Translate

sábado, 24 de noviembre de 2018


arevalo segovia la soterraña

FRAY JUSTO PEREZ DE URBEL PRIMER ABAD DE CUELGAMUROS


Fray Justo Pérez de Urbel.png





FRAY JUSTO PEREZ DE URBEL MONJE DIFAMADO
Tabelión archivero y monje



Se va 2011 hoja volandera llevándose el polvo de estrellas de los últimos 365 día. Un diácono en el guial de mi radio canta la Passio y llega al pasaje en que pregunta a Jesús Pilatos:

-Quid fecisti? ¿Qué has hecho?

Y el pretor y el prisionero se enzarzan en uno de los grandes diálogos carismáticos de la historia del mundo. El romano quería salvarlo porque creía en la inocencia del reo y el sanedrín-siempre el sanedrín- clamaba:

-Quítale de ahí, mándalo al patíbulo.

El kerigma de la redención fortalece mi pobre fe que a veces parece que se derrumba. Es la soledad profética del martirio del testigo de la fe al que nadie secunda. Y no quiero entrar en el paladio de mi duda. Es un lugar secreto. Para vencer la tentación, mis labios no se cansan de pronunciar la plegaria hesicástica de los padres del desierto. Jesús hijo de David tenga piedad de mí.Kyrie eleison. Gospodi pomiluy.

No soy más que moneda forera, calderilla que se intercambia en el tenderete para pagar los sufragios y pitanzas de sus caridades. Y hoy día de san Silvestre mi mente vuela hacia las aguas del Arlanza, ese Jordán burgalés cuna de tantos monasterios, y rindo mi tributo a la memoria de un monje que escribió la mejor epacta o los trabajos y los días del buen cristiano que vive a pie de calendario y asiste impávido al tránsito de las estaciones. Me refiero al Año Cristiano de fray Justo Pérez de Urbel el abad falangista el que colocó una cruz mirando a Madrid más alta que una montaña y que hoy quieren derribar los impíos con la misma saña con que los escribas y fariseos vociferaron contra el manso Jesús.

Aquel abad silense nació el 8 de septiembre de 1895 en Pedrosa del Río Urbel, ingresó en los benitos a los diez años y fue ordenado sacerdote el 1918. De acendrada vocación literaria, pronto fue proclamado abad de Silos. A la sombra del famoso ciprés de su claustro van en búsqueda de remedio espiritual poetas, literatos, políticos, abogados de Madrid. Consta en los anales que Rafael Alberti y Gerardo Diego fueron amigos de aquel abad munificente y algo mecenas. El primero se adhirió a las izquierdas. Diego, falangista y uno de los grandes vates castellanos de posguerra inmortalizó al ciprés de Silos en un soneto.

Fray Justo hacía misiones y daba conferencias por los pueblos de Castilla , fue el eximio publicista que nos dio a conocer a los niños de las escuelas de aquel tiempo la figuras de El CID, de FERNÁN GONZALEZ, dña Jimena, y eso creó en nuestras conciencias huella indeleble-y de este itinerario espiritual surgieron recopilaciones de viejas costumbres, canciones-.
Castilla ama la libertad como ella sola, es la patria del fuero comunero y los viejos romances. En cabeza se encuentra el cantar de Mío Cid, el gran legado de la literatura castellana..

Yo conocí al abad de Silos allá por el año 58 pues con frecuencia venía a ver a un compañero nuestro en el seminario de Segovia al que apadrinara y pagaba la beca. Era de mediana estatura, muy calvo,  numismático perfil de auténtico monje, una efigie románica del Medievo, de ojos penetrantes con lentes de alambre voz profunda muy humilde y campechano.
A pesar de sus grandes conocimientos. Siguiendo la norma de su regla “ora et labora” cálamo en ristre había descubierto los tesoros insondables del primitivo cristianismo hispano, el rito mozárabe o visigótico y desenterrado partituras musicales donde se esconde la conexión de la religión de Jesús con la belleza de los cultos órficos. Fue un apóstol de la tradición. Carrero Blanco lo nombró abad de Cuelgamuros pero  a diez años  de su patronazgo abacial fue defenestrado por causas que se desconocen, dicen que el OPUS estuvo detrás de aquella movida y los grupos afectos a Carrero que lo encumbraron luego acabaron con él.
Fray Justo fue, empero, el alma del Valle de los Caídos. Fue un golpe muy duro hasta el punto de que cundieron rumores de que se extravió, estuvo a punto de colgar los hábitos y que se juntaba con gente poco recomendable, y llegó a vivir con una querida. ¿Era la madre de aquel latino segoviano al que iba a visitar los jueves y a llevarle el talego? Sean ciertos o meros bulos estos rumores verdad es que lo pasó mal y el Señor lo probó con fuerza. En él se cumplió el axioma cidiano de que Castilla face los omes e los desface. Quienes más debieran amarle más le odiaron. Es el suplicio por el cual han de pasar los genios de este país. Murió el día de san Pedro de 1979.

