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domingo, 22 de abril de 2012

PEREZ DE AYALA, TIGRE JUAN, EL FONTÁN Y LOS BORBONES




Pérez de Ayala. Tigre Juan



Conocí a don Ramón Pérez de Ayala en 1963 en un café que estaba en Puerta del Sol (creo que era el Levante), se fumaba un puro en un velador y alrededor de su mesa se le acercaban dos daifas, putas de alto lujo de la Calle Desengaño. Aunque era viejo, el asturiano no había perdido ni la elegancia ni el sentido del humor, ese ferrete ovetense. El pelo blanco amarilleando en los bordes simétricamente peinado a raya y un traje claro de verano. Por aquellos tiempos firmaba con regularidad en la Tercera de ABC de Luca de Tena que había abierto sus tórculos a los exilados.

 El escritor republicano venido de la Argentina escribía en un rotativo monárquico. Sus artículos redactados en esa vena neoclásica con un léxico impresionante por lo exacto resultaban auténticos tour de force del lenguaje.

Tiempos antes había tenido la oportunidad de leer AMDG una diatriba contra la educación selectiva de los jesuitas retirada por la censura y que se había vuelto a editar. Creo que era autobiográfica y en ella la pederastia se conjugaba con la hipocresía  de aquellos religiosos obsesionados por la sexualidad. El más crudo pasaje que recuerdo: el de un prefecto de estudios que lleva a su celda a la madre de un alumno y la intenta forzar. Escena entre trágica y ridícula.

A don Ramón los jesuitas de Gijón le enseñaron todo el latín y el griego del mundo pero fueron piedra de escándalo y perdió la fe. De creencias republicanas fue nombrado embajador por Azaña en Londres. Su estancia entre los británicos le dio ese aspecto de dandy o de lor inglés, la ironía del doble sentido y la capacidad para saberse reír de uno mismo. Es el más europeo, el más leído y el más liberal de la generación del 98.

Escribió una media docena de novelas todas ellas excelsas en su calidad pero con escasos lectores. Decepcionado, abandonó la narrativa para dedicarse al periodismo y a la crítica teatral. En parte, sigue siendo un perfecto desconocido y la literatura española no ha sabido hacerle justicia. En pos dejó una obra enorme pero poco estudiada.

El libro que a mí más me gusta es Tigre Juan porque allí aparece redivivo el Oviedo de los bajos fondos bajo las arcadas del Fontán donde había montado su tenderete uno de los últimos de Filipinas.

 Había ido a servir al rey y regresó con una pierna de menos. Pérez de Ayala lo retrata como un español decepcionado con estilo elegante, a pesar de que su personaje no puede ser más vulgar, un españolito de tantos, en el marco de la concinidad y simetría de la frase. Quedaría inútil de una pierna Tigre Juan y algo más.

Regenta una abacería en la famosa plaza del mercado ovetense al tiempo que reflexiona sobre las contradicciones de la existencia. Le atraen las mujeres pero las teme pues siempre fue guardián de su honra. ¿Tigre Juan el asturiano celoso?

Una de sus parroquianas, Iluminada, le pregunta de tenazón (a la brava):

-¿Quién es dueño de sí? ¿Vamos hacia donde nos fuerza la voluntad o adonde nos lleva el destino?

El protagonista se siente perseguido por la fatalidad y ajusta como pinche a Colás el hijo de una aldeana de Traspeñas a la que conoció en una romería antes de partir a la guerra.. La amada se casó con otro y tuvo una reciella de rapacinos que dios echó al mundo sin preguntar. La teoría de la predestinación se viene abajo. Esto es un cajón de sastre. Vivimos y morimos por casualidad.

He visto en la prosa de Pérez de Ayala reflejada la descripción de muchos descalabros existenciales propios y de los demás. La moza que cortejaban les dio plantón al pie del altar y para lavar la mancha se casaron con otra, la primera que encontraron. A veces el hombre toma las decisiones más importantes al tuntún y para no demostrar su bochorno. Se dirá que es la fuerza del sino, pero el destino a ojos de este autor no es más que desatino y el hado, un zampatortas y Colás un hijo del aire fruto de una amor de aldea.

El lucero de la tarde brillaba como el topacio de la piedra rejalgar. Cantaba el ruiseñor en el seto de la hondona. Preguntas y nadie te responde.

Colás marcha en peregrinación a Candás y allá ve un cristo con faldellín todo greñudo con la melena color de estropajo sobre la frente en una ermita rodeada de sórdidos exvotos, paños mortuorios, senos de mujer que curaron el zaratán, piernas, brazos y cabezas de cera virgen, algún braguero de un quebrao que volvió a erguirse, escapularios y rosarios y las fotos de un paisano tomados por el fotógrafo del pueblo. Se hace un retrato vivo de aquella sociedad en sus veneraciones, abominaciones y juergas.

El Fontán es un azoguejo, pulso comercial de la ciudad- Pilares en la toponimia de Ayala, Vetusta en la de Clarín- donde el vinatero mutilado de guerra había montado su tenderete. Aparecía éste, ladeada la gorrilla y el blusón de menestral color mahón, en la mano una nerviosa vara de madera de aliso para espantar moscas, o para lo que cumpliere si alguien merecía un estacazo.

 Se escucha en el patio de atrás el gocho gruñir de un jabalino  y el ruidín de la fueya de un roble mecida por la brisa. Iba y venía don Tigre por los caminos de rodera hacia Castilla a por vino, mano a mano con los espectros. El retrato del paisaje y del paisanaje ni podía ser más cabal. Antiguo buen creyente, por los desengaños de la guerra, se ha vuelto supersticioso. Cree en meigas y en trasgos. Bajan, dice, por la chimenea las sombras de la ignorancia. Y sombra es todo cuanto nos rodea. Sombras, nada más. Afuera, se oye el cloquear de las madreñas de las lecheras de Trasmontes que bajan mañaneras a vender el género, la herrada sobre la cabeza.

 Asturias es mágica y la realidad bien puede confabularse con la ficción. Uno puede toparse tranquilamente con el Nuberu por la calle Uría o ver sentadas a una cuadrilla de xanas cabe la Foncalada la fuente municipal que mandó hacer Alfonso II el Casto mientras cantan viejos romances y se peinan los blondos cadejos estas dulces hembras de la imaginación popular. O ver danzar la danza prima al Culiebre si uno se asoma a la plaza de la catedral.

Espíritu adentro, Ayala con pulso clásico va haciendo recuento de las leyendas de la tradición pagana. Don Ramón, que era de los que no pasaba bajo una escalara y se persignaba después de ver un gato negro, venera sin embargo a los dioses lemures y penates (los objetos que rodean al habitante de una casa) o los lares (el habitáculo) y los manes (las sombras de los antepasados)

Asturias es la provincia más romanizada de la península; allí el cristianismo abraza las antiguas creencias del sincretismo grecorromano. Su folklore está repleto de experiencias de lo paranormal. Cerca del llar por el invierno yo he visto a las abuelas contar las viejas consejas con mucho recacho, como si fueran verdad, mientras en la torre de san Isidoro suena la campana del toque de ánimas.

 Desde su chiscón ve Tigre Juan pasar los duelos camino del cementerio de San Salvador que se despedían en San Lázaro y las verduleras con su toletole de recaudos a la oreja andan pregonando el nombre del que se ha muerto.

