… etc.
— Don Federico, mire este chico.
— ¿Qué pasa ahora? ¿Qué tripa se te ha roto,
Clodoaldo? ¿Te volvieron a cascar?
— No, que este niño tiene un blog
— ¿Y qué es eso?
— Un mural electrónico donde se dedica a escribir
mariconadas. Son páginas en las que se desahogan los escritores fracasados los
autores inéditos los que no llegaron a nada en la vida.
— Eso le pasa por tonto. Mejor hubiera estado de
cura. Ahora sería un señor respetable y no un bohemio de esos que van por el
Gijón a darse tono y para que les ponga la cara colorada don Pepito.
— O no. Eso ¡quien lo sabe don Federico! A lo
mejor se hubiera tirado al monte uniéndose a los guerrilleros de Camilo Torres
en Colombia o engrosado las hordas asesinas etarras.
— Y ahora estaría en la calle mira tú y con una
buena paga.
Los años vienen y van. No hay nada fijo. Todo
es mudable excepto los contertulios de la tele y esa chica del telediario la
Cleopatra que lleva años apalancada en la silla y ha sido generaciones enteras
el busto parlante de las malas noticias que proclama desde su ambón
privilegiado con gesto impávido y sin trabucarse excepto cuando la información
se refiere al nuevo rey don Felipillo y a doña Ficticia la nieta del camionero
que entonces exhibe una sonrisa de liebre para anunciar que todo va bien que las
instituciones funcionan y que la ley será aplicada caiga el que caiga (eso ya
se decía en los tiempos de Franco de los que estos monarcas son herederos) y en
consecuencia ojito, mucho cuidado, y oído al parche.
El diablo no duerme. Siempre anda merodeando el
aprisco en la majada buscando a la oveja incauta y descolgada a la que devorar.
Pero estos prójimos han pactado con él. Como son el consenso puro y duro se van
de rositas, con tal que no les quiten la silla o el trono, la tiara, el momio o
el puesto de trabajo.
Al Kempis, por tanto, lo leemos hoy sólo los
extraterrestres. Estos que están en la cresta de la ola se inflaman de
Maquiavelo páginas y más páginas de inviernos en Lisboa y tócala otra vez, Sam.
El fin justifica los medios. Los jesuitas etc.
— ¿Y Bergoglio? ¿Cree Vm. que meditará cada
mañana con este librito)
— Dúdolo mucho. Es del bando maquiavelista. No
desdeña el poder y la gloria y se rige por la sagacidad del siglo. No creo que
este pontífice quiera ser tenido por poca cosa y ser despreciado humillado y
escupido por seguir a Jesucristo. Antes bien busca el halago y las bendiciones
del mundanal.
— Esto es; que quiere ser políticamente correcto,
no salirse de madre.
— Posee todos los vicios y ninguna virtud de los
jesuitas
— ¿A quien le amarga un dulce?
IV
Por uno de los balcones de la memoria al
escuchar estos diálogos de mi conciencia de septuagenario he visto a aquel
adolescente tímido y confuso que en aquella capilla tras la muralla bañada por
la luz de la sierra leía estupefacto aquel manual de espiritualidad que le
regaló una tía monja en papel biblia y tapas de piel. También quería él vivir
por los rinconcitos y entre los libritos. Quería ser santo. Luego todo serían
desventuras incertidumbres pesares y fracasos. La gloria no le llegó jamás y la
santidad a la que aspiraba es un vacuo territorio comanche. No hay ya
hornacinas ni aureolas ni sonrisitas melifluas en estatuas de escayola, más
bien coronas de espinas y el látigo de tarascas del Corpus o del sayón de
Semana Santa.
Clodoaldo Verumtamen [que así lo llaman y se
apellida] a sus setenta años reconoce que aquellas lecturas desordenadas de
algo que no entendía y que le ocasionaba un cierto malestar interior incentivó
la semilla de su capacidad de sufrimiento, aguantar mecha, no contestar a la pedrada
con otro golpe de honda no devolver la bofetada y afrontar el oprobio y
menoscabo de tu persona con una forzada sonrisa.
