ISRAEL HA GANADO LA PARTIDA PERO NOS CRECEN LOS
ENANOS
Antonio Parra
“Los putos nazis - me explicaba mi casero londinense del 37
Westminster Road y del que ya les hablé en algún otro lugar de estas páginas
electrónicas- primero caparon a los curas por aquello de nadie puede decir que
este cura no sea mi padre y es posible que todos seamos hijos de un mismo
párroco, luego esterilizaron a los pederastas, lo que no me parece del todo
mal, y a los tarados mentales; la emprendieron
acto seguido con los judíos y con los marxistas. Querían quedarse ellos raza
aria dueños del cotarro. Sólo los camisas pardas podrían fecundar muchachas
alemanas. No querían que nadie les escupiera en la sopa. Pero el tiro les salió
por la culata. No se puede colocar puertas al campo, ni arreglar lo que nunca
tuvo enmienda, poniendo orden a la pasión y al deseo. Misterios de la condición
humana. Cada uno “la mete” donde puede y donde le dejan”.
Y aquel Mr. Weil, superviviente de Auschwitz, hijo de un rabino, me
miraba con su cara de niño travieso. La verdad es que se parecía un poco al
famoso comediante Benny Hill que con su típico humor judío sumió a Inglaterra
de los setenta en una perenne carcajada. Dios tenga a los dos en el Seno de
Abraham.
Frederick Weil que seguía hablando el inglés con un acento yiddish que
tiraba para atrás y me hacía lavar veinte veces las manos cada vez que lo
visitaba en su aposento para pagarle la renta pues yo era un goim impuro (aunque luego
indagando-indagando resultó que no tanto) me contó cosas tremendas de su
peregrinación por Dachau, Oranienburg, Mooshack y posteriormente el peor de
todos, la cumbre del horror, Auschwitz. En mi memoria las palabras de aquel
exilado alemán que se ganaba la vida arrendando cuartos en los chamizos del Soho y siendo él el
epítome de la típica castidad judía había alquilado sus “premisas” a unos
italianos para que pusieran un burdel en Marylabone, resuenan proféticas.
Israel con su voluntad de vencer irresistible, con su fe en la vida,
crispando los puños por la libertad y plantando cara a los tiranos, ha ganado
la partida. Sin embargo, nos crecen los enanos. Hay un antisemitismo latente,
el ambiente está crispado y la incubadora de la violencia está funcionando a
toda mecha. “El mundo se ha vuelto muy feo, Mr. Parra” me decía aquel judío
alemán de cara risueña al que nunca le vi cabreado frente a las taras que lo
dejaron marcado para toda la vida, ni exhibió revanchismo ninguno. Era la vera
efigie del manso cordero de Isaías al quien llevaron a esquilar y no prorrumpió
en una sola queja. Aun mostraba al que tuviese ganas de refrescar la memoria
del horror sin pagar entrada en el Museo de Madame Tusseaud en el antebrazo el
número de tatuaje en el Läger. Todo un ser humano con cara de pillo que me
contaba los sobornos a los guardianes y cómo temía a los soplones de su propio
clan. Creía en Adonai y en el negocio. Guardaba los sábados estrictos y
pronunciaba de una forma encantadora con un fuerte deje alemán la palabra
“property”. Tocaba el violín con maestría pero la mejor música, el sonido más
grato a sus sentidos era el que producían los chelines al caer en la boca de la
alcancía o el de las máquinas registradoras antiguas. Hay que hacer caja.
A pesar de esto que he dicho y como lo describo no era un shylock ni
tenía mentalidad de Scrooges. Al contario, era generoso y caritativo con los
pobres. Sabía darle valor y uso al oro que para un judío, acostumbrado a sufrir
y a vivir a salto de mata y con los petates hechos, constituye salvoconducto. El dinero compra la libertad y
es el mejor medio para llegar al corazón de los príncipes en los palacios y al
de los menestrales en las chozas. Su lema era: “look after the pennies cos the pounds look aftert hemsleves” (mira
por el penique que las libras ya se saben cuidar por sí solas). Se dedicó a la
especulación inmobiliaria. Lucró, y hoy creo que es uno de los más ricos del
cementerio hebreo de Golders Green. ¡Pobre don Federico, alma bondadosa la
suya, que me ayudó en mis dificultades dandome cobijo! Siempre me guarecieron y
en ellos encontré valimiento y protección en los ratos amargos de mi existencia
estos queridos hebreos con los que he mantenido siempre una relación de amor y
odio; deben de ser las luces y las sombras de Israel y ya se sabe donde dos
judíos se juntan crecen tres opiniones.