 En esta novela se estudia el tan español sentimiento trágico de la vida con más desparpajo y más eficacia literaria que en Unamuno. En medio de esta batahola de dudas Tigre se siente como un paxatin sin nido.

Y continúan pasando sombras: el soldado que regresa de la guerra con las estrellas de coronel y viene a vengar una afrenta amorosa. El usurero judío- en el Fontán estuvo la sinagoga- que cuenta y recuenta sus caudales patacón va patacón viene a la luz de un cabo de vela. El clérigo don Sisenando una almina de Dios que sale de su yacija llamado a media noche para ir a sacramentar a un moribundo. Cuando las golondrinas cambian el vuelo es que el verano se acaba. A lo largo de diez capítulos se registra el pulso de la ciudad, la meteorología, las costumbres, las estaciones, las diferentes castas sociales. Los señoritos de Pilares pasean por el Bombé mientras los menestrales toman el sol en Cimadevilla si hace bueno. Hay un duelo entre el coronel Tragabatallas y el marido burlando.

 En Oviedo puede armarse la de Troya tambien por una mujer. Ella, ligera de cascos. Él con poco pesquis. Tigre Juan no quiso casarse porque el amor siempre acaba mal. Eso le hacía enloquecer de dolor: saberse traicionado, tuvo una novia que conoció en Manila, la Engracia y de ella nunca volvió a saber más. Eros y Tanatos como Castor y Pólux cabalgan la misma mula correntona.

El sentimiento trágico de la vida se combina con los celos,  y, si Cervantes se refería al celoso extremeño, Ayala nos presenta a un asturiano celoso. Y furioso. Esta novela tan enigmática y poco leída porque la prosa de este prócer ovetense se halla destinada sólo para paladares exquisitos- desencantado del poco eco que tuvieron sus obras narrativas optó, cuando tenía treinta y tres años decidirse al periodismo y a la política- recuerda a las danzas de la muerte medievales aun cuando contenga ribetes de picaresca.

 En ella como en el Quijote la risa se  vuelve llanto. Hay párrafos en los que fustiga a los poetas chirles a los políticos zarramplines- la vida parlamentaria de Madrid siempre fue un compadreo y una chapuza- y a los periodistas del trabuco. Nada ha cambiado. También ridiculiza a guapos de cartel a las oficiosas y oficiales señoras putas del harén de Alfonso XIII que entretenía sus ocios filmando películas porno. Muy salaz era aquel fulano.

No mereció que por su causa murieran un millón de españoles en una guerra civil y el lector saca la conclusión de que España necesita una revolución. En este país no ha rodado  todavía ninguna resta coronada. Pérez de Ayala republicano hasta las cachas nos advierte que ya va siendo hora



domingo, 22 de abril de 2012

sábado, 21 de abril de 2012

LEV YAHSIN EL MEJOR ARQUERO DE TODOS LOS TIEMPOS









Yasin la araña negra y los estudiantes de periodismo de la CJC



Uno a estas alturas del partido viene a ser el resultado de todos los grandes encuentros de fútbol que has visto, y es para mí no sólo un timbre de gloria sino una gracia del Altísimo  haber trabado conversación con un joven periodista que será grande y tiene madera de líder, Ángel Luque almeriense de 21 años que dentro de poco obtendrá su título de licenciado en Periodismo, director de la Web golpedirecto.com.

A todos, tanto a Nacho como a Rafael como a mí que peinamos canas, nos ha sorprendido por su discreción y una sabiduría en las cosas de la profesión que ha adquirido pese a sus pocos años.

 Esperemos que ese “ángel” que le domina no lo abandone nunca ni se tire nunca al surco decepcionado en esta noble, hermosa pero dura profesión, durísima, que es la de la escritura.

Sólo prometo de momento sangre, sudor y lágrimas y una labor de lectura y de investigación sin casarse con nadie ofreciendo las dos caras de la noticia según solían los de la BBC, consultando todas las fuentes a golpe de alpargata y de teléfono, sin casarse con nadie.

Pensad que sois el cuarto poder y tratarán de compraros y de manipularos los poderosos. Que en vuestra aparente debilidad y humildad está vuestra fortaleza.

 Con la globalización, el pensamiento único y el axioma de lo políticamente correcto es una pavorosa realidad Pienso en la linterna de Diógenes que iluminará un mundo de oscuridad, o  en el alfolí, posito o silo de las ideas que harán avanzar a la humanidad hacia delante.

 ¿Cómo? Informar es deleitar, esclarecer y comunicar, contar el mundo cómo es sin esa flexibilidad de vértebras adulador con el político que caracteriza al actual periodismo español regentado por unos cuantos “instalados” que están ya algo carrozas por mucho que se maquillen y cuiden el look.

Estos chicos que van a regir los destinos de nuestra patria vienen pegando fuerte. Están mucho mejor preparados que nosotros. Carecen de los traumas que arrastraron los de mi generación que sufrimos el vórtice de posguerra y del enfrentamiento de las dos Españas. Y hasta yo diría que son más guapos y mejores personas.

 Sería necesario dejarles paso, darles una oportunidad. Es verdad, Angelin, a estos instalados no les despegas de su poltrona ni con agua caliente.  El que una septuagenaria perchelera, la Campos siga siendo la reina de nuestras tristes mañanas y de nuestras tardes insulsas con mucho adobo, tanto aceite, tanto maquillaje, tanto darle a la manivela de la moviola de la nostalgia y que la “Cleopatra” sea el rostro de la imagen de la noticia del telediario de mediodía en la primera cadena desde hace más de cinco lustros es un elocuente dato de que esta democracia ha heredado los vicios de aquellos franquistas a los que con tanto denuedo combaten.

Y yo soy un periodista de Franco pero me “desinstalaron” desde que cerré la tienda de la oficina de Pyresa en Nueva York allá por el año de 1978. afortunadamente, y como los periodistas no nos jubilamos nunca encontré una válvula de escape en Internet.

Esa podría ser la clave del futuro pero lo veo difícil porque la telemática no da un duro y yo como profesional me resisto a trabajar gratis porque amo mi oficio, profeso una cierta deontología (el que sirve al altar, viva del altar, decía San Pablo) y eso de no cobrar ni un mal reportaje es como hacer de pilungui y poner la cama.

Sin embargo, yo he venido aquí a hablar no de mi humilde persona y el afecto que siento hacia vosotros, queridos lebreles del periodismo, sino de aquella tarde de junio de 1964 creo que era la víspera de San Juan, cuando ganamos a La Unión Soviética y eso que estaba bajo los palos Leo Yasin el mejor arquero de todos los tiempo. Todo Madrid conteniendo su respiración se había dado cita en el Bernabeu que entonces se llamaba Chamartin. Yo conseguí una entrada en la gradería de arriba junto a la torre del oeste.

El aire era tibio, hacía calor, y desde allí se veía a los jugadores pequeñitos como si fueran piezas de futbolín. En el primer tiempo el guardameta ruso Lev Yashin hizo unas paradas despampanantes. Era la Araña Negra –vestía siempre de luto por los muertos en la batalla de Stalingrado- reputado como el mejor guardameta del mundo.

