SE RASGÓ EL VELO DEL TEMPLO Y TREMÓ LA TIERRA
Un ángel bajaba del cielo y se paseaba, galán, por los andenes del triforio-unos decían que era un querube, y otros un serafín pero los más avezados en la difícil ciencia de la angelología aseveraban que pertenecía al grupo de las potestades y de los tronos- cuando la schola cantorum daba respuesta a la narración dramatizada de la pasión según San Mateo:
- Vellum templi scissum est et omnis terra tremuit
El velo del templo se rasgó, el mundo se cubrió de tinieblas y toda la tierra tembló. Hubo un terremoto en Jerusalén aquel viernes que debió de ser del grado 8 en la escala de Ritzer de intensidad pareja al que acaba de ocurrir en Japón. Las sepulturas se abrieron y los huesos empezaron a caminar. Lo había profetizado Ezequiel. Muchos justos volvieron a la vida con los mismos cuerpos que tuvieron. Pero el pueblo judío no creía. El velo del sanctasantorum del templo que edificó Salomón quedaron patentes y derribadas las arcas de la alianza como un testimonio de que quedaba abolida la Vieja Ley y un pronóstico de su inminente destrucción por las legiones de Tito cuarenta años después. Los mandamases seguían empecinados en su aversión cristo-fóbica pero el eje de la tierra se hizo cristo-céntrico. “Cuando yo muera todo lo atraeré hacia mí”. Y esa saña, esa aversión típica del sanedrín fluye por la historia como un torrente de agua negra. “Crufige, crucifige eum”. Matarle vosotros, dijo el pretor.
-Nobis non licet interficere quemquam
-Regem vestrum crucifigam?
Y la respuesta del populacho fue rotunda:
-Nosotros no tenemos más rey que a Cesar
-Pero es un justo.
-Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
La naturaleza me ha dotado de ciertas percepciones ultra sensoriales y aquella hora de tarde mientras se celebraban los ritos exequiales por el Señor muerto vi en lo alto de las cúpulas a un grupo de ángeles de luto. Las santas mujeres se habían hecho a un rincón de la nave del transepto afligidas entre los penitentes que aguardaban la salida de la procesión cerca de los pasos. La Verónica ostentaba el pañuelo en el que se había estampado el rostro coronado de espinas y lleno de llagas del Rey de Israel. Pepin del Moral lo bordó con la batuta y el chantre Dionisio, un beneficiado muy corpulento, que poseía una hermosa voz y solía interpretar el papel de Jesús en la narración cantada de la pasión de san Juan rizaba el rizo cantando las palabras del divino redentor en la octava baja:
-Quem quaeritis? (¿A quien buscáis?
-Ego sum (soy yo)
-Amice, ad quid vinisti (a qué has venido, amigo)- le dice a Judas
Accipiter luego andando el tiempo sería consciente que el eco de aquel canto se había estampado en su pecho como el anagrama de una fe inconmovible y duradera. Le tatuaron el rostro de Cristo un viernes Santo. Había montones de piedras sobre las tumbas y era consciente de que todos los hombres han de morir pero el drama de aquel viernes santo había traspapelado los dictámenes de la naturaleza. Aquel sepulcro en el huerto de los olivos que pertenecía a Nicodemus en el girar de la gran piedra abriría la puerta de la esperanza y de la resurrección en la vida futura. Al que buscáis no está aquí. Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Y al decir estas palabras el ángel terrible que escribía la espada flamígera que hizo tumbar de miedo a la guardia romana que mandó de custodia Pilatos intentó calmar el pavor de las Santas Mujeres. Fue aquel ángel el que entonó la antífona del Vexilla Regis y desde entonces los estandartes de la cruz cruzarán todos los caminos de la historia:
Victimae Paschale laudes inmolent Christiani.
Agnus redemit oves. Christus innocens Patri reconciliavit peccatores.
Mors et vita duello conflixere mirando: Dux vitae mortuus regnat vivus.
Dic nobis Maria quid vidisti in via? Sepulcrum Xti viventis et gloriam vidi resurrentis, angelicos testes, sudarium et vestes.
Surrexit Xtus spes mea: praecedet suos in Galileam
Scimus Xtus Surrexit a mortuis vere: tu nobis victor Rex, miserere. Amen.
Claro que era muy difícil entender aquello. Cristo rey victorioso de la muerte. Accipiter había escuchado muchas veces aquella monserga:
-Ninguno volvió de allá para contárnoslo.
Revierte el polvo al polvo y la carne se pudre dentro de la tierra. Sólo a esta gran preguntas guarda la fe sus misteriosas respuestas.
CRISTO CALLABA
Cuando el diácono cerrando el misal casi con furia anunciaba la muerte del Señor (et emissit Spiritum), un silencio espeso se apoderaba de las tres naves de la iglesia mayor. Los fieles caían de rodillas a indicación del subdiácono:
-Flectamus genua.
-Lévate
el señor obispo oficiante musitaba al punto en voz baja y para su casulla de fimbria recamada de oro una oración puntual:
-Adoramus te Christe et benedicimus te quia per sanctam crucem et resurrectionem tuam redemisti mundum
Las gárgolas por sus fauces abiertas vertían agua hacia los canalones de la calle. Las harpías de piedra chorreaban lágrimas. Viernes Santo era el día del Perdón. Todos participaban, compungidos, de aquel silencio de Dios que ocultaba su rostro. Jesús autem tacebat. Jesús callaba. Los ojos del profeta se nublaron.
-Caligaverunt oculi mei
Se llenaron de tierra mis ojos, esa era la letra de uno de los motetes de Palestrina que entonaba la liturgia del impetratorio, no queriendo ver la espantosa escena del Gólgota.
-Eli, Eli, lamma sabactani
Padre mío, padre mío ¿por qué me has desamparado
Y uno de los sayones comentó en tono jocoso.
-Che, a Elías llama éste. Veamos si baja Elías a salvarle… si fueras el hijo de Dios, baja de esa cruz.
Jesús callaba. No quería responder al reto y a la provocación ni en la hora suprema pero antes de expirar obró su último milagro y perdonó a san Dimas el buen ladrón:
-Antes de una hora estarás conmigo en el paraíso.
De allí a poco sonó el grito final (cum voce magna) del Crucificado:
-Consumatum est.
Y entregó su espiritu. Rindió viaje terrenal. Únicamente el centurión Cornelio, el capitán romano que mandaba al pelotón de la ejecución, un gentil, creyó en él. Fue la primera conversión:
-Verdaderamente, éste era el Hijo de Dios.
en los labios de aquel rudo mílite que había pertenecido a la Victrix que conquistara Judea se proclamó el primer acto de fe al pie de la cruz en aquella amarga hora de las tres de la tarde de un Viernes de Dolor. Y cuando se derramó el cáliz de su sangre quedando desangrado le dieron a beber hiel mezclada con vinagre. Lo había pedido a sus ejecutores:
-Sitio .
Sólo siete veces interrumpió el Mesías su silencio. Jesús autem tacebat. Callaba en el pretorio, sufrió en silencio las afrentas azotes y salivazos que siguieron a la pantomima del Lithostros, guardó silencio en la casa de Anás, se estuvo quieto en el gazofilacio y delante de Herodes no dijo ni mu. El tetrarca entonces lo vistió de la túnica blanca con que se envolvía a los locos y se lo devolvió al pretor. En el camino fue la irrisión de los jerusalemitanos. Los que le había aclamado triunfante sobre la borriquilla el domingo de ramos ahora lo abucheaban. No puede haber sido escrito en el mundo otra crónica más fascinante que la narración de la Passio en los cuatro sinópticos. En sus párrafos late la inspiración divina. Juan, Mateo, Marcos, Lucas se comportan como notarios de la actualidad o periodistas que dan testimonio de un suceso que iba a cambiar la historia del mundo de manera concisa. Este laconismo de los evangelistas hace más creíbles los hechos narrados.
30 abril 2011
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sábado, 30 de abril de 2011
jueves, 28 de abril de 2011
semana santa segoviana
LOS COLORES DE SEMANA SANTA. SAN PEDRO ERA CALVO. LOS RESPONSORIOS DE TOMÁS LUIS DE VITORIA. EL TENEBRARIO
De aquellos días de mi infancia hago memoria que como consecuencia de las veleidades del calendario gregoriano y al no caer la Pascua en fecha fija sino variable el tiempo era frío si la Resurrección era festejada a primeros de marzo y alegre y gozosa cuando la epacta a la semana grande con fechas de últimos de abril. Verdadera pascua de flores. Había que confesar y comulgar para ponerse a bien con Dios. Los campos estaban que daba gusto mirarlos porque no había domingos sin sol ni doncellas sin amor. La efervescencia de la naturaleza se mostraba rotunda en las mieses que encañaban, las ramas de los árboles que abrían sus pimpollos las noches que eran más cortas y las tardes más largas y que las muchachas en flor acusaban esa rotundidad de la naturaleza que pronunciaba las curvas de sus talles, el alabeo de sus senos y la sonrisa de sus rostros. Al regresar de los paseos y de las visitas a los monumentos los seminaristas conocían el cosquilleo del primer amor que había de ser platónico por supuesto y que dejaba en el corazón un poso de dicha y de tristeza. El torrente de la sangre estaba ahí pero la voz de la Teología mandaba callar a las células. Echa el freno, magdaleno, tú vas a ser cura, mantente en castidad. Una mirada, una sonrisa de aquellas muchachas que estudiaban Magisterio o estaban internas en las jesuitinas o en las concepcionistas a más de uno lo volvieron tarumba. La primavera había venido y algunos pensaban haberse vuelto modorros y no es que estuvieran modorros, es que habían conocido a una chica que les hacía tilín. Desconocían su nombre, no habían hablado con ellas. Sólo un encuentro casual en el cancel de una de las muchas iglesias donde se hacía el recorrido habitual de las siete estaciones y los siete padrenuestros. Como mucho el contacto había quedado reducido a ofrecerles el agua bendita al entrar o salir para santiguarse. En el talego de la muda con la ropa blanca venía aparte del condumio (el choricillo del pueblo, una morcilla, alguna que otra lata de sardinas y un poco de queso con un recado de la madre escrito con letra apresurada de la madre: Ten, hijo, para que no pases hambre, hinca los codos, no armes bulla, no te metas en ciscos, reza las tres Avemarías antes de acostarte, los calcetines cámbiatelos todos los días para que no huelan los pinrreles que en eso has salido a tu padre, ahorra y no gastes porque ya sabes como estamos, yo he tenido que coger huéspedes a pupilo para pagarte la carrera, procura no coger frío, etc… mamá no tengo un real, sólo me compro una bamba algunos días cuando viene con nosotros la señá Isabel con el cesto cuando salimos de paseo porque me da mucha pena la pobre, no hablo más que en los recreos, me aplico, soy bueno, etc…) venían las Rimas de Bécquer y algunos los más audaces se atrevieron a Encargar el Decamerón de Bocacho con la posibilidad de que libro tan amoroso y tan procaz pudiera ser confiscado por la autoridad competente.
-Aguado, pero ¿cómo se atreve a leer semejantes porquerías?
-Es que, don Eloy, nos lo ha mandado don Tirso el profesor de literatura para un trabajo.
-Es que… es que. Pero ¿tú no sabías, pedazo de majadero, lo que es el Índice?
-No, señor.
-Pues leer a Bocacho es un pecado gordísimo. Es un libro prohibido. Aguado, estás en pecado mortal. Ya estás subiendo ahora mismo al cuarto del padre Mañanas a confesar tu falta ante el confesor bendito.
Aguado hizo un gesto de contrariedad porque la penitencia que le mandaba superaba con creces el cuerpo del delito y el director espiritual se hinchaba a hacer preguntas, era muy tocón y algunos habían tenido que salir de naja de la celda de aquel jesuita pegando un respingo. El niño empezó a llorar:
-Pero si yo no lo he leído, prefecto, ni siquiera lo hojeé. Mire, está sin abrir
y entre lágrimas le mostró el opúsculo intonso editado por Miñón una casa de Valladolid especialista en libros clásicos.
-Bueno, por una vez pase-dijo el maestrillo no del todo convencido.
Aguado se quedó sin libro. Don Eloy se metió la obra prohibida en el bolsillo de su sotana y mandó al muchacho que aquella noche no bajara al refectorio. A la cama sin cenar.
Los que presenciamos la escena mientras girábamos por el cuadrado de los tránsitos nos reíamos para nuestros adentros pues intonso y todo Aguado había leído los cuentos que ocurren en la despreocupada y nada melindrosa Verona del siglo XIII contándonos de que iban algunos de los chascarrillos sobre todo el del Hortelanillo de las monjas que era mudo. Todas y cada una de las religiosas pasaron por su cabaña incluso la madre superiora. Muchos años más tarde cuando en un cine de Londres vi la película magistralmente narrada por Passolini no pude menos de acordarme de Aguado y sus aflicciones con don Eloy que le había tomado ojeriza y me deleité con la secuencia de la madre superiora que se alza el hábito-uno de los preceptos de la regla clarisa era que las religiosas no llevasen ninguna ropa interior como penitencia debajo de la estameña- y apareció in puribus. El hortelano que supuestamente era mudo y harto de tanto laboreo sexual prorrumpe en un grito:
-No, madre, otra vez no.
Todas las monjas acudieron al escuchar tan formidable vozarrón. Y creyeron que era milagro. Cachondeos aparte, los seminaristas también tenían su corazoncito y no eran inmunes a los dardos de Cupido en aquellas tardes de domingo sin amor. Muchos empezaron a escribir poemas y a llevar un diario. No sé lo que me pasa. Hoy la he visto. Ayer no me miró. Estoy modorro… En definitiva, es lo que hacen todos los adolescentes del mundo. Pero nosotros éramos diferentes. Teníamos que ser santos y disfrutar de otra clase de bellezas más espirituales. Creo que la Iglesia es sabia al formular tales reconvenciones sobre los peligros de la carne, las veleidades del sexo y del afecto. No escuchéis los cantos de sirena. Oídos sordos. Recordad a Ulises. Una simple falta puede ser una concesión a la fatalidad y el predicador del Sermón de las Siete Palabras era de los que ponían los paños al púlpito, no tenía pelos en la lengua, no paraba en barras. Hijitos míos… para siempre… para siempre. Y describía con tanta viveza y prosapia los terrores del infierno que en los bancos de atrás se escuchaban jipios de almas conmovidas que ante la meditación de las penas del infierno eran incapaces de contener las lágrimas. La pena del fuego era menor según él que el tormento de la sed… esa gota de agua que golpeará la cabeza de los condenados y nunca la podrán beber… para siempre… toda la eternidad… sitio, clamó Jesús en la cruz tengo sed y le pasaron por los labios una esponja empapada en vinagre con hiel. Y todo por unos malos pasados por un pecado mortal que cometí aquel día y el pecado mortal para nosotros en aquellos días sólo tenía que ver con la infracción de un mandamiento el sexo. Obsesión fatal. Un pensamiento impuro y acababas en las calderas de Pedro Botero. Una idea fija que ahora me haría sonreír con melancolía. Nos querían capar sin duda. De eunucos es el reino de los cielos. Era muy duro desatender a la convocatoria de los sentidos cuando todo despierta en tu organismo adolescente y hay añoranza de belleza y de paraíso en aquellas tardes sin amor mientras veíamos pasar a nuestro lado a las muchachas en flor. Sus madres prorrumpían en aplausos:
-Ya estan ahí los curiñas. Pobres que majos.
Había uno muy guapo Montoro que parecía el vivo retrato de Santa Inés o de San Gonzaga y una abuela saltó en medio de la terna y se lo comía a besos. Montoro se puso colorado como una berenjena.
-Quite, quite, señora, que me va a hacer perder la compostura y me piso la sotana.
-Guapo.
Los piropos de la buena mujer no le depararon grandes satisfacciones en nuestros corros. Carrasco le llamó marica pero como era muy inocente preguntó:
-Y eso ¿qué es?
Asi andábamos de inocentes por entonces aquellos pipiolos. No nos había bataneado la vida. Las turbas nos decía el padre Mañanas en sus platicas son volubles de criterio y pronto mudan de parecer. Mirad lo que le ocurrió a Jesús en Jerusalén los hosannas y vitorees del domingo de ramos se transformaron en gritos de crucifícale. Los besos de la anciana llena de ternura que algunos dijeron que era Santa Isabel que había resucitado para ver pasar a los curillas hacia Baterías eran arrebatos maternales que nada tendrían que ver con lo que le ocurrió a Montoro el cual después de colgar la sotana se matriculó en derecho y se hizo de los de la cuadrilla de Felipe González. Seguía teniendo un buen fondo de armario y en una asamblea en la Facultad de aquellas del 68 mientras largaba un discurso se levantó una moza y de buenas a primeras le desencajó una proposición pecaminosa:
-Quiero un hijo tuyo
-¿Ahora?
-Sí ahora. Soy una mujer liberada.
Semejante caso no ocurría ni en las películas de Fellini cuando los locos se subían a los árboles y pedían a voces que les trajesen una señora. Voglio una donna. Montoro era mucho Montoro; se casó con una muy guapa una tal Carmen y tuvieron unos hijos preciosos, los dos eran del PSOE y los dos acabaron divorciándose. En parte llevaban razón nuestros padres maestros al recomendarnos tiento en nuestras relaciones sentimentales. Y uno de ellos don José Pedro Carrero que había leído a Nietzsche nos endilgaba el consejo de Zaratrusta: “Cuando vayas con una mujer no olvides la tralla”.
