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sábado, 19 de noviembre de 2016


FRANCO Y MILLÁN ASTRAY DOS GALLEGOS MUY DISTINTOS PERO COMPLEMENTARIOS

 

Para entender la figura de Millán Astray habría que leer la obra de Eduardo Zamacois  Los Vivos muertos reflejo de las penalidades de los internos en el penal de san Miguel de los Reyes valenciano del que su padre fue alcaide. Resuenan las voces de “con todo” antes de la conducción y se escucha el maullar de los gatos sobre los tejados sin libertad o el silencioso estruendo de las micciones sobre los zambullos o el andar cansino de los presos hacia la galería los brazos péndulos. La falta de hembra que fomentaba la homosexualidad tras las rejas. Al desenterrar las “cantineras” como institución quiso volver a la tradición de las legiones romanas y de los tercios antañones españoles que salían a campaña con sus propias mujeres en retaguardia. Don José Millán astray quiso redimir, era un soñador con alma de artistas y con dotes para la elocuencia y el teatro. Una hermana suya, Peregrina Millán Terreros, escribió una zarzuela muy famosa en los años treinta La Tonta el Bote. Sus aires de farándula y el donaire donjuanesco le hicieron muy amigo de Alfonso XIII al que según se dice le arrimaba las putas. Franco en eso era muy diferente. No se le conocieron aventuras galantes y no fumaba ni bebía. Millán era un monárquico a machamartillo. Franquito un poco más caviloso pero leal a esa monarquía aunque una parte de sus hermanos eran republicanos.

 Les dio una segunda oportunidad a los convictos en la Legión. Sentía una admiración hacia su padre, envuelto en el tenebroso caso del crimen de Fuencarral, y del que heredó algunas de sus virtudes y sus defectos; longanimidad y benevolencia hacia los que andan al margen de la Ley precisamente a cargo de aquellos que son los custodios de la Ley, y un cierto relajamiento de las costumbres.

Por otro lado profesaba una veneración hacia su progenitor el compostelano don José Millán Astray hasta el punto de que cambiaría sus apellidos apeando el de su madre Terreros por el de su padre don Pepito. Al parecer las relaciones con su madre doña Pilar Terreros Segade las relaciones no fueron tan fluidas y puede decirse que llegaron a ser traumáticas porque ésta cuando don José Millán Astray  fue suspendido de empleo y sueldo a causa del aludido caso del crimen de Fuencarral en el cual no tuvo arte ni parte sino una de las criadas de la casa de los Astray lo abandonó. En el caso de Francisco Franco el afecto era a mano contraria. Veneraba a su madre y sin embargo sus relaciones con su padre don Nicolás el aposentador de la Armada uno de los últimos de Filipinas y a cuyo entierro dicen que no acudió se enfriaron toda la vida. El fundador de la legión (Coruña 1879- Madrid 1954). y el caudillo ( Ferrol 1892- El Pardo 1975) se llevaban trece años. En punto a valentía no cabe hablar pues al soldado español el valor se le supone. Sin embargo, cuentan los cronistas que en esta fraternidad de armas el arrojo de Franco era mucho más frío y calculador rodeado por un halo místico religioso que los moros llamaban “Baraka” y que para los marroquíes esta indemnidad frente a las balas le convirtieron en un semidiós. Supo ganárselos y en esto estuvo la clave de su victoria en la guerra de España. El general Astray detestaba a los musulmanes y llegó a decir que “podremos hacer de un filipino- el cubano ya es por sangre y por lengua- un español porque son cabales y nobles como nosotros pero de un moro no: es feroz, traidor, fanático acérrimo de su religión”. Hablaba un veterano de las tres guerras coloniales que tuvo el imperio español: la de Filipinas, Cuba, y la del Rif que costaron más de doscientas mil vidas. La estrella de Franco empezó a iluminarse después de la batalla de Alhucemas y la de Millán declinó. Las tres heridas recibidas le volverían sino medroso al menos cauteloso. Sobre todo al heroico manco la de la cabeza le dejaría como secuelas vértigos y fortísimos dolores que sólo podía aplacar más que con aspirinas con “peñascaró”. Todo un legionario y esto también le ocurría al general Moscardó. Francisco Franco jamás probó una gota de alcohol, era ordenancista, enigmático, simpático pero nada cercano.

Pese a tales diferencias eran complementarios y gallegos. Unidos por el amor de España y por aquel par de huevos de la famosa comida de campaña que le dieron al dictador Primo de Rivera el hombre que mediante una retirada pacificó a Marruecos en Der Rifién. Franco llevaba dentro un escritor fracasado pero orgullo de la raza y Astray era un histrión. Ambos se sienten taumaturgos y creen en la resurrección de España. Esta amistad que se fue enfriando en cierto modo fue fundamental porque el fundador de la Legión le echó  redaños otorgando el mando único en la persona de su paisano venciendo la resistencia de Mola y de Cabanellas reputado general masón. Tanto uno como otro detestaban a la masonería causante de los males de España. Tanto la sublevación de Maceo como la de Rizal fue pagada por los tocineros de la Logia. Ahora los masones ils sont par tout en esta desgraciado país. Por eso no les perdonan. En Marruecos, Franco (no hay peor cuña que la de la misma madera) con los judíos que sufragaron los gastos del alzamiento desde Londres – y de esto tendrían que hablar los biógrafos de Luis Bolín- jugó hábilmente al gato y al ratón. Don Juan March reputado y rico banquero chueta puso la pasta.

 

continuará

 

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