Amaneció espléndido, pero luego tornó el aire de calima. La maternidad de Westow Croft al norte del Yorkshire era una vieja mansión que había servido de hospital de sangre durante la guerra. Pocos saben de la entereza y sufrimientos del pueblo inglés durante aquella contienda cuando los alemanes bombardearon todo el condado. Era un edificio victoriano rodeado de pinares detrás un cementerio. Acudí a primeras horas de la mañana no me dejaron pasar:
—Your wife is in labour
A mi mujer la habían trasladado en una ambulancia de madrugada y yo hice autostop hasta York y desde allí me trasladé a la localidad en un yermo que llaman “moors” donde el viento sopla con ganas. Estaba yo muy nervioso y me entretuve dando paseos por el lugar, no había un alma, penetré en el cementerio. Lo recuerdo bien había una sepultura reciente de una muchacha de veinte años. Las flores y la corona mortuoria estaban frescas y la tierra removida se amontonaba en un túmulo. Saqué el rosario que siempre llevo conmigo y recé los cinco misterios por aquella joven desconocida que acababa de ser inhumada precisamente cuando mi hija estaba a punto de nacer. Fue un parto lento y difícil. A Suzanne la pusieron cloroformo nada de epidural. Estaba muy sofocada pero tranquila y feliz tras el supremo esfuerzo de parir En los años setenta la ginecología inglesa estaba aún en agraz y me pareció muy primitiva. Todo el día me entretuve ensimismado con mis pensamientos. Por fin a las nueve y media de la noche precisamente a esa ahora había venido yo al mundo veintiséis años atrás vino al mundo mi primera hija aun no puedo zafarme de aquella impresión. Suzanne estaba cansada, pero me lanzó una sonrisa con sus ojos verdegay era una mujer hermosísima la más bella de Inglaterra y apretó mi mano. Y le dije: “Well done Zanny you are a heroine”. Al poco rato se me acercó el doctor Isherwood hermano del famoso poeta inglés de la década de los Treinta y estrechó mi mano:
—Mister Parra you have a beautiful daughter.
—Thank you, Sir, She is going to be beautiful, Her name us Helen the shining one.
Isherwood era el médico de Pocklington, siempre llevaba una cartera de cuero en la mano y una sonrisa en los labios donde guardaba la lanceta y el estetoscopio. Era el clásico doctor inglés with good bed side manners.
La madre de Suzanne y yo tomamos un taxi y regresamos a Wilberfoss. Mi suegra la pobre de la cual había heredado mi esposa su belleza era un manojo de nervios. Creo que celebramos la llegada al mundo de mi primogénita con media pinta de ale yo y un babysham ni suegra, eran las doce de la noche cuando entramos en nuestra casa de Wilberfoss. Todavía luz en el cielo. The limelight el entrelubricán del hemisferio norte. Esperando el sol de medianoche. Los nervios, el amor y la añoranza de aquella jornada no se me pasaron todavía. Tardé en dormir y escribí este poema
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