Aunque a nosotros crédulos e ignorantes y sin saber lo que era el mundo nos pareciese de otra manera la belleza y el amor son otra cosa. Nada tienen que ver con la fuerza del instinto ni la concupiscencia animal. La belleza carece de sexo pero Ulises sucumbió a los encantos de Ariadna y perdió el hilo. Nosotros ¿qué sabíamos? El corazón humano posee una inmensa sed de belleza un anhelo de eternidad, un deseo vehemente de divinidad y eso sólo podía encontrarse en los sueños, en los libros, en el trazado de las catedrales donde resonaban augustas las voces del diacono cantando la Passio o escuchando los motetes de Palestrina y del Padre Tomás Luis de Vitoria que escuchábamos entonces o recitando los improperios e himnos del oficio divino hispanovisgótico llenos de majestad latina y de sentimientos de amor y perdón. Cristo nos había redimido con sus dolores y devueltos a aquella vida y a aquel sol y a aquella luz de Segovia que parecía llenar de claridad el corazón. No podía ser posible que por mirar a una muchacha o tener una polución nocturna te mandasen a los infiernos para siempre… para siempre. Había una desproporción entre la pena y la culpa pero la sed de vivir se manifestaba en aquellos poemas que leíamos a hurtadillas de Juan Ramón o de García Lorca o de Alberti o Gerardo diego. Me metí entre pecho y espalda a todos los poetas del 27 a la luz de una linterna en mi camarilla. Nadie nos había dicho que Alberti o Lorca eran rojos. Asistíamos a los coloquios del cine club y nos convertimos en cinéfilos de las grandes cintas italianas y francesas de los 50 y 60 (Goddard, Aldo Fabrizzi, Totó, Vittorio de Sicca, Antonioni, Trufeau) y fatigábamos el cuerpo en las tardes de paseo pataleando un balón en campos de tierra. Luego bajamos al refectorio a merendar nuestro trozo de queso americano un vaso de leche en polvo y tres galletas. Algunos renqueaban en la fila por las agujetas y se le marcaba la marca del bonete sobre sus melondras rapadas al cero. Pero en Semana Santa no había paseos (deambulatio) pasábamos la mayor parte del día en la iglesia y el Viernes Santo día de ayuno nos daban limonada. Se había muerto Dios. En el cuartel los soldados del regimiento hacían guardia con el fusil a la funerala. Pasaba bien la limonada y la mojábamos con pan. Un jueves santo como tenía sed me bebía cuatro vasos de aquella sopilla. Me entraron risas, me rilaban las piernas pero a pesar del día de luto yo me sentía muy alegre. Sin llegar a la borrachera me puse un poco piripi. A la hora de las preces ya estaba chispa.
-Parrita que la coges
-No pasa nada, Valdivieso. Sangre de Cristo.
-Laus tibi Deo- respondió entre carcajadas el hijo del cabo de Vegafría- Hoy vas a dormir bien.
El vino para mí ha guardado desde entonces el secreto de los gozo y las sombras de la vida. Es un anestésico contra los grandes dolores de la existencia pero es un tósigo. Peligro. Viva el vino y las mujeres pero el vino que viva mucho más que las mujeres. Era mi primer contacto con Erifos un dios misericordioso y eucarístico pero traicionero.
-¿Buscas la catarsis?
-Huyo de mí mismo
Judas se ahorcó y en los pasos de la procesión siempre lo pintaban pelirrojo y con barba de azafrán. A San Pedro Calvo y algo tosco a san Juan de verde y la Verónica Maria de Cleofás y a la Virgen María de azul al pie de la cruz. Cristo nuestro salvador iba de colorado como aquel vino tinto de las refacciones de Miércoles Santo que infundía bríos melancólicos. Por Judas siempre sentí compasión. Amaba el dinero y era algo beodo. Su traición estaba escrita por el destino. Cumplía un destino inexorable un papel que se le había asignado. Verdaderamente aquel apóstol que ha venido a encarnar la ira y la abyección que ha sentido la humanidad contra el pueblo judío no era libre. Podía bien haberse ahorcado de una rama del moral centenario que vigilaba nuestros juegos en la huerta cerca de la campana y del frontón a la trasera del cine Cervantes. Al lado de acá estaba un patio semiabandonado donde tenían el convento las monjas que nos cuidaban y llamábamos Carboneras y justo enfrente del refectorio estaba el torreón una de esas torres almenadas que son frecuentes en las ciudades de Castilla la Vieja. Había sido el lugar donde se instalaba el cuarto de guardia que vigilaban por la noche desde el tiempo de los romanos. Era un tétrico lugar. Abajo se situaban unos cuartos oscuros que antaño fueron calabozos y arriba había un secadero para poner la ropa a tender. Era la cárcel del seminario. Los alumnos díscolos e incorregibles los que habían cometido alguna falta grave eran castigados a pasar en una de sus celdas dos días a pan y agua por el rector pero esta serie de castigos no eran frecuentes en el tiempo que yo lo conocí. Sin embargo, siglos atrás los jesuitas lo habían utilizado como cárcel más que para punir a algún postulante como una de las numerosos pruebas para mostrar la verdadera vocación a los estudiantes del noviciado. Lo llamábamos la Torre Antonia.
Las procesiones eran interminables y acabamos rendidos acompañante a los cristos muertos y a las dolorosas de los siete cuchillos. La más popular era la de Santa Eulalia que competía con la de San Millán que era una talla de Aniceto Mariñas de María al pie de la cruz muy valiosa. Nos acotábamos tarde y nos levantábamos al amanecer porque teníamos que asistir al rosario de la Aurora. Veíamos salir el sol por la Mujer Muerta e íbamos en fila india acompañando a los cofrades y a algunas beatas descalzas y arrastrando cadenas otras con los brazos en cruz que cantaban el “Perdona tu pueblo, Señor”, el “Amante Jesús mío” y el “Sálvame, Virgen María. Sin embargo la parte más impresionante de nuestra semana santa eran los oficios de Miércoles Santo en que se celebraban las tinieblas. Se cantaban catorce salmos a cada uno de los cuales correspondía una vela del candelabro o tenebrario con los improperios de Jeremías y las lecciones y la iglesia a rebosar vivía el momento con intensidad en medio de un silencio impresionante interrumpido por el golpeo de los bancos o el sonar de la carraca. Tambien se cantaban los motetes de Palestrina y de Tomás Luis de Vitoria, el “Popule meus”, el “Caligaverunt” con las estrofas de la pasión.
28 de abril 2011
continuará
De aquellos días de mi infancia hago memoria que como consecuencia de las veleidades del calendario gregoriano y al no caer la Pascua en fecha fija sino variable el tiempo era frío si la Resurrección era festejada a primeros de marzo y alegre y gozosa cuando la epacta a la semana grande con fechas de últimos de abril. Verdadera pascua de flores. Había que confesar y comulgar para ponerse a bien con Dios. Los campos estaban que daba gusto mirarlos porque no había domingos sin sol ni doncellas sin amor. La efervescencia de la naturaleza se mostraba rotunda en las mieses que encañaban, las ramas de los árboles que abrían sus pimpollos las noches que eran más cortas y las tardes más largas y que las muchachas en flor acusaban esa rotundidad de la naturaleza que pronunciaba las curvas de sus talles, el alabeo de sus senos y la sonrisa de sus rostros. Al regresar de los paseos y de las visitas a los monumentos los seminaristas conocían el cosquilleo del primer amor que había de ser platónico por supuesto y que dejaba en el corazón un poso de dicha y de tristeza. El torrente de la sangre estaba ahí pero la voz de la Teología mandaba callar a las células. Echa el freno, magdaleno, tú vas a ser cura, mantente en castidad. Una mirada, una sonrisa de aquellas muchachas que estudiaban Magisterio o estaban internas en las jesuitinas o en las concepcionistas a más de uno lo volvieron tarumba. La primavera había venido y algunos pensaban haberse vuelto modorros y no es que estuvieran modorros, es que habían conocido a una chica que les hacía tilín. Desconocían su nombre, no habían hablado con ellas. Sólo un encuentro casual en el cancel de una de las muchas iglesias donde se hacía el recorrido habitual de las siete estaciones y los siete padrenuestros. Como mucho el contacto había quedado reducido a ofrecerles el agua bendita al entrar o salir para santiguarse. En el talego de la muda con la ropa blanca venía aparte del condumio (el choricillo del pueblo, una morcilla, alguna que otra lata de sardinas y un poco de queso con un recado de la madre escrito con letra apresurada de la madre: Ten, hijo, para que no pases hambre, hinca los codos, no armes bulla, no te metas en ciscos, reza las tres Avemarías antes de acostarte, los calcetines cámbiatelos todos los días para que no huelan los pinrreles que en eso has salido a tu padre, ahorra y no gastes porque ya sabes como estamos, yo he tenido que coger huéspedes a pupilo para pagarte la carrera, procura no coger frío, etc… mamá no tengo un real, sólo me compro una bamba algunos días cuando viene con nosotros la señá Isabel con el cesto cuando salimos de paseo porque me da mucha pena la pobre, no hablo más que en los recreos, me aplico, soy bueno, etc…) venían las Rimas de Bécquer y algunos los más audaces se atrevieron a Encargar el Decamerón de Bocacho con la posibilidad de que libro tan amoroso y tan procaz pudiera ser confiscado por la autoridad competente.
-Aguado, pero ¿cómo se atreve a leer semejantes porquerías?
-Es que, don Eloy, nos lo ha mandado don Tirso el profesor de literatura para un trabajo.
-Es que… es que. Pero ¿tú no sabías, pedazo de majadero, lo que es el Índice?
-No, señor.
-Pues leer a Bocacho es un pecado gordísimo. Es un libro prohibido. Aguado, estás en pecado mortal. Ya estás subiendo ahora mismo al cuarto del padre Mañanas a confesar tu falta ante el confesor bendito.
Aguado hizo un gesto de contrariedad porque la penitencia que le mandaba superaba con creces el cuerpo del delito y el director espiritual se hinchaba a hacer preguntas, era muy tocón y algunos habían tenido que salir de naja de la celda de aquel jesuita pegando un respingo. El niño empezó a llorar:
-Pero si yo no lo he leído, prefecto, ni siquiera lo hojeé. Mire, está sin abrir
y entre lágrimas le mostró el opúsculo intonso editado por Miñón una casa de Valladolid especialista en libros clásicos.
-Bueno, por una vez pase-dijo el maestrillo no del todo convencido.
Aguado se quedó sin libro. Don Eloy se metió la obra prohibida en el bolsillo de su sotana y mandó al muchacho que aquella noche no bajara al refectorio. A la cama sin cenar.
Los que presenciamos la escena mientras girábamos por el cuadrado de los tránsitos nos reíamos para nuestros adentros pues intonso y todo Aguado había leído los cuentos que ocurren en la despreocupada y nada melindrosa Verona del siglo XIII contándonos de que iban algunos de los chascarrillos sobre todo el del Hortelanillo de las monjas que era mudo. Todas y cada una de las religiosas pasaron por su cabaña incluso la madre superiora. Muchos años más tarde cuando en un cine de Londres vi la película magistralmente narrada por Passolini no pude menos de acordarme de Aguado y sus aflicciones con don Eloy que le había tomado ojeriza y me deleité con la secuencia de la madre superiora que se alza el hábito-uno de los preceptos de la regla clarisa era que las religiosas no llevasen ninguna ropa interior como penitencia debajo de la estameña- y apareció in puribus. El hortelano que supuestamente era mudo y harto de tanto laboreo sexual prorrumpe en un grito:
-No, madre, otra vez no.
Todas las monjas acudieron al escuchar tan formidable vozarrón. Y creyeron que era milagro. Cachondeos aparte, los seminaristas también tenían su corazoncito y no eran inmunes a los dardos de Cupido en aquellas tardes de domingo sin amor. Muchos empezaron a escribir poemas y a llevar un diario. No sé lo que me pasa. Hoy la he visto. Ayer no me miró. Estoy modorro… En definitiva, es lo que hacen todos los adolescentes del mundo. Pero nosotros éramos diferentes. Teníamos que ser santos y disfrutar de otra clase de bellezas más espirituales. Creo que la Iglesia es sabia al formular tales reconvenciones sobre los peligros de la carne, las veleidades del sexo y del afecto. No escuchéis los cantos de sirena. Oídos sordos. Recordad a Ulises. Una simple falta puede ser una concesión a la fatalidad y el predicador del Sermón de las Siete Palabras era de los que ponían los paños al púlpito, no tenía pelos en la lengua, no paraba en barras. Hijitos míos… para siempre… para siempre. Y describía con tanta viveza y prosapia los terrores del infierno que en los bancos de atrás se escuchaban jipios de almas conmovidas que ante la meditación de las penas del infierno eran incapaces de contener las lágrimas. La pena del fuego era menor según él que el tormento de la sed… esa gota de agua que golpeará la cabeza de los condenados y nunca la podrán beber… para siempre… toda la eternidad… sitio, clamó Jesús en la cruz tengo sed y le pasaron por los labios una esponja empapada en vinagre con hiel. Y todo por unos malos pasados por un pecado mortal que cometí aquel día y el pecado mortal para nosotros en aquellos días sólo tenía que ver con la infracción de un mandamiento el sexo. Obsesión fatal. Un pensamiento impuro y acababas en las calderas de Pedro Botero. Una idea fija que ahora me haría sonreír con melancolía. Nos querían capar sin duda. De eunucos es el reino de los cielos. Era muy duro desatender a la convocatoria de los sentidos cuando todo despierta en tu organismo adolescente y hay añoranza de belleza y de paraíso en aquellas tardes sin amor mientras veíamos pasar a nuestro lado a las muchachas en flor. Sus madres prorrumpían en aplausos:
-Ya estan ahí los curiñas. Pobres que majos.
Había uno muy guapo Montoro que parecía el vivo retrato de Santa Inés o de San Gonzaga y una abuela saltó en medio de la terna y se lo comía a besos. Montoro se puso colorado como una berenjena.
-Quite, quite, señora, que me va a hacer perder la compostura y me piso la sotana.
-Guapo.
Los piropos de la buena mujer no le depararon grandes satisfacciones en nuestros corros. Carrasco le llamó marica pero como era muy inocente preguntó:
-Y eso ¿qué es?
Asi andábamos de inocentes por entonces aquellos pipiolos. No nos había bataneado la vida. Las turbas nos decía el padre Mañanas en sus platicas son volubles de criterio y pronto mudan de parecer. Mirad lo que le ocurrió a Jesús en Jerusalén los hosannas y vitorees del domingo de ramos se transformaron en gritos de crucifícale. Los besos de la anciana llena de ternura que algunos dijeron que era Santa Isabel que había resucitado para ver pasar a los curillas hacia Baterías eran arrebatos maternales que nada tendrían que ver con lo que le ocurrió a Montoro el cual después de colgar la sotana se matriculó en derecho y se hizo de los de la cuadrilla de Felipe González. Seguía teniendo un buen fondo de armario y en una asamblea en la Facultad de aquellas del 68 mientras largaba un discurso se levantó una moza y de buenas a primeras le desencajó una proposición pecaminosa:
-Quiero un hijo tuyo
-¿Ahora?
-Sí ahora. Soy una mujer liberada.
Semejante caso no ocurría ni en las películas de Fellini cuando los locos se subían a los árboles y pedían a voces que les trajesen una señora. Voglio una donna. Montoro era mucho Montoro; se casó con una muy guapa una tal Carmen y tuvieron unos hijos preciosos, los dos eran del PSOE y los dos acabaron divorciándose. En parte llevaban razón nuestros padres maestros al recomendarnos tiento en nuestras relaciones sentimentales. Y uno de ellos don José Pedro Carrero que había leído a Nietzsche nos endilgaba el consejo de Zaratrusta: “Cuando vayas con una mujer no olvides la tralla”.
Aunque a nosotros crédulos e ignorantes y sin saber lo que era el mundo nos pareciese de otra manera la belleza y el amor son otra cosa. Nada tienen que ver con la fuerza del instinto ni la concupiscencia animal. La belleza carece de sexo pero Ulises sucumbió a los encantos de Ariadna y perdió el hilo. Nosotros ¿qué sabíamos? El corazón humano posee una inmensa sed de belleza un anhelo de eternidad, un deseo vehemente de divinidad y eso sólo podía encontrarse en los sueños, en los libros, en el trazado de las catedrales donde resonaban augustas las voces del diacono cantando la Passio o escuchando los motetes de Palestrina y del Padre Tomás Luis de Vitoria que escuchábamos entonces o recitando los improperios e himnos del oficio divino hispanovisgótico llenos de majestad latina y de sentimientos de amor y perdón. Cristo nos había redimido con sus dolores y devueltos a aquella vida y a aquel sol y a aquella luz de Segovia que parecía llenar de claridad el corazón. No podía ser posible que por mirar a una muchacha o tener una polución nocturna te mandasen a los infiernos para siempre… para siempre. Había una desproporción entre la pena y la culpa pero la sed de vivir se manifestaba en aquellos poemas que leíamos a hurtadillas de Juan Ramón o de García Lorca o de Alberti o Gerardo diego. Me metí entre pecho y espalda a todos los poetas del 27 a la luz de una linterna en mi camarilla. Nadie nos había dicho que Alberti o Lorca eran rojos. Asistíamos a los coloquios del cine club y nos convertimos en cinéfilos de las grandes cintas italianas y francesas de los 50 y 60 (Goddard, Aldo Fabrizzi, Totó, Vittorio de Sicca, Antonioni, Trufeau) y fatigábamos el cuerpo en las tardes de paseo pataleando un balón en campos de tierra. Luego bajamos al refectorio a merendar nuestro trozo de queso americano un vaso de leche en polvo y tres galletas. Algunos renqueaban en la fila por las agujetas y se le marcaba la marca del bonete sobre sus melondras rapadas al cero. Pero en Semana Santa no había paseos (deambulatio) pasábamos la mayor parte del día en la iglesia y el Viernes Santo día de ayuno nos daban limonada. Se había muerto Dios. En el cuartel los soldados del regimiento hacían guardia con el fusil a la funerala. Pasaba bien la limonada y la mojábamos con pan. Un jueves santo como tenía sed me bebía cuatro vasos de aquella sopilla. Me entraron risas, me rilaban las piernas pero a pesar del día de luto yo me sentía muy alegre. Sin llegar a la borrachera me puse un poco piripi. A la hora de las preces ya estaba chispa.
-Parrita que la coges
-No pasa nada, Valdivieso. Sangre de Cristo.
-Laus tibi Deo- respondió entre carcajadas el hijo del cabo de Vegafría- Hoy vas a dormir bien.
El vino para mí ha guardado desde entonces el secreto de los gozo y las sombras de la vida. Es un anestésico contra los grandes dolores de la existencia pero es un tósigo. Peligro. Viva el vino y las mujeres pero el vino que viva mucho más que las mujeres. Era mi primer contacto con Erifos un dios misericordioso y eucarístico pero traicionero.
-¿Buscas la catarsis?
