Translate

domingo, 13 de mayo de 2012

manahen turegano cabeza gorda historia de un perdedor en la gran manzan

ESO TE PASA PORQUE TE PESA MUCHO LA CABEZA. AVENTURAS NEOYORQUINAS DE UN PERDEDOR



Brooklyn bridge. London Bridge. Todo hierro. Por debajo pasaban los cargueros.  Por arriba los pedestres aguadores de la vida moderna. Emigrantes que parlaban todos los idiomas. Vio el cartel de la ruta 278 enmarcado en un escudo que se parecía algo al del Barca. Le habían tentado los caminos y aquella calzada llegaba a los Ángeles después de dos semanas de automóvil  atravesando desiertos, horadando altas montañas valles nemorosos y cerros donde pastaba el bisonte. No sería mala cosa hacerse un costa a costa pensó Manahén Turégano. Le tiraban los caminos y su gentilicio indicaba claramente su procedencia: el pueblo de los cabezas gordas. Londonbridge. Brooklyn Bridge lady my ladyle. El pueblo de la gente con la cabeza gorda. Villa episcopal. ¿Por qué? Porque en su castillo famoso anduvo entre rejas algún que un obispo protestón un rey francés y una princesa díscola doña Urraca que era algo puta que a los moros por dinero y a los cristianos de balde. Su procedencia era otro mundo. Un mundo viejo y cansado de latinistas y domines nemine discrepante que parlaban en latín y se sabían todos los aoristos de los verbos griegos. ¿Y qué? Pues que aquellos hielos nada tenían que ver con estos valles profundos. Donde la naturaleza parecía mucho menos gastada que en Europa. Todo parecía nuevo y enorme. Las distancias insólitas. Las gordas eran más gordas que en ninguna otra parte del mundo y los flacos héticos más. Mucho más que  el domine Cabra. Turégano cabeza gorda no podía por menos de mirar hacia atrás sin ira. Fue Marcelino Pan y Vino y había acabado en Manen Cabeza Gorda. Emigrante en Manhattan. Le habían puesto Manahén en la pila del bautismo y luego a los cuarenta días cuando vinieron los cantos de la parida llamaron a un rabino de Sepúlveda y lo retajaron. Chist. Que nada se sepa de esto. Tú no te preocupes. Aquí todos somos de ocultis. Cuelga en el estragal ristras de chorizo y publica que adictos al jalufo aquí semos gente de confianza. Eran un poco recontrajodidos aquellos conversos y solían bautizar a sus hijos con nombres de profetas del antiguo testamento. Manahé o Mernahen paso su infancia cazando nidos. Se sabía uno de codorniz que estaba en una tierra. Y su abuelo lo contrató de agostero pero a él lo que le tiraba eran los libros y una cierta vida espiritual con lo que acabó en Nueva York que es la ciudad más laica del mundo pero donde existe un misticismo el del dinero y él no le daba más por ello. Lo mismo le daban quarters que dimes. Persona menos interesada y más bohemia no la había en el mundo que aquel pobre cabeza gorda. Pensó que sería interesante recorrer todos los USA desde oriente a occidente y de hecho se había comprado un automóvil un ford fairmont jardinera pero con tan mala fortuna que un día de lluvia uno de esos brumosos y atosigantes muggydays neoyorquinos cuando iban a comprar al supermercado pañales para la niña que venía les golpeó un bus school en una curva y el auto se descoyuntó, pobre Turégano, pero a su esposa Raquel nada le ocurrió nada ni un rasguño y el infante que Reichel pariría no sería niña sino un varón. Lo llamarían Ilía Illotus y como nació en Nueva York sería norteamericano. Turégano iba por el mundo con escasa fortuna. Como había nacido en la villa episcopal de los cabezagordas parece ser el hecho selló su destino. ¿Vas a trillar? Hoy no me peta, voy al picón a dar un par de vueltas a las hoces. Llevo vinillo para el barril y las dos foces muy bien afiladas. Pues anda con cuidado no te manques. Mira éste.

Era el mes de abril y en Manhattan el tiempo cambiaba. Amanecía de verano y anochecía nevando. Que te parece. Por eso en la gran manzana siempre tuvo la impresión de que la gente andaba medio loca. Ay aquel autobús. Mira. Se viene a nosotros. Vio el gran morro amarillo del horrible monstruo. Por media fracción de segundo no les cogió de lleno. Su mujer salió despedida y lloraba desconsolada palpándose el vientre encinta. No te preocupes. Reichol. Ayúdenos Adonai contra nuestra mala suerte.

¿No decían que esta era la tierra prometida? The land of opportunity? No para nosotros ciertamente y la culpa la tengo yo por tener tan grande la cabeza. Nació con bien Illotus. Sería el hijo de la promesa. Manahén no des tu brazo a torcer, oyó una voz. Alzó la vista pero no vio a nadie. Sólo los angostos callejones de NY donde el cemento se abocina y busca trozos de cielo que son claraboyas de un azul radiante porque el soplo allí del viento es acérrimo y limpia toda inmundicia.

En la isla de Ellis seguían desembarco los ghettos de Ucrania, de media Polonia y un rabino ruso medio loco predicaba el comunismo. Como ya no hay zar, se ha muerto Cristo y sólo pervivirá Yahvé. Algunos nazarenos de buena fe escuchaban sus predicas sin demasiada complacencia mirando de reojo a los tableros electrónicos que anunciaban los números decimales de las cotizaciones en bolsa. Había que dejarse de teologías y de circunloquios. Sólo es un elegido de Dios aquel que acapara riquezas. El pobre por su incuria y por su negligencia sufrirá eternamente las maldiciones de Yahvé. Puesto que no hay zar, volvamos a la sinagoga. Los propagandistas se movían bien por los despachos de los altos rascacielos, fumaban largos vegueros, les tocaban el culo a las secretarias, ponían los pies sobre la mesa y algunos se arrascaban los cojones.

-¿Qué pican?

-Sí tengo algo de avariosis

-¿Y eso qué es?

-Comezón en las partes blandas. Algo de tuberculosis.

Al ejecutivo de los picores le había ocurrido un percance la noche antes. En un semafaro del Lower se le había subido una negra, le echó mano a la bragueta y en lo que cambiaba la luz de verde a ámbar le hizo una indecencia. Fue visto y no visto oye pero del gustirrinín le quedó una sonrisa de oreja a oreja

Le cobró 20 dólares y el muchacho se fue tan contento. Y es que a veces hacen milagros las negras y en Manhattan puede ocurrir cualquier cosa.

Pensando en estas cosas al trepar por la raqueta que conduce al peaje del Puente Verrazano escuchó a los seminaristas de la Yashiva de Brooklyn berrear salmos. Era un viernes a la caída del sol. Todo el judaísmo preparaba el sabat y Turégano no preparaba nada porque había dejado de creer en dios. Mira tú por cuanto..

-Eso te pasa porque te pesa demasiado la cabeza.

Pero el llanto milenario de aquellas voces que salían de la Yashiva le estremeció. Aunque muchos como él no creyesen debía de haber algo. ¿Estaría él en la fila de los condenados eternamente a la gehenna donde será el llanto y el crujir de dientes?

 continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario