ROBORATIO
Ten fuerte, alma madera de roble.
Tuviste una novia en Pravia que Adosinda se llamaba. Haré de ti una reina, le
decía, pero Adosinda se marchó para no volver una madrugada dejando el rastro
de su piel en mi mirada. Cuando me presente ante tí pediré mi capa. el ángel se
llevó el palio que me cubría en sus alas dejandome la ceniza de las cinchas los
petrales y el virolazo y la leña de rozo que yo cogía en la vaguada donde pasaba
el viejo camino jacobeo que cortó la carretera. carretera abajo de la playa
estaban las mesas petitorias y allí se sentaba a cuestar la Reina Sandia con
todas sus damas las que salían en las revistas de cuatricromía. yo sentí una
temblor sagrado al aproximarse a los cantiles porque se alzaban luces de
hogueras. los vikingos se conoce que habían encendido almenares y la tele se
perdía en lagoterías toda la noche, veía buenas películas rusas y alemanas. Esta
era la parte del Asturianum Conventum
pero de aquel convento no quedaba nada que entraron los invasores tetas de
mujer coños blindados y fuertes como hombres. Eran los nuevos vestiglos y
grifos de los que hablaba la Escritura estampados en las viejas piedras románicas.
se acabó el amor y despues de apagar la televisión me sentaba a escribir a la
luz de la luna. la sombra del monte se alzaba giba de guerrero sobre mi casa
pisoteada por el gocho salvaje. Hice la guija aquellas noches y me vino a
visitar un tal Juan de Segovia arcediano de Villaviciosa converso que me dijo
que algún día regresarían a quemar la sotana y ver su occipucio coronado por el
solideo. Gregorio XI le nombró Rector del Colegio de muros luego Valdedios. Los
escolanos llevaban manto verde sobre su sotana de buriel y becas rojas. Cantaban
motetes de Palestrina en el coro en los oficios de la semana grande y
disertaban una tesis en latín y griego el día de Santo Matías. En verano iban a
bañarse a la playa de san Pedro y correteaban por los ricos mansos parroquiales
de Soto de Luiña.
Al pasar los retóricos por la
casa de la Gumia que era soguina y echaba las cartas se terciaban bien la capa
cubriendo su rostro contra la intemperie no les alcanzase algun miasma diabólico
de las chispas que echaba la Gumia por los ojos. Eh tú seminarista vuelve la
cara pero el prefecto les dio instrucciones de que no atendiesen a semejantes
cantos de sirena. Un teólogo que volvió la cara la Gumia lo aojó de mil maldades,
se convertiría en asesino después de haberse echado al monte con la facción y
hacerse cuadrillero con la partida de Viñayo que asaltaba la casa de los pobres
marineros pixuetos en noches de luna en bajo las ordenes de Bernardón de Mirla
al que dieron garrote en el rollo de Salas. pero aquel seminario de Valdedios
tambien tuvo santos. edl 10 de octubre de 1934 fueron asesinados 120 de sus
pupilos doce de ellos a punto de cantar misa. estaban de vacaciones en el viejo
caserón de santo Domingo cuando entraron las turbas salvajes.
ya cerró la niebla y se fue la
visión. veo colgarse arriba en una estrella como un columpio infantil el bello
rostro de Maria Martínez Zapico la Dulcinea del Sotrondio la que me dio
calabazas y se fue con un cura pero yo la amaba. Rezo una plegaria por su alma
y ya ha empezado a amanecer. Los días se alargan.
está la primavera a la vuelta de
la esquina pero que quereis que os diga tengo el alma transparente y trasciendo
las épocas y los paisajes me transporto de un siglo a otro de una calle a otra
de una nación próxima a la mas lejana. mi querencia está en Inglaterra pero me
ha tocado alma en pena vivir en Moscú donde paso mis cuaresmas. sin abandonar
los predios del Prado Picón.
Como soy destajista de los libros
me cuelo de rondón en todas las salas evacuo dormitorios y alzo la tapa de los
tejados así por ejemplo mientras paseo por la pomarada se me aparece el espectro de Sergio Fernández Amaya presbítero
capellán de los condes de Villademar al que titaron por el acantilado de la
playa del Silencio con sus hermanos Datiuvo y Potenciano que pasaban unas vacaciones
en su compaña en julio de 1936. un poco más allá me da los buenos días desde el
cielo el bienaventurado Dámaso Llosa Sánchez
coadjutor de Soto de Luiña al que dieron mulé los milicianos en los recuestos
de la subida del Rellayo ante la bocana del ferrocarril del Vasco. el parroco su
compañero Basilio Álvarez Rodríguez pudo escapar por una ventana que daba al
monte cuando vinieron a buscarlo y salvó la vida. no tuvo la misma suerte Vicente
Rodríguez somonte parroco de soto de Luiña. a Crescenciano Verde Blanco párroco
de Carreño lo despeñaron desde Cabo Vidío.