-Siempre sufriendo y penando.
-Echa mano de un abogado de Israel si te ves con el agua al cuello.
-Eso. ¡Viva el general Sharon!
Ese pueblo tiene algo. Bendito Israel.
Cuando regrese a Londres, lo
mismo que visito su sepultura y le canto un kadish.
Todas estas consideraciones me vienen a la mente precisamente al hilo
de los responsos que se cantaron en Berlín y en Moscú con motivo del
sexagenario de la terminación de la segunda guerra mundial, el baño de masas de
Bush que incluso se permitió en Tiflis unos pasos de baile, la cara de poker de
Gospodin Putín y los ojos de pasmo de
Schroedder en la sinagoga. ¿No estará el mundo a las puertas de un nuevo
Munich? Con la diferencia de que entonces los totalitarismos tenían pelos y
señales; en la actualidad se han hecho invisibles.
Los poderosos de la tierra
rindieron pleitesía a las víctimas del Holocausto. Israel ha ganado la partida
y está en el corazón de todos. Con su recta estimativa ha vencido y ha
convencido pero nos siguen creciendo los enanos. Se respira un ambiente de
miedo, recelo y de violencia muy parecido al que dio pábulo a la salida de sus
madrigueras de aquellos cabezas cuadradas que sembraron de pavor por las calles
de Berlín cantando el “Horst Wessel” la noche de los cristales rotos y los
cuchillos largos. Ahí están, si no, esos nacionalismos cortos de alcance y esa
exaltación rabiosa de los separatismos de campanario. Si a esto agregamos el
nuevo paganismo y la depravación de costumbres, o el embrutecimiento de la
masa, tendremos una receta para el desastre.
Otra vez el hedonismo, la supremacía del músculo sobre la
inteligencia, la incomunicación de los seres (nos enteramos de la muerte del
vecino del quinto por los periódicos o porque ya hiede en la escalera), el
incesante cloqueo de los políticos cada vez más encastillados en sus
apriorismos, el alejamiento del pueblo de la res pública, a las masas se les da
sexo, morbo en papel estucado, fútbol, el separatismo belicoso y antihistórico,
el feminismo radical, la destrucción de la familia, el caos inmigratorio que
está adquiriendo en España tenor apocalíptico, la cultura de usar y tirar como
si fuera una botella de Coca-Cola, el tremendismo, los revolcaderos
televisivos, la banalización y relativización de todo lo que era importante en la
vida. Todo eso y más. También el nazismo hizo caer las fronteras. Decía Goethe
que lo que más teme la gentuza es la inteligencia pero si ella comprendiera lo
que es verdaderamente temible debería temblar ante la estupidez que nos
apabulla. El que vale, vale, y al que no le hacen primer ministro, incluso por
tercera vez como ha ocurrido con Tony Twit
Blair. Hoy se premia a la vulgaridad, a la falta de ideas. Los más ramplones
son los que se encaraman.
Este desencanto puede incitar a los juansintierra al linchamiento
moral y físico de los tribunos de la plebe. Cada vez nos aburre más la
política. Estuvo a punto de pasar esta semana en Villaverde Bajo. ¿Pero no fue
siempre así?
En fin todo esa inconsecuencia e incongruencia que le hacen a uno
preguntarse si no estaremos en los prodromos de un IV Reich de la mano de la
utopía orwelliana. Nos meten por los ojos un mundo feliz que no es más que una
caja de truenos. Las páginas de las cabeceras periodísticas borden el
esperpento. Unos se acojonan pero a otros lectores les da risa. Y a vivir que
son dos días como dice la canción.