Nuestro Iribar el Chopo-creo recordar- encajó dos goles y dos chuts de Kutnetsov dieron en el larguero pero la selección española a las ordenes de Villalonga, aquel capitán de caballería, un cordobés alto y con bigotito, se empleó con furia y cuando Marcelino a pase de Pereda dio aquel imponente cabezazo que mandó a la red el tercer tanto rugió la marabunta.

Se ensancharon los corazones. De nada valió la palomita con que voló por los aires el atlético Yashin para atrapar el cuero. La Araña Negra. Un gol nada menos que a Rusia. El fútbol sirve no sólo para mejorar el cuerpo humano sino para afianzar las relaciones internacionales y aquel encuentro marcó el hito de una “ostpolitik” que sería una de las claves del aperturismo.

 Marcelino había perforado el telón de acero. Los jugadores rusos- vestían de rojo con una tira en la camiseta con las letras CCCP (Sovietski Soyuz, Socilistiski Republiki)- en contra de los que pensaban hasta entonces muchos españoles no tenían cuernos ni carecían de rabo. Eran unos muchachotes altos rubios, excepto el extremo izquierdo que era un armenio de Tbilisi que parecía un gitano, muy educados, de un comportamiento deportivo incomparable pues creo en el encuentro no se pitaron más de tres faltas. No hacían entradas a matar. Marcaban por zonas y estrechaban la mano de Iribar cuando éste hizo una de sus habituales palomitas felicitándole.

Pero la estrella era la “Araña Negra” casi dos metros de humanidad un portero de los de antes. Resultan que los rusos no eran tan perversos, que jugaban bien al fútbol y que se portaron con caballerosidad. Muchos pensaban que se sacaban la espina de la guerra civil aunque la prensa española estuvo muy comedida pero los colores de una selección nada tienen que ver con los pabellones de combate de un buque de asalto.

 Era aquello simplemente un match. Recuerdo aquel 24 de junio de 1964 allá por las fiestas de San Pedro y San Juan como una de las más vibrantes y entusiastas de mi vida. Fue uno de los primeros partidos televisados- se habían retransmitido desde 1958 pero no era muy buena la señal ni llegaba a todo el país- porque hasta entonces habíamos seguido a la selección a través de la voz del gran Matías Prats.

 Recuerdo el gol de Zarra en Maracaná y el fallo de Luis del Sol en el postrer minuto contra Checoslovaquia en los Mundiales de Chile del 62 que empatamos a uno quedándonos fuera de cuartos y no pudimos pasar a la final. ¡Qué grande es el fútbol, amigos míos!

Nos apartó siempre a los españoles de los baticores de la política. Yo os sugeriría, mis queridos alevines de la prensa escrita, que vayáis a las hemerotecas y consultéis las crónicas de grandes jornalistas- nuestra humilde profesión tiene algo de jornal con el que nos ganamos los garbanzos los jornaleros de la noticia, apartaros de lo divos: Herrera en la Onda, Gabilondo, los cantamañanas de las radios y los tertulios que hablan mucho y saben poco y chupan cámara en los platós- como Gilera, Quilates, Miguel Ors y remontándonos en el tiempo a Wenceslao Fernández Florez un gallego sin par algo irónico pero malabarista de la pluma.

A pesar de todo la profesión que habéis elegido es maravillosa porque las abarca a todas y es una especie de humanismo conteniendo todas las disciplinas (era) porque un buen periodista tiene que saber de todo. Llevo yo dándole a la tecla cincuenta años. Nací escritor y quiero morir en escritor que es lo único que sé hacer.

Dura profesión vocacional que exige mucho sobre todo pelear contra la incomprensión y he visto a muchos hundirse en la sima de las tres famosas Ds (divorciado, deprimido, dipsómano)

Habrá que encomendarse a Santa Bárbara o a san Francisco de Sales. Old soldiers like good journalists never die. They only fade away. Bien claro lo dice este refrán inglés. Un abrazo. 


jueves, 19 de abril de 2012

yo soy cervantino, un español que sueña quimeras al que la vida dio muchos duelos y quebrantos

REMOS AL AGUA VELAS AL VIENTO



Remos al agua, velas al viento. Me embarco con don Miguel en el último y tan forzoso viaje que hizo el gran Cervantes por los mares tirrenos de la literatura. Se llama el libro “Viaje del Parnaso” publicado poco antes de su muerte. Un consuelo para los que a la mar y a España amamos. El gozo de la palabra hecho verso hete aquí. La leva en la cual fue reclutado Miguel de Cervantes se hizo estando el pobre hambriento y digno hidalgo sentado al sol en las gradas de San Felipe. Llegó el esparavel de galeras y le dijo:

-¿Quieres ser cómitre en mi bajel?

Un paso al frente dio el príncipe de los ingenios y el poeta va contando la historia de sus venturas y sus desventuras tejiendo lazos abatanados lizos en la rivera de curtidores de las musas. Esta noche la dulce ninfa no quiso venirse conmigo y por que son niña tus ojos verdemar te quejas.

 Los caminos de Casilla estaban repletos de cuerda de presos, levas de soldados y de místicos disciplinantes y de pícaro misticismo. Había que currelar al ingenio qui non lavora no fa la amore. Ciento un quintados van para la guerra.

LAS LEVAS DE LOS SOLDADOS

Ya llevan a Cervantes de simple soldado. Iglesia mar o casa real. El escritor había matado a un hombre en una gresca tabernaria y hubo de ponerse a salvo en Italia. Volvió lleno de deudas con poco amor y las orejas gachas. Como todos Se alista en el matalotaje entre coritos, gallegos y asturianos- daca la cola, asturiano es uno de los cuentos primorosos que escribió, lo leí de niño y perdí la pista pero en esta composición lírico satírica el numen cervantinos por encima de los grandes estros-, joder que tropa y luego dirán los vascos que no son españoles, o los gallegos y los coritos eran todos astures y santanderinos menos mal que ellos no renunciaron a la patria. Vizcaínos [ah vizcaíno es el hierro que os encargo corto en palabras, en hechos largo], aragoneses, y galaicos acababan todos en la escuadra por aquello de iglesia mar o casa real.

Todos sirvieron al rey por más que los ladinos castellanos se cachondeasen de las concordancias vizcaínas y del meloso hablar de Puente Deume o de los cagamentos por los que se hicieron siempre notar los valencianos y mallorquines que hablan un catalán  que solo dios entiende.



Salen de Madrid con un queso en las alforjas y un hambre sutil, añorará el mozo el verde de aquellos prados, las eras del mico, las huertas del Manzanares, las aceñas y herreñales de Atocha, y por Alcalá que guarda sus gozos y sus recuerdos de una niñez venturosa adiós riberas del Henares, adiós  eminencias del Gurugú cubiertas de pinares, adiós recintos y tapiales del palacio del obispo y de los conventos de los frailes. Iba a servir al rey que por entonces los poetas eran tambien paniaguados- iglesia, mar y casa real- y el joven recluta se embarca de arcabucero, llegaría a ser un glorioso infante de marina entre la chusma que iba a sentarle las costuras al turco. Este viaje es un viaje alegórico.

