Las festividades movibles de la Iglesia Ortodoxa constituyen dos ciclos: cuaresmal y pascual. El ciclo cuaresmal incluye en él los tres domingos que preceden a la Cuaresma misma (y que sirven de preparación), la Cuaresma y la Semana Santa.
En el tiempo preparatorio de la Cuaresma comienza a cambiar el aspecto de los servicios litúrgicos y siempre resuenan más los cantos que llaman a la penitencia. En este período, durante las misas se conmemora el Juicio Final, las parábolas del publicano y el fariseo y del hijo pródigo. El último día antes del inicio de la Cuaresma la celebración se dedica a la expulsión de Adán y Eva del paraíso. Así la Iglesia aviva en sus hijos el anhelo de Dios y el deseo de conversión. Antes de comenzar la Cuaresma, en la vigilia, se celebra un rito del perdón, durante el cual los miembros de la comunidad se reconcilian los unos con los otros, por lo que este día se llama Domingo de Perdón.
Las celebraciones cuaresmales se realizan según normas especiales y se distinguen de las demás por su severidad y concentración. Después de cada celebración, se lee una oración del venerado Efraín el Sirio. Su contenido está dedicado a la acción más importante y central de la cuaresma: cambiar y mejorar el alma del hombre, algo que sólo es posible gracias a la ayuda de Dios.
Durante la Cuaresma, la Eucaristía sólo se celebra el sábado y el domingo. El miércoles y el viernes se celebra una liturgia de adoración de las Santas Especies, durante la cual se puede comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, reservados en la última misa.
Todos los domingos de Cuaresma tienen sus temas litúrgicos.
El primer domingo se llama “Triunfo de la ortodoxia”. La iglesia festeja en este día la victoria sobre la última de las grandes herejías: la iconoclastia. El segundo domingo está dedicado a san Gregorio Palamás, el gran maestro que se pronunció sobre la naturaleza divina de la Luz del Monte Tabor, aquel esplendor que vieron los apóstoles sobre el monte de la Trasfiguración, cuando Cristo se transfiguró ante ellos. El tercer domingo indica la mitad de la Cuaresma y recibe el nombre de "Domingo de la Adoración de la Cruz”. En el cuarto domingo se conmemora al venerado Juan Lestvichnik, y en el quinto a la venerada María de Egipto; los hechos y las vidas de estos santos pueden enseñar mejor que nada la conversión y ayudar al arrepentimiento.
Transcurridas seis de las siete semanas de la Cuaresma, se inicia el tiempo especial de los últimos días previos a la Pascua. El último día de la sexta —penúltima— semana se llama “Sábado de Lázaro”. No mucho tiempo antes de ser crucificado, Jesús resucitó de entre los muertos a Lázaro de Betania, mostrando su fuerza divina y su poder sobre la muerte.
El día siguiente se dedica a la Entrada del Señor en Jerusalén. Cristo sube a Jerusalén, aunque sabe que en esta ciudad le espera la muerte. El pueblo sale al encuentro de Jesús con alegría y solemnidad, saludándole como rey terrestre, sin entender que es el Rey del Cielo. En este domingo se llevan al templo ramos de palma, en recuerdo de que el pueblo extendía estos ramos a los pies de Cristo. En Rusia, en esta época florece sólo el sauce, cuyas ramas se bendicen durante el servicio litúrgico; este día se llama “Domingo de Ramos”.
Comienza la Semana Santa. El Miércoles Santo se conmemora la traición de Judas, uno de los apóstoles, que decidió vender a Cristo a sus enemigos por 30 denarios. El jueves es el día de la Última Cena, durante la cual fue constituido el sacramento de la Eucaristía. En este día todos los cristianos comulgan el cáliz eucarístico. El viernes se celebra una liturgia denominada “Seguir la pasión del Señor”. En este servicio litúrgico se leen 12 lecturas del evangelio, dedicadas a las últimas horas de la vida de Jesucristo: la Última Cena, la oración en el huerto de Getsemani, el beso con el cual lo traicionaba Judas, el juicio, la condenación a morir en la cruz, la flagelación, la muerte en la cruz y el descendimiento.
El Sábado Santo es un día grandioso, en el que Cristo, aun cuando su cuerpo se encuentra en el sepulcro, con el alma desciende a los infiernos y los vence, liberando a cuantos estaban allí. La liturgia en este día no es aún pascual, pero ya está iluminada por la luz de la fiesta inminente.
En la noche de Pascua se hace una procesión que parece llevar a todos hacia la tumba, al encuentro del Señor resucitado. La celebración del primer día de Pascua lo es también de toda la Octava Pascual y está llena de ímpetu, alegría y exultación. Un infinito número de veces se repite la antífona de Pascua: “Cristo ha resucitado de entre los muertos, con su muerte ha vencido a la muerte y ha dado la vida a todos los que estaban en los infiernos”.
El domingo después de Pascua se conoce como Antipascua (“en lugar de la Pascua”) y también como “Domingo de Tomás”. En este día Cristo se ha aparecido a sus discípulos y ha convencido de su resurrección al apóstol Tomás, que estaba lleno de dudas.
El tiempo de Pascua continúa hasta la Ascensión, que se conmemora en el cuadragésimo día. Cristo ha ascendido al cielo y está sentado a la derecha del Padre. Ha ordenado a sus discípulos que no se alejen de Jerusalén hasta que el Consolador —nes decir, el Espíritu Santo— no descienda sobre ellos, acontecimiento que se consuma el día de Pentecostés. Los apóstoles, sobre los que ha descendido el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, han recibido dones y carismas, y han comenzado a predicar a Cristo, dirigiéndose a miles de personas. En Rusia, esta festividad se llama también la “Trinidad”.
Cumpliendo el mandamiento de su Maestro, los apóstoles han predicado en muchas partes del mundo; gracias a su obra, la Iglesia de Cristo crecía y se fortalecía. El domingo que sigue al de Pentecostés se llama “Domingo de todos los santos”.
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