-¡Qué risa, tía Felisa!
Es la hilaridad del Rey Salomón ante el boato y magnificencia de la
reina de Saba cargada de presentes, que se transforma en los Santos Padres
latinos en “contemptu mundi”, desprecio de las cosas del mundo, huida al
desierto. Todo es vanidad. El ser humano no es nada más que la mota del arenal.
A partir del Vaticano II la Iglesia empezó a transformar de esta visión
particular e intimista del Dios afectivo y sensiblero por otro de carácter más
colectivo y vibrando en la onda del concepto bíblico de Pueblo de Dios.
El pueblo judío que siempre camina en vanguardia de la historia cae y
se levanta. A veces mete las manos en un avispero y a todos los demás nos
abrasan las abejas a picotazos. Pero su visión del mundo tiene lados
colaterales a la profecía. Responde al cumplimiento de un plan deífico que sólo
conocen los cabalistas. Su teología, muy diferente a la católica, rechaza el
concepto de la gracia y se afianza en la garantía de convertir lo imposible en
posible. Los hombres pasan como las olas pero es eterna como la roca de Israel
la voluntad judía. Sus esquemas se centran más en lo colectivo que en lo
individual porque, dicen, el pensamiento y los sentimientos del hombre son
vanidad. Puede más la masa. Hay una forma de hablar con un “yo” histórico que
distingue al pueblo elegido. Santa Teresa, la conversa, lo plasmaba en una
frase muy mística y que había aprendido de sus abuelos lectores habituales del
talmud, que en sus tiempos era un descomulgado libro rezumando herética
pravedad: “A Dios rogando y con el mazo dando”.
-Haz lo que yo digo y no hagas lo que yo hago.
El hombre es mortal pero puede configurar en piedra, en sonido o en
palabra ese halo de eternidad que emana de la conciencia. Esta concepción e
interpretación de la Creación ha llevado lejos a los hebreos en el mundo de la
ciencia, el arte, la literatura, el dinero. Estoy en la persuasión de que Yavé
es un dios matemático y geómetra, muy diferente del Padre Eterno y benevolente
según la creencia y la estética
agustiniana de Dios - Amor. Uno muere en una cruz, lo que a los
talmúdicos suena a blasfemia, y otro atruena en el Sinaí ¿Pero donde estaba
cuando lo de Auschwitz? ¿Por qué ocultó su rostro? Siempre me ha interesado la
teología del Holocausto con sus luces y con sus sombras y éste es uno de los
enigmas inexplicables. Nosotros decimos que sus caminos son inexplicables.
Marcha a otro ritmo, sus pasos son lentos, pero es matemático, invisible, y poco facticio desde el momento
de que no está hecho a la medida de nuestros pensamientos porque campa en otra
dimensión, lejos del alcance de nuestro calibre.
Lamentablemente carecemos de un
kilométrico para medir la distancia de la andadura de Dios. Tampoco la senda es demasiado recta que digamos, sino que
tiene multiplicidad de curvas y de cambios de rasantes. Dice el Talmud que nos
ha sido encomendado trabajar en una obra pero no se nos permite acabarla. Esa
obra imperfecta es el hombre, ser curioso y misterioso. Contradictorio.
Contradicciones de Israel. Hasta siete
veces peca el Justo. Contradicciones de la Biblia. Marchas para adelante. Retrocesos. ¿Cómo fue posible aquella barbarie
en un pueblo como el germano, de músicos y de filósofos, el de Lutero, Lessing,
Schopenhauer, Mozart, Zeppelin? Poco antes de subir Hitler al poder en Alemania
se editaban y vendían hasta un millón de ejemplares de Goethe. El nivel de
lectura era el más alto del mundo.