-Huyo de mí mismo
Judas se ahorcó y en los pasos de la procesión siempre lo pintaban pelirrojo y con barba de azafrán. A San Pedro Calvo y algo tosco a san Juan de verde y la Verónica Maria de Cleofás y a la Virgen María de azul al pie de la cruz. Cristo nuestro salvador iba de colorado como aquel vino tinto de las refacciones de Miércoles Santo que infundía bríos melancólicos. Por Judas siempre sentí compasión. Amaba el dinero y era algo beodo. Su traición estaba escrita por el destino. Cumplía un destino inexorable un papel que se le había asignado. Verdaderamente aquel apóstol que ha venido a encarnar la ira y la abyección que ha sentido la humanidad contra el pueblo judío no era libre. Podía bien haberse ahorcado de una rama del moral centenario que vigilaba nuestros juegos en la huerta cerca de la campana y del frontón a la trasera del cine Cervantes. Al lado de acá estaba un patio semiabandonado donde tenían el convento las monjas que nos cuidaban y llamábamos Carboneras y justo enfrente del refectorio estaba el torreón una de esas torres almenadas que son frecuentes en las ciudades de Castilla la Vieja. Había sido el lugar donde se instalaba el cuarto de guardia que vigilaban por la noche desde el tiempo de los romanos. Era un tétrico lugar. Abajo se situaban unos cuartos oscuros que antaño fueron calabozos y arriba había un secadero para poner la ropa a tender. Era la cárcel del seminario. Los alumnos díscolos e incorregibles los que habían cometido alguna falta grave eran castigados a pasar en una de sus celdas dos días a pan y agua por el rector pero esta serie de castigos no eran frecuentes en el tiempo que yo lo conocí. Sin embargo, siglos atrás los jesuitas lo habían utilizado como cárcel más que para punir a algún postulante como una de las numerosos pruebas para mostrar la verdadera vocación a los estudiantes del noviciado. Lo llamábamos la Torre Antonia.
Las procesiones eran interminables y acabamos rendidos acompañante a los cristos muertos y a las dolorosas de los siete cuchillos. La más popular era la de Santa Eulalia que competía con la de San Millán que era una talla de Aniceto Mariñas de María al pie de la cruz muy valiosa. Nos acotábamos tarde y nos levantábamos al amanecer porque teníamos que asistir al rosario de la Aurora. Veíamos salir el sol por la Mujer Muerta e íbamos en fila india acompañando a los cofrades y a algunas beatas descalzas y arrastrando cadenas otras con los brazos en cruz que cantaban el “Perdona tu pueblo, Señor”, el “Amante Jesús mío” y el “Sálvame, Virgen María. Sin embargo la parte más impresionante de nuestra semana santa eran los oficios de Miércoles Santo en que se celebraban las tinieblas. Se cantaban catorce salmos a cada uno de los cuales correspondía una vela del candelabro o tenebrario con los improperios de Jeremías y las lecciones y la iglesia a rebosar vivía el momento con intensidad en medio de un silencio impresionante interrumpido por el golpeo de los bancos o el sonar de la carraca. Tambien se cantaban los motetes de Palestrina y de Tomás Luis de Vitoria, el “Popule meus”, el “Caligaverunt” con las estrofas de la pasión.
28 de abril 2011
continuará
miércoles, 27 de abril de 2011
666
¿Será Charles? Tiene un par de buenos orejones. ¿Será la reina? Esa ni sufre ni padece por nada.¿Será el heraldo de las tinieblas el príncipe de Edimburgo al que le gustaba en las juergas de los años 60 cuando lo del escándalo Profumo disfrazarse con máscaras y caminar desnudo entre las chicas luciendo la cifra del 666 colgada de sus augustos compañones ciego de vino y apestando a grifa? Desde aquí en España con esto de la boda del príncipe Guillermo y Kate anda el personal de cabeza. Hasta Raúl del Pozo que dicen que era comunista de toda la vida ha sacado el incensario de pedrojota y se derrite en alabanzas y epitalamios a la monarquía inglesa.
Aquí todos se matan por hablar inglés y traban apuestas por saber quién de nuestros políticos, de nuestros periodistas, tiene el mejor acento British. La mudanza de pareceres y cambios de chaqueta ha llegado al colmo que esto parece una colonia del imperio británico. Pronto veremos a dos bobees con salajó dirigiendo el trafico por Gran Vía y hablando del “nasty weather” en vez de política o de religión. Eso no ha llegado todavía y seguimos siendo españoles. Nos olvidamos que si hay un pueblo en el mundo que nos odia y nos desprecia y nos ha calumniado a lo largo de la historia eso han sido los ingleses gente sanguinaria y lenguaraz a la que le gusta barrer para casa y debajo de la alfombra.
Pero adulando a la monarquía inglesa nuestros pelotilleros de turno le dan un lametazo en la rabadilla a nuestros royals. Cantando la palinodia de los Windsor porque así se asegura la corona del heredero del juancarlismo hacemos patria viva el rey y muera España, esa es nuestra cruz y nuestro gran contrasentido. La Sofi y el Juanca se conocieron en un hospital precisamente el día en que a Charles lo operaban de apendicitis. De vez en cuando van a ver a sus primos que los reciben como parientes pobres porque la corona que lucen los españoles monarcas sobre sus testas coronadas se los puso un dictador y eso no es pedigree para una monarquía que blasona de ser el alma mater y la casa cuna de la democracia pura y dura, una de las sedes de los Rochild que son los reyes del mambo los que coronan y destronan.
Ellos siguen sin tener rey en Israel y a Felipillo esto de que le llamen el pariente pobre cuando va a Londres le encocora. Así que todo queda en casa. Los ingleses un pueblo de tratantes y de tenderos son raros como ellos solos pero se las pintan para situaciones como éstas: saben vender la burra. Consumados malabaristas en el arte del engaño, expertos en las operaciones del disimulo. Saben ser feroces y sanguinarios pero al propio tiempo tiernos y candorosos como una flor de Cornualles y nunca hay que perder de vista que fuero nuestros enemigos históricos. En nuestra flaqueza basaron su fortaleza y la decadencia de España no sólo les conviene sino que les aprovecha.
Y en Gibraltar están levantando un emporio del contrabando. Retranquean la costa con vagones enteros de tierra traída de España y Gibraltar va a convertirse en un nuevo Hong Kong ante nuestras mismas barbas. Por si esto fuera poco tratan de explicarnos y vendernos nuestra propia historia con el beneplácito de nuestros escritores paletos, nuestros políticos pelmas o locos como Anson, quien disparaba el otro día nubes de incienso a ese Paúl Preston que se dice historiador pero trabaja para los servicios secretos británicos. ¡Oh loores de la Cámara de los Lores! Precisamente los que dan la orden de atacar a lanchas de la guardia civil cuando estos persiguen a contrabandistas en aguas próximas a Algeciras. Muchas de las cosas que estan ocurriendo en esta nación durante el nefasto reinado de Juan Carlos I- el peor rey que tuvo España en la historia de esta corona- tienen una British Connection.
El anticristo ya digo reside en Londres. Puede que en Buckinham Palace puede que en Southkensington. Puede ser una persona física o un consorcio que deparas movidas por el mundo o conciertos de rock and roll. Cuando yo trataba de abrirme paso en la dura brega del periodismo me especialicé en “royals”. Vendí algunos reportajes a la prensa del colorín. Cualquier vaina de la casa real me la pagaban a precio de oro. Pronto supe cómo de grandes tenía el príncipe Carlos las orejas o las burradas que le decía a Camila por teléfono “quiero ser tu tampax para mejor apretarme y estar cerca de ti, corazoncito” o cómo se llamaban los corgis de Isabel II.
Si llega a reinar el actual principie de Gales que lo dudo porque Keith y Brenda como les llamaba la pareja son de los que viven mucho y “they go on for ever” lo haría con el nombre de Carlos III. Lo más probable es que el trono le corresponda a su hijo Willy que sería Guillermo II. De Carlos de Edimburgo se decía que era muy corto de luces. Rather thick actually. Mente espesa y muy cabeza dura. Su aspecto no era el del príncipe constante sino el del príncipe pasmado. Podía matarlas callando. Es algo disléxico. No habla muy bien en público y no les caía bien a las mujeres cuando yo andaba por aquellas islas.
Los servicios de propaganda en los cuales son consumados virtuosos ingleses han tratado de silenciar el oscuro asunto de la muerte de Lady Di en Paris cuando iba acompañada de su amante. No fue un accidente sino un hecho provocado.
Detrás de lo que ocurrió en el túnel de Alma subyace una mano negra que hizo un job perfecto. A manos de un killer profesional pereció Diana Spencer. Eso estaba también escrito en las profecías. Otra cosa en la que son muy duchos los ingleses: el cover up. Anson modestia aparte al igual que la magna caterva de nuestros pundits anglófilos aduladores saben mucho menos de cosas de aquel país que me sé yo. Hablo con conocimiento de causa.
Para vender, para cazar, para piratear para sobrevivir un inglés se mete en la piel del diablo. Por eso no me extrañaría nada que el Anticristo el heraldo del juicio final se pasee a estas horas entre Marble Arch y Picadillo circus y tan pichi.
martes, 26 de abril de 2011
lunes, 25 de abril de 2011
CRISTO HA RESUCITADO XRISTOS VASKRIESE XRISTOS ANVIAT RESURREXIT SICUT DIXIT
SEMANA SANTA DE SEGOVIA MEDIO SIGLO HA
La catedral de Segovia es uno de los mayores templos de la cristiandad y después del de Sevilla acaso el más grande de Segovia con sus bóvedas de tracería que alcanzan los sesenta metros de alturas y unos responsiones o columnas sostén de la nave central de hasta ocho metros de grosor. La torre, una atalaya impresionante que se divisa a cincuenta kilómetros a la redonda en la alta paramera, alcanza los cien metros y a decir de algún viajero los ritos de semana Santa de acuerdo con las rúbricas de la liturgia isidoriana o hispano visigótica nada tenían que envidiar a los del Vaticano. Incluso los superan. La basílica de San Pedro, lóbrega y sucia, servía de albergue a los peregrinos que iban a ganar el jubileo y su estructura renacentista no inspiró nunca gran devoción. Bruneleschi, Bernini con su arte dieron a entender que Roma está llena de poder pero vacía de Jesucristo. Allí a diferencia de Compostela no había botafumeiro. La multitud del gentío de desarrapados que pernoctaban y hacían sus necesidades en el recinto hacía que las misas papales no fueran todo lo edificantes que cupiera esperar. En la sede segoviana había un retén de vigilantes que expulsaba a los alborotadores, a los mercachifles y a las ninfas de cantón incluso que hacían la carrera en los soportales de San Juan de Letrán velando por la seguridad y compostura de los asistentes a los oficios. La ciudad eterna agrupaba a una tropa variopinta de romeras y de rameras.
En la semana mayor por el contrario Segovia se transformaba en un verdadero zoco de devoción donde se daba cita toda la ciudad para asistir al drama de la pasión del Señor. El templo tiene una capacidad para 20.000 personas y esos días el aforo se llenaba. Todo comenzaba el domingo de ramos con la pontifical oficiada por el obispo quien hacía su entrada solemne por la puerta de San Frutos al son de clarines y timbales y de repiques de campanas. Las torres de sus cerca de doscientas iglesias y conventos empezaban a girar con su volteo molinero. El más sonoro era el de la campana gorda de la iglesia mayor. Un lacayo con librea le abría la puerta de su coche un Mercedes y los añafileros del Ayuntamiento de levitas de botones de plata u un tricornio en la cabeza se inclinaban profundamente. Ya en el mismo umbral de la basílica salía a recibir al prelado el cabildo en pleno; lo presidía el deán Revuelta con el arcediana Bernardino y el archivero Hilario Sanz con sotana de seda y muceta morada bajo el balandrán (los mejores meneos eran los de Fernando Resines el fámulo episcopal que no se separó de su obispo ni en la v ida ni en la muerte) y detrás la clerecía en sobrepelliz: beneficiados, acólitos, cruciferarios y turiferarios agitando el incensario y representantes de las ordenes militares en ropa talar con un bonete de cuatricornios con pompón sobre sus honradas testas. Dos pajes iba detrás del señor obispo portando la capa magna tres metros de organiza colorada enrollada al brazo. El maestro de ceremonias don Julián Canto cuidaba de que se hiciesen todos los movimientos, los gestos y los pasos conforme a las rúbricas del rito isidoriano con un puntero en la mano con el que iba señalando al preste las oraciones preceptuadas por el misal. Un diacono con dalmática y un subdiácono con tunicela flanqueaban la cruz `procesional. Uno de ellos portaba un acetre, revistieron al obispo de capa pluvial con la estola cruzada sobre el alba, en lugar de horizontal para indicar que el que la llevaba había alcanzado la plenitud del sacerdocio y éste tras mojar el hisopo dentro del caldero empezó a rociar las cabezas de agua bendita. El coro entonaba el Asperges y cuando acabó el precentor, maestro de capilla, Pepín del Moral, que era asturiano de Oviedo con tan buen oído como don Celso pero peor mala leche dio un golpe seco con un grueso cantoral sobre el facistol – en cuaresma y tiempo de pasión estaba prohibida la campanilla y sólo se permitía el uso de la carraca- alertando al organista que esperaba en su tronera a los mandos de su órgano de trescientos tubos la señal:
- Celso toca. Ya está ahí el obispo
De repente irrumpió como un tsunami de armonía y una ola de notas musicales bañó la catedral en crescendos, tremos, alegros que eran como el estallido de las olas de un océano de melodía bajo las bóvedas que habían sido diseñadas con arreglo a unos cánones de ortofonía y disposición tal que se esparcían las vibraciones por cada una de las naves. Las fusas y semifusas las corcheas y los calderones los melismas querían como colgarse de los empinos y voltear los contrafuertes y arbotantes acariciando con golpecitos las vidrieras para luego transformase en un chorro de voz metálica que descendía de lo alto como una lluvia de fuego sobre nuestras cabezas. En aquel flotar de arpegios y de malabarismos, en aquel tour de force de virtuoso del piano con que nos regalaba don Celso el domingo de Ramos muchos creíamos ver no ya la entrada del obispo don Daniel Llorente de Federico en su cátedra sino más bien la llegada triunfal de la Iglesia militante a la Jerusalén celeste. Todo aquello era como una avalancha que anticipaba el Paraíso. En ese momento los de la escolanía que veíamos desde el coro bajo a don Celso manipular el teclado de su armonio éste parecía transfigurarse. Bien podía ser un Beethoven resucitado o el maese Pérez el organista de las leyendas toledanas de Bécquer. Distaba mucho de ser aquel cura rural que nos enseñaba el compás de compasillo y el de tres por cuatro en las clases de solfeo. Había nacido en Hontoria el pueblo más pobre de toda la provincia de Segovia y había regentado curatos en pueblos de la sierra. Ahora por esa capacidad que tiene la música para la metamorfosis se nos había vuelto un superman. Estaba claro que era la luz bajo el celemín pero don Celso Díaz sabía música por un tubo. Él fue el que nos hizo la advertencia en alguna de sus clases que la catedral de Segovia conservaba en sus archivos piezas que eran auténticos tesoros de la musicología y cuya clave anterior al gregoriano se había perdido pero algún día a través de la tecnología darían con la piedra filosofal para volver a interpretar dichas partituras. El maestro organista tambien nos dijo que el que canta alaba a Dios dos veces y que la oración mental puede servir de mucho provecho a las almas pero cuando ésta se hace comunal y cantada Dios tiende a escucharla más propicio. La iglesia no es sólo una lista de prohibiciones y de pecado sino un código de valores entre los que se encuentra la belleza, la ceremonia, el culto solemne. Tales advertencias de nuestro maese en mí dejaron una profunda huella y a partir de ahí he pensado que el Señor no puede encontrarse a gusto entre la estridencia, la procacidad, lo feo. Porque el señor es lo bueno, lo útil, lo afable, lo risueño. Don Celso era tan habilidoso con los dedos que era capaz de improvisar conciertos a tres voces. Se sabía todas las canciones, todas las misas, del repertorio de Solesmes, conocía todas las versiones de los Kyrie, del agnus dei y los diversos tonos del prefacio pero se murió con un retintín: haber sido incapaz de poner en solfa algunas partituras de aquel repertorio del siglo VII letra de Alcuino de York y música de un monje de San Columbano que atesoraba el acervo catedralicio.
Terminado el Asperges, la misa se iniciaba con la bendición de las palmas. El color de la liturgia era el rojo. Gente sencilla del pueblo, sobre todo, niños, traían palmeras, ramos de olivo o de laurel para que se los bendijera el oficiante. Estos despojos vegetales después eran colocados en los balcones y allí colgaban hasta el año siguiente porque era creencia popular que protegían las casas contra el rayo, el fuego o eran un deterrente contra cualquier malquerencia o iniquidad. Irrumpía gran congregación de gente menuda (todas las escuelas, aspirantazgos, oblatos, academias, jardines de infancia, hospicios, casas cunas y escuelas primarias dando cumplimiento al mandato de Jesús “dejad que los niños se acerquen a mí” cruzaron bajo el dintel de la puerta de San Frutos y se habían dado cita en el enlosado del atrio) cantando hosannas detrás de un moro con turbante palestino que cabalgaba a lomos de una asnilla blanca dando vueltas por el recinto. A su paso los viandantes se despojaban de sus abrigos y ropas de vestir colocándolos bajo los cascos de la cabalgadura. La gente tiraba flores desde las ventanas. Una matrona arrojó un repostero con la insignia nacional que colgaba en el balcón de su vivienda y gritó con voz recia en latín para que lo oyera toda la plaza;
- Beatus venter qui te portavit et ubera quae tu suxisti
- Viva la madre que te parió- dijo un paisano
La gente no se extrañaba que las fregonas hablasen en latín y los arrieros siendo de natural malhablados se despachasen en largos ditirambos al de la borrica porque aquello formaba parte de la magia y del milagro del Domingo de Ramos. El paso de la borriquilla entre vítores y aclamaciones marcaba el cenit de la portentosa vida del Salvador. Viernes Santo sería el nadir. Es el contraste y la dualidad, el misterio de la Primera venida. El hombre de la calle, los simples de corazón, los justos de Israel le aclamaban como rey y libertador. Unas horas más tardes, sus dirigentes, sus políticos, los que tenían la sartén por el mango, los mandamases pedirían su cabeza. ¡Qué gran sinrazón, qué tremendo contraste! El pueblo sencillo odiaría a los príncipes de los sacerdotes y a los pontífices, los anases y caifases promotores de aquel deicidio muñidores de contiendas y revoluciones a lo largo de la historia. Siempre amarrando pareceres y comprando votos y voluntades imponiendo su ley unas veces de grtado y con la persuasión y otras a golpes de espada o de martillo. So color de sensatez, de prudencia y de guardar la ley, la democracia etc. no vacilarán en enviar a muchos a la silla eléctrica y sembrar odios y discordias entre las naciones. Les engorda la sangre como a Moloch. Son raza de víboras.
El domingo de ramos se tendía por costumbre estrenar zapatos. Yo uno de los primeros domingos de ramo qaue recuerdo de mi infancia estrené un traje de marinero y en abril de 1957 me regalaron una sotana que había pertenecido al magistral de la catedral que se murió y yo heredé aquella prenda después de arreglarla mi tía Dominica la de Fuentepiñel. Así que pude ir a la procesión de marinerito y de curilla que con mi beca roja parecía un capullo de clavel reventón mi palmera en la mano y en los labios unas canción_
“Gloria al Hijo de David
Dios excelso de bondad
Hosanna que viene en nombre
Del eterno Jehová”
Eso cantábamos.