En la educación para el sufrimiento es
imbatible este fraile flamenco en los consejos que imparte. El que quiera venir
en pos de mí tome su cruz y me siga. ¡Oh
bona cruz salvum me fac! Ayúdame, señor, en todo lugar y tiempo. Pedid y
recibiréis buscar y hallareis. Llamad y se os abrirá. Esto por desgracia no ha
sido así. Encontré muchas puertas
cerradas, cegados muchos caminos. Sería que mis suplicas al Dador de vida iban
mal encauzados o pedía lo que no me conviene. O que no sabía pedir. A dios
rogando y con el mazo dando.
He aprendido a obedecer, a humillarme y ser
lodo a los pies de la gente. Ven en mi auxilio que estoy atollado en el fango
¿El infierno? Puede que exista. No le tengo miedo; yo lo he pasado a lo largo
de mis días. Confío en la promesa de resurrección. Mudables somos pero en Ti
estamos firmes… ojalá dios fuerte de Israel celador de las almas fieles mires
el trabajo y el dolor de tu siervo y le asistas en todo doquiera que fuere.
Recibimos los que nos dedicamos a juntar verbos
el consuelo de la Escritura. Y por ahí deben de andar revoloteando las alas del
Divino Paráclito. El oscurantismo del que hace alarde fray Tomás no puede ser
más falso y contradictorio pero ¿qué es la existencia sino perpetua
contradicción y espasmo? No faltarán miserias y tribulaciones. No obstante,
asidos al remo de la gracia, no naufragaremos en medio de la tempestad. Cristo
es el camino de la paz y la verdadera libertad. Por eso le denomina el Gran
Eleuterio o libertador. Este concepto iluminó mi vida y se agranda con el paso
de los años. En cristo vivo y respiro. La enseñanza evangélica configura el
ideario de una religión perfecta la del amor que nunca se cumple, o se ha
materializado en el mundo de forma invisible. Puede que las apariencias engañen
pero aparentemente los anticristos llevan la voz cantante sobre los pobres
nazarenos de espinas coronados a los que dan a beber hiel y vinagre. Así que
ellos andan escondidos por los rinconcitos y entre los libritos. Ninguno
levanta el gallo. Nadie quiere engrosar la nómina de los mártires.
Quedémonos en casa calientitos.
El cristianismo está traspasado y mecido en esa
tensión hacia el ideal. Esta es mi esperanza y mi consuelo acudir a Ti en toda
tribulación y esperar pacientemente el consuelo. Frases tan maravillosas como
estan constituyen el decálogo sapiente de la Imitación de Cristo. Un aura de
luz baña sus páginas que explican una filosofía y pautas de comportamiento a
redropelo de lo que hoy se estila y se aconseja para triunfar. Pero nos
encontramos ante un opúsculo políticamente incorrecto el mejor apólogo jamás
escrito de los cuatro evangelios. He aquí una muestra de ese ·contemptus mundi”: Ninguna cosa criada
basta para aquietar mi apetito. No sentir alguna tribulación ni sufrir fatiga
no es de este siglo sino propio del descanso eterno. Nacemos para sufrir. Por
todo ello, los cristianos fuimos acusados de masoquistas. No has de inquietarte
por ser feliz ni vivir mucho porque la vida larga aumenta las posibilidades de
pecar. Es preciso vivir con templanza en abstinencia de manjares y en
esperanza. La virtud de la templanza vuelve longevo al hombre. Un axioma
incontestable. Los eremitas suelen alcanzar edad muy provecta. La frugalidad es
madre de la sabiduría: no moverse a todo viento de palabras ni tampoco dar
oídos a la halagadora sirena de la adulación. No te enojes si algunos tuvieren
mala opinión de ti y dijeren lo que no quisieras oír. Pues si andas dentro de
ti no harás caso de las palabras que vuelan que no poca prudencia es callar en
el tiempo adverso y no turbarse por los juicios humanos. Del desordenado amor y
vano temor nace todo desasosiego y toda distracción de los sentidos. Ven a Mí
cuando no te hallares bien. Cada jornada tiene su afán y bástele a cada día su
trabajo (Mt. 6,34) no se turbe ni tema tu corazón (Jn. 14,27) Cree en Mi y ten
confianza en mi misericordia pues cuando tú piensas que estás lejos de Mí yo
estoy cerca de ti. ¡Maravilloso! No está todo perdido cuando alguna cosa te
sucede contraria.