La tripulación del navío contra el corso está integrada por poetas unos buenos y otros malos. Cervantes pasa el espejo a lo largo del camino, caminos de la mar, surcos de espuma. Mucha gente, llevas, señor en las galeras. Toda esa racamenta de liras y de empinos que hinchen las velas del gran bajel que pone el rumbo a los puertos del destino está hechos de papel y tinta.

AY MADRID QUE TE QUEDAS SIN GENTE

Se muestra dolorido el alcalaíno que acaba de llegar de Roma y donde le ocurre lo que les ocurrió a tantos y tantos españoles que pierde la fe en esa iglesia compuesta de cánones, normas, etiquetas y mampuestos pero donde sigue brillando el sol de Cristo, de la incomprensión y dureza de la corte. Envidias. Mala leche pero adiós Madrid dulce patria de extranjeros que desdeñas a tus hijos. Te quedas sin gente pero te llenas de poetas. Los picaros, los perailes, los frailes ex clausurados, los clérigos bufones epítomes del gran tacaño y gente perversa y cruel a lo domine Cabra, putos y bujarrones y las mozas de partido, que nunca faltan, cada una guardando su esquina y su cantón o una grada de las escaleras de san Felipe donde estaba el mentidero de la corte por aquel entonces.

 Los vates se quedan mano sobre mano y los eclesiásticos aguardan la llegada de una bula o de un beneficio. Las tapadas pasan deprisa camino de la iglesia de Santiago. Se celebran las cuarenta horas y detrás de las bellas que van a la iglesia se arracima toda una cohorte de galantes adoradores. Los rufianes convertidos en galanes de monjas entre los cuales se encuentra el propio rey el cuarto de los Felipe acuden a oír misa con devoción no para ver al cura sino en busca del pañuelo o el billete de la dama adoratriz con la que hacen señas y muchos momos derretidos de amor.

 Ay Madrid que te quedas sin gente. Tu sangre más joven parte a la guerra. España madrastra más que madre de tus mejores hijos.

 En el cancel de la iglesia de san Sebastián ex soldados y veteranos de las guerras de Flandes a los que una granada luterana les dejó sin pierna sin brazo o sin ojo muestran sus llagas y cantan la oración del Justo Juez mientras ponen el cazo.



JODIDOS PERO CONTENTOS TODOS A BEBER DE LA FUENTE AGANIPE EN EL AGADÓN DEL OLIMPO

“Aganipea-dije entre mí- una guirnalda me ponga entre las sientes” la gloria y la fama son el estipendio del poeta y del soldado. Ambas diosas sin embargo se muestran con frecuencia esquivas a los que más lo merecen y don Miguel nos da el parte y  circunstanciada relación de su hambre sotil y de su estado de militante de la literatura: “pobres son los poetas pobres siempre llorando guerras y cantando amores”. La crónica de su vida viene a ser la historia del vagabundo que no tuvo suerte. Acaso siempre fue así. A los que escribimos nos condenan a la cuarta pregunta. Cuestión de agílibus. Faltan cumquibus. Vivir a la cuarta pregunta siempre alcanzados de dinero y podidos jodidos y  fodidos (viene del verbo fodeo fodes fodere, por la ley de intervocálicas en castellano la f se vuelve en j) recontrafodidos y recontrafodios confundidos mecagüenla ay que leche.

        -¿Cómo lo ves?

        -Que siempre fue así. El mundo no cambia

        -Pero os seguís dedicando a casar oraciones y juntar palabras. ¿Es que os va la marcha?

        -Los que no valemos para otra cosa…. ¡zabusté!

        -Ventura te dé dios hijo que el saber no te hace falta.

        -Dijolo Celestina

MELANCOLÍA CERVANTINA CON GENEROSIDAD ENJUICIA A LOPE QUE ERA TAN AGIL DE PLUMA COMO DE BRAGUETA

Ah esa eterna bondad cervantina, su resignación melancólica vuelve a resplandecer en este hermoso libro de verso que es una crónica del malestar literario de nuestra patria. Don Miguel va dando cuenta y razón de los nombres de algunos bardos cuyo nombre y cuya obra ya fenecida fue importante a principios del XVII y últimos del XVI: Antonio de Monroy, Juan de Jáuregui, Antonio de Paredes, Cachonecio, Salas Barbadillo, Lorenzo Ramírez, Andrés de Valmaseda, Gujatón, Enciso, Giusseppe de Bargas “que tiene más de poeta que de lindo. Villamediana al que mandaría ahorcar Felipe IV porque se estaba tirando a la parienta, Guillén de Castro, Cristóbal de Virués, Gaspar de Barrionuevo, y todo un largo etcétera de nombres que engulló la mar y no figuran ya casi ni en los manuales de la historia de la literatura.

Junto a ellos está sin embargo una lista de preclaros: Góngora buen amigo de Cervantes. Lope una fuerza de la naturaleza una fuerza de la que desconfiaba don Miguel pues el ave fénix de los ingenios era tan ágil de pluma como de bragueta a juzgar por su vida de amoríos y de sus muchos versos que en horas veinticuatro pasaron las musas al teatro.

QUEVEDO ERA ZAMBO DE PIES PERO SUELTO DE LENGUA Y DE MANOS

 A Quevedo Cervantes lo admira pero no lo podía ver. “Francisco de Quevedo será flagelo de poetastros y echará a los malos del parnaso a puntapiés pero como tiene el paso corto por ser coxo tardará en el negocio más de un año.

Otro que viste la gramalla de la admiración del autor del Quijote es Vicente Espinel el que añadió una quinta a la guitarra e inventor de un nuevo metro, la espinela. Jáuregui y Juan de Herrera son poetas a lo divino para él que cincelan, esculpen más que escriben sus sonetos. Cervantes en esta lista se nos muestra tan generoso como compasivo y no se deja ningún nombre importante en el tintero. Su bajel surca las aguas del golfo del Olimpo. La nace cabecea pero no pierde el rumbo. Traza sendas de amor caminos de espuma, la mar de los poetas muertos y de la poetambre. Pero si son todos los que están ni están todos los que son.

Continuará

miércoles, 18 de abril de 2012

algo huele a podrido en argentina quieren comprar los israelies el pais

EL EXPOLIO DE REPSOL. ALGO HUELE A JUDIO



este blog defiende la unidad de España y a su cultura

Según nuestros entendimietos. la burda maniobra de la Kichner en Argentina recuerda el fausto episodio de las coacciones a Calvo Sotelo, que fue el origen de la guerra civil. Fue una maniobra contra España al oponerse el protomartir a la privatización de Campsa. Algo huele a podrido en Dinamarca. A judio. Comprendo perfectamente la desilusión del canciller de exteriores español Cargallo ante la reacción tibia de los norteamericanos e incluso de los europeos presididos por ese mr muddy o barroso de tierra de barros, la cosa es como querer ir a pedir al lobo que te guarde las gallinas. en aergentina hay toda una operación montada desde que REPSOL descubrió ricos yacimientos petroliferos en vaca muerta para convertir al pais hermano en un segundo israel, aprovechandose de la ineficacia de gobiernos corrpuptos o mandados por judios como la kichner viuda de quien es. la oiperación se ha iniciado en londres, la presidente argentina en manos de asesores sionistas con su actitud ha dado el tiro de gracia a un afecto secular que hemos sentido los españoles hacia la republica hermana,fuertes fortunas inglesas, norteamericanas estan adquiriendo haciendas e n la patagonia, para edeificar un segundo eretz. todo se hace a la agachadiza en medio del sigilo y del odio. el judio sigue en las mismas, odiando a españa y a la religión católico, lo malo es que en la propia españa quieren tambien consgtruir una taifa sionista mandada por los impresentables comilitones de pujol y su cuadrillla. el odio y la cristofobia está servido. algo huele a podrido en dinamarca y en argentina el tufo de anas y caifas- les canta el alerón y la boca les huele a rayos- alcanza hasta aqui

martes, 17 de abril de 2012

no soy antisemita



antonioparragalindo
"no nos basta ser aborrecidos en todas las naciones, que todo el mundo nos sea cárcel y castigo, siendo nuestra España para todos patria igual y hospedaje ¿Quien no nos llama bárbaros? ¿Quien no nos dice locos, ignorantes?" DON FRANCISCO DE QUEVEDO.... ESTE BLOG PRETENDE SER UNA VACUNA CONTRA LA HISPANOFOBIA