Los judíos cosmopolitas y descreídos se resistían a aprender el
arameo, una lengua de viejas pero acabaron inmigrando a Palestina cuando
arreciaron los pogromos. En los 43 Läger que se habilitaron en el Reich, al
principio, sólo como correccionales para la “descontaminación” ideológica de
desafectos y, después cuando se recrudecieron las condiciones bélicas y el
avance aliado sobre Sajonia, convertidos en hornos crematorios donde se
administró con una crueldad sistemática y un refinamiento científico nunca
visto desde Adán, la muerte infligida de forma inhumana y bestial a inocentes.
¿Voluntad asesina de exterminio o simple accidente determinado por las
represalias de quienes iban perdiendo la guerra? ¿Cómo cribar en el harnero
específico el tamo de las granzas, la verdad de los hechos objetivos, con el
subterfugio propagandístico bien a sabiendas de que la historia la narran
siempre los vencedores?
El sufrimiento y las
humillaciones de los desgraciados que acuñaron una irónica plegaria “Señor,
hazme mudo y sordo para no caer en la trampa de Dachau” pues los que se iban de
la lengua eran los que con más frecuencia caían en garras de la Gestapo, hoy
vuelven a la palestra.
El “deus absconditus” se aborregó detrás de las nubes. Prevalecieron
las puertas del infierno. Los sufrimientos y humillaciones, increíbles. Vistieron
el uniforme a cuadros abogados, intelectuales, comerciantes, miembros de la
alta burguesía, se les peló al cero y se les estigmatizó la cabeza rapada con
una cruz gamada para mayor ignominia. Se les sacaba al patio a hacer gimnasia
en gélidas temperaturas y se les obligaba a recitar pasajes de Mi lucha o cantar el himno nazi que se
pavoneaban de haber emprendido la marcha sobre Jerusalén y de haber fundado el
imperio de los mil años. ¡Qué ironía!
Lo perdieron todo. Algunas
fuentes consultadas atestiguan que muchos usaban gafas, tenían cara de
intelectuales y se les forzó a trabajos físicos a gentes que nunca habían
tenido en sus manos un pico y una pala jamás. A los médicos, abogados y
periodistas se les desposeyó de lo que más estiman aquellos que viven conforme
a las leyes del espíritu: sus libros. Hubo autos de fe. Grandes bibliotecas
fueron arrasadas o quemadas. Me pongo en su piel. Sin sus papeles queridos
siempre naufraga un escritor. Es el
tormento más cruel que se puede inferir al Pueblo del Libro. De esta forma se
adelantaron un poco a la barbarie que se venía encima, a una sociedad ágrafa
pues aun hoy los gusanos goebbelsianos que diría el llorado Pedro Rodríguez nos
trepanan la cabeza. Hay vicios ocultos de entonces que aun habitan entre nosotros.
Luego está también la incomprensible pasividad de las potencias occidentales
ante aquellos horrores. Es la insolencia del poder. Ni Churchill ni Roosevelt
movieron un dedo por los perseguidos ni tampoco los jaques de la banca
neoyorquina instalados en sus rascacielos y a los que no conmovió el
sufrimiento de sus hermanos de raza y de credo. La gran política internacional
bajo el Pacto de Munich jugaba a las prendas con el destino de millones de
vidas. Únicamente, Franco- quizás hasta feo esté decirlo- fue el único que tuvo
mano tendida hacia el pueblo hebreo cuando nadie daba un duro por los
perseguidos.
Estos son enigmas y misterios
contra los que se topa el investigador objetivo cuando enfrenta un asunto tan
horroroso como el holocausto. Se ha vuelto a repetir la crónica de aquellos
luctuosos sucesos que iniciados en Burgos en 1390 con el asalto a las aljamas
remataron en la constitución de la Inquisición casi un siglo más tarde por
Sixto IV y los alborotos y saqueos en Sevilla y el gran auto de fe, los
sambenitillos y corozas, algunos hasta para un señor deán catedralicio que fue
paseado en mula cara atrás por la Tablada. Cierto, los judíos sufrieron mucho y
padecieron escarnio. Sus sufrimientos son los míos. Por eso ahora también sus
triunfos - un judío Guillermito Puertas es el inventor de Internet y gracias a
él podemos hacer rodar nuestros pensamientos, buenos o malos, los que sean, por
el mundo- son los nuestros; el avance tecnológico supone la entronización de los que creemos en la
libertad. A todos nos toca un poco y todos somos partícipes.
