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martes, 21 de enero de 2025

 

«No deben faltarle a un editor ni la paciencia ni el afán por encontrar el libro que desea que sus lectores tengan en la mano», dice Pausides. Foto: Díaz, Abel

El poeta y editor Alex Pausides es actualmente el Director del Centro Cultural CubaPoesía y de la Colección SurEditores. Acaba de merecer el Premio Nacional de Edición 2024, que se le entregará en la ya cercana Feria del Libro. El reconocimiento constituye la más alta distinción que se otorga en el país a la obra de connotados editores que, de forma sobresaliente, han contribuido, con su talento y desempeño profesional, a prestigiar el universo editorial cubano.

Cuando lo supo, ni siquiera sabía que estaba nominado. Así se lo comentó entonces a Granma, que ahora conversa con él para compartir una charla que nos pone al tanto de los peldaños escalados, de esos que nos confirman por qué es tan apasionante la editorial que hoy conduce, de esos que nos muestran la riqueza interior de este poeta de semblante apacible y tenue voz –miembro fundador del Movimiento Poético Mundial y de la Red de Poetas en Defensa de la Humanidad–, que entre sus amores reserva un espacio importante para la edición.

–¿Cómo se relacionan, en su caso, el poeta y el editor?

–El editor es un lector, un escritor que quiere compartir sus gustos y preferencias con los lectores. Un poeta está condenado a leer la obra de sus pares, estar a mano con los materiales con los que trabaja, el lenguaje, la lengua, el habla, las palabras, la escritura. De ahí que se me figura un cuerpo hecho de la tierra y el agua del lenguaje y la escritura, enlazados por el tiempo que se le dedique, tiempo que es conocimiento y experiencia, el aire y el fuego de todo proceso creador; lo mismo sean las formas bellas de la escritura, que la factura de un libro o de un discurso ajeno o propio.

–Cuéntenos brevemente cómo se convirtió en editor.

–Hace 50 años comencé a editar boletines literarios en Manzanillo, y después –junto a Bladimir Zamora, poeta, periodista y animador cultural de raza–, la página dominical del diario La Demajagua, cuando era presidente de la Brigada Hermanos Saíz en la entonces joven provincia de Granma. Recuerdo el intenso trabajo editorial de esos años, que nos llevó al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Tiempos de los mimeógrafos, de los pequeños cuadernos casi manufacturados en la editorial El Arte de Manzanillo, con los que hurtábamos –con la complicidad de los buenos administradores, una rareza ahora, que heredaron las humildes y luminosas máquinas impresoras de Juan Francisco Sariol y su revista Orto– la tinta y el papel destinados a los sacrosantos modelos de oficina.

«En mi caso, la cercanía de una tradición manzanillera de impresores y poetas que durante casi medio siglo impulsaron aquella quijotada romántica de sostener la revista Orto desde 1912, y la existencia del grupo literario de Manzanillo y la editorial El Arte, aderezaban una memoria deslumbrante que pesaba sobre los hombros del joven poeta y aprendiz de editor.

«Para algo sirve la tradición, para alimentarte y echártela al hombro como un morral de sueños aún no cuajados. Ser editor se lo debo a Manzanillo, también le debo a esa comarca singular, donde la cultura del siglo xx tuvo cuna, el espacio propicio para respirar el aroma inolvidable de los libros».

–¿Siempre fue editor de poesía, o antes hubo ediciones de trabajos de otra naturaleza?

–Siempre he estado atento y cerca de la poesía, aunque he editado novelas, ensayos y guiones de cine. Para los antiguos, poiesis, poesía era creación. Toda la buena literatura comparte lo esencial, la pulsión de la poesía, la revelación de ese misterio, de esa magia que es la posesión de lo poético.

–¿Cómo nace la colección SurEditores?

–La colección nació de un proyecto utópico en 1992, en la Editora Abril. Un pequeño grupo de soñadores con Ludovico a la cabeza, Silvio Gutiérrez, Prida, Yaser Fundora, Froilán Escobar, Jacqueline Teilagorry y Jorge Ángel Pérez, cuando no había ni papel ni nada, con unas bobinas que nos consiguieron Abel Prieto y Robertico fundamos el Proyecto PorAmor. Hicimos, con dos toneladas de papel, un centenar de cuadernillos o plaquettes. Una suerte de estética en la penuria resistente. Eran varias colecciones. Una de ellas era Colección Sur. Cuando se acabaron el papel y el entusiasmo, Colección Sur prevaleció milagrosamente, con tesón, con dedicación suma, tal vez con la comprensión exacta de la necesidad de los libros, a pesar de todo.

«El hombre tiene necesidad de arte. El hambre del espíritu insaciable, el afán de conocimiento, del saber y la belleza, y la emoción de perseguirla. Colección Sur cumplió ya 33 años, la edad del hijo del hombre, y permanece. Es un goce del espíritu. Un entretenimiento. Una vocación. Una alegría. Un darles sentido a las horas de tu vida profesional».

–¿Qué valores indispensables debe tener un editor de revistas o editoriales dedicadas a la poesía?

–No deben faltarle a un editor ni la paciencia ni el afán por encontrar la obra que quiere leer, el libro que desea que sus lectores tengan en la mano. Un buen libro no solo enseña; un libro puede fundar una sensibilidad, ayudar a perfilar una personalidad, a fomentar un valor trascendente que nos acompañará después, una vocación solidaria y humanista, un mejor ser humano.

–¿Qué lo puede estresar del trabajo como editor?

–Como todo buen trabajo, hecho de entrega y pasión, puede llegar a abrumarte. Pienso ahora en el trabajo de mesa, en la tiranía del tiempo, la exigencia de un autor, en tu celo por la excelencia de las formas, por los contenidos más entrañables, por la calidad esencial entre tanto follaje y tanta inflación de tropos y metáforas, y hojas y bosques que impiden ver el árbol, el árbol milagroso de la buena literatura.

–¿Cuáles son las satisfacciones más grandes que ha disfrutado en este trabajo?

–Publicar al persa Omar Khayyam, el genial astrónomo epicúreo de Khorasan; o tener al mismo tiempo un poeta judío, uno árabe y otro turco, coexistiendo en el mismo momento, en el mismo espacio, por el milagro de una edición cubana de sus obras.

–El Premio Nacional, ¿es resultado o nuevos desafíos?

–A estas edades, ya uno puede conjeturar que es más resultado que desafío. Pero si razonas un poco, un poquito solamente, admitirás que todo reconocimiento es tamaño desafío, una bella provocación, un compromiso con los otros, con los lectores, con tus colegas, contigo mismo, con la buena literatura, con la editorial, con la poesía cubana, con la cultura, con un destino, con Cuba. Cuba, que vive contigo a dondequiera que vayas, como vayas, siempre. Recordando al Poeta: Dos patrias tengo yo, Cuba y la Poesía.

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