ESPAÑA MI NATURA
España, mi natura, Italia mi ventura y yo soy español, me gustan las letras y la música de los antiguos romances, admirador de JOAQUIN DÍAZ

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 martes 17 de abril de 2012DE JUDIAS REALIDADES Y DUALIDADES. LA GRAN PARADOJA
 YO NO SOY ANTISEMITA ( de mi libro corresponsal en Nueva York)

A trompazos con mis recuerdos he regresado en espíritu a aquel New York donde aterricé el día de San Andrés de 1975. Fui a contar a los españoles la era Carter.  Dicho entre paréntesis, creo que como periodista soy un privilegiado y como español atípico porque no milito en las huestes de ningún partido político ni pertenezco a más ideología que el servicio a la verdad. Por esta causa pienso que quizá esta bitácora de ustedes tenga tantas visitas.

Algo nuevo nacía y un mundo viejo, el de la guerra fría, fenecía. Me topé de manos a boca con el  sorprendente y variopinto mundo judío que dicen los talmudistas es eterno pero que en algunas de sus peculiaridades históricas también se iba al traste. Porque se renueva de continuo.
 En el East Side del Lower Manhattan entre la calle 12 y la 25, el barrio donde vivía, frecuenté los tupís, los cafetines, modestos restaurantes de comida kosher.

 Compraba periódicos y puros a un estacionista de Essex Street en cuyo dintel había un letrero en hebreo y en ruso haciendo corro a un candelabro de los Siete Brazos y con frecuencia me sumía en una prolongada plática con el dueño, un tal Baruj Waldbaum, askenazi típico proveniente y superviviente de un ghetto de la polaca ciudad de Lodz. Se llamaba Gnied el sitio que en eslavo significa “Nido”.

 Para los miembros de otras sinagogas el bueno de Baruj “hedía a  alemán”. Yo no sé cómo huelen los alemanes pero en aquel antro al pie de unas escaleras de hierro o escalinata de emergencia pues no hay ciudad en el mundo que tanto miedo le tenga al fuego como La Gran Manzana el olor era muy diferente al de otras partes. Las casas de los hebreos huelen muy diferente, por no decir a montuno, el olor a humanidad y a hacinamiento, por mor quizás de una alimentación especial seguida preceptivamente durante siglos o por la higiene y sus baños donde no está permitido el jabón (la sosa no es kosher ni se utiliza el animal inmundo en su fabricación) o la indumentaria ceremonial que les obliga a llevar gorros de piel y caftanes como las dulletas de nuestros curas en plena canícula, o la mujeres de los “hassidim” cubiertas de pies a cabeza y los cabellos rapados o debajo de una peluca que les da un aspecto ridículo porque el judaísmo ortodoxo reserva a la mujer un papel de semiesclava del marido.

 No puede acompañarle ni cogerle del brazo en público sino que ha de ir tras él, excluidos los afeites y cosméticos y descartada cualquier coquetería o insinuación salaz. Están ahí para procrear y para obedecer al marido. ¡Qué paradoja y cuanto contraste! Precisamente los magnates de la industria cosmética, como la de los diamantes y el lujo, el negocio de la prostitución y la ingeniería de la imagen, el cine porno se encuentra en manos de los parientes de Mr. Waldbaum quienes asimismo controlan una cadena de supermercados. Lo equivalente en España a Carrefour pero el tendero pobre como una rata vivía frugalmente, gastaba poco y ahorraba todo lo que podía.

Al calor de tales principios se fraguaron las grandes fortunas y podridos de dinero se retiraban a los balnearios de la Florida o California a morir entre ricachos de las mejores fortunas que seguían mirando el penique y candando el aparato del teléfono con un llavero a prueba de sisas en llamadas.
 Eso sí; solían ser espléndidos en eso que los anglosajones llaman “charities” pero esta filantropía no era del todo desinteresada. Porque el dinero puesto en una ONG o en la beneficencia exime de impuestos y es una buena inversión en definitiva.

Quizás le llamasen el alemán  porque hablaba y leía el yidish (jerga en que las palabras germanas se mezclan con el hebreo moderno) pero era un ruso típico.  Un descendiente del ghetto. Había emigrado su familia a América poco antes de la Revolución de Octubre. Era un nihilista. Un “ruso” como el que acaba de asesorar a Cristina F. Kichner la presidenta argentina el secuestro de los activos de Repsol en Mar del Plata, una maniobra que por las trazas huele a judío.

 A doña Cristina le “cantan” los sobacos y es toda ella botex los morros inflados y las tetas arregladas. Su difunto Kichner un askenazi típico de los que trocaron el estandarte del comunismo por el de más furioso capitalismo y entre los porteños se convirtieron al peronismo pedregoso, no llores por mí Argentina.

Sin embargo, en el caso de mi quiosquero neoyorquino no parecía darse este atavismo racial de cambiar de ideología a conveniencia. Anarquista revolucionario en la Santa Rusia tenía por lema: “No puede haber dios porque hay zar”, se mantuvo en sus treces después de que sus progenitores colocaran el pie en la isla de Ellis.

 Se había quedado desfasado. El ateismo era su bandera, la lucha de clases, su religión. Siempre me maravillaron esos seres humanos de una sola pieza que hacen la guerra por su cuenta, villanos en su rincón, francotiradores en su blocao, enrocados en los principios que profesaron en su juventud y que escupen sobre las calvas de los arribistas, los oportunistas.

 Baruj no pertenecía a ninguna sinagoga, no iba a rezar a ningún templo. Los rollos de la ley se habían quedado obsoletos porque había demasiada injusticia, hartas desigualdades en el mundo. A ojos de los rabíes de Manhattan era un renegado, un blasfemo, pero él seguía siendo judío, el más judío entre los judíos aunque no celebrase la pascua ni hubiese bendecido el vino del Seder.

 Su rostro recordaba a los iluminados conversos  españoles que aparecen en Rembrandt o en el Greco y Chagall podría haber firmado su retrato. Era una mezcla de locura y genio. Los puros baratos de hoja dulce que me expendía sabían horribles, pero su conversación compensaba, y el “New York Times”, el “Wall Street”, el “Daily News” o el “Washington Post”- me agradecía y me adulaba, obsequioso, por aquel dispendio con algunos halagos sabrosones en castellano viejo o sefardí que también conocía “ bueno es el caballero. Adonai de mil años de vida a su merced y “barajá” por estos reinos- que significaban un importante emolumento para sus mermados caudales donde cada centavo era importante.

