ENFERMEDADES Y LITERATURA
Llevo casi sesenta años escribiendo y la máquina de escribir me ató al duro banco de las letras de molde. Soy un forzado de las letras bajo la tralla del cómitre de las letras que hace estallar su rebenque sobre mi cabeza. Escribir dicen que es orar pero yo pienso más bien que es sudar la gota gorda empuñando el remo. Cía, cía, marinero. Boga y boga por los mares para descubrir ínsulas baratarias que sólo existen en tu pensamiento. ¡Pobre soñador quijotesco que crees son gigantes y sólo son molinos de viento!
Dicen los doctores que esto es una enfermedad. Las literatura está relacionada con la artritis y el cólico nefrítico. Duele un huevo.
Así lo determina el doctor Marañón en su brillante análisis de la vida y la obra de Luis Vives que murió a los 48 años del mal de piedra esto es la gota que era enfermedad de reyes, emperadores, papas y obispos en la edad media. El reuma nos hace soñar mundo y alcanzar objetivos a los que no podemos llegar jodíos cojos a causa de la podagra o la chiagra.
Los galenos antiguos lo diagnosticaban generalmente como mal de costado. En la actualidad hoy todo es cáncer.
La gota es "mal verdugo cruel que aprisiona todo el cuerpo" dice Vives en sus Diálogos que dedica al rey Felipe II en 1539 y que también era gotoso.
Cuando lo llevaban a don Felipe desde el alcázar de Madrid en litera sufría horrores. El mal de piedra del que murió don Carlos III le tuvo postrado meses enteros en el lecho de Procusto dando gritos. Se relaciona esta afección con la gula y los excesos gastronómicos.
A mí me probaba el traguillo. La sidra y el vino fueron compañeros de viaje muchos años. No soy nazarenos. No puedo decir con el salmista "Beati viri qui vinum et siceram bibent neque cum mulieribus sunt coinquinati" (dichoso el hombre que es abstemio ni trata con mujeres). Era el lema de los nazarenos como el Bautista o Nuestro Señor Jesucristo. A mí pecador de mí no afecta la segunda parte del dicho.
Sin embargo, yo creo que estos dolores de espalda tienen que ver con la posición sedentaria de mi vida de escritor determinante de los dolores lumbares.
Es pues el reuma una enfermedad profesional que me hizo ir cojeando o agambado por los caminos de la vida pero no soy glotón, pico en las comidas pues la labor creativa me suele dar hambres vagas inexplicables. Odio el jalufo porque de raza le viene al galgo. Debe de haber algún morisco o algún judío entre mis antepasados. El puerco castrado no me peta.
Marañón nos cita la lista de manjares que se servían a la mesa de los ricos en la ciudad de Brujas donde pasó gran parte de su vida el humanista añorando los naranjales de su Valencia natal: pollos asados, perniles, tordos, perdices, ánades, lavancos, pichones, conejos, liebres cabritos con salsas en adobo, limones, aceitunas de Mallorca partidas o en salmuera" después del puerco hay que beber vino puro. Las comidas aquellas eran pantagruélicas y duraban toda una tarde. Debí de ser por influencia del ágape romano.
No conviene mezclar la carne con el pescado lo dice el Talmud pero tal apotegma los mismos médicos se lo pasaban por la taleguilla.
Muy ricos casi orgiásticos estaban "el lobo de mar asado con alcaparras, los pajeles hervidos con caldo de romaza y hierbas tónicas y laxantes, los lenguados fritos, el sollo fresco y el mugil (anguila) en salsa verde; empanadas de lampreas, truchas en adobo, los gobios fritos, los camarones y los cangrejos hervidos".
Vives nos invita en su libro a dar un paso por los cocederos medievales y nos da consejos sobre cómo utilizar los cazos, hurgar en los anafes (hornos) y muflas portátiles) y cómo sacar los caldos del tuétano de las carnes: "estos habrán de condimentarse con luna pues el hueso logra su pleno sabor en los plenilunios y la cerveza ha de servirse en vasos de barro de la isla de Samos".
Se nos muestra el autor de los Diálogos todo un epicúreo sibarita. Los mejores quesos son los de leche de burra. El de Parma es excelente pero el de Peñafiel puede competir con el mejor de Palma.
En cuanto a vinos, el mejor el de San Martín de Valdeiglesias. Ha de beberse puro y no adulterado como hacen los alemanes. El tintillo de Sagunto, la tierra de Vives, no es nada desdeñable. Dice que en ca un cardenal en Roma le sirvió el bodeguero del papa un vino maravilloso dulce, picante, blando, enjuto y raspantillo, un verdadero diamante. Gran cosa es el vino, mejor el de España que el de Francia el cual no aguanta el agua.
Acusa a los taberneros de adulterarlo con cal, azufre, sulfatos de alumbre y otras cosas dañinas y conservantes causantes de males al hígado y de turbulentas resacas. Hoy este consejo es muy valedero porque el buen vino de España ha dejado de serlo a causa de la cloropitina y esos conservantes que denominan sulfitos.
Marañón culpa a estas sustancias adulterinas de los taberneros de ser causantes del mal de gota. "Si el vino fuera puro y no se le manejara torpemente no sería perjudicial". Por tanto, ya no vale aquel apotegma latino de Vinum bonum laetiphicat cor hominum" (el vino alegra lo corazones), por causa de los chigreros malandrines que envenenan a sus parroquianos dando gato por liebre y en vez de mosto nos escancian pócimas.
El vino alegra pero su consumo inmoderado respalda la embriaguez uno de los males mayores y degradantes. Puede bebernos el entendimiento. El don de la ebriedad nos pasaporta al desastre. Este polígrafo valenciano que pasó la mayor parte de su vida en Flandes nos da sabios consejos que él no puso en práctica. "Haz lo que yo diga pero no hagas lo que yo haga" decía razonablemente el cura de mi pueblo