Con la recitación salmodiada de la Passio en latín daba principio la gran liturgia de la Pascua. Dos diáconos, el uno tenor, era el narrador o cronista, y el otro hacía la voz de la sinagoga y del pueblo, y un presbítero (bajo) pronunciaba las palabras de Jesús desde el púlpito de la nave central que era de mármol de Carrara con incrustaciones de porfirio. El cronista y el representante de la sinagoga cantaban detrás del cancel desde sendos púlpitos de reja. La representación dramática de aquellas escenas de Getsemani, el Pretorio y el Gólgota van dentro de mí. Su eco resonará hasta el fin de los tiempos. Aquel canto austero y sublime melopea constituye una de las cumbres literarias jamás alcanzadas por la pluma de un mortal porque en todo el texto late un quid divinum. La narración de Mateo por su concisión y precisión no la superó novelista ni dramaturgo alguno en la tierra. O bona cruz salvum me fac. Cruz árbol sagrado cuyas ramas alcanzan el paraíso, lábaro de la resurrección… Vexila Regis prodeunt… que conjura a los espíritus malignos y destroza la cabeza del dragón. Cruz de los ángeles, cruz de la Victoria, cruz templaria, cruz de espadañas humilladeros y torres en toda Europa. Cruz de la resurrección.
Lo bueno de los papas de aquellas décadas es que no eran personajes mediáticos. No viajaban. Estaban reclusos en el Vaticano por lo que no podían ser manipulados. Pío XII comía como un pajarito, y comía solo únicamente acompañado por un canario amaestrado que de de vez en cuando daba vuelos por la celda, se le colocaba al buen pontífice Pacelli sobre el hombro mientras éste escribía discursos que habían de emitir por radio Vaticano. Eran unas homilías muy inspiradas que hablaban del carisma de la fe, del valor del sufrimiento, de la abnegación y la renuncia cristiana. Pronto llegaba sor Pascualina la religiosa alemana que cuidaba de las dependencias papales y se llevaba al canario a su jaula para darle el alpiste.
-No molestes a Su Santidad, Caracciolo, mientras prepara sus mensajes urbi et orbi- le decía sor Pascualina.
Pese a las admoniciones el pajarcillo seguía alegrando la estancia t los discursos del papa Pacelli eran seguidos por millones de personas. Pero su presencia así como figura austera no debía de ser del agrado de los anases y caifases redivivos y omnipresentes de todas las épocas. Las lenguas de la calumnia siempre de doble filo y las serpientes sibilantes proferían insultos y descalificaciones contra aquel buen papa italiano, un aristócrata romano que conocía bien los entramados de la curia y sabía estar. Decían que era un nazi y el baldón de la ignominia bajó con él al sepulcro. Para que a uno lo crucifiquen no hay procedimiento más sumario que pregonar a los cuatro vientos la verdad y aquel pontífice promulgaba el perdón y el amor a los enemigos pero profesaba la verdad y eso no halaga los oídos de los tiranos. A Pío XII no lo inscribirán en el catalogo de los santos como tampoco podrá subir a los altares aun habiendo ganado para la fe católica todo un continente en el nuevo mundo. Cuando los bombardeos de Roma por los ingleses y por los norteamericanos el papa del pajarito no se movió de su sitio, salió de Castelgandolfo para consolar a los heridos y rezar por los muertos y las fotos nos lo muestran con los brazos en cruz mirando para el cielo su sotana blanca cubierta de sangre. No era un fascista pero defendió como obispo de Roma al pueblo romano con el tesón y la autoridad con que debe hacerlo un vicario de Cristo. Desde que desapareció Pacelli sus sucesores no son los agentes en la tierra de la herencia de Cristo sino obispos libeláticos que asumen el titulo de vicedioses para sostener su propio statu quo y mirar por los privilegios. Hoy la iglesia es un banco, una ONG, en conexión con redes ocultas. Por eso no se atreve a condenar la brutal ofensiva de la OTAN contra los libios ni hay reprimendas ni excomuniones por lo que puede estar cociéndose en el horno iraní y las revueltas en Siria o Egipto burdamente manipuladas por Occidente en beneficio del estado hebreo dispuesto a masacrar a sus vecinos de Oriente Medio. Aquel era un papa sí señor al que los creyentes amábamos y respetábamos aunque no le viéramos nunca. Sólo en fotografías porque desde su entronización los únicos viajes que hacía fueran de Roma eran a Castelgandolfo. Y aunque era un apasionado de la velocidad jamás montó en avión. Todo lo contrario que Wojtyla que dio no sé cuantas vueltas al mundo pero que dejó a la Iglesia como un patatar polaco sumida en el desconcierto y la desesperación, con los escándalos pederastas y los abusos a menores. Vacila la frágil llama de la fe. La gente ha dejado de ir a misa los domingos porque los curas están mal preparados y no saben vender su mercancía en este tiempo en que los círculos mediáticos luchan por las audiencias y miman sus ratings. En la liturgia no hay belleza ni espectáculo. Ni maestros de capillas como aquel don Pepín del Moral o don Celso el cura de Hontoria ni maestros de ceremonias con el puntero de plata en su mano derecha como don Julián Canto. Un poco de pompa nunca vendrá mal. En la actualidad estar presente en los servicios religiosos de cualquier parroquia es como asistir a los actos de una sinagoga donde cada cual berrea por su cuenta o una capilla luterana. El pietismo protestante es como la música de Mozart. Técnicamente perfecta pero que no conmueve. Los papas de aquel entonces nos advertían que la fe católica era la única verdadera y nada de contemporizaciones de la cruz con el candelabro y la media luna. Para contentar a musulmanes y judíos la ultima “burrada” teológica que acaba de soltar Benedicto XVI es que la cruz es símbolo del amor, no del triunfo sobre el mal. Es una bonita forma de pasarse por el forro a toda la iglesia constantiniana que tanto molesta a los judíos. In hoc signo vinces y el símbolo apotrocaico de las cruces de la Victoria y de los Ángeles del reino asturiano o la cruz de san Hermenegildo y de Chindasvinto que no servían para nada según estos revisionistas que tratan de relativizar la historia. El depósito de la fe es inalienable, prelativo pero nunca relativo porque en él no se puede aplicar una moral de conveniencia. Quedarán estas cruces para adornar los pechos desnudos de las mundanas y de las putas. Sólo del amor. Todo el mundo es bueno. Este papa dios me perdone mezcla las churras con las merinas y confunde el culo con las temporas. El discurso del pontífice reinante recuerda las panfilias de ZP con su majaderías sobre la alianza de civilizaciones. Juntos pero no revueltos, don José Luis.
El evangelio es tajante al respecto: “todo el que no está conmigo está contra mí”. Al bueno de Benito nos le presentaban como un profundo teólogo y un gran pensador de espesa condensación mental y no se libra del mal de la época que es la vulgaridad, lo “Light” y todo cuanto es imagen superficial. Esta vulgaridad rayana en la chabacanería por estar articulada sobre una gran mentira histórica y la manipulación de las mentes por el Gran Cofrade orwelliano determina el desprestigio de los jerarcas eclesiásticos. La canonización de Wojtyla tan precipitada y basada en milagros no probados- dicen que la han sufragado los banqueros de la City y de Wall Street- añadirá más leña al fuego de la confusión. Es cuanto menos materia de escándalo.
Para los griegos las grandes diosas del tiempo eran tres: Lakesis (pasado) Cloro (presente) y Ástato (tiempo futuro) sobre estos tres planos juega la historia es el palimsepto sobre cuya cera modulan los buriles de los anales el devenir. A Lakesis no hay que amarla. Pero conviene respetarla y el presente o la actualidad Cloro tiene que ser mirada con escepticismo para entusiasmarse con Ástato que marca las huellas futuras. La historia es un volver y revolver un pasar infatigable. Por eso la precariedad de la época que vivimos en relación con el esplendor de hace medio siglo puede resultar raquítica pero de lo que no cabe ninguna duda que el futuro acabará poniendo a todos en su sitio si es que en realidad el mundo tiene futuro y no está en el alero una gran conflagración universal que muchos de los que vivimos aquello nos hacen pensar en las profecías del final de los tiempos que insisten sobre la prevaricación de los falsos pastores y de los lobos disfrazados de corderos.
Continuará
lunes, 25 de abril de 2011
martes, 19 de abril de 2011
el diablo en semana santa (cuento en inglés)
A nightmare in Holy Thursday
My friend Empires was a man of many lectures and adventures a great reader, in his young days, he came across of a big short story by the Asturian writer Leopold Alas Clarin called EL DIABLO EN SEMANA SANTA (The devil in the holy week). And as it happens, what is in books later is in real life, fulfilling the norm by Aristotle’s quod est prius in sensu postea etiam in intellectu, but the other way round. The plot was about a man of good will going every day to the library. He was a dreamer; he lived by the Law of Books, in the middle of a country of illiterates, and the great ideals thinking that there was hope for human kind. By education. The inception of good morals. Reforms. The quest of excellence. He read and read. He dreamt and dreamt. One day-it was Good Thursday when Christ invited his disciple to the Passover dinner and instituted the rule of love, a new commandment I give to you that you love each other as I have loved you- went to the hall of the municipal books, choosing that endeavour because it was quiet and warm. The precept of loving each other was hardly followed by the so called Christians. And he lived in a small Spanish town by the name of Epicidia, when the believers brought the images of the passion to the streets and organized the big processions typical Spanish, the poor guy was a believer but he never was in a procession. Humbug he said, humbug and superstitions. Poor guy, he became the odd out man and was always under suspicion, our poor writer and reader he worked long hours in the pursuit of happiness and endeavoured at the local library. Religion was for him a free feeling of intimate and personal convictions of respect for the other criteria. That was why perhaps that his faith was more consistent and deeper. He loved that silence and seclusion and quietness, only transgressed by the drone of a solitary Spanish fly and the distant sound of the glare of drums and trumpets at the sacramental processions of Holy Week. When barefooted Nazarenes in black or crimson cassocks baring candles or carrying crosses went to the streets. You could also perceive the murmurs of their steps mingled with the strophes of the Miserere. Some of them trailed big chains cuffed to their barefoot. The spectacle was quite medieval. It was the Day of Atonement. For their sins they mounted crosses and pillories staging the different passages of the Crucifixion in real. It was a public manifestation of Catholicism and a signal of their conversion in a country where the Cross achieved victory over the Half Moon and the Menorah by the rule of sword. For fear of the Inquisition, they had to show and make the big performance demonstrating adherence to Orthodoxy, and that the reason why from the windows of many homes hung the ham’s big logs and strings of black puddings and mondongos. Physically, faith had to be proved, or demonstrated the allegiance of the culinary codes of Roman Catholicism which permitted the flesh of the pig at meals. Jews and Moslems, meanwhile, never ate pork. It was banned by their prophets as inmundus or forbidden animal. Christ said, it is true, that what made man pure or impure was not what he ingested through his mouth but what he expelled from it. The inmundus or unclean had to do more with immaterial things like bad thoughts dwelling inside or ill wishes. With that rule he destroyed the puritanical commandments of the Synagogue and he said beware of the false prophets. Don’t trust them, the devil is marauding like a lion and there are wolves disguised under sheep skins. The resurrected Christ is always in perpetual war versus antichrists. Here it is the perpetual fight of our Lord who was a rebel against conventions of satanically established forces of the Pharisees And there is the devil coming even in the Holy Week. However, the Conversos, in their zeal, went further up and appear more roman that the Romans and more popish than their own pope although in private they might remain to the religion of their father. That is why in Spain religion had been secularly a question of appearances. In essence, that was the justification of the holy week big show: to try to rub off the old stigma in a nation which endeavoured to find coherence in credos and forget the differences of believes of ethnical precedence (Goths, Jews, and Arabs). Spain was always a melting pot effervescent. A big olla. The locals were eager, every spring, to stage the drama of our Saviour in flesh as it were a reality show. You could touch it in the defiles of those agonising crucifixes all bruised, maimed and blooded in the procedures or “pasos” leading to Macabre Mountain or Golgotha or into presidium expiring in the cross or hand tied at the flagellation, or those vivid “dolorosas”, pasted; tearful faces majolica full of gold and silver and embroidery. You could smell it in Seville when Macarena our lady of Dolores tumbles in her throne entering Triana among of flood of flowers and the streets full of people clapping in emotion or in the verge of hysteria calling names to the statue saying props that for the non accustomed ear might sound irreverent: “Mira qué guapa llega la hija de puta”. And you could hear the whining echoes of the saetas a Morris song deriving from the ancient jarchas sung in Andalusia by the time of the caliphs. All that was very sensual that you could not think that you are in a holy week but in a paean festivity. The crowds seemed to want to touch the old goddess and have intercourse with divinity. But to our man, the character depicted by the magical prose of Clarin religion was quite an other thing, more abstract and inner feeling you can’t share with anyone but yourself. Also, he did not like capuchones dressed like the kukluxklan. Those figures clad in black with piercing eyes under their hoods beneath the tradition of the penanced by the inquisition frightened him. They were like the masks of carnival. Holy week the histrionic representation of Passover, the hooded cowl of the capuchones was the ballast of five centuries under the spell of the tribunal of faith, the holy office. Like the jewelled thrones and the trailing “peplum” or the Dolorosas. Oh yes the laughing devil was jumping to and fro under the cathedral gurgles. The inquisition is always in the back of our mind. For him the pathos and suffered of our lord at the cross had more consistency and purpose than a mere mystery play. His passion was a reminder of his love for men, a perpetual exhortation to repentance and also a signal of his presence in the earth until the end of time. The invincibility of the cross stems from celestial reasons rather tan earthly explanation or convictions. But evil was around even in holy week. That was the idea of demoniac presence at Holy week by Clarin. This criterion wasn’t shared by most of his countrymen. And the poor archivist and scholar was surrounded by suspicion and forebodings. His life was marked by incomprehension. Politically, he was also incorrect. Why? He dared to think by his own. They treated him as a the sheep out of flock, mad heretical. Society had its own caveats and is full of conventionalisms. You cant trod the line. You cant deviate from what is assumed and accepted by the hypocritical moral attitude. My friend Empires looked at the personage described by Clarin and saw in it the spitting image of himself: the odd man out, the freethinker, the mystic, the guy with his own ideas and visions. He didn’t join the mob, he didn’t adhere to the conventional norm. that was why he was crucified. Like his Lord and Master Jesus Christ.
On the balmy spring evening as he was leaving his beloved library he came across with one of the many processions organised by the Guild Hall. This one was one of flagellants. Man barefoot and naked backs came down flogging themselves wuith flagella and batons staging the scenes what happened two rhousand years ago in the Lithostros of Jersualem, oh vos omnes qui transtis per viam videte si es dolor quasi dolor meus. Jeremiah said. He stepped aside and looked in awe to the representation of the Holy Burial (Santo entierro) but he did not kneel down or made the signal of the cross, as perceptive, and for that he became under the suspicion of the local policeman. One of them who looked exactly like some of the Pilate bailiffs who executed the Lamb of god in Via Dolorosa. The town was full of henchmen and burrows. The gallows by coincidence in Epicidia stayed behind the old library building. It was called El Rollo. They were burnt at the staked after long processes to be condemned by the Inquisition.
- Eh you, why are not you in the processions. Are not you a Christian?-the myrmidon in blue police uniform said.
He did not know quite to answer.
-Em… I had to do a little work with my thesis, and need consult some books for my readings
-Didn’t you know, you bastard, you heathen you scum of the earth, what day today is?
-Holy Thursday, sir, and tomorrow Good Friday should be-, he answered meekly.
-I did not see you at the Oficios (liturgical services)
-Perhaps I thought it was not necessary. At home I read the Passion of our Lord.
-Esa misa no te vale (that Mass is not valid) are you a protestant or somewhat?
-No, sir, I am catholicus, apostolicus, romanus.
-Well then. You had to explain that to the Judge. Come with me.
In Epicidia the holy Tribunal of the Faith was suppressed in the XIX century but that infamous court is in open session in the mind of many ignorant. The warden asked him for the brief where he kept his books and jotters. Give those papers. He resisted the order and the local policemen called others of his cronies and they beat the archivist, the writer, the searcher, the dreamer, the mystic, on the spot. They handcuffed him and took him apprehended. Regardless of the exempting privilege of habeas corpus, was conducted to the police station or cuartelillo. There they beat him again, they harassed, impeached, called him names, slapped his face, and punched his nose. He suffered with patience the effrontery and in a way he was proud to undergo the same suffered of his Lord in the presidium. He realized that the Devil is at loose even in Holy Week The world since then is full of kangaroo courts. Unfortunately Anas and Caiphas, the holy sacerdotal class, the pontiffs had many emulated too long during 2000 years of history. And when the cockcrow sang three times the welcome to the new morning, they released him but he was in a poor state after the “paliza”. He could hardly walk and was all bruised. His hands, his head all his limbs ached but he could at the end by the grace of God reach his humble lodgings. And when he went back home and entered in the hall of his house, his wife seeing him as an Ecce Homo” said:
-Eh, you have been drinking again .
That was her salute. Poor guy! Even his wife wasn’t interested but such sort of things were quite frequent in Epicidia those days. There was no love.