-Nuestros imperios no se construyen con ladrillos sino con nickels, quarters and dimes y con camisas, muchísimas camisas- decía mi quiosquero.

Su padre se hizo millonario confeccionando camisas a los negros pero la firma quebró con el crack del 29 y él tuvo que volver a empezar dedicándose a la venta ambulante. Empezó con un puesto de pipas y de “begels” (panecillos salados y duros como demonio que no llevan mantequilla y que los neoyorquinos suelen devorar a media mañana entre sorbos de una taza de café caliente) para acabar abriendo el establecimiento del que les hablo.

A la tarde solían concurrir al “Nido” unos cuantos jubilatas. Hablaban en yidish y algunos parecían observantes porque a uno que era pequeñín y con los ojos chispeantes, al que llamaban Mardoqueo, se le salían las filacterias o paños de orar que llevaba enrollados a la cintura como aquellas fajas de los menestrales de tierra Segovia. Leían los periódicos de balde y discutían constantemente con el dueño. No hay cosa más del agrado de un hijo de Moisés que una buena polémica. Se acaloraban sin llegar a las manos. Por todas las partes la misma inseguridad, idéntico desarraigo. Aquí lo mismo que en el terruño.
Detestaba a los polacos y guardaba poca nostalgia de una ciudad que debió de ser desagradable: Lodz. Waldbaum les echaba  su actitud acomodaticia en cara ante las injusticias del mundo y Mardoqueo y sus amigos se encogían de hombros:

-Eres un iluso. Vives entregado a tus utopías. Pasas tu existencia persiguiendo ideas que son vanidades. Puesto que ya no hay zar, no necesitamos revoluciones. Money, money, money. No seas tozudo

En aquel tabuco presencié escenas dignas de la película del “Violinista en el tejado”

-Sólo adoráis al becerro de Bethel

-Pues ¿qué íbamos a adorar entonces? Dios está en las alturas. Demasiado lejos.

Saqué la conclusión de que en aquellos libros rusos de pastas deterioradas y muy sobados que se alineaban en un altillo de la tienda entre detergentes, cajas de atún, arenques en bote, y cajas de cerillas suecas buscaba una respuesta a la pregunta de para qué vivir si no hay dios y si no existe venidero mundo. La conclusión sería la de que al no haber dios ni novísimos todo  está permitido pero el abacero que era frugal, vestía con modestia, no probaba el alcohol y sólo se permitía el humo de una buena pipa antes de anochecer, convirtió su ateismo en una obsesión mística.

-¿Qué buscas en esos libracos si no sirven para nada?

-Cultivo mi espiritu y aguardo al Mesías.

Los otros soltaban una carcajada.

-Entonces sigues la Ley aunque no pertenezcas a templo alguno, mi querido Baruj.

El tendero se quedó sin respuesta mirando con ojos profundos a su interlocutor rodeado de aquella biblioteca en yidish y de ruso cuya ortografía en cirílico había cambiado desde el asalto al palacio de invierno. Los legitimistas habían borrado del gran diccionario de Susdal la palabra BOG (dios) pero eso no le satisfizo plenamente a nuestro pequeño que sin creer en Él seguía la observancia de los 666 preceptos. Aquel mundo de Lodz había quedado arrumbado. Todo lo que él aprendió en la escuela de Hillel había sido proscrito y la lucha de clases sustituida por la de géneros. El control de los medios de producción daría paso al de los medios de comunicación, un campo en el que demostraron ser excesivamente hábiles los del pueblo errante. Muerte a los genios, arriba los mediocres. Paso a los ignorantes y muerte eterna a los cultos y cultivadores de la estética y las bellas artes. Un trono para todo lo vulgar. Quememos incienso ante el altar del becerro de oro y lo demás son fárfaras.

 Todo devendría laico, mundanal. Al fuego con los misticismos. En España se moriría Franco y vendría un Borbón nueva versión de Pepe Botellas que le daba al alpiste que no veas y en una de esas giras y cacerías de elefantes con visos de orgías alcohólicas se desguardamillaría en la escalera de una choza bantú y tendría por primer ministro a un tal don Zapatos que llevaba en la frente la marca de las siete señas del hideputa. En la mirada inquietante del abacero neoyorquino estaba escrito el mal augurio del derrumbe de todo aquello que yo amaba y en lo cual creía.

Lo real y auténtico sería sustituido por lo sucedáneo: el café por la chicoria, el jabugo por jamón de York. “Guerra y Paz” por los novelones de Vargas Llosa y Picasso ocuparía el trono de Velázquez. Proscribirían el Cascanueces de Tchaikovsky para atiborrar a las juventudes de estridencias cacofónicas. Rock a toda pastilla

 Dios, si existía, iba a escribir con diferentes letras a partir y mandaría a muchos intelectuales, pensadores, escritores, cineastas, artistas al desolladero. La literatura a la mierda.Todavía no había saltado a la palestra el botarate de Vargas Llosa que hacía la instrucción como cadete en una oscura academia militar del Perú, pero en aquellos ojos inquietos de aquel judío que miraba como con deseos de dominar el mundo, rodeado de aquellos libros atosigantes de Kafka, advertían que íbamos a convertirnos en cucarachas. Que se acabó lo que se daba. A cambio de un plato de lentejas (el progreso) nos condenarían a la metamorfosis.

 La lección para mí como cristiano no podía ser más amarga pero Baruj seguían pensando que el Nazareno no era más que un impostor, hechura suya, mito judío para acabar con el imperio romano. Detrás de la pluma que escribió los evangelios, las epístolas de Pablo e incluso el Libro del Apocalipsis resonaban como dentro de una caja tonta y alborotada las carcajadas de Israel. Estas risotadas me parecieron blasfemas como blasfemas me parecen las risitas microfónicas que se marca  ese señor tan fascista y tan oráculo que habla por Intereconomía Eduardo García Serrano, el hijo del que fue mi jefe. Jejjjejjjeee. La cosa es demasiado seria para tomarla a broma, sencillamente quieren convertirnos en cucarachas.

Mister Waldbaum se quedaba mirando pensativo como si reflexionara sobre las paradojas y absurdos del destino. “Soy hombre al fin y al cabo y por ende sujeto a error” parecía decir con la mirada. Luego se ponía a jugar a las cartas con sus colegas los jubilatas del ghetto. Sobre la una y media Sara su mujer le traía el almuerzo en una tarterilla el clásico “borsch” con muchas berenjenas mas sin tocino ni jalufo. Sara era una matrona de rostro bondadoso, entrada en carne y con las sayas que le llegaban hasta los pies. Iba como mi abuela. Podía haberse escapado de alguna novela de Bashevis Singer. Alta y bigotuda cubierta de una peluca sin adobo ninguno. No frills (sin adornos) como solía decirse.

Ella también olía a judío un olor a carne vieja, a humanidad cansada, inconfundible.

En una ocasión tuve la osadía de preguntarle:

-Sara, cuando estiremos la pata ¿adonde nos llevarán?

