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jueves, 8 de diciembre de 2011

al pie del milenario acueducto



AZOGUEJO O AZOQUEJO


miércoles, 07 de diciembre de 2011

Segovia buenos aires alta ciudad cuajada de elevados empeños. Cuando se asoma el visitante por ese  balcón bien ventilado que es la Canaleja se le aparece la Mujer Muerta amortajada entre sus berroqueños pliegues el niño a la cabecera y el diseño en forma de túmulo del vientre las rodillas y los pies. De niño yo iba al “arzobejo” (sic) a ver la cabalgata o a la procesión. Debajo de los ojos del gran puente de agua que parece inversomilmente flotar en el aire en sus perfectos sillares acoplados en simetría, dovelas y flancos. ¿Cómo pudieron hacer eso? Crasa Minerva y en lo alto el edículo reservado al dios augusto que fue sustituida por una virgen gótica de escayola para la que sirvió de modelo la Virgen de la Risa que preside el altar mayor de la catedral. Todo segoviano lleva alma adentro y muy profundo aquel aire de la sierra que racheaba el azoguejo las mañanas de invierno con un biruji que para de contar porque este epicentro del vagabundaje y de la briba en sus buenos tiempos era un muy bien ventilado lugar. Aquí nació la literatura picaresca y se cantaban los romances de cordel.
 Las mujeres pasaban raudas arropadas en su toquilla. Los acemileros de Zamarramala bajaban por la calle san Juan arreando a sus garañones con un costal o dos sobre el lomo o atravesaba uno de los ojos algún canónigo rezagado camino de coro echando el bofe.
-Ahí va don Anacleto. Hoy se le pegaron las sabanas. Como pase lista el deán se queda sin el estipendio.
-Han dado las terceras y casi desde aquí se escucha a los chantres salmodiar.
-No es que me haya dormido. Es que estoy sin desayunar. Desde la altura la Mujer Muerta contemplaba el latir de aquella ciudad de provincias y presidía aquel lugar cargado de ensueños y de literatura.
 Cuenta la leyenda que era una hermosa goda que se interpuso cuando justaban por ella dos caballeros un moro y un cristiano y quedó atravesada por el afilado acero de uno de ellos. Fue mártir del cariño. Este panorama ofrece al viajero una esencia mística de amor intacto circunscrito al ideal de la pureza de un deseo… ¡oh el amor siempre el amor! Mas, si se quiere entrar con la realidad de España habrá de bajar unos metros al real de la feria del azoguejo. Todos los jueves, mercado.
Venían los labrantines de villa y tierra con sus pellizas sus dientes de ajo, la targanina o el farias a flor de labios; puestos de albarcas candiles aperos (horcas, foces, trillos, bieldos, zoquetas, sombreros) yo los contemplé de niño, era una viva escena del medioevo. El testimonio de unos oficios y de un laboreo que dejó de existir. Todos fumaban por aquel entonces pues no había español que no se diese a la indulgencia o al vicio de la venganza de los indios y algunos, incluso, un cigarro puro como se ha dicho.
 Todavía caminaba bajo los arcos del entrecuesto del acueducto algún señor envuelto en la capa parda el sombrero rematado en cucurucho calzado con piales y albarcas a la vieja usanza.
 Azoguejo pequeño zoco viene del árabe. El lugar fue aula magna de la picaresca. El Portillo de Valladolid, el Rollo leonés, el arrabal de Arévalo, Zocodover en Toledo, el Potro cordobés y el Perchel malagueño atraían a la gente desocupada y errante. En Segovia  eran amos del cotarro los perailes o tejedores. En Córdoba los agujeros o vendedores de agujas. En Madrid en las Escaleras de San Felipe y la Puerta de Guadalajara soldados licenciados de las guerras de Flandes y muchos que para vivir habían de azuzar el ingenio.
Triana o el Arenal de Sevilla y la Puerta del Sol eran sitios de mayor tronío y allí los aspirantes a vivir sin demasiada sujeción recababan la licenciatura o el MA en el duro oficio de vivir. Al doctorado honoris causa sólo llegaban unos cuantos elegidos después de pasar un arduo aprendizaje por las plazas menores. Triana era el summum y una vez licenciados en picaresca algunos se embarcaban para las Indias.
 En Segovia en Valladolid en León o en el Fontán ovetense en comparación no eran más que noviciados. Los perailes los del gremio de cardar y apartar y los tundidores eran los que vareaban la lana y otros se hacían con el provecho, quiero decir que la cardaban, los mercaderes de Ávila y Medina, judíos todos o conversos, que comerciaban con los Países Bajos el famoso límiste segoviano.
 Dicen los historiadores que la vida en la edad media era gremial sin embargo en Segovia cada una de las profesiones se constituyen en barrios o en parroquias: la Trinidad era el barrio de los caballeros junto a otra parroquia la de San Juan. En San Esteban los escuderos y los curiales del cabildo capitular. En San Millán los areneros y hortelanos. Los agricultores pertenecían a la parroquia de Santo Tomás y el Cristo del Mercado. En San Lorenzo barrio de ascendencia morisca los alarifes. En el Salvador los sastres. En Santa Eulalia toda la gama de la industria textil y así sucesivamente. Segovia era una de las ciudades más ricas de Castilla no sólo en el sector lanero y su iglesia mayor poseía la renta más elevada e3n trigo avena y cebada que se guardaba en un silo administrado por un canónigo que desempeñaba el cargo de cillero. A esto le llamaba ser una ciudad de acarreo donde todos los habitantes tenían un buen pasar.
Por el entrecuesto o aceña del acueducto manaba no sólo agua sino tambien dineros. Eso lo supieron los romanos. Mis paisanos desde Trajano hasta nuestros días prefieren la austeridad al lujo y suelen disimular bajo un aire ropavejero sus riquezas.
Debajo de una mala capa hay un buen bebedor. Si los de Segovia fueran marineros- y algo deben de serlo porque el alcázar semblanza ofrece de un navío que surca los trigales de la vega baja hacia la Almunia- podría cabe decir de mis paisanos que se aferran a la grímpola de la prudencia y empuñan con tesón el cataviento de la lealtad.
 En el azoguejo al pie del acueducto por lo demás yo he presenciado cómicas escenas como aquel tratante de Cantalejo al que le sacó la navaja un gitano por haberle vendido un macho yeguato por un burreño o aquellos marraneros del blusón y la tralla que eran expertos en el arte de la balichería-robar puercos metiéndoles el dedo en el culo para inmovilizarles- y otros muchos lances de la inventiva picaresca. Hoy se acabó lo que se daba. Los jueves ya no hay “mercao pero tenemos Democracia. Somos felices.



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