13/02/2005 que corresponde al dia de hoy idus aprilis 2009 13
My friend Empires was a man of many lectures and adventures a great reader, in his young days, he came across of a big short story by the Asturian writer Leopold Alas Clarin called EL DIABLO EN SEMANA SANTA (The devil in the holy week). And as it happens, what is in books later is in real life, fulfilling the norm by Aristotle’s quod est prius in sensu postea etiam in intellectu, but the other way round. The plot was about a man of good will going every day to the library. He was a dreamer; he lived by the Law of Books, in the middle of a country of illiterates, and the great ideals thinking that there was hope for human kind. By education. The inception of good morals. Reforms. The quest of excellence. He read and read. He dreamt and dreamt. One day-it was Good Thursday when Christ invited his disciple to the Passover dinner and instituted the rule of love, a new commandment I give to you that you love each other as I have loved you- went to the hall of the municipal books, choosing that endeavour because it was quiet and warm. The precept of loving each other was hardly followed by the so called Christians. And he lived in a small Spanish town by the name of Epicidia, when the believers brought the images of the passion to the streets and organized the big processions typical Spanish, the poor guy was a believer but he never was in a procession. Humbug he said, humbug and superstitions. Poor guy, he became the odd out man and was always under suspicion, our poor writer and reader he worked long hours in the pursuit of happiness and endeavoured at the local library. Religion was for him a free feeling of intimate and personal convictions of respect for the other criteria. That was why perhaps that his faith was more consistent and deeper. He loved that silence and seclusion and quietness, only transgressed by the drone of a solitary Spanish fly and the distant sound of the glare of drums and trumpets at the sacramental processions of Holy Week. When barefooted Nazarenes in black or crimson cassocks baring candles or carrying crosses went to the streets. You could also perceive the murmurs of their steps mingled with the strophes of the Miserere. Some of them trailed big chains cuffed to their barefoot. The spectacle was quite medieval. It was the Day of Atonement. For their sins they mounted crosses and pillories staging the different passages of the Crucifixion in real. It was a public manifestation of Catholicism and a signal of their conversion in a country where the Cross achieved victory over the Half Moon and the Menorah by the rule of sword. For fear of the Inquisition, they had to show and make the big performance demonstrating adherence to Orthodoxy, and that the reason why from the windows of many homes hung the ham’s big logs and strings of black puddings and mondongos. Physically, faith had to be proved, or demonstrated the allegiance of the culinary codes of Roman Catholicism which permitted the flesh of the pig at meals. Jews and Moslems, meanwhile, never ate pork. It was banned by their prophets as inmundus or forbidden animal. Christ said, it is true, that what made man pure or impure was not what he ingested through his mouth but what he expelled from it. The inmundus or unclean had to do more with immaterial things like bad thoughts dwelling inside or ill wishes. With that rule he destroyed the puritanical commandments of the Synagogue and he said beware of the false prophets. Don’t trust them, the devil is marauding like a lion and there are wolves disguised under sheep skins. The resurrected Christ is always in perpetual war versus antichrists. Here it is the perpetual fight of our Lord who was a rebel against conventions of satanically established forces of the Pharisees And there is the devil coming even in the Holy Week. However, the Conversos, in their zeal, went further up and appear more roman that the Romans and more popish than their own pope although in private they might remain to the religion of their father. That is why in Spain religion had been secularly a question of appearances. In essence, that was the justification of the holy week big show: to try to rub off the old stigma in a nation which endeavoured to find coherence in credos and forget the differences of believes of ethnical precedence (Goths, Jews, and Arabs). Spain was always a melting pot effervescent. A big olla. The locals were eager, every spring, to stage the drama of our Saviour in flesh as it were a reality show. You could touch it in the defiles of those agonising crucifixes all bruised, maimed and blooded in the procedures or “pasos” leading to Macabre Mountain or Golgotha or into presidium expiring in the cross or hand tied at the flagellation, or those vivid “dolorosas”, pasted; tearful faces majolica full of gold and silver and embroidery. You could smell it in Seville when Macarena our lady of Dolores tumbles in her throne entering Triana among of flood of flowers and the streets full of people clapping in emotion or in the verge of hysteria calling names to the statue saying props that for the non accustomed ear might sound irreverent: “Mira qué guapa llega la hija de puta”. And you could hear the whining echoes of the saetas a Morris song deriving from the ancient jarchas sung in Andalusia by the time of the caliphs. All that was very sensual that you could not think that you are in a holy week but in a paean festivity. The crowds seemed to want to touch the old goddess and have intercourse with divinity. But to our man, the character depicted by the magical prose of Clarin religion was quite an other thing, more abstract and inner feeling you can’t share with anyone but yourself. Also, he did not like capuchones dressed like the kukluxklan. Those figures clad in black with piercing eyes under their hoods beneath the tradition of the penanced by the inquisition frightened him. They were like the masks of carnival. Holy week the histrionic representation of Passover, the hooded cowl of the capuchones was the ballast of five centuries under the spell of the tribunal of faith, the holy office. Like the jewelled thrones and the trailing “peplum” or the Dolorosas. Oh yes the laughing devil was jumping to and fro under the cathedral gurgles. The inquisition is always in the back of our mind. For him the pathos and suffered of our lord at the cross had more consistency and purpose than a mere mystery play. His passion was a reminder of his love for men, a perpetual exhortation to repentance and also a signal of his presence in the earth until the end of time. The invincibility of the cross stems from celestial reasons rather tan earthly explanation or convictions. But evil was around even in holy week. That was the idea of demoniac presence at Holy week by Clarin. This criterion wasn’t shared by most of his countrymen. And the poor archivist and scholar was surrounded by suspicion and forebodings. His life was marked by incomprehension. Politically, he was also incorrect. Why? He dared to think by his own. They treated him as a the sheep out of flock, mad heretical. Society had its own caveats and is full of conventionalisms. You cant trod the line. You cant deviate from what is assumed and accepted by the hypocritical moral attitude. My friend Empires looked at the personage described by Clarin and saw in it the spitting image of himself: the odd man out, the freethinker, the mystic, the guy with his own ideas and visions. He didn’t join the mob, he didn’t adhere to the conventional norm. that was why he was crucified. Like his Lord and Master Jesus Christ.
On the balmy spring evening as he was leaving his beloved library he came across with one of the many processions organised by the Guild Hall. This one was one of flagellants. Man barefoot and naked backs came down flogging themselves wuith flagella and batons staging the scenes what happened two rhousand years ago in the Lithostros of Jersualem, oh vos omnes qui transtis per viam videte si es dolor quasi dolor meus. Jeremiah said. He stepped aside and looked in awe to the representation of the Holy Burial (Santo entierro) but he did not kneel down or made the signal of the cross, as perceptive, and for that he became under the suspicion of the local policeman. One of them who looked exactly like some of the Pilate bailiffs who executed the Lamb of god in Via Dolorosa. The town was full of henchmen and burrows. The gallows by coincidence in Epicidia stayed behind the old library building. It was called El Rollo. They were burnt at the staked after long processes to be condemned by the Inquisition.
- Eh you, why are not you in the processions. Are not you a Christian?-the myrmidon in blue police uniform said.
He did not know quite to answer.
-Em… I had to do a little work with my thesis, and need consult some books for my readings
-Didn’t you know, you bastard, you heathen you scum of the earth, what day today is?
-Holy Thursday, sir, and tomorrow Good Friday should be-, he answered meekly.
-I did not see you at the Oficios (liturgical services)
-Perhaps I thought it was not necessary. At home I read the Passion of our Lord.
-Esa misa no te vale (that Mass is not valid) are you a protestant or somewhat?
-No, sir, I am catholicus, apostolicus, romanus.
-Well then. You had to explain that to the Judge. Come with me.
In Epicidia the holy Tribunal of the Faith was suppressed in the XIX century but that infamous court is in open session in the mind of many ignorant. The warden asked him for the brief where he kept his books and jotters. Give those papers. He resisted the order and the local policemen called others of his cronies and they beat the archivist, the writer, the searcher, the dreamer, the mystic, on the spot. They handcuffed him and took him apprehended. Regardless of the exempting privilege of habeas corpus, was conducted to the police station or cuartelillo. There they beat him again, they harassed, impeached, called him names, slapped his face, and punched his nose. He suffered with patience the effrontery and in a way he was proud to undergo the same suffered of his Lord in the presidium. He realized that the Devil is at loose even in Holy Week The world since then is full of kangaroo courts. Unfortunately Anas and Caiphas, the holy sacerdotal class, the pontiffs had many emulated too long during 2000 years of history. And when the cockcrow sang three times the welcome to the new morning, they released him but he was in a poor state after the “paliza”. He could hardly walk and was all bruised. His hands, his head all his limbs ached but he could at the end by the grace of God reach his humble lodgings. And when he went back home and entered in the hall of his house, his wife seeing him as an Ecce Homo” said:
-Eh, you have been drinking again .
That was her salute. Poor guy! Even his wife wasn’t interested but such sort of things were quite frequent in Epicidia those days. There was no love.
13/02/2005 que corresponde al dia de hoy idus aprilis 2009 13
martes, 12 de abril de 2011
RUSIA HOY ES UNA ESPERANZA EN HONOR DEL COSMONAUTA GAGARIN
AGRESIONES A RUSIA
Hablo con una querida colega moscovita que me pide impresiones sobre las elecciones en Rusia que se desarrollan parejas a las españolas(confío que con menos acrimonia y tanto barro tirados a los ojos, con menos insulto personal, golpe bajo y sin tantos tiros a la barriga) y le manifiesto mi perplejidad y mi desgana ante la inquina e ignorancia que demuestra nuestro Cuarto Poder ante un hecho tan importante. Dicen que Rusia es el corazón del mundo del que depende la paz el progreso y la armonía en este planeta pero eso aquí muchos no lo quieren ver. Uno repasa los despachos de los corresponsales madrileños a orillas del Moscova –Bonet, Utrillo respectivos de los rotativos de mayor tirado “el Mundo” y el “País”- y parecen que en lugar de corresponsales objetivos al servicio de la verdad objetiva para sus lectores parecen los propagandistas de una oscura potencia extranjera. Sus crónicas muestran una faz de aquel gran territorio que no se compadece con la realidad. Todo es negativo. Deben de ser viejos pesadillas que lastran la mentalidad de la “guerra fría” desde prismas distorsionados. Sobre Rusia la costumbre es el tópico, la inercia mental y esta apatía me parece a mí[lo dije siempre] un desviacionismo peligroso para la paz del mundo. Uno siente vergüenza ajena de ser periodista. Ellos desconocen la cultura y la gran literatura de aquel país, los enormes progresos científicos, aquel cine de Nikita Mijailov que veíamos y ya no vemos, aquel teatro de Chejov que nos entusiasmaba décadas atrás, esas hermosas canciones como las de ala Pugachova de la mas lírica belleza o cantos populares en antena como “Trineo de correos” que radioescucha como soy desde hace algunos lustros de la querida VOR me han ayudado a pasar los duros inviernos de la transición, el desmontaje del sistema político al que nos tenían acostumbrados –equilibrio balanza de poderes- pero que hoy por desgracia todo se ha desequilibrado a resultas de la globalización, la caída del muro de Berlín, el mundo unipolar e interactivo donde supuestamente se creía que la libertad de expresión y de pensamiento iba a crecer. Desgraciadamente no ha sido así pero Rusia sigue adelante. Siempre nos queda la polifonía de los coros o la octava baja del canto diaconal recitando el Canto a la Virgen (Akathistos) o las maravillosas letanías solemnes del rito eslavónico.
La era Putin para pasmo y confusión de muchos rusófobos ha demostrado toda una matrioska con un montaje impenetrable. Una caja de sorpresas. La gran nación a la que sus detractores denominaban la “cárcel de los pueblos” o tiorma narodna” no ha sido aniquilada, ni entregó la cuchara. Es un país sorprendente que siempre guarda una carta en la bocamanga y cuando todos creen en su derrota de pronto resucita, pues siempre fue el país de la Resurrección. Hitler y Napoleón lo supieron por experiencia. Esperemos que los norteamericanos y los ingleses no tengan que pasar por el mismo brete.
“Rusia, el molde de un enigma” es el título de uno de mis libros escritos por alguien como yo al que casi desde adolescente, desde que compraba los libros de Turguienev en Paris con los francos de mi almuerzo en la editorial Livre de Poche o los de la Austral y la colección Prometeo que popularizaron desde los años 20 a los sesenta a los maestros de la gran novela rusa y que yo leía con avidez apretujado en el metro trayecto Sol- Cuatro Caminos, un país que siempre sorprende al mundo.
Ahora en mi senectud dorada prosigo en esa misma demanda, atrapado por la magia rusa. Mis musas son rusalkas – las ondinas y elfos que se sumergen y emergen- de las riberas del Volga para hacerme soñar y llenar mi corazón de esperanza. Tenemos que seguir creyendo en el ser humano
Llegan entre vaharadas de niebla (tyman) y cantos de bateleros encadenados a la gran barca de la vida. ¡Oh esa inmensa tristeza de la estepa infinita (taská), esa belleza de sus mujeres! Muchos solteros europeos se van a San Petersburgo a buscar novia. ¡Ese paisaje donde los horizontes no terminan nunca donde brilla al fondo la plata vegetal de un bosque de abedul! Si Rusia no existiera habría que inventarlo, como a Dios. Ha sido mi patria espiritual en estos tiempos de cambio y persecución. Lamento que España – se dice que el pueblo español y el ruso son los más parecidos del mundo por su fatalismo, por su coraje y capacidad de aguante- no haya tenido una política propia e independiente pero mis ojos han mirado con nostalgia dirección Moscú que fue tierra de acogida de los niños de la guerra. Es el país donde más se ha estudiado el quijote y la Hispanística está muy extendida por sus universidades.
Díganlo, si no, mis queridas colegas de la Voz de Rusia departamento de castellano. Allí hay periodistas y politólogos tan magníficos como Luis Ardiaca, María Ivanova, Valentina Yushina, Leonardo Kosichev, Pancho Rodríguez y tantos otros que se expresan en un español envidiable que para sí quisieran muchos de mis colegas de las vociferantes emisoras a este lado de los Pirineos.
Escuchar la VOR ha sido para mí no solamente un antídoto benéfico a mis nervios sino también una fuente de información ponderada, objetiva, desapasionada, sin tercerías. Son como una isla de paz y buen hacer profesional en medio del marasmo. Yo les invito a que busquen su onda paradigmática-un ejemplo de deontología profesional y de buen periodismo- en Internet las 24 horas del día.
El sitio se llama VOR. Y por supuesto nada tiene que ver con aquella radio Moscú o Radio España Independiente que si te pillaban conectado a su onda la policía franquista podía llevarte a la trena. Mucho han cambiado las cosas. Estamos en un mundo global. Pasó la hora de los escarnios y de los sambenitos y el buen periodismo nada tiene que ver con la propaganda que por desgracia siguen cultivando algunos de mis colegas occidentales con inteligencia de garbanzo y cabezas de chorlito. Que Dios los perdone.
martes, 12 de abril de 2011
Hablo con una querida colega moscovita que me pide impresiones sobre las elecciones en Rusia que se desarrollan parejas a las españolas(confío que con menos acrimonia y tanto barro tirados a los ojos, con menos insulto personal, golpe bajo y sin tantos tiros a la barriga) y le manifiesto mi perplejidad y mi desgana ante la inquina e ignorancia que demuestra nuestro Cuarto Poder ante un hecho tan importante. Dicen que Rusia es el corazón del mundo del que depende la paz el progreso y la armonía en este planeta pero eso aquí muchos no lo quieren ver. Uno repasa los despachos de los corresponsales madrileños a orillas del Moscova –Bonet, Utrillo respectivos de los rotativos de mayor tirado “el Mundo” y el “País”- y parecen que en lugar de corresponsales objetivos al servicio de la verdad objetiva para sus lectores parecen los propagandistas de una oscura potencia extranjera. Sus crónicas muestran una faz de aquel gran territorio que no se compadece con la realidad. Todo es negativo. Deben de ser viejos pesadillas que lastran la mentalidad de la “guerra fría” desde prismas distorsionados. Sobre Rusia la costumbre es el tópico, la inercia mental y esta apatía me parece a mí[lo dije siempre] un desviacionismo peligroso para la paz del mundo. Uno siente vergüenza ajena de ser periodista. Ellos desconocen la cultura y la gran literatura de aquel país, los enormes progresos científicos, aquel cine de Nikita Mijailov que veíamos y ya no vemos, aquel teatro de Chejov que nos entusiasmaba décadas atrás, esas hermosas canciones como las de ala Pugachova de la mas lírica belleza o cantos populares en antena como “Trineo de correos” que radioescucha como soy desde hace algunos lustros de la querida VOR me han ayudado a pasar los duros inviernos de la transición, el desmontaje del sistema político al que nos tenían acostumbrados –equilibrio balanza de poderes- pero que hoy por desgracia todo se ha desequilibrado a resultas de la globalización, la caída del muro de Berlín, el mundo unipolar e interactivo donde supuestamente se creía que la libertad de expresión y de pensamiento iba a crecer. Desgraciadamente no ha sido así pero Rusia sigue adelante. Siempre nos queda la polifonía de los coros o la octava baja del canto diaconal recitando el Canto a la Virgen (Akathistos) o las maravillosas letanías solemnes del rito eslavónico.
La era Putin para pasmo y confusión de muchos rusófobos ha demostrado toda una matrioska con un montaje impenetrable. Una caja de sorpresas. La gran nación a la que sus detractores denominaban la “cárcel de los pueblos” o tiorma narodna” no ha sido aniquilada, ni entregó la cuchara. Es un país sorprendente que siempre guarda una carta en la bocamanga y cuando todos creen en su derrota de pronto resucita, pues siempre fue el país de la Resurrección. Hitler y Napoleón lo supieron por experiencia. Esperemos que los norteamericanos y los ingleses no tengan que pasar por el mismo brete.
“Rusia, el molde de un enigma” es el título de uno de mis libros escritos por alguien como yo al que casi desde adolescente, desde que compraba los libros de Turguienev en Paris con los francos de mi almuerzo en la editorial Livre de Poche o los de la Austral y la colección Prometeo que popularizaron desde los años 20 a los sesenta a los maestros de la gran novela rusa y que yo leía con avidez apretujado en el metro trayecto Sol- Cuatro Caminos, un país que siempre sorprende al mundo.
Ahora en mi senectud dorada prosigo en esa misma demanda, atrapado por la magia rusa. Mis musas son rusalkas – las ondinas y elfos que se sumergen y emergen- de las riberas del Volga para hacerme soñar y llenar mi corazón de esperanza. Tenemos que seguir creyendo en el ser humano
Llegan entre vaharadas de niebla (tyman) y cantos de bateleros encadenados a la gran barca de la vida. ¡Oh esa inmensa tristeza de la estepa infinita (taská), esa belleza de sus mujeres! Muchos solteros europeos se van a San Petersburgo a buscar novia. ¡Ese paisaje donde los horizontes no terminan nunca donde brilla al fondo la plata vegetal de un bosque de abedul! Si Rusia no existiera habría que inventarlo, como a Dios. Ha sido mi patria espiritual en estos tiempos de cambio y persecución. Lamento que España – se dice que el pueblo español y el ruso son los más parecidos del mundo por su fatalismo, por su coraje y capacidad de aguante- no haya tenido una política propia e independiente pero mis ojos han mirado con nostalgia dirección Moscú que fue tierra de acogida de los niños de la guerra. Es el país donde más se ha estudiado el quijote y la Hispanística está muy extendida por sus universidades.
Díganlo, si no, mis queridas colegas de la Voz de Rusia departamento de castellano. Allí hay periodistas y politólogos tan magníficos como Luis Ardiaca, María Ivanova, Valentina Yushina, Leonardo Kosichev, Pancho Rodríguez y tantos otros que se expresan en un español envidiable que para sí quisieran muchos de mis colegas de las vociferantes emisoras a este lado de los Pirineos.
Escuchar la VOR ha sido para mí no solamente un antídoto benéfico a mis nervios sino también una fuente de información ponderada, objetiva, desapasionada, sin tercerías. Son como una isla de paz y buen hacer profesional en medio del marasmo. Yo les invito a que busquen su onda paradigmática-un ejemplo de deontología profesional y de buen periodismo- en Internet las 24 horas del día.
El sitio se llama VOR. Y por supuesto nada tiene que ver con aquella radio Moscú o Radio España Independiente que si te pillaban conectado a su onda la policía franquista podía llevarte a la trena. Mucho han cambiado las cosas. Estamos en un mundo global. Pasó la hora de los escarnios y de los sambenitos y el buen periodismo nada tiene que ver con la propaganda que por desgracia siguen cultivando algunos de mis colegas occidentales con inteligencia de garbanzo y cabezas de chorlito. Que Dios los perdone.
martes, 12 de abril de 2011
lunes, 11 de abril de 2011
activistas portorriqueños perseguidos
The forbidden files of Puerto Rico en el American Archivist
Título: Los Archivos prohibidos: creación, uso y supervisión de las fichas policiales de activistas puertorriqueños independentistas
Autor:
Joel Blanco-Rivera
Resumen:
El descubrimiento en 1987 – fue una auténtica bomba informativa por las repercusiones que hubiera podido tener el asunto en el tema de los derechos humanos-de que la policía puertorriqueña había guardado miles de fichas secretas sobre supuestos activistas subversivos e independentistas en Borinquen ha colocado sobre el palenque una de las áreas más oscuras de la historia de la isla. Después de pasar revista al estatus de Puerto Rico como estado libre asociado bajo el dominio de los EE:UU., el presente artículo somete a discusión los archivos secretos sobre vigilancia y seguimiento de estas personas, su creación y mantenimiento, y qué es lo que ocurrió tras tenerse conocimiento por la opinión pública de la existencia de tales fichas. Asimismo, cabe resaltar el interés de este artículo para los archiveros a los que imparte consejos acerca de cómo actuar en presencia de tales documentos de naturaleza muy delicada y susceptibles de suscitar pública controversia.
Título: Los Archivos prohibidos: creación, uso y supervisión de las fichas policiales de activistas puertorriqueños independentistas
Autor:
Joel Blanco-Rivera
Resumen:
El descubrimiento en 1987 – fue una auténtica bomba informativa por las repercusiones que hubiera podido tener el asunto en el tema de los derechos humanos-de que la policía puertorriqueña había guardado miles de fichas secretas sobre supuestos activistas subversivos e independentistas en Borinquen ha colocado sobre el palenque una de las áreas más oscuras de la historia de la isla. Después de pasar revista al estatus de Puerto Rico como estado libre asociado bajo el dominio de los EE:UU., el presente artículo somete a discusión los archivos secretos sobre vigilancia y seguimiento de estas personas, su creación y mantenimiento, y qué es lo que ocurrió tras tenerse conocimiento por la opinión pública de la existencia de tales fichas. Asimismo, cabe resaltar el interés de este artículo para los archiveros a los que imparte consejos acerca de cómo actuar en presencia de tales documentos de naturaleza muy delicada y susceptibles de suscitar pública controversia.
domingo, 10 de abril de 2011
de 2011UN ASTURIANO EL CAPITAN VILLAMIL HEROE DE LA GUERRA DE CUBA
EL 98. ARTESEROS. INTERECONOMÍA. Y ESTOS DE LA DERECHONA NO PARECEN ESPAÑOLES
Mi héroe del 98 es Villamil, sucumbió en Santiago de Cuba bloqueado por la armada yanqui un 3 de julio de 1898. Salió mandando la fragata Numancia. Era un asturiano de Navia.Conocía de antemano que los gringos iban a jugar con su barco al pimpampum pero un arranque de valor salió para tratar de romper el bloqueo por el honor de España. Veo por la tarde con tristeza un programa de España en la Memoria que firma un tal Arteseros y siento dolor. Ese tío sabrá mucho de chismes de playbacks y de gramolas pero en punto a historia está pez. Ésta nos la escribe el enemigo y he aquí un ejemplo más.Aquí lo que mola es el dinero, hablan con un despego y una desconsideración de las cosas de su país que parecen extranjeros. Parece que no corre sangre por sus venas, sólo dólares y acaparar ratings. Hombre por Dios, yo me pregunto si estos fulanos habrán jurado bandera, adulan al enemigo y creo que serían imputables de delito de alta traición en cualquier nación demócrata. Desprecian a sus héroes. Y nos ponen a todos de cara a la pared con sus historias, verguenza les debía de dar, a lo mejor es que el 98 no ha culminado todavía y los gringos grandes vengadores traten de imponer quizás el trágala de la secesión de las Españas.
No se dice por ejemplo que el atentado del Maine fue un autogolpe, que los norteamericanos no podían aguantar tantas bajas como les causaba la infantería española, pero se proyecta una imagen poco patriótica de los que se libraban del cupo pagando, de los chinches, de la fiebre amarilla. Este señor de las gafas y cara de funeral no debe de haber leído a Insua.
La perla de las antillas sucumbió y sucumbió con honor y con un par de huevos, porque ese almirante asturiano los tenía bien puestos. Cervera sin embargo era catalán. Por lo que la admiración en aquella isla a todo lo español sigue vigente. Me cae bien Fidel Castgro que se le va hacer y la derecha de este país, pastueña, mostrenca y asenderead no le puede ver. No todos podemos vivir en la plaza que se le va a hacer.
Y esta derechota, que prefiere dar un hijo a la patria que vender una finca, sabrá mucho inglés pues quiere ser gringa pero sabe poco de política internacional. Y comete el error de tirar cantos contra su propio tejado, y eso le pasa también a las izquierdas bueno eso de izquierdas es un suponer puesto que son hijos de falangistas la mayor parte de ellos. Simpson ainda etoufes, decía un marmitón gallego cuando vio desfilar a los americanos por la Habana. Tuvo que volar su propio barco y matar a un montón de gente de su tripulación para declararnos la guerra. Ya sé que esta guerra fue mal manejada por Sagasta y los políticos y por pésimos periodistas a los que pagaba Randolph Hearst.
Me doy, ya en la mañana, una vuelta por el rastro y explico en mi mejor inglés a los estudiantes de un colegio americano quién era Cascorro, un soldadito de infantería, heroe de los manglares de Santiago contra el mambís, que para salvar la posición y cubrir a sus compañeros saltó de la trinchera con una lata de gasolina pereciendo él en el intento. Los niños americanos me miran inquisitivos como diciendo quien será este tío pero me comprenden cuando les hablo de la bandera americana, un par de ellos se llevan la mano al pecho. Pues nosotros lo mismo, chaval, amamos a nuestra roja y balda como vosotros amais a las estrellas y barras. Luego me voy a misa al Cristo del Olivar para después hacer una corta visita a la iglesia de San Sebastián. Han descubierto una lápida en la tumba de Lope de Vega. Maravilloso día de sol. Último domingo de cuaresma. Madrid lleno de guiris.
EL 98. ARTESEROS. INTERECONOMÍA. Y ESTOS DE LA DERECHONA NO PARECEN ESPAÑOLES
Mi héroe del 98 es Villamil, sucumbió en Santiago de Cuba bloqueado por la armada yanqui un 3 de julio de 1898. Salió mandando la fragata Numancia. Era un asturiano de Navia.Conocía de antemano que los gringos iban a jugar con su barco al pimpampum pero un arranque de valor salió para tratar de romper el bloqueo por el honor de España. Veo por la tarde con tristeza un programa de España en la Memoria que firma un tal Arteseros y siento dolor. Ese tío sabrá mucho de chismes de playbacks y de gramolas pero en punto a historia está pez. Ésta nos la escribe el enemigo y he aquí un ejemplo más.Aquí lo que mola es el dinero, hablan con un despego y una desconsideración de las cosas de su país que parecen extranjeros. Parece que no corre sangre por sus venas, sólo dólares y acaparar ratings. Hombre por Dios, yo me pregunto si estos fulanos habrán jurado bandera, adulan al enemigo y creo que serían imputables de delito de alta traición en cualquier nación demócrata. Desprecian a sus héroes. Y nos ponen a todos de cara a la pared con sus historias, verguenza les debía de dar, a lo mejor es que el 98 no ha culminado todavía y los gringos grandes vengadores traten de imponer quizás el trágala de la secesión de las Españas.
No se dice por ejemplo que el atentado del Maine fue un autogolpe, que los norteamericanos no podían aguantar tantas bajas como les causaba la infantería española, pero se proyecta una imagen poco patriótica de los que se libraban del cupo pagando, de los chinches, de la fiebre amarilla. Este señor de las gafas y cara de funeral no debe de haber leído a Insua.
La perla de las antillas sucumbió y sucumbió con honor y con un par de huevos, porque ese almirante asturiano los tenía bien puestos. Cervera sin embargo era catalán. Por lo que la admiración en aquella isla a todo lo español sigue vigente. Me cae bien Fidel Castgro que se le va hacer y la derecha de este país, pastueña, mostrenca y asenderead no le puede ver. No todos podemos vivir en la plaza que se le va a hacer.
Y esta derechota, que prefiere dar un hijo a la patria que vender una finca, sabrá mucho inglés pues quiere ser gringa pero sabe poco de política internacional. Y comete el error de tirar cantos contra su propio tejado, y eso le pasa también a las izquierdas bueno eso de izquierdas es un suponer puesto que son hijos de falangistas la mayor parte de ellos. Simpson ainda etoufes, decía un marmitón gallego cuando vio desfilar a los americanos por la Habana. Tuvo que volar su propio barco y matar a un montón de gente de su tripulación para declararnos la guerra. Ya sé que esta guerra fue mal manejada por Sagasta y los políticos y por pésimos periodistas a los que pagaba Randolph Hearst.
Me doy, ya en la mañana, una vuelta por el rastro y explico en mi mejor inglés a los estudiantes de un colegio americano quién era Cascorro, un soldadito de infantería, heroe de los manglares de Santiago contra el mambís, que para salvar la posición y cubrir a sus compañeros saltó de la trinchera con una lata de gasolina pereciendo él en el intento. Los niños americanos me miran inquisitivos como diciendo quien será este tío pero me comprenden cuando les hablo de la bandera americana, un par de ellos se llevan la mano al pecho. Pues nosotros lo mismo, chaval, amamos a nuestra roja y balda como vosotros amais a las estrellas y barras. Luego me voy a misa al Cristo del Olivar para después hacer una corta visita a la iglesia de San Sebastián. Han descubierto una lápida en la tumba de Lope de Vega. Maravilloso día de sol. Último domingo de cuaresma. Madrid lleno de guiris.
sábado, 9 de abril de 2011
EL REY POTENTE DON ENRIQUE IV continuación
El monarca misterioso
AGRIDULCE REINAR
Aquella navidad de mi niñez tocamos la zambomba, hicimos música rascando la botella de anís con el almirez y cantamos villancicos ante el belén que había colocado mi hermano Nano adornando con musgo el portal traído de las peñas de la cantera donde se afanaba en su pobreza el Tío Enrique y su cuervo al que había enseñado a hablar y a decir palabrotas a los chicos. Con papel albar se hizo una especie de arrollo y a la orilla estaban las figuritas de las lavanderas. Un pastorcito iba camino del portal con un cordero al hombro. La cena pobre consistió en castañas y algo de asado. El villancico que cantamos aun resuena en mis orejas. “Sobre tu cunita niño he visto arder una farolica como la del tren… que alumbra con gas a la medianoche y a la madrugá” era un cantar ferroviario y era apropiado para aquel momento pues vivíamos al lado de la estación cerca de la Dehesa Boyal que donó al concejo Enrique IV y donde se celebraba por san Pedro la gran feria de ganado. El pitido del tren traspasaba el silencio de la madrugada. Habíamos aprendido cuando dormíamos y la señal acústica de los convoyes que iban lejos nos despertaban a distinguir a un mercancías que solían circular hasta el alba, del correo de Santander o del automotor de Medina o los trenes militares que llevaban soldaditos hasta África. Mi padre se puso algo melancólico recordado otras navidades del ayer, los pensamientos se alejaban en la evocación de las Nochebuenas en la majada o en el frente de Teruel. La nochebuena se viene la nochebuena se va y nosotros nos iremos para no volver más. Levantados los manteles, mi padre me preguntó si iba a misa de gallo y yo le dije que sí, tengo que ayudar. ¿Quién es el capellán? Don Valeriano. Pues abrigate, hijo. No olvides el tapabocas ni el pasamontañas. Había caído una gran nevada y era tan brillante la luna que la noche parecía iluminada. Hasta llegar a la fuente de la Dehesa tenía que pasar el puente de Valdevilla, atravesar la cuesta que eleva el Río clamores al ocultarse como un Guadiana, cruzar por entre medias de la Base Mixta y la cárcel cerca de los jardines de Villangela, desde donde se subía por la plaza de toros a los centenarios depósitos de agua del acueducto, la fabrica de Caretas donde se fabricó el biscuter y la de Klein donde se fabricaran caretas antigas de la primera guerra mundial. Todo era campo por aquellos días de mediado el siglo XX pero en el siglo XV tupido bosque donde solía cazar el Rey Nuestro señor y sería precisamente en una quinta de recreo donde se alzaría el palacio-monasterio bajo la advocación de San Antonio de Padua, san Antonio el Real. Hacía yo el recorrido cuatro veces dos por la mañana y dos por la tarde y me conocía cada recoveco, cada castaño de Indias y allí empezó mi fascinación por roma y por la historia de España desde aquel día que vi sacar unos huesos en una rumba romana que excavaron a la puerta misma de donde estaba la casa del capellán de las hermanitas de los pobres. En el epígrafe se decía que la difunta era una “puella” (muchacha) que falleció a los quince años. Tanto el capellán don Pablo como don Valeriano leyeron el epígrafe y rezaron una oración por el eterno descanso de aquella adolescente muerta en los tiempos de Trajano. Hacía frío y me abrigué con el tapabocas. En la dehesa boyal dormían los rebaños de la Mesta miles de cabeza de ganado. Los mastines me ladraban al pasar pero el rabadán de vigilancia me advirtió que caminase sin miedo, los perros no te harán nada, chaval, y menos hoy, repuse hoy que ha nacido Dios:
-¿Vas a misa de gallo?
-Sí, señor.
-Pues felices pascuas, zagal.
Cerca de la base mixta y frente al dispensario antituberculoso me asomé a la verja donde yacía desportillado un carro de combate de la primera guerra mundial, ruedas enormes, ¿Qué haría en Segovia aquella reliquia de la batalla del Somme? Rápidamente al rebufo de los muros leprosos de la huerta de las monjas, altos muros misteriosos de adobe me planté en el convento escondido entre un bosque casi de olmas. Como don Valeriano se había puerto malo le sustituyó como oficiante el capellán del hospicio don Ramón. Que era un cura alto con un gran corpachón que remataba en una cabeza de garbanzo y una voz profunda. Conocía todos los misterios de la historia de España aquel buen capellán. Entré en la sacristía y sor Fuencisla la demandadera ya tenía preparadas las vinajeras, sentí su voz detrás de las cortinas de la clausura del coro bajo:
-Buenas noches, sor Fuencisla.
-Buenas noches, hijo y alegría.
-Sí, señora, alegría y placer que esta noche nace el niño en el portal de Belén.
-Me gusta ¡qué bien te los sabes! Debes de ser un chico listo.
-No se crea, sor, el latín no se me da mal pero no me entran las matemáticas
Sor Fuencisla estaba más contenta que unas pascuas y me dijo que en el convento hubo fiesta y tambien entonaron villancicos al Niño Jesús como en todos los hogares españoles por tan señalada fecha. Al poco llegaba don Ramón que venía tosiendo- pues era un empedernido fumador y moriría el hombre al poco tiempo de la caja cambios- desde el zaguán un tanto azacaneado y moviendo para los lados la cabeza y con las botas cubiertas de nieve manteos y capisayos al desgaire accionando los brazos largos. Pendulaba en todas direcciones el buen capellán su cabeza insignificante y pequeñita, de garbanzo. Sí; tenía un melón ridículo sobre los hombres pero en aquella testa cabía toda la historia de España de la cual nos daba clases magistrales y se cabreaba muchísimo cuando aquellos libros de texto ponían cosas muy desagradables sobre el monarca de la granada y del reinado agridulce. Por eso en el seminario los latinos le pusimos de mote Don Cicerón que es lo que significa el apodo en la lengua del Lacio. Creo que por ese cabo me convencí de que el rey segoviano había sido difamado y que sería preciso rehabilitar su figura de tanto escarnio.
Se vistió el presbítero a toda prisa los ornamentos blancos y yo mismo con otro monaguillo que se llamaba Otero salimos con paso solemne de la sacristía, uno portaba el cirial y el otro un incensario. El coro empezó a entonar la antífona:
Asperges me, Domine, hisopo et mundabor. Lavabis me et super nivem dealbabor.
Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam. Vidi aquam egredientem de templo et omnes ad quos pervenit aqua ista salvi facti sunt et dicent: aleluya
Las notas gregorianas del asperges en tono andante ma non tropo resonaban hermosas cantadas por las voces blancas de las clarisas y habían sonado en aquel templo desde su fundación por el rey don Enrique nuestro Señor durante medio milenio. Era el catolicismo “at work” en su gloriosa tradición de “business as usual”. Pasan las generaciones, nacen y mueren los hombres, las primeras que lo cantaron yacían en humildes sepulturas, amortajadas con el cordón franciscano de tierra en la Huerta del Nogal en el patio central del convento. Luego don Ramón con su voz cascada y potente de fumador empedernido pronunció el exorcismo:
Exaudi nos domine sancte páter aeterne Deus et mittere digneris sanctum angelum tuum de coelis qui custodiat, foveat, protegat, visitet atque defendat omnes habitantes in hoc habitáculo
El preste sabía que su negocio tenía que ver con la eternidad y rogaba para que alejase el espiritu del mal a todos los moradores de aquella casa. Amen. Estaban todas las lámparas encendidas. El retablo de la crucifixión con sus maravillosas figuras de arte flamenco en relieve, tan vividas y tan copiadas al natural que hacían pensar en cómo era el rostro de los hombres en la edad media, no sólo los reyes sino los menestrales, los rabadanes y los tejedores que iban y venían a Flandes con la lana de las merinas de Segovia, refulgía como los chorros del oro. San Antonio de Padua, talla neogótica, con un misal en la mano, y su cerquillo de fraile menor iluminándole el rostro En las paredes de damasco colgaban algunos cuadros religiosos con reporteros en los cuales se representaba el escudo de armas de los Reyes Católicos, (que dotaron al convento, si bien fue su predecesor el que lo fundara habilitando para la ocasión una finca a la afueras que tenía para sus recreos cinegéticos) y escenas de la Natividad y allí estaban los bancos de roble macizo que lucían entremedias las armas de Castilla y el blasón del penúltimo de la Casa Trastamara: una granada. Buen símbolo porque decía don Enrique:
-He aquí mi agridulce reinar.
