EUGENIO SUÁREZ Y EL HOLOCAUSTO
Murió Eugenio Suárez (Daimiel 1919-Salinas 2014) ha pasado a la historia
como el director del “Caso” ganó mucho dinero se hizo millonario obtuvo en la
profesión fama de tacaño jamás pagaba un café. Sin embargo en su primera etapa
de la renegaría escribió a mi juicio un libro importante “Corresponsal en Budapest” (lo fue del “Arriba” cuando los alemanes
se retiraban de Hungría y de Rumania) que viene a decir que el régimen de
Franco salvó la vida a muchísimos
judíos. Testigo de cargo. Estuvo en el ojo del huracán. No fue solamente Sanz
Briz el impulsor de la ayuda en trance de aniquilación por genocidio ni se
trata de una iniciativa personal sino de todo el gobierno español en conjunto.
La lectura de aquella obra descatalogada me animó a redactar “Franco y Sefarad un amor secreto”. En
sus páginas se hacen muchas reservas y se colocan “caveats” a la historia de
los campos de concentración nazis algo que hay que aceptar como un dogma de fe.
Si lo niegas vas a la cárcel pero el deber de todo historiador es evitar la
parcialidad sólo apasionarse por la verdad y la verdad está por encima de los
intereses económicos los prejuicios políticos o las claves de un pensamiento
único universal. Además de las cónicas húngaras de Eugenio Suárez cotejé los
relatos personales de divisionarios de la Azul (Rodrigo Royo, Tomás Salvador,
Dionisio Ridruejo, Laín, Berlanga, el mismo Sanchez Covisa hombre integérrimo
abogado y fiscal) que disentían de la versión oficial que dieron los ingleses
grandes propagandistas del “Shoah” cosa curiosa porque no fueron los británicos
los liberadores de Auschwitz sino los rusos que se mostraron más comedidos al
respecto, acaso porque los soviéticos en revancha cometieron tantas o más
atrocidades que los nazis. España fue el puerto de salvación a los perseguidos
de entonces y se mostró generosa y derramó su ayuda jugándose muchas veces la
vida y el prestigio precisamente cuando ni Roosevelt ni Churchill movieron un
músculo o pagaron un centavo por salvar a un judío y esa es la tesis que
expongo en mi libro. No obtuve sino disgustos amenazas incomprensiones
relevamientos sospechas ataques personales (los espías del general Manglano y
del general Sanz anduvieron al copo los tuve pegados a mis calcaños) y
persecuciones. Suárez se olvidó pronto de su libro renunció a sus principios
josé-antonianos y se dedicó a ganar dinero.
En los años del estraperlo pasó a ser el típico señorito de derechas modelo
de tránsfugas que renunciando a sus ideales de juventud pidió el ingreso en el
PC. Se lo negó Semprun. Está claro que no era ningún pensador de Falange ningún
idealista. Sólo un plumilla el clásico individuo antipático del bigotito de la
camisa azul y mirada altanera que se lucraba un buen pasar a costa de la
revolución pendiente. Como otros muchos que se beneficiaron de la irrupción
providencial de don Juan Aparicio que abrió las puertas del periodismo a
cantidad de jóvenes, el manchego entró en los periódicos de la cadena y pronto
se especializó en sucesos una sección que daba pocos quebraderos de cabeza.
Mal se lo pagaron pues a don Juan Aparicio aquel gordo bonachón de Guadix
al que otros del gremio recordamos con veneración por su benevolencia. Pero este es el pais de la ingratitud y el
chaqueterismo de cloaca. Cuando cambiaron las tornas a partir del año 58 de
aquel prócer accitano fundador de la revista el Español y promotor de la Prensa del Movimiento que fue el afrecho
donde abrevaron los progres de salón no quisieron saber nada, mudaron la camisa
azul por la blanca o se hicieron del Opus. Juan Aparicio trajo de Guadix un
jonsismo generoso y perdonador obsesionado con la cuestión social el pan el
trabajo y la justicia – sus héroes eran Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo- que
tenía que ver poco con José Antonio el Eterno Ausente mucho más citado que
leído por sus pedisecuos que fueron precisamente los padres de la casta
política que manda en la actualidad.
Para mí este manchego de Daimiel recalado en Asturias era el epitome de la
trashumancia política de mal gusto chaquetera. Nunca conviene hablar mal de los
muertos y Dios me libre del día de las alabanzas pero el colega que acaba de
fallecer la víspera de san Silvestre siempre me pareció un poco cara dura. Dios
lo haya perdonado.
Tuvo negros y lamerones que le bailaban el agua: Juan Caño y Julio
Camarero; con ambos tuve yo encontronazos y anécdotas desagradables.
De la misma manera que Emilio Romero tenía sus incondicionales capaces de
partirse la cara por él (Julio Merino, Raúl del Pozo, La Torre etc.) el director
de “Sábado Grafico” el que introdujo la prensa de colorines el bulevar las
tetas los culos y los divorcios las comidillas de quien se ha muerto quien se
acuesta y con quien se levanta y el morbo vende todo su afán era que leyeran
sus publicaciones la porteras, practicaba un cierto vasallaje paternalista.
Morbo al canto y en esas seguimos hoy. En esta profesión me he encontrado a lo
largo de mi luenga vida profesional con los mejores y con los peores lo selecto
y lo canalla. No en vano la llamaban la “canallesca” y el conde de Romanones
decía:
-Pasen los periodistas y coman
Alguna vez le
vi pasear por el malecón de Salinas cara siempre de jefe de mala leche, nariz
ganchuda de sabueso de la información y ojos que se te clavaban pues era un
gran escéptico y mejor indagador. Grafómano de las 24 redondas blancas
cabalgando sobre el teclado de su “Olivetti”. Era refractario al ordenador.
Escribió un libro importante aunque escupió sobre su memoria. Creo que fue un
buen periodista lo que no quiere decir que fuera buena persona. Nos trajo lo
tremebundo del “Caso” y lo cursi del “Hola”. Fue un pionero del colorín, la
entrepierna y la maté porque era mía. Descanse en paz