V
Predica el
desasimiento de las cosas terrenas y el abandono en el Dador de Vida con esa
ingenuidad que caracteriza a la decimoquinta centuria cuando a Europa le salía
el acné de la adolescencia y pletórica de fuerzas se adentraba en una crisis de
crecimiento. El catolicismo moriría de su propio éxito. El Kempis da los
primeros pasos del libre examen que sería el punto de arranque de la herejía
luterana y en sus dieciocho capítulos crepita una acerada crítica a la
disipación laxista de las ordenes religiosas que darían paso a la reforma y a
la contrarreforma. Sus páginas resuman el candor de la pintura de los pequeños
alemanes. Es una miniatura o cuadro al minio de la vida monacal en Flandes
donde se plasman interiores y paisajes floridos en combinación con estados de
ánimo y una inquietud religiosa que anticipa el advenimiento del Renacimiento.
Con criticas a los poderosos de la tierra. Ni los reyes ni los papas se libran
de las tribulaciones. Esto es un valle de lágrimas un lugar de tránsito donde
la única manera de ser feliz es el dominio de los apetitos la moderación en la
mesa y en los afectos. Ne quid nimis pero por esos mismos predicados andaban ya
Séneca y los peripatéticos griegos. La verdadera vida comienza en el más allá.
Cumple de tejas abajo llevar con paciencia las adversidades soportar los
insultos y calumnias de nuestros prójimos. Los pobres y desvalidos los
humillados y ofendidos serán recompensados y obtendrán su desquite el Día del
Juicio. Largo nos lo fiáis. A causa de esa esperanza o expectación mesiánica
los cristianos son tachados de locos por los librepensadores y zionistas que
laboran por construir el reino de dios en el suelo o en el subsuelo y no en la buhardilla
del rascacielos.
Dentro de sus hallazgos literarios y la dulzura
que imprime a la traducción castellana el P. Fray Luis de Granada quien hizo
convirtió al Kempis en el devocionario más popular durante siglos la obra
también tiene sus mermas: la machaconería y la repetición y las contradicciones
que nos descubren la psique de un fraile apocado y confundido, algo deprimido y
no demasiado simpático o popular dentro de su monasterio. Le gustaba llevar la
contraria. ¿Era un soberbio so capa de falsa humildad?
Da la impresión de ser un amargado que se
refugia en Jesucristo para hablar con un dios que acaso sea la prolongación de
sí mismo. En él encuentra valimiento para su apocamiento quietista casi al
margen de la ortodoxia. Dentro está la luz de la sabiduría de Cristo. Como
valedor y consolador de sus desgracias y paliativo a nuestros sufrimientos.
Ahora ya no hay luz. La pantalla se nos fue a negro aunque es posible que la
luz se esconda debajo del celemín. Son palabras que vuelan por el aire sin hacer
mella. Tras de tiempos vendrán tiempos de mayor dulzura quedando confundida la
astucia diabólica y la vanagloria los prestigios las falsas expectativas los
capciosos reclamos irán de cabeza a las calderas de Pedro Botero. Un cirio
nuevo iluminará otra época.
domingo, 07 de
diciembre de 2014