Estaban vacíos los bancos porque debido a la gran nevada había acudido poco personal a aquella misa del gallo. Únicamente cuatro viejas así como el carpintero Geroteo el mejor feligrés de aquella comunidad, una buena persona pero que tenía fama de empinar el codo un poquito y aquella nochebuena había pimplado de más porque olía a anís que le llevaban los demonios cuando fui a darle a besar el portapaz. Con esa generosidad de los beodos el bueno de Geroteo y sonriéndome cordial sacó de la pelliza una moneda y me dio un duro de plata:
-Toma, monago, tu aguinaldo.
Pocas veces a lo largo de mi carrera como monaguillo y seminarista he visto brillar tanta alegría y tanta munificencia como en los ojos de aquel borrachín. Tampoco tanto oro. El cristianismo suele ser generoso. Un duro cinco, pesetas de las de entonces constituían un dineral para los niños de mi edad. Guarde Dios tu alma cristiana, Geroteo y este gesto me persuade en mis convicciones de que nada es lo que parece en este mundo que hay que ir con pies de plomo a la hora de enunciar juicios de valor. Cuando fue a besar al Niño y yo sostenía a don Ramón el humeral, Geroteo con paso vacilante y la cara roja me guiñó un ojo. La misa terminó en la efervescencia y candor con que la liturgia católica guarda para esta santa noche. En la iglesia hacía un frío que pelaba porque no había calefacción ni estufas por aquel entonces. Sin embargo puede ser y así ahora lo pienso que la luz que fulgía de la estrella del portal de Belén calentase nuestros cuerpos y nuestras almas. Ya en la sacristía las buenas monjitas nos agasajaron con vino de misa soplillos y pastas. Sor Fuencisla que me tenía buen concepto me encareció que fuese bueno y que estudiase y que siguiera devoto de San Antonio. Así lo soy y lo he sido toda mi vida. El órgano remató glorioso una fuga de Bach interpretada por una de las hijas de Santa Clara de Asís que en el siglo había estudiado siete años de conservatorio, Sor Jesusa, y las notas golpeaban caricias sobre los empinos de las bóvedas de crucería y los arcos escarzanos y conopiales. Dirigiendo mensajes de amor divino hacia la luna llena que asomaba yerta y pasmada por entre los vitrales de la nave del crucero Una nochebuena más. A la salida y entre la euforia de los vapores del licorcillo de consagrar más de tres copas generosas me tomé con la aquiescencia del capellán y de la propia priora que un día es un día, bajó un arco que lleva al salón del trono, tuve una visión. Yo vi acercarse a un caballero, llevaba sobre los hombros un ropón de cordero que le cubría la pelliza, un turbante como los de los moros. Era rubio, trabado de hombros, una barba rojiza, los pies grandes, las manos como manoplas de segador y un aspecto campechano pero había una indecisión que recobraba su persona, timidez y amabilidad, transmitía llaneza y familiaridad. Bien pudiera pasar por un tratante de los que acudían al azoguejo los jueves de mercado y que después de comer cordero asado regado con clarete de Peñafiel se ponían un palillo entre los dientes y se sentían felices en su pobreza, pero había una distinción en su rostro y unos ojos claros y misteriosos de rey godo, cuya sangre corría por sus venas mezcladas con las de todas las dinastías de Europa: los Valois, los Plantagenet, los Lancaster y la de la casa de Anjou y de Viana y un cierto reposo pleno de dignidad, porque, “donde ponía- escriben los cronistas- la vista mucho le duraba el mirar. Este lento mirar le convertían en un ser distinto a los demás. A todas luces se trataba de un personaje majestuoso. No debía de ser muy friolero aunque bien pudiera ser que los cuerpos gloriosos no acusan el acoso de los incidentes climatológicos ni padecen enfermedades. Era don Enrique igual que yo me lo imaginara. Me recordaba a mi abuelo con su nariz y con sus fuertes corvas, la cuadratura algo petiza de los labrantines que por aquellos días se pasaban la vida inclinados sobre el surco, segando, bieldando, dando haces en ese ir y venir castellano que llaman acarrear. Todo es movimiento y variación.
Se fue a sentar junto a una mesa de pino junto a un altar y se reclinó sobre el respaldo del sillón frailuno. Había mandado traer un brasero y de vez en cuando revolvía la ceniza con una badila.
-Hace frío en Segovia y mucho más la noche de Navidad. Ven, chiquito.
Comprendí quien era el fantasma. Mis sueños o mis delirios me habían trasladado hacia el propio Rey el cuarto de los Enriques de Castilla.
- Aquí estoy, Majestad.
- Somos paisanos. A ti te bautizaron en San Millán y yo recibía las aguas santificantes en la de San Martín.
- ¿Y eso cómo lo sabe, Majestad?
- Las almas de los difuntos somos espíritus puros y podemos penetrar en todos los misterios de la condición humana. Conocemos el pasado el presente y el futuro. He venido a darme una vuelta por mi heredad. Este era mi palacio de verano. En vida a mí me gustaba mucho cazar. Cuando abatía un jabalí lo asábamos a la estaca en esa cocina enorme del monasterio que tú habrás visto y luego nos lo comíamos en amistad aunque por su ley la carne de cerdo estaba prohibida. Menudas cuchipandas.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Eran todos ellos moros de Aragón.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Era todos ellos moros de Aragón.
No me sorprendió aquella respuesta de aquel bien rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear. En aquella fatiga se reflejaba quizás la eternidad del mundo. Dentro del movimiento y variación todo es igual y también la sabiduría del conocimiento de los hombres. La condición humana sigue aferrada a los principios de la casuística. Me dijo que uno nacía ladrón, otro forzador de doncellas, aquel homicida y esotro para la gramática o la especulación. Unos se entregan al vino y a los placeres de la panza y otros sólo prueban el agua. Unos blancos y otros negros, unos grandes y otros chicos. Unos valetudinarios y enfermizos y otros que no toparon jamás con un galeno. Y entretanto realizaba estas reflexiones jugaba con la granada de su blasón como si fuese una pelota. Ama y haz lo que quieras, comentaba san Agustín pero eso es sólo retórica. Nunca se podrá acomodar a esa perspectiva de amar al prójimo como a ti mismo. Tales expresiones no resultaban sino hablar bonito. Tu pusilanimidad alteza nace de tu sabio conocimiento del ser humano. Prefiero cazar por esos montes. Las alimañas del campo son menos dañinas que algunos palaciegos de mi corte. Eligió buen símbolo como lema para su reinado agridulce. La granada es el fruto que más se parece al almibar y al acíbar. Más que un blasón era una profecía. Entraremos en Granada mas eso quedará para mis sucesores. ¿Y de qué nos servirá vencer a los moros si no somos dueños de nostros mismos?, dijo en un tono más reflexivo. La iglesia se había transformado en palacio. Sonó un rabel y unos puericantores cruzaron la habitación y saludaron al Rey:
-Buena pascua y buenos años, Alteza.
Don Enrique se les quedó largo rato mirando pero no pronunció palabra. Subía y bajaba la música del rabel alternando la clave de los arpegios. Uno de los juglares de palacio con motivo de la Navidad para hacer dedos componía un madrigal a su amada. Un rabino con un cantoral enorme con herrajes se llegó hizo una reverencia y le besó la mano. El librote que llevaba bajo el brazo era el Talmud con todas las enseñanzas. Se sentía el ladrar bronco de los lebreles de la jauría. Piafaban los mulos en las caballerizas. El pastelero de Madrigal en la cocina alimentada por leños de roble preparaba un guiso preferente. Otros rancheros doraban la carne de un buey que sería servido al día siguiente en el convite que daba su Majestad todos los años por estas fechas a los nobles de Segovia, al corregidor y al obispo. Le miré de nuevo y su aspecto era de total fatiga como si humillado y preterido hubiera alzado bandera blanca frente al cruel destino. Entonces despareció la visión. Todavía me dio tiempo a vagar por las dependencias de la mansión. Estaba habitada por frailes menores de la observancia y por claustrales. Los descalzos discutían con los calzados. Uno de forma muy violenta apostrofaba a un compañero que decía llamarse fray Pedro de Villacastín por habersele visto por malos pasos a altas horas de la madrugada por los lupanares de Segovia y este respondía que acompañaba al rey en estas giras por la ciudad a casa de las visitadoras y que más pecaba la lengua que el ojo. Contó la historia de doña Guiomar de la cual el rey estaba muy prendado con gran enojo de la reina doña Juana. Otro de los religiosos contaba cosas maravillosas del monarca no sólo sus proezas sexuales de quinque in eadem nocte sino su fuerza inaudita de domador de leones porque tenía una partida de estos animales que le había regalado el rey de Granada y que él solo entraba en la jaula para darles de comer y que estas fieras en lugar de atacarle le lamían la mano. Observantes y claustrales se llevaban a matar por lo que la conllevancia resultaba harto problemática en aquel monasterio. Pleitos entre claustrales y observantes, la cosa llega hasta Cisneros y parece mentira que perteneciendo ambos bandos a la misma orden del cordón sus actitudes tengan poco de seráficas y mucho menos de cristianas. Igual ocurre entre los agustinos regulares y los monacales, el Carmen descalzo y los que llevaban zapatos.
Al rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear le hastiaba la vehemencia con que cada feudo enarbolaba su estandarte porque -sepan cuantos- era un príncipe que detestaba la violencia y se desmayaba a la vista de la sangre. Me preguntó qué que era lo que quería ser de mayor y torció el gesto.
-Tú no vales para clérigo ni para político. Tienes alma de guerrero pero como eso no puede ser, abrazarás la vida áspero e ingrata de las letras; escritor, mi cronista.
Aun desconociendo a punto fijo cual era el significado de aquel augurio que enunciaba (ciertamente, a mí me gustaba emborronar y mandaba mis articulitos y mis cuentos al “Sígueme” y a la “Hoja parroquial y alguna vez mi nombre en letras de molde) la idea me atraía. Escribir por tu propia cuenta y riesgo, tener ideas personales, no vivir a lo borrego, no comulgar con ruedas de molino y pensar por boca de ganso, lo que diga la masa, peligroso oficio y arriscado afán. Me iba a uncir al yugo compartiendo el infortunio y la soledad del hombre de letras. Largas vigilias, trabajo perdido, mayúsculas decepciones, mensajes del naufrago dentro de una botella. Vivir hablando y pensando con los difuntos apartándose de los vivos. A sabiendas de querer robar el fuego sagrado a los dioses y de entrar en el laberinto de Creta burlando al cancerbero universal, ese que no habla, no sabe no contesta y cuando lo interrogas hace un movimiento de sí o no con la cabeza. Recorrer el dédalo de la literatura si no llevas contigo el ovillo de Ariadna es exponerte a las cornadas del Minotauro que es un mihura que no falla ninguna de sus embestidas. Los pensadores son humillados y ofendidos. Al vulgo no se le puede llevar la contraria que sólo cree en el poder y en la riqueza en los placeres del lecho y de la mesa.
-Pese a todo, niño segoviano, conocerás el Bien, la Verdad y la Belleza. Y ese es el Cristo- dijo su Majestad rompiendo un largo silencio de taciturnos pensativos- Aunque se desprecie la doctrina y las togas cedan a las armas. Serás rebelde y comunero.
-Entraremos en Granada, señor.
-Eso se hará. Pero yo no lo veré. Boabdil chiquito entregará las llaves de la alhambra a mi sucesora y hermana. Se habrá consumado un sueño, culminaremos el prpósito de venganza de la ignominia de la Cava Florinda. Ese es el sueño de España, la unidad nacional bajo el reinado de la cruz. Yo no sé si lo he conseguido pero pelée en Gibraltar y aquí estan las heridas en mi cuerpo para probarlo y mis caballeros, Enrique de Guzmán y el Conde de Niebla colocaron el pabellón de Castilla en lo alto del peñote.
-Actualmente sólo hay ingleses y moros.
-Hasta que Gibraltar no sea tierra española cundirá la desazón y volverán los bandos y las armas de los españoles unos contra otros-dijo el Monarca Misterioso. Y prosiguió:
-Soy amigo de moros porque quiero atraerlos hacia nuestra causa. Son buena gente pero acérrima. Muy cabezotas, hijo, muy cabezotas. Lo malo es que detrás del moro está el judío y ambas religiones confabuladas contra nosotros constituyen un enemigo casi invencible. Ello forma parte sin embargo de la maldición de don Rodrigo.
Casi me dieron ganas de abrazarle pero como sabía que era un ángel o un trasgo que bullía en mi cabeza no me atreví. Me quedé mirando para el artesonado de siete faldones que se alzaba sobre nuestras cabezas, una maravilla del arte morisco, con las estrellas de David labradas en pan de oro y toda esa esgrafía morisca de talante tan segoviano que huye de estampar en las paredes la figura humana y se entrega a los arabescos y ajarafes, en labor de ataujía, para no desairar al Profeta. Las tres culturas bajo la preeminencia de la cruz eran impronta enriqueña y se perdió mi mirada entre los baquetones y boceles de la capilla de Santa Úrsula. Más arriba coronaba el palacio la espadaña de ladrillo rojo con su tejadoz liso de pizarra, su tortea y su veleta. La campana estaba sonando a maitines y en el halda podría leerse la inscripción latina Henricus me fecit.
-Muchas misas me habrán dicho las queridas monjas
el aire se remansaba y cruzaba los ámbitos del monasterio una inusual quietud. Estábamos en el salón del trono el rey y yo arropados por la imagen del querido san Antonio que él donara y un cristo atado a la columna que debió de salir del buril del Divino Morales. Defenderemos la verdadera fe y Dios nos ayude. De lo que ocurra después mejor no preocuparse. Alguien llorará sobre nuestras cenizas. En la sala capitular la tumba que él construyó para su enterramiento. Lo inhumaron en Guadalupe al lado de su madre la portuguesa doña Juana. Recordé un cantar que me enseñó mi madre al Antonio divino y santo:
si busca milagros, mira: muerte y error desterrados
miseria y demonio huidos leprosos y enfermos sanos
el mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos
el peligro se retira los pobres van remediados cuéntenlo los socorridos díganlo los paduanos
En aquel instante el espectro despareció y yo me perdí por los pasillos del gran laberinto de la existencia.
AGRIDULCE REINAR
Aquella navidad de mi niñez tocamos la zambomba, hicimos música rascando la botella de anís con el almirez y cantamos villancicos ante el belén que había colocado mi hermano Nano adornando con musgo el portal traído de las peñas de la cantera donde se afanaba en su pobreza el Tío Enrique y su cuervo al que había enseñado a hablar y a decir palabrotas a los chicos. Con papel albar se hizo una especie de arrollo y a la orilla estaban las figuritas de las lavanderas. Un pastorcito iba camino del portal con un cordero al hombro. La cena pobre consistió en castañas y algo de asado. El villancico que cantamos aun resuena en mis orejas. “Sobre tu cunita niño he visto arder una farolica como la del tren… que alumbra con gas a la medianoche y a la madrugá” era un cantar ferroviario y era apropiado para aquel momento pues vivíamos al lado de la estación cerca de la Dehesa Boyal que donó al concejo Enrique IV y donde se celebraba por san Pedro la gran feria de ganado. El pitido del tren traspasaba el silencio de la madrugada. Habíamos aprendido cuando dormíamos y la señal acústica de los convoyes que iban lejos nos despertaban a distinguir a un mercancías que solían circular hasta el alba, del correo de Santander o del automotor de Medina o los trenes militares que llevaban soldaditos hasta África. Mi padre se puso algo melancólico recordado otras navidades del ayer, los pensamientos se alejaban en la evocación de las Nochebuenas en la majada o en el frente de Teruel. La nochebuena se viene la nochebuena se va y nosotros nos iremos para no volver más. Levantados los manteles, mi padre me preguntó si iba a misa de gallo y yo le dije que sí, tengo que ayudar. ¿Quién es el capellán? Don Valeriano. Pues abrigate, hijo. No olvides el tapabocas ni el pasamontañas. Había caído una gran nevada y era tan brillante la luna que la noche parecía iluminada. Hasta llegar a la fuente de la Dehesa tenía que pasar el puente de Valdevilla, atravesar la cuesta que eleva el Río clamores al ocultarse como un Guadiana, cruzar por entre medias de la Base Mixta y la cárcel cerca de los jardines de Villangela, desde donde se subía por la plaza de toros a los centenarios depósitos de agua del acueducto, la fabrica de Caretas donde se fabricó el biscuter y la de Klein donde se fabricaran caretas antigas de la primera guerra mundial. Todo era campo por aquellos días de mediado el siglo XX pero en el siglo XV tupido bosque donde solía cazar el Rey Nuestro señor y sería precisamente en una quinta de recreo donde se alzaría el palacio-monasterio bajo la advocación de San Antonio de Padua, san Antonio el Real. Hacía yo el recorrido cuatro veces dos por la mañana y dos por la tarde y me conocía cada recoveco, cada castaño de Indias y allí empezó mi fascinación por roma y por la historia de España desde aquel día que vi sacar unos huesos en una rumba romana que excavaron a la puerta misma de donde estaba la casa del capellán de las hermanitas de los pobres. En el epígrafe se decía que la difunta era una “puella” (muchacha) que falleció a los quince años. Tanto el capellán don Pablo como don Valeriano leyeron el epígrafe y rezaron una oración por el eterno descanso de aquella adolescente muerta en los tiempos de Trajano. Hacía frío y me abrigué con el tapabocas. En la dehesa boyal dormían los rebaños de la Mesta miles de cabeza de ganado. Los mastines me ladraban al pasar pero el rabadán de vigilancia me advirtió que caminase sin miedo, los perros no te harán nada, chaval, y menos hoy, repuse hoy que ha nacido Dios:
-¿Vas a misa de gallo?
-Sí, señor.
-Pues felices pascuas, zagal.
Cerca de la base mixta y frente al dispensario antituberculoso me asomé a la verja donde yacía desportillado un carro de combate de la primera guerra mundial, ruedas enormes, ¿Qué haría en Segovia aquella reliquia de la batalla del Somme? Rápidamente al rebufo de los muros leprosos de la huerta de las monjas, altos muros misteriosos de adobe me planté en el convento escondido entre un bosque casi de olmas. Como don Valeriano se había puerto malo le sustituyó como oficiante el capellán del hospicio don Ramón. Que era un cura alto con un gran corpachón que remataba en una cabeza de garbanzo y una voz profunda. Conocía todos los misterios de la historia de España aquel buen capellán. Entré en la sacristía y sor Fuencisla la demandadera ya tenía preparadas las vinajeras, sentí su voz detrás de las cortinas de la clausura del coro bajo:
-Buenas noches, sor Fuencisla.