Aún a sabiendas de que este
mundo es imperfecto y de que lo habita mucha gentuza va para adelante. Con los elegidos en vanguardia, los parias de
la tierra y los perseguidos se regocijan. Se han cumplido las palabras del
Magnificat o Shemá católica: et exaltavit
humiles.
Recuerdo a finales de los setenta la hagada de un Seder neoyorquino con sus escarolas frescas, el pan
cenceño y las carnes tajales (kosher)
y un cabeza de familia con cara contento luciendo su mejor traje y gesto
apresurado que pronunció el treno solemne: “Hoy comemos el ácimo de la
esclavitud pero al año que viene comeremos el pan de la manumisión en
Jerusalén. Gloria a Adonai”, palabras de la cena pascual a la cual fui
invitado. [Para los judíos el nombre de Dios o tetragrámaton tiene cuatro letras (Yavé) y no se atreven a
pronunciarlo de forma directa. Por eso dicen Adonai]
Se les persiguió por no comer jalufo. Ay, ese olor típicamente hebreo
resultante de sus hábitos culinarios de no mezclar sabores; lacticinios con
aves de pluma o con la de animal sin pezuña y todo animal muerto y desangrado.
Cierto la ingestión de fritos en aceite hace que el aliento huela de una forma
especial. También se les persiguió injustamente por su aversión a la confesión
oral y su escasa veneración por las imágenes. Y ciertamente estos días viendo
por Radio María prosternarse a esos palurdos eslavos prosternarse ante una
imagen de escayola con los ojos de cristal y cantar hasta el paroxismo me he
dado cuenta de que en la hiperdulía subyacen resabios de la idolatría pagana.
Si algo nos han enseñado nuestros hermanos mayores, aparte de ese espacio de
amor solemne a la libertad, es a mantener unas relaciones personales y privadas
con la divinidad. Uno mira para atrás y no ve más que errores, caídas,
lágrimas. Saltos adelante y derrumbes. Además, creo que la Iglesia ya ha pedido
perdón. ¿Será posible una reconciliación entre Iglesia y Sinagoga tal y
conforme esperaba san Pablo? ¿Cómo será llevada a cabo sin la anulación de la
una por la otra? Ese es uno de los misterios inherentes a la Teología del
Holocausto que para mí no anula la Crucifixión sino que es un apéndice o
complemento.
En el anticlericalismo español
que nos embarga hay que buscar ciertos barruntos de nuestros antecedentes
semitas.
Nunca más. Que nunca se repitan pero las fuerzas oscuras en la
trastienda parecen utilizar a los tiranos para siniestros planes de dominación.
En cierto modo Hitler les vino como anillo al dedo. Siempre son los de abajo
los que sufren. Los poderosos, los instalados, siempre encontraron un
salvoconducto para marcharse al extranjero mientras atrás dejaron a los pobres
que quedaron atrapados en la pesadilla. Arriba Israel pero ante estas
consideraciones los dedos se me vuelven huéspedes. No lo entiendo demasiado
como tampoco cabe en mi cabeza esos pujos tan intensos que detectamos a cada
paso por destruir la civilización cristiana que fue rama desgajada del árbol de
Jetsé y los judíos son nuestros hermanos mayores, como nos ha recordado el Papa
parafraseando al bendito Agustín.
Sin embargo, el ataque no viene de fuera sino que hay que achacarlo a
nuestro propio egoísmo, a nuestra insolaridad, nuestra intolerancia. Acusamos a
los judíos de nuestra poltronería. La gente espera que le llueva del cielo el
maná y no hace nada por ir a buscarlo. Es una nueva travesía por el desierto
pero la nube que guió a Moisés se divisa en lontananza. De Jerusalén saldrá la
ley y de Sión la palabra. Eso lo he cantado yo muchas veces.
-Señor, abre mis ojos. Que vea
11 de mayo de 2005