La mujer se ruborizó y tras dudarlo un instante trasladó la pregunta a su marido;

-Pregúntaselo a él- dijo en un tono frío marcado por la obsequiosidad, también por la dureza. Al no estarle permitido a las buenas esposas de Israel hablar con extraño, máxime si éstos son paganos.

-La Escritura- repuso éste- pone que los justos serán destinados al Seno de Abrahán. Los tibios al limbo o purgatorio hasta redimir su culpa y a la gehenna (infierno judío) todos los malos y allí en el infierno se torrarán en compañía de todos los diablos, y de los sastres



ESPAÑA MI NATURA

España, mi natura, Italia mi ventura y yo soy español, me gustan las letras y la música de los antiguos romances, admirador de JOAQUIN DÍAZ


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martes 17 de abril de 2012


DE JUDIAS REALIDADES Y DUALIDADES. LA GRAN PARADOJA

YO NO SOY ANTISEMITA ( de mi libro corresponsal en Nueva York)

A trompazos con mis recuerdos he regresado en espíritu a aquel New York donde aterricé el día de San Andrés de 1975. Fui a contar a los españoles la era Carter. Dicho entre paréntesis, creo que como periodista soy un privilegiado y como español atípico porque no milito en las huestes de ningún partido político ni pertenezco a más ideología que el servicio a la verdad. Por esta causa pienso que quizá esta bitácora de ustedes tenga tantas visitas.

Algo nuevo nacía y un mundo viejo, el de la guerra fría, fenecía. Me topé de manos a boca con el sorprendente y variopinto mundo judío que dicen los talmudistas es eterno pero que en algunas de sus peculiaridades históricas también se iba al traste. Porque se renueva de continuo.
En el East Side del Lower Manhattan entre la calle 12 y la 25, el barrio donde vivía, frecuenté los tupís, los cafetines, modestos restaurantes de comida kosher.

Compraba periódicos y puros a un estacionista de Essex Street en cuyo dintel había un letrero en hebreo y en ruso haciendo corro a un candelabro de los Siete Brazos y con frecuencia me sumía en una prolongada plática con el dueño, un tal Baruj Waldbaum, askenazi típico proveniente y superviviente de un ghetto de la polaca ciudad de Lodz. Se llamaba Gnied el sitio que en eslavo significa “Nido”.

Para los miembros de otras sinagogas el bueno de Baruj “hedía a alemán”. Yo no sé cómo huelen los alemanes pero en aquel antro al pie de unas escaleras de hierro o escalinata de emergencia pues no hay ciudad en el mundo que tanto miedo le tenga al fuego como La Gran Manzana el olor era muy diferente al de otras partes. Las casas de los hebreos huelen muy diferente, por no decir a montuno, el olor a humanidad y a hacinamiento, por mor quizás de una alimentación especial seguida preceptivamente durante siglos o por la higiene y sus baños donde no está permitido el jabón (la sosa no es kosher ni se utiliza el animal inmundo en su fabricación) o la indumentaria ceremonial que les obliga a llevar gorros de piel y caftanes como las dulletas de nuestros curas en plena canícula, o la mujeres de los “hassidim” cubiertas de pies a cabeza y los cabellos rapados o debajo de una peluca que les da un aspecto ridículo porque el judaísmo ortodoxo reserva a la mujer un papel de semiesclava del marido.

No puede acompañarle ni cogerle del brazo en público sino que ha de ir tras él, excluidos los afeites y cosméticos y descartada cualquier coquetería o insinuación salaz. Están ahí para procrear y para obedecer al marido. ¡Qué paradoja y cuanto contraste! Precisamente los magnates de la industria cosmética, como la de los diamantes y el lujo, el negocio de la prostitución y la ingeniería de la imagen, el cine porno se encuentra en manos de los parientes de Mr. Waldbaum quienes asimismo controlan una cadena de supermercados. Lo equivalente en España a Carrefour pero el tendero pobre como una rata vivía frugalmente, gastaba poco y ahorraba todo lo que podía.

Al calor de tales principios se fraguaron las grandes fortunas y podridos de dinero se retiraban a los balnearios de la Florida o California a morir entre ricachos de las mejores fortunas que seguían mirando el penique y candando el aparato del teléfono con un llavero a prueba de sisas en llamadas.
Eso sí; solían ser espléndidos en eso que los anglosajones llaman “charities” pero esta filantropía no era del todo desinteresada. Porque el dinero puesto en una ONG o en la beneficencia exime de impuestos y es una buena inversión en definitiva.

Quizás le llamasen el alemán porque hablaba y leía el yidish (jerga en que las palabras germanas se mezclan con el hebreo moderno) pero era un ruso típico. Un descendiente del ghetto. Había emigrado su familia a América poco antes de la Revolución de Octubre. Era un nihilista. Un “ruso” como el que acaba de asesorar a Cristina F. Kichner la presidenta argentina el secuestro de los activos de Repsol en Mar del Plata, una maniobra que por las trazas huele a judío.

A doña Cristina le “cantan” los sobacos y es toda ella botex los morros inflados y las tetas arregladas. Su difunto Kichner un askenazi típico de los que trocaron el estandarte del comunismo por el de más furioso capitalismo y entre los porteños se convirtieron al peronismo pedregoso, no llores por mí Argentina.

Sin embargo, en el caso de mi quiosquero neoyorquino no parecía darse este atavismo racial de cambiar de ideología a conveniencia. Anarquista revolucionario en la Santa Rusia tenía por lema: “No puede haber dios porque hay zar”, se mantuvo en sus treces después de que sus progenitores colocaran el pie en la isla de Ellis.

Se había quedado desfasado. El ateismo era su bandera, la lucha de clases, su religión. Siempre me maravillaron esos seres humanos de una sola pieza que hacen la guerra por su cuenta, villanos en su rincón, francotiradores en su blocao, enrocados en los principios que profesaron en su juventud y que escupen sobre las calvas de los arribistas, los oportunistas.

Baruj no pertenecía a ninguna sinagoga, no iba a rezar a ningún templo. Los rollos de la ley se habían quedado obsoletos porque había demasiada injusticia, hartas desigualdades en el mundo. A ojos de los rabíes de Manhattan era un renegado, un blasfemo, pero él seguía siendo judío, el más judío entre los judíos aunque no celebrase la pascua ni hubiese bendecido el vino del Seder.

Su rostro recordaba a los iluminados conversos españoles que aparecen en Rembrandt o en el Greco y Chagall podría haber firmado su retrato. Era una mezcla de locura y genio. Los puros baratos de hoja dulce que me expendía sabían horribles, pero su conversación compensaba, y el “New York Times”, el “Wall Street”, el “Daily News” o el “Washington Post”- me agradecía y me adulaba, obsequioso, por aquel dispendio con algunos halagos sabrosones en castellano viejo o sefardí que también conocía “ bueno es el caballero. Adonai de mil años de vida a su merced y “barajá” por estos reinos- que significaban un importante emolumento para sus mermados caudales donde cada centavo era importante.

-Nuestros imperios no se construyen con ladrillos sino con nickels, quarters and dimes y con camisas, muchísimas camisas- decía mi quiosquero.