Y en la búsqueda de esta meta Pérez de Urbel chocó siempre con los jesuitas que preponderaron en el régimen de Franco a partir de 1958, implantando una suerte de secularización y acomodo a las nuevas realidades de la tecnología y de los cambios sociales. Por esta causa perdió el predicamento que tuviera en el Pardo aunque él siempre sería un amigo eminente del Caudillo.

Es una pena que su gran obra empañada por ataques personales y argumentos ad hominem permanezca soterrada en los anaqueles  de las bibliotecas, o ninguneada por la historiografía y la crítica en manos perversas hispanófobas y anticatólicas. Sin embargo, la personalidad del abad silense se sale de la norma y de los cauces de hoy. Era un trasunto de aquellos prelados medievales que llevaron la mitra abacial sobre sus cabezas (el arzobispo Carrillo, Gil de albornoz, Cisneros, Giménez de Rada, el cardenal Mendoza)

Adquiere mayor talla la figura de estos epígonos que copiaron códices, compusieron himnos litúrgicos, hicieron la guerra, casaron príncipes, crearon instituciones benéficas, fundaron monasterios y biblioteca en comparanza con lo que ocurre en esta España nuestra. Un mitrado como aquellos hay que buscarlos con la lámpara de Diógenes y no nos saldrían más que obispillos en la nómina de conferencias episcopales, y toda esa clerigalla de tertulieros que se agrupa en torno a la COPE o a Intereconomía, los quicos, los neo catecumenales o los virginianos del Escorial. Bien se conoce que estos son tiempos en que se rinde culto a la serpiente (ofiolatría)

Cabo de año. San silvestre preside la jornada postrera de un 2011. Dejemos que las ofiolatrías adoren al Becerro y que Moloch y Saturno sigan engullendo los cadáveres de sus propias criaturas. Nosotros que no cesamos de clamar en el desierto con trenos proféticos acojámonos al silencio del templo de Volupia. Pues a lo mejor no lo sabéis lectores. Esto de estar todos calladitos como en misa no es una costumbre cristiana sino pagana. Volupia era la diosa del silencio para los romanos. Los imagineros la pintaban como a una moza que da un paso al frente con el dedo índice sobre los labios. No es el buey mudo toma sino la imposición de esas viejas cotorras que dicen chissssst y hay que estar modositos. Oír ver y callar pero han quedado los seminarios vacíos, los conventos secos, la grey dispersa mientras surgen voces como la mía que gritan y en el erial se produce el estruendo.

No he de callar por más que con el dedo silencio avises o amenaces miedo… chist. Prefiero el silencio de la Anatolia. Allí los anacoretas se entregaban al silencio y su actitud es hoy definida por las más hermosas de las palabras rusas:

-m o l ch e ñ i e

Recomendación de oro el silencio administrativo, el silencio total para tanto boquimuelle.

-Oiga esos contertulios parlan como oráculos.

-Habrá que encerrarlos en el templo de Volupia amarrados en blanca. A ver si aprenden.

-No aprenderán nunca. Sueltan el trapo como cotorras y para colmo ganan dinero.

Estos manirrotos y boquirrotos son un contraste con aquel abad silense que era hombre de pocas palabras. Fray Justo tenía un perfil alemán. Era de una gran bondad y entendía el cristianismo no bajo el látigo de nuestros grandes conversos –Loyola, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz un poeta que deviene casi pornográfico a fuer de amor divino- sino dentro de la horma y el báculo de la epiqueya de moderación católica de san Isidoro. Fue el cantor excelso como Prudencio de nuestros mártires en la guerra civil. Un autentico Tabelión de la orden de San Benedicto que levanta acta de ciertos hechos para que la historia guardara conocimiento por ejemplo de la barbarie cometida por las hordas rojas.