-Buenas noches, hijo y alegría.
-Sí, señora, alegría y placer que esta noche nace el niño en el portal de Belén.
-Me gusta ¡qué bien te los sabes! Debes de ser un chico listo.
-No se crea, sor, el latín no se me da mal pero no me entran las matemáticas
Sor Fuencisla estaba más contenta que unas pascuas y me dijo que en el convento hubo fiesta y tambien entonaron villancicos al Niño Jesús como en todos los hogares españoles por tan señalada fecha. Al poco llegaba don Ramón que venía tosiendo- pues era un empedernido fumador y moriría el hombre al poco tiempo de la caja cambios- desde el zaguán un tanto azacaneado y moviendo para los lados la cabeza y con las botas cubiertas de nieve manteos y capisayos al desgaire accionando los brazos largos. Pendulaba en todas direcciones el buen capellán su cabeza insignificante y pequeñita, de garbanzo. Sí; tenía un melón ridículo sobre los hombres pero en aquella testa cabía toda la historia de España de la cual nos daba clases magistrales y se cabreaba muchísimo cuando aquellos libros de texto ponían cosas muy desagradables sobre el monarca de la granada y del reinado agridulce. Por eso en el seminario los latinos le pusimos de mote Don Cicerón que es lo que significa el apodo en la lengua del Lacio. Creo que por ese cabo me convencí de que el rey segoviano había sido difamado y que sería preciso rehabilitar su figura de tanto escarnio.
Se vistió el presbítero a toda prisa los ornamentos blancos y yo mismo con otro monaguillo que se llamaba Otero salimos con paso solemne de la sacristía, uno portaba el cirial y el otro un incensario. El coro empezó a entonar la antífona:
Asperges me, Domine, hisopo et mundabor. Lavabis me et super nivem dealbabor.
Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam. Vidi aquam egredientem de templo et omnes ad quos pervenit aqua ista salvi facti sunt et dicent: aleluya
Las notas gregorianas del asperges en tono andante ma non tropo resonaban hermosas cantadas por las voces blancas de las clarisas y habían sonado en aquel templo desde su fundación por el rey don Enrique nuestro Señor durante medio milenio. Era el catolicismo “at work” en su gloriosa tradición de “business as usual”. Pasan las generaciones, nacen y mueren los hombres, las primeras que lo cantaron yacían en humildes sepulturas, amortajadas con el cordón franciscano de tierra en la Huerta del Nogal en el patio central del convento. Luego don Ramón con su voz cascada y potente de fumador empedernido pronunció el exorcismo:
Exaudi nos domine sancte páter aeterne Deus et mittere digneris sanctum angelum tuum de coelis qui custodiat, foveat, protegat, visitet atque defendat omnes habitantes in hoc habitáculo
El preste sabía que su negocio tenía que ver con la eternidad y rogaba para que alejase el espiritu del mal a todos los moradores de aquella casa. Amen. Estaban todas las lámparas encendidas. El retablo de la crucifixión con sus maravillosas figuras de arte flamenco en relieve, tan vividas y tan copiadas al natural que hacían pensar en cómo era el rostro de los hombres en la edad media, no sólo los reyes sino los menestrales, los rabadanes y los tejedores que iban y venían a Flandes con la lana de las merinas de Segovia, refulgía como los chorros del oro. San Antonio de Padua, talla neogótica, con un misal en la mano, y su cerquillo de fraile menor iluminándole el rostro En las paredes de damasco colgaban algunos cuadros religiosos con reporteros en los cuales se representaba el escudo de armas de los Reyes Católicos, (que dotaron al convento, si bien fue su predecesor el que lo fundara habilitando para la ocasión una finca a la afueras que tenía para sus recreos cinegéticos) y escenas de la Natividad y allí estaban los bancos de roble macizo que lucían entremedias las armas de Castilla y el blasón del penúltimo de la Casa Trastamara: una granada. Buen símbolo porque decía don Enrique:
-He aquí mi agridulce reinar.
Estaban vacíos los bancos porque debido a la gran nevada había acudido poco personal a aquella misa del gallo. Únicamente cuatro viejas así como el carpintero Geroteo el mejor feligrés de aquella comunidad, una buena persona pero que tenía fama de empinar el codo un poquito y aquella nochebuena había pimplado de más porque olía a anís que le llevaban los demonios cuando fui a darle a besar el portapaz. Con esa generosidad de los beodos el bueno de Geroteo y sonriéndome cordial sacó de la pelliza una moneda y me dio un duro de plata:
-Toma, monago, tu aguinaldo.
Pocas veces a lo largo de mi carrera como monaguillo y seminarista he visto brillar tanta alegría y tanta munificencia como en los ojos de aquel borrachín. Tampoco tanto oro. El cristianismo suele ser generoso. Un duro cinco, pesetas de las de entonces constituían un dineral para los niños de mi edad. Guarde Dios tu alma cristiana, Geroteo y este gesto me persuade en mis convicciones de que nada es lo que parece en este mundo que hay que ir con pies de plomo a la hora de enunciar juicios de valor. Cuando fue a besar al Niño y yo sostenía a don Ramón el humeral, Geroteo con paso vacilante y la cara roja me guiñó un ojo. La misa terminó en la efervescencia y candor con que la liturgia católica guarda para esta santa noche. En la iglesia hacía un frío que pelaba porque no había calefacción ni estufas por aquel entonces. Sin embargo puede ser y así ahora lo pienso que la luz que fulgía de la estrella del portal de Belén calentase nuestros cuerpos y nuestras almas. Ya en la sacristía las buenas monjitas nos agasajaron con vino de misa soplillos y pastas. Sor Fuencisla que me tenía buen concepto me encareció que fuese bueno y que estudiase y que siguiera devoto de San Antonio. Así lo soy y lo he sido toda mi vida. El órgano remató glorioso una fuga de Bach interpretada por una de las hijas de Santa Clara de Asís que en el siglo había estudiado siete años de conservatorio, Sor Jesusa, y las notas golpeaban caricias sobre los empinos de las bóvedas de crucería y los arcos escarzanos y conopiales. Dirigiendo mensajes de amor divino hacia la luna llena que asomaba yerta y pasmada por entre los vitrales de la nave del crucero Una nochebuena más. A la salida y entre la euforia de los vapores del licorcillo de consagrar más de tres copas generosas me tomé con la aquiescencia del capellán y de la propia priora que un día es un día, bajó un arco que lleva al salón del trono, tuve una visión. Yo vi acercarse a un caballero, llevaba sobre los hombros un ropón de cordero que le cubría la pelliza, un turbante como los de los moros. Era rubio, trabado de hombros, una barba rojiza, los pies grandes, las manos como manoplas de segador y un aspecto campechano pero había una indecisión que recobraba su persona, timidez y amabilidad, transmitía llaneza y familiaridad. Bien pudiera pasar por un tratante de los que acudían al azoguejo los jueves de mercado y que después de comer cordero asado regado con clarete de Peñafiel se ponían un palillo entre los dientes y se sentían felices en su pobreza, pero había una distinción en su rostro y unos ojos claros y misteriosos de rey godo, cuya sangre corría por sus venas mezcladas con las de todas las dinastías de Europa: los Valois, los Plantagenet, los Lancaster y la de la casa de Anjou y de Viana y un cierto reposo pleno de dignidad, porque, “donde ponía- escriben los cronistas- la vista mucho le duraba el mirar. Este lento mirar le convertían en un ser distinto a los demás. A todas luces se trataba de un personaje majestuoso. No debía de ser muy friolero aunque bien pudiera ser que los cuerpos gloriosos no acusan el acoso de los incidentes climatológicos ni padecen enfermedades. Era don Enrique igual que yo me lo imaginara. Me recordaba a mi abuelo con su nariz y con sus fuertes corvas, la cuadratura algo petiza de los labrantines que por aquellos días se pasaban la vida inclinados sobre el surco, segando, bieldando, dando haces en ese ir y venir castellano que llaman acarrear. Todo es movimiento y variación.
Se fue a sentar junto a una mesa de pino junto a un altar y se reclinó sobre el respaldo del sillón frailuno. Había mandado traer un brasero y de vez en cuando revolvía la ceniza con una badila.
-Hace frío en Segovia y mucho más la noche de Navidad. Ven, chiquito.
Comprendí quien era el fantasma. Mis sueños o mis delirios me habían trasladado hacia el propio Rey el cuarto de los Enriques de Castilla.
- Aquí estoy, Majestad.
- Somos paisanos. A ti te bautizaron en San Millán y yo recibía las aguas santificantes en la de San Martín.
- ¿Y eso cómo lo sabe, Majestad?
- Las almas de los difuntos somos espíritus puros y podemos penetrar en todos los misterios de la condición humana. Conocemos el pasado el presente y el futuro. He venido a darme una vuelta por mi heredad. Este era mi palacio de verano. En vida a mí me gustaba mucho cazar. Cuando abatía un jabalí lo asábamos a la estaca en esa cocina enorme del monasterio que tú habrás visto y luego nos lo comíamos en amistad aunque por su ley la carne de cerdo estaba prohibida. Menudas cuchipandas.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Eran todos ellos moros de Aragón.
- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Era todos ellos moros de Aragón.
No me sorprendió aquella respuesta de aquel bien rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear. En aquella fatiga se reflejaba quizás la eternidad del mundo. Dentro del movimiento y variación todo es igual y también la sabiduría del conocimiento de los hombres. La condición humana sigue aferrada a los principios de la casuística. Me dijo que uno nacía ladrón, otro forzador de doncellas, aquel homicida y esotro para la gramática o la especulación. Unos se entregan al vino y a los placeres de la panza y otros sólo prueban el agua. Unos blancos y otros negros, unos grandes y otros chicos. Unos valetudinarios y enfermizos y otros que no toparon jamás con un galeno. Y entretanto realizaba estas reflexiones jugaba con la granada de su blasón como si fuese una pelota. Ama y haz lo que quieras, comentaba san Agustín pero eso es sólo retórica. Nunca se podrá acomodar a esa perspectiva de amar al prójimo como a ti mismo. Tales expresiones no resultaban sino hablar bonito. Tu pusilanimidad alteza nace de tu sabio conocimiento del ser humano. Prefiero cazar por esos montes. Las alimañas del campo son menos dañinas que algunos palaciegos de mi corte. Eligió buen símbolo como lema para su reinado agridulce. La granada es el fruto que más se parece al almibar y al acíbar. Más que un blasón era una profecía. Entraremos en Granada mas eso quedará para mis sucesores. ¿Y de qué nos servirá vencer a los moros si no somos dueños de nostros mismos?, dijo en un tono más reflexivo. La iglesia se había transformado en palacio. Sonó un rabel y unos puericantores cruzaron la habitación y saludaron al Rey:
-Buena pascua y buenos años, Alteza.
Don Enrique se les quedó largo rato mirando pero no pronunció palabra. Subía y bajaba la música del rabel alternando la clave de los arpegios. Uno de los juglares de palacio con motivo de la Navidad para hacer dedos componía un madrigal a su amada. Un rabino con un cantoral enorme con herrajes se llegó hizo una reverencia y le besó la mano. El librote que llevaba bajo el brazo era el Talmud con todas las enseñanzas. Se sentía el ladrar bronco de los lebreles de la jauría. Piafaban los mulos en las caballerizas. El pastelero de Madrigal en la cocina alimentada por leños de roble preparaba un guiso preferente. Otros rancheros doraban la carne de un buey que sería servido al día siguiente en el convite que daba su Majestad todos los años por estas fechas a los nobles de Segovia, al corregidor y al obispo. Le miré de nuevo y su aspecto era de total fatiga como si humillado y preterido hubiera alzado bandera blanca frente al cruel destino. Entonces despareció la visión. Todavía me dio tiempo a vagar por las dependencias de la mansión. Estaba habitada por frailes menores de la observancia y por claustrales. Los descalzos discutían con los calzados. Uno de forma muy violenta apostrofaba a un compañero que decía llamarse fray Pedro de Villacastín por habersele visto por malos pasos a altas horas de la madrugada por los lupanares de Segovia y este respondía que acompañaba al rey en estas giras por la ciudad a casa de las visitadoras y que más pecaba la lengua que el ojo. Contó la historia de doña Guiomar de la cual el rey estaba muy prendado con gran enojo de la reina doña Juana. Otro de los religiosos contaba cosas maravillosas del monarca no sólo sus proezas sexuales de quinque in eadem nocte sino su fuerza inaudita de domador de leones porque tenía una partida de estos animales que le había regalado el rey de Granada y que él solo entraba en la jaula para darles de comer y que estas fieras en lugar de atacarle le lamían la mano. Observantes y claustrales se llevaban a matar por lo que la conllevancia resultaba harto problemática en aquel monasterio. Pleitos entre claustrales y observantes, la cosa llega hasta Cisneros y parece mentira que perteneciendo ambos bandos a la misma orden del cordón sus actitudes tengan poco de seráficas y mucho menos de cristianas. Igual ocurre entre los agustinos regulares y los monacales, el Carmen descalzo y los que llevaban zapatos.
Al rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear le hastiaba la vehemencia con que cada feudo enarbolaba su estandarte porque -sepan cuantos- era un príncipe que detestaba la violencia y se desmayaba a la vista de la sangre. Me preguntó qué que era lo que quería ser de mayor y torció el gesto.
-Tú no vales para clérigo ni para político. Tienes alma de guerrero pero como eso no puede ser, abrazarás la vida áspero e ingrata de las letras; escritor, mi cronista.
Aun desconociendo a punto fijo cual era el significado de aquel augurio que enunciaba (ciertamente, a mí me gustaba emborronar y mandaba mis articulitos y mis cuentos al “Sígueme” y a la “Hoja parroquial y alguna vez mi nombre en letras de molde) la idea me atraía. Escribir por tu propia cuenta y riesgo, tener ideas personales, no vivir a lo borrego, no comulgar con ruedas de molino y pensar por boca de ganso, lo que diga la masa, peligroso oficio y arriscado afán. Me iba a uncir al yugo compartiendo el infortunio y la soledad del hombre de letras. Largas vigilias, trabajo perdido, mayúsculas decepciones, mensajes del naufrago dentro de una botella. Vivir hablando y pensando con los difuntos apartándose de los vivos. A sabiendas de querer robar el fuego sagrado a los dioses y de entrar en el laberinto de Creta burlando al cancerbero universal, ese que no habla, no sabe no contesta y cuando lo interrogas hace un movimiento de sí o no con la cabeza. Recorrer el dédalo de la literatura si no llevas contigo el ovillo de Ariadna es exponerte a las cornadas del Minotauro que es un mihura que no falla ninguna de sus embestidas. Los pensadores son humillados y ofendidos. Al vulgo no se le puede llevar la contraria que sólo cree en el poder y en la riqueza en los placeres del lecho y de la mesa.
-Pese a todo, niño segoviano, conocerás el Bien, la Verdad y la Belleza. Y ese es el Cristo- dijo su Majestad rompiendo un largo silencio de taciturnos pensativos- Aunque se desprecie la doctrina y las togas cedan a las armas. Serás rebelde y comunero.
-Entraremos en Granada, señor.
-Eso se hará. Pero yo no lo veré. Boabdil chiquito entregará las llaves de la alhambra a mi sucesora y hermana. Se habrá consumado un sueño, culminaremos el prpósito de venganza de la ignominia de la Cava Florinda. Ese es el sueño de España, la unidad nacional bajo el reinado de la cruz. Yo no sé si lo he conseguido pero pelée en Gibraltar y aquí estan las heridas en mi cuerpo para probarlo y mis caballeros, Enrique de Guzmán y el Conde de Niebla colocaron el pabellón de Castilla en lo alto del peñote.
-Actualmente sólo hay ingleses y moros.
-Hasta que Gibraltar no sea tierra española cundirá la desazón y volverán los bandos y las armas de los españoles unos contra otros-dijo el Monarca Misterioso. Y prosiguió:
-Soy amigo de moros porque quiero atraerlos hacia nuestra causa. Son buena gente pero acérrima. Muy cabezotas, hijo, muy cabezotas. Lo malo es que detrás del moro está el judío y ambas religiones confabuladas contra nosotros constituyen un enemigo casi invencible. Ello forma parte sin embargo de la maldición de don Rodrigo.
Casi me dieron ganas de abrazarle pero como sabía que era un ángel o un trasgo que bullía en mi cabeza no me atreví. Me quedé mirando para el artesonado de siete faldones que se alzaba sobre nuestras cabezas, una maravilla del arte morisco, con las estrellas de David labradas en pan de oro y toda esa esgrafía morisca de talante tan segoviano que huye de estampar en las paredes la figura humana y se entrega a los arabescos y ajarafes, en labor de ataujía, para no desairar al Profeta. Las tres culturas bajo la preeminencia de la cruz eran impronta enriqueña y se perdió mi mirada entre los baquetones y boceles de la capilla de Santa Úrsula. Más arriba coronaba el palacio la espadaña de ladrillo rojo con su tejadoz liso de pizarra, su tortea y su veleta. La campana estaba sonando a maitines y en el halda podría leerse la inscripción latina Henricus me fecit.
-Muchas misas me habrán dicho las queridas monjas
el aire se remansaba y cruzaba los ámbitos del monasterio una inusual quietud. Estábamos en el salón del trono el rey y yo arropados por la imagen del querido san Antonio que él donara y un cristo atado a la columna que debió de salir del buril del Divino Morales. Defenderemos la verdadera fe y Dios nos ayude. De lo que ocurra después mejor no preocuparse. Alguien llorará sobre nuestras cenizas. En la sala capitular la tumba que él construyó para su enterramiento. Lo inhumaron en Guadalupe al lado de su madre la portuguesa doña Juana. Recordé un cantar que me enseñó mi madre al Antonio divino y santo:
si busca milagros, mira: muerte y error desterrados
miseria y demonio huidos leprosos y enfermos sanos
el mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos
el peligro se retira los pobres van remediados cuéntenlo los socorridos díganlo los paduanos
En aquel instante el espectro despareció y yo me perdí por los pasillos del gran laberinto de la existencia.
GATILLAZO
Con Marfisa en la estacada
Entrose tan desguarnido
Que su escudo aunque hendido
No pudo rajar la espada
No se vio en trance tan crudo
Ni vuestra vergüenza pudo
Cuatro lágrimas llorar
Siquiera por dejar
De orín tomado el escudo
Entrose tan desguarnido
Que su escudo aunque hendido
No pudo rajar la espada
No se vio en trance tan crudo
Ni vuestra vergüenza pudo
Cuatro lágrimas llorar
Siquiera por dejar
De orín tomado el escudo
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