ANGELES DE PAZ
ANTONIO PARRA
Sol de junio. Un verano más. Mayo vino
florido como pocos y los campos están verdes que son bendición. Madrid parece
Asturias. Rosas de mi pénsil. Madreselvas que hacen más tupida la valla. El
vecino trastea con la azada en el jardín. El amor crece en abundancia y en la
acacia que podé este invierno hay un nido de mirla. Ha pasado un ángel y nos
quedamos en silencio reverente como el serafín de la Anunciación de Fra
Angélico. Mis queridos monjes a través de radio Blago del lejano monasterio de
Valaam entonan el Oficio de la Virgen esta mañana y los coros triunfales
proclaman a dúo:
-Radesti.
Alégrate, ten alegría, María.
Así hasta 24 veces.
¿Cómo será la primavera en Kaluga? Sibir.
Norte. Siberia. El deshielo trajo las rosas y sobre los prados cuajados de
hierba crece la flor de la “rasputitsa”. Por eso cantan los
frailes:
-Alégrate,
virgen María.
Los ángeles cruzan sus alas por el éter y
golpean en armonía los movimientos binarios, bits and bites de la Red. Los
Ángeles de Israel con su espadón de fuego que nos guía lleven al pueblo de
Israel a la tierra prometida.
El
Reino de Zion no es más que el imperio de Cristo. Una llama en el camino. Sólo
con la luz del corazón no con la razón se puede entender esa perspectiva.
Después de las duras luchas de Pentecostés vuelven los Coros a la tierra.
¿Los
Ángeles existen?
Uno,
aunque nada puede demostrarse, cree humildemente que sí. Su presencia es
constante en el Antiguo Testamento (el que llevó a Daniel prendido por los
cabellos a Babilonia; el ángel de Tobías; el que libertó a los Macabeos. El
ángel que echó a Adán y Eva del Paraíso o el ángel exterminador del juicio
final que vendrá cabalgando un caballo bermejo tocando la trompeta a cuyo
estampido se alzarán todos los muertos con los mismos cuerpos y almas que
tuvieron. Yo creo).
En hebreo los llaman Malachim y la liturgia
de san Juan Crisóstomo y de san Basilio no sería nada sin la repetición
constante de su nombre en las letanías. Durante la eucaristía se interpreta en
las misas solemnes eslavas la Xerubinskaya o canto del Querubín. Roma reserva
la angélica para el grito de Pascua y se suplica su intercesión en todos los
prefacios. Ángeles, arcángeles, Tronos, Dominaciones, Potestades. Hay hasta
nueve órdenes en la milicia celeste y todos ellos con una misión que cumplir.
Son los enviados de la luz pero para que exista la luz tiene que haber la
oscuridad. El mal complementa al bien y algunos establecen que el ángel caído y
los secuaces de Luzbel el rebelde y antagonista de Miguel el que se alzó contra
Belial cuando hubo aquella revolución en el cielo. Mitologías, dirán algunas
pero yo rezo todas las noches al ángel de la guarda dulce compañía no me
desampares ni de noche ni de día, la oración que me enseñó mi madre casi en la
cuna y he detectado en no pocas ocasiones su ayuda. La teología nos advierte
que los Ángeles son mensajeros entre dios y los hombres y al crear el mundo
Dios designó el ministerio y las funciones de los nueve coros. En ellos creen
no sólo los católicos. También los israelitas y los musulmanes. Ojalá vengan
pronto los ángeles de la reconciliación de las tres culturas. Son seres incorpóreos, inteligentes dotados
de la ciencia infusa ubicuos invisibles intangibles. Son protagonistas y
antagonistas de la historia que es una perpetua lucha entre el mal y el bien.
Miguel contra Luzbel. Y hubo una batalla en el cielo.
-Non serviam- gritó Luzbel
-¿Quis sicut Zeus?
Y a ese gritó se alzó el divino Mijail. Donde
existe el mal existe el bien. Perpetuamente se escucha ese dúo. El diacono de
Valaam acaba de cerrar la cancela dorada del iconostasio. Un misterio se oculta
tras la puerta de los dones y aparece el ángel de la resurrección. Al que
buscáis no está aquí. Resurrexit. Ha resucitado. ¡Qué reconfortantes llegan
esas palabras desde el país de la resurrección para los que ambulamos en medio
de dudas y tinieblas! Sólo la contemplación de la belleza del cuadro de Fra
Angélico que tengo ante mí y la escucha de la divina melopea de los anacoretas
siberianos que esparcen su melodía por Internet me hace percibir la
trascendencia del mensaje evangélico. Es el Cristo de la Belleza que nos mira
con compasión desde la luz de los iconos al que escoltan los querubines de la
adoración. Hermosos mancebos que visten holgadas túnicas. Tan plásticamente
definidos por el arte gótico. Pero también están esos angelotes de los retablos
barrocos representados en medio de una coreografía recargada de retorcidas
columnas de corinto que tocan el adufe con sus hinchados carrillos las carnes
rollizas que enseñan la pilila y muestras un par de alitas grotescas. Son como
los amorcillos romanos. Ángeles paganos que nos hacen sonreír. Hoy como abunda
la paidofilia y con tanto pederasta por ahí sueltos a esos angelillos habría
que ponerles un paño de pudor, un taparrabos. Pero las alas son otro distintivo
para significar que son ágiles y se hallan siempre expeditos para cumplir su
mandato de intermediarios entre el cielo y la tierra. Ángeles de Foszoli, de
Franz Floris, De Ticiano, de Rembrandt y de Murillo. Son la temática constante
en la estatuaria católica. En el Este los Ángeles bizantinos son más formales
hieráticos, casi siempre efebos de cabelleras doradas imbeles, adolescentes a
los que no les cerró la barba ni les cerrará nunca pues para eso son Ángeles.
Epicenos, asexuados.
Uno que se pasó muchas tardes de su juventud
[yo creía entonces sólo en el bien y en la belleza y la filocalía cristiana me
sedujo; para mí no había mal sobre la tierra] yendo y viniendo al Paseo del
Prado estudiando el arte de Fra Angélico llegó al convencimiento de que los
grandes maestros del Quatrocento italianos al pintar estos mozos tan amanerados
debían de ser un poco maricas y con la descripción de estos efebos- Fra
Angélico pinta a dos de ellos cogidos de la manita- quisieron salir del armario
y es que la homosexualidad abundó en los conventos.
Los pobres frailes eran hombres, formados del
barro, sin que esta tara merme un ápice la maestría del genio italiano. Ni
tampoco ha disminuido mi fervor por ellos. Rezo el ángel de mi guarda cada
noche ya digo y alguna vez este ser extraño al que no he visto jamás la cara
pero cuya presencia presiento me ha sacado en más de un apuro: de la bronca de
alguna taberna o se presentó de repente en ese adelantamiento precipitado en la
autopista o nos encuentra los objetos perdidos o nos pone en contacto con la
hija perdida. Ay mi Helen.
Ha
pasado un ángel. Dios pone la mano. Ángeles mensajeros. Heraldos del destino.
Angela mirna nastalnika. Su impetración es constante en la solemnidad de las
misas de Bizancio. Se trata de los Ángeles eucarísticos que consagran el pan y
el vino.
Su
devoción y advocación está definida en el concilio de Nicea. Son criaturas muy
superiores a los hombres que se encuentran en presencia constante de Dios.
Creamos en los ángeles. Invoquémosles en nuestra aflicción. Yo estoy un poco
derretido por la piedad y compasión hacia la humanidad doliente que camina
mientras enciendo una nueva pipa.
miércoles,
04 de enero de 2017