Su padre se hizo millonario confeccionando camisas a los negros pero la firma quebró con el crack del 29 y él tuvo que volver a empezar dedicándose a la venta ambulante. Empezó con un puesto de pipas y de “begels” (panecillos salados y duros como demonio que no llevan mantequilla y que los neoyorquinos suelen devorar a media mañana entre sorbos de una taza de café caliente) para acabar abriendo el establecimiento del que les hablo.

A la tarde solían concurrir al “Nido” unos cuantos jubilatas. Hablaban en yidish y algunos parecían observantes porque a uno que era pequeñín y con los ojos chispeantes, al que llamaban Mardoqueo, se le salían las filacterias o paños de orar que llevaba enrollados a la cintura como aquellas fajas de los menestrales de tierra Segovia. Leían los periódicos de balde y discutían constantemente con el dueño. No hay cosa más del agrado de un hijo de Moisés que una buena polémica. Se acaloraban sin llegar a las manos. Por todas las partes la misma inseguridad, idéntico desarraigo. Aquí lo mismo que en el terruño.
Detestaba a los polacos y guardaba poca nostalgia de una ciudad que debió de ser desagradable: Lodz. Waldbaum les echaba su actitud acomodaticia en cara ante las injusticias del mundo y Mardoqueo y sus amigos se encogían de hombros:

-Eres un iluso. Vives entregado a tus utopías. Pasas tu existencia persiguiendo ideas que son vanidades. Puesto que ya no hay zar, no necesitamos revoluciones. Money, money, money. No seas tozudo

En aquel tabuco presencié escenas dignas de la película del “Violinista en el tejado”

-Sólo adoráis al becerro de Bethel

-Pues ¿qué íbamos a adorar entonces? Dios está en las alturas. Demasiado lejos.

Saqué la conclusión de que en aquellos libros rusos de pastas deterioradas y muy sobados que se alineaban en un altillo de la tienda entre detergentes, cajas de atún, arenques en bote, y cajas de cerillas suecas buscaba una respuesta a la pregunta de para qué vivir si no hay dios y si no existe venidero mundo. La conclusión sería la de que al no haber dios ni novísimos todo está permitido pero el abacero que era frugal, vestía con modestia, no probaba el alcohol y sólo se permitía el humo de una buena pipa antes de anochecer, convirtió su ateismo en una obsesión mística.

-¿Qué buscas en esos libracos si no sirven para nada?

-Cultivo mi espiritu y aguardo al Mesías.

Los otros soltaban una carcajada.

-Entonces sigues la Ley aunque no pertenezcas a templo alguno, mi querido Baruj.

El tendero se quedó sin respuesta mirando con ojos profundos a su interlocutor rodeado de aquella biblioteca en yidish y de ruso cuya ortografía en cirílico había cambiado desde el asalto al palacio de invierno. Los legitimistas habían borrado del gran diccionario de Susdal la palabra BOG (dios) pero eso no le satisfizo plenamente a nuestro pequeño que sin creer en Él seguía la observancia de los 666 preceptos. Aquel mundo de Lodz había quedado arrumbado. Todo lo que él aprendió en la escuela de Hillel había sido proscrito y la lucha de clases sustituida por la de géneros. El control de los medios de producción daría paso al de los medios de comunicación, un campo en el que demostraron ser excesivamente hábiles los del pueblo errante. Muerte a los genios, arriba los mediocres. Paso a los ignorantes y muerte eterna a los cultos y cultivadores de la estética y las bellas artes. Un trono para todo lo vulgar. Quememos incienso ante el altar del becerro de oro y lo demás son fárfaras.

Todo devendría laico, mundanal. Al fuego con los misticismos. En España se moriría Franco y vendría un Borbón nueva versión de Pepe Botellas que le daba al alpiste que no veas y en una de esas giras y cacerías de elefantes con visos de orgías alcohólicas se desguardamillaría en la escalera de una choza bantú y tendría por primer ministro a un tal don Zapatos que llevaba en la frente la marca de las siete señas del hideputa. En la mirada inquietante del abacero neoyorquino estaba escrito el mal augurio del derrumbe de todo aquello que yo amaba y en lo cual creía.

Lo real y auténtico sería sustituido por lo sucedáneo: el café por la chicoria, el jabugo por jamón de York. “Guerra y Paz” por los novelones de Vargas Llosa y Picasso ocuparía el trono de Velázquez. Proscribirían el Cascanueces de Tchaikovsky para atiborrar a las juventudes de estridencias cacofónicas. Rock a toda pastilla

Dios, si existía, iba a escribir con diferentes letras a partir y mandaría a muchos intelectuales, pensadores, escritores, cineastas, artistas al desolladero. La literatura a la mierda.Todavía no había saltado a la palestra el botarate de Vargas Llosa que hacía la instrucción como cadete en una oscura academia militar del Perú, pero en aquellos ojos inquietos de aquel judío que miraba como con deseos de dominar el mundo, rodeado de aquellos libros atosigantes de Kafka, advertían que íbamos a convertirnos en cucarachas. Que se acabó lo que se daba. A cambio de un plato de lentejas (el progreso) nos condenarían a la metamorfosis.

La lección para mí como cristiano no podía ser más amarga pero Baruj seguían pensando que el Nazareno no era más que un impostor, hechura suya, mito judío para acabar con el imperio romano. Detrás de la pluma que escribió los evangelios, las epístolas de Pablo e incluso el Libro del Apocalipsis resonaban como dentro de una caja tonta y alborotada las carcajadas de Israel. Estas risotadas me parecieron blasfemas como blasfemas me parecen las risitas microfónicas que se marca ese señor tan fascista y tan oráculo que habla por Intereconomía Eduardo García Serrano, el hijo del que fue mi jefe. Jejjjejjjeee. La cosa es demasiado seria para tomarla a broma, sencillamente quieren convertirnos en cucarachas.

Mister Waldbaum se quedaba mirando pensativo como si reflexionara sobre las paradojas y absurdos del destino. “Soy hombre al fin y al cabo y por ende sujeto a error” parecía decir con la mirada. Luego se ponía a jugar a las cartas con sus colegas los jubilatas del ghetto. Sobre la una y media Sara su mujer le traía el almuerzo en una tarterilla el clásico “borsch” con muchas berenjenas mas sin tocino ni jalufo. Sara era una matrona de rostro bondadoso, entrada en carne y con las sayas que le llegaban hasta los pies. Iba como mi abuela. Podía haberse escapado de alguna novela de Bashevis Singer. Alta y bigotuda cubierta de una peluca sin adobo ninguno. No frills (sin adornos) como solía decirse.

Ella también olía a judío un olor a carne vieja, a humanidad cansada, inconfundible.

En una ocasión tuve la osadía de preguntarle:

-Sara, cuando estiremos la pata ¿adonde nos llevarán?

La mujer se ruborizó y tras dudarlo un instante trasladó la pregunta a su marido;

-Pregúntaselo a él- dijo en un tono frío marcado por la obsequiosidad, también por la dureza. Al no estarle permitido a las buenas esposas de Israel hablar con extraño, máxime si éstos son paganos.

-La Escritura- repuso éste- pone que los justos serán destinados al Seno de Abrahán. Los tibios al limbo o purgatorio hasta redimir su culpa y a la gehenna (infierno judío) todos los malos y allí en el infierno se torrarán en compañía de todos los diablos, y de los sastres